Servicio diario - 14 de junio de 2018


 

"Gritar, responder y liberar": Propuesta del Papa para ayudar a los pobres
Rosa Die Alcolea

Así será la II Jornada Mundial de los Pobres
Rosa Die Alcolea

II Jornada Mundial de los Pobres: 'Este pobre gritó y el Señor lo escuchó'
Redacción

Migración: El Papa pide cooperación internacional en todas las etapas
Rosa Die Alcolea

Santa Marta: "Cuando insulto al otro, mato su futuro"
Rosa Die Alcolea

Mons. Ivan Jurkovič: "La paz en Medio Oriente es esencial"
Richard Maher

EEUU: V Encuentro de Pastoral Hispana en la Asamblea de Obispos
Enrique Soros

Santa Germana Cousin, 15 de junio
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

14/06/2018-16:37
Rosa Die Alcolea

"Gritar, responder y liberar": Propuesta del Papa para ayudar a los pobres

(ZENIT – 14 junio 2018).- El Papa Francisco ha titulado el Mensaje de la II Jornada Mundial de los Pobres “Este pobre gritó y el Señor lo escuchó”, palabras del Salmo 37. “¿Cómo es que este grito, que sube hasta la presencia de Dios, no alcanza a llegar a nuestros oídos, dejándonos indiferentes e impasibles?” plantea el Papa en documento.

La presentación del Mensaje ha tenido lugar esta mañana, 14 de junio de 2018, en la Santa Sede, a cargo de Mons. Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización y Mons. Graham Bell, Subsecretario del mismo dicasterio.

El Santo Padre firmó simbólicamente el Mensaje para la II Jornada Mundial de los Pobres –que se celebrará el domingo, 18 de noviembre de 2018– el día 13 de junio de 2018, fiesta de San Antonio de Padua, patrono de los pobres.

 

Pobreza del hombre moderno

Mons. Rino Fisichella ha aclarado que el Papa Francisco se dirige con este Mensaje “a todos los fieles, de forma individual, a través de las parroquias y grupos de voluntarios, para que dirijan todavía más la mirada hacia los pobres, para escuchar su grito, a menudo silencioso, pero expresado con una mirada elocuente, y para reconocer sus necesidades”.

Así, el Pontífice invita a “no olvidar” que la pobreza social sobre la que esta Jornada quiere llamar la atención es solo “una de las muchas formas de pobreza que sufre el hombre moderno”. “El pobre al que se tiende simbólicamente de la mano” –como recuerda el logotipo de la Jornada Mundial de los Pobres– “representa a toda la humanidad”, que en la experiencia cotidiana sabe que “necesita el abrazo de Dios”, ha indicado el Presidente del Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización.

 

“Gritar”

El contenido del mensaje se desarrolla alrededor de tres verbos: “gritar”, “responder” y “liberar”. Para cada uno de estos tres, el Papa Francisco elabora una breve síntesis existencial que nos llama a reflexionar.

Francisco se pregunta en primer lugar -ha señalado Mons. Rino Fisichella– “¿cómo es que este grito, que sube hasta la presencia de Dios, no alcanza a llegar a nuestros oídos, dejándonos indiferentes e impasibles?”.

A lo que responde positivamente afirmando que: “El silencio de la escucha es lo que necesitamos para poder reconocer su voz. Si somos nosotros los que hablamos mucho, no lograremos escucharlos. A menudo me temo que tantas iniciativas, aunque de suyo meritorias y necesarias, estén dirigidas más a complacernos a nosotros mismos que a acoger el clamor del pobre. En tal caso, cuando los pobres hacen sentir su voz, la reacción no es coherente, no es capaz de sintonizar con su condición. Se está tan atrapado en una cultura que obliga a mirarse al espejo y a cuidarse en exceso, que se piensa que un gesto de altruismo bastaría para quedar satisfechos, sin tener que comprometerse directamente…”.

 

“Responder”

El segundo verbo es “responder” asegura el Papa en el Mensaje: “El Señor, dice el salmista, no sólo escucha el grito del pobre, sino que responde”.

La respuesta de Dios al pobre es siempre una intervención de salvación para curar las heridas del alma y del cuerpo, para restituir justicia y para ayudar a retomar la vida con dignidad. La respuesta de Dios es también una invitación a que todo el que cree en Él obre de la misma manera dentro de los límites de lo humano.

La Jornada Mundial de los Pobres pretende ser una “pequeña respuesta que la Iglesia entera, extendida por el mundo, dirige a los pobres de todo tipo” y de toda región para que no piensen que su grito se ha perdido en el vacío.

 

“Atención amante”

Probablemente es como una gota de agua en el desierto de la pobreza; y sin embargo puede ser un “signo de compartir” para cuantos pasan necesidad, que hace sentir la presencia activa de un hermano o una hermana.

Los pobres no necesitan un acto de delegación –advierte el Papa– sino del “compromiso personal de aquellos que escuchan su clamor”. La solicitud de los creyentes “no puede limitarse a una forma de asistencia” – que es necesaria y providencial en un primer momento –, sino que exige esa «atención amante» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 199) que honra al otro como persona y busca su bien.

 

“Liberar”

El Papa Francisco describe que la acción liberadora del Señor: “Es un acto salvación para quienes le han manifestado su propia tristeza y angustia. Las cadenas de la pobreza se rompen gracias a la potencia de la intervención de Dios”.

Ofrecer al pobre un “lugar espacioso” equivale a liberarlo de la “red del cazador” (cf. Sal 91, 3), a alejarlo de la trampa tendida en su camino, para que pueda caminar expedito y mirar la vida con ojos serenos, puntualiza el Santo Padre.

