Servicio diario - 2 de octubre de 2016


 

Francisco en el encuentro interreligioso pide que la sociedad no instrumentalice “el factor religioso”
Posted by Rocío Lancho García on 2 October, 2016



(ZENIT – Roma).- La visita de papa Francisco a Azerbaiyán ha concluido con el encuentro interreligiosos que se ha celebrado en la mezquita de Bakú. Un gran signo –ha definido el Papa– reunirse en amistad fraterna en este lugar de oración, un signo que manifiesta esa armonía que las religiones juntas pueden construir a partir de las relaciones personales y de la buena voluntad de los responsables.
Antes de celebrarse el encuentro, el Santo Padre se ha reunido en privado con el líder de los musulmanes del Cáucaso, Allahshukur Pashazadeh, después de visitar juntos la mezquita.
En su discurso, el Pontífice ha observado que de la concordia que existe entre las religiones se beneficia Azerbaiyán, “que se distingue por la acogida y la hospitalidad, dones que he podido experimentar en esta memorable jornada”.
Este encuentro –ha precisado Francisco– está también en continuidad con las muchas reuniones que tienen lugar en Bakú para promover el diálogo y la multiculturalidad. “Abriendo las puertas a la acogida y a la integración, se abren las puertas de los corazones de cada uno y las puertas de la esperanza para todos”, ha asegurado.
La fraternidad y el intercambio son invocados y esperados “por quienes desean el bien común, y sobre todo agradan a Dios, compasivo y misericordioso, que quiere a los hijos e hijas de la única familia humana más unidos entre sí y siempre en diálogo”.
Asimismo, ha querido subrayar que “abrirse a los demás no empobrece, sino que más bien enriquece, porque ayuda a ser más humanos”. Es decir, “a reconocerse parte activa de un todo más grande y a interpretar la vida como un regalo para los otros”.
Las religiones, ha explicado el Papa, están llamadas a hacernos comprender que el centro del hombre está fuera de sí mismo, que tendemos hacia lo Alto infinito y hacia el otro que tenemos al lado. Por lo tanto, “la religión es una necesidad para el hombre, para realizar su fin, una brújula para orientarlo hacia el bien y alejarlo del mal, que está siempre al acecho en la puerta de su corazón”. Así, ha afirmado que “nosotros, como guías”, “tenemos una gran responsabilidad para ofrecer respuestas auténticas a la búsqueda del hombre, a menudo perdido en las vertiginosas paradojas de nuestro tiempo”.
Por otro lado, ha advertido de que la sociedad humana “debe vencer la tentación de instrumentalizar el factor religioso”. Las religiones –ha insistido– nunca han de ser manipuladas y nunca pueden favorecer conflictos y enfrentamientos.
Además, ha asegurado que toda sociedad civil tiene la tarea de apoyar la religión y para ello es necesario “garantizar una efectiva y auténtica libertad”. Sin utilizar ‘pegamentos’ artificiales que obliguen al hombre a creer, imponiéndole un determinado credo y privándolo de la libertad de elección ni han de entrar en las religiones los ‘clavos’ externos de los intereses mundanos, de la ambición de poder y de dinero.
Porque Dios “no puede ser invocado por intereses partidistas y fines egoístas, no puede justificar forma alguna de fundamentalismo, imperialismo o colonialismo”, ha añadido.
Por el otro lado, el Pontífice ha asegurado que la oración y el diálogo están profundamente relacionados entre sí, “nacen de la apertura del corazón y se inclinan hacia el bien de los otros, enriqueciéndose así y reforzándose mutuamente”.
Asimismo ha exhortado por una paz verdadera, duradera “animada por el valor de superar las barreras, de erradicar la pobreza y la injusticia, de denunciar y detener la proliferación de armas y las ganancias inicuas obtenidas sobre la piel de los otros”.
Al respecto ha insistido en que “no es tiempo de soluciones violentas y bruscas”, sino “la hora urgente de emprender procesos pacientes de reconciliación”.
Finalmente, el Santo Padre ha pedido que en esta querida región del Cáucaso, “las religiones sean vehículos activos para superar las tragedias del pasado y las tensiones de hoy”.
Al concluir el encuentro, el Santo Padre se dirige al aeropuerto para regresar a Roma.



