Servicio diario - 31 de diciembre de 2016


 

Francisco en el Te Deum: no hagamos con los jóvenes como el posadero de Belén
Posted by Sergio Mora on 31 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El último día del año concluyó en la basílica de San Pedro con la la oración de las Vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, presidida por el papa Francisco.
Al costado izquierdo del altar principal situado debajo del baldaquino del Bernini, se encontraba el cuadro original de Nuestra Señora de las Gracias, con una composición de rosas blancas a sus pies, traído desde su sede habitual en la iglesia de Sant’Andrea delle Frate, lugar en el que María se apareció obteniendo la conversión de Alfonso Ratisbona, judío no observante y liberal, joven abogado y banquero.
La basílica estaba notablemente adornada con flores e iluminada ‘a giorno’, y en las primeras filas se encontraban autoridades civiles y diplomáticos de los más diversos países del mundo acreditados ante la Santa Sede. El Santo Padre vistiendo paramentos color crema, verde y dorado, endosaba el palio.
Las vísperas iniciaron con el himno Ave Marís Stella, entonado por el coro de la Capilla Sixtina, y prosiguió con algunas partes en latín y otras en italiano, con los salmos, antífonas, con el Magnificat, y concluyó con el Pater Noster, que indicó Francisco, “resume todo el evangelio de Cristo”.
La homilía del Papa
En su homilía el Santo Padre recordó que el pesebre nos invita a asumir la lógica divina “que no se centra en el privilegio, en las concesiones ni en los amiguismos; se trata de la lógica del encuentro, de la cercanía y la proximidad”. Contrariamente significa exclusiones y por ello hay que rechazar la tentación de “vivir en esta lógica del privilegio”.
Francisco señaló que delante del pesebre están los rostros de José y María, “rostros jóvenes cargados de esperanzas e inquietudes, cargados de preguntas”. Y que no se puede hablar de futuro sin “asumir la responsabilidad que tenemos para con nuestros jóvenes” y “la deuda que tenemos con ellos”.
“Hemos creado –señaló el Pontífice– una cultura que, por un lado, idolatra la juventud queriéndola hacer eterna pero, paradójicamente hemos condenando a nuestros jóvenes a no tener un espacio de real inserción”, se los va marginando obligándolos a emigrar o a mendigar empleos que “no les permiten proyectarse en un mañana”.
Por ello señaló el Pontífice, “somos invitados a no ser como el posadero de Belén que frente a la joven pareja decía: aquí no hay lugar”.
“Si queremos apuntar a un futuro que sea digno para ellos –concluyó el papa Francisco– podremos lograrlo sólo apostando por una verdadera inclusión: esa que da el trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario”.
La exposición del Santísimo y el canto del Te Deum
A continuación siguió la exposición del Santísimo Sacramento mientras los turíbulos queman incienso y coro entona el Jesus Dulcis Memoria. Después de algunos instantes de silencio se cantó el himno Te Deum, para agradecer la conclusión del año civil.
La adoración concluye con el Tantum Ergo, las aclamaciones y los demás cantos conmemorativos, si bien el Adestes Fideles final con las voces blancas es el que despierta particular emoción entre los fieles.
(Leer el texto completo de la homilía)


Texto completo de la homilía del papa Francisco en el Te Deum de 2016
Posted by Sergio Mora on 31 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco presidió en la tarde de este 31 de diciembre de 2016, el Te Deum y el canto de las Vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios. En su homilía el Papa pidió que mirando el pesebre se vuelve necesario aceptar la lógica de Dios que se vuelve un niño, rechazar el amiguismo y los privilegios que generan exclusión. En particular se refirió a los jóvenes y pidió que no hagamos con ellos como el Posadero de Belén que decía “aquí no hay lugar”. Invitó por ello a darles oportunidades y a integrarlos.
A continuación el texto completo:
«Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la ley, para redimir a los que estaban sometidos a la ley y hacernos hijos adoptivos» (Ga 4,4-5). Resuenan con fuerza estas palabras de san Pablo.
