Servicio diario - 23 de octubre de 2017


El Papa a Teófilo III: Firme rechazo a cualquier tipo de violencia
Rosa Die Alcolea

Canadian National Youth Forum: "Dejad que Cristo os alcance"
Rosa Die Alcolea

Universidad de Tel Aviv: Llamamiento del Papa a "crear un nuevo liderazgo"
Rosa Die Alcolea

El Papa convoca un mes misionero extraordinario en octubre de 2019
Rosa Die Alcolea

Kenia: El Papa pide oración por un diálogo constructivo
Rosa Die Alcolea

Colegio Pío Brasileño: El Papa los invitó a "no dejar a nadie aparte"
Rosa Die Alcolea

Nombramientos en la Congregación para las Causas de los Santos
Redacción

San Luigi Guanella, 24 de octubre
Isabel Orellana Vilches


 

 

23/10/2017-11:57
Rosa Die Alcolea

El Papa a Teófilo III: Firme rechazo a cualquier tipo de violencia

(ZENIT — 23 Oct. 2017).- El Papa invita a un rechazo "con firmeza" a cualquier tipo de violencia, a cualquier tipo de discriminación y a todas las manifestaciones de intolerancia "contra las personas o lugares de culto judíos, cristianos y musulmanes".

Así lo ha dicho a Teófilo III, Patriarca greco ortodoxo de Jerusalén, a quien ha recibido esta mañana en audiencia a las 10 horas a, junto a su delegación, en visita a Roma, del 22 al 25 de octubre.

"Que todos sean uno... para que el mundo crea", el Papa ha recordado esta cita del Evangelio de Juan, con la que ha querido "reiterar el deseo sincero y el compromiso" de avanzar en el camino hacia la plena unidad entre nosotros, ha indicado.

El Papa ha dirigido unas palabras a las comunidades cristianas de Tierra Santa, a quienes desea que "siempre sean reconocidos como parte integrante de la sociedad".

El Patriarca Teófilo III estaba acompañado por el arzobispo Aristarchos, Jefe de la Secretaría del Patriarcado, por el arcediano Markos y por los Sres. Rami Moghrabi y Nader Elias Moghrabi. Después, Teófilo III ha encontrado al cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, y a Mons. Paul Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados.

A continuación, el Patriarca y su delegación han tenido un coloquio con el cardenal Kurt Koch, Presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, y con el cardenal Jean-Louis Tauran, Presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso.

Sigue el discurso pronunciado por el Santo Padre durante la audiencia:

 

Discurso del Santo Padre

Beatitud,

Queridos hermanos,

Con gran alegría le doy la bienvenida a Roma. Tengo el placer de corresponder con gratitud y afecto fraterno a la calurosa acogida que Su Beatitud me ofreció durante mi visita a Jerusalén. Guardo vivo en la memoria la cortés atención con que me acompañó junto con el Patriarca Ecuménico Bartolomé a la basílica que alberga los lugares donde el Señor fue crucificado y sepultado y donde resucitó. Recuerdo con emoción la parada de oración en el Edículo del sepulcro vacío. En este sentido renuevo mi agradecimiento por la restauración de este lugar santísimo: no se trata simplemente de salvaguardar la integridad de un monumento del pasado, sino que también se ha trabajado para que siga resonando en el futuro el testimonio que proviene de ese sepulcro vacío. "Ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde le pusieron" (Mc 16,6). Celebro el hecho de que el Patriarcado Ortodoxo Griego de Jerusalén, el Patriarcado Armenio de Jerusalén y la Custodia Franciscana de Tierra Santa hayan trabajado juntos con óptimo entendimiento, así como en la basílica de la Natividad en Belén, para lograr este hito, y agradezco vivamente el esfuerzo de Su Beatitud.

Este encuentro me ofrece la oportunidad de expresar una vez más mi cercanía a todos aquellos que sufren por los conflictos que azotan desde hace décadas la Tierra Santa. La incertidumbre de la situación y la falta de entendimiento entre las partes siguen causando inseguridad, restricción de los derechos fundamentales y abandono de la propia tierra por parte de muchos. Por eso invoco la ayuda de Dios y pido a todos los sujetos involucrados que redoblen sus esfuerzos para crear las condiciones de una paz estable basada en la justicia y el reconocimiento de los derechos de todos. Con este fin, se debe rechazar con firmeza el recurso a cualquier tipo de violencia, a cualquier tipo de discriminación y a todas las manifestaciones de intolerancia contra las personas o lugares de culto judíos, cristianos y musulmanes. La Ciudad Santa, cuyo 'status quo' debe ser defendido y preservado, debería ser un lugar donde todos pudieran vivir juntos pacíficamente; de lo contrario, la espiral del sufrimiento continuará para todos y sin fin.

