Servicio diario - 16 de enero de 2018


 

Misa en Santiago de Chile: "¿Quieres paz? Trabaja por la paz"
Redacción

Santiago de Chile: 400.000 personas participan en la Eucaristía del Papa
Rosa Die Alcolea

Chile: Francisco invita a los obispos a recuperar la "conciencia de ser pueblo"
Rosa Die Alcolea

Chile: "Conciencia de ser hombres y mujeres perdonados, fuente de nuestra alegría"
Rosa Die Alcolea

Francisco a las mujeres en prisión de Chile: "Gesten el futuro"
Rosa Die Alcolea

Chile: "Mirar adelante, generar procesos de reinserción"
Redacción

Chile: Seguir trabajando para que la democracia sea "lugar de encuentro de todos"
Rosa Die Alcolea

Santiago de Chile: Reciben al Papa con himnos y alegría en el Palacio de la Moneda
Rosa Die Alcolea

Mons. Santiago Silva: "Queremos que los desafíos se conviertan en oportunidades"
Rosa Die Alcolea

Chile: Programa del miércoles, 17 enero 2018
Redacción

P. Antonio Rivero: "Seguidme y os haré pescadores de hombres"
Antonio Rivero

San Antonio Abad, 17 de enero
Isabel Orellana Vilches


 

 

16/01/2018-14:26
Redacción

Misa en Santiago de Chile: "¿Quieres paz? Trabaja por la paz"

(ZENIT — 16 enero 2018).- "¿Quieres dicha? ¿Quieres felicidad? Felices los que trabajan para que otros puedan tener una vida dichosa. ¿Quieres paz?, trabaja por la paz", ha exhortado el Santo Padre.

El Papa Francisco ha reflexionado a partir del pasaje de las bienaventuranzas del Evangelio, en la Misa celebrada hoy, 16 de enero de 2018, en el parque O'Higgins de Santiago de Chile.

"La bienaventuranza nos hace artífices de paz; nos invita a comprometernos para que el espíritu de la reconciliación gane espacio entre nosotros", anuncia Francisco en la Misa que preside el segundo día en Santiago de Chile.

Así, el Papa ha recordado una frase del Cardenal chileno Raúl Silva Henríquez: «"Si quieres la paz, trabaja por la justicia" ... Y si alguien nos pregunta: "¿qué es la justicia?" o si acaso consiste solamente en "no robar", le diremos que existe otra justicia: la que exige que cada hombre sea tratado como hombre».

"Jesús nos dice: bienaventurados los que se comprometen por la reconciliación. Felices aquellos que son capaces de ensuciarse las manos y trabajar para que otros vivan en paz. Felices aquellos que se esfuerzan por no sembrar división. De esta manera", ha señalado el Sumo Pontífice.

RD

A continuación, ofrecemos la homilía del Papa Francisco en la Misa celebrada en el parque O'Higgins, en Santiago de Chile.

 

Homilía del Papa Francisco

«Al ver a la multitud» (Mt 5,1). En estas primeras palabras del Evangelio encontramos la actitud con la que Jesús quiere salir a nuestro encuentro, la misma actitud con la que Dios siempre ha sorprendido a su pueblo (cf. Ex 3,7). La primera actitud de Jesús es ver, es mirar el rostro de los suyos. Esos rostros ponen en movimiento el amor visceral de Dios. No fueron ideas o conceptos los que movieron a Jesús... son los rostros, son personas; es la vida que clama a la Vida que el Padre nos quiere transmitir.

Al ver a la multitud, Jesús encuentra el rostro de la gente que lo seguía y lo más lindo es ver que ellos, a su vez, encuentran en la mirada de Jesús el eco de sus búsquedas y anhelos. De ese encuentro nace este elenco de bienaventuranzas que son el horizonte hacia el cual somos invitados y desafiados a caminar. Las bienaventuranzas no nacen de una actitud pasiva frente a la realidad, ni tampoco pueden nacer de un espectador que se vuelve un triste autor de estadísticas de lo que acontece. No nacen de los profetas de desventuras que se contentan con sembrar desilusión. Tampoco de espejismos que nos prometen la felicidad con un «clic», en un abrir y cerrar de ojos. Por el contrario, las bienaventuranzas nacen del corazón compasivo de Jesús que se encuentra con el corazón de hombres y mujeres que quieren y anhelan una vida bendecida; de hombres y mujeres que saben de sufrimiento; que conocen el desconcierto y el dolor que se genera cuando «se te mueve el piso» o «se inundan los sueños» y el trabajo de toda una vida se viene abajo; pero más saben de tesón y de lucha para salir adelante; más saben de reconstrucción y de volver a empezar.

¡Cuánto conoce el corazón chileno de reconstrucciones y de volver a empezar; cuánto conocen ustedes de levantarse después de tantos derrumbes! ¡A ese corazón apela Jesús; para ese corazón son las bienaventuranzas!

Las bienaventuranzas no nacen de actitudes criticonas ni de la «palabrería barata» de aquellos que creen saberlo todo pero no se quieren comprometer con nada ni con nadie, y terminan así bloqueando toda posibilidad de generar procesos de transformación y reconstrucción en nuestras comunidades, en nuestras vidas. Las bienaventuranzas nacen del corazón misericordioso que no se cansa de esperar. Y experimenta que la esperanza «es el nuevo día, la extirpación de una inmovilidad, el sacudimiento de una postración negativa» (Pablo Neruda, El habitante y su esperanza, 5).

Jesús, al decirle bienaventurado al pobre, al que ha llorado, al afligido, al paciente, al que ha perdonado... viene a extirpar la inmovilidad paralizante del que cree que las cosas no pueden cambiar, del que ha dejado de creer en el poder transformador de Dios Padre y en sus hermanos, especialmente en sus hermanos más frágiles, en sus hermanos descartados. Jesús, al proclamar las bienaventuranzas viene a sacudir esa postración negativa llamada resignación que nos hace creer que se puede vivir mejor si nos escapamos de los problemas, si huimos de los demás; si nos escondemos o encerramos en nuestras comodidades, si nos adormecemos en un consumismo tranquilizante (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 2). Esa resignación que nos lleva a aislarnos de todos, a dividirnos, separarnos; a hacernos los ciegos frente a la vida y al sufrimiento de los otros.

Las bienaventuranzas son ese nuevo día para todos aquellos que siguen apostando al futuro, que siguen soñando, que siguen dejándose tocar e impulsar por el Espíritu de Dios.

Qué bien nos hace pensar que Jesús desde el Cerro Renca o Puntilla viene a decirnos: bienaventurados... Sí, bienaventurado vos y vos; bienaventurados ustedes que se dejan contagiar por el Espíritu de Dios y luchan y trabajan por ese nuevo día, por ese nuevo Chile, porque de ustedes será el reino de los cielos. «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9).

Frente a la resignación que como un murmullo grosero socava nuestros lazos vitales y nos divide, Jesús nos dice: bienaventurados los que se comprometen por la reconciliación. Felices aquellos que son capaces de ensuciarse las manos y trabajar para que otros vivan en paz. Felices aquellos que se esfuerzan por no sembrar división. De esta manera, la bienaventuranza nos hace artífices de paz; nos invita a comprometernos para que el espíritu de la reconciliación gane espacio entre nosotros. ¿Quieres dicha? ¿Quieres felicidad? Felices los que trabajan para que otros puedan tener una vida dichosa. ¿Quieres paz?, trabaja por la paz.

No puedo dejar de evocar a ese gran pastor que tuvo Santiago cuando en un Te Deum decía: «"Si quieres la paz, trabaja por la justicia" ... Y si alguien nos pregunta: "¿qué es la justicia?" o si acaso consiste solamente en "no robar", le diremos que existe otra justicia: la que exige que cada hombre sea tratado como hombre» (Card. Raúl Silva Henríquez, Homilía en el Te Deum Ecuménico, 18 septiembre 1977).

¡Sembrar la paz a golpe de proximidad (gran aplauso al Papa), a golpe de vecindad! A golpe de salir de casa y mirar rostros, de ir al encuentro de aquel que lo está pasando mal, que no ha sido tratado como persona, como un digno hijo de esta tierra. Esta es la única manera que tenemos de tejer un futuro de paz, de volver a hilar una realidad que se puede deshilachar. El trabajador de la paz sabe que muchas veces es necesario vencer grandes o sutiles mezquindades y ambiciones, que nacen de pretender crecer y «darse un nombre», de tener prestigio a costa de otros. El trabajador de la paz sabe que no alcanza con decir: no le hago mal a nadie, ya que como decía san Alberto Hurtado: «Está muy bien no hacer el mal, pero está muy mal no hacer el bien» (el Papa recibe un gran aplauso) (Meditación radial, abril 1944).

Construir la paz es un proceso que nos convoca y estimula nuestra creatividad para gestar relaciones capaces de ver en mi vecino no a un extraño, a un desconocido, sino a un hijo de esta tierra.

Encomendémonos a la Virgen Inmaculada que desde el Cerro San Cristóbal cuida y acompaña esta ciudad. Que ella nos ayude a vivir y a desear el espíritu de las bienaventuranzas; para que en todos los rincones de esta ciudad se escuche como un susurro: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9).

© Librería Editorial Vaticano

 

 

16/01/2018-15:24
Rosa Die Alcolea

Santiago de Chile: 400.000 personas participan en la Eucaristía del Papa

(ZENIT — 16 enero 2018).- Más de 400.000 personas, según ha indicado Vatican News, han participado en la primera Misa que celebra el Papa Francisco en Chile, 8° país de América Latina que visita.

