Servicio diario - 23 de febrero de 2018


 

Unión espiritual con Sudán del Sur y Rep. Democrática del Congo
Rosa Die Alcolea

"Gracias por recordarnos que la Iglesia no es una jaula para el Espíritu Santo"
Rosa Die Alcolea

Perú: El Papa lamenta el trágico accidente de tráfico en Arequipa
Redacción

Copa Clericus: Arranca el torneo de fútbol para seminaristas y sacerdotes
Rosa Die Alcolea

"Estar en el mundo, pero no ser del mundo": meditación de Cuaresma
Raniero Cantalamessa

EEUU: Los Obispos anuncian el Día Nacional de Llamadas por los Dreamers
Enrique Soros

Vida Consagrada: Una española en la Secretaría de la Congregación Pontificia
Redacción

Beata Josefa Naval Girbés, 24 de febrero
Isabel Orellana Vilches


 

 

23/02/2018-18:15
Rosa Die Alcolea

Unión espiritual con Sudán del Sur y Rep. Democrática del Congo

(ZENIT — 23 feb. 2018).- La Iglesia reza hoy por la paz en la República Democrática del Congo y en Sudán del Sur, dos países africanos lacerados por conflictos que están matando y haciendo morir de hambre a las poblaciones locales, pero la intención de oración se extiende a todo el mundo en guerra.

El Papa Francisco convocó esta Jornada Mundial de ayuno y oración en el Ángelus del pasado 4 de febrero con un fuerte llamamiento en el que "pidió compromiso en escuchar el grito de angustia que que sale de estas tierras", señala 'Vatican News'.

Asimismo, el Santo Padre se unió a las oraciones por la paz en la República Democrática del Congo, en el Ángelus del 11 de febrero de 2018, que presidió en la plaza San Pedro en presencia de unas 30.000 personas.

"Dirijo una llamada insistente para que nosotros también escuchemos este grito y, que cada uno, en conciencia, delante de Dios, nos preguntemos: '¿,Qué puedo hacer yo mismo por la paz?'", planteó el Papa desde el balcón del Palacio Apostólico.

 

31 guerras en 2017

La llamada del Santo Padre para pedir por la paz es una respuesta concreta al grito silencioso de tantas víctimas en todo el mundo. Un total de 31 guerras y conflictos armados tuvieron lugar en 2017, según estudios realizados por el Grupo de Investigación de Causas de Guerra de la Universidad de Hamburgo en Alemania., apunta Ayuda a la Iglesia Necesitada.

La fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada, que ha apoyado el continente africano con casi dos mil proyectos y más de 24 millones de euros durante el 2017, invita a todos su benefactores y colaboradores a unirse a la jornada de oración y ayuno el viernes, 23 de febrero.

 

Deseo del Papa de visitar estos países

"El Santo Padre conoce muy bien la trágica situación por la que están pasando ambos países", apunta el prelado congoleño. "El Papa tenía el gran deseo de visitar ambos lugares", asegura el obispo congoleño de Kikwit, Mons. Timothée Bodika Mansiyai, pero tuvo que cancelar ambos viajes.

"No ha podido estar físicamente presente en estos países, pero nos acompaña espiritualmente", declaró el obispo africano a Ayuda a la Iglesia Necesitada— "que sigue de cerca la tensa situación que atraviesa la República Democrática del Congo la represión y abusos de los que son víctimas los sacerdotes, los religiosos, las religiosas y los cristianos católicos. Dios escucha las lágrimas de su pueblo."

 

 

23/02/2018-14:36
Rosa Die Alcolea

"Gracias por recordarnos que la Iglesia no es una jaula para el Espíritu Santo"

(ZENIT — 23 feb. 2018).- "Gracias por recordarnos que la Iglesia no es una jaula para el Espíritu Santo, que el Espíritu también vuela y trabaja fuera".

El Papa Francisco ha dirigido esta mañana, 23 de febrero de 2018, al final de los ejercicios espirituales para la Curia Romana, unas palabras de agradecimiento al predicador D. José Tolentino de Mendonga, vice rector de la Universidad Católica de Lisboa y consultor del Consejo Pontificio de la Cultura. (Ver vídeo)

"Gracias por esta llamada a abrirnos sin miedo, sin rigidez, para ser suaves en el Espíritu y no momificados en nuestras estructuras que nos encierran", ha dicho Francisco, señala la Santa Sede en un comunicado de prensa.

En nombre de todos, el Papa ha agradecido al sacerdote portugués su acompañamiento durante estos días, y ha expresado su gratitud por haberles hablado de la Iglesia, por hacerles "sentir a la Iglesia, esta pequeña grey". "¡Y también por habernos advertido de que no lo "encojamos" con nuestras mundanidades burocráticas!".