Deseo dirigir una palabra especial a todos los miembros de las diversas comunidades cristianas de Tierra Santa. Espero que siempre sean reconocidos como parte integrante de la sociedad y que, como ciudadanos y creyentes de pleno derecho, sean incansables en su contribución al bien común y a la construcción de la paz, comprometiéndose a ser artífices de la reconciliación y la armonía. Esta contribución será más eficaz en la medida en que se logre una sintonía cada vez mayor entre las diferentes Iglesias de la región. Sería particularmente importante una cooperación creciente para sostener a las familias y a los jóvenes cristianos de modo que no se vean obligados a tener que dejar su tierra. Trabajando juntos en este ámbito tan delicado, los fieles de varias confesiones también podrán conocerse mejor y desarrollar relaciones cada vez más fraternales.

Por lo tanto, en obediencia a la sentida oración de Jesús por los suyos en el Cenáculo: "Que todos sean uno... para que el mundo crea" (Jn 17,21), quiero reiterar el deseo sincero y el compromiso de avanzar en el camino hacia la plena unidad entre nosotros. Sé que algunas de las heridas del pasado siguen dejando señales en la memoria de tantos. No se puede cambiar la historia, pero sin olvidar las graves carencias de caridad durante siglos, volvamos juntos los ojos a un futuro de reconciliación plena y de comunión fraterna y esforcémonos ahora, como quiere el Señor. No hacerlo sería la culpa más grave de hoy, sería no tener en cuenta la urgente invitación de Cristo y los signos de los tiempos que el Espíritu siembra en el camino de la Iglesia. Animados por el mismo Espíritu, no dejemos que los recuerdos de épocas caracterizadas por el silencio recíproco o el intercambio mutuo de acusaciones, las dificultades del presente y un futuro incierto nos impidan caminar juntos hacia la unidad visible, rezar juntos y trabajar juntos para anunciar el Evangelio y servir a los necesitados. También el diálogo teológico entre católicos y ortodoxos, que continúa, y en el que el Patriarcado greco ortodoxo de Jerusalén participa activa y constructivamente es, en este sentido, un signo de esperanza, que nos conforta a lo largo del camino. Qué hermoso sería decir de los católicos y los ortodoxos que viven en Jerusalén lo que el Evangelista Lucas dijo de la primera comunidad cristiana: "Todos los creyentes vivían unidos [...] un solo corazón y una sola alma" (Hechos 2:44; 4 , 32).

Beatitud, gracias de corazón por su visita y la de los distinguidos miembros de su séquito. Deseo reafirmar mi cercanía a los hermanos cristianos en Tierra Santa y mi afecto por los amigos de las otras grandes religiones de la región, esperando y rezando para que llegue pronto para todos el día de una paz estable y duradera. "Pedid la paz para Jerusalén: en calma estén tus tiendas [...] por amor de mis hermanos y de mis amigos quiero decir: "¡La paz sea contigo!"(Sal 122, 6-8).

Por eso me gustaría que rezásemos juntos con las palabras del Padre nuestro.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

23/10/2017-17:38
Rosa Die Alcolea

Canadian National Youth Forum: "Dejad que Cristo os alcance"

(ZENIT — 23 Oct. 2017).- "Jóvenes, dejad que Cristo os alcance. Dejad que os hable, abrace, consuele, cure vuestra heridas, disuelva vuestras dudas y miedos, y estaréis listos para la fascinante aventura de la vida, ese don precioso e inestimable que Dios pone todos los días en vuestras manos", declara el Papa.

En preparación del próximo Sínodo de los Jóvenes que se celebrará en octubre de 2018, Francisco ha enviado un vídeo mensaje a los jóvenes canadienses que participan en 'Canadian National Youth Forum', un programa televisivo especial organizado para ayudar a los obispos de Canadá a preparar este gran evento eclesiástico, apunta Radio Vaticano en su edición española.

El vídeo del Santo Padre —indica Radio Vaticano— fue proyectado la tarde del domingo 22 de octubre en el estudio de televisión 'Se' et lumiére' ubicado en Toronto, donde estuvo presente el cardenal Kevin Farrel, acompañado por un grupo de obispos y de jóvenes, que dialogaron sobre los desafíos, los problemas y las necesidades de la juventud en la Iglesia Católica.

El Papa hace mención en el vídeo a la carta que envió a los jóvenes de todo el mundo el 13 de enero de 2017, para presentar el tema del próximo Sínodo, el Santo Padre recordó el "papel fundamental que juega la juventud", tanto en el presente, como en el futuro de la Iglesia a la hora de construir "el camino hacia el cambio".

Sigue el texto del vídeo mensaje del Santo Padre Francisco:

¡Queridos jóvenes amigos canadienses!

Me alegra poder pasar un poco de tiempo con vosotros, participando en vuestro diálogo, del que sois protagonistas desde el Atlántico hasta el Pacífico. Estas son las maravillas de la tecnología que, si se usan positivamente, brindan una oportunidad de encuentro e intercambio impensable hasta hace poco.

Esto confirma que, cuando las personas trabajan juntas buscando el bien del otro, el mundo se revela en toda su belleza. Os pido, por lo tanto, que no permitáis que el mundo se arruine por las personas sin escrúpulos, que solo piensan en explotarlo y destruirlo. Os invito a inundar los lugares donde vivís con la alegría y el entusiasmo típicos de vuestra juventud para irrigar el mundo y la historia con la alegría que proviene del Evangelio, de haber conocido a una Persona: Jesús, que os ha cautivado y os atrajo a estar con Él.

