Opinión

 

Navidad …diversa? …igualitaria? …aconfesional?

 

 

20/12/2017 | por Vicente Franco Gil


 

 

A pesar de la heterogénea religiosidad que nutre las conciencias de las personas, y de la pluralidad ideológica que sostiene sus mentes, no cabe duda de que el legítimo y evidente sentido de la Navidad hunde sus raíces en la celebración del nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios. En España se siguen confeccionando los tradicionales belenes y se disfruta del desfile de la Cabalgata de Reyes, aunque eso sí, en ciertos lugares de una forma un tanto sesgada y sectaria.

En la actualidad no existe ámbito social, cultural, educativo o religioso en el que no se apliquen las directrices de lo políticamente correcto en loor de relativizarlo todo. En el caso que nos ocupa, la Navidad (Natividad) las tendencias a revolverlo todo inciden en la falta de respeto por observar lo que la tradición marca como veraz. Que la libertad religiosa implique no acatar una misma confesión como la “oficial” es una cosa, pero pretender desvirtuar la esencia que anima una creencia concreta es otra muy diferente.

Para ver hasta dónde llega el descaro y el dolo en la acción, en ciudades españolas se montan belenes paritarios, inclusivos, mezclando la ideología de género o sin referencias religiosas. Se realizan desfiles en cuyas Cabalgatas aparecen reyes magos sin barba, entre otras cosas porque son mujeres adoleciendo además de representatividad tradicional, dando paso a un paganismo brutal y vulgar. Esta es la locura que gravita en la sociedad, rizando el rizo no se sabe muy bien si por escarnecer o por una profunda falta de sensibilidad.

No obstante, tanto el nacimiento de Jesucristo, este innegable hecho histórico narrado en los Evangelios, como el contenido de estos, y en general la doctrina de la Iglesia católica, son sempiternamente cuestionados, perseguidos y ultrajados inquinosamente por quienes derrochan encomios a la libertad, ¿o más bien por quienes desean la imposición de su libre albedrío?.

A tal respecto, ¿se imaginan una representación de la obra de Federico García Loca “la Casa de Bernarda Alba”,  encarnada por hombres en vez de por mujeres?  O sin ir más lejos, en alusión a los Sitios de Zaragoza en la Guerra de la independencia, ¿que a Agustina de Aragón le diera vida un hombre en algún acto conmemorativo de aquella contienda, y en vez de llevar trajes de época vistiesen atuendos interplanetarios? Ridículo ¿verdad?

Se sabe que la civilización europea se apoya en cimientos cristianos. Se sabe, mucho antes de que existiera el Estado, que la Iglesia dio de comer al hambriento, enseñó al ignorante, acogió al proscrito e hizo tolerable la vida a los desdichados. Se sabe que se está quebrando la rama que sostiene al ser humano. Advertíamos antes que la Iglesia se ve amenazada por los mismos a los que trata de llevar consuelo y salvación. La manipulación navideña es inquietante, sí, sobre todo por dirigirse hacia una laicidad materialista en la que no sobrevive la esperanza sino la toxicidad de un frugal consumismo.

La verdadera Navidad tiene su referencia en una familia: José esposo y “padre”,  María esposa Virgen y madre, y Jesús, el Emmanuel (Dios con nosotros). Por ello la familia es la clave de la lectura de la Navidad, y de ahí que el mensaje navideño se haya transmitido a través de los vínculos familiares. Por tanto, a la humanidad entera, al ser parte de la Sagrada Familia, la alegría de la Navidad le pertenece por derecho propio.

Con todo y en atención a la pluralidad aludida, que cada cual interprete la Navidad como mejor le convenga, pero sepa el género humano que en aquella se celebra un acontecimiento que estremeció a toda la creación: Dios se hizo hombre, se anonadó, y en un canto a la humildad nació de mujer en un muladar entre paja y estiércol, en una noche corriente, de un día ordinario, en medio del mundo, sin ruido, en el silencio de la noche. En estas fechas tan entrañables, ¿le podremos preparar al Salvador la mejor sala de nuestro corazón para hospedarlo? Intentarlo, cuanto menos, merece la pena.