La Eucaristía ha sido celebrada en el parque O'Higgins, el segundo más grande de la capital de Chile. Según indican en Vatican News, cuenta con una extensión de más de 70 mil metros cuadrados.

Francisco ha coronado la bendita imagen de la Virgen del Carmen y la del Niño Jesús que le acompañaba durante la celebración de la Misa.

En el centro del gran altar preparado para la ceremonia, de color blanco y austero, presidía el enorme crucifijo con la figura de Cristo, y a la derecha, las imágenes de la Virgen del Carmen y el Niño Jesús. También se podían ver las imágenes de los santos chilenos: Santa Teresa de los Andes y San Alberto Hurtado.

Miles de fieles de Chile y de otros países cercanos, como Argentina, ondeaban los banderines y escuchaban al Santo Padre en el inmenso parque O´Higgins, gracias a las pantallas y altavoces colocados por todo el recinto.

Asimismo, en la Misa ha sido muy visible el logo de esta visita apostólica, que lleva por lema: "Mi paz os doy". En este icono, hay 3 elementos principales: La cruz; dos referencias al Papa, que son su firma y el color amarillo del Vaticano; y 3 referencias a Chile: el mapa, el nombre y los colores de su bandera.

Para el momento del ofertorio, han participado un grupo de jóvenes chilenos vestidos con los trajes típicos de las diferentes regiones del país, caracterizados por sus colores y vivos tejidos.

Al final de la Eucaristía, el Arzobispo de Chile ha dirigido al Pontífice unas palabras de gratitud por la visita a Chile.

 

 

16/01/2018-22:41
Rosa Die Alcolea

Chile: Francisco invita a los obispos a recuperar la "conciencia de ser pueblo"

(ZENIT — 16 enero 2018).- "La conciencia de ser pueblo, de ser pueblo de Dios", es la idea que ha retomado el Papa Francisco del encuentro que tuvo en Roma con los obispos de Chile, en la última visita ad limina, celebrada en febrero de 2017.

A las 18:15 horas (22:15 h. en Roma), el Santo Padre Francisco se ha encontrado con cerca de 50 obispos de Chile, en la Sacristía de la Catedral de Santiago. Después del saludo del Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, Mons. Santiago Silva Retamales, el Papa ha pronunciado un discurso.

"Digámoslo claro —ha advertido Francisco— los laicos no son nuestros peones, ni nuestros empleados", y ha indicado que "La falta de conciencia de que la misión es de toda la Iglesia y no del cura o del obispo limita el horizonte, y lo que es peor, coarta todas las iniciativas que el Espíritu puede estar impulsando en medio nuestro".

«El clericalismo, lejos de impulsar los distintos aportes y propuestas, poco a poco va apagando el fuego profético que la Iglesia toda está llamada a testimoniar en el corazón de sus pueblos. El clericalismo se olvida de que la visibilidad y la sacramentalidad de la Iglesia pertenece a todo el Pueblo de Dios (cf. Lumen gentium, 9-14) y no sólo a unos pocos elegidos e iluminados», ha recordado el Papa a los obispos chilenos.

Así, el Pontífice ha pedido que velen contra esta tentación, especialmente en los seminarios y en todo el proceso formativo, y ha reconocido estar preocupado por la formación que reciben los seminaristas en este aspecto.

Al término del encuentro, esperaban al Santo Padre 10 delegados de iglesias no católicas y religiones no cristianas, y después el Papa se ha trasladado en coche al Santuario de San Alberto Hurtado, donde se ha encontrado con sacerdotes jesuitas.

 

Discurso del Papa Francisco

Queridos hermanos:

Agradezco las palabras que el Presidente de la Conferencia Episcopal me ha dirigido en nombre de todos ustedes.

En primer lugar, quiero saludar a Mons. Bernardino Piñera Carvallo, que este año cumplirá 60 años de obispo (es el obispo más anciano del mundo, tanto en edad como en años de episcopado), y que ha vivido cuatro sesiones del Concilio Vaticano II. Hermosa memoria viviente.

Dentro de poco se cumplirá un año de su visita ad limina, ahora me tocó a mí venir a visitarlos y me alegra que este encuentro sea después de haber estado con el «mundo consagrado». Ya que una de nuestras principales tareas consiste precisamente en estar cerca de nuestros consagrados, de nuestros presbíteros. Si el pastor anda disperso, las ovejas también se dispersarán y quedarán al alcance de cualquier lobo. Hermanos, ¡la paternidad del obispo con su presbiterio! Una paternidad que no es ni paternalismo ni abuso de autoridad. Un don a pedir. Estén cerca de sus curas al estilo de san José. Una paternidad que ayuda a crecer y a desarrollar los carismas que el Espíritu ha querido derramar en sus respectivos presbiterios.

Sé que tenemos poco tiempo para este «saludo», pero me gustaría retomar algunos puntos del encuentro que tuvimos en Roma y que puedo resumir en la siguiente frase: la conciencia de ser pueblo.

Uno de los problemas que enfrentan nuestras sociedades hoy en día es el sentimiento de orfandad, es decir, sentir que no pertenecen a nadie. Este sentir «postmoderno» se puede colar en nosotros y en nuestro clero; entonces empezamos a creer que no pertenecemos a nadie, nos olvidamos de que somos parte del santo Pueblo fiel de Dios y que la Iglesia no es ni será nunca de una élite de consagrados, sacerdotes u obispos. No podremos sostener nuestra vida, nuestra vocación o ministerio sin esta conciencia de ser Pueblo. Olvidarnos de esto —como expresé a la Comisión para América Latina—«acarrea varios riesgos y/o deformaciones en nuestra propia vivencia personal y comunitaria del ministerio que la Iglesia nos ha confiado».[1] La falta de conciencia de pertenecer al Pueblo de Dios como servidores, y no como dueños, nos puede llevar a una de las tentaciones que más daño le hacen al dinamismo misionero que estamos llamados a impulsar: el clericalismo, que resulta una caricatura de la vocación recibida.

La falta de conciencia de que la misión es de toda la Iglesia y no del cura o del obispo limita el horizonte, y lo que es peor, coarta todas las iniciativas que el Espíritu puede estar impulsando en medio nuestro. Digámoslo claro, los laicos no son nuestros peones, ni nuestros empleados. No tienen que repetir como «loros» lo que decimos. «El clericalismo, lejos de impulsar los distintos aportes y propuestas, poco a poco va apagando el fuego profético que la Iglesia toda está llamada a testimoniar en el corazón de sus pueblos. El clericalismo se olvida de que la visibilidad y la sacramentalidad de la Iglesia pertenece a todo el Pueblo de Dios (cf. Lumen gentium, 9-14) y no sólo a unos pocos elegidos e iluminados».[2]

Velemos, por favor, contra esta tentación, especialmente en los seminarios y en todo el proceso formativo. Los seminarios deben poner el énfasis en que los futuros sacerdotes sean capaces de servir al santo Pueblo fiel de Dios, reconociendo la diversidad de culturas y renunciando a la tentación de cualquier forma de clericalismo. El sacerdote es ministro de Jesucristo: protagonista que se hace presente en todo el Pueblo de Dios. Los sacerdotes del mañana deben formarse mirando al mañana: su ministerio se desarrollará en un mundo secularizado y, por lo tanto, nos exige a nosotros pastores discernir cómo prepararlos para desarrollar su misión en ese escenario concreto y no en nuestros «mundos o estados ideales». Una misión que se da en unidad fraternal con todo el Pueblo de Dios. Codo a codo, impulsando y estimulando al laicado en un clima de discernimiento y sinodalidad, dos características esenciales en el sacerdote del mañana. No al clericalismo y a mundos ideales que sólo entran en nuestros esquemas pero que no tocan la vida de nadie.

Y aquí, pedir, pedir al Espíritu Santo el don de soñar y trabajar por una opción misionera y profética que sea capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se conviertan en un cauce adecuado para la evangelización de Chile más que para una autopreservación eclesiástica. No le tengamos miedo a despojarnos de lo que nos aparte del mandato misionero.[3]

Hermanos, encomendémonos a la protección maternal de María, Madre de Chile. Recemos juntos por nuestros presbiterios, por nuestros consagrados; recemos por el santo Pueblo fiel de Dios.

 

[1] Carta al Cardenal Marc Ouellet, Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina (21 marzo 2016).

[2] Ihíd.

[3] Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 27.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

16/01/2018-21:32
Rosa Die Alcolea

Chile: "Conciencia de ser hombres y mujeres perdonados, fuente de nuestra alegría"

Encuentro con consagrados y seminaristas: Amar a una Iglesia herida y renovar nuestro "sí"

(ZENIT — 16 enero 2018).- "¿Cómo es la Iglesia que tú amas? ¿Amas a esta Iglesia herida que encuentra vida en las llagas de Jesús?", ha preguntado el Papa Francisco a cada uno de los presentes.

"Somos enviados con la conciencia de ser hombres y mujeres perdonados. Y esa es la fuente de nuestra alegría", ha anunciado el Santo Padre a los religiosos, consagrados y seminaristas congregados en la Catedral de Santiago de Chile, en el encuentro celebrado a las 17:15 horas (21:15 h. en Roma), el martes 16 de enero de 2018.

En este encuentro queremos decirle al Señor: «aquí estamos» para renovar nuestro sí. Queremos renovar juntos la respuesta al llamado que un día inquietó nuestro corazón.

Somos, sí, llamados individualmente pero siempre a ser parte de un grupo más grande —ha aclarado el Papa— "No existe la selfie vocacional. La vocación exige que la foto te la saque otro, ¡qué le vamos a hacer!", ha dicho.