No dejéis que os roben la juventud. No permitáis que nadie disminuya y ofusque la luz que Cristo ha puesto en vuestros rostros y en vuestros corazones. Sed tejedores de relaciones selladas por la confianza, el intercambio, la apertura incluso hasta los confines del mundo. No levantéis muros de división: ¡no levantéis muros de división! Construid puentes, como este puente extraordinario que estáis cruzando en espíritu, y que une las costas de los dos océanos. Estáis experimentando un momento de intensa preparación para el próximo Sínodo, el Sínodo de los Obispos, que os concierne de una manera particular, del mismo modo que involucra a toda la comunidad cristiana. De hecho, su tema es " Los jóvenes, la fe y discernimiento vocacional".

Deseo también recordaros las palabras que Jesús dijo un día a los discípulos que le preguntaban: «Rabbí [...] ¿dónde vives?». Él les respondió: «Venid y lo veréis». También a vosotros Jesús dirige su mirada y os invita a ir hacia Él. ¿Habéis encontrado esta mirada, queridos jóvenes? ¿Habéis escuchado esta voz? ¿Habéis sentido este impulso a ponerse en camino? Estoy seguro que, si bien el ruido y el aturdimiento parecen reinar en el mundo, esta llamada continua a resonar en el corazón da cada uno para abrirlo a la alegría plena. Esto será posible en la medida en que, a través del acompañamiento de guías expertos, sabréis emprender un itinerario de discernimiento para descubrir el proyecto de Dios en la propia vida. Incluso cuando el camino se encuentre marcado por la precariedad y la caída, Dios, que es rico en misericordia, tenderá su mano para levantaros.

Estas palabras, las escribí en la carta que envié a los jóvenes de todo el mundo el 13 de enero de este año, precisamente para presentar el tema del Sínodo. El mundo, la Iglesia, necesitan jóvenes valientes, que no se acobarden ante las dificultades, que enfrenten sus pruebas y mantengan los ojos y los corazones abiertos a la realidad, para que nadie sea rechazado o sometido a la injusticia o a la violencia, o privado de la dignidad humana.

Estoy seguro de que vuestro corazón, un corazón joven, no se cerrará al grito de ayuda de tantos como vosotros que anhelan la libertad, el trabajo, el estudio, la oportunidad de dar sentido a sus vidas. Cuento con vuestra disponibilidad, vuestro compromiso, vuestra capacidad para enfrentar desafíos importantes y atreverse a construir el futuro, para dar pasos decisivos por la senda del cambio.

Jóvenes, dejad que Cristo os alcance. Dejad que os hable, abrace, consuele, cure vuestra heridas, disuelva vuestras dudas y miedos, y estaréis listos para la fascinante aventura de la vida, ese don precioso e inestimable que Dios pone todos los días en vuestras manos. Salid al encuentro de Jesús, estad con Él en la oración, abandonaos a Él, entregad la existencia entera a su amor misericordioso y a vuestra fe, y esa fe será testimonio luminoso de la generosidad y del gozo que hay en seguirlo, donde Él quiera guiaros.

Queridos jóvenes de Canadá, os deseo que viváis un encuentro como el de los primeros discípulos, que se abra de par en par ante vosotros la belleza de una vida realizada al seguir al Señor. Por eso os encomiendo a María de Nazaret, proteja María de Nazaret, una joven como ustedes a quien Dios ha dirigido su mirada amorosa, para que los tome de la mano y los guíe a la alegría de un ¡heme aquí! pleno y generoso. (Carta a los jóvenes, 13 de enero 2017) Jesús te mira y espera de ti un "¡Heme aquí !".

Os bendigo, os abrazo, y os saludo con afecto mientras os pido, por favor, que recéis por mí, para que pueda ser un colaborador fiel de vuestro gozo. (cfr 2 Cor 1,24) Gracias.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

23/10/2017-13:08
Rosa Die Alcolea

Universidad de Tel Aviv: Llamamiento del Papa a "crear un nuevo liderazgo"

(ZENIT — 23 Oct. 2017).- "Vuestra Universidad puede contribuir a crear un nuevo liderazgo —ha anunciado el Papa— atento a los grandes problemas éticos que cuestionan nuestras sociedades".

A las 12:15 horas, el Papa se ha encontrado en el Salón de los Papas del Palacio Apostólico, con una delegación de la Universidad de Tel Aviv, Israel.

El Papa ha recibido a los estudiantes diciéndoles: "Vuestra Universidad puede contribuir a crear un nuevo liderazgo", atento a los "grandes problemas éticos que cuestionan nuestras sociedades" y a la necesidad de "proteger y promover a los más vulnerables" entre nuestros hermanos y hermanas.

 

Cultura de la sabiduría

La universidad está llamada a "educar a una cultura de la sabiduría" —ha indicado el Pontífice— capaz de armonizar el enfoque técnico y científico con el humanista, con la convicción de que "la búsqueda de la verdad y la bondad es, en última instancia, única".

Francisco le ha advertido de que "solo si se ponen al servicio del desarrollo humano integral, la ciencia y las humanidades pueden expresar su plena dignidad".

