Servicio diario - 29 de julio de 2017


El Papa nombra a nuevo obispo en Venezuela
Redacción

‘Un tinto con el Papa Francisco’, antes del viaje a Colombia
Redacción

Volveré, una de las miles de historias anónimas de la Guerra Civil Española
Redacción

Santa María de Jesús Sacramentado – 30 de julio
Isabel Orellana Vilches


 

29/07/2017-11:48
Redacción

El Papa nombra a nuevo obispo en Venezuela

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El Santo Padre ha nombrado obispo de Ciudad Guayana (Venezuela) al Reverendo P. Helizandro Terán Bermúdez, O.S.A., hasta ahora vicario provincial de la Orden de San Agustín en Venezuela, informó la Oficina de prensa este sábado en un comunicado.

Revdo P. Helizandro Terán Bermúdez O.S.A.,
El revdo P. Helizandro Terán Bermúdez O.S.A., nació en Maracaibo el 7 de junio de 1965. Consiguió el Bachillerato en Ciencias en el “Colegio Gonzaga” de Maracaibo, el Bachillerato en Teologia el Bachillerato en la Universidad Pontificia Salesiana de Roma, la Licencia en Educación Integral en la Universidada Católica “Celio Acosta” de Maracaibo, y la Licencia y el Doctorado en Teología Dogmática en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.
Hizo su profesión solemne en la Orden de San Agustín el 23 de diciembre de 1994. Fue ordenado sacerdote en Maracaibo el 9 de septiembre de 1995.
Ha desempeñado los siguientes cargos: profesor en el Colegio de San Agustín en Caricuao, profesor en la Universidad Católica “Andrés Bello” de Caracas, Consejero y Secretario Vicarial de la Orden de San Agustín en Venezuela, Rector del Colegio de San Agustín en Caricuao Secretario de la Comisión Justicia y Paz del Vicariato O.S.A. en Venezuela, miembro de la Comisión internacional de estudios de la Orden de San Agustín y de la administración del Instituto “Agostinianum” de Roma, y desde 2010, vicario provincial de la Orden de San Agustín en Venezuela.

 

 

29/07/2017-13:51
Redacción

‘Un tinto con el Papa Francisco’, antes del viaje a Colombia

(ZENIT – Roma, 29 Jul. 2017).- “Un tinto con el papa Francisco” es el nombre del libro, que publicó el periodista colombiano Néstor Pongutá. El título nació, le indica el periodista a ZENIT, durante una pausa de un viaje apostólico del Papa, cuando se acercó a saludarlo.
El comunicador que se encuentra en Roma desde hace unos 20 años, señaló que el Santo Padre en esa oportunidad le dijo: “Si me das un tinto (café) colombiano te puedo contar más”. Luego, en otro viaje le comentó: “Santo Padre, recuerda que usted me dijo lo del tinto colombiano, entonces le regalo dos bolsas de café. Él se rió mucho y fue cuando me dijo: Si el proceso de paz avanza y se firma voy en 2017, téngalo por seguro, desde que esté todo blindado”.
El libro “Un tinto con el Papa Francisco” de Editorial Planeta, estará en las librerías el 5 de agosto y será lanzado el 15 de agosto en la Universidad Javeriana de la Bogotá, de la orden de los Jesuitas.
Se trata sobre todo un recuento de las historias poco conocidas, de como el Papa Francisco y la Iglesia ayudaron para que avance del proceso de paz con los grupos Farc, las negociaciones con el ELN, y como será más o menos su visita en Colombia que tiene como lema “Demos el primer paso”
“Para realizar el libro –indica Pongutá– hablé entre otros con el secretario de Estado, cardenal Parolin, y con otros purpurados, como Hummes, Rodríguez Maradiaga, Jaime Ortega de La Habana. Entre los colombianos consultados figuran el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos; el jefe de los negociadores, Humberto de la Calle; el cardenal colombiano Rubén Salazar y el arzobispo Octavio Ruiz”. También conversó con el expresidente de Uruguay, José “Pepe” Mujica” y con exponentes de la Comunidad de San Egidio, en Roma.

