Servicio diario - 01 de junio de 2018


 

'Dar lo mejor de uno mismo' en el deporte es una "llamada a aspirar a la santidad"
Rosa Die Alcolea

Deporte y persona: Nuevo documento 'Dar lo mejor de uno mismo'
Redacción

Obras Misionales Pontificias: El Papa les llama a la renovación y "recalificación"
Redacción

Santa Marta: El Papa revela que hoy asistimos a una "gran persecución"
Rosa Die Alcolea

Opus Dei: El Papa Francisco recibió al Prelado Mons. Fernando Ocáriz
Rosa Die Alcolea

Encuentro de la Región Andina de Pastoral en los Pueblos Originarios
Redacción

Rodrigo Guerra López: "Un nuevo comienzo"
Redacción

San Eugenio I, 2 de junio
Isabel Orellana Vilches


 

 

01/06/2018-11:10
Rosa Die Alcolea

`Dar lo mejor de uno mismo' en el deporte es una "llamada a aspirar a la santidad"

(ZENIT — 1 junio 2018).- "Dar lo mejor de uno mismo en el deporte, es también una llamada a aspirar a la santidad", expresa el Papa Francisco en el mensaje escrito con motivo del nuevo documento "Dar lo mejor de uno mismo", sobre la perspectiva cristiana del deporte y la persona humana.

El Santo Padre ha enviado esta carta al cardenal Kevin Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, con motivo de la publicación del nuevo texto por parte del organismo vaticano.

Francisco propone que es "necesario" profundizar en la "estrecha relación" que existe entre el deporte y la vida, para que puedan iluminarse recíprocamente, para que el afán de superación en una disciplina atlética sirva también de inspiración para "mejorar siempre como persona" en todos los aspectos de la vida.

De este modo, el Papa asegura que "tal búsqueda, con la ayuda de la gracia de Dios, nos encamina a aquella plenitud de vida que nosotros llamamos santidad". El deporte —ha dicho— es una riquísima fuente de valores y virtudes que nos ayudan a mejorar como personas.

Con el documento "Dar lo mejor de uno mismo", el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida resalta el papel de la Iglesia en el mundo del deporte y de cómo el deporte puede ser un "instrumento de encuentro, de formación, de misión y santificación", ha apuntado el Santo Padre.

Publicamos a continuación el mensaje del Papa Francisco, hecho público por la Santa Sede en la mañana del viernes, 1 de junio de 2018.

***

 

Mensaje del Papa Francisco

Al venerado hermano

Señor Cardenal Kevin Farrell

Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida

Con alegría recibí la noticia de la publicación del documento "Dar lo mejor de uno mismo", sobre la perspectiva cristiana del deporte y la persona humana, que el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida ha preparado con el objetivo de resaltar el papel de la Iglesia en el mundo del deporte y de cómo el deporte puede ser un instrumento de encuentro, de formación, de misión y santificación.

El deporte es un lugar de encuentro donde personas de todo nivel y condición social se unen para lograr un objetivo común. En una cultura dominada por el individualismo y el descarte de las generaciones más jóvenes y de los más mayores, el deporte es un ámbito privilegiado en torno al cual las personas se encuentran sin distinción de raza, sexo, religión o ideología y donde podemos experimentar la alegría de competir por alcanzar una meta juntos, formando parte de un equipo en el que el éxito o la derrota se comparte y se supera; esto nos ayuda a desechar la idea de conquistar un objetivo centrándonos solo en uno mismo. La necesidad del otro abarca no solo a los compañeros de equipo sino también al entrenador, los aficionados, la familia, en definitiva, todas aquellas personas que con su entrega y dedicación hacen posible llegar a "dar lo mejor de uno mismo". Todo esto hace del deporte un catalizador de
experiencias de comunidad, de familia humana. Cuando un padre juega con su hijo, cuando los chicos juegan juntos en el parque o en la escuela, cuando el deportista celebra la victoria con los aficionados, en todos esos ambientes se puede ver el valor del deporte como lugar de unión y encuentro entre las personas. ¡Los grandes objetivos, en el deporte como en la vida, los logramos juntos, en equipo!

El deporte es también un vehículo de formación. Quizás hoy más que nunca debemos fijar la mirada en los jóvenes, puesto que, cuanto antes se inicie el proceso de formación, más fácil resultará el desarrollo integral de la persona a través del deporte. ¡Sabemos cómo las nuevas generaciones miran y se inspiran en los deportistas! Por eso, es necesaria la participación de todos los deportistas, de cualquier edad y nivel, para que los que forman parte del mundo del deporte sean un ejemplo en virtudes como la generosidad, la humildad, el sacrificio, la constancia y la alegría. Del mismo modo, deberían dar su aportación en lo que se refiere al espíritu de equipo, el respeto, la competitividad y la solidaridad con los demás. Es esencial que todos seamos conscientes de la importancia que tiene el ejemplo en la práctica deportiva, ya que es buen arado en tierra fértil que facilitará la cosecha siempre que se cuide y se trabaje adecuadamente.

Por último, quisiera resaltar el papel del deporte como medio de misión y santificación. La Iglesia está llamada a ser un signo de Jesús en medio del mundo, también a través del deporte en los "oratorios", en las parroquias y en las escuelas, en las asociaciones, etc. Siempre es ocasión de llevar el mensaje de Cristo, "a tiempo y a destiempo" (2 Tim 4,2). Es importante llevar, comunicar esta alegría que transmite el deporte, que no es otra que descubrir las potencialidades de la persona, que nos llaman a desvelar la belleza de la creación y del propio ser humano puesto que está hecho a imagen y semejanza de Dios. El deporte puede abrir el camino a Cristo en aquellos lugares o ambientes donde por diferentes motivos no es posible anunciarlo de manera directa. Y las personas con su testimonio de alegría, con la práctica deportiva en comunidad, pueden ser mensajeras de la Buena Noticia.