El Papa confía en que el Cáucaso logre superar las divergencias
Posted by Rocío Lancho García on 2 October, 2016



(ZENIT – Roma).- El papa Francisco, en su encuentro con las autoridades, cuerpo diplomático y sociedad civil de Azerbaiyán, ha asegurado que el esfuerzo común en la construcción de una armonía entre las diferencias es particularmente importante en este tiempo, porque “muestra que es posible testimoniar las propias ideas y la propia concepción de la vida sin conculcar los derechos de los que tienen otras concepciones o formas de ver”. Además, ha advertido de que el mundo experimenta el drama de muchos conflictos que se alimentan de la intolerancia, fomentada por ideologías violentas y por la negación práctica de los derechos de los más pobres. Para oponerse eficazmente a estas peligrosas desviaciones –ha asegurado– es necesario que crezca la cultura de la paz, la cual se nutre de una incesante disposición al diálogo y de la conciencia de que no existe otra alternativa razonable que la continua y paciente búsqueda de soluciones compartidas, mediante leales y constantes negociaciones.
Anteriormente, el Pontífice ha visitado el Palacio presidencial de Ganjlik, donde ha sido recibido por el presidente Ilham Heydar Aliye, con quien se ha reunido en privado, después de escuchar los himnos y la presentación de la delegaciones.
A continuación, el Papa ha visitado el Monumento a los Caídos por la Independencia de Bakú, donde ha hecho una ofrenda floral. El Monumento fue construido en 1998 en la zona llamada “Alley of Martyrs”, considerada el emblema de la lucha por la libertad y la integridad nacional de Azerbaiyán. En 1918 fueron sepultados los soldados azeríes y turcos caídos en defensa de la ciudad. El sitio fue escenario de manifestaciones populares contra las unidades del ejército soviético, sofocadas con una violenta represión en 1990. Las personas caídas durante esa masacre fueron enterradas ahí. En el Memorial están sepultados también los caídos en la guerra del Nagorno-Karabakh (1992-1994). El recorrido del Santo Padre ha proseguido hasta el centro “Heydar Aliyev”, donde se ha celebrado el encuentro con las autoridades, cuerpo diplomático y sociedad civil.
En su discurso, el papa Francisco ha indicado que ha llegado a este país “llevando en el corazón la admiración por la complejidad y riqueza de su cultura, fruto de la aportación de tantos pueblos que a lo largo de la historia han habitado estas tierras, dando vida a un tejido de experiencias, valores y peculiaridades que caracterizan la sociedad actual y se traducen en la prosperidad del moderno Estado azerí”.
Recordando que el próximo 18 de octubre Azerbaiyán celebrará el 25 aniversario de su independencia, ha precisado que el camino recorrido hasta aquí “muestra claramente los notables esfuerzos que se han hecho para consolidar las instituciones y favorecer el crecimiento económico y civil de la nación”. Es una trayectoria –ha añadido– que exige una constante atención a todos, especialmente a los más débiles. Una trayectoria, ha observado Francisco, posible gracias a una sociedad que “reconoce los beneficios de la multiculturalidad” y de la “necesaria complementariedad de las culturas”, de manera que entre los distintos componentes de la comunidad civil y entre los que pertenecen a diferentes confesiones religiosas se instauren “relaciones de mutua colaboración y respeto”.
Asimismo, ha asegurado que toda pertenencia étnica o ideológica, como todo auténtico camino religioso, “debe repudiar actitudes y concepciones que instrumentalizan las propias convicciones, la propia identidad o el nombre de Dios para legitimar intentos de opresión y dominio”.
Por eso, el Santo Padre ha manifestado su deseo de que Azerbaiyán prosiga por este “camino de colaboración entre las distintas culturas y confesiones religiosas”. Así como que la armonía y la coexistencia pacífica “alimenten cada vez más la vida social y civil del país en sus múltiples aspectos, asegurando a todos la posibilidad de aportar la propia contribución al bien común”.
El Santo Padre ha explicado que así como dentro de los confines de una nación se debe fomentar la armonía entre los distintos grupos que la componen, del mismo modo, “también entre los Estados es necesario proseguir, con sabiduría y valor, por el camino que conduce al verdadero progreso y a la libertad de los pueblos, abriendo itinerarios originales que tiendan a alcanzar acuerdos duraderos y a la paz”.
Por otro lado, el Santo Padre ha expresado su cercanía a quienes han debido abandonar su tierra y a tantas personas que sufren a causa conflictos sangrientos. “Espero que la comunidad internacional sepa ofrecer con constancia su indispensable ayuda”, ha manifestado. Y con el fin de hacer posible la apertura de una fase nueva, abierta a una paz estable en la región, Francisco ha invitado a todos a “hacer todo lo posible para alcanzar una solución satisfactoria”.
El Papa confía en que “el Cáucaso pueda ser un lugar donde, a través del diálogo y las negociaciones, las controversias y las divergencias logren componerse y superarse”.
Finalmente, el Santo Padre ha expresado su alegría por las “cordiales relaciones que la comunidad católica tiene con la musulmana, la ortodoxa y la judía”, y espera que “se incrementen los signos de amistad y de colaboración”.
La adhesión a los genuinos valores religiosos –ha concluido– es totalmente incompatible con el tentativo de imponer con la violencia a los otros las propias formas de ver, escudándose en el santo nombre de Dios.



