Servicio diario - 17 de enero de 2018


 

Misa en Temuco, Chile: "Señor, haznos artesanos de unidad"
Rosa Die Alcolea

Francisco da la contraseña a los jóvenes: "¿Qué haría Cristo en mi lugar?"
Rosa Die Alcolea

Pontificia Universidad Católica de Chile: Conocimiento "al servicio de la vida"
Rosa Die Alcolea

Chile: El Papa escucha los sufrimientos de las víctimas de abuso, ora y "llora" con ellas
Anita Bourdin

Chile: Misa por el progreso de los pueblos en la capital de La Araucanía
Rosa Die Alcolea

Mons. Héctor Eduardo Vargas: Gracias por su presencia de Padre y su testimonio de Cristo Pastor
Redacción

Araucanía, Chile: El Papa almuerza con 11 habitantes de la región
Redacción

Santuario San Alberto Hurtado: El Papa dialoga con los jesuitas y con la comunidad "Hogar de Cristo"
Anita Bourdin

Chile y Perú: Programa del jueves, 18 enero 2018
Redacción

Orden de la Merced: El Papa invita a "redescubrir el Primer amor de la Orden"
Redacción

Beata Regina Protmann, 18 de enero
Isabel Orellana Vilches


 

 

17/01/2018-14:32
Rosa Die Alcolea

Misa en Temuco, Chile: "Señor, haznos artesanos de unidad"

(ZENIT — 17 enero 2018).- "Nos necesitamos desde nuestras diferencias para que esta tierra siga siendo bella. Es la única arma que tenemos contra la «deforestación» de la esperanza. Por eso pedimos: Señor, haznos artesanos de unidad".

Son palabras del Papa Francisco en la homilía que ha ofrecido a las 150.000 personas que han participado en la "Misa por el progreso de los pueblos", celebrada en el Aeródromo de Maquehue, en Temuco, capital de La Araucanía (sur de Chile), en la mañana de este miércoles 17 de enero de 2018.

Francisco ha comenzado su reflexión con unas palabras en lengua mapuche: «Mari, Mari» (Buenos días); «Küme tünngün ta niemün» (La paz esté con ustedes), y ha recordado a “todos los que sufrieron y murieron” en este aeródromo de Maquehue, en el cual tuvieron lugar graves violaciones de derechos humanos, y ha pedido “por los que cada día llevan sobre sus espaldas el peso de tantas injusticias”.

 

Solidaridad para tejer la unidad

El Santo Padre ha señalado de la importancia de la "unidad" al pueblo chileno: "La unidad que nuestros pueblos necesitan reclama que nos escuchemos, pero principalmente que nos reconozcamos. Esto nos introduce en el camino de la solidaridad como forma de tejer la unidad, como forma de construir la historia".

"La unidad, si quiere construirse desde el reconocimiento y la solidaridad, no puede aceptar cualquier medio para lograr este fin", ha anunciado Francisco.

 

Cultura del reconocimiento mutuo

En primer lugar —ha explicado—"Debemos estar atentos a la elaboración de 'bellos' acuerdos que nunca llegan a concretarse. Bonitas palabras, planes acabados, sí —y necesarios—, pero que al no volverse concretos terminan borrando con el codo, lo escrito con la mano'. Esto también es violencia, porque frustra la esperanza", ha advertido el Pontífice.

Es imprescindible defender —en segundo lugar— que una cultura del reconocimiento mutuo no puede construirse en base a la violencia y destrucción que termina cobrándose vidas humanas.

"La violencia termina volviendo mentirosa la causa más justa", ha asegurado el Papa. "La violencia —ha continuado— termina volviendo mentirosa la causa más justa. Por eso decimos 'no a la violencia que destruye", en ninguna de sus dos formas".

RD

A continuación sigue el texto completo de la homilía del Papa Francisco en Temuco.

 

Homilía del Papa Francisco

«Mari, Mari» (Buenos días)
«Küme tünngün ta niemün» (La paz esté con ustedes) (Lc 24,36).

Doy gracias a Dios por permitirme visitar esta linda parte de nuestro continente, la Araucanía: Tierra bendecida por el Creador con la fertilidad de inmensos campos verdes, con bosques cuajados de imponentes araucarias —el quinto elogio realizado por Gabriela Mistral a esta tierra chilena—,[1] sus majestuosos volcanes nevados, sus lagos y ríos llenos de vida. Este paisaje nos eleva a Dios y es fácil ver su mano en cada criatura. Multitud de generaciones de hombres y mujeres han amado y aman este suelo con celosa gratitud. Y quiero detenerme y saludar de manera especial a los miembros del pueblo Mapuche, así como también a los demás pueblos originarios que viven en estas tierras australes: rapanui (Isla de Pascua), aymara, quechua y atacameños, y tantos otros.

Esta tierra, si la miramos con ojos de turistas, nos dejará extasiados, pero luego seguiremos nuestro rumbo sin más; pero si nos acercamos a su suelo, lo escucharemos cantar: «Arauco tiene una pena que no la puedo callar, son injusticias de siglos que todos ven aplicar».[2]

En este contexto de acción de gracias por esta tierra y por su gente, pero también de pena y dolor, celebramos la Eucaristía. Y lo hacemos en este aeródromo de Maquehue, en el cual tuvieron lugar graves violaciones de derechos humanos. Esta celebración la ofrecemos por todos los que sufrieron y murieron, y por los que cada día llevan sobre sus espaldas el peso de tantas injusticias. La entrega de Jesús en la cruz carga con todo el pecado y el dolor de nuestros pueblos, un dolor para ser redimido.

En el Evangelio que hemos escuchado, Jesús ruega al Padre para que «todos sean uno» (Jn 17,21). En una hora crucial de su vida se detiene a pedir por la unidad. Su corazón sabe que una de las peores amenazas que golpea y golpeará a los suyos y a la humanidad toda será la división y el enfrentamiento, el avasallamiento de unos sobre otros. ¡Cuántas lágrimas derramadas! Hoy nos queremos agarrar a esta oración de Jesús, queremos entrar con Él en este huerto de dolor, también con nuestros dolores, para pedirle al Padre con Jesús: que también nosotros seamos uno; no permitas que nos gane el enfrentamiento ni la división.

Esta unidad clamada por Jesús es un don que hay que pedir con insistencia por el bien de nuestra tierra y de sus hijos. Y es necesario estar atentos a posibles tentaciones que pueden aparecer y «contaminar desde la raíz» este don que Dios nos quiere regalar y con el que nos invita a ser auténticos protagonistas de la historia.

 

1. Los falsos sinónimos

Una de las principales tentaciones a enfrentar es confundir unidad con uniformidad. Jesús no le pide a su Padre que todos sean iguales, idénticos; ya que la unidad no nace ni nacerá de neutralizar o silenciar las diferencias. La unidad no es un simulacro ni de integración forzada ni de marginación armonizadora. La riqueza de una tierra nace precisamente de que cada parte se anime a compartir su sabiduría con los demás. No es ni será una uniformidad asfixiante que nace normalmente del predominio y la fuerza del más fuerte, ni tampoco una separación que no reconozca la bondad de los demás. La unidad pedida y ofrecida por Jesús reconoce lo que cada pueblo, cada cultura está invitada a aportar en esta bendita tierra. La unidad es una diversidad reconciliada porque no tolera que en su nombre se legitimen las injusticias personales o comunitarias. Necesitamos de la riqueza que cada pueblo tenga para aportar, y dejar de lado la lógica de creer que existen culturas superiores o inferiores. Un bello «chamal» requiere de tejedores que sepan el arte de armonizar los diferentes materiales y colores; que sepan darle tiempo a cada cosa y a cada etapa. Se podrá imitar industrialmente, pero todos reconoceremos que es una prenda sintéticamente compactada. El arte de la unidad necesita y reclama auténticos artesanos que sepan armonizar las diferencias en los «talleres» de los poblados, de los caminos, de las plazas y paisajes. No es un arte de escritorio, ni tan solo de documentos, es un arte de la escucha y del reconocimiento. En eso radica su belleza y también su resistencia al paso del tiempo y de las inclemencias que tendrá que enfrentar.

