Servicio diario - 06 de enero de 2018


 

Epifanía: “¿Sabemos desear a Dios y esperar su novedad?”
Raquel Anillo

Ángelus: ¿Búsqueda entusiasta indiferencia o miedo?
Raquel Anillo

Viernes de la misericordia: El Papa con los niños enfermos
Anne Kurian

Jóvenes: La mirada de Jesús como guía
Anne Kurian

Beata Lindalva Justo de Oliveira, 7 de enero
Isabel Orellana Vilches


 

 

06/01/2018-13:12
Raquel Anillo

Epifanía: "¿Sabemos desear a Dios y esperar su novedad?"

(ZENIT — 6 enero 2018).- "¿Sabemos todavía mirar al cielo? ¿sabemos soñar, desear a Dios, esperamos su novedad ...?" ha preguntado el Papa Francisco para la Epifanía, celebrada el 6 de enero de 2018 en el Vaticano.

Presidiendo la Misa de 10 h en la Basílica de San Pedro, ha subrayado: "Los Reyes Magos no se conformaron con ir tirando, con vivir al día". Y el Papa advirtió contra "el miedo a involucramos, la satisfacción de sentirse ya al final, la pereza de no pedir ya nada a la vida".

Los Reyes Magos, agregó el Papa en su homilía, "hablan poco y caminan mucho ... siempre en movimiento". Por lo tanto, "Jesús se deja encontrar por aquellos que lo buscan, pero para encontrarlo, debemos movernos, salir. No esperar; arriesgarse; no quedarse quieto; avanzar. Jesús es exigente: propone a quienes lo buscan abandonar la silla de la comodidad mundana y la calidez tranquilizadora de nuestras chimeneas".

A.K

 

Homilía del Papa Francisco

Son tres los gestos de los Magos que guían nuestro viaje al encuentro del Señor, que hoy se nos manifiesta como luz y salvación para todos los pueblos. Los Reyes Magos ven la estrella, caminan y ofrecen presentes.

Ver la estrella. Es el punto de partida. Pero podríamos preguntarnos, ¿por qué sólo vieron la estrella los Magos? Tal vez porque eran pocas las personas que alzaron la vista al cielo. Con frecuencia en la vida nos contentamos con mirar al suelo: nos basta la salud, algo de dinero y un poco de diversión. Y me pregunto: ¿Sabemos todavía levantar la vista al cielo? ¿Sabemos soñar, desear a Dios, esperar su novedad, o nos dejamos llevar por la vida como una rama seca al viento? Los Reyes Magos no se conformaron con ir tirando, con vivir al día. Entendieron que, para vivir realmente, se necesita una meta alta y por eso hay que mirar hacia arriba.

Y podríamos preguntarnos todavía, ¿por qué, de entre los que miraban al cielo, muchos no siguieron esa estrella, «su estrella» (Mt 2, 2)? Quizás porque no era una estrella llamativa, que brillaba más que otras. El Evangelio dice que era una estrella que los Magos vieron «salir» (vv. 2.9). La estrella de Jesús no ciega, no aturde, sino que invita suavemente. Podemos preguntarnos qué estrella seguimos en la vida. Hay estrellas deslumbrantes, que despiertan emociones fuertes, pero que no orientan en el camino. Esto es lo que sucede con el éxito, el dinero, la carrera, los honores, los placeres buscados como finalidad en la vida. Son meteoritos: brillan un momento, pero pronto se estrellan y su brillo se desvanece. Son estrellas fugaces que, en vez de orientar, despistan. En cambio, la estrella del Señor no siempre es deslumbrante, pero está siempre presente: te lleva de la mano en la vida, te acompaña. No promete recompensas materiales, pero garantiza la paz y da, como a los Magos, una «inmensa alegría» (Mt 2,10). Nos pide, sin embargo, que caminemos.