El Santo Padre asegura que tras la persecución en Azerbaiyán la fe “ha realizado maravillas”
Posted by Redaccion on 2 October, 2016



(ZENIT – Roma).- El papa Francisco ha recordado a los muchos cristianos valientes que han tenido confianza en el Señor y han sido fieles en la adversidad. Lo ha hecho al introducir la oración del ángelus, al finalizar la misa celebrada en Kabú, capital de Azerbaiyán, donde ha aterrizado esta mañana.
De este modo, el Santo Padre ha indicado que en la celebración eucarística ha dado “gracias a Dios con vosotros, pero también con vosotros”. Y ha afirmado que en este lugar, la fe, después de los años de la persecución, ha realizado maravillas.
El Pontífice ha dirigido un saludo cordial a los fieles de Azerbaiyán, “animando a cada uno a testimoniar con alegría la fe, la esperanza y la caridad, unidos entre vosotros y con vuestros pastores”.
Además, ha dado las gracias de forma particular a la familia salesiana –que gestiona la iglesia donde se ha celebrado la misa– que cuida de este pueblo y promueve varias obras de caridad. Del mismo modo ha saludado a las hermanas Misioneras de la Caridad y las ha invitado a seguir con entusiasmo su obra de servicio a todos.
Al finalizar la oración mariana, Francisco ha improvisado algunas palabras dirigidas a la pequeña comunidad católica de este país. “Alguno puede pensar que el Papa pierde mucho tiempo: hacer tantos kilómetro de viaje para visitar una pequeña comunidad de 700 personas, en un país de 2 millones”, ha observado. Incluso –ha precisado el Papa– una comunidad no uniforme, porque entre vosotros se habla azerí, italiano, inglés, español… Es una comunidad de periferia.
Pero “el Papa, en esto, imita al Espíritu Santo: también Él bajó del cielo en una pequeña comunidad de periferia cerrada en el Cenáculo”. Y esa comunidad, ha indicado el Santo Padre, con miedo, se sentía pobre y perseguida quizá o dejada de lado: le da la valentía, la fuerza, la parresía para ir adelante y proclamar el nombre de Jesús.
Asimismo, ha explicado que las puertas de esa comunidad de Jerusalén, que estaban cerradas por el miedo o la vergüenza, se abrieron y salió la fuerza del Espíritu. De este modo ha asegurado que “el Papa ‘pierde tiempo’ como lo ha perdido el Espíritu Santo en ese tiempo. Finalmente les ha pedido que no se olviden de la Madre y de la caridad, el amor fraterno que el Espíritu Santo derramó sobre ellos.