 

Diálogo sincero

Para la actividad educativa —ha señalado el Papa— son necesarias "grandes capacidades profesionales y técnicas, pero también empatía y sensibilidad humana", con el fin de estimular un diálogo sincero con los estudiantes y fomentar su formación, tanto como personas que como futuros profesionales en sus respectivos campos de estudio.

"En una palabra, la ciencia y la sabiduría deben caminar juntas", ha afirmado el Santo Padre, y ha explicado que la sabiduría, entendida en términos bíblicos, "nos permite ir más allá de las realidades empíricas para descubrir el significado último".

 

Generaciones futuras

El Papa ha dicho: "Nuestro mundo necesita urgentemente desarrollar una cultura sapiencial", y ha señalado que hace falta "construir liderazgos que marquen caminos", buscando atender las necesidades de las generaciones actuales incluyendo a todos, sin perjudicar a las generaciones futuras (cf. Enc. Laudato Si', 53).

Así, "Satisfacer esta necesidad de manera efectiva es absolutamente importante considerando la fase actual de evolución y desarrollo global, marcada por crisis económicas y sociales y conflictos generacionales", ha manifestado.

 

 

23/10/2017-10:29
Rosa Die Alcolea

El Papa convoca un mes misionero extraordinario en octubre de 2019

(ZENIT — 23 Oct. 2017).- El Papa ha convocado un mes misionero extraordinario en octubre de 2019, con el fin de "despertar aún más la conciencia misionera de la `missio ad gentes' y de retomar con un nuevo impulso la transformación misionera de la vida y de la pastoral", anunció.

Ayer, XXIX domingo del Tiempo Ordinario, Memoria de San Juan Pablo II, Día Mundial de las Misiones, la Santa Sede publicó la carta que ha escrito el papa Francisco a Mons. Fernando Filoni, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, con motivo del centenario de la promulgación de la Carta apostólica 'Maximum illud', con la que Benedicto XV quiso dar un nuevo impulso al compromiso misionero de anunciar el Evangelio.

El 30 de noviembre de 2019 se cumplirá el centenario de la publicación de esta carta apostólica, y por ello el Papa ha convocado este mes misionero extraordinario. El Pontífice exhortó a trabajar para que "todos los fieles lleven en su corazón el anuncio del Evangelio y la conversión misionera y evangelizadora de las propias comunidades"; y para que crezca el amor por la misión, que "es una pasión por Jesús, pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo".

El Papa hace un llamamiento con este encuentro: "Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una simple administración'. Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un estado permanente de misión'".

A continuación pueden leer la carta completa del papa Francisco.

 

Carta del Santo Padre

Al venerable Hermano
Cardenal Fernando Filoni
Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos

El 30 de noviembre de 2019 se cumplirá el centenario de la promulgación de la Carta apostólica Maximum illud, con la que Benedicto XV quiso dar un nuevo impulso al compromiso misionero de anunciar el Evangelio. Corría el año 1919 cuando el Papa, tras un tremendo conflicto mundial que él mismo definió como una «matanza inútil», comprendió la necesidad de dar una impronta evangélica a la misión en el mundo, para purificarla de cualquier adherencia colonial y apartarla de aquellas miras nacionalistas y expansionistas que causaron tantos desastres. «La Iglesia de Dios es católica y propia de todos los pueblos y naciones», escribió, exhortando también a rechazar cualquier forma de búsqueda de un interés, ya que sólo el anuncio y la caridad del Señor Jesús, que se difunden con la santidad de vida y las buenas obras, son la única razón de la misión. Así, haciendo uso de las herramientas conceptuales y comunicativas de la época, Benedicto XV dio un gran impulso a la missio ad gentes, proponiéndose despertar la conciencia del deber misionero, especialmente entre los sacerdotes.

Esto responde a la perenne invitación de Jesús: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda criatura» (Mc 16,15). Cumplir con este mandato del Señor no es algo secundario para la Iglesia; es una «tarea ineludible», como recordó el Concilio Vaticano II, ya que la Iglesia es «misionera por su propia naturaleza». «Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar». Para responder a esa identidad y proclamar que Jesús murió en la cruz y resucitó por todos, que es el Salvador viviente y la Misericordia que salva, «la Iglesia —afirma el Concilio— debe caminar, por moción del Espíritu Santo, por el mismo camino que Cristo siguió, es decir, por el camino de la pobreza, de la obediencia, del servicio y de la inmolación de sí mismo», para que pueda transmitir realmente al Señor, «modelo de esta humanidad renovada, llena de amor fraterno, de sinceridad y de espíritu pacífico, a la que todos aspiran».

Este empeño de Benedicto XV, de hace casi cien años, así como todo lo que el Documento conciliar nos enseña desde hace más de cincuenta años, siguen siendo de gran actualidad. Hoy, como entonces, «la Iglesia, enviada por Cristo para manifestar y comunicar la caridad de Dios a todos los hombres y pueblos, sabe que tiene que llevar a cabo todavía una ingente labor misionera». A este respecto, san Juan Pablo II observó que «la misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse», y que «una mirada global a la humanidad demuestra que esta misión se halla todavía en los comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio». Por eso él, usando unas palabras que deseo ahora proponer de nuevo a todos, exhortó a la Iglesia a un«renovado compromiso misionero», convencido de que la misión «renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola! La nueva evangelización de los pueblos cristianos hallará inspiración y apoyo en el compromiso por la misión universal».

