Servicio diario - 19 de noviembre de 2016


 

El Papa pide a los nuevos cardenales que “amen, hagan el bien, bendigan y rueguen”
Posted by Rocío Lancho García on 19 November, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- “El camino al cielo comienza en el llano, en la cotidianeidad de la vida partida y compartida, de una vida gastada y entregada”. Así lo ha recordado el papa Francisco a los neo cardenales, en el consistorio que se ha celebrado esta mañana en la Basílica Vaticana, para la creación de 17 nuevos cardenales. El nuevo cardenal deLesotho, Sebastian Koto Khoarai, no ha podido viajar hasta Roma por razones de edad. En el rito del consistorio se realiza la “imposición de la birreta”, “la entrega del anillo” y la “asignación de título o diaconía”.
En la apertura de la celebración, el nuncio en Siria, Mario Zenari, ha sido el encargado entre los nuevos cardenales de dirigir un saludo de agradecimiento al Santo Padre en nombre de todos. Por su parte, el Santo Padre ha asegurado en su discurso que “nuestra cumbre” es “esta calidad del amor”, “nuestra meta y deseo es buscar en la llanura de la vida, junto al Pueblo de Dios, transformarnos en personas capaces de perdón y reconciliación”.
Así, el Pontífice ha dicho a los nuevos cardenales que hoy se les pide cuidar en su corazón y en el de la Iglesia “esta invitación a ser misericordioso como el Padre”. Como Iglesia –ha subrayado el Papa– seguimos siendo invitados a abrir nuestros ojos para mirar las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de su dignidad, privados en su dignidad”.
Además, ha recordado que el llamado de Jesús a los apóstoles va acompañado de un “ponerse en marcha”. En vez de mantenerlos en lo alto del monte, “los lleva al corazón de la multitud, los pone en medio de sus tormentos, en el llano de sus vidas”. Una invitación –ha explicado– acompañada de cuatro imperativos que el Señor les hace para plasmar su vocación en lo concreto, en lo cotidiano de la vida. Son “cuatro etapas de la mistagogia de la misericordia”: amen, hagan el bien, bendigan y rueguen.
De este modo, el Santo Padre ha asegurado que estas cuatro acciones las realizamos fácilmente con las personas cercanas en el afecto pero, el problema surge cuando Jesús indica los destinatarios de estas acciones: “amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman”. Por eso ha lamentado que frente a los enemigos, “nuestra actitud primera e instintiva es descalificarlos, desautorizarlos, maldecirlos”.
En esta línea, el Santo Padre ha querido subrayar que “en el corazón de Dios no hay enemigos, Dios tiene hijos”. Nosotros –ha indicado– levantamos muros, construimos barreras y clasificamos a las personas. Sin embargo, “el amor de Dios tiene sabor a fidelidad con las personas, porque es amor de entrañas, un amor maternal/paternal que no las deja abandonadas, incluso cuando se hayan equivocado”. Además, ha asegurado que “el amor incondicional del Padre” ha sido y es “verdadera exigencia de conversión para nuestro pobre corazón que tiende a juzgar, dividir, oponer y condenar”.
El Pontífice también ha aprovechado para señalar que vivimos en una época en la que resurgen epidémicamente “la polarización y la exclusión como única forma posible de resolver los conflictos”. Por eso ha advertido de que muchas veces se considera enemigo a una persona “por venir de una tierra lejana o por tener otras costumbres”, “por su color de piel, por su idioma o su condición social”, “por pensar diferente e inclusive por tener otra fe”. Y sin darnos cuenta –ha observado– esta lógica se instala en nuestra forma de vivir, de actuar y proceder.
En esta misma línea, ha observado cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento “se siembran por este crecimiento de enemistad entre los pueblos, entre nosotros”. Por eso, ha reconocido que “el virus de la polarización y la enemistad se nos cuela en nuestras formas de pensar, de sentir y de actuar”. De este modo, “tenemos que velar para que esta actitud no cope nuestro corazón”, porque iría “contra la riqueza y la universalidad de la Iglesia” que podemos palpar en este “Colegio Cardenalicio”.
Al finalizar sus palabras, el Pontífice ha leído la fórmula de creación y ha proclamado solemnemente los nombres de los nuevos cardenales, anunciando el orden presbiteral o diaconal asignado. El rito ha proseguido con la profesión de fe de los nuevos cardenales delante del pueblo de Dios y el juramento de fe y obediencia al papa Francisco y sus sucesores.
Los nuevos cardenales, según el orden de creación, se han arrodillado delante del Santo Padre que les impone el solideo y la birreta cardenalicia, entrega el anillo y asigna a cada uno una iglesia de Roma “como signo de participación a la preocupación pastoral del Papa” en la ciudad. Finalmente, después de la entrega de la Bula de creación cardenalicia y de asignación del Título o de la Diaconía, el Santo Padre intercambia con cada nuevo cardenal el abrazo de paz.