El Obispo de Roma ha dicho al Predicador: Con las citas y las cosas que Usted nos ha dicho nos ha mostrado cómo trabaja en los no creyentes, en los "paganos", en las personas de otras confesiones religiosas: es universal, es el Espíritu de Dios, que es para todos.

También hoy hay "Cornelios", "centuriones", "guardianes de la prisión de Pedro" que viven una búsqueda interna o saben cómo distinguir cuando hay algo que llama, le ha trasmitido el Pontífice.

"Gracias, Padre —ha expresado Francisco— Y siga rezando por nosotros. Como decía la madre superiora a las monjas: "¡Somos hombres!", Pecadores, todos. Gracias, Padre".

 

Oración por Sudán del Sur y el Congo

Hoy, 23 de febrero de 2018, terminan los ejercicios espirituales de la Curia Romana y del Papa Francisco en la localidad italiana de Ariccia, con la celebración de la Jornada de ayuno y oración por Sudán del Sur, el Congo y también Siria que el Santo Padre convocó el pasado 4 de febrero de 2018 durante el rezo del Ángelus.

 

 

23/02/2018-13:00
Redacción

Perú: El Papa lamenta el trágico accidente de tráfico en Arequipa

(ZENIT — 23 feb. 2018).- El Papa Francisco ha lamentado el trágico accidente de autobús en Arequipa, al sur de Perú, ocurrido el miércoles, 21 de febrero de 2018, y expresa su "cercanía" y "afecto" en estos duros momentos de dolor a todos los hijos de ese "amado pueblo".

Mons. Pietro Parolin, Secretario de Estado del Vaticano, ha enviado en nombre del Santo Padre, un telegrama de condolencias a Mons. Javier del Río Alba, Arzobispo de Arequipa, para las víctimas del accidente de tráfico.

Según el diario 'Perú 21', tras la caída del bus de la empresa 'Rey Latino' han muerto al menos 44 personas y el número de heridos ha ascendido a 23 (datos actualizados el 23 de febrero a las 9:10 am).

El Papa Francisco "desea hacer llegar a vuestra excelencia y a todos los hijos de ese amado pueblo, su cercanía y afecto en estos duros momentos de dolor" —apunta el Card. Parolin en la carta—.

Su Santidad "eleva sus oraciones al Señor y encomienda muy especialmente a su misericordia el eterno descanso de todas las víctimas, así como a los heridos y a sus familias", escribe el Secretario de Estado.

 

 

23/02/2018-09:04
Rosa Die Alcolea

Copa Clericus: Arranca el torneo de fútbol para seminaristas y sacerdotes

(ZENIT — 21 feb. 2018).- Seminaristas y sacerdotes de todo el mundo están listos para jugar en la 12a edición de la 'Copa Clericus', conocido como el "Mundial de fútbol de la Iglesia"

El "Campeonato Mundial Eclesiástico" se celebrará este fin de semana, 24 y 25 de febrero de 2018, indican los organizadores en un comunicado.

Este año, en la 12a edición del campeonato, habrá una novedad: por primera vez, será un sacerdote quien hará que el árbitro, don Jordan Coraglia, de 43 años, sacerdote italiano de la diócesis de Brescia.

Es un evento promovido por el Centro Deportivo Italiano, con el patrocinio de la Oficina Nacional de tiempo libre, turismo y deporte del CEI, del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida y del Consejo Pontificio de la Cultura del Vaticano.

El Centro Deportivo Italiano (CSI), consciente de su historia y tradición dentro de la comunidad cristiana, pretende con la 'Copa Clericus' volver a ponerse al servicio del mundo de la juventud y de la Iglesia, "poniendo el deporte como un instrumento de promoción humana en el centro de la atención general y social", señala el organismo en su página oficial.

 

Presentación a la prensa

Este viernes 23 de febrero se presentará a la prensa el torneo de fútbol, a las 10:45 horas, en la Sala Marconi del Palacio Apostólico (Piazza Pia, 3).

En la rueda de prensa participarán Vittorio Bosio y D. Alessio Albertini, respectivamente presidente y asesor eclesiástico nacional del Centro Deportivo Italiano.

Asimismo, está previsto que intervengan Mons. Melchor Sánchez de Toca, subsecretario del Consejo Pontificio para la Cultura, y D. Santiago Pérez de Camino Gaisse, Jefe de la Oficina de Iglesia y Deporte del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.

Con Marina Droujinina

 

 

23/02/2018-13:29
Raniero Cantalamessa

"Estar en el mundo, pero no ser del mundo": meditación de Cuaresma

(ZENIT — 23 feb. 2018).- El Padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, impartió esta mañana su primera predicación de Cuaresma a partir de la frase: "No os conforméis a la mentalidad de este mundo", que se lee en la Carta de San Pablo a los Romanos (12, 2).