En la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, que recoge los frutos de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, convocada para reflexionar sobre la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, quise presentar de nuevo a la Iglesia esta urgente vocación: «Juan Pablo II nos invitó a reconocer que "es necesario mantener viva la solicitud por el anuncio" a los que están alejados de Cristo, "porque esta es la tarea primordial de la Iglesia". La actividad misionera "representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia" y "la causa misionera debe ser la primera". ¿Qué sucedería si nos tomáramos realmente en serio esas palabras? Simplemente reconoceríamos que la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia».

Lo que quería decir entonces me parece que sigue siendo absolutamente urgente: «Tiene un sentido programático y consecuencias importantes. Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una "simple administración". Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un "estado permanente de misión"». Con la confianza en Dios y con mucho ánimo, no tengamos miedo de realizar «una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se conviertan en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral solo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad. Como decía Juan Pablo II a los Obispos de Oceanía, "toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como objetivo para no caer presa de una especie de introversión eclesial"».

La Carta apostólica Maximum illud exhortó, con espíritu profético y franqueza evangélica, a salir de los confines de las naciones para testimoniar la voluntad salvífica de Dios a través de la misión universal de la Iglesia. Que la fecha ya cercana del centenario de esta carta sea un estímulo para superar la tentación recurrente que se esconde en toda clase de introversión eclesial, en la clausura autorreferencial en la seguridad de los propios confines, en toda forma de pesimismo pastoral, en cualquier nostalgia estéril del pasado, para abrirnos en cambio a la gozosa novedad del Evangelio. También en nuestro tiempo, desgarrado por la tragedia de las guerras y acechado por una triste voluntad de acentuar las diferencias y fomentar los conflictos, la Buena Noticia de que en Jesús el perdón vence al pecado, la vida derrota a la muerte y el amor gana al temor, llegue también con ardor renovado a todos y les infunda confianza y esperanza.

Con estos sentimientos, y acogiendo la propuesta de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, convoco un mes misionero extraordinario en octubre de 2019, con el fin de despertar aún más la conciencia misionera de la missio ad gentes y de retomar con un nuevo impulso la transformación misionera de la vida y de la pastoral. Nos pondremos a disponer para ello, también durante el mes misionero de octubre del próximo año, para que todos los fieles lleven en su corazón el anuncio del Evangelio y la conversión misionera y evangelizadora de las propias comunidades; para que crezca el amor por la misión, que "es una pasión por Jesús, pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo".

A usted, venerado Hermano, al Dicasterio que preside y a las Pontificias Obras Misioneras confío la tarea de preparar este evento, especialmente a través de una amplia sensibilización de las Iglesias particulares, de los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica, así como de las asociaciones, los movimientos, las comunidades y otras realidades eclesiales. Que el mes misionero extraordinario sea un tiempo de gracia intensa y fecunda para promover iniciativas e intensificar de manera especial la oración —alma de toda misión—, el anuncio del Evangelio, la reflexión bíblica y teológica sobre la misión, las obras de caridad cristiana y las acciones concretas de colaboración y de solidaridad entre las Iglesias, de modo que se avive el entusiasmo misionero y nunca nos lo roben.

Vaticano, 22 de octubre de 2017

Domingo XXIX del tiempo ordinario
Memoria de san Juan Pablo II
Jornada Misionera Mundial

Francisco

© Librería Editorial Vaticano

 

 

23/10/2017-16:56
Rosa Die Alcolea

Kenia: El Papa pide oración por un diálogo constructivo

(ZENIT — 23 Oct. 2017).- "Os pido que os unáis a mi oración por la paz en el mundo", dijo ayer el Papa tras el rezo del Angelus, y pidió una especial oración por Kenia, "para que el país sepa afrontar sus dificultades actuales en un clima de diálogo constructivo, teniendo en el corazón la búsqueda del bien común".

El Papa Francisco rezó la oración del Angelus el domingo 22 de octubre de 2017 frente a 35.000 personasen en la plaza de San Pedro.

El Papa afirmó estar muy "atento" particularmente al país africano estos días, y recordó su visita a Kenia en 2015.

 

 

23/10/2017-11:05
Rosa Die Alcolea

Colegio Pío Brasileño: El Papa los invitó a "no dejar a nadie aparte"

(ZENIT — 23 Oct. 2017).- El Papa los animó a "vivir como una familia, como hermanos, sin dejar a nadie aparte, incluidos los que están en crisis o hayan tenido quizás actitudes censurables, porque 'la fraternidad presbiteral no excluye a nadie".

El Santo Padre Francisco recibió el sábado, 21 de octubre, en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico, a la comunidad del Colegio Pontificio Pío Brasileño de Roma, con motivo del 300° aniversario del hallazgo de la venerada imagen de Nuestra Señora Aparecida.

