ENTREVISTAS

Jon Korta, carmelita descalzo: “Me ha llamado la atención el gran corazón del pueblo timoreño”


 

El superior de la comunidad de los Carmelitas Descalzos de Larrea, Jon Korta, ha realizado un viaje a Timor Oriental donde ha podido tomar el pulso a la presencia que tiene la orden en este país del sudeste asiático. El fraile ha constatado que, a pesar de la violencia con la que ha vivido el pueblo timoreño tras la invasión de Indonesia, no muestra odio y habla de paz y reconciliación.

¿Cuál es la presencia carmelitana en Timor Oriental?

Ha sido un viaje importante. Hace un año abrimos nuestra primera presencia carmelitana en Timor Oriental, en la capital Dili. Las Madres Carmelitas ya llevan en la isla algunos años. Esta nueva presencia carmelitana está encomendada a la Provincia de Portugal. Las Provincias de Santa Teresa y de Navarra la apoyan. En este viaje nos reunimos con el nuevo obispo de Dili y con otras autoridades y asesores civiles para ir cerrando la parte burocrática, administrativa de nuestra presencia. En estos países el papeleo administrativo lleva mucho tiempo por eso es importante contar con buenos asesores. En estos momentos contamos con una comunidad de dos religiosos, un español y un timoreño. En los próximos meses se incorporará otro religioso y esperamos que, dentro de poco, podamos tener una comunidad más numerosa.

¿Hay más congregaciones religiosas?

En este viaje hemos estado, prácticamente, en la capital, en Dili. Sí, hay presencia de otras congregaciones religiosas. Entre todas destacan los jesuitas que llevan muchos años en la isla y que, durante la invasión de Indonesia, acompañaron muy de cerca al pueblo. He podido encontrarme con los padres Martins y Joao Fergegluia, dos jesuitas admirables por su espiritualidad y compromiso por los más necesitados. Son jesuitas muy queridos y respetados. Los jesuitas han puesto en marcha muchas actividades sociales y acompañan muy bien espiritualmente a varias comunidades cristianas. Gracias a ellos hemos podido abrir nuestra presencia carmelitana en Timor Oriental.

La Iglesia Católica en Asia está creciendo. ¿También el Carmelo?

Sí, la presencia del Carmelo Teresiano en Asia es muy importante. Tenemos una realidad carmelitana muy viva y en continuo crecimiento. En la India, por ejemplo, tenemos siete provincias todas ellas con un gran número de religiosos. En otros países como Indonesia, Filipinas, Corea, Vietnam, la realidad del Carmelo Teresiano también es muy viva. Hay muchas vocaciones tanto en los padres como en las madres carmelitas. También es una realidad importante el Carmelo Seglar que cuenta con un gran número de laicos.

La Iglesia Católica de Asia está creciendo mucho. Son comunidades jóvenes, con gran vitalidad y espiritualidad. Hay que conocer muy bien la historia de cada país, de cada realidad, para entender esta religiosidad tan particular. Algunos países han vivido guerras y conflictos muy duros, situaciones que les ha llevado, en algunos casos, a abrazar la fe con intensidad. Son pueblos muy religiosos donde la presencia de la fe es muy visible tanto en la vida de las personas como en la misma sociedad.

Volviendo a Timor, la invasión de Indonesia fue en 1975, bastante reciente. Fue de mucha dureza y con el silencio de las grandes potencias mundiales. ¿Cómo has encontrado al pueblo timoreño?

Durante estos días he podido escuchar algunos testimonios de hombres y mujeres que vivieron con mucho sufrimiento la invasión y todos ellos me hablaban de la dureza, de la violencia durante esos años. Según me comentaban, durante la invasión desapareció el 23 por ciento de la población. Fueron años muy duros.

Hablando con ellos me ha llamado la atención la actitud del corazón. Sus palabras, sus miradas no transmiten odio alguno, es más, hablaban de la reconciliación y del perdón. Me ha impresionado mucho esta actitud cuándo todo ha sido muy reciente. Una persona con odio, un pueblo que odia no avanza, no tiene futuro. Es verdad que la paz y la reconciliación es un proceso largo, que tiene, también, sus momentos difíciles y oscuros pero estos pueblos nos enseñan que es importante construir la paz y la reconciliación, que hay que unir y reconciliar los corazones.

¿De dónde les viene esta actitud? Habrá muchos factores, pero he visto que la fe, realmente, obra milagros. La persona que vive intensamente su relación con Jesús transmite su propia vida, sus propios sentimientos, vive como Jesús. Recuerdo unas palabras del Papa Francisco: Jesús es el único con poder para curar heridas abiertas y devolver la paz. Personalmente, este ha sido unas de las grandes enseñanzas que me ha transmitido el pueblo timoreño. Desde Jesús todo se puede perdonar.

Personalmente, ¿qué ha supuesto este viaje a Timor Oriental?

Estos viajes marcan mucho. Llevo ya algunos años trabajando en el mundo de las misiones y he podido conocer, de primera mano, algunas realidades difíciles.

En primer lugar, suelo recordar que estas experiencias nos enseñan que la Iglesia es una gran familia presente en muchos lugares del mundo. Es muy enriquecedor conocer y vivir la diversidad de carismas y realidades de la Iglesia. Hay que tener una mirada amplia de lo que es la Iglesia.

En segundo lugar, en el contacto directo con la pobreza suele surgir la siguiente idea: en un mundo de tanta riqueza, que la hay, de tanto avance en muchos ámbitos, ¿cómo es posible que la pobreza esté creciendo aún más? ¿cómo es posible que estos pueblos no estén viviendo un desarrollo positivo? Cuando no se respetan los derechos humanos fundamentales, cuando hay otros intereses económicos que buscan, como ha señalado en varias ocasiones el Papa Francisco la riqueza de algunos, entonces vemos que la pobreza sigue azotando la vida de millones de personas en el mundo, que los países considerados “pobres” siguen con la misma pobreza o aún más.

Los pobres siempre me enseñan que, aunque carecen de muchas cosas, nadie les puede quitar la fe, que aman la vida, que son capaces de ayudar a los demás incluso dando su propia vida. Los pobres son, realmente, el espejo del corazón de Dios. Siempre les recuerdo que son los amados de Dios. Y en sus miradas limpias, y en sus manos fuertes, siento que lo creen y lo viven. ¿Hay experiencia más hermosa que ésta?

(Diócesis de Bilbao)