La salvación de Dios “toma la forma de una mano tendida” hacia el pobre, que ofrece acogida, protege y hace posible “experimentar la amistad de la cual se tiene necesidad” –expresa Francisco–. Es a partir de esta cercanía, concreta y tangible, que comienza un genuino itinerario de liberación: «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 187).

 

 

 

14/06/2018-17:08
Rosa Die Alcolea

Así será la II Jornada Mundial de los Pobres

(ZENIT – 14 junio 2018).- La II Jornada Mundial de los Pobres será una jornada “donde se celebra el encuentro con el otro”, ha indicado esta mañana Mons. Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, en la presentación del Mensaje del Papa para este encuentro.

El II Día Mundial de los Pobres se celebrará el próximo 18 de noviembre de 2018. Para ello, ha señalado el Cardenal, se han imaginado algunas iniciativas propuestas a toda la Iglesia y que se concretarán también en el Vaticano por obra del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización con el apoyo de algunos financiadores.

 

Eucaristía con los pobres

El domingo 18 de noviembre a las 9:30 horas el Papa encontrará a  los pobres, acompañados por las asociaciones y los  grupos parroquiales  en la basílica de San Pedro, donde se celebrará la santa Eucaristía.

Posteriormente, el Santo Padre participará  en el almuerzo en el Aula Pablo VI con alrededor de 3.000 pobres, que será ofrecido por el ‘Roma Cavalieri – Hilton Italia’, en colaboración con el ‘Ente Morale Tabor’. Al mismo tiempo, en muchas parroquias que se han unido a la iniciativa, en los centros de voluntariado y en algunos colegios y escuelas, cada uno según sus posibilidades, se ofrecerá un almuerzo a los pobres, como un momento de fiesta y compartición, ha indicado Mons. Fisichella.

“En muchas Diócesis, esta fue una experiencia que, el año pasado, enriqueció la celebración de la primera  Jornada Mundial de los Pobres. Muchos encontraron el calor de un una casa, la alegría de una comida festiva y la solidaridad de cuantos quisieron compartir la mesa de manera simple y fraterna”(6). Como dice el Papa Francisco en su mensaje: “Quisiera que también este año y en el futuro esta Jornada fuera celebrada bajo el signo de la alegría por redescubrir el valor de estar juntos. Orar juntos y compartir la comida el día domingo…” (6).

 

Vigilia de oración

El sábado 17, como preparación, se celebrará una vigilia de oración en la basílica de San Lorenzo Extramuros, para todos las asociaciones de voluntariado y para los que, como “verdaderos artífices de la misericordia”, diaria y discretamente, prestan servicio de asistencia las personas que viven estas difíciles realidades, ha anunciado Mons. Fisichella.

 

Ambulatorio de Salud

Casi 600 personas indigentes pudieron recibir tratamiento médico gratuito tras la celebración de la I Jornada Mundial de los Pobres, el 19 de noviembre de 2017, por lo que se repetirá la experiencia del Ambulatorio de Salud, ha declarado el Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización.

A lo largo de la semana del lunes 12 al domingo 18 de noviembre, se instalará un Ambulatorio de Salud en la Plaza Pio XII, donde desde primeras horas de la mañana hasta la noche se ofrecerá atención médica para diversas especialidades. Dermatología, infectología, cardiología, ginecología y andrología, oftalmología, podología, análisis clínicos con respuesta a muy corto plazo, serán las áreas médicas cubiertas.

 

Participación de todas las organizaciones

Hasta la fecha han dado su disponibilidad, además del Departamento de Salud del Vaticano, los especialistas respectivos de la Universidad Católica Gemelli y de la Universidad de Tor Vergata. “Estamos esperando recibir otras participaciones en los próximos días”, ha anticipado el Cardenal Fisichella.

La llamada está dirigida, por lo tanto –ha señalado– a las asociaciones, a parroquias y a “todas aquellas organizaciones que actúan en el ámbito de la asistencia a los pobres” para que puedan seguir ayudando a los necesitados a utilizar este servicio para vencer la natural desconfianza que a menudo caracteriza estas situaciones.

 

 

14/06/2018-10:55
Redacción

II Jornada Mundial de los Pobres: 'Este pobre gritó y el Señor lo escuchó'

(ZENIT – 14 junio 2018).- Este pobre gritó y el Señor lo escuchó es el título del Mensaje que ha escrito el Santo Padre Francisco para la II Jornada Mundial de los Pobres, que se celebrará el  XXXIII domingo del Tiempo Ordinario –este año el 18 de noviembre 2018–.

Esta mañana, 14 de junio de 2018, ha tenido lugar en la Oficina de Prensa de la Santa Sede la conferencia de presentación del Mensaje para la II Jornada Mundial de los Pobres, instituida por el Papa Francisco, al final del Jubileo de la Misericordia.

Han intervenido Mons. Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización y Mons. Graham Bell, Subsecretario del mismo dicasterio.

El título Este pobre gritó y el Señor lo escuchó alude al Salmo (34, 7): “Las palabras del salmista se vuelven también las nuestras a partir del momento en que somos llamados a encontrar las diversas situaciones de sufrimiento y marginación en las que viven tantos hermanos y hermanas, que habitualmente designamos con el término general de pobres”, explica el Papa en el texto, señalando que quien escribe tales palabras, a pesar de tener una experiencia directa de la pobreza, “la transforma en un canto de alabanza y de acción de gracias al Señor”.

 

Mensaje del Papa Francisco

Este pobre gritó y el Señor lo escuchó

1. «Este pobre gritó y el Señor lo escuchó» (Sal 34, 7). Las palabras del salmista se vuelven también las nuestras a partir del momento en que somos llamados a encontrar las diversas situaciones de sufrimiento y marginación en las que viven tantos hermanos y hermanas, que habitualmente designamos con el término general de “pobres”. Quien escribe tales palabras no es ajeno a esta condición, al contrario. Él tiene experiencia directa de la pobreza y, sin embargo, la transforma en un canto de alabanza y de acción de gracias al Señor. Este salmo permite también a nosotros hoy comprender quiénes son los verdaderos pobres a los que estamos llamados a volver nuestra mirada para escuchar su grito y reconocer sus necesidades.