 

 

29/07/2017-08:08
Redacción

Volveré, una de las miles de historias anónimas de la Guerra Civil Española

(ZENIT – Madrid, 29 Jul. 2017).- “De 1936 a 1939 se desencadenó en España una sanguinaria guerra civil, un conflicto que nuestros padres y abuelos sufrieron en carne propia. No solo el territorio nacional quedó dividido en dos bandos, sino que también familias enteras fueron obligadas a fragmentarse e incluso enemistarse entre sus miembros de acuerdo con sus convicciones políticas personales”.
Lo indica a ZENIT un sacerdote joven, joven, Francisco Armengol, L.C, precisando que “en medio de tal infierno, existen miles de historias anónimas que merecen ser contadas. Y que en el libro ‘Volveré’, narro una de ellas”.
El padre Francisco Armengol, precisa que “La novela histórica que se acaba de publicar con el título ‘Volveré’ “es la historia real de mis abuelos durante la guerra civil española, escrito en forma novelada”.
Los acontecimientos bélicos constriñeron a Cándido y Máxima, dos maestros en el Alto Aragón, norte de España, recién casados y con una hija de apenas dos meses, a separarse para intentar sobrevivir. Mientras, la familia de ambos sufriría la barbarie de la guerra en uno y otro bando, sometiendo a una auténtica prueba la fortaleza del amor y los lazos familiares.
Nos indica que ha tratado al escribirla cumplir estas tres finalidades:
Entretener al lector con la historia de todos los eventos que tienen que atravesar los protagonistas
Enseñar, de manera que el lector, al concluir la novela, tenga una idea completa y global de lo sucedido en España durante la Guerra Civil (1936-1939).
Elevar al lector a través de los valores que intento transmitir en las páginas. Aportar al corazón del lector.
“El valor que transmito, porque lo he vivido en mi hogar, es que el afecto y el amor familiar puede estar por encima de las diferencias en ideas políticas” dijo. Y especificó que “En mi familia hubo partidarios de un bando y de otro, combatientes de un bando y de otro, y muertos de un bando y de otro. También un sacerdote mártir, el tío de mi abuela”.
El autor nos indica que “es posible ver un booktrailer, que en España se puede conseguir en librerías, pero también en el resto del mundo con Amazon”. Y concluye señalando “que es un libro de fácil lectura ya que algunas personas me han dicho que lo han devorado en tres o cuatro días”.

 

 