De manera breve y concisa nos introducen en el proyecto que Dios tiene para con nosotros: que vivamos como hijos. Toda la historia de salvación encuentra eco aquí: el que no estaba sujeto a la ley, decidió por amor, perder todo tipo de privilegio (privus legis) y entrar por el lugar menos esperado para liberar a los que sí estábamos bajo la ley.
Y, la novedad es que decidió hacerlo en la pequeñez y en la fragilidad de un recién nacido; decidió acercarse personalmente y en su carne abrazar nuestra carne, en su debilidad abrazar nuestra debilidad, en su pequeñez cubrir la nuestra.
En Jesucristo, Dios no se disfrazó de hombre, se hizo hombre y compartió en todo nuestra condición. Lejos de estar encerrado en un estado de idea o de esencia abstracta, quiso estar cerca de todos aquellos que se sienten perdidos, avergonzados, heridos, desahuciados, desconsolados o acorralados. Cercano a todos aquellos que en su carne llevan el peso de la lejanía y de la soledad, para que el pecado, la vergüenza, las heridas, el desconsuelo, la exclusión, no tengan la última palabra en la vida de sus hijos.
El pesebre nos invita a asumir esta lógica divina. Una lógica que no se centra en el privilegio, en las concesiones ni en los amiguismos; se trata de la lógica del encuentro, de la cercanía y la proximidad. El pesebre nos invita a dejar la lógica de las excepciones para unos y las exclusiones para otros.
Dios viene Él mismo a romper la cadena del privilegio que siempre genera exclusión, para inaugurar la caricia de la compasión que genera la inclusión, que hace brillar en cada persona la dignidad para la que fue creado. Un niño en pañales nos muestra el poder de Dios interpelante como don, como oferta, como fermento y oportunidad para crear una cultura del encuentro.
No podemos permitirnos ser ingenuos. Sabemos que desde varios lados somos tentados para vivir en esta lógica del privilegio que nos aparta-apartando, que nos excluye-excluyendo, que nos encierra-encerrando los sueños y la vida de tantos hermanos nuestros.
Hoy frente al niño de Belén queremos admitir la necesidad de que el Señor nos ilumine, porque no son pocas las veces que parecemos miopes o quedamos presos de una actitud altamente integracionista de quien quiere hacer entrar por la fuerza a otros en sus propios esquemas.
Necesitamos de esa luz que nos haga aprender de nuestros propios errores e intentos a fin de mejorar y superarnos; de esa luz que nace de la humilde y valiente conciencia del que se anima, una y otra vez, a levantarse para volver a empezar.
Al terminar otra vez un año, nos detenemos frente al pesebre, para dar gracias por todos los signos de la generosidad divina en nuestra vida y en nuestra historia, que se ha manifestado de mil maneras en el testimonio de tantos rostros que anónimamente han sabido arriesgar.
Acción de gracias que no quiere ser nostalgia estéril o recuerdo vacío del pasado idealizado y desencarnado, sino memoria viva que ayude a despertar la creatividad personal y comunitaria porque sabemos que Dios está con nosotros.
Nos detenemos frente al pesebre para contemplar como Dios se ha hecho presente durante todo este año y así recordarnos que cada tiempo, cada momento es portador de gracia y de bendición.
El pesebre nos desafía a no dar nada ni a nadie por perdido. Mirar el pesebre es animarnos a asumir nuestro lugar en la historia sin lamentarnos ni amargarnos, sin encerrarnos o evadirnos, sin buscar atajos que nos privilegien.
Mirar el pesebre entraña saber que el tiempo que nos espera requiere de iniciativas audaces y esperanzadoras, así como de renunciar a protagonismos vacíos o a luchas interminables por figurar.
Mirar el pesebre es descubrir como Dios se involucra involucrándonos, haciéndonos parte de Su obra, invitándonos a asumir el futuro que tenemos por delante con valentía y decisión.