La unidad que nuestros pueblos necesitan reclama que nos escuchemos, pero principalmente que nos reconozcamos, que no significa tan sólo «recibir información sobre los demás... sino de recoger lo que el Espíritu ha sembrado en ellos como un don también para nosotros».[3] Esto nos introduce en el camino de la solidaridad como forma de tejer la unidad, como forma de construir la historia; esa solidaridad que nos lleva a decir: nos necesitamos desde nuestras diferencias para que esta tierra siga siendo bella. Es la única arma que tenemos contra la «deforestación» de la esperanza. Por eso pedimos: Señor, haznos artesanos de unidad. (Aplauso)

Otra tentación puede venir en la consideración de cuales son las armas de la unidad.

 

2. Las armas de la unidad

La unidad, si quiere construirse desde el reconocimiento y la solidaridad, no puede aceptar cualquier medio para lograr este fin. Existen dos formas de violencia que más que impulsar los procesos de unidad y reconciliación terminan amenazándolos. En primer lugar, debemos estar atentos a la elaboración de «bellos» acuerdos que nunca llegan a concretarse. Bonitas palabras, planes acabados, sí —y necesarios—, pero que al no volverse concretos terminan «borrando con el codo, lo escrito con la mano». Esto también es violencia, porque frustra la esperanza (Aplauso)

En segundo lugar, es imprescindible defender que una cultura del reconocimiento mutuo no puede construirse en base a la violencia y destrucción que termina cobrándose vidas humanas. No se puede pedir reconocimiento aniquilando al otro, porque esto lo único que despierta es mayor violencia y división. La violencia llama a la violencia, la destrucción aumenta la fractura y separación. La violencia termina volviendo mentirosa la causa más justa. Por eso decimos «no a la violencia que destruye», en ninguna de sus dos formas.

Estas actitudes son como lava de volcán que todo arrasa, todo quema, dejando a su paso sólo esterilidad y desolación. Busquemos, en cambio, el camino de la no violencia activa, «como un estilo de política para la paz».[4] Busquemos, en cambio, y no nos cansemos de buscar el diálogo para la unidad. Por eso decimos con fuerza: Señor, haznos artesanos de unidad.

Todos nosotros que, en cierta medida, somos pueblo de la tierra (Gn 2,7) estamos llamados al Buen vivir (Küme Mongen) como nos los recuerda la sabiduría ancestral del pueblo Mapuche. ¡Cuánto camino a recorrer, cuánto camino para aprender! Küme Mongen, un anhelo hondo que brota no sólo de nuestros corazones, sino que resuena como un grito, como un canto en toda la creación. Por eso, hermanos, por los hijos de esta tierra, por los hijos de sus hijos digamos con Jesús al Padre: que también nosotros seamos uno; Señor, haznos artesanos de unidad. (Aplausos)

 

[1] Gabriela Mistral, Elogios de la tierra de Chile.

[2] Violeta Parra, Arauco tiene una pena.

[3] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 246.

[4] Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2017.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

17/01/2018-22:52
Rosa Die Alcolea

Francisco da la contraseña a los jóvenes: "¿Qué haría Cristo en mi lugar?"

(ZENIT — 17 enero 2018), "¿Qué haría Cristo en mi lugar?", el Papa Francisco ha confiado a los jóvenes chilenos la contraseña para conectarse a la red. "Los que puedan, anótenlo en su teléfono —les ha animado— Repítanla, pero ¡úsenla!".

“¡Levantemos nuestras cruces!”, “¡Este es el coro del Papa!”, “¡Esta es la juventud del Papa!” y “¡Francisco, amigo, Chile está contigo!” gritaban los jóvenes chilenos en el encuentro con el Papa Francisco en el Santuario de Maipu, en Chile, este miércoles, 17 de enero de 2018.

“Sin conexión, sin la conexión con Jesús, terminamos ahogando nuestras ideas, nuestros sueños, nuestra fe y nos llenamos de mal humor”, ha anunciado el Santo Padre, a los jóvenes que emocionados aplaudían y levantaban sus cruces de colores.

"Vayan con la única promesa que tenemos —ha exhortado el Papa—: en medio del desierto, del camino, de la aventura, siempre habrá «conexión», existirá un «cargador». No estaremos solos. Siempre gozaremos de la compañía de Jesús, de su Madre y de una comunidad".

"Sean ustedes los jóvenes samaritanos que nunca abandonan a un hombre tirado en el camino", ha exhortado el Papa a los jóvenes chilenos. Y les ha preguntado: "¿Han dejado tirado a alguien por el camino?". "Sean ustedes los jóvenes cirineos que ayudan a Cristo a llevar su cruz y se comprometen con el sufrimiento de sus hermanos", les ha animado.

RD

Sigue el texto del discurso del Santo Padre a los jóvenes chilenos en el Santuario de Maipu, Chile.

 

Discurso del Papa Francisco

Yo también, Ariel, estoy gozoso de estar con ustedes. Gracias por tus palabras de bienvenida en nombre de todos los aquí presentes. Igualmente estoy agradecido de poder compartir este tiempo con ustedes; se bajaron del sofá y se pusieron los zapatos, ¡gracias! (aplauso).

Considero muy importante poder encontrarnos y caminar juntos un rato, ¡que nos ayudemos a mirar hacia delante! Gracias! (aplauso).

Me alegra que este encuentro se realice aquí en Maipú. En esta tierra donde con un abrazo de fraternidad se fundó la historia de Chile (aplauso); en este Santuario que se levanta en el cruce de los caminos del Norte y del Sur, que une la nieve y el océano, y hace que el cielo y la tierra tengan un hogar. Hogar para Chile, hogar para ustedes, queridos jóvenes, donde la Virgen del Carmen los espera y recibe con el corazón abierto. Así como acompañó el nacimiento de esta Nación y acompañó a tantos chilenos a lo largo de estos doscientos años, quiere seguir acompañando esos sueños que Dios pone en vuestro corazón: sueños de libertad, sueños de alegría, sueños de un futuro mejor. Esas ganas, como decías vos, Ariel, de «ser los protagonistas del cambio». Ser protagonistas. La Virgen del Carmen los acompaña para que sean los protagonistas del Chile que sus corazones sueñan. Y sé que el corazón de los jóvenes chilenos sueña, y sueña a lo grande, (no solo cuando están un poco curaditos, no) ¡sueñan a lo grande! porque de estas tierras han nacido experiencias que se fueron expandiendo y multiplicando a lo largo de diferentes países de nuestro continente. ¿Quiénes las impulsaron? Jóvenes como ustedes que se animaron a vivir la aventura de la fe. Porque la fe provoca en los jóvenes sentimientos de aventura que invita a transitar por paisajes increíbles, nada fáciles, nada tranquilos… pero a ustedes les gustan las aventuras y los desafíos.

Excepto los que no se atrevieron a bajarse del sofá y a ponerse los zapatos (...) Es más, se aburren cuando no tienen desafíos que los estimulen. Esto se ve claramente, por ejemplo, cada vez que sucede una catástrofe natural: tienen una capacidad enorme para movilizarse, que habla de la generosidad de sus corazones.

El amor a la patria es un amor a la madre, la llamamos "madre patria" (...) Por eso quise empezar con esta referencia de la madre, y de la madre patria. (...) Si no son patriateros, no van a hacer nada en la tierra. (...)