El Papa ha recordado que "una Iglesia con llagas no se pone en el centro, no se cree perfecta, sino que pone allí al único que puede sanar las heridas y tiene nombre: Jesucristo", frase que los presentes en el templo han aplaudido sonoramente.

 

"Pastores que sepan tender una mano"

Francisco ha denunciado que ve con "cierta preocupación" que existen comunidades que "viven arrastradas más por la desesperación de estar en cartelera, por ocupar espacios, por aparecer y mostrarse, que por remangarse y salir a tocar la realidad sufrida de nuestro pueblo fiel".

Así, el Sumo Pontífice ha señalado que "el Pueblo de Dios no espera ni necesita de nosotros superhéroes, espera pastores, consagrados, que sepan de compasión, que sepan tender una mano, que sepan detenerse ante el caído y, al igual que Jesús, ayuden a salir de ese círculo de «masticar» la desolación que envenena el alma".

RD

Sigue el discurso del Papa Francisco a los religiosos, consagrados y seminaristas de Chile.

 

Discurso del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra poder compartir este encuentro con ustedes. Me gustó la manera con la que el Card. Ezzati los iba presentando: aquí están... las consagradas, los consagrados, los presbíteros, los diáconos permanentes, los seminaristas.

Me vino a la memoria el día de nuestra ordenación o consagración cuando, después de la presentación, decíamos: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad». En este encuentro queremos decirle al Señor: «aquí estamos» para renovar nuestro sí. Queremos renovar juntos la respuesta al llamado que un día inquietó nuestro corazón.

Y para ello, creo que nos puede ayudar partir del pasaje del Evangelio que escuchamos y compartir tres momentos de Pedro y de la primera comunidad: Pedro/la comunidad abatida, Pedro/la comunidad misericordiada, y Pedro/la comunidad transfigurada. Juego con este binomio Pedro-comunidad ya que la vivencia de los apóstoles siempre tiene este doble aspecto, uno personal y uno comunitario. Van de la mano y no los podemos separar. Somos, sí, llamados individualmente pero siempre a ser parte de un grupo más grande. No existe la selfie vocacional. La vocación exige que la foto te la saque otro, ¡qué le vamos a hacer!

 

1. Pedro abatido

Siempre me gustó el estilo de los Evangelios de no decorar ni endulzar los acontecimientos, ni de pintarlos bonitos. Nos presentan la vida como viene y no como tendría que ser. El Evangelio no tiene miedo de mostrarnos los momentos difíciles, y hasta conflictivos, que pasaron los discípulos.

Recompongamos la escena. Habían matado a Jesús; algunas mujeres decían que estaba vivo (cf. Lc 24,22-24). Si bien habían visto a Jesús Resucitado, el acontecimiento es tan fuerte que los discípulos necesitarán tiempo para comprender lo sucedido. Comprensión que les llegará en Pentecostés, con el envío del Espíritu Santo. La irrupción del Resucitado llevará tiempo para calar en el corazón de los suyos.

Los discípulos vuelven a su tierra. Van a hacer lo que sabían hacer: pescar. No estaban todos, sólo algunos. ¿Divididos, fragmentados? No lo sabemos. Lo que nos dice la Escritura es que los que estaban no pescaron nada. Tienen las redes vacías.

Pero había otro vacío que pesaba inconscientemente sobre ellos: el desconcierto y la turbación por la muerte de su Maestro. Ya no está, fue crucificado. Pero no sólo Él estaba crucificado, sino que ellos también, ya que la muerte de Jesús puso en evidencia un torbellino de conflictos en el corazón de sus amigos. Pedro lo negó, Judas lo traicionó, los demás huyeron y se escondieron. Solo un puñado de mujeres y el discípulo amado se quedaron. El resto, se marchó. En cuestión de días todo se vino abajo. Son las horas del desconcierto y la turbación en la vida del discípulo. En los momentos «en los que la polvareda de las persecuciones, tribulaciones, dudas, etc., es levantada por acontecimientos culturales e históricos, no es fácil atinar con el camino a seguir. Existen varias tentaciones propias de este tiempo: discutir ideas, no darle la debida atención al asunto, fijarse demasiado en los perseguidores... y creo que la peor de todas las tentaciones es quedarse rumiando la desolación».[1] Sí, quedarse rumiando la desolación.

Como nos decía el Card. Ezzati, «la vida presbiteral y consagrada en Chile ha atravesado y atraviesa horas difíciles de turbulencias y desafíos no indiferentes. Junto a la fidelidad de la inmensa mayoría, ha crecido también la cizaña del mal y su secuela de escándalo y deserción».

Momento de turbulencias. Conozco el dolor que han significado los casos de abusos ocurridos a menores de edad y sigo con atención cuanto hacen para superar ese grave y doloroso mal. Dolor por el daño y sufrimiento de las víctimas y sus familias, que han visto traicionada la confianza que habían puesto en los ministros de la Iglesia. Dolor por el sufrimiento de las comunidades eclesiales, y dolor también por ustedes, hermanos, que además del desgaste por la entrega han vivido el daño que provoca la sospecha y el cuestionamiento, que en algunos o muchos pudo haber introducido la duda, el miedo y la desconfianza. Sé que a veces han sufrido insultos en el metro o caminando por la calle; que ir «vestido de cura» en muchos lados se está «pagando caro». Por eso los invito a que pidamos a Dios nos dé la lucidez de llamar a la realidad por su nombre, la valentía de pedir perdón y la capacidad de aprender a escuchar lo que Él nos está diciendo.

Me gustaría añadir además otro aspecto importante. Nuestras sociedades están cambiando. El Chile de hoy es muy distinto al que conocí en tiempo de mi juventud, cuando me formaba. Están naciendo nuevas y diversas formas culturales que no se ajustan a los márgenes conocidos. Y tenemos que reconocer que, muchas veces, no sabemos cómo insertarnos en estas nuevas circunstancias. A menudo soñamos con las «cebollas de Egipto» y nos olvidamos que la tierra prometida está delante. Que la promesa es de ayer, pero para mañana. Y podemos caer en la tentación de recluimos y aislarnos para defender nuestros planteos que terminan siendo no más que buenos monólogos. Podemos tener la tentación de pensar que todo está mal, y en lugar de profesar una «buena nueva», lo único que profesamos es apatía y desilusión. Así cerramos los ojos ante los desafíos pastorales creyendo que el Espíritu no tendría nada que decir. Así nos olvidamos que el Evangelio es un camino de conversión, pero no sólo de «los otros», sino también de nosotros.

Nos guste o no, estamos invitados a enfrentar la realidad así como se nos presenta. La realidad personal, comunitaria y social. Las redes —dicen los discípulos— están vacías, y podemos comprender los sentimientos que esto genera. Vuelven a casa sin grandes aventuras que contar, vuelven a casa con las manos vacías, vuelven a casa abatidos.

¿Qué quedó de esos discípulos fuertes, animados, airosos, que se sentían elegidos y que habían dejado todo para seguir a Jesús? (cf. Mc 1,16-20); ¿qué quedó de esos discípulos seguros de sí, que irían a prisión y hasta darían la vida por su Maestro (cf. Lc 22,33), que para defenderlo querían mandar fuego sobre la tierra (cf. Lc 9,54), por el que desenvainarían la espada y darían batalla? (cf. Lc 22,49-51); ¿qué quedó del Pedro que increpaba a su Maestro acerca de cómo tendría que llevar adelante su vida? (cf. Mc 8,31-33).

 

2. Pedro misericordiado

Es la hora de la verdad en la vida de la primera comunidad. Es la hora en la que Pedro se confrontó con parte de sí mismo. Con la parte de su verdad que muchas veces no quería ver. Hizo experiencia de su limitación, de su fragilidad, de su ser pecador. Pedro el temperamental, el jefe impulsivo y salvador, con una buena dosis de autosuficiencia y exceso de confianza en sí mismo y en sus posibilidades, tuvo que someterse a su debilidad y pecado. Él era tan pecador como los otros, era tan necesitado como los otros, era tan frágil como los otros. Pedro falló a quien juró cuidar. Hora crucial en la vida de Pedro.

Como discípulos, como Iglesia, nos puede pasar lo mismo: hay momentos en los que nos confrontamos no con nuestras glorias, sino con nuestra debilidad. Horas cruciales en la vida de los discípulos, pero en esa hora es también donde nace el apóstol. Dejemos que el texto nos lleve de la mano.

«Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?» (Jn 21,15).

Después de comer, Jesús invita a Pedro a dar un paseo y la única palabra es una pregunta, una pregunta de amor: ¿Me amas? Jesús no va al reproche ni a la condena. Lo único que quiere hacer es salvar a Pedro. Lo quiere salvar del peligro de quedarse encerrado en su pecado, de que quede «masticando» la desolación fruto de su limitación; del peligro de claudicar, por sus limitaciones, de todo lo bueno que había vivido con Jesús. Jesús lo quiere salvar del encierro y del aislamiento. Lo quiere salvar de esa actitud destructiva que es victimizarse o, al contrario, caer en un «da todo lo mismo» y que al final termina aguando cualquier compromiso en el más perjudicial relativismo. Quiere liberarlo de tomar a quien se le opone como si fuese un enemigo, o no aceptar con serenidad las contradicciones o las críticas. Quiere liberarlo de la tristeza y especialmente del mal humor. Con esa pregunta, Jesús invita a Pedro a que escuche su corazón y aprenda a discernir. Ya que «no era de Dios defender la verdad a costa de la caridad, ni la caridad a costa de la verdad, ni el equilibrio a costa de ambas. Jesús quiere evitar que Pedro se vuelva un veraz destructor o un caritativo mentiroso o un perplejo paralizado»,[2] como nos puede pasar en estas situaciones.