Dar lo mejor de uno mismo en el deporte, es también una llamada a aspirar a la santidad. Durante el reciente encuentro con los jóvenes en preparación al Sínodo de los Obispos manifesté la convicción de que todos los jóvenes allí presentes físicamente o a través de las redes sociales, tenían el deseo y la esperanza de dar lo mejor de uno mismo. He utilizado la misma expresión en la reciente exhortación apostólica, recordando que el Señor tiene una forma única y específica de llamada a la santidad para todos nosotros: "Lo que interesa es que cada creyente discierna su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que Dios ha puesto en él" (Gaudete et Exsultate, 11).

Es necesario profundizar en la estrecha relación que existe entre el deporte y la vida, para que puedan iluminarse recíprocamente, para que el afán de superación en una disciplina atlética sirva también de inspiración para mejorar siempre como persona en todos los aspectos de la vida. Tal búsqueda, con la ayuda de la gracia de Dios, nos encamina a aquella plenitud de vida que nosotros llamamos santidad. El deporte es una riquísima fuente de valores y virtudes que nos ayudan a mejorar como personas. Como el atleta durante el entrenamiento, la práctica deportiva nos ayuda a dar lo mejor de nosotros mismos, a descubrir sin miedo nuestros propios límites, y a luchar por mejorar cada día. De esta forma, "en la medida en que se santifica, cada cristiano se vuelve más fecundo para el mundo" (ibídem, 33). Para el deportista cristiano, la santidad será entonces vivir el deporte como un medio de encuentro, de formación de la personalidad, de testimonio y de anuncio de la alegría de ser cristiano con los que le rodean.

Ruego al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen, para que este documento produzca frutos abundantes tanto en el compromiso eclesial con la pastoral del deporte, como más allá de las fronteras de la Iglesia. A todos los deportistas y los agentes de pastoral que se reconocen en el gran "equipo" del Señor Jesús les pido por favor que recen por mí y envío de corazón mi bendición.

Vaticano, 1 de junio de 2018.

Fiesta de San Justino, mártir.

FRANCISCUS

 

 

01/06/2018-12:46
Redacción

Deporte y persona: Nuevo documento 'Dar lo mejor de uno mismo'

(ZENIT — 1 junio 2018).- La Iglesia quiere elevar su voz al servicio del deporte. Este es el objetivo de la publicación del documento " Dar lo mejor de uno mismo'. Sobre perspectiva cristiana del deporte y de la persona humana", del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.

Esta mañana, se ha presentado el texto, a las 11 horas, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, con la intervención del cardenal Kevin Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida; Antonella Stelitano, investigadora, miembro de la Sociedad Italiana de Historia del Deporte; Patrick Kelly, Profesor Asociado de Teología, Universidad de Seattle, Estados Unidos; y Santiago Pérez de Camino, Responsable de la Oficina Iglesia y Deporte del Dicasterio.

"El deporte es la alegría de vivir, de jugar, de divertirse —se indica en el documento— y, como tal, debe ser valorado y quizás redimido, hoy, por los excesos del tecnicismo y el profesionalismo a cualquier precio, a través de la recuperación de su gratuidad, su capacidad de estrechar los lazos de amistad, fomentar el diálogo y la apertura de uno hacia el otro, como una expresión de la riqueza del ser, mucho más válida y apreciable que el tener, y por lo tanto muy por encima de las duras leyes de producción y consumo y cualquier otra consideración puramente utilitaria y hedonista de la vida".

La Iglesia se siente corresponsable del deporte y de la salvaguardia de las situaciones que lo amenazan todos los días, en particular del engaño, las manipulaciones y el abuso comercial, se advierte también en el texto.

 

El centro, en el ser humano

La atención al deporte no es algo nuevo para la Iglesia, que siempre ha manifestado un interés especial por todas las actividades cuyo centro es la persona. En este sentido, el título del documento revela la esencia y la razón del interés y del compromiso de la Iglesia con el deporte.

En el centro está, en efecto, el ser humano, en su unicidad hecha de cuerpo y espíritu; está la necesidad de que todas sus actividades, incluida la deportiva, estén acompañadas por un bagaje de virtudes y buenas cualidades que le permitan elevarse y no caer nunca en los peligros que pueden acechar cualquier actividad humana.

El primer concepto mencionado no es por casualidad el de "hacerlo lo mejor posible" que el Papa Francisco ha citado repetidamente en muchos de sus discursos, invitando sobre todo a los jóvenes a "no conformarse con un empate" en la vida.

 

Valor del esfuerzo

El deporte se asienta en este valor del esfuerzo, del sacrificio, en la idea de superar el propio límite trabajando duro, sin trampas, persiguiendo la victoria — pero no a toda costa — y, al mismo tiempo, aprendiendo a gestionar la derrota sin dejarse abatir.

Las cinco secciones que componen el documento no pretenden abarcar todas las variadas facetas de la actividad deportiva, sino brindar una perspectiva cristiana del deporte, dirigiéndose a quien lo practica, a quien asiste como espectador, a quien lo vive como técnico, árbitro, entrenador, a las familias, a los sacerdotes y a las parroquias.

El primer capítulo explica las razones del interés de la Iglesia por el deporte y la necesidad de una pastoral deportiva, recordando que esta relación se apoya en tres pilares: el esfuerzo físico necesario para que el atleta pueda expresarse, las cualidades morales que deben sostener su esfuerzo, el deseo de paz, fraternidad y solidaridad que el deporte debe contribuir a difundir.

 

El deporte para la persona

En el segundo capítulo, el documento traza las líneas principales del fenómeno deportivo y su contextualización en la sociedad contemporánea: el deporte como una especie de constante antropológica y como un fenómeno universal compatible con casi todas las culturas.

En el tercer capítulo se profundiza el tema del significado del deporte para la persona. Se parte de consideraciones sobre temas ya conocidos en el debate católico sobre el deporte (cuerpo-alma-espíritu) para ampliar la perspectiva del análisis a algunas cualidades inherentes al deporte; sentimientos que forman parte del ADN de los deportes y que a menudo se olvidan: el espíritu de sacrificio, el sentido de la responsabilidad, el respeto de las reglas, la capacidad de trabajar en equipo, la alegría, el valor, la solidaridad, la armonía.