La charla cuaresmal ha tenido lugar esta mañana, 23 de febrero de 2018, a las 9 horas, en la Capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico .

A continuación, sigue el texto de la predicación del P. Cantalamessa:

 

«No os conforméis a la mentalidad de este mundo» (Rom 12,2)

«No os amoldéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto» (Rom 12,2).

En una sociedad en la que cada uno se siente investido con la tarea de transformar el mundo o la Iglesia, cae esta palabra de Dios que invita a transformarse uno mismo. «No os amoldéis a este mundo»: después de estas palabras habríamos esperado que se nos dijera: «¡Pero transformadlo!»; en cambio nos dice: «¡Sino transformaos!». Transformad, sí, el mundo, pero el mundo que está dentro de vosotros, antes de creer poder transformar el mundo que está fuera de vosotros.

Será esta palabra de Dios, sacada de la Carta a los Romanos, la que nos introduzca este año en el espíritu de la Cuaresma. Como desde hace algunos años, dedicamos la primera meditación a una introducción general a la Cuaresma, sin entrar en el tema específico del programa, también por la ausencia de parte del auditorio ocupado en otro lugar en los Ejercicios Espirituales.

 

1. Los cristianos y el mundo

Demos primero una mirada a cómo este ideal del apartamiento del mundo ha sido comprendido y vivido desde el Evangelio hasta nuestros días. Conviene tener en cuenta siempre las experiencias del pasado si se quieren comprender las necesidades del presente.

En los evangelios sinópticos la palabra «mundo» (kosmos) casi siempre se entiende en sentido moralmente neutro. Tomado en sentido espacial, mundo indica la tierra y el universo («Id por todo el mundo»); tomado en sentido temporal, indica el tiempo o el «siglo» (aion) presente. Con Pablo, y más aún con Juan, la palabra «mundo», se carga de una relevancia moral y viene a significar, la mayoría de las veces, el mundo como ha llegado a ser tras el pecado y bajo el dominio de Satanás, «el Dios de este mundo» (2 Cor 4,4). De ahí la exhortación de Pablo de la que hemos partido y aquella, casi idéntica, de Juan en su Primera Carta:

« No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo —la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la arrogancia del dinero—, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo» (1 Jn 2, 15-16).

Todo esto no conduce nunca a perder de vista que el mundo en sí mismo, a pesar de todo, es y seguirá siendo, la realidad buena creada por Dios, que Dios ama y que ha venido a salvar, no a juzgar: «Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16).

La actitud hacia el mundo que Jesús propone a sus discípulos está encerrada en dos preposiciones: estar en el mundo, pero no ser del mundo: «Ya no voy a estar en el mundo —dice dirigido al Padre—; pero ellos están en el mundo [...]. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo» (Jn 17,11.16).

Durante los tres primeros siglos, los discípulos se muestran conscientes de esta posición suya única. La Carta a Diogneto, escrito anónimo de final del siglo II, describe así el sentimiento que los cristianos tenían de sí mismos en el mundo:

«Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por sus costumbres. Ellos, en efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto. Su sistema doctrinal no ha sido inventado gracias al talento y especulación de hombres estudiosos, ni profesan, como otros, una enseñanza basada en autoridad de hombres. Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble. Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña. Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho. Viven en la carne, pero no según la carne».

Sinteticemos al máximo la continuación de la historia. Cuando el cristianismo se convierte en religión tolerada y luego muy pronto protegida y favorecida, la tensión entre el cristiano y el mundo tiende inevitablemente a atenuarse, porque el mundo ya se ha convertido, o al menos es considerado, «un mundo cristiano». Se asiste así a un doble fenómeno. Por una parte, los grupos de creyentes deseosos de permanecer como sal de la tierra y no perder el sabor, huyen, también físicamente, del mundo y se retiran al desierto. Nace el monacato teniendo como enseña el lema dirigido al monje Arsenio: « Fuge, tasce, quiesce», «Huye, calla, vive retirado».

Al mismo tiempo, los pastores de la Iglesia y los espíritus más iluminados tratan de adaptar el ideal del apartamiento del mundo a todos los creyentes, proponiendo una huida no material, sino espiritual del mundo. San Basilio en Oriente y san Agustín en Occidente conocen el pensamiento de Platón sobre todo en la versión ascética que había asumido con el discípulo Plotino. En esta atmósfera cultural estaba vivo el ideal de la fuga del mundo. Sin embargo, se trataba de una fuga, por así decirlo, en vertical, no en horizontal, hacia arriba, no hacia el desierto. Consiste en elevarse por encima de la multiplicidad de las cosas materiales y las pasiones humanas, para unirse a lo que es divino, incorruptible y eterno.

