Diócesis de Santander

 

Homilía pronunciada por el Obispo de Santander, D. Manuel Sánchez Monge, en la solemnidad de Nuestra Señora Bienaparecida, patrona de la Diócesis de Santander

 

 

Santander, 15 de septiembre de 2018


 

 

Hoy 15 de septiembre, solemnidad de la Virgen Bienaparecida, patrona de Cantabria y de la Diócesis de Santander, a las 12h00, ha presidido la Eucaristía solemne en el santuario de la Bienaparecida, el Obispo de Santander, D. Manuel Sánchez Monge. Recogemos el texto completo de la homilía pronunciada por D. Manuel en esta celebración.

 

 

FIESTA DE LA VIRGEN BIEN APARECIDA 2018

 

Estrenamos Plan Pastoral Diocesano 2018-2021 que busca evitar la improvisación, ir a salto de mata, sin prever ni revisar en el trabajo pastoral. No es una fórmula mágica que resuelva sin más los desafíos que tenemos planteados hoy. Tampoco pretende realizar actividades espectaculares, sino fomentar el trabajo de todos, respetando los diversos carismas. Y señala unas prioridades, marca unas pautas comunes... que contribuyen a crear sentido de diócesis.

 

1. Transmitir la alegría del Evangelio

"El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada" (FRANCISCO, Evangelii gaudium [EG] , 2)

Hace falta que las convicciones misioneras se hagan carne en una vida interior que movilice, que otorgue entusiasmo y ardor a la opción misionera. En EG el papa quiere abrir una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría (FRANCISCO, EG 1): "La Buena Noticia ha de transmitirse no a través de evangelizadores tristes o desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros (...) cuya vida irradia la vida de Cristo" PABLO VI, EN 8o).

La alegría postulada por el papa no es un simple entusiasmo provocado por una exaltación de la sensibilidad. Es un gozo interior sereno, nacido de una fe iluminada por la experiencia. Porque el buen misionero tiende a destacar los aspectos luminosos de la realidad sobre los sombríos. E infunde a los demás aliento y ganas de vivir. Es inasequible a un desaliento duradero. El papa reconoce con realismo que "la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras". Pero "siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo" (FRANCISCO, EG 6).

"Alégrate, María, llena de gracia" fue el saludo que recibió la Virgen de parte del mensajero de la encarnación. "Dichosa tú porque has creído" fue el saludo de Isabel a María al acogerla en su casa. "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador". Así empieza el canto de María que nos transmite S. Lucas. En efecto, María experimentó la dulce alegría de anunciar la Buena Noticia. La raíz del gozo y la grandeza de María, como vemos, no son sus saberes, ni sus influencias ni sus riquezas de la tierra. Es su cercanía a Dios: ha dejado que Dios sea Dios, ha respetado su presencia, ha acogido su palabra. La riqueza de María es su fe. María ha creído como Abraham, padre de Israel, es una auténtica hija suya.

 

2. Privilegiando la experiencia del encuentro con Jesucristo vivo y resucitado (Primer anuncio)

Es de importancia capital encontrarse personalmente con Jesucristo. "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva", nos recordaba Benedicto XVI al comienzo de su primera encíclica. Facilitemos el encuentro de cada persona con Jesucristo. Promovamos vivencias de fe que dejen huella y marquen un hito en la vida de mucha gente que tenemos a nuestro lado. Anunciemos con nuestra vida que el mensaje de las Bienaventuranzas no es pura utopía, sino que se puede vivir en la vida de cada día y que realmente aporta una felicidad duradera. Pronto vendrán momentos en que los que de verdad se han encontrado con Cristo, nos pedirán una formación seria en la fe y pondremos a su disposición auténticos catecumenados.

Es el primer anuncio por dos razones: porque es el más importante y porque hay que empezar por ahí. Todo lo demás viene después. Por eso la propuesta del Papa es bien misionera. Nos pide que allí donde estemos nos concentremos en ese anuncio y que nos aseguremos de que todos, absolutamente todos, reciban personalmente ese anuncio, ya que «la alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie» (EG, n. 23).

María no vive ensimismada ni se guarda para sí la noticia de que Dios va a intervenir en la historia mediante la encarnación de su Hijo, sino que la lleva enseguida a su prima Isabel y en ella a toda la humanidad.

 

3. Una Iglesia diocesana en permanente estado de misión (EG 25)

El problema mayor en Europa, en España y también en nuestra diócesis, lo constituyen los que un día fueron bautizados y hoy viven completamente al margen de la fe cristiana y de la Iglesia. Y aquellos también que tienen una fe tan débil que no resiste el ambiente laicista que se quiere imponer. Por todo esto nuestra tarea principal es anunciar al Dios amigo de la vida que se nos ha revelado definitivamente en Jesucristo. El Dios que no exige sin antes darnos mucho más de lo que nos pide. El que nos conoce por nuestro nombre y no se escandaliza de nuestras miserias sino que las hace desaparecer ejercitando su misericordia.

"No se puede perseverar en una evangelización fervorosa si uno no sigue convencido, por experiencia propia, de que no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón" (EG 266).

Es tan grande el desafio, que tenemos que ser capaces de inventar permanentemente formas de llegar a los demás, y para que eso ocurra tenemos que dejar a un lado el miedo a equivocarnos o a ser cuestionados. Por eso nos reclama ser «audaces y creativos» y actuar con más «generosidad y valentía». Para lograrlo, tenemos que «repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades» (EG 33).

Se trata, pues, no sólo de una conversión personal, sino también y a la vez de una 'conversión pastoral', puesto que tendremos que emprender acciones distintas de las que hasta ahora hemos realizado y realizar de manera diferente muchas de las actividades ordinarias de la Iglesia. Hemos de formar auténticos discípulos misioneros. Llevando adelante una pastoral vocacional misionera que haga arder en nuestro corazón la pasión por Jesucristo y la pasión por los demás para hacerles llegar la salvación de Dios. Os invito a recuperar la confianza en la capacidad educativa de las familias y en su eficacia para la transmisión de la fe. Nuestras familias pueden dejar de ser el lugar del silencio y del 'neutralismo' religioso, para convertirse en la primera y más fundamental 'escuela de fe'. En la tarea misionera, y en nuestra evangelización persona a persona, no podrán faltar los pobres y abandonados, los descartables de la sociedad. Si nos olvidamos de ellos, nuestra misión no tendrá toda la fuerza del Espíritu. Es una cuestión de fe. Hagamos de la Liturgia una auténtica celebración del misterio de Cristo. Y trabajemos a favor de una integración mayor de sacerdotes, consagrados y laicos en la pastoral diocesana.

María con su acto de fe, con su 'hágase en mí según tu palabra' empeña toda su vida en hacer la voluntad de Dios y se convierte en la primera y perfecta discípula de Cristo. María es la primera bienaventurada (makaria); en ella se cumple anticipadamente la primera bienaventuranza de Jesús que se refiere a los pobres y pequeños. Ella es la primera que ha recibido el gozo y la saciedad del reino.
 

 

+ Manuel Sánchez Monge,
Obispo de Santander