Se nos dice, ante todo, que el Señor escucha los pobres que claman a Él y que es bueno con aquellos que buscan refugio en Él con el corazón destrozado por la tristeza, la soledad y la exclusión. Escucha a cuantos son atropellados en su dignidad y, a pesar de ello, tienen la fuerza de alzar su mirada hacia lo alto para recibir luz y consuelo. Escucha a aquellos que son perseguidos en nombre de una falsa justicia, oprimidos por políticas indignas de este nombre y atemorizados por la violencia; y aun así saben que en Dios tienen a su Salvador. Lo que surge de esta oración es ante todo el sentimiento de abandono y confianza en un Padre que escucha y acoge. En la misma onda de estas palabras podemos comprender más a fondo lo que Jesús proclamó con las bienaventuranzas: «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5, 3).

En virtud de esta experiencia única y, en muchos sentidos, inmerecida e imposible de describir por completo, nace por cierto el deseo de contarla a otros, en primer lugar a aquellos que son, como el salmista, pobres, rechazados y marginados. En efecto, nadie puede sentirse excluido del amor del Padre, especialmente en un mundo que con frecuencia pone la riqueza como primer objetivo y hace que las personas se encierren en sí mismas.

2. El salmo caracteriza con tres verbos la actitud del pobre y su relación con Dios. Ante todo, “gritar”. La condición de pobreza no se agota en una palabra, sino que se transforma en un grito que atraviesa los cielos y llega hasta Dios. ¿Qué expresa el grito del pobre si no es su sufrimiento y soledad, su desilusión y esperanza? Podemos preguntarnos: ¿cómo es que este grito, que sube hasta la presencia de Dios, no alcanza a llegar a nuestros oídos, dejándonos indiferentes e impasibles? En una Jornada como esta, estamos llamados a hacer un serio examen de conciencia para darnos cuenta si realmente hemos sido capaces de escuchar a los pobres.

El silencio de la escucha es lo que necesitamos para poder reconocer su voz. Si somos nosotros los que hablamos mucho, no lograremos escucharlos. A menudo me temo que tantas iniciativas, aunque de suyo meritorias y necesarias, estén dirigidas más a complacernos a nosotros mismos que a acoger el clamor del pobre. En tal caso, cuando los pobres hacen sentir su voz, la reacción no es coherente, no es capaz de sintonizar con su condición. Se está tan atrapado en una cultura que obliga a mirarse al espejo y a cuidarse en exceso, que se piensa que un gesto de altruismo bastaría para quedar satisfechos, sin tener que comprometerse directamente.

3. El segundo verbo es “responder”. El Señor, dice el salmista, no sólo escucha el grito del pobre, sino que responde. Su respuesta, como se testimonia en toda la historia de la salvación, es una participación llena de amor en la condición del pobre. Así ocurrió cuando Abrahán manifestaba a Dios su deseo de tener una descendencia, no obstante él y su mujer Sara, ya ancianos, no tuvieran hijos  (cf. Gén 15, 1-6). Sucedió cuando Moisés, a través del fuego de una zarza que se quemaba intacta, recibió la revelación del nombre divino y la misión de hacer salir al pueblo de Egipto (cf. Éx 3, 1-15). Y esta respuesta se confirmó a lo largo de todo el camino del pueblo por el desierto: cuando el hambre y la sed asaltaban  (cf. Éx 16, 1-16; 17, 1-7), y cuando se caía en la peor miseria, la de la infidelidad a la alianza y de la idolatría (cf. Éx 32, 1-14).

La respuesta de Dios al pobre es siempre una intervención de salvación para curar las heridas del alma y del cuerpo, para restituir justicia y para ayudar a retomar la vida con dignidad. La respuesta de Dios es también una invitación a que todo el que cree en Él obre de la misma manera dentro de los límites de lo humano. La Jornada Mundial de los Pobres pretende ser una pequeña respuesta que la Iglesia entera, extendida por el mundo, dirige a los pobres de todo tipo y de toda región para que no piensen que su grito se ha perdido en el vacío. Probablemente es como una gota de agua en el desierto de la pobreza; y sin embargo puede ser un signo de compartir para cuantos pasan necesidad, que hace sentir la presencia activa de un hermano o una hermana. Los pobres no necesitan un acto de delegación, sino del compromiso personal de aquellos que escuchan su clamor. La solicitud de los creyentes no puede limitarse a una forma de asistencia – que es necesaria y providencial en un primer momento –, sino que exige esa «atención amante» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 199) que honra al otro como persona y busca su bien.

4. El tercer verbo es “liberar”. El pobre de la Biblia vive con la certeza de que Dios interviene en su favor para restituirle dignidad. La pobreza no es buscada, sino creada por el egoísmo, el orgullo, la avaricia y la injusticia. Males tan antiguos como el hombre, pero que son siempre pecados, que involucran a tantos inocentes, produciendo consecuencias sociales dramáticas. La acción con la cual el Señor libera es un acto salvación para quienes le han manifestado su propia tristeza y angustia. Las cadenas de la pobreza se rompen gracias a la potencia de la intervención de Dios. Tantos salmos narran y celebran esta historia de salvación que se refleja en la vida personal del pobre: «Él no ha mirado con desdén ni ha despreciado la miseria del pobre: no le ocultó su rostro y lo escuchó cuando pidió auxilio» (Sal 22, 25). Poder contemplar el rostro de Dios es signo de su amistad, de su cercanía, de su salvación. «Tú viste mi aflicción y supiste que mi vida peligraba, […] me pusiste en un lugar espacioso» (Sal 31, 8-9). Ofrecer al pobre un “lugar espacioso” equivale a liberarlo de la “red del cazador” (cf. Sal 91, 3), a alejarlo de la trampa tendida en su camino, para que pueda caminar expedito y mirar la vida con ojos serenos. La salvación de Dios toma la forma de una mano tendida hacia el pobre, que ofrece acogida, protege y hace posible experimentar la amistad de la cual se tiene necesidad. Es a partir de esta cercanía, concreta y tangible, que comienza un genuino itinerario de liberación: «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 187).