Caminar, la segunda acción de los Magos, es esencial para encontrar a Jesús. Su estrella, de hecho, requiere la decisión de ponerse en camino, el esfuerzo diario de la marcha; pide que nos liberemos del peso inútil y de la fastuosidad gravosa, que son un estorbo, y que aceptemos los imprevistos que no aparecen en el mapa de una vida tranquila. Jesús se deja encontrar por quien lo busca, pero para buscarlo hay que moverse, salir. No esperar; arriesgar. No quedarse quieto; avanzar. Jesús es exigente: a quien lo busca, le propone que deje el sillón de las comodidades mundanas y el calor agradable de sus estufas. Seguir a Jesús no es como un protocolo de cortesía que hay que respetar, sino un éxodo que hay que vivir. Dios, que liberó a su pueblo a través de la travesía del éxodo y llamó a nuevos pueblos para que siguieran su estrella, da la libertad y distribuye la alegría siempre y sólo en el camino. En otras palabras, para encontrar a Jesús debemos dejar el miedo a involucramos, la satisfacción de sentirse ya al final, la pereza de no pedir ya nada a la vida. Tenemos que arriesgarnos, para encontrarnos sencillamente con un Niño. Pero vale inmensamente la pena, porque encontrando a ese Niño, descubriendo su ternura y su amor, nos encontramos a nosotros mismos.

Ponerse en camino no es fácil. El Evangelio nos lo muestra a través de diversos personajes. Está Herodes, turbado por el temor de que el nacimiento de un rey amenace su poder. Por eso organiza reuniones y envía a otros a que se informen; pero él no se mueve, está encerrado en su palacio. Incluso «toda Jerusalén» (v. 3) tiene miedo: miedo a la novedad de Dios. Prefiere que todo permanezca como antes y nadie tiene el valor de ir. La tentación de los sacerdotes y de los escribas es más sutil. Ellos conocen el lugar exacto y se lo indican a Herodes, citando también la antigua profecía. Lo saben, pero no dan un paso hacia Belén. Puede ser la tentación de los que creen desde hace mucho tiempo: se discute de la fe, como de algo que ya se sabe, pero no se arriesga personalmente por el Señor. Se habla, pero no se reza; hay queja, pero no se hace el bien. Los Magos, sin embargo, hablan poco y caminan mucho. Aunque desconocen las verdades de la fe, están ansiosos y en camino, como lo demuestran los verbos del Evangelio: «Venimos a adorarlo» (v. 2), «se pusieron en camino; entrando, cayeron de rodillas; volvieron» (cf. vv. 9.11.12): siempre en movimiento.

Ofrecer. Cuando los Magos llegan al lugar donde está Jesús, después del largo viaje, hacen como él: dan. Jesús está allí para ofrecer la vida, ellos ofrecen sus valiosos bienes: oro, incienso y mirra. El Evangelio se realiza cuando el camino de la vida se convierte en don. Dar gratuitamente, por el Señor, sin esperar nada a cambio: esta es la señal segura de que se ha encontrado a Jesús, que dice: «Gratis habéis recibido, dad gratis» (Mt 10,8). Hacer el bien sin cálculos, incluso cuando nadie nos lo pide, incluso cuando no ganamos nada con ello, incluso cuando no nos gusta. Dios quiere esto. Él, que se ha hecho pequeño por nosotros, nos pide que ofrezcamos algo para sus hermanos más pequeños. ¿Quiénes son? Son precisamente aquellos que no tienen nada para dar a cambio, como el necesitado, el que pasa hambre, el forastero, el que está en la cárcel, el pobre (cf. Mt 25,31-46). Ofrecer un don grato a Jesús es cuidar a un enfermo, dedicarle tiempo a una persona difícil, ayudar a alguien que no nos resulta interesante, ofrecer el perdón a quien nos ha ofendido. Son dones gratuitos, no pueden faltar en la vida cristiana. De lo contrario, nos recuerda Jesús, si amamos a los que nos aman, hacemos como los paganos (cf. Mt 5,46-47). Miremos nuestras manos, a menudo vacías de amor, y tratemos de pensar hoy en un don gratuito, sin nada a cambio, que podamos ofrecer. Será agradable al Señor. Y pidámosle a él: «Señor, haz que descubra de nuevo la alegría de dar».