El Papa en Azerbaiyán: “La fe no es una fuerza mágica que baja del cielo”
Posted by Rocío Lancho García on 2 October, 2016



(ZENIT – Roma).- El papa Francisco ha asegurado que la fe no es un superpoder que sirve para resolver los problemas de la vida. Además, fe y servicio no se pueden separar. Así lo ha indicado en la homilía de la misa celebrada en su primer encuentro en Kabú. “Sois un pequeño rebaño pero de gran valor a los ojos de Dios”, ha asegurado a los presentes.
El Santo Padre ha aterrizado esta mañana en la capital de Azerbaiyán, tras dos días en Georgia, para concluir esta tarde su viaje al Cáucaso. La misa ha sido celebrada en el Centro Salesiano de la ciudad, en este país en el que los católicos son el 0’01%, es decir ,570. En la homilía, el Pontífice ha explicado que la lecturas del día presentan dos aspectos esenciales de la vida cristiana: la fe y el servicio.
Dios –ha indicado Francisco– no favorece nuestros deseos de cambiar el mundo y a los demás de manera inmediata y continuamente, sino que busca ante todo curar el corazón. “Dios cambia el mundo cambiando nuestros corazones, y esto no puede hacerlo sin nosotros”, ha añadido. Cuando Dios encuentra un corazón abierto y confiado –ha asegurado– allí puede hacer sus maravillas.
Pero, el Papa ha indicado que “tener fe, una fe viva, no es fácil”. Por eso, “auméntanos la fe” es una hermosa súplica, “una oración que también nosotros podríamos dirigir a Dios cada día”.
Asimismo, el Papa ha explicado que la fe, que es un don de Dios y hay que pedirla siempre, “también requiere que nosotros la cultivemos”. En esta línea, el Santo Padre ha recordado que la fe “no es una fuerza mágica que baja del cielo”, “no es una ‘dote’ que se recibe de una vez para siempre”, ni “un superpoder que sirve para resolver los problemas de la vida”. Porque –ha asegurado– una fe concebida para satisfacer nuestras necesidades sería una fe egoísta, totalmente centrada en nosotros mismos. La fe, ha subrayado Francisco, es un hilo de oro que nos une al Señor. “Es un don que vale la vida entera, pero que fructifica si nosotros ponemos nuestra parte”.
Nuestra parte, ha explicado, es el servicio. “Fe y servicio no se pueden separar, es más, están estrechamente unidas, enlazadas entre ellas”, ha precisado el Papa.
Para explicarlo el Santo Padre ha utilizado una imagen muy familiar para este pueblo “las alfombras”. Vuestras alfombras –ha indicado– son verdaderas obras de arte y provienen de una antiquísima tradición. Por eso ha explicado que también “la vida cristiana de cada uno viene de lejos, y es un don que hemos recibido en la Iglesia y que proviene del corazón de Dios, nuestro Padre, que desea hacer de cada uno de nosotros una obra maestra de la creación y de la historia”. Cada alfombra, “se va tejiendo según la trama y la urdimbre”; sólo gracias a esta estructura el conjunto resulta bien compuesto y armonioso. Por eso, el Santo Padre ha asegurado que así sucede en la vida cristiana: “hay que tejerla cada día pacientemente, entrelazando una trama y una urdimbre bien definidas: la trama de la fe y la urdimbre del servicio”.
El Papa ha explicado que el servicio no es solo “ser fieles a nuestros deberes o en hacer alguna obra buena”. Jesús nos pide “una disponibilidad total, una vida completamente entregada, sin cálculos y sin ganancias”.
Asimismo, ha querido recordar que “no estamos llamados a servir sólo para tener una recompensa, sino para imitar a Dios, que se hizo siervo por amor nuestro”. Y –ha añadido– no estamos llamados a servir de vez en cuando, sino a vivir sirviendo.
Al respecto ha advertido sobre dos tentaciones. La primera es dejar que el corazón se vuelva tibio. “El que es tibio vive para satisfacer sus comodidades, que nunca son suficientes, y de ese modo nunca está contento; poco a poco termina por conformarse con una vida mediocre”, ha observado. La segunda tentación es ser “demasiado activos”, pensar como dueños, de trabajar sólo para ganar prestigio y llegar a ser alguien. Entonces, ha advertido, “el servicio se convierte en un medio y no en un fin, porque el fin es ahora el prestigio, después vendrá el poder, el querer ser grandes”.
Para finalizar, el Pontífice ha asegurado a los presentes que “cada uno de vosotros es como un espléndido hilo de seda”, pero “sólo si los distintos hilos están bien entrelazados crean una bella composición; solos, no sirven”. Por eso les ha pedido que permanezcan siempre unidos, “viviendo humildemente en caridad y alegría”.