5. Me conmueve saber que muchos pobres se han identificado con Bartimeo, del cual habla el evangelista Marcos (cf. 10, 46-52). El ciego Bartimeo «estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna» (v. 46), y habiendo escuchado que pasaba Jesús «empezó a gritar» y a invocar el «Hijo de David» para que tuviera piedad de él (cf. v. 47). «Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más fuerte» (v. 48). El Hijo de Dios escuchó su grito: «“¿Qué quieres que haga por ti?”. El ciego le contestó: “Rabbunì, que recobre la vista!”» (v. 51). Esta página del Evangelio hace visible lo que el salmo anunciaba como promesa. Bartimeo es un pobre que se encuentra privado de capacidades básicas, como son la de ver y trabajar. ¡Cuántas sendas conducen también hoy a formas de precariedad! La falta de medios básicos de subsistencia, la marginación cuando ya no se goza de la plena capacidad laboral, las diversas formas de esclavitud social, a pesar de los progresos realizados por la humanidad… Como Bartimeo, ¡cuántos pobres están hoy al borde del camino en busca de un sentido para su condición! ¡Cuántos se cuestionan sobre el porqué tuvieron que tocar el fondo de este abismo y sobre el modo de salir de él! Esperan que alguien se les acerque y les diga: «Ánimo. Levántate, que te llama» (v. 49).

Lastimosamente a menudo se constata que, por el contrario, las voces que se escuchan son las del reproche y las que invitan a callar y a sufrir. Son voces destempladas, con frecuencia determinadas por una fobia hacia los pobres, considerados no sólo como personas indigentes, sino también como gente portadora de inseguridad, de inestabilidad, de desorden para las rutinas cotidianas y, por lo tanto, merecedores de rechazo y apartamiento. Se tiende a crear distancia entre ellos y el proprio yo, sin darse cuenta que así se produce el alejamiento del Señor Jesús, quien no los rechaza sino que los llama así y los consuela. Con mucha pertinencia resuenan en este caso las palabras del profeta sobre el estilo de vida del creyente: «soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; […] compartir tu pan con el hambriento, […] albergar a los pobres sin techo, […] cubrir al que veas desnudo» (Is 58, 6-7). Este modo de obrar permite que el pecado sea perdonado (cf. 1Pe 4, 8), que la justicia recorra su camino y que, cuando seremos nosotros lo que gritaremos al Señor, Él entonces responderá y dirá: ¡Aquí estoy! (cf. Is 58, 9).

6. Los pobres son los primeros capacitados para reconocer la presencia de Dios y dar testimonio de su proximidad en sus vidas. Dios permanece fiel a su promesa, e incluso en la oscuridad de la noche no hace faltar el calor de su amor y de su consolación. Sin embargo, para superar la opresiva condición de pobreza es necesario que ellos perciban la presencia de los hermanos y hermanas que se preocupan por ellos y que, abriendo la puerta del corazón y de la vida, los hacen sentir amigos y familiares. Sólo de esta manera podremos «reconocer la fuerza salvífica de sus vidas» y «ponerlos en el centro del camino de la Iglesia» (Exhort. apost. Evangelii gaudium, 198).

En esta Jornada Mundial estamos invitados a hacer concretas las palabras del Salmo: «los pobres comerán hasta saciarse» (Sal 22, 27). Sabemos que en el templo de Jerusalén, después del rito del sacrificio, tenía lugar el banquete. En muchas Diócesis, esta fue una experiencia que, el año pasado, enriqueció la celebración de la primera  Jornada Mundial de los Pobres. Muchos encontraron el calor de un una casa, la alegría de una comida festiva y la solidaridad de cuantos quisieron compartir la mesa de manera simple y fraterna. Quisiera que también este año y en el futuro esta Jornada fuera celebrada bajo el signo de la alegría por redescubrir el valor de estar juntos. Orar juntos y compartir la comida el día domingo. Una experiencia que nos devuelve a la primera comunidad cristiana, que el evangelista Lucas describe en toda su originalidad y simplicidad: «Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. […]Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común: vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno» (Hch 2, 42. 44-45).

7. Son innumerables las iniciativas que diariamente emprende la comunidad cristiana para dar un signo de cercanía y de alivio a las variadas formas de pobreza que están ante nuestros ojos. A menudo la colaboración con otras realidades, que no están motivadas por la fe sino por la solidaridad humana, hace posible brindar una ayuda que solos no podríamos realizar. Reconocer que, en el inmenso mundo de la pobreza, nuestra intervención es también limitada, débil e insuficiente hace que tendamos la mano a los demás, de modo que la colaboración mutua pueda alcanzar el objetivo de manera más eficaz. Nos mueve la fe y el imperativo de la caridad, pero sabemos reconocer otras formas de ayuda y solidaridad que, en parte, se fijan los mismos objetivos; siempre y cuando no descuidemos lo que nos es propio, a saber, llevar a todos hacia Dios y a la santidad. El diálogo entre las diversas experiencias y la humildad en el prestar nuestra colaboración, sin ningún tipo de protagonismo, es una respuesta adecuada y plenamente evangélica que podemos realizar.