Francisco y los nuevos cardenales visitan a Benedicto XVI
Posted by Redaccion on 19 November, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco y los recién creados cardenales visitarán al papa emérito, Benedicto XVI, al finalizar el consistorio. Según ha informado esta misma mañana la oficina de prensa de la Santa Sede, después de la celebración, subirán a dos autobuses para acudir al monasterio Mater Ecclesiae para visitar al papa emérito.
Benedicto XVI, a diferencia de los dos anteriores consistorios, no ha acudido a la Basílica Vaticana y por eso ha recibido la visita de los recién creados cardenales.
El Santo Padre, en una ceremonia solemne, ha creado 17 nuevos cardenales para la Iglesia católica. De este modo, han recibido la birreta cardenalicia, el anillo y la asignación de título o diaconía. Todos estaban presentes en la Basílica Vaticana excepto el nuevo cardenal de Lesotho, Sebastian Koto Khoarai, que no ha podido viajar a Roma por motivos de edad.


¿Qué es el Colegio Cardenalicio y quién lo forma?
Posted by Redaccion on 19 November, 2016



(ZENIT- Roma).- Los cardenales de la Santa Iglesia Romana constituyen un Colegio peculiar, al que compete proveer a la elección del Romano Pontífice. Asimismo, los cardenales asisten al Santo Padre tanto colegialmente, cuando son convocados para tratar juntos cuestiones de más importancia, como personalmente, mediante los distintos oficios que desempeñan ayudando sobre todo al Papa en su gobierno cotidiano de la Iglesia universal.
Con el consistorio celebrado esta mañana, en el Colegio Cardenalicio quedan representados los 5 continentes con 79 países, 60 de los cuales cuentan con cardenales electores. En concreto, Europa cuenta con 54 cardenales electores y 58 no electores. América del norte 17 electores y 10 no electores; América central 4 electores y 4 no electores; América del sur, 13 electores y 14 no electores. África cuenta con 15 cardenales electores y 9 no electores, mientras que Asia tiene 14 electores y 10 no electores. Oceanía tiene 4 cardenales electores y 2 no electores.
En total, el Colegio Cardenalicio está compuesto por 228 cardenales, 121 electores y 107 no electores
Para ser creados como cardenales, el Santo Padre “elige libremente entre aquellos varones que hayan recibido al menos el presbiterado y que destaquen notablemente por su doctrina, costumbres, piedad y prudencia en la gestión de asuntos”. Los que aún no son obispos “deben recibir la consagración episcopal”.
Los cardenales –indica el Derecho Canónico– son creados por decreto del Romano Pontífice, que se hace público en presencia del Colegio Cardenalicio. Así, a partir del momento de la publicación tienen los deberes y derechos determinados por la ley.
Además, los cardenales ayudan todos ellos colegialmente al Pontífice, sobre todo en los Consistorios, en los que se reúnen por mandato del Romano Pontífice y bajo su presidencia.
El consistorio ordinario se convoca al menos a todos los cardenales presentes en Roma para consultarles sobre algunas cuestiones graves o para realizar ciertos actos de máxima solemnidad. Sin embargo, el consistorio extraordinario, que se celebra cuando lo aconsejan especiales necesidades de la Iglesia o la gravedad de los asuntos que han de tratarse, se convoca a todos los cardenales.
Al quedar vacante la Sede Apostólica, el Colegio Cardenalicio sólo tiene en la Iglesia aquella potestad que se le atribuye en la ley peculiar.
Los nuevos cardenales creados hoy son
1- Mons. Mario Zenari, que permanece nuncio apostólico en la martirizada Siria (italiano).
2- Mons. Dieudonné Nzapalainga, C.S.Sp., arzobispo de Bangui (República Centroafricana).
3- Mons. Carlos Osoro Sierra, arzobispo de Madrid (España).
4- Mons. Sergio da Rocha, arzobispo de Brasilia (Brasil).
5- Mons. Blase J. Cupich, arzobispo de Chicago (EE.UU).
6- Mons. Patrick D’Rozario, C.S.C., arzobispo de Dhaka (Bangladesh).
7- Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo, arzobispo de Mérida (Venezuela).
8- Mons. Jozef De Kesel, arzobispo di Malines-Bruxelles (Bélgica).
9- Mons. Maurice Piat, arzobispo di Port-Louis (Islas Mauricio).
10- Mons. Kevin Joseph Farrell, prefecto del dicasterio para Laicos, familia y vida (EE.UU)
11- Mons. Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Tlalnepantla (México).
12- Mons. John Ribat, M.S.C., arzobispo de Port Moresby (Papua Nueva Guinea).
13- Mons. Joseph William Tobin, C.SS.R., arzobispo de Indianapolis (EE.UU).
Además se unen cuatro no electores
1- Mons. Anthony Soter Fernández, arzobispo emérito de Kuala Lumpur (Malasia)
2- Mons. Renato Corti, arzobispo emérito de Novara (Italia)
3- Mons. Sebastian Koto Khoarai, O.M.I, obispo emérito de Mohale’s Hoek (Lesotho)
4- Reverendo Ernest Simoni, presbitero de la arquidiócesis de Shkodrë-Pult (Scutari – Albania).