Los Padres de la Iglesia —los capadocios en primera línea— proponen una ascética cristiana que responde a esta exigencia religiosa y adopta su lenguaje, sin sacrificar nunca a ella, sin embargo, los valores propios del Evangelio. Para empezar, la fuga del mundo inculcada por ellos es obra de la gracia más que del esfuerzo humano. El acto fundamental no está al final del camino, sino en su comienzo, en el bautismo. Por eso, no está reservada a pocos espíritus cultos, sino abierta a todos. San Ambrosio escribirá un tratadito Sobre la huida del mundo, dirigiéndolo a todos los neófitos. La separación del mundo que él propone es sobre todo afectiva: «La fuga —dice— no consiste en abandonar la tierra, sino, permaneciendo en la tierra, en observar la justicia y la sobriedad, en renunciar a los vicios y no al uso de los alimentos».

Este ideal de desprendimiento y fuga del mundo acompañará, en formas diversas, toda la historia de la espiritualidad cristiana. Una oración de la liturgia lo resume en el lema: « Terrena despicere et amare caelestia», «despreciar las cosas de la tierra y amar las del cielo».

 

2. La crisis del ideal de la «fuga mundi»

Las cosas han cambiado en la época cercana a nosotros. Nosotros hemos atravesado, a propósito del ideal de la separación del mundo, una fase «crítica», es decir, un período en que dicho ideal fue «criticado» y mirado con sospecha. Esta crisis tiene raíces remotas. Comienza —al menos a nivel teórico— con el humanismo del renacimiento que produce el auge del interés y entusiasmo, a veces de matriz paganizante, por los valores mundanos. Pero el factor determinante de la crisis hay que verlo en el fenómeno de la llamada «secularización», que comenzó con la Ilustración y alcanzó su punto álgido en el siglo )0(.

El cambio más evidente se refiere precisamente al concepto de mundo o de siglo. En toda la historia de la espiritualidad cristiana, la palabra saeculum, había tenido una connotación tendencialmente negativa, o al menos ambigua. Indicaba el tiempo presente sometido al pecado, en oposición al siglo futuro o a la eternidad. Con el paso de pocas décadas, cambió de signo, hasta asumir, en los años '60 y '70, un significado muy positivo. Algunos títulos de libros que salieron en aquellos años, como El significado secular del Evangelio, de Paul van Buren, y La ciudad secular, de Harvey Cox, ponen en evidencia, por sí solos, este significado nuevo, optimista, de «siglo» y de «secular». Nació una «teología de la secularización».

Sin embargo, todo esto ha contribuido a alimentar en algunos un optimismo exagerado respecto del mundo, que no tiene en cuenta suficientemente su otra cara: aquella por la que está «bajo el maligno» y se opone al espíritu de Cristo (cf. Jn 14,17). En un determinado momento nos hemos dado cuenta de que al ideal tradicional de la fuga «del» mundo, se había sustituido, en la mente de muchos (también entre el clero y los religiosos), por el ideal de una fuga «hacia» el mundo, es decir, una mundanización.

En este contexto se escribieron algunas de las cosas más absurdas y delirantes que jamás se han pasado bajo el nombre de «teología». La primera de ellas es la idea de que Dios mismo se seculariza y se mundaniza, cuando se anula como Dios para hacerse hombre. Estamos ante la llamada «Teología de la muerte de Dios». Existe también una sana teología de la secularización en que ésta no es vista como algo opuesto al Evangelio, sino más bien como un producto de él. Pero no es ésa la teología de la que estamos hablando.

Alguien ha hecho notar que las «teologías de la secularización» mencionadas no eran otra cosa que un intento apologético tendente «a proporcionar una justificación ideológica de la indiferencia religiosa del hombre moderno»; eran también «la ideología que las Iglesias necesitaban para justificar su creciente marginación»[1]. Pronto se hizo claro que estábamos en un callejón sin salida; en pocos años no se habló ya casi de teología de la secularización y algunos de sus mismos promotores tomaron distancias.

Como siempre, tocar el fondo de una crisis es la ocasión para volver a interrogar a la Palabra de Dios «viva y eterna». Escuchamos de nuevo, pues, la exhortación de Pablo: «No os amoldéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto».

Para el Nuevo Testamento, ya sabemos cuál es el mundo al cual no debemos conformarnos: no el mundo creado y amado por Dios, no los hombres del mundo a los cuales, al contrario, debemos ir siempre al encuentro, especialmente los pobres, los últimos, los que sufren. El «mezclarse» con este mundo del sufrimiento y la marginación es paradójicamente el mejor modo de «separarse» del mundo, porque es ir allí, de donde el mundo huye con todas sus fuerzas. Es separarse del mismo principio que rige el mundo, que es el egoísmo.

