Servicio diario - 16 de noviembre de 2017


 

Santa Marta: "El Reino de Dios está en medio de ustedes"
Rosa Die Alcolea

Jornada de los pobres: Visita sorpresa del Papa al centro de solidaridad
Anne Kurian

Unión del Clero: Los pastores están llamados a ser "servidores fieles y sabios"
Rosa Die Alcolea

Final de la vida: Considerar el objeto moral, las circunstancias y las intenciones de los sujetos
Rosa Die Alcolea

Austria: El Papa ha recibido al presidente Alexander Van der Bellen
Redacción

Cambio climático: Necesidad de una "conversación que nos una a todos"
Redacción

Argentina: Elegida la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal
Rosa Die Alcolea

Santa Isabel de Hungría, 17 de noviembre
Isabel Orellana Vilches


 

 

16/11/2017-15:15
Rosa Die Alcolea

Santa Marta: "El Reino de Dios está en medio de ustedes"

(ZENIT — 16 Nov. 2017).- "El Reino de Dios está en medio de ustedes: es la respuesta de Jesús", ha anunciado el Papa Francisco.

A partir del Evangelio de San Lucas, el Papa ha reflexionado en la Misa celebrada en Santa Marta esta mañana, tercer jueves de noviembre, en torno a la pregunta que los fariseos le dirigen a Jesús: "¿Cuándo vendrá el Reino de Dios?".

"El Reino de Dios está en medio de ustedes: es la respuesta de Jesús", ha aclarado el Papa. Aquel "feliz anuncio" en la sinagoga de Nazaret, cuando Jesús —después de haber leído un pasaje de Isaías— dice que aquella Escritura se ha cumplido "hoy" en medio de ellos.

El Santo Padre ha señalado que el Reino de Dios no es un espectáculo, ni "un carnaval", "no ama la publicidad". El Espíritu Santo lo hace crecer, no "los planes pastorales".

El Pontífice ha comprado el Reino con una "semilla que, tras ser sembrada, crece desde dentro": Del mismo modo el Reino de Dios crece "a escondidas en medio de nosotros" —reafirmó el Santo Padre— o sea que se encuentra escondido como "la gema o el tesoro", y "siempre en la humildad".

"¿Quién hace crecer aquella semilla, quién la hace germinar?" ha planteado Francisco durante la homilía. "Dios, el Espíritu Santo que está en nosotros" ha sido su respuesta: "Y el Espíritu Santo es espíritu de mansedumbre, espíritu de humildad, es espíritu de obediencia, espíritu de sencillez. Es Él quien hace crecer desde dentro el Reino de Dios; no son los planes pastorales, las grandes cosas... No. Es el Espíritu, a escondidas. Lo hace crecer y llega el momento en que aparece el fruto".

Jesús también explica —ha continuado el Papa— que el Reino de Dios no viene atrayendo la atención sobre sí mismo, de modo que nadie puede decir: "Está aquí, o está allá". "No es un espectáculo, o peor aún, aunque tantas veces se piensa, "un carnaval", reafirmó el Papa Bergoglio.

"El Reino de Dios no se deja ver con la soberbia, con el orgullo, no ama la publicidad: es humilde, está escondido y así crece", ha dicho Su Santidad.

Por último, Francisco ha exhortado a pedir al Espíritu Santo la gracia de hacer germinar "en nosotros y en la Iglesia, con fuerza, la semilla del Reino de Dios, para que llegue a ser grande, dé refugio a tanta gente y dé frutos de santidad".

 

 

16/11/2017-17:13
Anne Kurian

Jornada de los pobres: Visita sorpresa del Papa al centro de solidaridad

(ZENIT — 16 Nov. 2017).- El 16 de noviembre de 2017, por la tarde, el Papa Francisco realizó una visita sorpresa al centro de atención solidaria ubicado en Piazza Pius XII, cerca de la Basílica de San Pedro, como parte de la primera "Jornada Mundial de los Pobre" (19 de noviembre).

En la cuenta de Twitter del Vaticano se han publicado imágenes y vídeos de la salida del Papa no planificada tres días antes de la celebración de esta Jornada instituido a raíz del Año de la Misericordia.

El Centro Sanitario Solidario es una de las iniciativas organizadas por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización como parte de este día. Está activo del lunes 13 al domingo 19 de noviembre, de 9 a 16 horas, en la Plaza Pío XII. Ofrece análisis clínicos y visitas médicas especializadas en cardiología, dermatología, infectología, ginecología y andrología.

Varios institutos colaboraron en este proyecto: Estructura de la Dirección de Salud y Saneamiento del Estado del Vaticano, Hospital Gemelli, Roma Tor Vergata, la Cruz Roja Italiana, el Ejército Italiano y la Confederación Nacional de Misericordias de Italia.

Durante su visita, el Papa saludó a personas pobres que habían acudido a consultas, así como a personal médico y voluntarios. Según una declaración del dicasterio organizador, fue recibido "por un grupo de personas pobres" que esperaban su turno y con el que "intercambió palabras y bromeó".