Mirando el pesebre nos encontramos con los rostros de José y María. Rostros jóvenes cargados de esperanzas e inquietudes, cargados de preguntas. Rostros jóvenes que miran hacia delante con la no fácil tarea de ayudar al Niño-Dios a crecer. No se puede hablar de futuro sin contemplar estos rostros jóvenes y asumir la responsabilidad que tenemos para con nuestros jóvenes; más que responsabilidad, la palabra justa es deuda, sí, la deuda que tenemos con ellos.
Hablar de un año que termina es sentirnos invitados a pensar como estamos encarando el lugar que los jóvenes tienen en nuestra sociedad.
Hemos creado una cultura que, por un lado, idolatra la juventud queriéndola hacer eterna pero, paradójicamente, hemos condenando a nuestros jóvenes a no tener un espacio de real inserción, ya que lentamente los hemos ido marginando de la vida pública obligándolos a emigrar o a mendigar por empleos que no existen o no les permiten proyectarse en un mañana.
Hemos privilegiado la especulación en lugar de trabajos dignos y genuinos que les permitan ser protagonistas activos en la vida de nuestra sociedad.
Esperamos y les exigimos que sean fermento de futuro, pero los discriminamos y «condenamos» a golpear puertas que en su gran mayoría están cerradas. Somos invitados a no ser como el posadero de Belén que frente a la joven pareja decía: aquí no hay lugar.
No había lugar para la vida, para el futuro. Se nos pide asumir el compromiso que cada uno tiene, por poco que parezca, de ayudar a nuestros jóvenes a recuperar, aquí en su tierra, en su patria, horizontes concretos de un futuro a construir.
No nos privemos de la fuerza de sus manos, de sus mentes, de su capacidad de profetizar los sueños de sus mayores (cf. Jl 3, 1).
Si queremos apuntar a un futuro que sea digno para ellos, podremos lograrlo sólo apostando por una verdadera inclusión: esa que da el trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario (cf. Discurso en ocasión de la entrega del Premio Carlomagno, 6 de mayo de 2016).
Mirar el pesebre nos desafía a ayudar a nuestros jóvenes para que no se dejen desilusionar frente a nuestras inmadureces y estimularlos a que sean capaces de soñar y de luchar por sus sueños.
Capaces de crecer y volverse padres de nuestro pueblo. Frente al año que termina qué bien nos hace contemplar al Niño-Dios. Es una invitación a volver a las fuentes y raíces de nuestra fe. En Jesús la fe se hace esperanza, se vuelve fermento y bendición: «Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría» (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 3).


El 2016, un año de viajes papales en el signo de la misericordia
Posted by Luca Marcolivio on 31 December, 2016



(ZENIT – Roma).- En el 2016 el papa Francisco realizó diversos viajes apostólicos, todos marcados profundamente por el espíritu de misericordia que ha caracterizado el Jubileo extraordinario que concluyó el pasado 20 de noviembre. En total fueron 24 días de viaje, a lo que se suman diversas peregrinaciones en Italia, dos de las cuales con etapa en Asís.
La Habana, 12 de febrero, encuentro con Kirill
Casi mil años después del Cisma de Oriente, el obispo de Roma y el patriarca ortodoxo de Moscú tuvieron por primera vez un encuentro. Francisco y Kirill se dieron un abrazo histórico en ‘territorio neutral’, fruto de medio siglo de camino ecuménico. Ni de cortesía ni de fachada, en el que firmaron una declaración común contra la guerra, el tráfico de armas, la trata de personas y por la libertad religiosa. El viaje apostólico de cuatro días del Papa a Cuba fue el año anterior, en septiembre de 2015 , ahora se trató de una escala de pocas horas en su viaje hacia México
México (12-18), a los piés de ‘la Morenita’
Un viaje en el que no ha faltado el homenaje de Francisco a la Virgen de Guadalupe, en el que hace diversas denuncias, contra la corrupción y el narcotráfico. Visitó también comunidades indígenas como la de Chiapas y presidió una misa en la Ciudad Juárez, en la frontera con Estados Unidos.