Jesús interrogó a Pedro sobre su amor e insistió en él hasta que este pudo darle una respuesta realista: «Sí, Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero» (Jn 21,17). Así Jesús lo confirma en la misión. Así lo vuelve definitivamente su apóstol.

¿Qué es lo que fortalece a Pedro como apóstol? ¿Qué nos mantiene a nosotros apóstoles? Una sola cosa: «Fuimos tratados con misericordia» (1 Tm 1,12-16). «En medio de nuestros pecados, límites, miserias; en medio de nuestras múltiples caídas, Jesucristo nos vio, se acercó, nos dio su mano y nos trató con misericordia. Cada uno de nosotros podría hacer memoria, repasando todas las veces que el Señor lo vio, lo miró, se acercó y lo trató con misericordia».[3] No estamos aquí porque seamos mejores que otros. No somos superhéroes que, desde la altura, bajan a encontrarse con los «mortales». Más bien somos enviados con la conciencia de ser hombres y mujeres perdonados. (Gran aplauso al Papa) Y esa es la fuente de nuestra alegría. Somos consagrados, pastores al estilo de Jesús herido, muerto y resucitado. El consagrado es quien encuentra en sus heridas los signos de la Resurrección. Es quien puede ver en las heridas del mundo la fuerza de la Resurrección. Es quien, al estilo de Jesús, no va a encontrar a sus hermanos con el reproche y la condena.

Jesucristo no se presenta a los suyos sin llagas; precisamente desde sus llagas es donde Tomás puede confesar la fe. Estamos invitados a no disimular o esconder nuestras llagas. Una Iglesia con llagas es capaz de comprender las llagas del mundo de hoy y hacerlas suyas, sufrirlas, acompañarlas y buscar sanarlas. Una Iglesia con llagas no se pone en el centro, no se cree perfecta, sino que pone allí al único que puede sanar las heridas y tiene nombre: Jesucristo.

(Aplauso de los presentes)

La conciencia de tener llagas nos libera; sí, nos libera de volvernos autorreferenciales, de creernos superiores. Nos libera de esa tendencia «prometeica de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado».[4]

En Jesús, nuestras llagas son resucitadas. Nos hacen solidarios; nos ayudan a derribar los muros que nos encierran en una actitud elitista para estimularnos a tender puentes e ir a encontrarnos con tantos sedientos del mismo amor misericordioso que sólo Cristo nos puede brindar. «¡Cuántas veces soñamos con planes apostólicos expansionistas, meticulosos y bien dibujados, propios de generales derrotados! Así negamos nuestra historia de Iglesia, que es gloriosa por ser historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada en el servicio, de constancia en el trabajo que cansa, porque todo trabajo es sudor de nuestra frente».[5] Veo con cierta preocupación que existen comunidades que viven arrastradas más por la desesperación de estar en cartelera, por ocupar espacios, por aparecer y mostrarse, que por remangarse y salir a tocar la realidad sufrida de nuestro pueblo fiel.

(Gran aplauso al Santo Padre)

Qué cuestionadora reflexión la de ese santo chileno que advertía: «Serán, pues, métodos falsos todos lo que sean impuestos por uniformidad; todos los que pretendan dirigirnos a Dios haciéndonos olvidar de nuestros hermanos; todos los que nos hagan cerrar los ojos sobre el universo, en lugar de enseñarnos a abrirlos para elevar todo al Creador de todo ser; todos los que nos hagan egoístas y nos replieguen sobre nosotros mismos».[6]

El Pueblo de Dios no espera ni necesita de nosotros superhéroes, espera pastores, consagrados, que sepan de compasión, que sepan tender una mano, que sepan detenerse ante el caído y, al igual que Jesús, ayuden a salir de ese círculo de «masticar» la desolación que envenena el alma.

 

3. Pedro transfigurado

Jesús invita a Pedro a discernir y así comienzan a cobrar fuerza muchos acontecimientos de la vida de Pedro, como el gesto profético del lavatorio de los pies. Pedro, el que se resistía a dejarse lavar los pies, comenzaba a comprender que la verdadera grandeza pasa por hacerse pequeño y servidor.[7]

¡Qué pedagogía la de nuestro Señor! Del gesto profético de Jesús a la Iglesia profética que, lavada de su pecado, no tiene miedo de salir a servir a una humanidad herida.

Pedro experimentó en su carne la herida no sólo del pecado, sino de sus propios límites y flaquezas. Pero descubrió en Jesús que sus heridas pueden ser camino de Resurrección. Conocer a Pedro abatido para conocer a Pedro transfigurado es la invitación a pasar de ser una Iglesia de abatidos desolados a una Iglesia servidora de tantos abatidos que conviven a nuestro lado. Una Iglesia capaz de ponerse al servicio de su Señor en el hambriento, en el preso, en el sediento, en el desalojado, en el desnudo, en el enfermo... (cf. Mt 25,35). Un servicio que no se identifica con asistencialismo o paternalismo, sino con conversión de corazón. El problema no está en darle de comer al pobre, vestir al desnudo, acompañar al enfermo, sino en considerar que el pobre, el desnudo, el enfermo, el preso, el desalojado tienen la dignidad para sentarse en nuestras mesas, de sentirse «en casa» entre nosotros, de sentirse familia. Ese es el signo de que el Reino de los Cielos está entre nosotros. Es el signo de una Iglesia que fue herida por su pecado, misericordiada por su Señor, y convertida en profética por vocación.

Renovar la profecía es renovar nuestro compromiso de no esperar un mundo ideal, una comunidad ideal, un discípulo ideal para vivir o para evangelizar, sino crear las condiciones para que cada persona abatida pueda encontrarse con Jesús. No se aman las situaciones ni las comunidades ideales, se aman las personas.

El reconocimiento sincero, dolorido y orante de nuestros límites, lejos de alejarnos de nuestro Señor nos permite volver a Jesús sabiendo que «Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece... Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual»[8]. Qué bien nos hace a todos dejar que Jesús nos renueve el corazón.

Cuando comenzaba este encuentro, les decía que veníamos a renovar nuestro sí, con ganas, con pasión. Queremos renovar nuestro sí, pero realista, porque está apoyado en la mirada de Jesús. Los invito a que cuando vuelvan a casa armen en su corazón una especie de testamento espiritual, al estilo del Cardenal Raúl Silva Henríquez. Esa hermosa oración que comienza diciendo:

«La Iglesia que yo amo es la Santa Iglesia de todos los días... la tuya, la mía, la Santa Iglesia de todos los días... Jesucristo, el Evangelio, el pan, la eucaristía, el Cuerpo de Cristo humilde cada día. Con rostros de pobres y rostros de hombres y mujeres que cantaban, que luchaban, que sufrían. La Santa Iglesia de todos los días».

¿Cómo es la Iglesia que tú amas? ¿Amas a esta Iglesia herida que encuentra vida en las llagas de Jesús?

Gracias por este encuentro, gracias por la oportunidad de renovar el «sí» con ustedes. Que la Virgen del Carmen los cubra con su manto.

Por favor, no se olviden de rezar por mí.

 

[1] Jorge Mario Bergoglio, Las cartas de la tribulación, 9, ed. Diego de Torres, Buenos Aires (1987).

[2] Cf. ibíd.

[3] Videomensaje al CELAM en ocasión del Jubileo extraordinario de la Misericordia en el Continente americano (27 agosto 2016).

[4] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 94.

[5] lbíd., 96.

[6] San Alberto Hurtado, Discurso a jóvenes de la Acción Católica (1943).

[7] «El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,35).

[8] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 11.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

16/01/2018-20:35
Rosa Die Alcolea

Francisco a las mujeres en prisión de Chile: "Gesten el futuro"

(ZENIT — 16 enero 2018).- "Nadie puede ser privado de la dignidad, vosotras sois privadas de la libertad", ha dicho el Papa Francisco a las mujeres en prisión de Santiago de Chile.

Francisco ha visitado este martes, 16 de enero de 2018, el Centro Penitenciario Femenino de Santiago en Santiago de Chile, en el segundo día de su viaje apostólico a Chile y a Perú, donde le recibían más de 600 mujeres, muchas de ellas con sus hijos.

El gimnasio del Centro Penitenciario estaba decorado con tiras de colores, banderines y cajitas con "rosarios de la paz". Los responsables de la Pastoral Penitenciaria han explicado al Papa que en cada tirita hay escrita una frase que él ha dicho en los centros penitenciarios, en sus viajes.

Tras el saludo de la hermana Nelly León, de la Pastoral Penitenciaria, y de la interna Janeth Zurita, las mujeres en prisión han cantado al Santo Padre el himno "Pastor con olor a oveja", compuesto por ellas mismas, inspiradas en las enseñanzas y mensajes de Francisco.

 

"Gestar vida"

El Papa les ha dedicado unas palabras a las mujeres en prisión, en su discurso a enumerado dos ideas: madres e hijos.

Su Santidad ha dicho a las madres: "Muchas de ustedes son madres y saben qué significa gestar la vida. Han sabido «cargar» en su seno una vida y la gestaron. La maternidad nunca es ni será un problema, es un don, uno de los regalos más maravillosos que puedan tener. Hoy tienen un desafío muy parecido: se trata también de gestar vida. Hoy se les pide que gesten el futuro".

 

"Mirar el horizonte"

Queridas hermanas, ha anunciado el Papa: "Todo no da lo mismo. Cada esfuerzo que se haga por luchar por un mañana mejor —aunque muchas veces pareciera que cae en saco roto— siempre dará fruto y se verá recompensado".