Luego, acompañado por enfermeras voluntarias de la Cruz Roja Italiana, el Papa visitó la carpa instalada en la plaza para consultas, donde agradeció a los médicos asistentes su labor.

Otros eventos alrededor del Día de los Pobres: más de 4.000 personas pobres participarán en una misa con el Papa Francisco el 19 de noviembre a las 10 horas y 1500 de ellos compartirán el almuerzo del Papa. Las otras 2.500 personas serán trasladadas a comedores católicos, seminarios y colegios en Roma para participar en un almuerzo festivo.

© Traducción de ZENIT, Rosa Die Alcolea

 

 

16/11/2017-15:48
Rosa Die Alcolea

Unión del Clero: Los pastores están llamados a ser "servidores fieles y sabios"

(ZENIT — 16 Nov. 2017).- Los pastores están llamados a ser "servidores fieles y sabios" que imitan al Señor, se ciñen el cíngulo del "servicio" y "se inclinan sobre las vivencias de sus comunidades", ha recordado el Papa Francisco.

Son algunas de las palabras que el Papa Francisco ha dirigido a los participantes en la Asamblea Internacional de la Confederación de la Unión Apostólica del Clero, a quienes ha recibido en audiencia esta mañana en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico.

El Papa también ha señalado la idea de que la "dedicación a la Iglesia particular" se expresa siempre con un horizonte más grande que "nos hace conscientes de la vida de toda la Iglesia", ha expresado el Papa Francisco.

En este sentido, ha explicado que nos convertimos en ministros para servir a la propia Iglesia particular, en docilidad al Espíritu Santo y al propio obispo y en colaboración con otros sacerdotes, pero con la conciencia de ser parte de la Iglesia universal, que cruza las fronteras de la propia diócesis y del propio país.

La 'Unión Apostólica del Clero' es una asociación clerical, pública e internacional, nació en 1862, fue aprobada por la Santa Sede el 17 de abril de 1921. Nació a raíz de la necesidad de crear asociaciones para "ayudar a los Pastores a responder fielmente a su vocación y misión" que la Iglesia recomendó en el Concilio Vaticano II.

 

Mensaje del Papa Francisco

¡Queridos sacerdotes, queridos hermanos y hermanas!

"¡Oh, qué bueno, qué dulce habitar los hermanos todos juntos" (Sal 133, 1). Estos versículos del salmo van muy bien después de las palabras de Mons. Magrin, presidente apasionado de la Confederación Internacional de la Unión Apostólica del Clero. Es verdaderamente un placer conocer y sentir la fraternidad que nace entre nosotros, llamados a servir al Evangelio según el ejemplo de Cristo, el Buen Pastor. Mi saludo cordial a cada uno de vosotros, haciéndolo extensivo a los representantes de la Unión Apostólica de los Laicos.

En esta asamblea estáis reflexionando sobre el ministerio ordenado "en, para y con la comunidad diocesana". En continuidad con los encuentros anteriores, tenéis la intención de enfocar el papel de los pastores en la Iglesia particular; y en esta relectura la clave hermenéutica es la espiritualidad diocesana que es espiritualidad de comunión a la manera de la comunión trinitaria. Mons. Magrin ha subrayado esa palabra, "diocesanidad": es una palabra clave. Efectivamente, el misterio de la comunión trinitaria es el alto modelo de referencia de la comunión eclesial. San Juan Pablo II, en la carta apostólica Novo millennio ineunte, ha recordado que "el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza" es el siguiente: "Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión" (n 43). Esto implica, antes que nada, "promover una espiritualidad de la comunión", que se convierte en un "principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano," (ibid.). Y hoy necesitamos tanta comunión, en la Iglesia y en el mundo.

Nos convertimos en expertos de espiritualidad de comunión ante todo a través de la conversión a Cristo, de la apertura dócil a la acción de su Espíritu y de la acogida de los hermanos. Como todos sabemos, la fecundidad del apostolado depende no solo de la actividad y de los esfuerzos organizativos, aunque sean necesarios, sino en primer lugar de la acción divina. Hoy, como en el pasado, los santos son los evangelizadores más eficaces, y todos los bautizados están llamados a aspirar a la medida más grande de la vida cristiana, es decir, a la santidad. Con mayor motivo, esto concierne a los ministros ordenados. Pienso en la mundanidad, en la tentación de la mundanidad espiritual, muchas veces oculta en la rigidez: una llama a la otra, son "hermanastras", una llama a la otra. El Día Mundial de Oración por la Santificación del Clero, que se celebra cada año en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, es una ocasión propicia para implorar del Señor el don de ministros fervorosos y santos para su Iglesia. Para alcanzar este ideal de santidad, cada ministro ordenado debe seguir el ejemplo del Buen Pastor que da la vida por sus ovejas.

¿Y dónde ir a buscar esta caridad pastoral, si no en el corazón de Cristo? En él, el Padre celestial nos ha colmado de infinitos tesoros de misericordia, ternura y amor: aquí siempre podemos encontrar la energía espiritual indispensable para irradiar en el mundo su amor y su alegría. Y a Cristo también nos guía todos los días la relación filial con nuestra Madre, María Santísima, especialmente en la contemplación de los misterios del Rosario.