 

Retos

El cuarto capítulo está dedicado a los retos abiertos, al deseo de contribuir a través del deporte a la promoción de valores auténticos, que puedan proporcionar a cada deportista un patrimonio para superar los muchos peligros con los que a menudo se enfrenta el deporte moderno como el dopaje, la corrupción y la hinchada violenta.

El quinto y último capítulo está dedicado al papel de la Iglesia como protagonista en este camino de humanización a través del deporte. En casa, en la familia, en la escuela, en el gimnasio, en la parroquia: son tantos los lugares donde se manifiesta una pastoral del deporte que quiere desarrollar en cada sujeto, practicante o espectador, ese bagaje de buenas cualidades y virtudes que caracterizan a un buen deportista, a un buen ciudadano y a un buen cristiano.

Leer el documento completo

 

 

01/06/2018-16:22
Redacción

Obras Misionales Pontificias: El Papa les llama a la renovación y "recalificación"

(ZENIT — 1 junio 2018).- "Tenemos ante nosotros un camino interesante: la preparación del Mes Misional Extraordinario en octubre 2019, que convoqué en la última Jornada Mundial de las Misiones del año 2017": Francisco ha exhortado a preparación como una gran oportunidad para renovar el compromiso misional de toda la Iglesia.

Esta mañana, a las 12:10 horas, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a los Directores Nacionales de las Obras Misionales Pontificias, con motivo de su asamblea General anual que se celebra del 28 de mayo al 2 de junio en la Fraterna Domus de Sacrofano (Italia).

El Papa ha hecho un llamamiento de la necesidad de "recalificarnos" partiendo de la misión de Jesús, "recalificar" el esfuerzo de recogida y distribución de las ayudas materiales a la luz de la misión y de la formación que ésta requiere, "para que la sensibilidad, la conciencia y la responsabilidad misionera vuelvan a formar parte de la vivencia cotidiana de todo el santo Pueblo fiel de Dios", ha señalado.

Asimismo, el Santo Padre les ha pedido una renovación: "Os pido que renovéis con creatividad la naturaleza y la acción de las OMP, poniéndolas al servicio de la misión, para que el centro de nuestras preocupaciones sea la santidad de la vida de los discípulos misioneros".

Publicamos a continuación el discurso que el Papa ha dirigido a los presentes:

***

 

Discurso del Papa Francisco

Sr. Cardenal, queridos hermanos y hermanas:

Os recibo con alegría con motivo de vuestra Asamblea General y saludo a todos cordialmente. Agradezco las palabras de introducción del cardenal Filoni y saludo al nuevo Presidente de las Obras Misionales Pontificias, Mons. Giampietro Dal Toso, que por primera vez participa en este encuentro anual. A todos expreso un vivo sentido de gratitud por la obra de sensibilización misional del Pueblo de Dios y os aseguro mi recuerdo en la oración.

Tenemos ante nosotros un camino interesante: la preparación del Mes Misional Extraordinario en octubre 2019, que convoqué en la última Jornada Mundial de las Misiones del año 2017. Os exhorto a que viváis esta preparación como una gran oportunidad para renovar el compromiso misional de toda la Iglesia. También es una ocasión providencial para renovar nuestras Obras Misionales Pontificias.

Siempre hay que renovar las cosas: renovar el corazón, renovar las obras, renovar las organizaciones, porque, si no, acabaremos todos en un museo. Tenemos que renovarnos para no acabar en un museo. Conocéis muy bien mi preocupación por el riesgo de que vuestro trabajo se reduzca a la mera dimensión monetaria de la ayuda material, -es una auténtica preocupación- transformándoos en una asociación como tantas otras, aunque estuviera inspirada cristianamente. Esto, indudablemente, no es lo que querían los fundadores de las Obras Pontificias y el Papa Pío XI cuando las hicieron nacer y las organizaron al servicio del Sucesor de Pedro. Por eso he vuelto a proponer, como oportuna y urgente para la renovación de la conciencia misionera de toda la Iglesia hoy, una intuición grande y valiente del Papa Benedicto XV, que figura en su carta apostólica Maximum illud: es decir, la necesidad de volver a recalificar evangélicamente la misión de la Iglesia en el mundo.

Este objetivo común puede y debe ayudar a las Obras Misionales Pontificias a vivir una fuerte comunión de espíritu, de colaboración recíproca y apoyo mutuo. Si la renovación será auténtica, creativa y efectiva, la reforma de vuestras Obras consistirá en una verdadera refundación, una recalificación según las exigencias del Evangelio. No se trata simplemente de replantear las motivaciones para mejorar lo que ya se hace. La conversión misional de las estructuras de la Iglesia (cf. Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, 27) requiere santidad personal y creatividad espiritual. Por lo tanto no se trata solo de renovar el viejo, sino de permitir que el Espíritu Santo cree lo nuevo. No
nosotros, el Espíritu Santo. Dar espacio al Espíritu Santo, permitir que el Espíritu Santo cree lo nuevo, haga nuevas todas las cosas (cf. Sal 104,30; Mt 9:17; 2 Pedro3:13; Ap 21,5). Él es el protagonista de la misión: Él es el "jefe de oficina" de las Obras Misionales Pontificias. No tengáis miedo de las novedades que provienen del Señor Crucificado y Resucitado: Son hermosas estas novedades. ¡Tened miedo de otras novedades: no van bien! Esas que no vienen de allí. Sed audaces y valientes en la misión, colaborando con el Espíritu Santo siempre en comunión con la Iglesia de Cristo (cf. ibíd., N. Gaudete et Exsultate, 131). Y esta audacia significa ir con valor, con el fervor de los primeros que anunciaron el Evangelio. Que vuestro libro habitual de oración y de meditación sean los Hechos de los Apóstoles. Id allí y encontrad la inspiración. Y el protagonista de ese libro es el Espíritu Santo.