29/07/2017-04:27
Isabel Orellana Vilches

Santa María de Jesús Sacramentado – 30 de julio

(ZENIT – Madrid).- Cada vida discurre dentro de unos parámetros, y en la de los santos ha habido trayectorias relevantes y otras que pasaron desapercibidas. Aunque parezca que todo discurre en un clima interno de paz, es difícil concebir itinerarios espirituales que no hayan sido ensombrecidos alguna vez por la tormenta, o un conato de la misma. Los «atentados» externos, como dice el evangelio, no son tan problemáticos como los internos. En el camino hacia la perfección cada cual tiene que disponerse a luchar contra los suyos. Si la entrega es firme porque al asceta no le abandona el coraje en esta batalla, y conserva para sí lo que acontece en su interior, nadie más que Dios puede conocerlo.
Es posible que algo así sucediese en la vida de Natividad Venegas de la Torre, conocida como «Madre Nati». Llegó a una avanzada edad teniendo, a los ojos de los demás, ese cariz de las personas sencillas. No cesan de entregarse, pero lo hacen con tanta naturalidad que parece algo ordinario; no llaman la atención. Después, cuando se examinaron sus virtudes, se apreciaron tal cantidad de matices que no cabe dudar del esfuerzo que tuvo que poner en muchos instantes de su vida.
Nació en Zapotlanejo, Jalisco, México, el 8 de septiembre de 1868, pero vivió en distintas localidades del país. Fue la última de doce hermanos. Perdió a su madre con 16 años y a su padre cuando tenía 19. Y en ese tiempo la autenticidad y coherencia de su cristiano progenitor, así como la piedad que le inculcó su madre, le enseñaron a reconocer los signos del verdadero amor. Con ella aprendió a rezar, a familiarizarse con el catecismo y los principios esenciales de la fe. De su padre también heredó su afición por la poesía. Natividad solía dar clases a los niños y tendía a enfrascarse en la lectura de los santos. Una de sus hermanas se quejaba porque tenía que asumir gran parte del trabajo. Cuando acudía a su padre, éste le recordaba el pasaje evangélico de las hermanas Marta y María, haciéndole ver que Natividad actuaba como María, y ella como Marta. Al quedarse huérfanas de madre, el padre envió a las hijas a Guadalajara al cuidado de unos tíos. Fue la última vez que ellas le vieron con vida. Con este hecho luctuoso, la existencia de la santa entraba en un periodo difícil, de cierto sufrimiento.
En esa época se había manifestado su devoción por el Santísimo Sacramento. Pasaba horas ante el Sagrario, recibía la Eucaristía y realizaba obras caritativas. En 1898 se afilió a las Hijas de María. Pero fue en 1905 cuando se produjo un cambio sustancial en su acontecer. Acudió junto a otras tres jóvenes a unos ejercicios espirituales que tuvieron lugar en San Sebastián de Analco, y al concluirlos decidió consagrarse. Tuvo varias opciones en sendas órdenes que le ofrecieron integrarse en ellas, pero eligió formar parte de las Hijas del Sagrado Corazón de Jesús, que tenían como objetivo la atención de los enfermos. Media docena de mujeres, incluida ella, afrontaron la tarea de asistirles en el hospital del Sagrado Corazón recién fundado por el canónigo padre Atenógenes Silva y Alvarez Tostado. Estaba dirigido a los pobres. Por ellos y por los ancianos mostraba particular sensibilidad: «Los ancianos son viajeros que se están yendo, y es preciso acompañarles con la mayor ternura posible». Profesó en 1910 y dos años más tarde fue elegida vicaria. Tenía cualidades para el gobierno y condujo a sus hermanas a la vivencia de las virtudes. En su labor como formadora supo combinar la firmeza con la ternura. Comprensiva, servicial, humilde y paciente, iba marcando con su testimonio el sendero de una auténtica consagración.
Su espíritu sensibilizado por el drama humano no podía quedar impasible ante la aflicción de ancianos, moribundos, enfermos y pecadores; los consoló y asistió por diversas vías. Impulsó comedores para los que no tenían recursos y les proporcionó medicamentos. Tampoco se olvidó de los familiares de los hospitalizados; con delicadeza y visión destinó un espacio para que pudieran acompañar a los suyos sin costo alguno. Los prelados, los sacerdotes y los seminaristas fueron también objeto de su trato exquisito y de su generosidad. La tríada en la que estuvo asentada su vida espiritual fue el Sagrado Corazón de Jesús, la Eucaristía y la Virgen. Se mortificó sin piedad alguna hacia sí misma. Perseveraba viviendo unida a Cristo, siendo constante y fiel en las cosas sencillas de cada día, que generalmente son las que más cuestan, sin caer en la rutina. Se propuso imitarle a Él con gozo, agradecida de poderse hacer ascua de amor por los demás. Movida por su ardor apostólico soñaba con extender la fe por doquier. En 1921 fue elegida superiora general. Ocupando esta alta misión, en medio de la persecución gubernamental redactó en 1926 las constituciones de las Hijas del Sagrado Corazón Jesús, convertido en Instituto, reglas aprobadas en 1930 por monseñor Orozco y Jiménez, arzobispo de Guadalajara.
El peso de los años, con sus achaques, se iba echando encima y en 1954 dejó su cargo. Los cuatro restantes que le quedaban de vida siguió llenándolos con su oración, compartiendo con los demás la riqueza interior que poseía, como había hecho siempre, siendo fiel a su sucesora. Una embolia cerebral que se le presentó en 1956 le causó una hemiplejía que soportó con ejemplar serenidad y paciencia, hasta que entregó su alma a Dios el 30 de julio de 1959. Juan Pablo II la beatificó el 22 de noviembre de 1992, y la canonizó el 21 de mayo de 2000.