En mi trabajo como obispo pude descubrir que hay muchas, pero muchas, buenas ideas en los corazones y en las mentes de los jóvenes. Y eso es verdad, ustedes son inquietos, buscadores, idealistas. ¿Saben quién tiene el problema? El problema lo tenemos los grandes que, muchas veces, con cara de sabiondos, decimos: «Piensa así porque es joven, ya va a madurar». Pareciera que madurar es aceptar la injusticia, es creer que nada podemos hacer, que todo fue siempre así. (...)

Y teniendo en cuenta toda la realidad de los jóvenes he querido realizar este año el Sínodo y, antes del Sínodo, el Encuentro de jóvenes para que se sientan y sean protagonistas en el corazón de la Iglesia; que nos ayudemos a que la Iglesia tenga un rostro joven, no precisamente por maquillarse con cremas rejuvenecedoras, sino porque desde su corazón se deja interpelar, se deja cuestionar por sus hijos para poder ser cada día más fiel al Evangelio. ¡Cuánto necesita la Iglesia chilena de ustedes, que nos «muevan el piso» y nos ayuden a estar más cerca de Jesús! Sus preguntas, su querer saber, su querer ser generosos son exigencias para que estemos más cerca de Jesús. Todos estamos invitados una y otra vez a estar cerca de Jesús.

Déjenme contarles una anécdota. Charlando un día con un joven le pregunté qué lo ponía de mal humor. Él me dijo: «Cuando al celular se le acaba la batería o cuando pierdo la señal de internet». Le pregunté: «¿Por qué?». Me responde: «Padre, es simple, me pierdo todo lo que está pasando, me quedo fuera del mundo, como colgado. En esos momentos, salgo corriendo a buscar un cargador o una red de wifi y la contraseña para volverme a conectar».

Eso me hizo pensar que con la fe nos puede pasar lo mismo. Después de un tiempo de camino o del «embale» inicial, hay momentos en los que sin darnos cuenta comienza a bajar «nuestro ancho de banda» y empezamos a quedarnos sin conexión, sin batería, y entonces nos gana el mal humor, nos volvemos descreídos, tristes, sin fuerza, y todo lo empezamos a ver mal. Al quedarnos sin esa «conexión» que le da vida a nuestros sueños, el corazón comienza a perder fuerza, a quedarse también sin batería y como dice esa canción: «El ruido ambiente y soledad de la ciudad nos aíslan de todo. El mundo que gira al revés pretende sumergirme en él ahogando mis ideas».[1]

Sin conexión, sin la conexión con Jesús, terminamos ahogando nuestras ideas, nuestros sueños, nuestra fe y nos llenamos de mal humor. De protagonistas —que lo somos y lo queremos ser— podemos llegar a sentir que vale lo mismo hacer algo que no hacerlo. Quedamos desconectados de lo que está pasando en «el mundo». Comenzamos a sentir que quedamos «fuera el mundo», como me decía ese joven. Me preocupa cuando, al perder «señal», muchos sienten que no tienen nada que aportar y quedan como perdidos. Nunca pienses que no tienes nada que aportar o que no le haces falta a nadie. Nunca. Ese pensamiento, como le gustaba decir a Hurtado, «es el consejo del diablo» que quiere hacerte sentir que no vales nada... pero para dejar las cosas como están. Todos somos necesarios e importantes, todos tenemos algo que aportar.

Los jóvenes del Evangelio que escuchamos hoy querían esa «señal» que los ayudara a mantener vivo el fuego en sus corazones. Querían saber cómo cargar la batería del corazón. Andrés y el otro discípulo —que no dice el nombre, y podemos pensar que ese otro discípulo somos cada uno de nosotros— buscaban la contraseña para conectarse con Aquel que es «Camino, Verdad y Vida» (Jn 14,6). A ellos los guió Juan el Bautista. Y creo que ustedes tienen un gran santo que les puede hacer de guía, un santo que iba cantando con su vida: «contento, Señor, contento». Hurtado tenía una regla de oro, una regla para encender su corazón con ese fuego capaz de mantener viva la alegría. Porque Jesús es ese fuego al cual quien se acerca queda encendido.

La contraseña de Hurtado era muy simple —si se animan me gustaría que la apunten en sus teléfonos—. Él se pregunta: «¿Qué haría Cristo en mi lugar?». En la escuela, en la universidad, en la calle, en casa, entre amigos, en el trabajo; frente al que le hacen bullying: «¿Qué haría Cristo en mi lugar?». Cuando salen a bailar, cuando están haciendo deportes o van al estadio: «¿Qué haría Cristo en mi lugar?». Es la contraseña, la batería para encender nuestro corazón, encender la fe y la chispa en los ojos. Eso es ser protagonistas de la historia. Ojos chispeantes porque descubrimos que Jesús es fuente de vida y alegría. Protagonistas de la historia, porque queremos contagiar esa chispa en tantos corazones apagados, opacos que se olvidaron de lo que es esperar; en tantos que son «fomes» y esperan que alguien los invite y los desafíe con algo que valga la pena. Ser protagonistas es hacer lo que hizo Jesús. Allí donde estés, con quien te encuentres y a la hora en que te encuentres: «¿Qué haría Jesús en mi lugar?». La única forma de no olvidarse de una contraseña es usarla. Todos los días. Llegará el momento en que la sabrán de memoria, y llegará el día en que, sin darse cuenta, su corazón latirá como el de Jesús.

Porque no basta con escuchar alguna enseñanza religiosa o aprender una doctrina; lo que queremos es vivir como Jesús vivió. Por eso los jóvenes del Evangelio le preguntan: «Señor, ¿dónde vives?»;[2] ¿cómo vives? Queremos vivir como Jesús, Él sí que hace vibrar el corazón.

Arriesgarse, correr riesgos. Queridos amigos, sean valientes, salgan «al tiro» al encuentro de sus amigos, de aquellos que no conocen o que están en un momento de dificultad. Vayan con la única promesa que tenemos: en medio del desierto, del camino, de la aventura, siempre habrá «conexión», existirá un «cargador». No estaremos solos. Siempre gozaremos de la compañía de Jesús, de su Madre y de una comunidad. Ciertamente una comunidad que no es perfecta, pero eso no significa que no tenga mucho para amar y para dar a los demás.

Queridos amigos, queridos jóvenes: «Sean ustedes los jóvenes samaritanos que nunca abandonan a un hombre tirado en el camino. Sean ustedes los jóvenes cirineos que ayudan a Cristo a llevar su cruz y se comprometen con el sufrimiento de sus hermanos. Sean como Zaqueo, que transforma su corazón materialista en un corazón solidario. Sean como la joven Magdalena, apasionada buscadora del amor, que sólo en Jesús encuentra las respuestas que necesita. Tengan el corazón de Pedro, para abandonar las redes junto al lago. Tengan el cariño de Juan, para reposar en Él todos sus afectos. Tengan la disponibilidad de María, para cantar con gozo y hacer su voluntad».[3]

Amigos, me gustaría quedarme más tiempo. Gracias por este encuentro y por su alegría. Les pido un favor: no se olviden de rezar por mí.

 

[1] La Ley, Aquí.

[2] Jn 1,38.

[3] Card. Raúl Silva Henríquez, Mensaje a los jóvenes (7 octubre 1979).

© Librería Editorial Vaticano

 

 

17/01/2018-22:34
Rosa Die Alcolea

Pontificia Universidad Católica de Chile: Conocimiento "al servicio de la vida"

(ZENIT — 17 enero 2018).- "El conocimiento siempre debe sentirse al servicio de la vida y confrontarse con ella para poder seguir progresando" es el mensaje que ha transmitido el Papa Francisco a la comunidad universitaria en Chile.