Estrechamente unido con el camino de la espiritualidad está el compromiso en la acción pastoral al servicio del pueblo de Dios, hoy visible en la realidad de la Iglesia local. Los pastores están llamados a ser "servidores fieles y sabios" que imitan al Señor, se ciñen el cíngulo del servicio y se inclinan sobre las vivencias de sus comunidades, para comprender la historia y vivir las alegrías y las tristezas, las expectativas y las esperanzas del rebaño que les ha sido confiado. El Concilio Vaticano II ha enseñado que la manera en que los ministros ordenados alcanzan la santidad "ejerciendo sincera e infatigablemente en el Espíritu de Cristo su triple función."; "De hecho, se ordenan a la perfección de la vida por las mismas acciones sagradas que realizan cada día, como por todo su ministerio" (Decreto Presbyterorum Ordinis, 12).

Con razón subrayáis que los ministros ordenados adquieren un estilo pastoral adecuado también cultivando las mutuas relaciones fraternas y participando en el camino pastoral de su Iglesia diocesana, en sus citas, en sus proyectos e iniciativas que traducen operativamente las líneas programáticas. Una Iglesia particular tiene un rostro, ritmos y decisiones concretas; hay que servirla con dedicación día tras días diariamente, atestiguando la sintonía y la unidad que se vive y se desarrolla con el obispo. El camino pastoral de la comunidad local tiene como punto de referencia imprescindible el plan pastoral de la diócesis, que se debe anteponer a los programas de asociaciones, movimientos y de cualquier grupo en particular. Y esta unidad pastoral, alrededor del obispo, hará la unidad en la Iglesia. Y es muy triste cuando en un presbiterio encontramos que esta unidad no existe, que es aparente. Y allí dominan los chismes, los chismes destruyen la diócesis, destruyen la unidad de los sacerdotes, entre ellos y con el obispo. Hermanos y hermanas, os pido por favor: siempre vemos cosas malas en los demás, siempre, -porque las cataratas no vienen a ese ojo, no , los ojos están listos para ver las cosas feas, pero os pido por favor que no escuchéis los chismes. Si veo cosas malas, rezo o, como hermano, hablo. No hago el "terrorista" porque los chismes son terrorismo. Chismorrear es como tirar una bomba: destruyo al otro y me voy tranquilo. Por favor, nada de chismes, son la polilla que se come el tejido de la Iglesia, de la Iglesia diocesana, de la unidad de todos nosotros.

La dedicación a la Iglesia particular se expresa siempre con un horizonte más grande que nos hace conscientes de la vida de toda la Iglesia. La comunión y la misión son dinámicas correlativas. Nos convertimos en ministros para servir a la propia Iglesia particular, en docilidad al Espíritu Santo y al propio obispo y en colaboración con otros sacerdotes, pero con la conciencia de ser parte de la Iglesia universal, que cruza las fronteras de la propia diócesis y del propio país. Si la misionalidad es una propiedad esencial de la Iglesia, lo es sobre todo para quien, ordenado, está llamado a ejercer el ministerio en una comunidad por su naturaleza misionera, y a ser educador para mundializar ¡no de mundanidad, de mundializar! La misión, de hecho, no es una elección individual, debida a la generosidad individual o quizás a desilusiones pastorales, sino una elección de la Iglesia particular la que se convierte en protagonista en la comunicación del Evangelio a todas las gentes. Queridos hermanos sacerdotes, rezo por cada uno de vosotros, y por vuestro ministerio y por el servicio de la Unión Apostólica del Clero. Y también rezo por vosotros, queridos hermanos y hermanas. Que mi bendición os acompañe. Y os pido por favor que no os olvidéis de rezar por mí, porque yo también necesito oraciones.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

16/11/2017-17:35
Rosa Die Alcolea

Final de la vida: Considerar el objeto moral, las circunstancias y las intenciones de los sujetos

(ZENIT — 16 Nov. 2017).- "Es necesario un cuidadoso discernimiento, que considere el objeto moral, las circunstancias y las intenciones de los sujetos involucrados", ha dicho el Papa Francisco en referencia al tema "el final de la vida" que tratan en el Encuentro.

El Santo Padre ha enviado un mensaje al Presidente de la Academia Pontificia para la Vida, Mons. Vincenzo Paglia, y a todos los participantes en el Encuentro Regional Europeo de la "World Medical Association" sobre los temas del llamado "final de la vida", organizado en el Aula Antigua del Sínodo en el vaticano del 16 al 17 de noviembre de 2017.

En el texto, el Papa aconseja que "para determinar si una intervención médica clínicamente apropiada sea efectivamente proporcionada, no es suficiente aplicar mecánicamente una regla general", ha destacado la necesidad de "un cuidadoso discernimiento, que considere el objeto moral, las circunstancias y las intenciones de los sujetos involucrados" y ha indicado que "la dimensión personal y relacional de la vida — y de la muerte misma, que sigue siendo un momento extremo de la vida — debe dar, en el cuidado y el acompañamiento del enfermo, un espacio adecuado a la "dignidad humana".