Detengámonos más bien en el significado de lo que sigue: transformarse renovando lo íntimo de nuestra mente. Todo en nosotros comienza por la mente, por el pensamiento. Hay una máxima de sabiduría que dice:

Supervisa los pensamientos porque se convierten en palabras.
Supervisa las palabras porque se convierten en acciones.
Supervisa las acciones porque se convierten en costumbres.
Supervisa las costumbres porque se convierten en tu carácter.
Supervisa tu carácter porque se convierte en tu destino.

Antes que en las obras, el cambio debe realizarse, pues, en el modo de pensar, es decir, en la fe. En el origen de la mundanización hay muchas causas, pero la principal es la crisis de fe. En este sentido, la exhortación del Apóstol no hace más que revitalizar la de Cristo al comienzo de su Evangelio: «Convertíos y creed», ¡convertíos, es decir, creed! Cambiad la manera de pensar; dejad de pensar «según los hombres» y comenzad a pensar «según Dios» (cf. Mt 16,23).

Tenía razón san Tomás de Aquino al decir que «la primera conversión se realiza creyendo»: la prima conversio fit per fidem.

La fe es el terreno de enfrentamiento primario entre el cristiano y el mundo. Por la fe el cristiano ya no es «del» mundo. Cuando leo las conclusiones que sacan los científicos no creyentes de la observación del universo, la visión del mundo que nos dan escritores y cineastas, donde, en el mejor de los casos, Dios es reducido a un vago y subjetivo sentido del misterio y Jesucristo ni siquiera es tomado en cuenta, siento que pertenezco, gracias a la fe, a otro mundo. Experimento la verdad de aquellas palabras de Jesús: «Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis» y quedo perplejo al comprobar cómo Jesús ha previsto esta situación y dado anticipadamente su explicación: «Has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las ha revelado a los sencillos» (Lc 10,21-23).

Entendido en sentido moral, el «mundo» es por definición lo que se niega a creer. El pecado, del que Jesús dice que el Paráclito «convencerá al mundo», es no haber creído en Él (cf. Jn 16,8-9). Juan escribe: «Esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe» (1 Jn 5,4-5). En la carta a los Efesios se lee: «También vosotros estabais muertos por vuestras culpas y vuestros pecados, en los cuales un tiempo vivisteis a la manera de este mundo, siguiendo al príncipe de las potencias del aire, ese Espíritu que ahora obra en los hombres rebeldes» (Ef 2,1-2). El exégeta Heinrich Schlier ha hecho un análisis penetrante de este «espíritu del mundo» considerado por Pablo como el rival directo del «Espíritu de Dios» (1 Cor 2,12). En él desempeña un papel decisivo la opinión pública, hoy también literalmente espíritu «que está en el aire» porque se difunde vía éter.

«Se determinará —escribe— un espíritu de gran intensidad histórica, al que el individuo difícilmente puede sustraerse. Nos atenemos al espíritu general, se considera evidente. Actuar o pensar o decir algo contra él se considera cosa absurda o incluso una injusticia o un delito. Entonces ya no se osa ponerse frente a las cosas y a la situación y sobre todo a la vida de manera diferente a como las presenta... Su característica es interpretar el mundo y la existencia humana a su manera».

Es lo que llamamos «adaptación al espíritu de los tiempos». Actúa como el vampiro de la leyenda. El vampiro se pega a las personas que duermen y mientras le chupa su sangre, al mismo tiempo inyecta en ellas un líquido soporífero que hace que encuentren aún más dulce el sueño, de modo que aquéllas se sumen cada vez más en el sueño y este puede chupar toda la sangre que quiere. Pero el mundo es peor que el vampiro, porque el vampiro no puede adormecer a la presa, sino que se acerca a los que ya duermen. En cambio, el mundo primero duerme a las personas y luego les chupa todas sus energías espirituales, inyectando también una especie de líquido soporífero que hace encontrar el sueño aún más dulce.

El remedio en esta situación es que alguien nos grite al oído: «¡Despierta!». Es lo que hace la palabra de Dios en muchas ocasiones y que la liturgia de la Iglesia nos hace volver a escuchar puntualmente al inicio de la Cuaresma: «Despierta tú que duermes» (Ef 5,14); «¡Es tiempo de despertarse del sueño!» (Rom 13,11).

 

3. Pasa la escena de este mundo

Pero interroguémonos por el motivo por el que el cristiano no debe ajustarse al mundo. No es de naturaleza ontológica, sino escatológica. No se deben tomar las distancias del mundo porque la materia es intrínsecamente mala y enemiga del espíritu, como pensaban los platónicos y algunos escritores influenciados por ellos, sino porque, como dice la Escritura, «pasa la escena de este mundo» (1 Cor 7,31); «el mundo pasa con su concupiscencia, pero quien hace la voluntad de Dios permanece para siempre» (1 Jn 2,17).