Lesbo: los refugiados son nuestros hermanos (16 de abril)
En la isla griega, lugar de llegada de miles de refugiados que huyen de la guerra, el Papa realizó una visita breve, pero en la que el diálogo interreligioso y ecuménico se encontraron. Con Francisco estaba el arzobispo ortodoxo de Atenas, Ieronymos II, y el Patriarca ecuménico de Constantinopla Bartolomé I. El Papa elogia al pueblo griego que a pesar de la crisis financiera recibe a los migrantes. “No pierdan la esperanza” clama a los 2.500 huéspedes del campo prófugo de Moria. Y a su regreso a Roma se trae a 12 migrantes, de los cuales 6 menores. Tres familias, todas musulmanas, recibidas en Roma como refugiados políticos por la Comunidad San Egidio.
Armenia: cien años después para no olvidar (24-26 junio)
En el 2015 el papa Francisco había conmemorado el centenario del ‘primer genocidio del siglo XX’, subrayando la persecución contra los cristianos que existía en el trágico evento, despertando la ira de las autoridades turcas. Del 24 al 26 de junio de 2016 Francisco realiza una vista de tres días, va a Erevan, Gyumri y Etchmiadzin, y elogia la fidelidad a de los católicos. Tiene un encuentro con el Cathólicos de los armenios, Karekin II, firman una declaración común en el signo del “ecumenismo de la sangre” que une a los cristianos en el martirio.
Polonia: tierra de santos y cuna de la misericordia (27 – 31 de julio)
La ocasión son los 1050° años del ‘bautismo’ de Polonia y la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia. El papa latinoamericano visita el santuario de la Virgen de Czestochowa, rinde homenaje a Santa Faustina Kowalska, y a san Juan Pablo II. Conmueve al mundo en Auschwitz, contemplando el misterio del mal provocado por manos humanas. Llega a Cracovia, ciudad en la que nació el culto a la Divina Misericordia. En la Jornada Mundial de la Juventud el Papa invita a los jóvenes a ‘levantarse del sofá” y a ser protagonistas de la nueva evangelización.
Georgia y Azerbaiján: en las fronteras del cristianismo (30 de septiembre – 2 de octubre)
Apenas tres meses después del viaje a Armenia, Francisco vuelve a visitar dos países del Cáucaso, Georgia y Azerbaiján. El Papa peregrina a la Sacra Túnica del Señor que se encuentra en la catedral patriarcal ortodoxa de Svetyskhoveli, indicada por él como “misterio de unidad”. En su encuentro con los religiosos, sacerdotes y laicos en la Iglesia de la Asunta en Tbilisi, denuncia la “guerra mundial contra la familia”, causada por la ideología de gender. Y abraza a la pequeña comunidad cristiana.
Suecia: la Reforma, 500 años después (31 de octubre – 1 noviembre)
Es el último viaje del año y también el más controvertido para el papa Francisco. En la vigilia de los 500 años de la Reforma protestante, un momento doloroso de separación entre hermanos, para recordar y reflexionar. Son también los 50 años del inicio del diálogo ecuménico de los católicos con los protestantes. En la misa final en el Swedbank Stadion de Malmö, el Papa señala elementos que distinguen la catolicidad, como las santas suecas Brigida y Hesselblad, recordando que si bien es más importante lo que nos une de lo que nos divide, demuestra que para dialogar no hay que negar la propia identidad.
Asís y lugares del terremoto (4 de agosto, 18 de septiembre y 4 de octubre)
Aunque en el 2016 habían sido suspendidas las visitas pastorales en Italia, el Papa hizo tres excepciones: La primera el 4 de agosto por los 800 años de la fiesta del perdón de Asís, que lleva a Francisco después de tres años a dicha ciudad.
Un mes y medio después, el 18 de septiembre, el Santo Padre regresa allí por los 30 años del primer encuentro interreligioso promovido por la Comunidad de San Egidio, con la presencia de tantos líderes religiosos del mundo, entre los cuales el patriarca Bartolomé. El mensaje es que toda fe religiosa si vivida con autenticidad lleva a la fraternidad entre los hombres, y que es sacrílego usar el nombre de Dios para asesinar.