¿Qué puede significar para vosotros Obras Pontificias, que junto con la Congregación para la Evangelización de los Pueblos estáis preparando el Mes Misional Extraordinario recalificaros evangélicamente? No creo que signifique simplemente una conversión misionera. Necesitamos recalificarnos —la intuición de Benedicto XV- , de recalificarnos partiendo de la misión de Jesús, recalificar el esfuerzo de recogida y distribución de las ayudas materiales a la luz de la misión y de la formación que ésta requiere, para que la sensibilidad, la conciencia y la responsabilidad misionera vuelvan a formar parte de la vivencia cotidiana de todo el santo Pueblo fiel de Dios.

"Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo". Este es el tema que hemos elegido para el Mes Misional de octubre de 2019 y que subraya que el envío para la misión es una llamada inherente al Bautismo y es de todos los bautizados. Así, la misión es envío para la salvación que obra la conversión del enviado y del destinatario: ¡Nuestra vida es, en Cristo, una misión! Nosotros mismos somos misión porque somos amor de Dios comunicado, somos santidad de Dios creada a su imagen.

La misión es por lo tanto nuestra santificación y la del mundo entero, desde la creación (véase Efesiosl : 3-6). La dimensión misional de nuestro Bautismo se traduce así en testimonio de santidad que da vida y belleza al mundo.

Renovar las Obras Misionales Pontificias significa, por lo tanto, preocuparse, con un compromiso serio y valiente, por la santidad de cada uno y de la Iglesia como familia y comunidad. Os pido que renovéis con creatividad la naturaleza y la acción de las OMP, poniéndolas al servicio de la misión, para que el centro de nuestras preocupaciones sea la santidad de la vida de los discípulos misioneros. En efecto, para colaborar en la salvación del mundo, hace falta amarlo (cf. Jn 3,16) y estar dispuestos a dar la vida al servicio de Cristo, único Salvador del mundo. No tenemos un producto para vender, -no tiene nada que ver aquí el proselitismo, no tenemos un producto para vender- sino una vida para comunicar: ¡Dios, su vida divina, su amor misericordioso, su santidad! Y es el Espíritu Santo quien nos envía, nos acompaña, nos inspira: es Él el autor de la misión. Es Él quien lleva adelante la Iglesia, no nosotros. Ni tampoco la institución Obras Misionales Pontificias. ¿Dejo que Él —podemos preguntarnos- dejo que Él sea el protagonista? ¿O quiero domesticarlo, enjaularlo en las tantas estructuras mundanas que, al final, nos llevan a concebir las Obras Misionales Pontificias como una firma, una empresa, algo nuestro, pero con la bendición de Dios? No, así no va. Tenemos que preguntarnos: ¿Dejo que sea Él o lo enjaulo? Él, el Espíritu Santo, hace todo; nosotros somos solamente siervos suyos.

Como ya sabéis en octubre de 2019, Mes Misional Extraordinario, celebraremos el Sínodo para Amazonia. Dando escucha a las preocupaciones de muchos fieles, laicos y pastores, he querido que nos encontremos para rezar y reflexionar sobre los desafíos de la evangelización de estas tierras de América Meridional donde viven Iglesias locales importantes. Me urge que esta coincidencia nos ayude a mantener la mirada fija en Jesucristo, a la hora de hacer frente a los problemas, retos, riquezas y pobrezas; que nos ayude a renovar nuestro compromiso de servicio al Evangelio para la salvación de los hombres y las mujeres que viven en esas tierras. Oremos para que el Sínodo para la Amazonia pueda recalificar evangélicamente la misión, también en esta región del mundo sometida a pruebas tan duras, explotada injustamente y necesitada de la salvación de Jesús.

María, cuando fue a casa de su prima, Isabel, no lo hizo como un gesto propio, como misionera. Fue como una sierva de aquel Señor que llevaba en su seno: no dijo nada de ella misma, solamente llevó a su hijo y alabó a Dios. Hay algo que es verdad: iba deprisa. Ella nos enseña esta prisa fiel, esta espiritualidad de la prisa. La prisa de la fidelidad y de la adoración. No era la protagonista, sino la sierva del único protagonista de la misión. Y que este icono nos ayude. Gracias.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

01/06/2018-15:05
Rosa Die Alcolea

Santa Marta: El Papa revela que hoy asistimos a una "gran persecución"

(ZENIT — 1 junio 2018).- Hoy asistimos a una "gran persecución", no sólo de los cristianos, sino también contra todo hombre y mujer, a través de las "colonizaciones culturales, la guerra, el hambre, la esclavitud", ha expresado el Papa en su reflexión diaria en la capilla de Santa Marta.

En el fondo —ha continuado Francisco— el contemporáneo "es un mundo de esclavos": que el Señor nos dé la gracia de luchar y de restablecer "con la fuerza de Jesucristo la imagen de Dios que está en todos nosotros".

La homilía del Papa de este viernes, 1 de junio de 2018, se ha inspirado hoy en la Primera Lectura del Apóstol san Pedro, en la que se refiere a cómo en los siglos, la persecución de los cristianos haya "prendido", como un "incendio", el Papa explica cómo esa cara, "parte de la vida cristiana", sea "una bienaventuranza": Jesús —ha recordado el Papa— fue perseguido a causa de su fidelidad al Padre.

 

Cristianos sin derechos

El Pontífice ha observado: "La persecución es un poco 'el aire' del cual el cristiano vive aún hoy, porque también hoy hay muchos, muchos mártires, muchos perseguidos por amor a Cristo. En muchos países los cristianos no tienen derechos. Si llevas una cruz, vas a la cárcel. Y hay gente en la cárcel; hay gente condenada a morir por ser cristiana, hoy. Hubo personas asesinadas y el número hoy es más alto que el de los mártires de los primeros días. ¡Son más!