Beato José María Poyatos Ruiz – 3 de octubre
Posted by Isabel Orellana Vilches on 2 October, 2016




(ZENIT – Madrid).- Nació en Vilches, Jaén, España el 20 de octubre de 1914. Fue el decimotercero de quince hermanos. Cinco de ellos murieron a una edad prematura por causa de enfermedades infantiles que no siempre pudieron atajarse en esa época. La profesión de su padre, empleado en Obras Públicos, impregnó el devenir de todos en constante trasiego por las localidades en las que el trabajo lo reclamaba; los hijos procedían de diversos lugares. Puede que la serranía de Cazorla marcase al beato ya que en una de sus localidades, Tíscar, donde vivió poco tiempo, se veneraba a la Virgen en el Santuario. Y la disponibilidad de la Madre del cielo, su fiat serían lecciones que seguramente le acompañaron en su fugaz tránsito en la tierra y le alentarían en su martirio. Casi toda su infancia y juventud discurrió en Úbeda y Baeza, localidades prósperas por la cercanía del ferrocarril.
Asentados en Rus veían que los ingresos no les permitían costear las necesidades de tan larga prole, y comenzaron a regentar un establecimiento de comestibles en el que trabajó José María durante unos años. Los vecinos que iban a proveerse de lo preciso supieron pronto que era un muchacho muy especial. Aprendió en su hogar a compartir con los demás aquello que la vida otorga, como lo vienen haciendo los componentes de las familias numerosas. Y sensible a la penuria de las personas que malvivían, ni siquiera fiaba, sino que solía dar lo que precisaban aún sabiendo que no tendrían medios para pagarlo. Evidentemente, con ese espíritu el negocio no podía prosperar, sino que iba a llevar a los suyos a la ruina, y sus padres le enviaron a Úbeda para que se emplease en una fábrica de orujo.
Mientras esperaba incorporarse a este empleo, los olivares, santo y seña de esas tierras, le proporcionaron el pan a él y a una de sus hermanas. De sol a sol se afanaron en conseguir dignamente un modesto sueldo con el que iban a contribuir a la escueta economía familiar. Su hermana recolectaba la aceituna y él acarreaba las caballerías. Con el gozo de poder ayudar a sus seres queridos, las inclemencias meteorológicas y las penalidades del día a día quedaban suavizadas. En sus venas latía la fe y confianza en la divina Providencia que habían heredado de sus padres.
Finalizando 1935 los dos hermanos concluyeron esta labor y José María entró en la fábrica. Para facilitar sus desplazamientos, alquilaron un piso en Úbeda donde el joven comenzó a frecuentar la parroquia de san Nicolás de Bari. Allí se afilió a la Acción Católica que puso en marcha en Rus compartiendo su fe con niños y jóvenes. Sencillo y humilde proseguía un itinerario espiritual. Era componente de la Adoración Nocturna que se realizaba en la iglesia de Santa María de Úbeda. Este camino iba incrementándolo con las pautas la oración, el rezo del rosario, la asistencia a misa y la frecuente recepción de la Eucaristía acompañado por su director espiritual. Efectuaba el apostolado con hijos de sus compañeros de trabajo, creando una especie de escuela para los que no podían ir a la pública.