En las sociedades democráticas, los temas delicados como estos deben tratarse con moderación: de una manera seria y reflexiva, y estando dispuestos a encontrar soluciones, incluso normativas, lo más compartidas posible —ha dicho el Papa Francisco—.

Por un lado, "debemos tener en cuenta la diversidad de las concepciones del mundo, de las convicciones éticas y de las afiliaciones religiosas", en un clima de escucha y aceptación mutuas. Por otro lado —continúa el Pontíficie— el Estado no puede dejar de proteger a todos los sujetos involucrados, defendiendo la igualdad fundamental por la cual el derecho reconoce a cada uno como ser humano que convive con otros en la sociedad. Hay que prestar una atención especial a los más débiles, que no pueden defender por sí mismos sus intereses.

 

Mensaje del Papa Francisco

Al venerado hermano
Mons. Vincenzo Paglia
Presidente de la Academia Pontificia para la Vida

Le envío mi cordial saludo así como a todos los participantes en el Encuentro Regional Europeo de la Asociación Médica Mundial sobre los temas del llamado "final de la vida", organizado en el Vaticano junto con la Academia para la Vida.

Vuestro encuentro se centrará sobre los interrogantes que se refieren al final de la vida terrenal. Son interrogantes que siempre han interpelado a la humanidad, pero que hoy asumen nuevas formas debido a la evolución del conocimiento y de las herramientas técnicas puestas a disposición por el ingenio humano. De hecho, la medicina ha desarrollado una capacidad terapéutica creciente, que ha permitido superar muchas enfermedades, mejorar la salud y prolongar el tiempo de vida. Por lo tanto, ha desempeñado un papel muy positivo. Por otro lado, hoy también es posible prolongar la vida en condiciones que en el pasado uno ni siquiera podía imaginar. Las intervenciones sobre el cuerpo humano son cada vez más eficaces, pero no siempre son decisivas: pueden mantener funciones biológicas que se han vuelto insuficientes, o incluso reemplazarlas, pero esto no equivale a promover la salud. Se requiere, pues, un suplemento de sabiduría, porque hoy en día es más insidiosa la tentación de insistir en tratamientos que producen efectos poderosos en el cuerpo, pero a veces no ayudan al bien integral de la persona.

El Papa Pío XII, en un discurso memorable dirigido hace 60 años a los anestesistas y especialistas en reanimación, afirmó que no es obligatorio utilizar siempre todos los recursos potencialmente disponibles y que, en casos bien determinados es lícito abstenerse . (cf. Acta Apostolica Sedis XLIX [1957], 1027 — 1033). Por tanto, es moralmente lícito renunciar a la aplicación de los medios terapéuticos, o suspenderlos, cuando su uso no corresponde a ese criterio de ética y humanidad que se denominará en lo sucesivo "proporcionalidad de la cura" (Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe , Declaración sobre la eutanasia , 5 de mayo de 1980, IV: Acta Apostolicae Sedis LXXII [1980], 542-552). El aspecto peculiar de este criterio es que toma en consideración "el resultado que puede esperarse, dadas las condiciones del enfermo y de sus fuerzas físicas y morales" (ibid.). Luego, permite llegar a una decisión que se califica moralmente como renuncia al "ensañamiento terapéutico".

Es una decisión que asume de manera responsable el límite mortal de la condición humana, en el momento en que se da cuenta de que no se puede contrarrestar. "Con esto no se pretende provocar la muerte; se acepta no poder impedirla", como especifica el Catecismo de la Iglesia Católica (n.° 2278). Esta diferencia de perspectiva restituye humanidad al acompañamiento del morir sin abrir justificaciones a la supresión de la vida. Notamos, de hecho, que no activar o suspender el uso de medios desproporcionados, equivale a evitar el ensañamiento terapéutico, es decir, a llevar a cabo una acción que tiene un significado ético completamente distinto de la eutanasia, que sigue siendo siempre ilícita, ya que se propone interrumpir la vida dando la muerte.

Ciertamente, cuando nos sumergimos en la concreción de las coyunturas dramáticas y en la práctica clínica, los factores que entran en juego a menudo son difíciles de evaluar. Para determinar si una intervención médica clínicamente apropiada sea efectivamente proporcionada, no es suficiente aplicar mecánicamente una regla general. Es necesario un cuidadoso discernimiento, que considere el objeto moral, las circunstancias y las intenciones de los sujetos involucrados. La dimensión personal y relacional de la vida —y de la muerte misma, que sigue siendo un momento extremo de la vida — debe dar, en el cuidado y el acompañamiento del enfermo, un espacio adecuada a la dignidad humana. En este camino, la persona enferma tiene el papel principal. Lo dice claramente el Catecismo de la Iglesia Católica: "Las decisiones deben ser tomadas por el paciente, si para ello tiene competencia y capacidad" (ibid.). Es él, en primer lugar, quien tiene el derecho, obviamente en diálogo con los médicos, de evaluar los tratamiento que le ofrecen y de juzgar su proporcionalidad efectiva en la situación concreta, y de renunciar necesariamente si dicha proporcionalidad faltase. No es una evaluación fácil en la actividad médica actual, donde la relación terapéutica se fragmenta cada vez más y el acto médico debe asumir múltiples mediaciones, requeridas por el contexto tecnológico y organizativo.