De los hijos, el Santo Padre ha dicho: "ellos son fuerza, son esperanza, son estímulo. Son el recuerdo vivo de que la vida se construye para delante y no hacia atrás". En este sentido, ha indicado a las mujeres: "Hoy estás privada de libertad, pero eso no significa que esta situación sea el fin. De ninguna manera. Siempre mirar el horizonte, hacia adelante, hacia la reinserción en la vida corriente de la sociedad".

 

"Dios está de nuestra parte"

Congregación del Buen Pastor, ha dirigido unas palabras al Papa ha agradecido al Santo Padre su visita: "En este gimnasio somos un poco más de 600 mujeres; pero hoy estas mujeres representan aquí, junto a usted, los casi 50 mil hombres y mujeres privados de libertad en Chile. Todos y todas hemos querido estar aquí para darle la bienvenida y agradecerle su presencia. Como usted verá, en las paredes de este lugar hay cientos de rostros, imágenes y palabras que provienen desde las varias cárceles de Chile; desde las cárceles de Arica hasta la de Porvenir.

"Desde esta cárcel —ha expresado la hermana Nelly— testimoniamos la certeza que la vida triunfa sobre la muerte, el bien sobre el mal, la rectitud del corazón a la aridez del egoísmo. Dios está de nuestra parte, de parte de los pobres y marginados de esta tierra; y por eso su presencia; Santo Padre, nos viene a confirmar el camino que hacemos desde la cárcel a la libertad, desde el dolor hacia la alegría".

"Gracias Papa querido. Todos y todas le pedimos su bendición", ha concluido su saludo la religiosa chilena Nelly León.

 

"Pedimos perdón a todos los que herimos"

Janeth Zurita ha dado la bienvenida al Papa en nombre de todos los hombres y mujeres privados de libertad en Chile, y en particular de las mujeres de este Centro, "lugar de privación de libertad, pero no de sueños y esperanzas".

Papa Francisco, ha dicho Janeth, “pedimos perdón a todos los que herimos con nuestro delito. Sabemos que Dios nos perdona, pero pedimos que la sociedad también nos perdone”.

La interna chilena Janeth Zurita ha compartido con el Santo Padre su preocupación: "Papa amigo, nuestros hijos son los que más sufren por nuestros errores. Con nuestra privación de libertad sus sueños se les truncan y este es un profundo dolor para nosotras".

La chilena reclusa ha pedido al Santo Padre que tenga presente en sus oraciones a sus hijos y a ellas; y le ha pedido "que le diga a Dios que tenga misericordia de nuestros niños y niñas ya que ellos también cumplen una condena siendo inocentes", ha pedido.

"Muchas de nosotras conocimos aquí la ternura y misericordia de Dios a través de los capellanes, agentes de pastoral y voluntarias. Todos ellos que, sin esperar nada a cambio, llegan semana a semana a compartir la fe y la gracia de Jesús que nos levanta de la tristeza", ha manifestado la reclusa.

 

 

16/01/2018-22:16
Redacción

Chile: "Mirar adelante, generar procesos de reinserción"

(ZENIT — 16 enero 2018).- "Mirar adelante, generar procesos de reinserción". Este tiene que ser el sueño de ustedes: la reinserción, ha dicho el Papa Francisco a las mujeres del Centro Penitenciario Femenino de Santiago de Chile.

El Papa ha llegado al Centro Penitenciario las 16 horas (20 h, en Roma), y ha sido recibido por el responsable de los capellanía, el jefe de la estructura carcelaria, y 5 capellanes. También, mujeres con sus hijos en brazos han saludado con gran entusiasmo al Santo Padre a su entrada en el recinto.

"La sociedad tiene la obligación, obligación de reinsertarlas a todas. Cuando digo reinsertarlas, digo reinsertarlas a cada una, cada una con el proceso personal de reinserción, una por un camino, otra por otro, una más tiempo, otra menos tiempo, pero es una persona que está en camino hacia la reinserción. Y eso métanselo en la cabeza y exíjanlo. Esto es generar un proceso", ha asegurado el Santo Padre.

RD

Sigue el discurso íntegro del Papa Francisco a las mujeres del Centro Penitenciario Femenino de Santiago de Chile:

 

Discurso del Papa Francisco

Queridas hermanas y hermanos:

Gracias, gracias, gracias por lo que hicieron y gracias por la oportunidad que me dan para visitarlas. Para mí es importante compartir este tiempo con ustedes y poder estar más cerca de tantos hermanos nuestros que hoy están privados de la libertad. Gracias, Hna. Nelly, por sus palabras y especialmente por testimoniar que la vida triunfa siempre sobre la muerte, siempre. Gracias, Janeth, por animarte a compartir con todos nosotros tus dolores y ese valiente pedido de perdón. ¡Cuánto tenemos que aprender de esa actitud tuya llena de coraje y humildad! Te cito: «Pedimos perdón a todos los que herimos con nuestros delitos». Gracias por recordarnos esa actitud sin la cual nos deshumanizamos, todos tenemos que pedir perdón, yo primero, todos, eso los humaniza. Sin esta actitud de pedir perdón perdemos la conciencia de que nos equivocamos y que nos podemos equivocar y que cada día estamos invitados a volver a empezar, de una u otra manera.

También ahora me viene al corazón la frase de Jesús: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra» (Jn 8,7). ¡La conocéis bien! ¿Y saben qué suelo hacer yo en los sermones cuando hablo de que todos tenemos algo adentro o por debilidad, o porque siempre caemos, o lo tenemos muy escondido? Le digo a la gente: "A ver, todos somos pecadores, todos tenemos pecados. No sé, ¿acá hay alguno que no tiene pecados?. Levante la mano". Ninguno se anima a levantar la mano. Él nos invita, Jesús, a dejar la lógica simplista de dividir la realidad en buenos y malos, para ingresar en esa otra dinámica capaz de asumir la fragilidad, los límites e incluso el pecado, para
ayudarnos a salir adelante.

Cuando ingresaba, me esperaban las madres con sus hijos. Ellos me dieron la bienvenida, que bien se puede expresar en dos palabras: madre e hijos.

Madre: muchas de ustedes son madres y saben qué significa gestar la vida. Han sabido «cargar» en su seno una vida y la gestaron. La maternidad nunca es ni será un problema, es un don, es uno de los regalos más maravillosos que puedan tener. Y hoy tienen un desafío muy parecido: se trata también de gestar vida. Hoy a ustedes se les pide que gesten el futuro. Que lo hagan crecer, que lo ayuden a desarrollarse. No solamente por ustedes, sino por sus hijos y por la sociedad toda. Ustedes, las mujeres, tienen una capacidad increíble de poder adaptarse a las situaciones y salir adelante. Quisiera hoy apelar a esa capacidad de gestar futuro, capacidad de gestar futuro que vive en cada una de ustedes. Esa capacidad que les permite luchar contra los tantos determinismos «cosificadores», es decir, que transforman a las personas en cosas, que terminan matando la esperanza. Ninguno de nosotros es cosa, todos somos personas y como personas tenemos esa dimensión de esperanza. No nos dejemos "cosificar": No soy un número, no soy el detenido número tal, soy fulano de tal que gesta esperanza, porque quiere parir esperanza.

Estar privadas de la libertad, como bien nos decías, Janeth, no es sinónimo de pérdida de sueños y de esperanzas. Es verdad, es muy duro, es doloroso, pero no quiere decir perder la esperanza, no quiere decir dejar de soñar. Ser privado de la libertad no es lo mismo que el estar privado de la dignidad, no, no es lo mismo. La dignidad no se toca a nadie, se cuida, se custodia, se acaricia. Nadie puede ser privado de la dignidad. Ustedes están privadas de la libertad. De ahí que es necesario luchar contra todo tipo de corsé, de etiqueta que diga que no se puede cambiar, o que no vale la pena, o que todo da lo mismo. Como dice el tango argentino: "dale que va, que todo es igual, que allá en el horno nos vamos a encontrar...". No es todo lo mismo, no es todo lo mismo. Queridas hermanas, ¡no! Todo no da lo mismo. Cada esfuerzo que se haga por luchar por un mañana mejor —aunque muchas veces pareciera que cae en saco roto—siempre dará fruto y se verá recompensado.

La segunda palabra es hijos: ellos son fuerza, son esperanza, son estímulo. Son el recuerdo vivo de que la vida se construye para delante y no hacia atrás. Hoy estás privada de libertad, eso no significa que esta situación sea el fin. De ninguna manera. Siempre mirar el horizonte, hacia adelante, hacia la reinserción en la vida corriente de la sociedad. Una condena sin futuro no es una condena humana, es una tortura. Toda pena que uno está llevando adelante para pagar una deuda con la sociedad tiene que tener horizonte, es decir, el horizonte de reinsertarme de nuevo y prepararme para la reinserción. Eso exíjanlo a ustedes mismas y a la sociedad. Miren siempre el horizonte, hacia adelante, hacia la reinserción de la vida corriente de la sociedad. Por eso, celebro e invito a intensificar todos los esfuerzos posibles para que los proyectos como el Espacio Mandela y la Fundación Mujer Levántate puedan crecer y robustecerse.

El nombre de la Fundación me hace recordar ese pasaje evangélico donde muchos se burlaban de Jesús por decir que la hija del jefe de la sinagoga no estaba muerta, sino dormida. Se burlaban, se reían de él. Frente a la burla, la actitud de Jesús es paradigmática; entrando donde la chica estaba, la tomó de la mano y le dijo: «¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!» (Mc 5,41). Para todos estaba muerta, para Jesús no. Ese tipo de iniciativas son signo vivo de que este ese Jesús que entra en la vida de cada uno de nosotros, que va más allá de toda burla, que no da ninguna batalla por perdida con tal de tomarnos las manos e invitarnos a levantarnos. Qué bueno que haya cristianos, que haya personas de buena voluntad, que haya personas de cualquier creencia, de cualquier opción religiosa en la vida o no religiosa pero de buena voluntad que sigan las huellas de Jesús y se animen a entrar y a ser signo de esa mano tendida que levanta. Yo te lo pido, ¡levántate! Siempre levantando.

