Servicio diario - 08 de octubre de 2016


 

Francisco recuerda que “María nos permite comprender lo que significa ser discípulo de Cristo”
Posted by Rocío Lancho García on 8 October, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- La oración del rosario es la síntesis de la historia de la misericordia de Dios que se transforma en historia de salvación para quienes se dejan plasmar por la gracia. Lo ha explicado esta tarde, en la plaza de San Pedro, el Santo Padre, al presidir la oración del Santo Rosario con ocasión del Jubileo Mariano, que se celebra en Roma del 7 al 9 de octubre, en el marco del Año de la Misericordia. Antes de la llegada del papa Francisco, los participantes han vivido un momento de oración, cantos y testimonios. Distintas advocaciones marianas de varios países del mundo han sido llevadas en procesión frente a la Basílica de San Pedro.
En su discurso, el Papa ha explicado que en la vigilia, rezando el rosario, se han recorrido los momentos fundamentales de la vida de Jesús, en compañía de María. La Resurrección “como signo del amor extremo del Padre que devuelve vida a todo y es anticipación de nuestra condición futura”. La Ascensión “como participación de la gloria del Padre, donde también nuestra humanidad encuentra un lugar privilegiado”. Pentecostés, “expresión de la misión de la Iglesia en la historia hasta el fin de los tiempos, bajo la guía del Espíritu Santo”. Además, en los dos últimos misterios se contempla a la Virgen María “en la gloria del Cielo, Ella que desde los primeros siglos ha sido invocada como Madre de la Misericordia”.
Los misterios que contemplamos –ha explicado el Pontífice– son gestos concretos en los que se desarrolla la actuación de Dios para con nosotros. Por medio de la plegaria y de la meditación de la vida de Jesucristo, “volvemos a ver su rostro misericordioso que sale al encuentro de todos en las diversas necesidades de la vida”, ha precisado. Así, ha asegurado que “María nos acompaña en este camino, indicando al Hijo que irradia la misericordia misma del Padre”. Ella, “la Madre que muestra el camino que estamos llamados a recorrer para ser verdaderos discípulos de Jesús”. Por otro lado, ha señalado que la oración del rosario “no nos aleja de las preocupaciones de la vida”; por el contrario, “nos pide encarnarnos en la historia de todos los días para saber reconocer en medio de nosotros los signos de la presencia de Cristo”. Al respecto, ha asegurado que cada vez que contemplamos un misterio de la vida de Cristo, “estamos invitados a comprender de qué modo Dios entra en nuestra vida”, para luego “acogerlo y seguirlo”.
El Papa ha recordado que “somos discípulos”, pero también “somos misioneros y portadores de Cristo allí donde Él nos pide estar presentes”. Por tanto, “no podemos encerrar el don de su presencia dentro de nosotros”, ha advertido el Papa. Por el contrario, “estamos llamados a hacer partícipes a todos de su amor, su ternura, su bondad y su misericordia”.
El Pontífice, ha recordado que María “nos permite comprender lo que significa ser discípulo de Cristo”. Ella fue “elegida desde siempre para ser la Madre, aprendió a ser discípula”.
Sin embargo, el Papa ha explicado que no basta sólo escuchar, que es sin duda el primer paso. Después lo que se ha escuchado “es necesario traducirlo en acciones concretas”. El discípulo, en efecto, “entrega su vida al servicio del Evangelio”.
Por otro lado, ha recordado que a lo largo de su vida, “María ha realizado lo que se pide a la Iglesia: hacer memoria perenne de Cristo”. En su fe, “vemos cómo abrir la puerta de nuestro corazón para obedecer a Dios”. En su abnegación, “descubrimos cuánto debemos estar atentos a las necesidades de los demás”. En sus lágrimas, “encontramos la fuerza para consolar a cuantos sufren”. En cada uno de estos momentos, “María expresa la riqueza de la misericordia divina, que va al encuentro de cada una de las necesidades cotidianas”.
Para finalizar, el Papa ha invitado a invocar a la “Madre del cielo” con la oración más antigua con la que los cristianos se dirigen a Ella, “con la certeza de saber que somos socorridos por su misericordia maternal”. A continuación todos los presentes han rezado: “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, Oh Virgen gloriosa y bendita”.