Francisco les invitó a "Rezar juntos, compartir las alegrías y los desafíos de la vida académica; hacer fiesta, beber una cachacinha (...) ayudar a los que tienen más nostalgia, salir juntos a dar un paseo; vivir como una familia, como hermanos, sin dejar a nadie aparte, incluidos los que están en crisis o hayan tenido quizás actitudes censurables, porque 'la fraternidad presbiteral no excluye a nadie".

El Papa saludó a los sacerdotes del Colegio Pontificio Pío Brasileño, así como a las religiosas y empleados que trabajan juntos para hacer de esta casa "un pedacito de Brasil en Roma", indicó.

Publicamos a continuación el discurso que el Santo Padre ofreció a los presentes en la audiencia.

 

Discurso del Santo Padre

Eminencias, Excelencias, queridos hermanos y hermanas:

Os recibo hoy, con motivo del trescientos aniversario del hallazgo de la venerada imagen de Nuestra Señora Aparecida. Agradezco al cardenal Sérgio da Rocha las palabras que me ha dirigido en nombre de toda la comunidad sacerdotal del Colegio Pontificio Pío Brasileño, así como de las religiosas y empleados que trabajan juntos para hacer de esta casa "un pedacito de Brasil en Roma".

¡Qué importante es sentirse en un ambiente acogedor siempre que estamos lejos de nuestra tierra y somos presa de la nostalgia, de la saudade! Un entorno así también ayuda a superar las dificultades de adaptación a una situación en que la actividad pastoral ya no es el centro de la jornada. Ahora no sois párrocos o vicarios parroquiales, sino sacerdotes estudiantes. Y esta nueva condición puede llevar aparejado el peligro de crear un desequilibrio entre los cuatro pilares que sostienen la vida de un sacerdote: la dimensión espiritual, la dimensión académica, la dimensión humana y la dimensión pastoral.

Por supuesto, en este período particular de vuestra vida, la dimensión académica es la más acentuada. Sin embargo, esto no puede comportar la negligencia de las otras dimensiones. Es necesario cuidar la vida espiritual: la misa diaria, la oración diaria, la lectio divina, el encuentro personal con el Señor, el rezo del rosario. También hay que cuidar la dimensión pastoral: según las posibilidades, es saludable y aconsejable llevar a cabo alguna actividad apostólica. Y con respecto a la dimensión humana, es particularmente importante evitar que, frente a un vacío generado por la soledad —porque disfrutáis menos del consuelo del pueblo de Dios que cuando estabais en la diócesis -, se pierda la perspectiva eclesial y misionera de los estudios.

El descuido de estas dimensiones abre la puerta a algunas "enfermedades" que pueden atacar al sacerdote estudiante, como por ejemplo el "academismo" y la tentación de hacer que los estudios sean simplemente un medio de afirmación personal. En ambos casos, se acaba sofocando la fe que tenemos la misión de custodiar, como San Pablo pedía a Timoteo: "Guarda el depósito; evita las palabrerías profanas y también las objeciones de la falsa ciencia; algunos, que la profesaban, se han apartado de la fe "(1 Tim 6: 20-21). ¡No olvidéis por favor, que antes de ser maestros y doctores, sois y debéis seguir siendo sacerdotes, pastores del pueblo de Dios!

Pero, ¿cómo es posible entonces mantener el equilibrio entre estos cuatro pilares fundamentales de la vida sacerdotal? Yo diría que el remedio más efectivo contra el riesgo de desequilibrio es la fraternidad sacerdotal. Esto no estaba escrito pero quiero decirlo ahora, porque Pablo (en el párrafo citado) habla de palabrería: lo que más destruye la fraternidad sacerdotal son los chismes. Chismorrear es un "acto terrorista" porque tú con el chisme tiras una bomba, destruyes al otro y te vas tan tranquilo. Por eso hace falta salvaguardar la fraternidad sacerdotal. Por favor, nada de chismes. Estaría muy bien poner en la entrada un cartel: "Nada de chismes". Aquí (en el Palacio Apostólico) está la imagen de Nuestra Señora del Silencio, en el ascensor del primer piso; la Virgen que dice: "Nada de chismes". Este es el mensaje para la Curia. Haced algo parecido vosotros.

De hecho, la nueva 'Ratio Fundamentalis' para la formación sacerdotal, al abordar el tema de la formación permanente, afirma que "el primer ámbito en que se desarrolla la formación permanente es la fraternidad presbiteral" (n. 82).

Esta es, por lo tanto, de alguna manera, la pilastra de la formación permanente. Y esto se basa en el hecho de que, a través de la ordenación sacerdotal, participamos en el único sacerdocio de Cristo y formamos una verdadera familia. La gracia del sacramento asume y eleva nuestras relaciones humanas, psicológicas y afectivas y "se revela y se concreta en las formas más variadas de ayuda mutua, no sólo espirituales sino también materiales". (Juan Pablo II, ibid., Exhort. Postsin. Pastores dabo vobis, 74).

