Francisco \ Homilías

Con el Papa Francisco, invocar el Nombre de Jesús, ayudados por María

RV | 03/01/2017


 

Nunca buscar otro nombre que el de Jesús, anhelando caminar con Él y bajo su mirada. Era la exhortación del Papa Francisco en la fiesta litúrgica del Santísimo Nombre de Jesús, en la Iglesia romana del Gesú.

En acción de gracias, pocos días después de la canonización de Pedro Fabro, en su homilía (3 de enero de 2014), el Obispo de Roma hizo hincapié en que el «Centro de la Compañía de Jesús es Cristo y su Iglesia» y en que el que sigue a Jesús está llamado a anhelar tener los sentimientos de su Corazón:

«Una fe auténtica implica siempre un profundo deseo de cambiar el mundo. Aquí está la pregunta que tenemos que hacernos: ¿Tenemos también nosotros grandes visiones e impulsos? ¿Somos también nosotros audaces? ¿Nuestro sueño vuela alto? ¿El celo nos devora? (cfr. Sal 69, 10) ¿O bien somos mediocres y nos conformamos con nuestras programaciones apostólicas de laboratorio? Recordémonos siempre: la fuerza de la Iglesia no habita en sí misma y en su capacidad organizativa, sino que se esconde en las aguas profundas de Dios. Y estas aguas agitan nuestros deseos, y los deseos agrandan nuestro corazón».

Pedro Fabro experimentó el anhelo de dejar que Cristo ocupe siempre el centro del corazón y su familiaridad con Dios le llevó a comprender que la experiencia interior y la vida apostólica van siempre juntas, recordó el Papa Francisco:

«Fabro era devorado por el intenso deseo de comunicar al Señor. Si nosotros no tenemos su mismo deseo, entonces tenemos necesidad de detenernos en oración y, con fervor silencioso, pedir al Señor, por intercesión de nuestro hermano Pedro, que vuelva a fascinarnos: aquella fascinación por el Señor que llevaba Pedro a todas estas “locuras” apostólicas, aquél deseo, bajo control, sin pausa».

Renovar la consagración al Santo Nombre de Jesús, invocando la ayuda de la Madre de Dios, sin olvidar reconocer que somos pecadores, fue la exhortación con la que el Papa culminó su homilía:

«Nosotros somos hombres en tensión, somos también hombres contradictorios e incoherentes, pecadores, todos. Pero hombres que quieren caminar bajo la mirada de Jesús. Nosotros somos pequeños, somos pecadores, pero queremos militar bajo el estandarte de la Cruz en la Compañía distinguida con el nombre de Jesús. Nosotros que somos egoístas, sin embargo, queremos vivir una vida agitada por grandes deseos.

Renovemos entonces nuestra oblación al Eterno Señor del universo, para que con la ayuda de su Madre gloriosa, podamos querer, desear y vivir los sentimientos de Cristo que se despojó de sí mismo. Como escribía san Pedro Fabro, “no busquemos nunca en esta vida un nombre que no se relacione a aquél de Jesús” (Memorial, 205). Y pidamos a la Virgen ser puestos con su Hijo».

(CdM – RV)