Basta detenerse un instante y mirar alrededor para darse cuenta de la verdad de estas palabras. Ocurre en la vida como en la pantalla de televisión: los programas, las llamadas parrillas, se suceden rápidamente y cada uno borra al anterior. La pantalla sigue siendo la misma, pero los programas y las imágenes cambian. Eso sucede con nosotros: el mundo permanece, pero nosotros nos vamos uno detrás de otro. De todos los nombres, los rostros, las noticias que llenan los periódicos y los telediarios de hoy —de todos nosotros— ¿qué quedará de aquí a unos años o décadas? Nada de nada.

Pensemos en qué quedan los mitos de hace 40 años y qué quedará dentro de 40 años de los mitos y las celebridades de hoy. «Sucederá —se lee en Isaías— como cuando un hambriento sueña con comer, como cuando un sediento sueña beber, pero se despierta cansado, con la garganta seca» (Is 29,8). ¿Qué son riquezas, salud, gloria, si no un sueño que se desvanece al despuntar el día? Un pobre, decía san Agustín, una noche tiene un sueño precioso. Sueña que le cae encima una herencia ingente. Durante el sueño se ve revestido de espléndidos vestidos, rodeado de oro y plata, poseedor de campos y viñas; en su orgullo desprecia al propio padre y finge no reconocerlo... Pero se despierta por la mañana y se descubre tal como se había dormido.

«Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré», dice Job (Job 1,21). Ocurrirá lo mismo a los millonarios de hoy con su dinero y a los poderosos que hoy hacen temblar al mundo con su poder. El hombre, visto fuera de la fe, no es más que «un dibujo creado por la ola en la playa del mar a la que borra la ola posterior ».

Hoy hay un nuevo marco en que es particularmente necesario no ajustarse a este mundo: las imágenes. Los antiguos habían acuñado el lema: «Ayunar del mundo» ( nesteuein tou kosmou); hoy se debería entender en el sentido de ayunar de las imágenes del mundo. Hubo un tiempo en que el ayuno de alimentos y bebidas era considerado el más eficaz y necesario. Ya no es así. Hoy se ayuna por muchos otros motivos: sobre todo para mantener la línea. Ningún alimento, dice la Escritura, es en sí mismo impuro, mientras que muchas imágenes lo son. Se han convertido en uno de los vehículos privilegiados con los que el mundo difunde su antievangelio. Un himno de la cuaresma exhorta:

Utamur ergo parcius
Verbis, cibis et potibus,
Somno, iocis et arctius
Perstemus en custodia.

Utilicemos parcamente
palabras, alimentos y bebidas.
Sueño y recreo.
Estemos más atentos en custodiar los sentidos.

A la lista de las cosas que hay que usar parcamente —palabras, alimentos, bebidas y sueño— habría que añadir, las imágenes. Entre las cosas que vienen del mundo y no del Padre, junto a la concupiscencia de la carne y la soberbia de la vida, san Juan pone significativamente «la concupiscencia de los ojos» (1 Jn 2,16). Recordemos cómo cayó el rey David... lo que le ocurrió mirando en la terraza de la casa de al lado, pasa hoy a menudo abriendo algunos sitios en Internet.

Si en algún momento nos sentimos turbados por imágenes impuras, sea por imprudencia propia, sea por la invasión del mundo que caza a la fuerza sus imágenes en los ojos de la gente, imitemos lo que hicieron en el desierto los judíos que eran mordidos por serpientes. En lugar de perdernos en estériles lamentos, o buscar excusas en nuestra soledad y en la incomprensión de los demás, miremos a un Crucifijo o vayamos ante el Santísimo. «Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna» (Jn 3,15). Que el remedio pase por donde ha pasado el veneno, es decir por los ojos.
Con estos propósitos sugeridos por la palabra de san Pablo a los Romanos, y sobre todo con la gracia de Dios, comenzamos, Venerables padres, hermanos y hermanas, nuestra preparación a la Santa Pascua. Hacer Pascua, decía san Agustín, significa «pasar de este mundo al Padre» (Jn 13,1), es decir, ¡pasara lo que no pasa! Es necesario pasar desde el mundo para no pasar con el mundo. Buena y santa Cuaresma.

©Traducción del original italiano Pablo Cervera Barranco

 

 

23/02/2018-17:42
Enrique Soros

EEUU: Los Obispos anuncian el Día Nacional de Llamadas por los Dreamers

(ZENIT — 23 feb. 2018).- Numerosas instituciones de la Iglesia católica se dedican a proteger al migrante. En estos momentos, la lucha principal está concentrada en los jóvenes de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por su sigla en inglés).