Pero, esto no es noticia. Y por esto los noticieros, los periódicos, no publican estas cosas. Pero los cristianos son perseguidos".

Del mismo modo, el Papa ha denunciado que ahora hay también persecución hacia "cada hombre y mujer, porque son la imagen viviente de Dios": "Detrás de cada persecución, tanto a los cristianos como a los humanos, está el diablo, está el demonio que trata de destruir la confesión de Cristo en los cristianos y la imagen de Dios en el hombre y la mujer.

Desde el principio —ha continuado el Papa— trató de hacer esto — podemos leerlo en el Libro del Génesis-: destruir esa armonía entre el hombre y la mujer que el Señor creó, esa armonía que deriva del ser imagen y semejanza de Dios. Y logró hacerlo. Logró hacerlo con el engaño, la seducción... Con las armas que él utiliza. Siempre hace así. Pero también hoy en día hay una fuerza, yo diría un ensañamiento contra el hombre y la mujer, porque, de lo contrario, no se explicaría esta ola creciente de destrucciones al hombre y la mujer, al humano".

 

 

01/06/2018-10:32
Rosa Die Alcolea

Opus Dei: El Papa Francisco recibió al Prelado Mons. Fernando Ocáriz

(ZENIT — 1 junio 2018).- El Papa Francisco manifestó su alegría por la contribución que los fieles del Opus Dei realizan "en su ambiente ordinario para la evangelización de la sociedad", informa la Prematura del Opus Dei.

El Papa Francisco recibió a Mons. Fernando Ocáriz, Prelado del Opus Dei, el pasado 26 de mayo de 2018, en audiencia hoy, a las 10 horas en el Vaticano, al Prelado del Opus Dei, Mons. Fernando Ocáriz.

Por su parte, Mons. Ocáriz transmitió al Santo Padre la unidad en la oración por su persona e intenciones de todos los fieles del Opus Dei (Obra de Dios).

Asimismo, Mons. Fernando Ocáriz habló al Pontífice sobre la labor evangelizadora que realizan los fieles de la Prelatura en varios países y sobre algunas iniciativas apostólicas, educativas y sociales inspiradas en el mensaje de san Josemaría.

 

 

01/06/2018-15:42
Redacción

Encuentro de la Región Andina de Pastoral en los Pueblos Originarios

(ZENIT — 1 junio 2018).- Los Obispos y Secretarios de Comisiones Episcopales sobre pastoral de pueblos originarios de Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela se han reunido en Lima (Perú) del 28 de mayo al 1 de junio, para celebrar el Encuentro de la Región Andina de Obispos y Secretarios de Comisiones Episcopales sobre Pastoral en los Pueblos Originarios.

Las jornadas han sido convocadas por el Departamento de Cultura y Educación del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y han estado coordinadas por Mons. Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, México, y miembro de la Comisión del Departamento Cultura y Educación del CELAM.

Además, han contado con la presencia de diferentes Obispos y Secretarios de las diferentes Comisiones Episcopales de América Latina y de tres personas del Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP), fundado por los Obispos de la Amazonia, todos ellos del Perú, y un grupo de Indígenas de las etnias Ashamnka y Shipibo.

A continuación, reproducimos el mensaje final del encuentro organizado por la CELAM:

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Mensaje final

Los Obispos y Secretarios de Comisiones Episcopales sobre pastoral de pueblos originarios de Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela, convocados por el CELAM, reunidos en Lima, en la casa del Misionero San Francisco Solano, iluminados por el Magisterio Latinoamericano y del Papa Francisco, bendecimos a Dios por la vida, la fraternidad latinoamericana, por la variedad y riqueza intercultural, y por la larga historia de personas que han dejado todo para hacerse uno con nuestros pueblos originarios, anunciando la Buena Noticia de Jesucristo.

Habiendo compartido las realidades sociales y pastorales de nuestros países, lamentamos las tragedias y las sistemáticas violaciones a los derechos humanos de nuestros hermanos indígenas y cobramos fuerza para hacer de nuestra Iglesia Católica una aliada fundamental e incondicional de los pueblos originarios andinos, amazónicos y afrodescendientes, en el logro de sus ideales y proyecciones de realización integral, ayudándoles a rechazar todo aquello que ponga en riesgo la propia identidad y su fortalecimiento social.

Hemos valorizado tantos rasgos positivos e identificadores de las diversas culturas, los cuales sin duda, son signos de la presencia del Espíritu Santo.

Son alentadores los signos de crecimiento y de fortalecimiento de cada uno de estos pueblos, reconociendo sus valores y también sus debilidades. Cada pueblo es un ser vivo y cada uno enfrenta enfermedades y fortalezas, dolores y alegrías, caídas y levantadas, logros y frustraciones.

Con vivo sentido de nuestra vocación de discípulos misioneros, vivida en zonas de pueblos originarios, asumimos responsablemente los siguientes retos:

• Acoger sin prejuicios la riqueza específica de cada cultura, con el deseo de que sea cada vez más humanizadora.
• Aceptar a cada uno de los pueblos en condición de minoría numérica, ya que cada cultura tiene sus riquezas y sus anhelos de perfección.
• Compartimos la soberana responsabilidad de los pueblos originarios en su comunión, cuidado y promoción de la Casa Común, y nos hacemos eco de las palabras del Señor: "Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa" (Ex 3,5).
• Acompañamos a los pueblos originarios en la promoción y defensa de sus derechos fundamentales, asumiendo los riesgos de esta opción.
• Queremos acompañar a cada pueblo originario en sus luchas por el reconocimiento de la propiedad de sus tierras milenarias, así como en el reconocimiento y cumplimiento de toda la variada legislación escrita, pero de escasa aplicación en los diversos países.
• Nos comprometemos a peregrinar en la fe con nuestros pueblos, reconociendo las Semillas del Evangelio en todos ellos, favoreciendo al máximo sus expresiones de fe según sus momentos y ritmos litúrgicos propios.
• Renovamos nuestra opción de permanecer y reforzar nuestra presencia fisica y evangelizadora, a pesar de nuestras dificultades en lo numérico y lo cualitativo, para satisfacer las exigencias evangelizadoras de nuestros pueblos.
• Pretendemos llevar a cabo un plan de formación variado y específico, apuntando a la formación de los líderes que necesitan nuestros pueblos originarios en lo social, lo educativo y en las demás tareas pastorales.