Santa Matilde de Hackeborn – 19 de noviembre
Posted by Isabel Orellana Vilches on 19 November, 2016



(ZENIT – Madrid).- Muy generoso debía ser el barón de Hackeborn para desprenderse de dos de sus hijas autorizándolas a ingresar en un monasterio cisterciense, que hicieron famoso por su virtud junto a otras religiosas. Exactamente fueron cuatro excelsas mujeres las que brillaron en la clausura: Matilde de Magdeburgo, la santa de hoy, su hermana Gertrudis, y otra Gertrudis, la Grande. Hicieron de Helfta uno de los referentes ineludibles para conocer y valorar la riqueza de la mística germana; nos alientan con su vida a seguir el camino de perfección. Precisamente el pasado día 16 se vio la semblanza de Gertrudis la Grande, que sumó sus grandes virtudes a las de Matilde, que tanto le edificó, que fue su formadora y a la que tomó como guía junto a su hermana. Ello pone de manifiesto un hecho que acontece en todo movimiento eclesial: la existencia de periodos históricos de especial fulgor en el que despuntan figuras egregias traspasando muros y fronteras.
Tan significativa fue la vida de Matilde de Hackeborn que el papa Benedicto XVI le dedicó su catequesis el 29 de septiembre de 2010. Fue una de esas mujeres fuertes de las que habla el evangelio que tuvo la gracia de alumbrar una época de gran fecundidad en esa comunidad a lo largo del siglo XIII. Nació en 1241 o en 1242, no hay datos precisos, en la fortaleza de Helfta, Sajonia. Su hermana Gertrudis se hallaba ya en el convento de Rodersdorf (después transferido a Helfta) cuando ella acompañó a su madre a visitarla en 1248. En siete años de vida la pequeña acumulaba la experiencia de haber sobrevivido a la muerte poco después de nacer, debido a su frágil constitución física, y el inspirado vaticinio del virtuoso presbítero que derramó sobre su cabeza el agua del bautismo, quien entrevió que sería santa, hecho que confió a sus padres asegurándoles que Dios obraría a través de ella numerosos prodigios. Posiblemente a esa edad Matilde ignoraba la singular elección divina a la que aludió el sacerdote, pero seguro que sus progenitores no habrían podido olvidarla.
La vida conventual le sedujo desde un primer instante. Por eso, en 1258 dejó a un lado los beneficios que reportaba haber nacido en un castillo, y las prebendas anejas al título nobiliario que ostentaban sus padres ingresando en el monasterio que entonces se había establecido en Helfta. Su hermana Gertrudis, abadesa, vertió en ella todo su saber espiritual e intelectual, riqueza que Matilde acogió multiplicando los talentos que Dios le había otorgado: una suma de excepcional inteligencia y virtud coronada por una bellísima voz con la que glosaba la grandeza del Creador y por la que ha sido denominada «ruiseñor de Dios». Era un pozo sin fondo. Y así se ha reflejado: «la ciencia, la inteligencia, el conocimiento de las letras humanas y la voz de una maravillosa suavidad: todo la hacía apta para ser un verdadero tesoro para el monasterio bajo todos los aspectos».