Pero los enemigos de la Iglesia fueron creciendo y los creyentes estaban en peligro. La fe de José María era fácil de vislumbrar; nunca ocultó sus creencias y sus obras evidenciaban la fortaleza de una persona hondamente convencida de la verdad evangélica. Por medio de un religioso pudo obtener otro trabajo, pero no quiso aprovecharse de esta recomendación que podía dejar en la estacada a otras personas. Sus compañeros, imbuidos del ambiente anticlerical, comenzaban a darle la espalda. Relegaron al olvido el bien que hacía entre ellos y sus familias. Se mofaban de él, buscando herirle en lo que más le dolía: su amor a Cristo. Cobardemente agazapados, esperaban que pisara las cruces que habían puesto encima del orujo. El joven no claudicó: «prefiero la muerte a ver la Cruz por el suelo».
Como no secundaba posturas radicales dentro de la fábrica, incompatibles con la visión que le proporcionaba su fe, perdió su trabajo. Iba siendo consciente de que ese podría ser el primer paso que le conduciría a la muerte. Era valiente, pero no temerario: «Vendrán a buscarme, pero yo ciertamente no tengo intención de buscar la muerte, y me llevarán al lugar al que debo ir para testimoniar; allí, a pesar de lo que me pidan, no diré una palabra contra nadie ni contra nada; puedes estar tranquila. Después me atarán y me llevarán al lugar destinado», confió a su hermana.
Lo fueron cercando como a una presa de caza. Iban tratando de asfixiarle haciendo guardia delante de su domicilio para terminar con su vida en cuanto pisara la calle. Pudo haber huido, pero no quiso hacerlo. Confiaba tanto en la divina Providencia que sabía que si se alejaba de allí para conservar su vida, podría estar dando la espalda a la voluntad de Dios. Hecho un mar de fe y confianza aguardó sereno, plenamente consciente de lo que iba a recaer sobre él, como dijo a su preocupada hermana: «Desde luego que la vida así es triste, han matado a tantos que conocía y quería. Pero a mí cómo no me va a gustar vivir. Es lástima que me maten a los veintiún años […]. Por otro lado, ¡qué dicha perder la vida por salvar el Alma! Todos hemos de morir, pero de esta forma es seguro que se salva el Alma…». Le guiaba esta esperanza cierta: «En el cielo me uniré a los que me esperan y, desde allí, pediremos y lograremos el triunfo de la fe en España».
Lo detuvieron como hicieron con su padre y la mayoría de sus hermanos. Le arrancaron de su casa el 3 de octubre de 1936; él había vaticinado que se produciría su arresto exactamente en esa fecha y también dónde le conducirían; las tapias del cementerio. Así fue. Casi sin dilación, allí lo llevaron, poniéndole bajo los fusiles. De forma jubilosa recibió los primeros disparos que inicialmente no lo mataron, exclamando: «¡Viva Cristo Rey»; así exhaló su último aliento este inocente mártir que el único «mal» que hizo fue derrochar el amor mismo que recibió de Cristo. Fue beatificado el 13 de octubre de 2013.