Y el 4 de octubre visita a las poblaciones que sufrieron el terremoto en el centro de Italia. No les vistió antes, dijo, porque “no quise crear fastidio”, ya que su presencia en las primeras semanas habría dificultado la asistencia en la fase de emergencia. Visita a los pueblos más dañados: Amatrice, Accumoli, Arquata del Tronto, Pescara del Tronto y Norcia. Abraza a la población herida, visita una escuela montada en un container. Pero la imagen más impresionante es la del Papa que en total soledad se acerca a las ruinas de la ciudad destruída. Casi una metáfora de una humanidad destruída que necesita de la consolación del Padre.


Venezuela: el cardenal Urosa pide al Gobierno respetar la Asamblea Nacional
Posted by Sergio Mora on 31 December, 2016



(ZENIT – Roma).- El cardenal Jorge Urosa Savino considera como un “problema pendiente” por parte el Gobierno del presidente Nicolás Maduro, “el reconocimiento de las facultades constitucionales de la Asamblea Nacional, actualmente bloqueada tanto por el Poder ejecutivo como por el Judicial”.
El arzobispo de Caracas, en un mensaje firmado junto a los obispos auxiliares de Caracas: Jesús González de Zárate, Tulio Luis Ramírez Padilla, José Trinidad Fernández, Enrique Parravano y Nicolás Bermúdez Villamizar (Emérito), considera que esta realidad “configura una situación real de dictadura, por el desconocimiento de la voluntad del pueblo expresada el pasado 6 de diciembre de 2015”.
La información reportada por Ramón Antonio Pérez de Guardian Catolic, añade que en consecuencia, la Iglesia pide a Maduro que permita “el normal desarrollo de la vida democrática” en Venezuela, para lo cual “es preciso que se restituyan a la Asamblea sus facultades constitucionales”.
De igual manera, el alto dignatario de la Iglesia, solicitó la liberación de los denominados presos políticos y permitir la celebración de unas elecciones para dirimir el conflicto político, económico y social que recrudeció este año.
Así también repudió los actos de vandalismo suscitados recientemente en el país como consecuencia de la “desacertada medida de sacar de circulación los billetes de cien bolívares”. Urosa exhorta a que mientras “no haya otros billetes y monedas que los sustituyan, es absolutamente necesario mantener la validez de esos billetes”.


San Vicente María Strambi – 1 de enero
Posted by Isabel Orellana Vilches on 31 December, 2016




(ZENIT – Madrid).- Eran tan grandes las virtudes de este prelado pasionista, que su fundador, san Pablo de la Cruz, le encomendó la fundación con la certeza de que haría obras más grandes que la suyas. Fue estimado por los pontífices de su tiempo.
En esta solemnidad de María Santísima, Madre de Dios, entre otros santos, la Iglesia aclama al pasionista Vicente María Strambi, prelado de Macerata y Tolentino, insigne discípulo de san Pablo de la Cruz que cuando lo conoció ya vio en él a un gran santo.
Nació en Civitavecchia, Italia, el 1 de enero de 1745. Fue el único superviviente de los cuatro hijos nacidos en el matrimonio del farmacéutico Giuseppe Strambi y Eleonora Gori. El celo de su padre por mantenerlo junto a él y ver cumplidos en su heredero los sueños que fraguó para su futuro no fue impedimento para que el joven defendiese firmemente su vocación. Ambos progenitores le transmitieron su fe y generosidad con los necesitados que Vicente aún superó con creces al punto de ser frenado en sus ansias de donación.