También cabe señalar que estos procesos de evaluación están sujetos al condicionamiento de la creciente brecha de oportunidades, favorecida por la acción combinada de la potencia técnico- científica y de los intereses económicos. Los tratamientos progresivamente más sofisticados y costosos son asequibles a grupos de personas y poblaciones cada vez más restringidos y privilegiados, lo que plantea serias dudas sobre la sostenibilidad de los servicios sanitarios. Una tendencia, por decirlo así, sistémica, al aumento de la desigualdad terapéutica es bien visible a nivel mundial, especialmente si se comparan los diferentes continentes. Pero también está presente en los países más ricos, donde es probable que el acceso a las curas obedezca más a la disponibilidad económica de las personas que a las necesidades efectivas de las misma.

En la complejidad determinada por la incidencia de estos factores en la práctica clínica, pero también en la cultura de la medicina en general, es necesario poner absolutamente en evidencia el mandamiento supremo de la proximidad responsable como aparece claramente en la página evangélica del Samaritano (cf. Lucas 10:25 -37). Se podría decir que el imperativo categórico es no abandonar nunca a la persona enferma. La angustia de la condición que nos lleva al umbral del límite humano supremo y las decisiones difíciles que tenemos que tomar nos exponen a la tentación de abandonar la relación. Pero este es el lugar donde se nos pide amor y cercanía, más que cualquier otra cosa, reconociendo el límite que a todos nos acomuna y allí, precisamente, haciéndonos solidarios . ¡Que cada uno de amor de la manera que le corresponde: como padre o madre, hijo o hija, hermano o hermana, médico o enfermero!.

¡Pero que lo den! Y si sabemos que no siempre se puede garantizar la curación de la enfermedad, a la persona que vive debemos y podemos cuidarla siempre: sin acortar su vida nosotros mismos, pero también sin ensañarnos inútilmente contra su muerte. En esta línea se mueve la medicina paliativa que reviste también una gran importancia en ámbito cultural, esforzándose por combatir todo lo que hace la muerte más angustiosa y llena de sufrimiento, es decir, el dolor y la soledad.

En las sociedades democráticas, los temas delicados como estos deben tratarse con moderación: de una manera seria y reflexiva, y estando dispuestos a encontrar soluciones, incluso normativas, lo más compartidas posible. Por un lado, debemos tener en cuenta la diversidad de las concepciones del mundo, de las convicciones éticas y de las afiliaciones religiosas, en un clima de escucha y aceptación mutuas. Por otro lado, el Estado no puede dejar de proteger a todos los sujetos involucrados, defendiendo la igualdad fundamental por la cual el derecho reconoce a cada uno como ser humano que convive con otros en la sociedad. Hay que prestar una atención especial a los más débiles, que no pueden defender por sí mismos sus intereses. Si merma este núcleo de valores que son esenciales para la convivencia, merma también la posibilidad de comprendernos basándonos en el reconocimiento del otro que es el presupuesto de cada diálogo y de la misma vida asociativa. También la legislación en ámbito médico y sanitario requiere esta visión amplia y un enfoque integral de lo que más promueve el bien común en las situaciones concretas.

Con la esperanza de que estas reflexiones puedan ser de ayuda, os deseo de todo corazón que vuestra reunión tenga lugar en un clima sereno y constructivo; que podáis identificar las formas más adecuadas para abordar estos asuntos delicados, en vista del bien de todos los que encontráis y con los que colaboráis en vuestra exigente profesión.

El Señor os bendiga y Nuestra Señora os proteja.
Del Vaticano, 7 de noviembre de 2017

 

 

16/11/2017-16:53
Redacción

Austria: El Papa ha recibido al presidente Alexander Van der Bellen

(ZENIT — 16 Nov. 2017).- Esta mañana el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia, en el Palacio Apostólico Vaticano, al Presidente de la República de Austria, Alexander Van der Bellen.

Ha informado de ello la Oficina de Prensa de la Santa Sede, esta mañana, 16 de noviembre de 2017.

El presidente se ha reunido que posteriormente se ha encontrado con el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, a quien acompañaba Mons. Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados.

Durante las conversaciones, desarrolladas en una atmósfera de cordialidad, se ha hablado de las buenas relaciones y de la fructífera colaboración entre la Santa Sede y Austria.

A continuación, se abordaron temas de interés mutuo, como la defensa de la dignidad inviolable de la persona humana, la promoción de una cultura del encuentro y la preocupación por el cuidado de la creación.

Finalmente, se evidenció el papel de la comunidad internacional en la búsqueda de soluciones pacíficas a los conflictos en diversas regiones del mundo, reafirmando también el compromiso común por un mundo sin armas nucleares.

 

 

16/11/2017-14:55
Redacción

Cambio climático: Necesidad de una "conversación que nos una a todos"

(ZENIT — 16 Nov. 2017).- El Papa Francisco recuerda en este mensaje su "invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta".