Todos sabemos que muchas veces, lamentablemente, la pena de la cárcel puede ser pensada o reducida a un castigo, sin ofrecer medios adecuados para generar procesos. Es lo que les decía yo sobre la esperanza, es mirar adelante, generar procesos de reinserción. Este tiene que ser el sueño de ustedes: la reinserción. Y si es larga llevar este camino, hacer lo mejor posible para que sea más corta, pero siempre reinserción. La sociedad tiene la obligación, obligación de reinsertarlas a todas. Cuando digo reinsertarlas, digo reinsertarlas a cada una, cada una con el proceso personal de reinserción, una por un camino, otra por otro, una más tiempo, otra menos tiempo, pero es una persona que está en camino hacia la reinserción. Y eso métanselo en la cabeza y exíjanlo. Esto es generar un proceso. En cambio, estos espacios que promueven programas de capacitación laboral y acompañamiento para recomponer vínculos son signo de esperanza y de futuro. Ayudemos a que crezcan. La seguridad pública no hay que reducirla sólo a medidas de mayor control sino, y sobre todo, edificarla con medidas de prevención, con trabajo, educación y mayor comunidad.

Quiero decir que con estos pensamientos quiero bendecir a todos ustedes y también saludar a los agentes de pastoral, a los voluntarios, a los profesionales y, de manera especial, a los funcionarios de Gendarmería y a sus familias. Rezo por ustedes. Ustedes tienen una tarea delicada, una tarea compleja, y por eso los invito, a ustedes, a las autoridades a que puedan también darles, a ustedes las condiciones necesarias para desarrollar su trabajo con dignidad. Dignidad que genera dignidad. La dignidad se contagia, se contagia más que la gripe, la dignidad se contagia, la dignidad genera dignidad.

A María, ella que es Madre y para la cual somos hijos —ustedes son sus hijas—, le pedimos que interceda por ustedes, por cada uno de sus hijos, por las personas que tienen en el corazón, y los cubra con su manto. Y, por favor, les pido que recen por mí porque lo necesito. Gracias.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

16/01/2018-12:39
Rosa Die Alcolea

Chile: Seguir trabajando para que la democracia sea "lugar de encuentro de todos"

(ZENIT — 16 enero 2018).- "Tienen ustedes un reto grande y apasionante: seguir trabajando para que la democracia y el sueño de sus mayores, más allá de sus aspectos formales, sea de verdad lugar de encuentro para todos", ha exhortado el Papa Francisco a los autoridades chilenas.

El Santo Padre ha ofrecido un discurso a la Presidenta Michelle Bachelet, a los miembros del Gobierno de la República y del Cuerpo Diplomático, a los representantes de la sociedad civil y a las autoridades del país, esta mañana, 16 de enero de 2018, a las 8:30 horas (12:30 h. en Roma), en el Palacio de la Moneda, en Santiago.

El Papa les ha felicitado por ser un país que ha destacado en las últimas décadas "por el desarrollo de una democracia que le ha permitido un sostenido progreso", y ha afirmado que las recientes elecciones políticas "fueron una manifestación de la solidez y madurez cívica que han alcanzado", a la vez que ha recordado el 200 aniversario de la declaración de la independencia.

En este sentido, el Pontífice ha animado a seguir adelante: "Cada generación ha de hacer suyas las luchas y los logros de las generaciones pasadas y llevarlas a metas más altas aún" y ha asegurado que "el bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día".

Francisco ha hecho hincapié en que "es preciso escuchar; ha exhortado a escuchar a los parados, a los pueblos originarios, a los migrantes, a los jóvenes, a los ancianos, y a los niños.

 

"Es justo pedir perdón"

Y aquí el Papa se ha detenido para expresar "el dolor y la vergüenza" que siente ante el "daño irreparable causado a niños por parte de ministros de la Iglesia" y ha manifestado unión sus hermanos en el episcopado, "ya que es justo pedir perdón y apoyar con todas las fuerzas a las víctimas, al mismo tiempo que hemos de empeñarnos para que no se vuelva a repetir ha indicado.

Asimismo, el Papa ha invitado a prestar una preferencial atención a nuestra casa común, a escuchar a nuestra casa común.

RD

A continuación, ofrecemos el texto íntegro del discurso del Santo Padre a la presidenta, al gobierno, a las autoridades civiles y al cuerpo diplomático de Chile:

 

Discurso del Papa Francisco

Señora Presidenta,
miembros del Gobierno de la República y del Cuerpo Diplomático,
representantes de la sociedad civil,
distinguidas autoridades,
señoras y señores:

Es para mí una alegría poder estar nuevamente en suelo latinoamericano y comenzar esta visita por esta querida tierra chilena que ha sabido hospedarme y formarme en mi juventud; quisiera que este tiempo con ustedes fuera también un tiempo de gratitud por tanto bien recibido. Me viene a la memoria esa estrofa de vuestro himno nacional:

«Puro, Chile, es tu cielo azulado,
puras brisas te cruzan también,
y tu campo de flores bordado
es la copia feliz del Edén»,

un verdadero canto de alabanza por la tierra que habitan, llena de promesas y desafíos; pero especialmente preñada de futuro.

Gracias señora Presidenta por las palabras de bienvenida que me ha dirigido. En usted quiero saludar y abrazar al pueblo chileno desde el extremo norte de la región de Arica y Parinacota hasta el archipiélago sur «y a su desenfreno de penínsulas y canales».[1] La diversidad y riqueza geográfica que poseen nos permite vislumbrar la riqueza de esa polifonía cultural que los caracteriza.

Agradezco la presencia de los miembros del gobierno; los Presidentes del Senado, de la Cámara de Diputados y de la Corte Suprema, así como las demás autoridades del Estado y sus colaboradores. Saludo al Presidente electo aquí presente, señor Sebastián Piñera Echenique, que ha recibido recientemente el mandato del pueblo chileno de gobernar los destinos del País los próximos cuatro años.

Chile se ha destacado en las últimas décadas por el desarrollo de una democracia que le ha permitido un sostenido progreso. Las recientes elecciones políticas fueron una manifestación de la solidez y madurez cívica que han alcanzado, lo cual adquiere un relieve particular este año en el que se conmemoran los 200 años de la declaración de la independencia. Momento particularmente importante, ya que marcó su destino como pueblo, fundamentado en la libertad y en el derecho, que ha debido también enfrentar diversos períodos turbulentos pero que logró —no sin dolor— superar. De esta forma supieron ustedes consolidar y robustecer el sueño de sus padres fundadores.

En este sentido, recuerdo las emblemáticas palabras del Card. Silva Henríquez cuando en un Te Deum afirmaba: «Nosotros —todos— somos constructores de la obra más bella: la patria. La patria terrena que prefigura y prepara la patria sin fronteras. Esa patria no comienza hoy, con nosotros; pero no puede crecer y fructificar sin nosotros. Por eso la recibimos con respeto, con gratitud, como una tarea que hace muchos años comenzaba, como un legado que nos enorgullece y compromete a la vez». [2]

Cada generación ha de hacer suyas las luchas y los logros de las generaciones pasadas y llevarlas a metas más altas aún. El bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día. No es posible conformarse con lo que ya se ha conseguido en el pasado e instalarse, y disfrutarlo como si esa situación nos llevara a desconocer que todavía muchos hermanos nuestros sufren situaciones de injusticia que nos reclaman a todos.

Tienen ustedes, por tanto, un reto grande y apasionante: seguir trabajando para que la democracia y el sueño de sus mayores, más allá de sus aspectos formales, sea de verdad lugar de encuentro para todos. Que sea un lugar en el que todos, sin excepción, se sientan convocados a construir casa, familia y nación. Un lugar, una casa, una familia, llamada Chile: generoso, acogedor, que ama su historia, que trabaja por su presente de convivencia y mira con esperanza al futuro. Nos hace bien recordar aquí las palabras de san Alberto Hurtado: «Una Nación, más que por sus fronteras, más que su tierra, sus cordilleras, sus mares, más que su lengua o sus tradiciones, es una misión a cumplir».[3] Es futuro. Y ese futuro se juega, en gran parte, en la capacidad de escuchar que tengan su pueblo y sus autoridades.

Tal capacidad de escucha adquiere gran valor en esta nación donde su pluralidad étnica, cultural e histórica exige ser custodiada de todo intento de parcialización o supremacía y que pone en juego la capacidad que tengamos para deponer dogmatismos exclusivistas en una sana apertura al bien común —que si no tiene un carácter comunitario nunca será un bien—. Es preciso escuchar: escuchar a los parados, que no pueden sustentar el presente y menos el futuro de sus familias; a los pueblos originarios, frecuentemente olvidados y cuyos derechos necesitan ser atendidos y su cultura cuidada, para que no se pierda parte de la identidad y riqueza de esta nación. Escuchar a los migrantes, que llaman a las puertas de este país en busca de mejora y, a su vez, con la fuerza y la esperanza de querer construir un futuro mejor para todos. Escuchar a los jóvenes, en su afán de tener más oportunidades, especialmente en el plano educativo y, así, sentirse protagonistas del Chile que sueñan, protegiéndolos activamente del flagelo de la droga que les cobra lo mejor de sus vidas. Escuchar a los ancianos, con su sabiduría tan necesaria y su fragilidad a cuestas. No los podemos abandonar. Escuchar a los niños, que se asoman al mundo con sus ojos llenos de asombro e inocencia y esperan de nosotros respuestas reales para un futuro de dignidad. Y aquí no puedo dejar de manifestar el dolor y la vergüenza que siento ante el daño irreparable causado a niños por parte de ministros de la Iglesia. Me quiero unir a mis hermanos en el episcopado, ya que es justo pedir perdón y apoyar con todas las fuerzas a las víctimas, al mismo tiempo que hemos de empeñarnos para que no se vuelva a repetir.