Se trata de una orden ejecutiva del expresidente Barack Obama del año 2012 que se dio con el fin de beneficiar a un grupo importante de inmigrantes que llegaron al país antes de cumplir los 16 años, que no cuentan con residencia legal en Estados Unidos, que progresan en sus estudios y no han sido convictos por delito grave.

Son llamados soñadores, "dreamers" en inglés. 800.000 jóvenes se presentaron para ser admitidos en este programa. Los mismos tienen protección legal, pero esta caducará el día 6 de marzo, por orden del presidente Donald Trump. Para que estos jóvenes no pierdan la protección que les otorga la orden ejecutiva DACA, y para proteger a un millón más, se han acentuado potentemente las acciones de petición a los legisladores, para que traten el tema y mantengan los derechos adquiridos.

La semana pasada el Senado no logró reunir los 60 votos necesarios para avanzar en el debate sobre los beneficiarios de DACA. Por esta razón, el cardenal Daniel DiNardo de Galveston-Houston, Texas, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB); el arzobispo José Gómez de Los Ángeles, vicepresidente de USCCB, y el obispo Joe Vásquez de Austin, Texas, presidente del Comité sobre Migración de USCCB, emitieron conjuntamente la siguiente declaración:

"Nos sentimos profundamente decepcionados de que el Senado no haya podido reunirse de manera bipartidista para asegurar protección legislativa a los dreamers. Al estar ya por vencer la fecha límite este 5 de marzo, pedimos una vez más a los miembros del Congreso que demuestren el liderazgo necesario para encontrar una solución justa y humana para estos jóvenes, que diariamente enfrentan creciente ansiedad e incertidumbre.

También estamos anunciando un Día Nacional Católico de Llamadas para Proteger a los Dreamers'. Este próximo fin de semana, pediremos a los fieles de todo el país que llamen a sus miembros del Congreso el próximo lunes 26 de febrero para proteger a los Dreamers de la deportación, proporcionarles un camino hacia la ciudadanía y evitar cualquier daño a las protecciones existentes para las familias y menores no acompañados.

Nuestra fe nos compele a estar con los vulnerables, incluyendo a nuestros hermanos y hermanas inmigrantes. Siempre lo hemos hecho, pero ahora debemos mostrar nuestro apoyo y solidaridad de una manera especial. Ahora es el momento para la acción."

Los Obispos piden que en el llamado a los legisladores, se les solicite proteger de deportación a los soñadores, que se les provea un camino a la ciudadanía, y que se evite dañar en este proceso a la protección existente a familias y a menores sin la compañía de adultos.

Para participar en la campaña los Obispos piden llamar el lunes 26 de febrero a los legisladores del Estado de residencia del peticionante, al número 855-589-5698 y visitando https://justiceforimmigrants.org/what-we-are-working-on/immigration/daca-resource-page/.

La Conferencia de Obispos ofrece videos sobre este tema en su canal de Youtube y en Facebook.com/USCCB. Se ofrece también información para apoyar a los soñadores en https://justiceforimmigrants.org/ y en https://www.sharejourney.org/.

 

 

23/02/2018-12:32
Redacción

Vida Consagrada: Una española en la Secretaría de la Congregación Pontificia

(ZENIT — 23 feb. 2018).- El Papa Francisco ha nombrado Subsecretaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, a la española Sor Carmen Ros, de las Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación, hasta ahora Oficial del mismo dicasterio.

La Oficina de Prensa de la Santa Sede lo ha hecho público este viernes, 23 de febrero de 2018.

 

Hermana Carmen Ros Nortes

Sor Carmen Ros Nortes nació el 20 de diciembre de 1953 en Espinardo, Murcia (España). El 19 de enero de 1986 hizo los votos perpetuos en la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación.

Es diplomada en Teología, Pedagogía Catequética y Ciencias Humanas, todos ellos conseguidos en España.

En 1985 se licenció en Teología, con especialización en Mariología, en el Marianum de Roma.

Ha ocupado diversos cargos en su congregación religiosa y ha sido misionera en Corea del Sur.

Entró a trabajar en la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica el 1 de enero de 1992; actualmente era asistente de estudio. Dentro del dicasterio antes mencionado ha desempeñado varias funciones, tanto en la Oficina del Gobierno Ordinario, vida y apostolado, como en la Oficina de Promoción y Formación.

Es profesora en el Studium del mismo dicasterio.

Fue enviada especial del dicasterio en el VII Encuentro Latinoamericano y Caribeño de Vida Consagrada, (Quito, Ecuador, 13-17 de octubre de 2014).