Queridos hermanos y hermanas, hagamos como los Magos, miremos hacia arriba; caminemos; ofrezcamos dones gratuitos.

© Librería editorial del Vaticano

 

 

06/01/2018-16:07
Raquel Anillo

Ángelus: ¿Búsqueda entusiasta indiferencia o miedo?

(ZENIT — 6 enero 2018).- De cara a Jesús, ¿qué actitud decidimos respaldar: búsqueda ansiosa, indiferencia o miedo? Esta es la pregunta formulada por el Papa Francisco en el Ángelus del 6 de enero de 2018, en la solemnidad de la Epifanía.

El Papa presidió la oración mariana desde una ventana del palacio apostólico que da a la Plaza San Pedro, en presencia de unas 30,000 personas a las que invitó a un examen de conciencia: "¿Quiero apresurarme a ír Jesús? ... ¿O le temo a Jesús y me gustaría sacarlo de mi corazón? "

El egoísmo de hecho, advirtió, "puede llevarnos a considerar la venida de Jesús en su vida como una amenaza". Entonces tratamos de suprimir o silenciar el mensaje de Jesús. Cuando seguimos las ambiciones humanas, las perspectivas más cómodas, las inclinaciones del mal, Jesús es percibido como un obstáculo.

Esta es nuestra traducción de las palabras que el Papa ha pronunciado antes del Ángelus.

A.K

 

Palabras del Papa antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡Buena Fiesta!

Hoy, fiesta de la Epifanía del Señor, el Evangelio (Mt 2,1-12) nos presenta tres actitudes con las cuales ha sido acogida la llegada de Jesús y su manifestación al mundo. La primera actitud: investigación, búsqueda entusiasta; la segunda: indiferencia; la tercera: miedo.

Búsqueda entusiata. Los Reyes Magos no dudan ponerse en camino e ir a buscar al Mesías. Llegados a Jerusalén, preguntan: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Vimos su estrella en el oriente y vinimos a adorarlo. (V.2). Han hecho un largo viaje y ahora están ansiosos por situar dónde está el Rey recién nacido. En Jerusalén, se dirigen al rey Herodes, quien pide a los sumos sacerdotes y escribas que pregunten por el lugar donde nacería el Mesías.

A esta búsqueda ansiosa de los Magos, se opone la segunda actitud: la indiferencia de los sumos sacerdotes y los escribas. Estos estaban en su comodidad. Ellos conocen las Escrituras y son capaces de dar la respuesta correcta sobre el lugar de nacimiento: "En Belén, en Judea, porque esto es lo que está escrito por el profeta" (v. 5). Ellos lo saben, pero no se molestan en encontrar al Mesías. Belén está a pocos kilómetros de distancia, pero no se mueven.

La tercera actitud, la de Herodes, es aún más negativa: miedo. Teme que este niño le quite su poder. Él llama a los Reyes Magos y se enteran cuando la estrella se les apareció, y los envía a Belén diciendo: "Ve a buscar [...] al niño". Y cuando lo hayas encontrado, ven y dime para que yo también vaya a prosternarme ante él". (Vv 7-8). En realidad, Herodes no quería ir y adorar a Jesús; Herodes quiere saber dónde está el niño, no para adorarlo sino para eliminarlo, porque lo considera un rival. Y mirándolo bien: el miedo siempre conduce a la hipocresía. Los hipócritas lo son porque tienen miedo en su corazón.

Estas son las tres actitudes que encontramos en el Evangelio: la búsqueda ansiosa de los Magos, la indiferencia de los sumos sacerdotes, los escribas, los que conocían la teología; y miedo, de Herodes. Y nosotros también debemos pensar y elegir: ¿cuál de los tres asumir? ¿Quiero apresurarme para buscar a Jesús? "Pero Jesús no me dice nada ... todavía estoy ..." ¿O le temo a Jesús y me gustaría sacarlo de mi corazón?