El Santo Padre ha visitado la Pontificia Universidad Católica de Chile, en Santiago, a las 19 hora local (23 h. en Roma) este miércoles, 17 de enero de 2018, en su tercer día del viaje apostólico al país, tras encontrarse con los jóvenes en el Santuario Nacional de Maipú.

La comunidad educativa no puede reducirse a aulas y bibliotecas –ha advertido el Pontífice– sino que “debe ser desafiada continuamente a la participación”. Tal diálogo sólo se puede realizar desde una episteme capaz de asumir una lógica plural, es decir, que asuma la “interdisciplinariedad e interdependencia del saber”, ha señalado.

 

Atención a los pueblos originarios

En este sentido —ha anunciado el Papa— "es indispensable prestar atención a los pueblos originarios con sus tradiciones culturales", a lo que el auditorio ha respondido con un gran aplauso.

A su llegada ha sido recibido en la entrada principal de la Universidad por el Rector y el Vicerrector que lo acompañan, junto con el Arzobispo de Santiago, el Card. Ricardo Ezzati Andrello, por el patio donde había unos 700 estudiantes y un grupo de niños.

El Papa Francisco ha cruzado el patio donde hay alrededor de 1.200 profesionales del mundo académico chileno y ha entrado por la puerta principal del Salón Fresno, donde estaban unos 500 estudiantes.

RD

A continuación, sigue el discurso del Papa Francisco en la Pontificia Universidad Católica de Chile.

 

Discurso del Papa Francisco

Señor Gran Canciller, cardenal Ricardo Ezzati,
hermanos en el episcopado,
señor Rector, Doctor Ignacio Sánchez,
distinguidas autoridades universitarias,
queridos profesores, funcionarios,
queridos alumnos:

Siento alegría por estar junto a ustedes en esta Casa de Estudios que, en sus casi 130 años de vida, ha ofrecido un servicio inestimable al país. Agradezco al señor Rector sus palabras de bienvenida en nombre de todos los presentes.

La historia de esta Universidad está entrelazada, en cierto modo, con la historia de Chile. Son miles los hombres y mujeres que, formándose aquí, han cumplido tareas relevantes para el desarrollo de la patria. Quisiera recordar especialmente la figura de san Alberto Hurtado, en este año que se cumplen 100 años desde que comenzó aquí sus estudios. Su vida se vuelve un claro testimonio de cómo la inteligencia, la excelencia académica y la profesionalidad en el quehacer, armonizadas con la fe, la justica y la caridad, lejos de disminuirse, alcanzan una fuerza profética capaz de abrir horizontes e iluminar el sendero, especialmente para los descartados de la sociedad.

En este sentido, quiero retomar sus palabras, señor Rector, cuando afirmaba: «Tenemos importantes desafíos para nuestra patria, que dicen relación con la convivencia nacional y con la capacidad de avanzar en comunidad».

 

1. Convivencia nacional

Hablar de desafíos es asumir que hay situaciones que han llegado a un punto que exigen ser repensadas. Lo que hasta ayer podía ser un factor de unidad y cohesión, hoy está reclamando nuevas respuestas. El ritmo acelerado y la implantación casi vertiginosa de algunos procesos y cambios que se imponen en nuestras sociedades nos invitan de manera serena, pero sin demora, a una reflexión que no sea ingenua, utópica y menos aún voluntarista. Lo cual no significa frenar el desarrollo del conocimiento, sino hacer de la Universidad un espacio privilegiado «para practicar la gramática del diálogo que forma encuentro».[1] Ya que «la verdadera sabiduría, [es] producto de la reflexión, del diálogo y del encuentro generoso entre las personas».[2]

La convivencia nacional es posible —entre otras cosas— en la medida en que generemos procesos educativos también transformadores, inclusivos y de convivencia. Educar para la convivencia no es solamente adjuntar valores a la labor educativa, sino generar una dinámica de convivencia al interno del propio sistema educativo. No es tanto una cuestión de contenidos sino de enseñar a pensar y a razonar de manera integradora. Lo que los clásicos solían llamar con el nombre de forma mentis.

Y para lograr esto es necesario desarrollar lo que llamaría una alfabetización integradora que sepa acompasar los procesos de transformación que se están produciendo en el seno de nuestras sociedades.

Tal proceso de alfabetización exige trabajar de manera simultánea la integración de los diversos lenguajes que nos constituyen como personas. Es decir, una educación —alfabetización— que integre y armonice el intelecto —la cabeza—, los afectos —el corazón—, y la acción —las manos—. Esto brindará y posibilitará a los estudiantes un crecimiento no sólo armonioso a nivel personal sino, simultáneamente, a nivel social. Urge generar espacios donde la fragmentación no sea el esquema dominante, incluso del pensamiento; para ello es necesario enseñar a pensar lo que se siente y se hace; a sentir lo que se piensa y se hace; a hacer lo que se piensa y se siente. Un dinamismo de capacidades al servicio de la persona y de la sociedad.

La alfabetización, basada en la integración de los distintos lenguajes que nos conforman, irá implicando a los estudiantes en su propio proceso educativo; proceso de cara a los desafíos que el futuro próximo les presentará. El «divorcio» de los saberes y de los lenguajes, el analfabetismo sobre cómo integrar las distintas dimensiones de la vida, lo único que consigue es fragmentación y ruptura social.

En esta sociedad líquida [3] o ligera,[4] como la han querido denominar algunos pensadores, van desapareciendo los puntos de referencia desde donde las personas pueden construirse individual y socialmente. Pareciera que hoy en día la «nube» es el nuevo punto de encuentro, que está marcado por la falta de estabilidad ya que todo se volatiliza y por lo tanto pierde consistencia.

Esta falta de consistencia podría ser una de las razones de la pérdida de conciencia del espacio público. Un espacio que exige un mínimo de trascendencia sobre los intereses privados —vivir más y mejor— para construir sobre cimientos que revelen esa dimensión tan importante de nuestra vida como es el «nosotros». Sin esa conciencia, pero especialmente sin ese sentimiento y, por lo tanto, sin esa experiencia, es y será muy difícil construir la nación, y entonces parecería que lo único importante y válido es aquello que pertenece al individuo, y todo lo que queda fuera de esa jurisdicción se vuelve obsoleto. Una cultura así ha perdido la memoria, ha perdido los ligamentos que sostienen y posibilitan la vida. Sin el «nosotros» de un pueblo, de una familia, de una nación y, al mismo tiempo, sin el nosotros del futuro, de los hijos y del mañana; sin el nosotros de una ciudad que «me» trascienda y sea más rica que los intereses individuales, la vida será no sólo cada vez más fracturada sino más conflictiva y violenta.

La Universidad, en este sentido, tiene el desafío de generar nuevas dinámicas al interno de su propio claustro, que superen toda fragmentación del saber y estimulen a una verdadera universitas.

 

2. Avanzar en comunidad

De ahí, el segundo elemento tan importante para esta casa de estudios: la capacidad de avanzar en comunidad.

He sabido con alegría del esfuerzo evangelizador y de la vitalidad alegre de su Pastoral Universitaria, signo de una Iglesia joven, viva y «en salida». Las misiones que realizan todos los años en diversos puntos del País son un punto fuerte y muy enriquecedor. En estas instancias, ustedes logran alargar el horizonte de sus miradas y entran en contacto con diversas situaciones que, más allá del acontecimiento puntual, los dejan movilizados. El «misionero» nunca vuelve igual de la misión; experimenta el paso de Dios en el encuentro con tantos rostros.