En la práctica, esto significa saber que el primer objeto de nuestra caridad pastoral debe ser nuestro hermano en el sacerdocio —es el primer prójimo que tenemos— : "Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas —nos exhorta el Apóstol— y cumplid así la ley de Cristo" (Gal 6: 2). Rezar juntos, compartir las alegrías y los desafíos de la vida académica; hacer fiesta, beber una cachacinha... Todo eso está muy bien, muy bien; ayudar a los que tienen más nostalgia (as saudades); salir juntos a dar un paseo; vivir como una familia, como hermanos, sin dejar a nadie aparte, incluidos los que están en crisis o hayan tenido quizás actitudes censurables, porque "la fraternidad presbiteral no excluye a nadie" (Pastores dabo vobis, 74).

Queridos sacerdotes, al pueblo de Dios le gusta ver y necesita ver que sus sacerdotes se quieren y viven como hermanos; y esto es aún más cierto pensando en Brasil y en los desafíos tanto religiosos como sociales que os esperan al regreso. Efectivamente, en este momento difícil de vuestra historia nacional, cuando tanta gente parece haber perdido la esperanza en un futuro mejor debido a los enormes problemas sociales y a la corrupción escandalosa, Brasil necesita que sus sacerdotes sean un signo de esperanza. Los brasileños necesitan ver un clero unido, fraterno y solidario en que los sacerdotes se enfrenten juntos a los obstáculos, sin ceder a las tentaciones del protagonismo o de la carrera. ¡Tened cuidado con esto! Estoy seguro de que Brasil superará su crisis y confío en que vosotros seréis, en este sentido, protagonistas.

Para ello, contáis siempre con una ayuda especial: la ayuda de nuestra Madre del Cielo, que vosotros, los brasileños, llamáis Nuestra Señora Aparecida. Me acuerdo de las palabras de esa canción con que la saludáis: "Virgen santa, Virgen bella; Madre amable, Madre querida; ampáranos, ayúdanos, oh Señora Aparecida (Virgem santa, Virgem bela; Máe Amável, Mae querida; Amparai-nos, socorrei-nos; Ó Senhora Aparecida)". ¡Que estas palabras se confirmen en cada una de vuestras vidas! Que la Virgen María, con su apoyo y su auxilio, os ayude a vivir la fraternidad sacerdotal, haciendo que vuestro periodo de estudios en Roma produzca frutos abundantes, además del título académico.

La Reina del Colegio Pío Brasileño os ayude para que esta comunidad sea una escuela de fraternidad, haciendo de cada uno de vosotros levadura de unidad dentro de las respectivas diócesis, ya que la diocesanidad de un sacerdote secular se alimenta directamente de la experiencia de fraternidad entre los presbíteros. Para confirmar estos deseos, imparto de corazón a la dirección, a los estudiantes, a las religiosas y a los empleados, a todos, junto a todos vuestros familiares mi bendición apostólica, y os pido que, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Gracias!

 

 

23/10/2017-11:23
Redacción

Nombramientos en la Congregación para las Causas de los Santos

(ZENIT — 23 Oct. 2017).- El papa Francisco nombró a un consultor y un miembro de la Congregación para las Causas de los Santos, y al jefe de Oficina de la Biblioteca Apostólica Vaticana.

Nombramientos publicados por la Oficina de Prensa del Vaticano el sábado 21 de octubre de 2017.

El Santo Padre ha nombrado miembro de la Congregación para las Causas de los Santos a Mons. Frans Daneels, arzobispo de Bita, ex secretario del Tribunal Supremo Tribunale de la Signatura Apostólica.

Asimismo, Francisco designó al padre Arturo Elberti, S.I. consultor de la Congregación para las Causas de los Santos. El sacerdote es docente de Teología Sacramentaria en la Universidad Pontificia `Antonianum' de Roma.
También nombró el Papa jefe de Oficina de la Biblioteca Apostólica Vaticana a Andreina Rita, Oficial de dicha Biblioteca Apostólica Vaticana.

 

 

23/10/2017-07:42
Isabel Orellana Vilches

San Luigi Guanella, 24 de octubre

«Sacerdote, fundador de los Siervos de la Caridad y de las Hijas de Santa María de la Providencia, conocido como el padre los pobres por haberse desvivido por ellos. Pío XI lo denominó el 'Garibaldi' de la caridad»

Nació en Fraciscio di Campodolcino, Italia, el 19 de diciembre de 1842, en un momento en el que se producía el tránsito de san José Benito Cottolengo. Don Bosco, tomando el testigo, daba inicio a su Oratorio. La vida de Luigi fue signada por la misericordia y un afán incontenible de asistir a los que nada poseen: «No podemos detenernos mientras haya pobres que socorrer». Se preguntaba: «¿Cómo es posible creer que en la frente del pobre está esculpida la imagen de Dios y no correr a ayudarlo, a servirlo?». Nada lo iba a detener: «¿Qué importa siquiera ir a prisión por los pobres, por la causa de los pobres? ¡Se llegaría a ser mártir!».

Fue el noveno de trece hijos y experimentó tempranamente una inmensa piedad por los necesitados. Tenía 7 años cuando se dio de bruces con un anciano mendigo, famélico y solitario, que se acercó a él pidiendo ayuda.