El egoísmo puede llevarnos a considerar la venida de Jesús en su vida como una amenaza. Entonces, tratamos de suprimir o silenciar el mensaje de Jesús. Cuando seguimos las ambiciones humanas, las perspectivas más cómodas, las inclinaciones del mal, Jesús es percibido como un obstáculo.

Además, la tentación de la indiferencia también está siempre presente. Sabiendo que Jesús es el Salvador, el nuestro, de todos nosotros, preferimos vivir como si él no existiera: en lugar de comportarnos en coherencia con la fe cristiana, seguimos los principios del mundo, que fomentan para satisfacer las inclinaciones a la arrogancia, a la sed de poder, a la riqueza.

Por el contrario, estamos llamados a seguir el ejemplo de los Reyes Magos: estar ansiosos en la búsqueda, dispuestos a molestarse para encontrar a Jesús en nuestra vida. Buscarle para adorarle, para reconocer que Él es nuestro Señor, que indica el verdadero camino a seguir. Si tenemos esta actitud, Jesús realmente nos salva, y podemos vivir una buena vida, podemos crecer en la fe, en la esperanza, en la caridad hacia Dios y hacia nuestros hermanos.

Invoquemos la intercesión de la Santísima Virgen María, la estrella de la humanidad peregrina en el tiempo. Con su ayuda materna, permita que cada hombre alcance a Cristo, la Luz de la verdad, y permita que el mundo progrese en el camino de la justicia y la paz.

© Traduction de Zenit, Raquel Anillo

 

 

06/01/2018-16:43
Anne Kurian

Viernes de la misericordia: El Papa con los niños enfermos

(ZENIT — 6 enero 2018).- El Papa Francisco hizo una visita improvisada al Hospital Pediátrico Bambino Gesu de Palidoro en la costa, al noroeste de Roma, el 5 de enero, 2018, alrededor de las 15h, ha indicado la Oficina de Prensa de la Santa Sede una hora más tarde. Una nueva salida que perpetúa la tradición de los "viernes de misericordia".

El Papa fue a ver a niños enfermos, que fueron atendidos por el hospital propiedad de la Santa Sede, en la sede situada a unos treinta kilómetros de la capital. Visitó varios departamentos, saludó a los niños en las habitaciones e intercambió algunas "palabras de consuelo con los padres que acompañaban a sus hijos en estas tristes y dolorosas pruebas", podemos leer en este comunicado.

En una entrevista con la cadena de la Conferencia Episcopal Italiana TV2000, la presidenta del Bambino Gesu, Mariella Enoc, saludó "una visita de ternura y dulzura. El Papa se emocionó varias veces, hizo algunas bromas a los niños y alentó a las madres. A veces sus ojos se cruzaron con los míos y dijo "Qué dolor ...". El Papa Francisco, dijo, había pedido no hacer publicidad sobre su llegada. Él "deseaba encontrase con los niños, las familias, los médicos, los cuidadores".

La sede de Palidoro nació en 1978 por voluntad del Papa Pablo VI, en una estructura dedicada a los niños con poliomielitis, que ha ido creciendo poco a poco con un departamento de ortopedia, de tratamiento de la diabetes, de cirugía, de ORL, de oftalmología, neurología.

En la actualidad, la estructura incluye, entre otros, un servicio de urgencia, 122 camas de hospitalización, de las cuales 8 para reanimación y 30 para reanimación neurológica, así como aproximadamente 20 camas quirúrgicas.

También alberga un servicio especializado en aritmología — diagnóstico y terapia de las arritmias cardíacas — en los niños.

A lo largo del Jubileo de la misericordia, el Papa salió un viernes por la tarde cada mes para llevar a cabo gestos de cercanía y apoyo a los más desfavorecidos de Roma y su región, fueron los "Viernes de la Misericordia" .

Esta visita del Papa tuvo lugar en la víspera del 6 de enero, la solemnidad de la Epifanía y la fecha de la celebración del Día de la Infancia Misionera o el Día de la Juventud Misionera.

© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo

 

 

06/01/2018-17:27
Anne Kurian

Jóvenes: La mirada de Jesús como guía

(ZENIT — 6 Enero 2018).- Con motivo del Día de la Infancia Misionera o del Día de la Juventud Misionera, este 6 de enero de 2018, el Papa Francisco recomendó que los jóvenes tomen la visión de Jesús como guía "por su compromiso con la oración, la fraternidad y el compartir.

Al celebrar en la Plaza San Pedro, el Ángelus de la solemnidad de la Epifanía, el Papa también alentó "la procesión de los Reyes Magos que tiene lugar en muchas ciudades de Polonia con una gran participación de familias y asociaciones".

Esta es nuestra traducción de las palabras pronunciadas por el Papa después de la oración mariana:

 

Palabras del Papa después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Algunas iglesias orientales, católicas y ortodoxas están celebrando estos días el nacimiento del Señor. Les envío mis más cálidos deseos: que esta alegre celebración sea una fuente de nuevo vigor espiritual y comunión entre todos los cristianos, quienes lo reconocen como Señor y Salvador.

Me gustaría expresar de manera especial mi cercanía con los cristianos coptos ortodoxos y saludar a mi hermano Teodoros II con ocasión gozosa de la consagración de la Catedral de El Cairo.

La Epifanía es también el Día de la Juventud Misionera, que este año invita a los jóvenes misioneros a hacer suya la mirada de Jesús, para que se convierta en la guía preciosa de su compromiso con la oración, la fraternidad y el compartir con sus contemporáneos más necesitados.

Extiendo mis cordiales saludos a todos vosotros, peregrinos individuales, familias, grupos parroquiales y asociaciones, de Italia y de diferentea países. Saludo en particular a los fieles de Lavello y los de San Martino en Río, las Hermanas de San José de la Aparición, los Confirmandos de Bonate Sotto y Romano di Lombardia.

Un saludo especial a la procesión histórico-folclórica que promueve los valores de la Epifanía y que este año está dedicada al territorio de Monti Prenestini. También me gustaría mencionar la procesión de Magos que tiene lugar en muchas ciudades polacas con una gran participación de familias y asociaciones.

A todos os deseo una buena fiesta. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y adiós!

© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo

 

 

06/01/2018-08:19
Isabel Orellana Vilches

Beata Lindalva Justo de Oliveira, 7 de enero

«La existencia de esta religiosa es una parábola de la caridad frente a la violencia. El epígrafe de su vida martirial lo provocó un individuo sin escrúpulos que no logrando consumar sus abyectos deseos, la asesinó brutalmente»

Nació el 20 de octubre de 1953 en Sitio Malhada da Areia, una zona deprimida perteneciente a Río Grande del Norte, Brasil. Era fruto del segundo matrimonio de Joáo Justo da Fé, y de María Lúcia de Oliveira. Fue la sexta de trece hermanos. Las deficiencias económicas fueron paliadas por la fe de su familia que no escatimó esfuerzos para que la numerosa prole recibiese una educación adecuada. Y, de hecho, todos tuvieron la fortuna de ser formados en los principios cristianos. Sencilla y humilde, Lindalva recogió fecundamente las semillas que sus padres sembraron en su corazón, y creció con una singular predilección hacia la infancia desfavorecida, acercándose a los niños de su entorno, feliz de prestarles ayuda.

Al fallecer su padre determinó dedicar su vida a los pobres. Antes había cursado estudios para trabajar como administrativa y fue cajera en una gasolinera. Pero la pérdida de su padre en 1982 la llevó a matricularse en un curso de enfermería con el objetivo de dedicarse a los que nada poseen. En el asilo de ancianos era bien conocida por visitarlos asiduamente. Entre tanto, no había descuidado amigos, cultura y aficiones, como tocar la guitarra. Tuvo la oportunidad de conocer a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl en el transcurso de una actividad apostólica en 1986. Y dos años más tarde solicitó ingresar en el convento. Luego escribiría: «Cuando Dios llama no vale esconderse; más pronto o más tarde la voluntad de Él prevalecerá».