Mensaje que el Santo Padre ha enviado a Frank Bainimarama, Primer Ministro de las Islas Fiji, Presidente de la 23a Sesión de la Conferencia de los Estados Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP-23 que se celebra en Bonn (Alemania) del 6 al 17 de noviembre 2017 y leído en el curso de los trabajos.

El Santo Padre habla la importancia de una "conversación que nos una a todos", porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos.

Se trata —apunta el Papa— concretamente, de favorecer la difusión de una "conciencia responsable" hacia nuestra casa común (ver encíclica Laudato si crin 202.231) a través de la contribución de todos.

 

Mensaje del Papa Francisco

A Su Excelencia Sr. Frank Bainimarama, Primer Ministro de las Islas Fiji Presidente del 23° período de sesiones de la Conferencia de los Estados Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP-23) (Bonn, 6-17 de noviembre de 2017)

Su Excelencia,

Hace poco menos de dos años, la comunidad internacional estaba reunida en este foro de la CMNUCC, con la mayor parte de sus principales representantes
gubernamentales y, después de un largo y complejo debate, llegó a la adopción del histórico Acuerdo de París mediante el cual se logró el consenso sobre la necesidad de lanzar una estrategia compartida para contrarrestar uno de los fenómenos más preocupantes que vive nuestra humanidad: el cambio climático.

La voluntad de dar curso a este consenso se confirmó posteriormente con la rapidez de la entrada en vigor del Acuerdo de París, menos de un año después de su adopción.

El Acuerdo apunta a una transición clara hacia un modelo de desarrollo económico bajo o nulo de carbono, promoviendo la solidaridad y haciendo hincapié en los estrechos vínculos entre la lucha por el cambio climático y la lucha contra la pobreza. Esta transición se ha visto relanzada por la emergencia climática que requiere un mayor compromiso por parte de los países algunos de los cuales deben tratar de asumir el papel de guía de la misma, teniendo en cuenta las necesidades de las poblaciones más vulnerables.

En estos días, os habéis reunido en Bonn para dar curso a otra fase importante del Acuerdo de París: el proceso de definición y construcción de directrices, reglas y mecanismos institucionales para hacerlo verdaderamente efectivo y capaz de contribuir a la consecución de los objetivos complejos que se propone. En ese camino es necesario mantener una elevada voluntad de colaborar.

En esta perspectiva, deseo recordar mi "invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos. [...] Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás. Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. (ver encíclica Laudato si 'n.14).

Tenemos que evitar caer en estas cuatro actitudes perversas, que ciertamente no ayudan a la investigación honesta y al diálogo sincero y fructífero sobre la construcción del futuro de nuestro planeta: la negación, la indiferencia, la resignación y confianza en soluciones inadecuadas.

Además, no podemos limitarnos solamente a la dimensión económica y tecnológica: las soluciones técnicas son necesarias pero no suficientes; también es esencial y justo tomar en consideración los aspectos y las repercusiones éticas y sociales del nuevo paradigma de desarrollo y progreso a corto, medio y largo plazo.

En esta perspectiva, parece cada vez más necesario prestar atención a la educación y los estilos de vida inspirados por una ecología integral, capaces de asumir un enfoque honesto de la investigación y un diálogo abierto donde las diferentes dimensiones del Acuerdo de París se entrelazan. Éste, es bueno recordar, "nos recuerda la grave responsabilidad [...] de actuar sin demora, de la forma lo más libre posible de presiones políticas y económicas, superando los intereses y comportamientos particulares "(ver Mensaje a la COP-22). Se trata, concretamente, de favorecer la difusión de una "conciencia responsable" hacia nuestra casa común (ver encíclica Laudato si crin 202.231) a través de la contribución de todos, estableciendo con claridad las diferentes formas de acción y de asociación entre las diversas partes interesadas, algunas de los cuales no dejan de destacar el talento del ser humano en favor del bien común.

Al tiempo que le saludo Sr. Presidente, y a todos los participantes en esta Conferencia, espero que, bajo su respetable guía y la de las Islas Fiji, los trabajos de estos días estén animado por el mismo espíritu colaborativo y propositivo manifestado durante la COP-21. Así será posible acelerar la toma de conciencia y la consolidación de la voluntad de adoptar decisiones realmente eficaces para combatir el fenómeno del cambio climático y, contextualmente, combatir la pobreza y promover un verdadero desarrollo humano integral. ¡Que la sabia providencia del Altísimo os sostenga en este esfuerzo!

 

 

16/11/2017-10:51
Rosa Die Alcolea

Argentina: Elegida la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal

(ZENIT — 2017).- La Conferencia Episcopal Argentina celebró del 6 al 11 de noviembre la 114° Asamblea Plenaria, en la que se renovaron las autoridades de la Comisión Ejecutiva y sus comisiones para el período 2017-2020.

La Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) quedó conformada por Mons. Oscar Vicente Ojea, Obispo de San Isidro, Presidente. Vicepresidente 1°: Cardenal Mario Aurelio Poli, Arzobispo de Buenos Aires. Vicepresidente 2°: Mons. Marcelo Daniel Colombo, Obispo de La Rioja y Secretario General: Mons. Carlos Humberto Malfa, Obispo de Chascomús.