Con esta capacidad de escucha somos invitados —hoy de manera especial— a prestar una preferencial atención a nuestra casa común, escuchar a nuestra casa común: fomentar una cultura que sepa cuidar la tierra y para ello no conformarnos solamente con ofrecer respuestas puntuales a los graves problemas ecológicos y ambientales que se presentan; en esto se requiere la audacia de ofrecer «una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático» [4] que privilegia la irrupción del poder económico en contra de los sistemas naturales y, por lo tanto, del bien común de nuestros pueblos. La sabiduría de los pueblos originarios puede ser un gran aporte. De ellos podemos aprender que no hay verdadero desarrollo en un pueblo que dé la espalda a la tierra y a todo y a todos los que la rodean. Chile tiene en sus raíces una sabiduría capaz de ayudar a trascender la concepción meramente consumista de la existencia para adquirir una actitud sapiencial frente al futuro.

El alma de la chilenía [ya dijo la presienta que es desconfiada (risas)] es vocación a ser, esa terca voluntad de existir. [5] Vocación a la que todos están convocados y en la que nadie puede sentirse excluido o prescindible. Vocación que reclama una opción radical por la vida, especialmente en todas las formas en la que ésta se vea amenazada.

Agradezco una vez más la invitación de poder venir a encontrarme con ustedes, de encontrarme con el alma de este pueblo; y ruego para que la Virgen del Carmen, Madre y Reina de Chile, siga acompañando y gestando sueños en esta bendita nación.

 

[1] Gabriela Mistral, Elogios de la tierra de Chile.

[2] Homilía en el Te Deum Ecuménico (4 noviembre 1970).

[3] Te Deum (septiembre 1948).

[4] Carta enc. Laudato si', 111.

[5] Cf. Gabriela Mistral, Breve descripción de Chile, en Anales de la Universidad de Chile (14), 1934.

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16/01/2018-13:19
Rosa Die Alcolea

Santiago de Chile: Reciben al Papa con himnos y alegría en el Palacio de la Moneda

(ZENIT — 16 enero 2018).- El Papa Francisco se ha encontrado esta mañana, 16 de enero de 2018, con Michelle Bachelet, Presidenta de la República de Chile, y con las autoridades civiles y diplomáticas en el Palacio de la Moneda, en Santiago de Chile.

El Santo Padre ha llegado al Palacio de la Moneda, sede del gobierno chileno, a las 8:20 horas (12:20 h. en Roma), y ha entrado con la Presidenta al interior del edificio, tras ser recibido con los honores militares correspondientes y los himnos de Chile y del Vaticano.

Al entrar, Francisco ha saludado a algunos niños que le ofrecían regalos y sonrisas, y saludaba cortésmente a todos con la mano. Así, al llegar al Patio de los Cañones del Palacio, el Pontífice ha estrechado la mano de diferentes representantes de la política y sociedad civil del país.

Finalmente, al llegar al Patio de los Naranjos, el Papa Francisco ha ofrecido un discurso a las autoridades políticas, civiles y diplomáticas, en el que les ha invitado a seguir trabajando para que la democracia y el sueño de sus mayores, más allá de sus aspectos formales, sea de verdad lugar de encuentro para todos".

Asimismo, el Papa les ha recordado que "es preciso escuchar y ha exhortado a escuchar a los parados, a los pueblos originarios, a los migrantes, a los jóvenes, a los ancianos, a los niños, y a "nuestra casa común".

 

Papa amigo de Chile

La presidente Michelle Bachelet, antes del discurso del Papa, ha pronunciado unas palabras de bienvenida y gratitud al Pontífice, manifestando una apertura del corazón del país al Santo Padre, a quien ha llamado "amigo".

En sus palabras, la Presidenta ha recordado la visita de S. Juan Pablo II a Chile, que Papa Francisco y la Presidenta de la República han entrado al Palacio de la Moneda y han mantenido una conversación privada en el Salón Azul.

 

Misa en el parque O´Higgins

Con el encuentro del Papa con la presidenta y las autoridades civiles y diplomáticas del país ha comenzado la segunda jornada del Santo Padre en Chile, martes, 16 de enero de 2018.

La visita apostólica continuará con la Misa que el Papa celebrará a las 10:30 horas (14:30 horas en Roma) en el parque O'Higgins, en la que se espera una gran multitud de chilenos y fieles proveniente de Argentina y países cercanos.

Más tarde, el Santo Padre visitará un centro penitenciario de mujeres y se encontrará en la Catedral de Santiago con sacerdotes, religiosos y religiosas, consagrados y consagradas, y seminaristas. También verá a sus hermanos obispos de Chile en la Sacristía del Catedral y terminará la jornada con el encuentro privado con jesuitas en el Santuario de S. Alberto Hurtado.

 

 

16/01/2018-22:57
Rosa Die Alcolea

Mons. Santiago Silva: "Queremos que los desafíos se conviertan en oportunidades"

(ZENIT — 16 enero 2018).- "El caminar de la Iglesia en Chile no ha sido fácil. Dificultades internas y los desafíos propios de una sociedad en evolución, que anhela ser globalizada y pluralista, nos plantea retos nunca antes afrontados. Queremos que estos desafíos se conviertan en oportunidades".

Mons. Santiago Silva Retamales, Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, y Obispo Castrense de Chile ha manifestado su gratitud y cercanía al Papa Francisco esta tarde, en el encuentro con cerca de 50 obispos chilenos, en la Sacristía de la Catedral de Santiago.

"Como miembros de este «hogar» llamado Chile, como discípulos de Jesús y como sus pastores, nuestro empeño constante es contribuir en la formación de un país más justo, fraternal, libre y respetuoso de toda persona", ha declarado el Obispo Castrense de Chile.

Al terminar el discurso del Papa, Mons. Santiago Silva le ha entregado un regalo al Papa con motivo de esta visita apostólica, la 8a a América Latina: le ha obsequiado con un cruz dorada.

RD

Sigue el texto íntegro del saludo de Mons. Santiago Silva Retamales al Santo Padre Francisco:

 

Saludo de Mons. Santiago Silva Retamales

Querido Santo Padre:

Lo recibimos con inmenso cariño y esperanza. Lo recibimos como a padre y hermano con quien anhelamos compartir nuestra vida, fe y misión.

El caminar de la Iglesia en Chile no ha sido fácil. Dificultades internas y los desafíos propios de una sociedad en evolución, que anhela ser globalizada y pluralista, nos plantea retos nunca antes afrontados.

Queremos que estos desafíos se conviertan en oportunidades, pero tenemos que ser capaces de replantear nuestro modo de ser discípulos misioneros de Jesús en estos contextos nuevos. Deseamos ser una Iglesia en salida que "Escucha, Anuncia y Sirve", como nos propusimos en las Orientaciones Pastorales Nacionales 2014-2020.

En nuestra labor pastoral hemos descubierto con admiración «las semillas del Verbo» en el corazón de cada ciudadano, semillas que generan el anhelo profundo de que Chile se transforme en «un hogar para todos», casa común particularmente para pobres y postergados, hogar donde sea protegida y compartida la vida en todas sus formas y aquellas relaciones que nos humanizan (cfr. Carta pastoral del Comité Permanente, «Chile, un hogar para todos», octubre 2017).

Como miembros de este «hogar» llamado Chile, como discípulos de Jesús y como sus pastores, nuestro empeño constante es contribuir en la formación de un país más justo, fraternal, libre y respetuoso de toda persona.

Nos hemos propuesto prolongar su visita a nuestro país y su mensaje con un Congreso o Año Eucarístico Nacional que se vivirá, en cada Iglesia particular, a partir de marzo hasta noviembre de este año. Así, contemplando a Jesús eucaristía, buscamos proyectar los frutos de su visita pastoral, los que sintetizamos en lo que el Resucitado ofrece cuando promete a sus discípulos: «Mi paz les doy» (Jn 14,27).

Gracias por su presencia. Gracias por reflejarnos, como Vicario de Cristo, el rostro del Resucitado que, en el caminar de nuestra Iglesia y como país, nos explica las Escrituras, parte el Pan con nosotros y nos confirma como comunidad, tal como el Señor hizo con los de Emaús (Lc 24,13-35).

© Librería Editorial Vaticano

 

 

16/01/2018-21:52
Redacción

Chile: Programa del miércoles, 17 enero 2018

 

Miércoles 17 enero 2018

SANTIAGO-TEMUCO-SANTIAGO

8 horas (12 h. en Roma): Salida en avión del aeropuerto de Santiago para Temuco

10:30 horas (14:30 h. en Roma): Santa Misa en el aeropuerto de Maquehue Homilía del Santo Padre

12:45 horas (16:45 h. en Roma): Almuerzo con algunos habitantes de la Araucania en la casa"Madre de la Santa Cruz"

15:30 horas (19:30 h. en Roma): Salida en avión del aeropuerto de Temuco para Santiago

17 horas (21 h. en Roma): Llegada al aeropuerto de Santiago

17:30 horas (21:30 h. en Roma): Encuentro con los jóvenes en el Santuario de Maipu. Discurso del Santo Padre

18:30 horas (22:30 h. en Roma): Traslado en automóvil cerrado a la Pontificia Universidad Católica de Chile

19 horas (23 h. en Roma): Visita a la Pontificia Universidad Católica de Chile. Discurso del Santo Padre

Programa completo del viaje

 

 

16/01/2018-22:29
Antonio Rivero

P. Antonio Rivero: "Seguidme y os haré pescadores de hombres"

Domingo 3 del Tiempo Ordinario

Ciclo B

Textos: Jonás 3, 1-5.10; 1 Co 7, 29-31; Mc 1, 14-20

Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.