Esas experiencias no pueden quedar aisladas del acontecer universitario. Los métodos clásicos de investigación experimentan ciertos límites, más cuando se trata de una cultura como la nuestra que estimula la participación directa e instantánea de los sujetos. La cultura actual exige nuevas formas capaces de incluir a todos los actores que conforman el hecho social y, por lo tanto, educativo. De ahí la importancia de ampliar el concepto de comunidad educativa.
Esta comunidad está desafiada a no quedarse aislada de los modos de conocer; así como tampoco a construir conocimiento al margen de los destinatarios de los mismos. Es necesario que la adquisición de conocimiento sepa generar una interacción entre el aula y la sabiduría de los pueblos que conforman esta bendecida tierra. Una sabiduría cargada de intuiciones, de «olfato», que no se puede obviar a la hora de pensar Chile. Así se producirá esa sinergia tan enriquecedora entre rigor científico e intuición popular.

Esta estrecha interacción entre ambos impide el divorcio entre la razón y la acción, entre el pensar y el sentir, entre el conocer y el vivir, entre la profesión y el servicio. El conocimiento siempre debe sentirse al servicio de la vida y confrontarse con ella para poder seguir progresando. De ahí que la comunidad educativa no puede reducirse a aulas y bibliotecas, sino que debe ser desafiada continuamente a la participación. Tal diálogo sólo se puede realizar desde una episteme capaz de asumir una lógica plural, es decir, que asuma la interdisciplinariedad e interdependencia del saber. «En este sentido, es indispensable prestar atención a los pueblos originarios con sus tradiciones culturales. (Gran aplauso) No son una simple minoría entre otras, sino que deben convertirse en los principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten a sus espacios». [5]

La comunidad educativa guarda en sí un sinfín de posibilidades y potencialidades cuando se deja enriquecer e interpelar por todos los actores que configuran el hecho educativo. Esto exige un mayor esfuerzo en la calidad y en la integración. El servicio universitario ha de apuntar siempre a ser de calidad y de excelencia, puestas al servicio de la convivencia nacional. En este sentido, podríamos decir que la Universidad se vuelve un laboratorio para el futuro del país, ya que logra incorporar en su seno la vida y el caminar del pueblo superando toda lógica antagónica y elitista del saber.

Cuenta una antigua tradición cabalística que el origen del mal se encuentra en la escisión producida por el ser humano al comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. De esta forma, el conocimiento adquirió un primado sobre la creación, sometiéndola a sus esquemas y deseos.[6] La tentación latente en todo ámbito académico será la de reducir la Creación a unos esquemas interpretativos, privándola del Misterio propio que ha movido a generaciones enteras a buscar lo justo, bueno, bello y verdadero. Y cuando el profesor, por su sapiencialidad, se convierte en «maestro» es capaz de despertar la capacidad de asombro en nuestros estudiantes. ¡Asombro ante un mundo y un universo a descubrir!

Hoy resulta profética la misión que tienen entre manos. Ustedes son interpelados para generar procesos que iluminen la cultura actual, proponiendo un renovado humanismo que evite caer en todo tipo de reduccionismo. Y esta profecía que se nos pide, impulsa a buscar espacios recurrentes de diálogo más que de confrontación; espacios de encuentro más que de división; caminos de amistosa discrepancia, porque se difiere con respeto entre personas que caminan en la búsqueda honesta de avanzar en comunidad hacia una renovada convivencia nacional.

Y si lo piden, no dudo que el Espíritu Santo guiará sus pasos para que esta Casa siga fructificando por el bien del Pueblo de Chile y para la Gloria de Dios.

Les agradezco nuevamente este encuentro, y les pido que no se olviden de rezar por mí.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

17/01/2018-20:46
Anita Bourdin

Chile: El Papa escucha los sufrimientos de las víctimas de abuso, ora y "llora" con ellas

(ZENIT — 17 enero 2018).- El Papa Francisco ha recibido a las víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes en la Nunciatura Apostólica de Santiago de Chile, este martes 16 de enero de 2018: un encuentro "estrictamente privado" indica Greg Burke, así el Santo Padre "ha escuchado sus sufrimientos, ha orado y llorado con ellos".

"El Papa Francisco se ha reunido hoy en la Nunciatura Apostólica de Santiago de Chile, después del almuerzo, con un pequeño grupo de víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes", indica el director de la sala de prensa de la Santa Sede en un comunicado emitido a las 0:58 horas de Roma, en italiano y español.

"El encuentro, ha precisado el comunicado, se ha desarrollado de forma estrictamente privado. Nadie más ha estado presente: solo el Papa y las víctimas. Y esto para que puedan contar sus sufrimientos al Papa Francisco, quien los ha escuchado, ha orado y llorado con ellos".

El tema de los abusos ha estado presente en los discursos del Papa Francisco desde su encuentro con las autoridades del país en el Palacio de La Moneda, este 16 de enero: el Papa Francisco ha expresado su "dolor" y "vergüenza" por los abusos sexuales cometidos por parte de miembros del clero. Ha pedido perdón, ante las autoridades del país.

"Y aquí, ha declarado, no puedo dejar de expresar el dolor y la vergüenza que siento contra el daño irreparable causado a los niños por los ministros de la Iglesia. Quiero unirme a mis hermanos en el episcopado, porque si es justo pedir perdón y de sostener con fuerza a las víctimas, debemos, al mismo tiempo comprometernos para que esto no vuelva a suceder.

En los últimos 15 años, 80 sacerdotes chilenos — de los cuales 4 obispos — han sido condenados, lo que ha contribuido a la desconfianza de los católicos hacia el clero.

Entre los miembros de la Iglesia involucrados en estos crímenes: Fernando Karadima, de 87 años, declarado culpable de abusos sexuales y psicológicos por el Vaticano en 2011. Fue condenado a retirarse a un monasterio para una vida "de oración y de penitencia", sin ninguna misión pastoral, mientras que los hechos fueron prescritos para la justicia chilena.

La Fundación Para la Confianza había pedido una reunión con el Papa antes de su viaje, pero Greg Burke había señalado que "los mejores encuentros son los que tienen lugar en privado": esto es lo que el Papa ha elegido hoy.

El Papa también habló de "este grave y doloroso mal" con los consagrados en la Catedral de Santiago por la tarde, pidiendo la "lucidez de llamar a la realidad por su nombre, la valentía de pedir perdón y la capacidad de aprender a escuchar lo que el Señor nos está diciendo". "Conozco el dolor que han significado los casos de abusos cometidos con los menores y estoy cerca de ellos, lo que hacen para superar este grave y doloroso mal. Dolor por el mal y el sufrimiento de las víctimas y de sus familias que han visto traicionada su confianza que habían depositado en los ministros de la Iglesia. Dolor por el sufrimiento de las comunidades eclesiales, y dolor por vosotros, hermanos, que, además del agotamiento debido a vuestra devoción, habéis vivido el sufrimiento que engendra la sospecha y cuestionamiento, habiendo podido provocar en algunos la duda, el miedo y la falta de confianza. Sé que a veces habéis sido insultados en el metro o caminando por la calle, que estar "vestido como un sacerdote" en muchos lugares se "paga caro". Por eso invito a pedirle a Dios que nos dé la claridad para llamar a la realidad por su nombre, el coraje para pedir perdón y la capacidad de aprender a escuchar lo que el Señor nos está diciendo".

© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo

 

 

17/01/2018-15:31
Rosa Die Alcolea

Chile: Misa por el progreso de los pueblos en la capital de La Araucanía

(ZENIT — 17 enero 2018).- "Señor, haznos artesanos de unidad", es el mensaje que ha repetido el Papa Francisco en su homilía, esta mañana, 17 de enero de 2018, en la "Misa por el progreso de los pueblos", celebrada en Temuco.

“¡Francisco, amigo, el sur está contigo!” coreaban los peregrinos a la espera del Papa Francisco en el Aeródromo de Maquehue, en torno a las 10 horas (14 horas en Roma), a su llegada de Santiago.

Mons. Héctor Eduardo Vargas, Obispo de Temuco, ha recibido al Santo Padre en el Aeródromo de Maquehue, en Temuco, capital de la Araucanía, al sur del país.