Frente a los pobres, no es cuestión de jugar a ver quién tiene el primado de la intervención, sino que podemos reconocer humildemente que es el Espíritu quien suscita gestos que son un signo de la respuesta y cercanía de Dios. Cuando encontramos el modo para acercarnos a los pobres, sabemos que el primado le corresponde a Él, que ha abierto nuestros ojos y nuestro corazón a la conversión. No es protagonismo lo que necesitan los pobres, sino ese amor que sabe esconderse y olvidar el bien realizado. Los verdaderos protagonistas son el Señor y los pobres. Quien se pone al servicio es instrumento en las manos de Dios para hacer reconocer su presencia y su salvación. Lo recuerda San Pablo escribiendo a los cristianos de Corinto, que competían ente ellos por los carismas, en busca de los más prestigiosos: «El ojo no puede decir a la mano: “No te necesito”, ni la cabeza, a los pies: “No tengo necesidad de ustedes”» (1Cor 12, 21). El Apóstol hace una consideración importante al observar que los miembros que parecen más débiles son los más necesarios (cf. v. 22); y que «los que consideramos menos decorosos son los que tratamos más decorosamente. Así nuestros miembros menos dignos son tratados con mayor respeto, ya que los otros no necesitan ser tratados de esa manera» (vv. 23-24). Mientras ofrece una enseñanza fundamental sobre los carismas, Pablo también educa a la comunidad en la actitud evangélica respecto a los miembros más débiles y necesitados. Lejos de los discípulos de Cristo sentimientos de desprecio o de pietismo hacia ellos; más bien están llamados a honrarlos, a darles precedencia, convencidos de que son una presencia real de Jesús entre nosotros. «Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40).

8. Aquí se comprende cuánta distancia existe entre nuestro modo de vivir y el del mundo, el cual elogia, sigue e imita a quienes tienen poder y riqueza, mientras margina a los pobres, considerándolos un desecho y una vergüenza. Las palabras del Apóstol son una invitación a darle plenitud evangélica a la solidaridad con los miembros más débiles y menos capaces del cuerpo de Cristo: «¿Un miembro sufre? Todos los demás sufren con él. ¿Un miembro es enaltecido? Todos los demás participan de su alegría» (1Cor 12, 26). Del mismo modo, en la Carta a los Romanos nos exhorta: «Alégrense con los que están alegres, y lloren con los que lloran. Vivan en armonía unos con otros, no quieran sobresalir, pónganse a la altura de los más humildes» (12, 15-16). Esta es la vocación del discípulo de Cristo; el ideal al cual aspirar con constancia es asimilar cada vez más en nosotros los «sentimientos de Cristo Jesús» (Flp 2,5).

9. Una palabra de esperanza se convierte en el epílogo natural al que conduce la fe. Con frecuencia son precisamente los pobres los que ponen en crisis nuestra indiferencia, hija de una visión de la vida en exceso inmanente y atada al presente. El grito del pobre es también un grito de esperanza con el que manifiesta la certeza de ser liberado. La esperanza fundada sobre el amor de Dios que no abandona a quien en Él confía (cf. Rom 8, 31-39). Santa Teresa de Ávila en su Camino de perfección escribía: «La pobreza es un bien que encierra todos los bienes del mundo. Es un señorío grande. Es señorear todos los bienes del mundo a quien no le importan nada» (2, 5). Es en la medida que seamos capaces de discernir el verdadero bien que nos volveremos ricos ante Dios y sabios ante nosotros mismos y ante los demás. Así es: en la medida que se logra dar el sentido justo y verdadero a la riqueza, se crece en humanidad y se vuelve capaz de compartir.

10.Invito a los hermanos obispos, a los sacerdotes y en particular a los diáconos, a quienes se les impuso las manos para el servicio de los pobres (cf. Hch 6, 1-7), junto con las personas consagradas y con tantos laicos y laicas que en las parroquias, en las asociaciones y en los movimientos hacen tangible la respuesta de la Iglesia al grito de los pobres, a que vivan esta Jornada Mundial como un momento privilegiado de nueva evangelización. Los pobres nos evangelizan, ayudándonos a descubrir cada día la belleza del Evangelio. No echemos en saco roto esta oportunidad de gracia. Sintámonos todos, en este día, deudores con ellos, para que tendiendo recíprocamente las manos, uno hacia otro, se realice el encuentro salvífico que sostiene la fe, hace activa la caridad y permite que la esperanza prosiga segura en el camino hacia el Señor que viene.

Vaticano, 13 de junio de 2018
Memoria litúrgica de San Antonio de Padua

Francisco

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

14/06/2018-17:28
Rosa Die Alcolea

Migración: El Papa pide cooperación internacional en todas las etapas

(ZENIT — 14 junio 2018).- El Papa Francisco ha recordado que en la cuestión de la migración no están en juego solo 'números', sino 'personas', con su historia, su cultura, sus sentimientos, sus anhelos... "Estas personas, que son hermanos y hermanas nuestros, necesitan una 'protección continua', independientemente del status migratorio que tengan".

Este jueves, 14 de junio de 2018, se ha celebrado el II Coloquio Santa Sede — México sobre la Migración Internacional, promovido por la Secretaría para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado y la Embajada de México ante la Santa Sede.

En este contexto, el Pontífice ha hecho un llamamiento especial por los migrantes niños, y a proteger a sus familias, "a los que son víctimas de las redes del tráfico de seres humanos y a aquellos que son desplazados a causa de conflictos, desastres naturales y de persecución".

 

Cooperación internacional

De esta manera, Francisco ha pedido la colaboración de toda la Comunidad Internacional, esta "cooperación internacional es importante en todas las etapas de la migración", ha subrayado el Papa: desde el país de origen hasta el destino, como también facilitando el regreso y los tránsitos. En cada uno de estos pasos, "el migrante es vulnerable, se siente solo y aislado".