En el noviciado se advertían sus virtudes, entre las que se subrayan su disponibilidad y sinceridad. La vida le había asestado duros mazazos templando su espíritu encaminado en todo momento a realizar el mayor bien. Como la caridad siempre es próxima, los primeros que se beneficiaron de la que ella prodigaba fueron sus hermanos. En particular, uno, que era alcohólico, suscitó en ella conmovedores sentimientos que expresó en una carta: «Piensa sobre esto y interiorízalo en ti. Yo oro muchísimo por ti y continuaré orando, y si es necesario haré penitencia para que seas capaz de revindicarte como persona. Sigue a Jesús, quien luchó hasta la muerte por los pecadores, dando hasta su propia vida, no como Dios sino como hombre, para el perdón de pecados. Debemos buscar refugio en Él; solo en Él la vida merece la pena». Estas palabras fueron determinantes para su hermano que un año más tarde logró abandonar este vicio.

En 1991 comenzó a ocuparse de pacientes terminales, todos varones, en un asilo de ancianos de Salvador da Bahía, Abrigo Dom Pedro II. Volcada en los demás y lejos de sí, eligió para su cuidado a los que consideró que precisaban más atenciones humanas y espirituales. Oraba y cantaba junto a ellos, de modo que, estimulados por su ejemplo y palabra, muchos comenzaron a frecuentar los sacramentos. Había aprendido en su casa el valor del esfuerzo en su cariz evangélico, así obtuvo el carnet de conducir pensando que con él podría llevarlos a pasear. Fue otro de los signos visibles de su entrega a los enfermos. No en vano había manifestado claramente cuáles eran sus objetivos en la vida: «Quiero tener una felicidad celestial, desbordar de alegría, ayudar al prójimo y hacer incansablemente el bien». Tenía la convicción de que para ello había venido al mundo: «Nací para entregarme a Dios en la persona de los pobres y no deseo más nada, Señor, que vivir esa entrega con dedicación total y un grande amor».

Todo seguía su curso dentro de una normalidad hasta que en enero de 1993 se incorporó al centro un hombre de 46 años, Augusto da Silva Peixoto; su ingreso era fruto de una recomendación, ya que de otro modo no le hubiera correspondido recibir atención en él. El asunto no hubiera tenido nada de particular si no fuera por la enfermiza fijación que tomó hacia Lindalva. Ella, consciente de lo delicado del momento, y aunque se ocupó de él con la delicadeza acostumbrada que dispensaba a todos los internos, ejercitó la prudencia al máximo. Pero en lugar de abandonar el centro cuando este hombre expuso sus pecaminosas intenciones, llevada de su amor por los ancianos, dijo: «prefiero verter mi sangre que dejar este lugar». De nada le sirvió rechazar las demandas ilícitas de Augusto, que se había enajenado con ella, haciéndole comprender que era una persona consagrada. Su mente tormentosa no aceptaba una negativa por respuesta. Incapaz de frenarlo, la beata tuvo que recurrir incluso a la asistencia de un oficial de seguridad. Este hecho despertó la furia del acosador, y el 9 de abril de 1993, después del Vía Crucis de Viernes Santo, mientras distribuía el desayuno, Augusto primeramente la atacó por la espalda para culminar su sed de venganza asestándole en total 44 puñaladas. Lleno de obcecación, y sin atisbos de arrepentimiento, manifestó: «¡debí de haber hecho esto antes!». Lindalva tenía 39 años.

El cardenal Lucas Moreira Neves, O.P., primado de Brasil, en su entierro dijo: «Unos pocos años fueron suficientes para que Sor Lindalva coronara su vida religiosa con el martirio». Fue beatificada el 2 de diciembre de 2007 en Salvador de Bahía por el cardenal Saraiva como delegado de Benedicto XVI.