La ceremonia ha estado marcada por la tristeza y el dolor del recuerdo "todos los que sufrieron y murieron" en este aeródromo de Maquehue, por los que el Papa ha pedido un momento de silencio y oración, pero a la vez, por la alegría y el entusiasmo del pueblo chileno, que visiblemente se hacía partícipe de este momento tan importante de acción de gracias junto al Santo Padre.

La Eucaristía ha comenzado con la música tradicional de los pueblos originarios del país latinoamericano: Mapuche, rapanui (Isla de Pascua), aymara, quechua y atacameños, quienes vestían trajes típicos con vivos colores y tocaban instrumentos propios de la zona.

Según las autoridades locales —informa la Santa Sede— han participado unas 150.000 personas en esta "Misa por el progreso de los pueblos" que ha celebrado el Papa Francisco.

Francisco ha comenzado su reflexión con unas palabras en lengua mapuche: «Mari, Mari» (Buenos días); «Küme tünngün ta niemün» (La paz esté con ustedes), y ha recordado a “todos los que sufrieron y murieron” en este aeródromo de Maquehue, en el cual tuvieron lugar graves violaciones de derechos humanos, y ha pedido “por los que cada día llevan sobre sus espaldas el peso de tantas injusticias”.

Temuco tienen 290.000 habitantes, ha apuntado ‘Vatican News’ , y es la capital de la Aracaunía, donde habitan los indios mapuches, uno de los pueblos originario de Chile.

Después de la celebración de la Santa Misa, el Papa Francisco se ha trasladado a la Casa "Madre de la Santa Cruz", situada a 10 kilómetros del Aeródromo de Maquehue, para almorzar con algunos habitantes de la Araucanía.

A las 15:30 horas (19:30 h. en Roma), el Santo Padre regresará a Santiago de Chile para asistir al encuentro con los jóvenes en el Santuario de Maipu, que está previsto se celebre a las 17:30 horas (21:30 h. en Roma), y a las 18:30 horas (22:30 h. en Roma), Francisco se dirigirá en automóvil cerrado a la Pontificia Universidad Católica de Chile.

 

 

17/01/2018-16:02
Redacción

Mons. Héctor Eduardo Vargas: Gracias por su presencia de Padre y su testimonio de Cristo Pastor

(ZENIT — 17 enero 2018).- Mons. Héctor Eduardo Vargas, Obispo de Temuco, ha agradecido al Santo Padre "su presencia de Padre y su testimonio de Cristo Pastor en medio nuestro", ha dicho en nombre de las diócesis del Sur.

El obispo chileno ha saludado así al Papa Francisco, al terminar la Santa Misa en al Aeródromo de Maquehue, en Temuco, capital de la Araucanía, al sur de Chile, celebrada en la mañana del miércoles 17 de enero de 2018.
"Santo Padre, usted llega hasta la Diócesis de San José de Temuco, una sencilla Iglesia de periferia, que se esfuerza por hacer realidad la sinodalidad, mediante la activa participación y servicio de tantos agentes pastorales laicos y consagrados, que buscan, junto al Pastor, conocer lo que el Espíritu de la verdad quiere decirle a esta porción del Pueblo de Dios", ha dicho Mons. Vargas.

Así, "nos sentimos llamados a servir y evangelizar en contextos con preocupante porcentaje de desempleo, de persistencia de la pobreza e inequidad, de desintegración familiar, y de serias tensiones políticas, sociales y étnicas", ha expresado el Obispo de Temuco.

 

Saludo del Obispo de Temuco

Querido Santo Padre: ¡Bienvenido a la Araucanía! Con enorme alegría, esperanza y en nombre de las diócesis del Sur, le agradezco profundamente su presencia de Padre y su testimonio de Cristo Pastor en medio nuestro. Gracias por venir a confirmarnos en la fe, por ofrecernos el consuelo y el gozo del Evangelio de la paz, del amor y de la misericordia. Lo acoge con cariño una tierra rica en pluriculturalidad, de naturaleza pródiga en belleza, recursos y oportunidades, de mujeres y hombres esforzados y emprendedores, de mayoría religiosamente creyente, de muchas posibilidades para creer y luchar, por un futuro de desarrollo humano más digno, integral y sustentable para todos.

Santo Padre, usted llega hasta la Diócesis de San José de Temuco, una sencilla Iglesia de periferia, que se esfuerza por hacer realidad la sinodalidad, mediante la activa participación y servicio de tantos agentes pastorales laicos y consagrados, que buscan, junto al Pastor, conocer lo que el Espíritu de la verdad quiere decirle a esta porción del Pueblo de Dios. Así, nos sentimos llamados a servir y evangelizar en contextos con preocupante porcentaje de desempleo, de persistencia de la pobreza e inequidad, de desintegración familiar, y de serias tensiones políticas, sociales y étnicas.

Esto último dice relación con la situación actual del Pueblo Mapuche y la deuda histórica que el Estado mantiene con él. Animados por la fe, nos asiste la convicción que solo mediante el diálogo y la irrenunciable búsqueda de acuerdos, es posible iniciar un camino sin retorno hacia la paz por la justicia, tanto para este noble pueblo, como para el resto de la sociedad local en sus legítimas demandas y anhelos. Gracias a Dios, son muchos quienes desean colaborar.

Por ello, desde la experiencia del encuentro con Cristo, nos sentimos llamados a testimoniar la alegría de ser discípulos del Señor, y por haber sido enviados a esta Araucanía con el tesoro del Evangelio, que deseamos llegue a todos quienes están heridos por las adversidades.

Finalmente, queremos testimoniar que María, Madre de Jesucristo y de sus discípulos, siempre nos ha acogido, cuidado de nuestras personas y trabajos, cobijándonos bajo su maternal protección. Con sentimientos de profunda comunión, gratitud y afecto por usted y ministerio, le encomendamos su servicio como Sucesor de Pedro. Nunca nos cansaremos de pedirle como Madre, perfecta discípula y pedagoga de la evangelización, que a todos nos enseñe a ser hijos en su Hijo, y a hacer con fe valiente en estas tierras, lo que Él nos diga (Jn 2,5).

 

 

17/01/2018-17:46
Redacción

Araucanía, Chile: El Papa almuerza con 11 habitantes de la región

(ZENIT — 17 enero 2018).- El Papa Francisco ha almorzado hoy, miércoles, 17 de enero de 2018, con ocho representantes de la comunidad Mapuche, con una víctima de la violencia rural de la región, un colono suizo-alemán y un inmigrante haitiano, en la Casa "Madre de la Santa Cruz" y con el Obispo de Temuco, Mons. Héctor Eduardo Vargas.

El encuentro se llevó a cabo en un ambiente "íntimo y fraternal", apunta 'Vatican News'. Tras bendecir los alimentos que iban a compartir, degustaron un rico menú compuesto a base de ragout de champiñones, carpaccio de pulpo, pinzas de Jaiba y rissoto de azafrán con verduras salteadas. También hubo espacio para el postre: leche asada.

Debido a la apretada agenda del Pontífice en su tercer día en Chile, el almuerzo no se extendió a más de dos horas, indica el portal informativo del Vaticano.

Antes de abandonar la Casa, el Papa ha estado en la Capilla del Instituto donde se ha encontrado con cerca de 40 personas de la Casa, algún sacerdote anciano y alguna Superiora de la Congregación Religiosa presente en la diócesis.

Al final del encuentro hubo un intercambio de regalos, en el cual el Pontífice entregó al convento un azulejo esmaltado de Nuestra Señora de la Misericordia de Savona.