El acto se celebrado en la Casina Pio IV del Vaticano, con la colaboración de la Pontificia Academia de las Ciencias y de la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.

Sigue el mensaje que el Papa ha enviado a los participantes en el coloquio cuyo texto ha sido leído por Mons. Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados.

***

 

Mensaje del Papa Francisco

Deseo hacer llegar mi saludo a todos los participantes en este «Segundo Coloquio Santa Sede — México sobre la Migración Internacional», con un particular agradecimiento a los organizadores y relatores. Este encuentro tiene lugar en el 25 aniversario del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos Mexicanos y la Santa Sede. Es, por tanto, una ocasión para fortalecer y renovar nuestros vínculos de colaboración y entendimiento para seguir trabajando conjuntamente en favor de los necesitados y descartados de nuestra sociedad.

En el momento actual, cuando la Comunidad Internacional está comprometida en dos procesos que conducirán a la adopción de dos pactos globales, uno sobre refugiados y otro sobre la migración segura, ordenada y regular, me gustaría animarles en su tarea y en su esfuerzo para que la responsabilidad de la gestión global y compartida de la migración internacional encuentre su punto de fuerza en los valores de la justicia, la solidaridad y la compasión. Para ello, se necesita un cambio de mentalidad: pasar de considerar al otro como una amenaza a nuestra comodidad a valorarlo como alguien que con su experiencia de vida y sus valores puede aportar mucho y contribuir a la riqueza de nuestra sociedad. Por eso, la actitud fundamental es la de «salir al encuentro del otro, para acogerlo, conocerlo y reconocerlo» (Homilía en la Misa para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, 14 enero 2018).

Para hacer frente y dar respuesta al fenómeno de la migración actual, es necesaria la ayuda de toda la Comunidad internacional, puesto que tiene una dimensión transnacional, que supera las posibilidades y los medios de muchos Estados. Esta cooperación internacional es importante en todas las etapas de la migración, desde el país de origen hasta el destino, como también facilitando el regreso y los tránsitos. En cada uno de estos pasos, el migrante es vulnerable, se siente solo y aislado. Tomar conciencia de esto es de importancia capital si se quiere dar una respuesta concreta y digna a este desafío humanitario.

Quisiera por último indicar que en la cuestión de la migración no están en juego solo "números", sino "personas", con su historia, su cultura, sus sentimientos, sus anhelos...

Estas personas, que son hermanos y hermanas nuestros, necesitan una "protección continua", independientemente del status migratorio que tengan. Sus derechos fundamentales y su dignidad deben ser protegidos y defendidos. Una atención especial hay que reservar a los migrantes niños, a sus familias, a los que son víctimas de las redes del tráfico de seres humanos y a aquellos que son desplazados a causa de conflictos, desastres naturales y de persecución. Todos ellos esperan que tengamos el valor de destruir el muro de esa "complicidad cómoda y muda" que agrava su situación de desamparo, y pongamos en ellos nuestra atención, nuestra compasión y dedicación.

Doy las gracias a Dios por el trabajo y servicio que prestan, y los exhorto a continuar con sus esfuerzos para salir al encuentro de este grito de nuestros hermanos, que nos piden que los reconozcamos como tales y se les dé la oportunidad de vivir en dignidad y en paz, favoreciendo así el desarrollo de los pueblos. Y a todos les imparto la Bendición Apostólica.

Vaticano, 14 de junio de 2018

FRANCISCO

© Librería Editorial Vaticano

 

 

14/06/2018-17:43
Rosa Die Alcolea

Santa Marta: "Cuando insulto al otro, mato su futuro"

(ZENIT — 14 junio 2018).- El Papa Francisco advierte de que "cuando insulto, inicio a matar al otro, le quito el derecho de ser respetable, mato su futuro, quizás incluso en el automóvil a la hora de punta, pero más a menudo por envidia".

La reflexión del Santo Padre en la misa celebrada esta mañana, 14 de junio de 2018, en Santa Marta, ha estado enfocada a la "reconciliación que nos pide Jesús", respetar la dignidad del otro y también la mía, ha indicado Francisco.

Comentando el Evangelio de Mateo sobre el discurso de Jesús sobre la justicia, el insulto y la reconciliación, el Obispo de Roma ha explicado que Jesús nos invita a la reconciliación radical: "La sabiduría humana: siempre es mejor un mal acuerdo que un buen juicio". Para hacer entender bien su enseñanza sobre la relación de amor, de caridad con nuestros hermanos, el Señor usa "un ejemplo de todos los días". Pero después "va más allá y explica el problema de los insultos".

Decir al hermano "estúpido" o "loco" lleva a la condena, ha advertido el Santo Padre. "El Señor dice: "El insulto no termina en sí mismo, es una puerta que se abre, es comenzar un camino que terminará matando" — precisa el Papa.

Porque el insulto "es el comienzo del matar, es un descalificar al otro, quitarle el derecho de ser respetable y dejarlo de lado, es matarlo en la sociedad".

El insulto es tan peligroso, explica el Papa, "porque tantas veces nace de la envidia". Cuando una persona tiene una minusvalía, mental o física, no me amenaza, y no tenemos ganas de insultarla.

Pero cuando una persona hace algo que no gusta, yo la insulto y la hago pasar como "discapacitada", ha detallado el Pontífice: discapacitada mental, discapacitada social, discapacitada familiar, sin capacidad de integración... Y por esto mata: mata el futuro de una persona, mata el recorrido de una persona. Es la envidia que abre la puerta, porque cuando una persona tiene algo que me amenaza, la envidia me lleva a insultarla. Casi siempre hay envidia allí.

Así, el Papa ha invitado a reflexionar: "¿Yo cómo insulto?" "¿Yo cuándo insulto?".