Orientada por su hermana, se convirtió en una gran formadora que tuvo a su cargo jovencísimas vocaciones. De hecho le confiaron a Gertrudis, la Grande, cuando llegó al convento a la edad de 5 años. Y es que Matilde era una ejemplar maestra y modelo de novicias y profesas. Fue agraciada con numerosos favores místicos que se iniciaron siendo niña y que guardó en su corazón llevada de su natural discreción hasta que cumplió medio siglo de vida.
Ella, al igual que Gertrudis, la Grande, vivió en carne propia la experiencia del sufrimiento ocasionado por largas y dolorosas enfermedades que fueron persistentes en ambos casos. La frágil condición humana atenazada por el cúmulo de matices que conllevan circunstancias de esta naturaleza, a veces tiene también expresión palpable en la vertiente espiritual. Matilde experimentó conjuntamente la postración corporal, y el sufrimiento y angustia espirituales en los que, no obstante, contó con el consuelo divino. En uno de estos periodos críticos confidenció privadamente sus experiencias místicas a dos religiosas. Una de ellas fue su discípula Gertrudis, la Grande, quien se ocupó de recopilarlas en el Libro de la gracia especial junto a otra hermana de comunidad.
Matilde fue un puntal indiscutible en el monasterio, aunque a veces su nombre ha quedado a la sombra de esta santa amiga. De su hermana había heredado la rica tradición monacal que floreció altamente en esa época en las líneas genuinas de la regla a la que se había abrazado: oración, contemplación, estudio científico y teológico, amasado siempre en la tradición y el magisterio eclesiales. Fue una mujer obediente, humilde y piadosa, de gran espíritu penitencial, ardiente caridad y devota de María y del Sagrado Corazón de Jesús con el que mantuvo místicos coloquios. El contenido de sus revelaciones insertas en el aludido Libro de la gracia especial permite apreciar también el alcance que tuvo la liturgia en su itinerario espiritual. Supo llegar al corazón de las personas que pusieron bajo su responsabilidad, y las condujo sabiamente a los pies de Cristo dando pruebas fehacientes de su ardor apostólico.
Cuando rogaba a la Virgen que no le faltara su asistencia en el momento de la muerte, Ella le pidió que rezase diariamente tres avemarías «conmemorando, en la primera, el poder recibido del Padre Eterno; en la segunda, la sabiduría con que me adornó el Hijo; y, en la tercera, el amor de que me colmó el Espíritu Santo». María la invitó a meditar en los misterios de la vida de Cristo: «Si deseas la verdadera santidad, está cerca de mi Hijo; él es la santidad misma que santifica todas las cosas». Durante la última y difícil etapa de su vida, ocho años cuajados de sufrimientos, mostró la hondura de su unión con Cristo, a cuya Pasión redentora unía sus padecimientos por la conversión de los pecadores, con humildad y paciencia. La Eucaristía, el evangelio, la oración…, habían forjado su espíritu disponiéndola al encuentro con Dios. Éste se produjo el 19 de noviembre de 1299. Murió con fama de santidad.