Los habitantes de La Araucanía con los que comió el Papa son: Sebastián Cayuleo (Comunidad de Boyeco); Rubén Nahuelpán (Buzo mariscador, Comunidad de Nehuentúe); Teresa Hueche (Comunidad de Maquehue); Jaqueline Huircán (Comunidad de Nueva Imperial); Juan Pailahueque (Pequeño agricultor en tierras dadas por el Estado, como reparación); Silvia Llanquileo (Figura religiosa y de salud ancestral de su comunidad De Enoco); Rigoberto Queupul (2° Lonko, figura ancentral en su Comunidad de Conoco; Cultivador de hortalizas y frutales); Patricia Panchillo (Tejedora a telar y artesana de la Comunidad de Cuyimko); Jessica Bascur (Provincia de Malleco ); el colono Alex Hund Diethelm, y Garbens Saint Fort (Migrante haitiano).

 

 

17/01/2018-16:48
Anita Bourdin

Santuario San Alberto Hurtado: El Papa dialoga con los jesuitas y con la comunidad "Hogar de Cristo"

(ZENIT — 17 enero 2018).- En el santuario de S. Alberto Hurtado, jesuita de Chile, el Papa Francisco tuvo un "diálogo profundo y profundo" con los jesuitas y con la comunidad del "Hogar de Cristo" fundada por el jesuita.

Después de reunirse con el clero, las personas consagradas, los obispos y una delegación ecuménica en Santiago de Chile, el Papa Francisco fue en “papamóvil” el martes, 16 de enero de 2018, al santuario de San Alberto Hurtado (1901-1952), beatificado por Juan Pablo II y canonizado por Benedicto XVI.

El Papa Francisco lo citó en particular el 2 de febrero del año pasado citando su famoso “Contento, Señor, contento”, que dijo en las dificultades o los sufrimientos.

El Papa, que hizo su "juniorado" en la Compañía de Jesús en Chile, a principios de los años sesenta, aprendió mucho acerca del fundador de esa época.

Él lo citó muchas veces. Se refugió en su tumba antes de responder las preguntas de los jesuitas en un "diálogo profundo y profundo", dijo el sacerdote jesuita Antonio Spadaro, quien forma parte de la delegación papal en este viaje.

Luego, el Papa se reunió con la comunidad del Hogar de Cristo, fundada por Hurtado, a quien ofreció una pintura de "Jesús misericordioso", pintada por la artista eslovaca Terezia Sedlakova Wutzay e inspirada por la pintura de Cracovia, inspirada a su vez por la espiritualidad de Santa Faustina Kowalska.

La reunión fue animada por el jesuita Pablo Walker. Una madre que, con otras parejas, reparte comidas calientes a los más necesitados, ha demostrado la importancia de trabajar juntos: “La Unión crea comunidad… Es más fácil vivir cuando hacemos comunidad”.

El Papa saludó a muchos miembros de la comunidad, incluyendo personas sin hogar, migrantes, ancianos, discapacitados, desempleados… Un grupo de mujeres le ofreció una Biblia que decoraron la custodia.

Entonces el Papa bendijo la comida preparada para la cena: "Dios bendiga las manos que lo hicieron, las manos que lo distribuyen, las manos que lo reciben. Que también es compartir el camino... y un día el cielo". Luego la asamblea oró y el Papa dio su bendición.

Así terminó la última cita del Papa el día después de su llegada a Chile, en este 22° viaje apostólico.

 

 

17/01/2018-22:50
Redacción

Chile y Perú: Programa del jueves, 18 enero 2018

Jueves 18 enero 2018

SANTIAGO-IQUIQUE-LIMA

8:05 horas (12:05 h. en Roma): Salida en avión del aeropuerto de Santiago para Iquique

10:35 horas (14:35 h. en Roma): Llegada al aeropuerto internacional de Iquique

11:30 horas (15:30 h. en Roma): Santa Misa en el Campus Lobito. Homilía del Santo Padre

14 horas (18 h. en Roma): Almuerzo con el séquito papal en la "Casa de retiros del Santuario Nuestra Señora de Lourdes" de los Padres Oblatos.

16:45 horas (20:45 h. en Roma): Llegada al aeropuerto de Iquique. Ceremonia de despedida

17:05 horas (21:05 h. en Roma): Salida en avión del aeropuerto de Iquique para Lima

Programa completo del viaje

 

 

17/01/2018-20:11
Redacción

Orden de la Merced: El Papa invita a "redescubrir el Primer amor de la Orden"

(ZENIT — 17 enero 2018).- El Papa Francisco les anima a "profundizaren ese cimiento puesto por Cristo y fuera del cual nada se puede construir, redescubriendo el primer amor de la Orden y de la propia vocación, para renovarlos continuamente".

Mensaje del Santo Padre al P. Fray Juan Carlos Saavedra Lucho, Maestro General de la Orden de la Santísima Virgen María de la Merced con motivo del 800° aniversario de dicha Orden, escrito en el Vaticano el 6 de diciembre de 2017, y hecho público por la Santa Sede el 17 de enero de 2018.

El Pontífice expresa en la carta su "cercanía espiritual", animándoles a que este aniversario sirva para la renovación interior y para "impulsar el carisma recibido, siguiendo el camino espiritual que Cristo Redentor les ha trazado".
"El Señor Jesús les mostrará un camino hermoso, por donde transitar con un espíritu renovado. Podrán hacer crecer el don recibido —personal y comunitariamente—, entregándolo y entregándose completamente", les anima el Papa Francisco.

Publicamos a continuación el mensaje que el Santo Padre Francisco ha enviado al P. Fray Juan Carlos Saavedra Lucho:

 

Mensaje del Papa Francisco

Al Reverendísimo Padre Fray Juan Carlos Saavedra Lucho
Maestro General de la Orden de la Bienaventurada María Virgen de la Merced

Querido Hermano:

Al acercarse la fecha en la que la Orden de la Merced, y todos los que se unen a ella con lazos espirituales, recuerdan el octavo centenario de la confirmación pontificia de este instituto por parte del Papa Gregorio IX, quiero unirme a ustedes en su acción de gracias al Señor por todos los dones recibidos a lo largo de este tiempo. Deseo expresarles mi cercanía espiritual, animándoles a que esta circunstancia sirva para la renovación interior y para impulsar el carisma recibido, siguiendo el camino espiritual que Cristo Redentor les ha trazado.

El Señor se hace presente en nuestra vida mostrándonos todo su amor y nos anima a que le correspondamos con generosidad, siendo este el primer mandamiento del santo Pueblo de Dios: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,5). En preparación a este año jubilar ustedes han querido resaltar a tres protagonistas de su historia que pueden significar tres momentos de respuesta al amor de Dios. El primero es san Pedro Nolasco, considerado el fundador de la nueva comunidad y el depositario del carisma entregado por Dios. En esa vocación está el corazón y el tesoro de la Orden, pues tanto la tradición de la misma como la biografía de cada religioso se fundamentan en ese primer amor. En el rico patrimonio de la familia mercedaria, iniciado con los fundadores y enriquecido por los miembros de la comunidad que se han sucedido a lo largo de los siglos, se concitan todas las gracias espirituales y materiales que ustedes han recibido. Este depósito se hace expresión de una historia de amor que se enraíza en el pasado pero que sobre todo, se encarna en el presente y se abre al futuro, en los dones que el Espíritu sigue derramando hoy sobre cada uno de ustedes. No se puede amar lo que no se conoce (cf. San Agustín, Trinidad, X,I1,4), por ello los animo a profundizar en ese cimiento puesto por Cristo y fuera del cual nada se puede construir, redescubriendo el primer amor de la Orden y de la propia vocación, para renovarlos continuamente.