El Papa: “Solo se puede ser misericordioso si uno se siente ‘misericordiado’ por el Señor”
Posted by Redaccion on 8 October, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Cuando la miseria del otro entra en mi corazón siento misericordia, que no es lo mismo que tener lástima, la lástima es otro sentimiento. Yo puedo tener lástima frente a un animal herido o a una situación, pero misericordia es otro sentimiento, es cuando la miseria del otro, o una situación de dolor, o de miseria, se me metió en el corazón y yo permití que esa situación tocara mi corazón.
Así lo explica el papa Francisco en un vídeo mensaje enviado al encuentro nacional “Manos abiertas” que se está celebrando estos días en Santa Fe, Argentina. Se trata de una organización de voluntarios de inspiración cristiana nacida en 1992 en Villa de Mayo, cerca de Buenos Aires, por impulso del padre jesuita Ángel Rossi, con el lema “Amar y servir”. El evento nacional tiene por tema “Misericordia: un viaje del corazón a las manos”.
En el mensaje, el Santo Padre menciona la parábola del Buen Samaritano y recuerda que “la compasión del corazón lo llevó a hacer un trabajo con sus manos”. Otra escena del Evangelio, señala el Papa, habla de Jesús a la puerta de la ciudad de Naím, que ve salir un cortejo fúnebre de un joven hijo de la madre viuda “y sintió compasión por esa madre sola”, se acercó, le dijo: “No llores”; y empezaron a actuar sus manos, después tocó el cajón, y dijo: “Joven, levántate”. De este modo, el Pontífice asegura que esto es “un viaje del corazón a las manos”. Así es Jesús, “así nos enseña el Evangelio: a hacer, pero desde el corazón”.
El corazón, sea el del Buen samaritano como el de Jesús, “fue tocado por la miseria”. Al respecto, explica que “el corazón se junta con la miseria del otro y eso es misericordia”. Además, el Santo Padre asegura que es distinto la misericordia y tener buenos sentimientos. “Es distinto hacer filantropía con las manos, eso no es misericordia”, precisa.
Misericordia –recuerda el papa Francisco– es ese viaje de ida desde la miseria a mi corazón, asumida por mi corazón, que conmueve mi corazón y que, a veces, lo conmueve de tal manera que el corazón es como una brújula en el Polo Norte, no sabe dónde está parado por eso que está sintiendo.
Y para sentir misericordia y no lástima, “hay que pedir la gracia de tener misericordia, es una gracia, y se la tienen que pedir al Señor”. Pero el único camino para tener la misericordia –asevera el Papa– es a través del propio pecado reconocido por uno y perdonado por el Señor. “Solo se puede ser misericordioso si uno se siente realmente misericordiado por el Señor, si no no puedes ser misericordioso”, añade en el vídeo mensaje.
Por otro lado, observa que si el viaje de ida fue “dejarme herir el corazón por la miseria de los demás”, “el viaje estable en mi corazón es reconocer mi pecado, mi miseria, mi bajeza y sentirme perdonado y misericordiado por el Señor, ahora empieza el viaje de vuelta, del corazón hacia las manos”.
Finalmente, el Santo Padre invita a dejarse “herir el corazón por la miseria, por la de los otros y por la tuya”, “dejáte misericordiar y empieza el viaje de vuelta, y con tus manos misericordia a los demás derrochando misericordia y amor”.