 

 

01/06/2018-12:00
Redacción

Rodrigo Guerra López: "Un nuevo comienzo"

(ZENIT — 1 junio 2018).- El filósofo mexicano Rodrigo Guerra López escribe para ZENIT una primera reacción laical en torno a la Exhortación apostólica Gaudete et exsultate del Papa Francisco, publicada por la Santa Sede el pasado 9 de abril de 2018.

Rodrigo Guerra es Doctor en Filosofía por la Academia Internacional de Filosofía en el Principado de Liechtenstein; Miembro ordinario de la Academia Pontificia por la Vida y del Equipo de Reflexión Teológica del CELAM y Fundador del Centro de Investigación Social Avanzada (CISAV).

A continuación, ofrecemos su artículo, una reflexión a partir de la tercera Exhortación apostólica Gaudete et exultate.

***

 

Parecía una tarea fácil. Recibí la invitación de Giovanni Maria Vian para escribir una breve reflexión sobre la Exhortación apostólica Gaudete et exsultate acerca del llamado a la santidad en el mundo actual. El texto es breve, el lenguaje sencillo, y el estilo goza de la frescura propia del Papa Francisco. ¿Qué dificultad podría existir para que un fiel laico dedicado a la vida académica escribiera una primera reacción a este documento?

Conforme fui leyendo y releyendo Gaudete et exsultate experimenté aquello que sólo me ha pasado con unos cuantos libros de espiritualidad que han marcado mi vida (Giussani, Biela, Carreto, Peguy, Stein, Romero, Agustín, Ignacio): me sentí removido y cuestionado en lo más hondo. No es un texto escrito en abstracto sino dirigido muy personalmente a cada uno. Ha sido como leer la carta de un amigo cercano que sabe hacer "lectura del estado del alma", que conoce qué pasa en mi interior, en los recovecos más privados e íntimos. Lo leí una vez y luego otra. En la oficina, en la capilla, en las noches antes de dormir. Y quedé pasmado durante varios días.

 

1. Una vida que interpela la vida

La nueva Exhortación de Francisco no tiene como punto de partida un cierto manual de teología de la vida espiritual, una cierta doctrina que "hay que aplicar" o un cierto paquete conceptual más o menos refinado. Lo que está en el centro no son las categorías más o menos típicas utilizadas en estas materias (ascética, mística, edades de la vida interior, virtudes sobrenaturales, etc.) sino la realidad misma que nutre las categorías. Francisco nos exhibe desnudamente la vida cristiana concreta. No pide al lector que se fije obsesivamente en sus palabras sino que mire a dónde ellas apuntan: a Jesucristo presente y eficiente en la historia de cada persona. Presente en la comunidad, en los sacramentos, en la Palabra de Dios, en los más pobres. Presente a través de los encuentros sorpresivos que actualizan nuestra conciencia de que el cristianismo es Acontecimiento. Presente en nuestro interior: más íntimo a mí mismo que yo mismo, diría Agustín. Esta suerte de primacía de la vida real convocada y provocada por la vida igualmente real de Jesucristo, permite que este acto de Magisterio ordinario del Papa, no sea un mero esclarecimiento doctrinal sino más bien una llamada de atención personalpara la propia conversión. De nada sirve leer este texto de Francisco si uno no coloca en primer plano su propia realidad, su propia verdad, es decir, la frágil condición humana, con sus heridas y pecados, y se abre a la misteriosa acción de la gracia (cf. n. 29). En otras palabras, para sacar provecho de la meditación de Francisco, nada como tomar la decisión de volverse vulnerable frente a sus letras: bajar la guardia y pedir a Dios que El actúe y purifique nuestra vida de toda nuestra mentira y de toda nuestra traición.

 

2. Cada santo es un mensaje

Francisco, junto con el Concilio Vaticano II, está convencido de la llamada universal a la santidad. Todas las personas, y en especial, los más pecadores "estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día" (n. 14). Pero "cada santo es una misión" (n. 19), es decir, cada persona está llamada a encontrar su propio camino de santificación y de servicio. Hay testigos que nos pueden estimular y motivar, sin embargo, es preciso no pretender copiarlos de manera más o menos mecánica. Más aún, recordando a San Juan de la Cruz, Francisco señala que es preciso evitar reglas fijaspara todos porque la vida divina se comunica a unos en una manera y a otros en otra. Con estas indicaciones el Papa parece buscar desactivar la homogeneización ascética y normativa que prevalece aún en algunos espacios y ambientes. Homogeneización que hace mucho daño y que frecuentemente evoluciona en formas abiertas u ocultas de moralismo. Esto, me parece, está conectado con otra indicación precisa: "no todo lo que dice un santo es plenamente fiel al Evangelio, no todo lo que hace es auténtico o perfecto" (n. 22). Es preciso evitar la idolatría de formas y estilos particulares y contingentes del santo fundador de mi grupo, movimiento o comunidad, que en ocasiones se sobreponen a la enseñanza de la Iglesia universal. No es mi santo fundador o mi carisma particular el criterio hermenéutico para interpretar a la Iglesia sino que es la Iglesia la que da la luz para interpretar y matizar de modo adecuado la enseñanza y el carisma de los santos.