El segundo protagonista en este tríptico es la Virgen Santa, Nuestra Señora de la Merced o, como también la llaman, del Remedio y de Gracia en nuestras necesidades, que suplicamos a Dios y confiamos a su poderosa intercesión. En el original hebreo la expresión que traducimos «amarás al Señor con toda el alma» tiene el sentido de «hasta la última gota de nuestra sangre». Por eso, el ejemplo de María se identifica con este verso del «Shemá». Ella se proclama como la «esclava del Señor», y se pone en camino «apresuradamente» (Lc 1,38-39), para llevar la buena noticia del reino a su prima Isabel. Es la respuesta de Dios al clamor del pueblo que espera la liberación (cf. Ex 3,7 y Lc 1,13). Así, es maestra de consagración a Dios y al pueblo, en la disponibilidad y el servicio, en la humildad y la sencillez de una vida oculta, totalmente entregada a Dios, en el silencio y en la oración. Es un compromiso que nos evoca el sacrificio de los antiguos padres redentores, que se quedaban ellos mismos «en rehenes», como prenda de la libertad de los cautivos. Por ello, les ruego que este propósito de ser completamente suyos se refleje no sólo en las obras apostólicas de vanguardia, sino en el trabajo cotidiano y humilde de cada religioso, como también en los monasterios contemplativos que, con el silencio orante y en el sacrificio escondido, sostienen maternalmente la vida de la Orden y de la Iglesia.

El tercer protagonista que completa el cuadro de la historia del Instituto es Cristo Redentor, en él damos un salto cualitativo, pues pasamos de los discípulos al Maestro. Como al joven rico, Jesús nos interpela con una pregunta que nos toca profundamente: ¿Quieres ser perfecto? (cf. Mt 19,21; 5,48). No vale un conocimiento teórico, ni siquiera una adhesión sincera a los preceptos de la Ley divina «desde la juventud» (Mc 10,20); sino que Jesús nos mira a los ojos y nos ama, pidiéndonos que lo dejemos todo por seguirle. El amor se aquilata en el fuego del riesgo, en la capacidad de poner sobre la mesa todas las cartas y de apostar fuerte, por esa esperanza que no defrauda. Sin embargo, muchas veces, las decisiones personales y comunitarias que más nos cuestan son las que afectan a nuestras pequeñas y, a veces, mundanas seguridades. Todos estamos llamados a vivir la alegría que brota del encuentro con Jesús, para vencer nuestro egoísmo, salir de nuestra propia comodidad y atrevemos a llegar a toda periferia que necesita la luz del Evangelio (cf. Evangelii gaudium, 20). Podemos responder al Señor con generosidad cuando experimentamos que somos amados por Dios a pesar de nuestro pecado y nuestra inconsistencia.

Queridos hermanos y hermanas:

El Señor Jesús les mostrará un camino hermoso, por donde transitar con un espíritu renovado. Podrán hacer crecer el don recibido —personal y comunitariamente—, entregándolo y entregándose completamente, como el grano de trigo que si no muere no puede dar fruto (cf. Jn 12,24). Pido al Señor que les dé la fuerza para abandonar lo que les ata y asumir su cruz, de modo que dejando el manto y agarrando su camilla (Mc 10,50; 2,1-12) puedan seguirlo por el camino y habitar en su casa por siempre.

Por favor, les ruego que no dejen de rezar por mí. Que Jesús bendiga a todos los miembros de la Orden y de la entera familia mercedaria, y la Virgen Santa los cuide.

Fraternalmente,

Francisco PP.

Vaticano, 6 de diciembre de 2017
Memoria de san Pedro Pascual

© Librería Editorial Vaticano

 

 

17/01/2018-08:00
Isabel Orellana Vilches

Beata Regina Protmann, 18 de enero

«El encomiable hábito de leer vidas de santos, que tantas vocaciones ha dado a la Iglesia, tiene otro de sus frutos en esta fundadora de origen burgués que renunció a su alto estatus social y se puso al servicio de los indigentes»

Nació el año 1552 en el seno de una familia católica de la burguesía polaca de Braunsberg-Ermland (actualmente Braniewo). Hasta los 19 años disfrutó de su privilegiada situación pasando gran parte del tiempo entregada a placeres accesibles a ella dada su pertenencia a una elevada clase social. El lujo de la época, las fiestas y entretenimientos diversos ocupaban su quehacer. Ahora bien, esta forma de vida, que compartía con jóvenes de su posición como algo natural, no influía en el trato con sus padres, que era tierno y respetuoso, fruto de la excelente educación que había recibido tanto humana como espiritual.

La costumbre de leer vidas de santos en el hogar, que muchas familias han adoptado a lo largo de la historia, es una loable acción pedagógica, de sesgo claramente evangelizador, que ha ejercido en no pocas ocasiones un poderoso influjo en la decisión de los hijos, ya que los modelos de esos hombres y mujeres que han rubricado la historia con su renuncia y generosidad son seres reales que ponen de relieve la accesibilidad de una vocación que es invitación universal efectuada por el mismo Cristo. Peter Protmann reunía a sus hijos todas las noches y les daba a conocer el devenir de estos insignes heraldos de Dios, transmitiéndoles, a la par, tradiciones históricas ejemplares para su acontecer. Entre todas las biografías que fue conociendo, a Regina le impresionó la vida de santa Catalina de Alejandría, cuyo nombre llevaba el templo en el que fue bautizada. Aunque era una líder nata entre sus amistades, la influencia de este fructífero hábito de su padre había ido calando en su corazón, y acariciaba la idea de imitar a su santa preferida. No demoró mucho tiempo su decisión.

Tenía 19 años, una edad espléndida, cuando abandonó los fabulosos medios que habían puesto a su alcance, desestimó un posible matrimonio con un acomodado caballero, y se embarcó en la misión que iba a llevarla a los altares. Desde ese momento la morada en la que se recluyó junto a otras dos compañeras, que se hallaba en estado semi-ruinoso, le sirvió para dar un giro radical a su existencia. Se dedicó por entero a Dios a través de una vida austera, que tenía como pilares la oración, la pobreza y vivencia de la caridad. Llamada a atender fundamentalmente a los enfermos, necesitados, a la infancia sumida en la indigencia y el abandono, erigió la congregación de las Hermanas de Santa Catalina, aprobada en 1603 con el lema «Ora y trabaja». Obra novedosa, en una época que desconocía la vinculación efectiva y simultánea de una vida contemplativa y activa, se centraba en atender a los enfermos en sus domicilios y en los hospitales. Con este carisma Regina abrió una vía para otras fundaciones que seguirían sus pasos. Fue elegida abadesa de la Orden que pronto tuvo muchas vocaciones y se extendió por distintos países del centro y sur de Europa, así como en Brasil y en Togo. Ancianos, enfermos mentales y aquejados por la peste, entre otros, recibían cuidados de las religiosas. En 1586 Regina puso en marcha también otras casas dirigidas principalmente a ofrecer educación cristiana a las niñas.

La beata se abrazó a la cruz dando testimonio del modo en que se ha de cumplir la voluntad del Padre Celestial, como hizo su Divino Hijo. El lema de su vida fue: «como Dios quiera», íntima determinación que incluye numerosas y secretas renuncias cotidianas, que es como se labra la santidad. En ello confluyen todos los que han alcanzado la gloria de Bernini, con independencia de la época histórica en la que hayan vivido. Portaron la cruz elegantemente, superando, con la gracia de Cristo y por amor a Él, dudas, vacilaciones, temores y cualquiera de las deficiencias que advirtieron en sí mismos, amén de soportar con paciencia las que provenían del exterior, sin dejar de materializar la misión a la que fueron llamados. Regina no fue una excepción. Murió en Braunsberg el 18 de enero de 1613, después haber sufrido mucho tras una larga enfermedad que fue especialmente dolorosa. Sus restos fueron trasladados a Grottaferrata, en las inmediaciones de la Ciudad Eterna. Fue beatificada por Juan Pablo II el 13 de junio de 1999.