Obispos y cardenales de toda Europa rezan en el Paseo de los Ingleses en Niza
Posted by Redaccion on 8 October, 2016



(ZENIT – Roma).- Fue un momento de silencio y oración el que vivieron los presidentes de las Conferencias Episcopales de Europa en Niza, en el Paseo de los Ingleses, lugar del terrible atentado del pasado mes de julio, en el que murieron 86 personas y 400 resultaron heridas.
Los prelados viajaron este viernes desde Montecarlo, donde se reunieron para su Asamblea plenaria anual, hasta la ciudad francesa y así rezar por las víctimas y sus familiares.
La ceremonia -informar Sir– tuvo lugar en el sitio del memorial y también participaron el obispo de la ciudad, monseñor André Marceau, el alcalde de Niza, Philippe Pradal y el presidente de la Región, Christian Estrosi.
Por la mañana, los participantes de la plenaria de la CEE fueron recibidos por el príncipe Alberto II de Mónaco, el cual, en su saludo, informó que también el Principado de Mónaco ha respondido al llamamiento del papa Francisco y ha acogido a dos familias de refugiados, iniciando los procedimientos para acoger a otras.
Así, el príncipe señaló que “respondiendo al llamamiento del papa Francisco, hemos tratado de acoger refugiados del Este como testimonio de nuestro apoyo a los cristianos en peligro”. Precisando que han sido capaces de acoger y apoyar plenamente a dos familias, explicó que se está discutiendo con el Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los refugiados y continuar sus esfuerzos en esta dirección.
“Esto es realmente una contribución modesta respecto a la escala del drama que estas poblaciones están viviendo, pero es un esfuerzo notable para un pequeño territorio como el nuestro”, subrayó Alberto II. De este modo, concluyó asegurando que pretende continuar “en este camino de solidaridad humana, humilde y verdadera, sin cobertura mediática excesiva, sino tratando sobre todo de ayudar a las situaciones en dificultad”.
En su saludo, el cardenal Peter Erdo, arzobispo de Budapest y presidente del CCEE, expresó afecto y estima por el pueblo de Mónaco diciendo: “En Europa y por lo tanto también a los ojos de la Iglesia católica en Europa, no hay ningún país secundario. Vuestro país, aunque sea de pequeñas dimensiones, tiene un valor significativo y su apertura a Europa y al mundo es muy apreciada”.
Nosotros –ha sido el llamamiento del purpurado– os pedimos que continuéis promoviendo los verdaderos valores humanos, la paz y la justicia en todas las instancias internacionales: la Iglesia, los hombres y mujeres de buena voluntad y en particular los más vulnerables de nuestro continente, os acompañan en este esfuerzo y os lo agradecen”.



El cardenal Bagnasco nuevo presidente del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa
Posted by Redaccion on 8 October, 2016



(ZENIT – Roma).- Los presidente de las Conferencias Episcopales de Europa, miembros de derecho del CCEE (Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa), han elegido esta mañana a la nueva presidencia para el quinquenio 2016-2021. El cardenal Angelo Bagnasco, arzobispo de Génova y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana ha sido elegido presidente.
Como vice presidentes han sido elegidos el cardenal Vincent Nichols, arzobispo de Westminster y presidente de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales y monseñor Stanisław Gądecki, arzobispo de Poznań y presidente de la Conferencia Episcopal Polaca.
La asamblea plenaria ha dado las gracias a la nueva directiva por su disponibilidad y ha deseado una “labor fructífera” al servicio de la evangelización y de la Iglesia en Europa. Al mismo tiempo, los participantes han dado las gracias a los miembros de la presidencia saliente por “el trabajo desarrollado para el bien de la Iglesia” y por “la dedicación en el promover la comunión fraterna entre los episcopados europeos”.



Los obispos españoles presentan el nuevo Misal Romano en castellano
Posted by Redaccion on 8 October, 2016