¿Cuándo separo mi corazón del otro con un insulto? —ha planteado—. Y ver si allí está aquella raíz amarga de la envidia que me lleva a querer destruir al otro para evitar la competición, la rivalidad, estas cosas. No es fácil esto.

Pero pensemos: ¡qué hermoso no insultar jamás! Es bello, porque así dejamos crecer a los demás. Que el Señor no dé esta gracia.

 

 

14/06/2018-12:01
Richard Maher

Mons. Ivan Jurkovič: "La paz en Medio Oriente es esencial"

(ZENIT — 14 junio 2018).- Mons. Ivan Jurkovič, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, transmitió el pésame del Papa Francisco por "la escala de tensiones en Tierra Santa y en Medio Oriente y la espiral de violencia que se aleja cada vez más del camino de paz, diálogo y negociaciones".

El representante de la Santa Sede intervino el pasado 18 de mayo de 2018 en Ginebra, en la 28a sesión especial del Consejo de Derechos Humanos sobre el deterioro de la situación de los derechos humanos en el territorio palestino ocupado, incluida Jerusalén oriental.

A lo largo de su discurso, el prelado reiteró varias veces que estos eventos demuestran que "la guerra engendra guerra, y la violencia engendra violencia".

 

Identidad única

Mons. Jurkovič recordó a la asamblea que debido a que Jerusalén es la Tierra Santa, todos sus habitantes, "musulmanes, cristianos y judíos... tienen una identidad única... y una vocación especial para la paz".

Efectivamente, la paz es "requisito vital para la plena el disfrute de todos los derechos humanos por parte de todos", indicó el Observador Permanente de la Santa Sede.

Asimismo, señaló que el florecimiento del hombre depende de la estabilidad que sólo viene de la paz. Siendo así, "cada ser humano tiene derecho a disfrutar de la paz y verla restaurada lo más rápido posible".

 

`Sí' al encuentro y 'no' al conflicto

Teniendo en cuenta la necesidad de la paz, el prelado rogó a los habitantes de Tierra Santa sobre todo, que su imperativa es "trabajar por la paz", y que este fin debe suplantar "la cuestión de las fronteras".

Reconociendo el difícil trabajo que implica esta obra, Mons. Ivan Jurkovič dijo que un esfuerzo serio por la paz requeriría gran "valentía, sinceridad y tenacidad". Estas virtudes —amonestó la Santa Sede a los actores en este conflicto— son necesarios para "decir 'sí' al encuentro y 'no' al conflicto: 'sí' al diálogo y 'no' a la violencia; 'Sí' a las negociaciones y 'no' a las hostilidades; 'sí' respetar los acuerdos y 'no' a los actos de provocación".

Concluyendo su discurso, el prelado exhortó a que "la sabiduría y la prudencia prevalezcan". Insistiendo en su tristeza por los difuntos, heridos y familiares, a causa de los recientes acontecimientos en Gaza y Cisjordania, Mons. Jurkovič expresó la prioridad de "prevenir nuevos elementos adicionales de tensión en un panorama global que ya está convulsionado y marcado por muchos conflictos crueles".

 

 

14/06/2018-12:24
Enrique Soros

EEUU: V Encuentro de Pastoral Hispana en la Asamblea de Obispos

(ZENIT — 14 junio 2018).- El obispo Nelson Pérez presentó ayer ante la Asamblea de los Obispos de Estados Unidos, reunidos en Fort Lauderdale, estado de Florida, durante los días 13 y 14 de junio, un reporte sobre el avance del V Encuentro de Pastoral Hispana, que comenzara en el año 2014, con un planeamiento preliminar, que se fue enraizando en las parroquias, las diócesis de Estados Unidos y en las regiones episcopales, y que tendrá como punto cumbre una convención nacional de líderes en Grapevine, Texas, entre el 20 y el 23 de septiembre de este año.

Mons. Nelson Pérez, de Cleveland, Ohio, presidente del subcomité de Asuntos Hispanos, dependiente del comité de Diversidad Cultural de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB), se dirigió a sus pares agradeciéndoles por el aporte que brindaron y la participación que tuvieron en los últimos 18 meses en el proceso del V Encuentro, reportando que "durante ese tiempo, más de 330.000 personas se involucraron en este proceso de misión, consulta y formación de comunidad, y más de 26.000 fueron entrenados como discípulos misioneros", y que el proceso del V Encuentro "condujo a la celebración de 145 Encuentros diocesanos y de Encuentros en regiones episcopales, con la participación de más de cien obispos y más de 5.500 delegados."

El obispo remarcó que "este nivel de compromiso es inédito en iniciativas tomadas por la USCCB, y ha dado muchos frutos en miles de parroquias, movimientos eclesiales y otras organizaciones católicas e instituciones."

Por su parte, María del Mar Muñoz-Visoso, directora ejecutiva de la Secretaría de Diversidad Cultural en la Iglesia, de USCCB, expresó a Zenit que "el Quinto Encuentro está siendo una experiencia transformadora para la Iglesia en Estados Unidos. Los pastores están escuchando y acompañando al pueblo latino que camina al norte del continente. El resto de la Iglesia está participando o por lo menos prestando atención".

Sobre el espíritu transformador del V Encuentro, Muñoz-Visoso subrayó que "el proceso está animando a los hispanos a enamorarse más de su fe, y conocerla más para servir mejor. La dimensión misionera ha llevado a muchos salir a las periferias existenciales, de pobreza pero también a los alejados, y a traer sus preocupaciones a las comunidades locales", y remató: "Es impresionante lo que el Espíritu está logrando a través de la voz profética del pueblo hispano".

El Encuentro nacional contará con la presencia de 2.800 delegados y más de cien obispos, de entre ellos, el Nuncio Apostólico, arzobispo Christophe Pierre y el obispo Juan Espinoza, secretario general del CELAM -Consejo Episcopal Latinoamericano-. También estarán presentes el Dr. Guzmán Carriquiry, secretario de la Comisión Pontificia para América Latina, y representantes de más de cien organizaciones católicas, incluyendo movimientos eclesiales y nuevas comunidades, e instituciones sociales.