Asimismo los obispos argentinos conmemoraron los 10 años de la Conferencia de Aparecida y sus prospectivas en clave misionera, las celebraciones de los 400 años de la aparición de la Virgen del Valle y los 500 años de la primer misa en suelo argentino en 2020.

El sábado, 10 de noviembre, se clausuró la Asamblea con la presentación de las conclusiones de la consulta realizada en base al documento preparatorio del Sínodo de Obispos convocado por el Santo Padre Francisco sobre "Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional" y un avance de la organización del Encuentro Nacional de Juventud Rosario 2018.

 

Comisiones

Quedaron también renovados los presidentes y delegados de la Comisiones y Consejos Episcopales.

— Comisión Episcopal de Fe y Cultura

Presidente: Mons. Fernández, Víctor Manuel

— C.E. de Catequesis y Pastoral Bíblica

Presidente: Mons. Dus, Ramón

— C.E. de Ministerios

Presidente: Mons. Fernández, César Daniel

— C.E. de Vida Consagrada

Presidente: Mons. Azpiroz Costa, Carlos

— C.E. de Liturgia

Presidente: Mons. D'Anníbale, Miguel Ángel

— C.E. de Pastoral Social

Presidente: Mons. Lugones, Jorge

— C.E. de Educación Católica

Presidente: Mons. Martín, Eduardo

— C.E. para el Apostolado de los Laicos y Pastoral Familiar

Presidente: Mons. Laxague, Pedro M.

— C.E. de Comunicación Social

Presidente: Mons. Barba, Gabriel

— Consejo de Asuntos Económicos

Presidente: Mons. Eguía Seguí, Enrique

— C.E. para Caritas

Presidente: Mons. Tissera, Carlos José

— C.E. de Misiones

Presidente: Mons. Fernando Croxatto (Obispo de Neuquén)

— C.E. de Ecumenismo, Relaciones con el Judaísmo y otras religiones

Presidente: Mons. Pedro Torres (Obispo Auxiliar de Córdoba)

— C.E. de Pastoral Aborigen

Presidente: Mons. Ángel Macín (Obispo de Reconquista)

— C.E. de Iglesias Orientales

Presidente: Mons. Juan Chamieh (Administrador Apostólico de la Eparquía Maronita)

— C.E. de Ayuda a las Regiones más necesitadas

Presidente: Mons. Pedro Olmedo Rivero (Obispo Prelado de Humahuaca)

— C.E. de Pastoral de Migrantes e Itinerantes

Presidente: Mons. Hugo Salaberry (Obispo de Azul)

— C.E. de Pastoral Universitaria

Presidente: Mons. Gustavo Zurbriggen (Obispo Prelado de Dean Funes)

— C.E. de Pastoral de la Salud

Presidente: Mons. Alberto Bochatey (Obispo Auxiliar de La Plata)

— C.E. de Pastoral Penitenciaria

Presidente: Mons. Juan Carlos Ares (Obispo Auxiliar de Bs. As.)

— Delegado para la Pastoral de Santuarios: Mons. José María Rossi (Obispo de Concepción)

— Delegado para las Causas de los Santos: Mons. Santiago Olivera (Obispo Castrense)

— Delegado para los Congresos Eucarísticos: Mons. Mario Cargnello (Arzobispo de Salta)

— Delegado para las Vocaciones: Mons. Alejandro Giorgi (Obispo Auxiliar de Bs. As.)

— Delegado para los Desafíos y Prospectivas de la Educación: Mons. Alfredo Zecca (Arzobispo Titular de Bolsena)

 

 

16/11/2017-08:52
Isabel Orellana Vilches

Santa Isabel de Hungría, 17 de noviembre

«Princesa de Hungría, landgrave de Turingia. Joven esposa, madre y viuda. El rostro de la ternura hacia los enfermos y los pobres. Patrona de la Tercera Orden franciscana, de Bogotá y de las enfermeras españolas, entre otras»

El 17 de noviembre de 2007 Benedicto XVI dio inicio al año internacional dedicado a esta santa que vivió experiencias intensísimas de amor y de dolor en su corta existencia. Es muy venerada y querida. Patrona de la Tercera Orden franciscana, de Bogotá, de las enfermeras españolas, de las niñas y mujeres alemanas, proclamación esta última efectuada por León XIII. Ostenta el patronazgo de la Orden Teutónica, junto a María y a san Jorge. Tiene dedicadas numerosas iglesias y capillas, y el arte ha multiplicado su imagen y milagros. Su primera biografía la publicó en 1237 el cisterciense Cesáreo de Heisterbach y han seguido proliferando otras muchas.

Nació en 1207, puede que en el castillo de Sárospatak, Hungría; no hay más datos. Era hija del monarca Andrés II, dueño de gran fortuna, y de Gertrudis de Andechs-Merania descendiente de reyes; tenía dos hermanos prelados.

En el árbol genealógico de Isabel había ejemplos de excelsa virtud. Santa Eduvigis de Silesia fue su tía materna, y lazos de sangre la vinculaban a santa Isabel de Portugal. Además, su propia hija Gertrudis, abadesa de Altenberg, es beata. Acordado su matrimonio por razones de estado cuando tenía 4 años, con Hermann, hijo del landgrave de Turingia, la trasladaron allí para instruirla; era la costumbre.