(ZENIT – Roma).- La Conferencia Episcopal Española ha presentado, este viernes, la 3ª edición del Misal Romano en castellano. El texto de la edición que ahora se presenta es el resultado de ”un largo trabajo de revisión y actualización y obtuvo la aprobación de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española el 21 de abril de 2010”. El pasado 8 de diciembre de 2015 la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos confirmaba este texto en lengua española para España de la tercera edición del Misal Romano.
El Misal Romano –explica la nota publicada por la CEE– es uno de los libros litúrgicos más importantes de la celebración de la Iglesia, texto indispensable para la celebración de la misa. En él, la parte fundamental está compuesta por las oraciones que se necesitan para la celebración de la Eucaristía, pero, además, se describen los ritos que se desarrollan durante la misma (gestos, movimientos, posturas, etc…) y quiénes intervienen en cada ocasión (celebrante, concelebrante, acólito, lector, salmista…).
Tanto las oraciones como los ritos contenidos en el misal actual, prosigue la nota, son herencia de la larga historia litúrgica de la Iglesia en sus diversos tiempos, momentos, sensibilidades espirituales y acentos teológicos.
La tercera edición del Misal Romano es la continuadora de las otras dos publicadas después del Concilio Vaticano II (en el año 1970 y 1988 respectivamente) y se sitúan en línea de continuidad con ellas. No obstante, “la presente edición significa un notable enriquecimiento en relación a las precedentes”. En efecto, “la tercera edición ofrece una traducción al castellano con abundantes cambios de expresión, retoques, precisiones”. Todo ello –explica la CEE– para preservar la fidelidad al texto latino original del año 2008. Así mismo, también se ha enriquecido las rúbricas para facilitar su comprensión y desarrollo dentro de la celebración.
Por decreto del presidente de la Conferencia Episcopal Española esta edición del Misal entrará en vigor a partir de las misas vespertinas del domingo I de Cuaresma próximo (el sábado 4 de marzo de 2017). Su uso será obligatorio a partir de ese momento en todas las misas que se celebren en lengua española en las diócesis de España, no pudiendo usarse antes. Estas medidas vienen dadas por el hecho de que, como es sabido, y por mandato de la Santa Sede, se modifica la fórmula de consagración del cáliz.



San Luís Beltrán – 9 de octubre
Posted by Isabel Orellana Vilches on 8 October, 2016