La madre, comprensiva y gozosa al conocer su inclinación al sacerdocio, le dio su bendición. Se formó en el seminario de Montefiascone. Inteligencia y piedad marcaron estos años en los que su amor a Cristo crucificado presidía su acontecer. Antes de recibir el sacramento del orden fue prefecto y luego rector del seminario de Bagnoregio. Ya se advertían sus numerosos dones y celo pastoral. Fue ordenado sacerdote unos meses antes de cumplir 23 años. Pero se sentía inclinado a la vida religiosa. Contra la voluntad del padre, llamó primero a las puertas de los padres de la Misión y luego las de los capuchinos. No era su lugar. Unos lo rechazaron por su débil salud y otros por su condición de hijo único hasta que conoció a Pablo de la Cruz en una misión, y quedó seducido por su ardor apostólico y virtud.
Cuando le pidió ingreso en los pasionistas, Pablo le abrió los brazos. Y a Giuseppe, que rogó y acudió no solo a él sino a quienes pensaba que podrían disuadir a su hijo, le respondió: «Debería alegrarse sumamente al ver que el Señor elige a su hijo para hacerlo un gran santo». Profesó en 1769. Unos años más tarde, después de haber encendido muchos corazones con su predicación, partió a Roma para ocuparse de los jóvenes estudiantes formándoles en todos los ámbitos. En 1775 Clemente XIV, sabedor de sus virtudes y dotes apostólicas que ya le precedían, le encomendó predicar en Santa María en Trastévere, convirtiéndose él mismo en uno de sus oyentes. Desde entonces, asiduamente y a petición del papa, el que ya era reconocido como «el predicador pasionista santo», impartió retiros a la curia pontifical, y otros estamentos del clero.
Sus dotes diplomáticas hicieron de él un valioso instrumento para la conciliación que llevó a cabo a petición de los pontífices. Hombre humilde, sencillo, abnegado, de intensa oración y penitencia, fue incluido en el cónclave que eligió a Pío VII y votado por una parte de los cardenales. No quiso distinguirse nunca de sus hermanos, y lejos de aceptar prebenda alguna por razón de su oficio: superior, provincial, consultor general, efectuaba las labores cotidianas en la huerta y en la cocina como uno más. Fue agraciado con el don de profecía y de penetración de espíritus; en sus predicaciones acaecieron hechos prodigiosos.
Pablo de la Cruz al sentir cercana su muerte le encomendó la Congregación: «Harás cosas grandes, harás mucho bien». Vicente tenía 30 años y había sido fidelísimo al fundador en los seis que llevaba como pasionista. Luego sería también su biógrafo. Escribió la vida de Pablo de rodillas en la celda que aquél había ocupado. Y más tarde fue su postulador. Muy devoto de la preciosísima Sangre de Jesús le dedicó su primer trabajo. Fue autor de obras escolares y espirituales. En 1801 Pío VII lo nombró prelado de Macerata y Tolentino y aceptó el nombramiento aunque su deseo habría sido vivir como simple religioso pasionista. El papa valoraba sus muchas virtudes y capacidad para regir, enseñar y santificar, y lo tranquilizó: «Sábete que nadie se ha interesado para elegirte; lo he hecho yo espontáneamente, por mi personal conocimiento, por inspiración divina».
A Vicente se deben grandes conversiones, como la de la hermana de Napoleón, emperador que lo envió al exilio al constatar que no podía vencer su fidelidad al Santo Padre. Los pobres, sin excluir a los demás necesitados, fueron objeto de su predilección. Decía: «Los pobres son mis patrones. Yo no soy sino su ecónomo». Como pastor dosificó la firmeza y la comprensión. Fue un gran renovador. León XII, que lo mantuvo en su oficio hasta 1823, afirmó: «Es suficiente su sombra para gobernar la diócesis». Y León XIII lo retuvo junto a él. Cuando enfermo de muerte fue a administrarle el viático, manifestó: «Vicente mío, yo creía hacerte santo, pero algún otro pontífice lo hará». El humilde pasionista ofreció su vida por la del papa que se hallaba enfermo, y éste sanó de improviso, muriendo él repentinamente en el curso de una semana el 1 de enero de 1924. Fue beatificado por Pío XI el 26 de abril de 1925, y canonizado por Pío XII el 11 de junio de 1950.