Enseguida se desencadenaron trágicos acontecimientos. En 1213 su madre fue asesinada, en 1216 murió su prometido y al año siguiente lo hizo el landgrave, que le profesaba gran afecto. Entonces quedó en manos de Sofía Wittelsbach de Baviera, la segunda esposa de éste. Tanto a ella como a Hermann les agradaba la cultura haciendo de la corte un escenario perfecto para artistas y poetas.

Entre tanto, Isabel había dado muestras de piedad, una tendencia muy marcada a ejercer la caridad y alejamiento de los oropeles de palacio. Implicada en un entramado político, aunque estaba muy lejos de conflictos, se decidió que regresara a su país, pero Luís IV, nuevo landgrave tras la muerte de su padre, que había tenido ocasión de tratarla en palacio, se desposó con ella en 1221.

La idílica compenetración entre ambos sembró sus vidas de inenarrable felicidad. Isabel había hallado en Luís su alma gemela, un hombre generoso, desprendido de sí mismo, que respetó en todo momento sus intensas prácticas de oración y piedad. Velaba sus noches de vigilia de forma solícita teniendo cuidado de que las penitencias de su esposa no minaran su salud. Y mostraba público reconocimiento hacia sus constantes gestos de caridad con los necesitados defendiéndola de las críticas que alguna vez llovieron sobre ella por parte de quienes no supieron apreciar su proverbial espíritu de pobreza y magnanimidad, que Dios bendecía ya con signos extraordinarios. La idea en la que se inscribe el momento en el que Isabel portaba panes para los pobres, asegurando que un desconfiado Luís le pidió que le mostrara lo que llevaba, y solo vio rosas, es fruto de la leyenda, como otras que se han tejido en torno a la santa.

Los nobles sentimientos que vinculaban a la pareja elevaban el espíritu de Isabel, que por encima de todo ansiaba unirse con Dios. «Si yo amo tanto a una criatura mortal, ¿cómo debería amar al Señor inmortal, dueño de mi alma?», confidenció a una de sus damas. Lo que vivía en su hogar junto al piadoso landgrave no era más que una simple imagen de ese otro amor con mayúsculas que ardía en su interior. Tuvieron tres hijos: Sofía, Gertrudis y Hermann, que murió en 1241. Gertrudis vino al mundo en 1227 al poco de fallecer su padre a causa de la peste cuando iba a embarcarse como cruzado junto al emperador Federico II. Isabel tenía 20 años cuando afrontó esta nueva tragedia que laceró su corazón: «El mundo con todas sus alegrías está ahora muerto para mí».

Desde que los frailes se afincaron allí a finales de 1221 estaba vinculada a la espiritualidad franciscana. En 1223 comenzó a ser dirigida por ellos. Al enviudar la acompañaba en este itinerario Conrado de Marburgo. En aras de la obediencia que prometió, como tenía vía libre para hacer uso de sus bienes, siguió sembrando la estela de caridad entre los pobres. Con la excusa de que dilapidaba su fortuna siendo inepta para el gobierno, su cuñado Enrique Raspe la expulsó de la corte en pleno invierno. Buscó cobijo en un humilde granero. Y al clarear el alba se dirigió al convento de los franciscanos entonando a Dios un Te Deum en acción de gracias.

Luego en Eisenach vivió en una modesta cabaña construida en la rivera del río, y continuó socorriendo a los pobres con el fruto de su trabajo: costura e hilado. Cuando su tía materna, abadesa de las benedictinas de Kitzingen, supo de sus penalidades, la confió a su hermano Eckbert, obispo de Bamberg. La idea de su tío era que Isabel contrajese nuevo matrimonio, pero ella se negó en aras de la promesa que hizo al enviudar.

Se afincó en el castillo de Pottenstein. A su tiempo, sus hermanos le restituyeron la dote y se estableció en Marburgo, seguida por su riguroso director espiritual. Su heroico ejemplo de caridad sería ya imborrable. Fue artífice de dos hospitales, en uno de los cuales, abierto en su castillo, procuró atención cotidiana a centenares de indigentes; el otro lo mandó erigir en la colina de Wartburg.

En 1228, año en que tomó el hábito gris de los penitentes en la capilla de los franciscanos de Eisenach, impulsó un tercer hospital en Marburgo y allí sirvió a los enfermos, muchos de los cuales estaban aquejados de graves úlceras; lo hizo sin temer al contagio. Los pobres y los desvalidos, hospitalizados o no, en quienes siempre vio el rostro de Cristo, nunca cesaron de recibir sus tiernos consuelos. Ella misma, dando muestras de su amor al carisma franciscano, había hecho de la pobreza su forma de vida, desprendida de todo, hasta que murió con fama de santidad en Marburgo, presa de altas fiebres, la madrugada del 17 de noviembre de 1231. Gregorio IX la canonizó cuatro años después, el 27 de mayo de 1235, ante la presencia de miles de fieles, entre otros, el emperador Federico II.