 

 

23/02/2018-18:22
Isabel Orellana Vilches

Beata Josefa Naval Girbés, 24 de febrero

«Su vida fue una sencilla ofrenda por amor a Dios, a la parroquia y al pueblo. Desde su condición de terciaria carmelita supo ganarse a todos con sus muchas virtudes, llevándoles a la fe. Fue devota de la Eucaristía y de María»

Josefa, la popular y entrañable señora Pepa, estimada por sus vecinos, era una de esas mujeres entregadas a las necesidades ajenas que pasan por el mundo con exquisita caridad. Y cuando ésta se ejerce de forma tan cercana y natural, cuajada de sencillez evangélica, como hizo ella, los gestos de ternura inmersos en el paisaje cotidiano parecen entrar dentro de lo ordinario, de lo previsible; es el fruto de la costumbre. Como es tan fácil habituarse a recibir las dádivas de una persona generosa, a veces, aunque sea de manera inconsciente, puede terminarse por no valorar su quehacer.

Desde que nació en Algemesí, Valencia, España, el 11 de diciembre de 1820, esta beata fue acogida con la alegría que comporta ver cómo florece la vida trayendo consigo el aroma del Creador. Además, el gozo era especialmente visible en el hogar de Francisco y Josefa María que sería bendecido con cinco hijos, prole que ella inauguraba. Poco a poco, con sus virtudes se convirtió en una especie de talismán para los habitantes de su ciudad natal. La pérdida de su madre, cuando tenía 13 años, le instó a depositar su desolación en el regazo de la suprema maestra del dolor: María. En la capilla de los dominicos, postrada de hinojos ante la imagen de la Virgen del Rosario, anegada en llanto se puso bajo su amparo pidiéndole que fuese su madre. A partir de ese momento, Ella sería su punto de referencia. Y seguramente influyó en su decisión de consagrarse a Dios por completo a sus 18 años con voto perpetuo de castidad.

El párroco de San Jaime, Gaspar Silvestre, durante casi tres décadas la condujo firmemente por el sendero de la virtud. Pero ella correspondía con inestimable ayuda atendiendo la parroquia, ocupándose de los ornamentos litúrgicos y del cuidado de los altares. Se había formado en la Enseñanza, escuela que dependía del cabildo catedralicio, y paralelamente, mientras contribuía con su trabajo a las tareas domésticas, aprendió el arte del bordado que ejecutaba con maestría. De esta cualidad se beneficiaba la parroquia en la que se podían apreciar las primorosas labores que salían de sus manos. Y fue además un instrumento fecundo para su apostolado, ya que puso a merced de jóvenes y niñas su buen hacer transmitiéndoles gratuitamente sus conocimientos en un espacio habilitado al efecto en su propio domicilio. Era una ocasión única, que no desperdició, para compartir la fe con ellas y con las madres que las acompañaban mientras les daba clases de lectura o las adiestraba en la costura y bordado. Pero también amas de casa y niños salieron fortalecidos de la «escuela dominical» desde la que catequizaba.

Sin otro anhelo que ofrendarse a sí misma en el entorno que la vio nacer, se hizo terciaria carmelita. Su afán era llevar a todos a Dios. «¡Almas, almas para Dios! ¡No quiero que se condenen! ¡Señor, ayúdame a conseguirlo!», era su ferviente súplica. Por eso aprovechaba cualquier situación en las que se veía inmersa para evangelizar. Era bien conocida por su generosidad ilimitada. Atendía y socorría a huérfanos y toda clase de desfavorecidos, consolaba a los enfermos, a quienes visitaba asiduamente, y siempre disponía de sus recursos económicos para ayudar a quien lo precisaba. Supo ganarse a la gente con su talante clarividente, conciliador, lleno de prudencia, puesto de relieve en los acertados consejos que proporcionaba a unos y a otros.

Además de participar diariamente en la misa, dedicaba muchas horas diarias a la oración, clave en toda consagración que culmina en los altares. El ejercicio de las virtudes de la humildad, paciencia, abnegación, silencio y fidelidad en la obediencia eran características en su vida. Siempre mostró su devoción a la Eucaristía y a María. Entre los santos, tenía predilección por Juan de la Cruz. Con su autoridad moral contribuyó a que muchos alejados se integraran en la parroquia. De la multitud de actos de caridad que se podrían referir de ella, el brillo de esta virtud principal se hizo particularmente ostensible durante la epidemia de cólera de 1885.

Su existencia prosiguió sin mayor notoriedad, guiada por el afán de hacer el bien a todos, hasta que la sencilla y fecunda ofrenda de amor que había trazado con su vida esta admirable laica, culminó el 24 de febrero de 1893 cuando tenía 73 años. Juan Pablo II la beatificó el 25 de septiembre de 1988.