 

3. La tentación gnóstica y pelagiana

Francisco diagnostica con agudeza los rasgos de personas y grupos que de un modo o de otro, abrevan del gnosticismo y del pelagianismo. Al atravesar por esta parte de la Exhortación, de inmediato el lector puede sentir la tentación de imaginar a uno o más grupos que siguen alguna modalidad de estos comportamientos heréticos: buscan seguridad doctrinal o disciplinaria a toda costa, transpiran superioridad por encima de los demás fieles, afirman un cierto "elitismo narcisista y autoritario", absolutizan las propias teorías, se tornan obsesionados por el cumplimiento de normas o de un cierto estilo católico, les fascina mostrar sus propias conquistas sociales o políticas, son especialistas en la vanagloria ligada a la eficiente gestión de asuntos prácticos y en ocasiones hacen ostentación de la perfección litúrgica de sus ceremonias (cf. n.n. 35-62).

Sin embargo, si somos atentos podemos descubrir algo más. Sin negar que existen comunidades más afectadas por estas enfermas disposiciones espirituales, todos los cristianos en alguna medida estamos sumergidos de estas pretensiones llenas de orgullo ya sea de manera parcial, ya sea de manera completa. Me ha llamado la atención que en diversos ambientes estas y otras llamadas de atención del Papa se dejan pasar de lado como diciendo "¡quien sabe a quien le está hablando el Papa! ¡A mí no!". Y más me llama la atención que yo mismo soy víctima de esta lamentable actitud. Las fuerzas verdaderamente capaces de cambiar al mundo son las fuerzas capaces de cambiar el corazón humano. Sólo si mi corazón se abre a la primacía de la gracia y al anonadamiento sincero (cf. Flp 2,6-11), es posible que yo no sea cómplice de quienes tanto daño hacen hoy a la Iglesia.

 

4. Si soy manso, pensarán que soy tonto o débil

Muchas cosas más habría que comentar de la Gaudete et exsultate. Sin embargo, tres me han resultado particularmente significativas. La primera es el apartado dedicado a la mansedumbre. En este mundo "donde por todos lados hay odio, donde constantemente clasificamos a los demás por sus ideas, por sus costumbres, y hasta por su forma de hablar o de vestir. En definitiva, es el reino del orgullo y de la vanidad, donde cada uno se cree con el derecho de alzarse por encima de los otros." (...) "Jesús propone otro estilo: la mansedumbre" (n. 71). "Aun cuando uno defienda su fe y sus convicciones debe hacerlo con mansedumbre (cf. 1P 3,16), y hasta los adversarios deben ser tratados con mansedumbre (cf. Tm 2,25). En la Iglesia muchas veces nos hemos equivocado por no haber acogido este pedido de la Palabra divina" (n. 73). Este es un mensaje a todos los que de algún modo tendemos a reaccionar de manera apologético-defensiva ante los reales o supuestos enemigos y creemos que ser mansos nos presenta como tontos o débiles. Para Francisco, la caridad evangélica es método de acción (apostólica, política, social). No sólo porque el otro merece respeto sino porque Dios coloca preferentemente sus ojos "en el humilde y el abatido, que se estremece ante mis palabras" (Is 66,2). "Reaccionar con humilde mansedumbre, esto es santidad" (n. 74).

 

5. Las calumnias y falsedades

En segundo lugar, otro de los aspectos que más me ha impactado es la meditación que realiza Francisco sobre los perseguidos por causa de la justicia, debido a que "muchas veces las ambiciones de poder y los intereses mundanos juegan en contra nuestra" (n. 91). Además de los que de manera cruenta son martirizados, el Papa recuerda que existe una más sutil persecución: el recibir calumnias y falsedades, burlas y ridiculizaciones por ser fieles al don recibido. Aún en ambientes cristianos esto sucede: hablar a las espaldas del otro, actuar con hipocresía y simultáneamente silenciar las exigencias de la moral cristiana como si estos graves pecados contra la justicia no exigieran reparación. Las calumnias más graves se maquillan artificiosamente y se pasa a destruir la vida del prójimo. Francisco dice: "si no queremos sumergirnos en una oscura mediocridad no pretendamos una vida cómoda" (n. 90). La persecución es una dimensión constitutiva de la experiencia cristiana. "La humildad solamente puede arraigarse en el corazón a través de las humillaciones" (n. 118). Esto no obsta para eventualmente "reclamar la justicia" o "defender a los más débiles" aunque esto traiga consecuencias a la propia imagen (n. 119).

 

6. Audacia, oración y María

Finalmente, en el camino de transformación que los cristianos debemos emprender y reemprender cada día es preciso: a) El empuje del Espíritu Santo para no ser paralizados por el miedo y el cálculo, para salir de nuestras zonas de confort (cf. n. 133) y para recuperar "el valor apostólico de comunicar el Evangelio a los demás y de renunciar a hacer de nuestra vida cristiana un museo de recuerdos" (n. 139); b) Hacer silencio interior e incursionar en la oración con profunda memoria agradecida. En efecto, "mira tu historia cuando ores y en ella encontrarás tanta misericordia" (n. 153); y, c) todo esto confiando enteramente en María: "Ella no acepta que nos quedemos caídos y a veces nos lleva en sus brazos sin juzgarnos" (n. 176). ¡Como me recuerda esto al Nican Mopohua! Cuando San Juan Diego intenta huir de la Virgen para ir a atender las necesidades de su tío enfermo, Santa María de Guadalupe le sale al encuentro, lo purifica y corrige a través de la ternura, nunca con reproche. María recoge nuestra vida — muchas veces hecha pedazos — y la reconstruye haciendo frecuentemente lo que a nosotros nos correspondería realizar.

"Conversar con ella nos consuela, nos libera y nos santifica" (n. 176). Y así, la vida cristiana, con esta ayuda maternal, puede ser cada día, un nuevo comienzo.