 

 

14/06/2018-17:46
Isabel Orellana Vilches

Santa Germana Cousin, 15 de junio

«La santa pastora de Pibrac. Nuevo ejemplo de fe en la adversidad el que supo dar esta joven que vivió el cruel abandono de los suyos siendo humillada y destinada a vivir con los animales. Es otra doctora del perdón»

Una de las múltiples tentaciones que se presentan en la vida espiritual es la tendencia a justificar acciones propias negativas amparándose en la deficiente conducta ajena. Un seguidor de Cristo no se escuda en las imperfecciones de otros, que pueden haber salpicado su vida, con el fin de eludir su responsabilidad, y echar por la borda la gracia que recibe para afrontar cualquier situación. Si Germana se hubiese dejado influir por las constantes hostilidades que provenían de su entorno no estaría en la gloria.

Esta santa «sin historia», como se la denomina, es otra de las doctoras en el modo admirable y heroico de asumir el anonadamiento espiritual y el perdón. Un ejemplo de vida oculta en Cristo. Pasó su existencia sin realce social ni intelectual. Deforme de nacimiento, despreciada, maltratada, abandonada de los suyos, humillada, y destinada a vivir con los animales, en ese calvario cotidiano, que llevada de su amor a Dios le ofrecía, se labró su morada eterna en el cielo. Y de eso se trata. Algunas pinceladas de su biografía se reconstruyeron en diciembre de 1644, casi medio siglo después de su muerte, cuando se abrió la tumba para enterrar a una parroquiana y hallaron su cuerpo incorrupto. Dos vecinos, que tenían ya cierta edad y habían sido contemporáneos de la joven, echaron mano de su memoria y dieron pistas para identificarla.

Había nacido en Pibrac, Francia, hacia 1579 porque se piensa que falleció en 1601 cuando tenía 22 años. Su deceso se produjo en completa soledad, como había vivido, en el establo y sobre un camastro de rudos sarmientos, acompañada del ganado que custodiaba. Era hija de Laurent Cousin, quien al enviudar de la madre de Germana, Marie Laroche, que murió cuando aquélla tenía unos 5 años, contrajo matrimonio —era el cuarto para él— con Armande Rajols. Y ésta fue una auténtica madrastra para la pequeña; no tuvo ni un ápice de compasión con la niña. Germana había nacido con una pésima salud. Padecía escrófula y presentaba evidente deformidad en una de sus manos.

Ante la pasividad de su padre, Armande la maltrató cruelmente ideando formas despiadadas para infligirle el mayor daño posible. Al final, la separó de su hogar, le vetó el acceso a sus hijos y la destinó al cuidado de las ovejas con las que conviviría hasta el final. Tenía 9 años cuando comenzaron a enviarla a pastorear en la montaña, seguramente con la idea de ir borrando el recuerdo de su existencia, o hacerla desaparecer bajo las fauces de los lobos. Arrinconada, considerada una nulidad para cualquier acción por sencilla que fuera, Germana tuvo dos ángeles tutelares: una iletrada sirvienta de su familia, Juana Aubian, y el párroco de la localidad, Guillermo Carné. La primera volcó en ella sus entrañas de piedad hasta donde le fue posible ya que, en cuanto vieron que podía medio valerse por sí misma, la enviaron al establo. El excelso patrimonio que Juana le legó fue hablarle del Dios misericordioso. A su vez el sacerdote, hombre sin duda virtuoso y clarividente, juzgó que se hallaba ante una elegida del cielo por los signos que apreciaba en ella: bondad, espíritu de mansedumbre, y una inocencia evangélica tal que infundía una alegría ciertamente sobrenatural.

La mísera ración de comida, mendrugos de pan que le echaban a cierta distancia en prevención de un eventual contagio, la compartía con los indigentes. Ni siquiera esta muestra de compasión consintió la madrastra, y un día la persiguió para darle público escarmiento. Cuando en presencia del vecindario le arrebató violentamente el delantal donde guardaba su esquilmada provisión para los pobres, quedó impactada por el prodigio que se obró en ese mismo instante. Todos vieron cómo se desprendía del modesto mandil una cascada de flores silvestres bellísimas en una estación impropia para su nacimiento y en un entorno en el que no solían brotar, anegando el suelo con sus brillantes colores.

Laurent despertó un día de su cobarde letargo y ofreció a Germana volver al hogar. La joven agradeció la invitación paterna, pero eligió seguir en el cobertizo. Oraba cotidianamente por la conversión de Armande, que no terminó de conquistar esta gracia hasta poco antes de morir. El párroco acogió a la santa como catequista de los niños que entendían maravillosamente las verdades de la fe a través de los ejemplos que ponía. Era asidua a la misa, rezaba el rosario y no podía evitar que fueran haciéndose extensivos los hechos milagrosos obrados a través de ella, y que ya en vida le dieron fama de santidad. Uno de estos se produjo nada más morir el 15 de junio de 1601, y fue contemplado por varios religiosos que se hallaban de paso en Pibrac. Vieron doce formas blancas que se elevaban hacia el cielo dando escolta a una joven vestida de blanco; llevaba la frente ceñida con una corona de flores. Al descubrir que había fallecido, todos supusieron que era Germana que entraba en la eternidad.

Fue enterrada en la iglesia, lugar en el que siguieron multiplicándose los milagros. Los partidarios de la Revolución intentaron destruir sus restos echándoles cal viva. Pero en el siglo XVIII volvieron a hallar su cuerpo incorrupto. Pío IX la beatificó el 7 de mayo de 1854, y la canonizó el 29 de junio de 1867.