Rápidamente escondió los caramelos que su padre le acaba de comprar, antes de oír misa, para no tener que dárselos. El viejecito desapareció. Según develó años más tarde, lo consideró una aparición. A esa edad la Virgen le hizo ver que debía dedicarse a los necesitados. Y a los 12, con madura determinación, comunicó a sus padres: «¡Quiero ser sacerdote!». Partía con un caudal de bendiciones, llevando en su equipaje una fe bien cimentada y otras muchas
cualidades y habilidades que aprendió en su hogar en las que se encerraban grandes valores como el sacrificio, el esfuerzo y el desprendimiento.

Se formó en el colegio Gallio de Como, y luego prosiguió estudios en el seminario diocesano. Fue ordenado por el obispo de Foggia en 1866. Su primera misión pastoral fue auxiliar a un anciano presbítero. Afligido por la lejanía de la Iglesia que algunos mostraban, inició un camino de ayunos y mortificaciones que unía a su oración suplicando la conversión de todos, hasta que el rigor que se impuso comenzó a dañar su salud, y el virtuoso y lúcido sacerdote se las vetó. El anticlericalismo acérrimo de ciertos ciudadanos vinculados a la política, y los declarados masones, le obligó a oficiar misa teniendo detrás a la policía que lo vigilaba.

En 1875 se trasladó a Turín con el fin de unirse a la labor apostólica de Don Bosco; consideraba que le serviría de gran ayuda para la misión que debía iniciar. Él le ofreció ir a América, pero aunque le hubiera gustado aceptar la oferta, se dejó guiar por la impresión espiritual que le instaba a responder a los mensajes sobrenaturales que había recibido. Siendo vicario parroquial en Traona, en 1880 creó un colegio para niños pobres. Incomprendido por personas de la diócesis, tuvo que cerrarlo con todo el dolor de su corazón. Después pasó por Olmo dejando atrás soledad y sufrimientos, expectante por dilucidar la voluntad divina; esperaba ver los signos pertinentes para poder actuar en consecuencia.

Supo aguardar a que llegase lo que denominó: «la hora de la misericordia», vislumbrada a sus 40 años. Tiempo atrás le había confiado a Don Bosco: «Tengo en el alma la caridad y la conciencia de que Dios nos ha enviado al mundo para construir una sociedad justa y convertirnos para estas personas en sus padres, madres o hermanos, y servir en esta alegría de vivir». Llegó a Pianello del Lario en 1881, por indicación del obispo, para ocuparse de una casa que había dejado al morir el P. Carlo Coppini. Desde 1878 cinco mujeres con inclinación a la vida religiosa ayudaban al desparecido sacerdote a auxiliar a los huérfanos y ancianos que había recogido. Ellas fueron el germen de una de las fundaciones de Guanella: las Hijas de Santa María de la Providencia surgidas en 1886, y de la que nació la Congregación de Siervos de la Caridad.

En 1890 Luigi ya albergaba a 200 enfermos y pobres de todas las edades y condiciones. Esta obra de caridad vio la luz en medio, y a pesar, de los muchos recelos surgidos en su entorno. A los que padecían alguna discapacidad nunca los calificó como retrasados, ni consintió que otros lo hicieran. Eran sus «buenos niños», sus «tesoros». Cuando en 1896 los extremistas prendieron fuego a esta Casa de la Providencia, condujo a todos al templo. Mientras les consolaba, oraba así: «Señor, en tus designios has permitido que nuestra casa se quemase. Nos volveremos a alojar aquí en la tuya». Sin perder tiempo, comenzaron a ponerla en pie. Un día, cuando levantaban la capilla, aunque nada permitía pensar en un accidente, dio la indicación de que se apartaran de la zona sin dilación. A renglón seguido el andamio caía en medio de gran estrépito, sin haber dañado a nadie.

Confiar en la providencia de Dios, esperar en Él, era su lema. Ante el asombro por los logros que obtenía, decía: «Dios es el que hace el trabajo». Se ocupó de que hubiera una imagen de María dedicada a sus obreros, que denominó Nuestra Señora del Trabajo. Las obras de beneficencia se multiplicaron dentro y fuera de Italia. No hay más que ver la expansión que se produjo en Roma con la ayuda de su amigo san Pío X. En 1903 se estableció en la colina romana de Monte Mario. En el terremoto de 1905 realizó una admirable labor asistiendo a los damnificados. En la colina del Gianicolo abrió un centro para ancianos en 1907. Dos años más tarde erigió una iglesia dedicada a san José, además de otras obras de carácter educativo.

Realizó un viaje apostólico al continente americano para visitar a los emigrantes, y al regreso siguió extendiendo su obra. Además, promovió la devoción a la Virgen de Lourdes e instituyó la Pía Unión del Tránsito de San José. En 1915 auxilió a los damnificados en el terremoto de Abruzzo. Ésto mermó su ya delicada salud por sus muchos afanes y sufrimientos. En septiembre de ese año quedó paralítico. No se recuperó y el 24 de octubre falleció en Como. Pablo VI lo beatificó el 24 de octubre de 1964. Benedicto XVI lo canonizó el 23 de octubre de 2011. Denominado «padre de los pobres», Pío XI lo consideró el «Garibaldi de la caridad».