(ZENIT – Madrid).- Nació en Valencia, España, el 1 de enero de 1526 en el seno de una familia acomodada y virtuosa. Su abuela era sobrina de san Vicente Ferrer, y su padre Juan Beltrán, notario de gran prestigio, que ostentó el cargo de procurador perpetuo del reino. Éste, al enviudar de su primera esposa, se propuso ingresar en la cartuja y, cuando se hallaba en camino, san Bruno y san Vicente Ferrer le hicieron volver sobre sus pasos sugiriéndole nuevo desposorio. La elegida fue Juana Angela Eixarch, madre de Luís Beltrán, primogénito de nueve hermanos. Vino al mundo en una era bendecida por Dios con santos de la talla de Francisco de Borja, Pascual Bailón, Tomás de Villanueva, Juan de Ribera y los beatos Nicolás Factor y Gaspar de Bono, entre otros. Teresa de Jesús tenía un año de vida cuando él nació.
Luís fue precoz en su virtud. Queriendo emular las vidas de santos que leía, a sus 7 años oraba y se mortificaba durmiendo en el suelo, ejercicios a los que añadió siendo adolescente el rezo del Oficio parvo de la Virgen y la recepción diaria de la comunión. Pero llevado de su celo, un día dejó el hogar sin previo aviso para hacerse mendicante, tomando como modelo a san Alejo y a san Roque. En la ardorosa carta que dejó escrita a sus padres había justificado su decisión recurriendo a numerosas citas bíblicas. No llegó lejos porque un criado de su padre lo sorprendió en los alrededores de Buñol, mientras descansaba en una fuente. Pero más adelante, de nuevo trató de ingresar con los mínimos. En las dos ocasiones sintió que Cristo le conminaba haciéndole ver que ese no era el camino. A los 16 años peregrinó a Santiago de Compostela. Regresó con la resolución de hacerse dominico, pero sus padres no le dejaron, hasta que en 1544, teniendo 18 años y una delicada salud, tomó el hábito. En 1547 fue ordenado sacerdote.
En 1549, dada su virtud, fue nombrado maestro de novicios y de estudiantes del convento de Valencia. Fue un formador excepcional, fidelísimo a la regla dominicana. Enseñó con firmeza y caridad las excelencias de la humildad y de la obediencia. Escrupuloso y tendente a un cierto desánimo acerca de la viabilidad de alcanzar la santidad que se proponía, muchas veces vivía apresado de la aflicción, y en algunas ocasiones lo hallaron llorando: «¿No tengo harto que llorar que no sé si me he de salvar?». En su corazón seguía bullendo el mismo anhelo de derramar su sangre por Cristo. Por eso cuando un indio –proveniente de Nueva Granada, actual Colombia, que se había convertido y abrazado al carisma dominico– visitó el convento y expuso prolijamente las difíciles experiencias que aguardaban a los misioneros que iban a evangelizar el país, no se inmutó. Estaba dispuesto a partir allí creyendo que la fiereza de los indígenas le ayudaría a obtener la palma del martirio. De nada le sirvió el ruego de los fieles que le tenían en alta estima y no querían desprenderse de él, ni el gesto de su superior que, al ver la situación que la noticia de su partida creaba en el entorno, le anunció que no le proporcionaría los medios para emprender el viaje. No hubo forma de detenerle.
En 1562 partió a misiones con rumbo a Nueva Granada. Como apóstol no tuvo fronteras. No hubo en su vida algo que le espantase más que a ofender a Dios. El santo temor que le movía estaba por encima de todo, de modo que se enfrentó a las fieras que halló en la selva, a la violencia y hostilidad de los hombres, a brebajes tóxicos, mortales de necesidad, que bebió a sabiendas de lo que hacía con el fin de convertir a los indios, etc. Nada lo detenía: derribaba los ídolos y quemaba las chozas donde los adoraban. Ahuyentaba al demonio con la oración, la señal de la cruz y toda clase de penitencias. Así superó dudas y tentaciones diversas. Denunció los abusos de españoles sin escrúpulos, y pasó por encima de calumnias, sabiendo discernir las visiones celestiales de las malignas que trataron también de confundirle en no pocos momentos. «No todo se ha de llevar en esta vida por tela de justicia: algo se ha de padecer por amor de Dios», decía.
La oración y las disciplinas eran los antídotos contra su mala salud y la extenuación. Se cuidó lo justo, lo que exige la prudencia. Y las gracias se vertían a raudales. En pocos años los convertidos y bautizados eran incontables. Los antaño feroces indígenas le querían, respetaban y defendían. Habían aprendido a su lado el valor de la fe: «Confiemos en Dios; invoquemos a sus santos, oremos devotamente, pidiendo lo que habemos menester; y sin duda Él nos oirá», le habían oído decir, constatando las bendiciones que se derramaban. En 1568 lo nombraron prior del convento de Santa Fe de Bogotá, y no ocultó su pesar: «Yo no vine a las Indias a ser prior. Estimo más la conversión de un indio que cuantos honores tiene la Iglesia de Dios, pero es fuerza obedecer».
En 1570, después de haber evangelizado por numerosos lugares del país, lo llamaron a Valencia donde siguió custodiando la regla con su ejemplo y palabra. En 1574 el capítulo general de Aragón lo designó predicador general. «No volváis atrás, por muchas dificultades que el demonio os ponga en el camino de Dios. Porque, donde vos faltareis, Dios suplirá», afirmaba animando a la gente, con un estilo sencillo, lejos de retóricas, buscando que todos lo entendieran «para que resplandezca la verdad, sin color ni afeite, sin ayuda de elocuencia y saber humano». Tuvo el don de discernimiento de espíritus, de lenguas y de milagros. Había sido un gran estudioso, una vez que Cristo le hizo ver que el estudio no era una distracción. Fue consultor de san Juan de Ribera y de santa Teresa de Jesús. Se le reveló la fecha de su muerte que anotó en una hoja guardándola bajo llave con la indicación de abrirla días más tarde de su deceso. Éste se produjo el 9 de octubre de 1581 en el palacio de su amigo, el arzobispo san Juan de Ribera. Pablo V lo beatificó el 19 de julio de 1608. Clemente X lo canonizó el 12 de abril de 1671. Alejandro VIII lo nombró patrón de Colombia.