Idea principal: Cristo llama a unos cuantos para que le ayuden, en cuerpo y alma, en la obra de la salvación, las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana y los doce meses del año.

Síntesis del mensaje: El domingo pasado el Señor hacía una pregunta a los que lo seguían: "¿A quién buscáis?". Hoy les habla con un imperativo categórico y una promesa: "Seguidme y yo os haré pescadores de hombres". También a Jonás Dios le llamó y le encargó una misión: "Vete a Nínive a anunciar el mensaje que te indicaré" (primera lectura). Misión que urge, pues la vida es corta (segunda lectura).

 

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, ¿quién es el que les llama? Jesús, el Hijo de Dios vivo, el Mesías, el Señor, el Maestro, el buen Pastor, el Pan de vida, la Luz del mundo, el Camino y la Verdad y la Vida. Jesús, el hijo de María, la de Nazaret que le dio carne y latido humano. Jesús, el gran Pescador de hombres, lanzado a este mar de la vida para salvar de los dientes de los tiburones a quien pronuncie su nombre y lo acepte como único Redentor, subiéndose en el cabotaje de su Iglesia, cuyos primeros remeros son estos discípulos de Galilea. Sí, es Jesús de Nazaret quien les elige; ese Jesús pobre, austero, libre, confiado en la Providencia divina. No les promete cosas ni dinero, pues el dinero en manos de los consagrados puede ser un peligro, crear dependencia humana, rebajar la dependencia divina, corromper la austeridad de vida. Y si no, que hable la historia de algunas órdenes religiosas: su corrupción o relajo comenzó siempre por su riqueza. Mucho mejor libres, solos, distintos y distantes. Y si no, que hable Jesús por nosotros.

En segundo lugar, ¿a quién llama? No a filósofos, ni a sabios, ni a arquitectos, ni a sumos sacerdotes o escribas. No. Llama a pobres pescadores. No eran mendigos, pero sí trabajadores; iban a la sinagoga los sábados, pero no pisaron la escuela en los días de su vida; no tenían una gota de sangre azul en sus arterias ni un centavo en el bolsillo ni otro horizonte de vida que los montes, los vientos y las olas de su lago natal. Eran proletarios, ésos que a Dios parece que le encantan porque ¡hay que ver la cantidad de ellos que elige! De esa cantera Cristo sacó unos apóstoles que dieron su vida por Él. Arquímedes dijo tres siglos antes de Jesús: "Dadme un punto de apoyo y moveré la tierra". Y le fracasó la palanca. Dijo Jesús: "Dadme doce simples y cambiaré el mundo". El éxito a la vista. Pescadores con barcas y quillas bien traqueteadas, sus redes remendadas, sus manos callosas, su corazón en vilo y pendiente de la providencia. A esos llamó con amor y libremente.

Finalmente, ¿por qué y para qué les llama? El porqué es bien claro: porque les amó antes de nuestra creación, no por sus méritos, que no tenían; y sí muchos deméritos para que no les eligiera. Y el para qué, lo dice la famosa canción de Cesáreo Gabarain: "En la arena he dejado mi barca, junto a ti buscaré otro mar". Para eso, ni más ni menos: echarse a la mar en la misma barca de Jesús para pescar muchos peces y así no sean devorados por los tiburones de la ideologías de moda y las falacias del mundo, y atraerlos al mar de Jesús; pues son peces que la sangre redentora de Cristo ganó y limpió y formó en espléndido cardumen. Un mar ancho y espacioso donde habrá abundantes peces de todos los tamaños y colores: peces chicos y grandes; peces escuálidos y saludables; peces que están en el banco de la educación, de los hospitales, de los asilos de ancianos, y en todas las periferias existenciales. Pero también un mar que tendrá —como todo en la vida- sus olas fuertes, sus momentos de calma. Un mar, donde por momentos soplarán los vientos monzónicos y bochornosos que parecen asfixiarnos, pero también los vientos alisios que nos adormecen en la mediocridad, y los glaciares, que tratarán de congelarnos. Un mar lleno de desafíos y piratas y sirenas. Pero un mar donde Jesús guía la barca y está en el timón. ¿A qué temer, a quién temer? Por eso, quien es escogido por Cristo como pescador de hombres debe rezar todos los días la oración de san Ignacio de Loyola: "Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, todo mi haber y mi poseer. Vos me lo disteis, a vos Señor lo torno. Todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia que ésta me basta ...".

Para reflexionar: si he sido elegido por el Señor para ser pescador de hombre, ¿estoy feliz y agradecido con Él? ¿He dejado a Cristo en el timón de mi barca? ¿Lanzo las redes con todo mi arte y con la confianza puesta en el Señor que va en mi barca? ¿Prefiero ir a alta mar o me quedo en la orilla del miedo y de la pereza?

Para rezar: Señor, gracias, por haberme escogido. Limpia mis redes. Restaura mis remos. Toma el timón de mi barca. Contigo, estoy feliz. Si me das abundantes peces, yo feliz. Si quieres que experimente la esterilidad, también feliz. Con tal de ir contigo, ¿qué me importa lo demás? Contento, Señor, contento, como san Alberto Hurtado.

 

 

16/01/2018-08:00
Isabel Orellana Vilches

San Antonio Abad, 17 de enero

Es uno de los padres del desierto, un gran asceta que fue tentado por el maligno de muy diversas formas. Es también uno de los santos que suscita gran devoción popular al ser considerado protector de los animales.

Es uno de los santos más populares, al menos en España, por cuanto este día existe la tradición de llevar a los animales a las iglesias para ser bendecidos. Su biógrafo fue san Atanasio. Antonio nació en el Alto Egipto hacia el año 251, y siendo joven quedó conmovido por el pasaje evangélico del joven rico que escuchó en una iglesia. Entregó su patrimonio a los pobres (pertenecía a una familia pudiente) y emprendió una vida de severo ascetismo. Durante un tiempo su "lecho" fue un sepulcro vacío, y después las ruinas de una fortaleza de fortaleza militar que se hallaba en ruinas en el desierto de Nitria hasta que se afincó en un promontorio cerca del Mar Rojo morando en una humilde choza que se construyó él mismo.

Muchos jóvenes de su tiempo conmovidos por esta vida de silencio, oración y penitencia, acudían allí para materializar sus sueños de perfección en el yermo. Se había convertido en el punto de referencia para los que llevaban una vida de oración compartida a ratos comunitariamente y otras en la soledad de las oquedades que convirtieron en sus moradas. Veinte años permaneció Antonio haciendo frente a las tentaciones que querían atentar contra su castidad. La violencia de las mismas se aprecia en las palabras que dirigió a sus seguidores: «Terribles y pérfidos son nuestros adversarios. Sus multitudes llenan el espacio. Están siempre cerca de nosotros. Entre ellos existe una gran soledad. Dejando a los más sabios explicar su naturaleza, contentémonos con enterarnos de las astucias que usan en sus asaltos contra nosotros».

La bibliografía sobre este santo ermitaño refleja las múltiples artimañas de toda índole empleadas por el maligno para seducirle. Lo intentó todo con objeto de apresarlo entre sus pérfidas redes, acosándolo de una forma tremebunda. En una ocasión en la que el rugido de la horda brutal de fieras manipulada por Satanás hacía temblar todo en derredor de Antonio, una inmensa luz desterró instantáneamente las fieras que campeaban entre tinieblas, y del mismo modo que siglos más tarde le sucedería a Santa Catalina de Siena, exclamó: «¿Dónde estabas, mi buen Jesús? ¿Dónde estabas? ¿Por qué no acudiste antes a curar mis heridas?». La voz de lo alto replicó: «Contigo estaba, Antonio; asistía a tu generoso combate. No temas; estos monstruos no volverán a causarte el menor daño». Pero prosiguieron atormentándole durante un tiempo con otras estrategias más sutiles, hasta que el acoso del inmundo diablo que prosiguió tras él no le causaba ni la más mínima turbación. Solía decir: «Los rezos y las lágrimas purifican hasta lo más impuro»; «Los más puros son los que con más frecuencia se ven acosados por las arteras mañas del demonio».

El denominado «padre de los monjes», de vez en cuando abandonaba el desierto y misionaba en Alejandría combatiendo el arrianismo. Su máxima fue: «esforcémonos en no poseer nada que no nos podamos llevar a la tumba, es decir, la caridad, la dulzura y la justicia. Toda prueba nos es favorable. Si no hay tentaciones no se salva nadie». Para todos los que se acercaban a él, que fueron multitudes, tenía un sabio consejo: «Nada es tan vano como la desesperación. Llorad, que las lágrimas lavan el alma; llorad sin descanso, hasta que la losa de plomo que pesa sobre vosotros se derrita con el calor de vuestras lágrimas», decía a los que se hallaban al borde del desánimo, sopesando su fragilidad espiritual. Un día del año 356, siendo de avanzadísima edad, parece que superó con creces los cien años, sintió que su vida se apagaba. Y dio las últimas indicaciones a sus discípulos. Les dejó su cilicio, el único objeto material que poseía, y entregó su alma a Dios. San Atanasio conservó su túnica. Antonio fue canonizado el año 491.