* Texto original publicado en italiano en L' Osservatore Romano, el 14 de mayo de 2018

Rodrigo Guerra López

 

 

01/06/2018-16:31
Isabel Orellana Vilches

San Eugenio I, 2 de junio

«Fidelidad y autenticidad alumbrada por la fe de este pontífice que se enfrentó al emperador Constante II, quien debió pensar que podría manipularle. Eugenio antepuso su amor a la Iglesia, y en su momento recusó el monotelismo»

Que «Dios escribe recto con renglones torcidos» es un conocido dicho popular. Las aparentes oportunidades muchas veces son «estrategias» divinas que trastocan las intenciones humanas. Al emperador Constante II le falló su maniobra ya que parece que él, bien directamente o quizá por haber suscitado hondo temor en los ciudadanos que no quisieron importunarle eligiendo a Eugenio pontífice, tuvo un papel determinante en la decisión que ellos tomaron. De hecho, se arguye que quiso imponer su voluntad a la del santo, forzándole a asumir la Silla de Pedro con la idea de mantenerle sometido. Es decir, que aunque la designación no la hubiera efectuado a título personal, la ratificó sin dudarlo. Eso induce a pensar que seguramente creyó que la bondad natural y la mansedumbre de este insigne discípulo de Cristo, que tenía un inequívoco carácter conciliador, le permitiría dominarle, que a través de él podría actuar a su antojo.

Además, lograba su propósito de ser el artífice de su nombramiento, algo que no pudo conseguir con el papa Martín I quien se mantuvo al frente de la Iglesia sin haber sido ratificado por él, y al que había desterrado a Naxos, Constantinopla, acusado de alta traición. Determinó su exilio a través del exarca de Rávena, Teodoro Calíopa, todo por haberse negado a sustentar las tesis monotelistas que defendía dos naturalezas en Cristo, la humana y la divina y una única voluntad.

El ascendente histórico de este episodio radica en las enconadas luchas entre bizantinos y lombardos que caracterizaron al siglo VII. Martín I propició un resurgimiento del catolicismo como lo hicieron el papa Agatón y Máximo el Confesor. Posteriormente, tras el gobierno del exarca Eleuterio, que estuvo marcado por la paz, Teodoro reavivó las controversias por motivos religiosos, y las tensiones con Roma se acentuaron, lo que dio lugar a una separación que desembocó en un cisma. Antes de que él ostentara el exarcado había sucedido otro hecho capital. En el transcurso del concilio convocado por Martín I se condenaron todos los escritos monotelistas que suscribía Constante. Éste ordenó a ()limpio, exarca de Rávena, que fuese a Roma y le arrestara. Pero fue más lejos y quiso matarle. Sin embargo, en el momento en que se dispuso a segar su vida, quedó ciego.

A su muerte le sucedió Teodoro, a quien el emperador había otorgado el exarcado, y por mediación suya arrestó al papa. Es de suponer que, con la designación de Eugenio, se tomaba la revancha ante lo que juzgó inadmisible afrenta realizada por Martín. Pero cometió una grave equivocación. Este ciudadano romano, hijo de Rufiniano, que desde su juventud estaba vinculado al clero, era un hombre fiel a la fe, íntegro, valeroso. Cuando tuvo que enfrentarse a él lo hizo sin vacilar, anteponiendo su amor a Cristo y a la Iglesia a todo lo demás. Sabía que su destino estaba en juego, y que, tal como le sucedía a Martín, podían aherrojarle con cadenas, pero eso no le hizo temblar. De modo que Dios, a través de las malintencionadas pretensiones de Constante, ocultas o manifiestas, trazó los convenientes caminos de la historia de la Iglesia otorgando todas las bendiciones a este nuevo sucesor de Pedro.

Eugenio se convirtió en el DOWVicario de Cristo en la tierra el 10 de agosto del 654. Desde su exilio el pontífice Martín I, que inicialmente reprobó su nominación, en su momento reconoció su legitimidad. Éste murió en Cherson al año siguiente a causa de los muchos sufrimientos que padeció. Es posible que antes de su deceso le llegaran noticias del ímpetu de Eugenio que no perdió el tiempo. Así, después de haber tomado posesión dispuso que viajasen a Constantinopla unos legados suyos que tenían la misión de notificar al emperador que se habían cumplido sus deseos. Quería informarle de que él asumía la más alta dignidad eclesial como había impuesto.

Por razones no esclarecidas entró en liza Pedro, el patriarca de Constantinopla, quien a su vez entregó a los legados —que posiblemente se pusieron de parte suya— un documento de sombrío contenido que impedía dilucidar cuál era su postura exacta en el grave tema del monotelismo. Además, solicitó a Constante que indujera a Eugenio a establecer un vínculo estrecho con él. El contenido de este escrito sinodal conocido por los fieles en Santa María la Mayor a través del pontífice suscitó en ellos un clamoroso rechazo; le exigieron que secundara esta misma postura. Por si fuera poco, el Santo Padre informó a su pueblo del injusto trato que se estaba dando a su predecesor Martín I, amén de ignorar la profesión de fe suscrita por Constante que debía haber firmado. Parecía un desafío en toda regla, si bien lo que perseguía era dejar sentada la única verdad que propugna la Iglesia que no tiene más obediencia que la debida a Dios.

La respuesta de los delegados bizantinosa esta reacción, realizada con notable violencia y agrias acusaciones, no doblegaron el ánimo de Eugenio. Le amenazaron con someterle a la misma pena que sufrió Martín I, intenciones frustradas por razones bélicas ya que los musulmanes derrocaron al emperador, y también porque murió al poco tiempo. De los escasos hechos que se han compilado de la vida de este santo pontífice uno tiene singular alcance. Fue el encuentro que mantuvo el año 654 con el obispo de York san Wilfrido, a quien dio su bendición. Éste había peregrinado a Roma con el fin de instruirse en las Escrituras y conocer otros aspectos importantes eclesiales. Pudo llegar al papa gracias a su sintonía con san Bonifacio. Por otro lado, Eugenio concedió al rey franco Clodoveo II poner bajo el amparo de la Santa Sede el monasterio de San Mauricio de'Agaune, como él pidió, lo que suponía mantenerlo a resguardo de intereses ajenos. Este papa fue un hombre generoso con los desfavorecidos y estuvo agraciado con el don de milagros. A él se debe la prescripción de la castidad para los sacerdotes. Falleció el 2 de junio del año 657.