Servicio diario - 1 de octubre de 2016


 

Francisco a los ortodoxos: “Es mucho más lo que nos une de lo que nos divide”
Posted by Sergio Mora on 1 October, 2016



(ZENIT – Roma).- El segundo y último día del viaje apostólico en Georgia concluyó con una visita del Papa a la catedral ortodoxa patriarcal de Svetitskhoveli en Ktskheta, donde le esperaba el patriarca Elia II, primado de la Iglesia autocéfala ortodoxa georgiana. Ambos antes de entrar intercambiaron de manera claramente fraterna, algunas palabras.
Se disiparon así algunas voces que señalaban el hecho de que la Iglesia ortodoxa no había enviado una delegación oficial a la misa de la mañana en el estadio Meskhi de la capital. En la misa de todos modos se había registrado una importante participación de ortodoxos a nivel personal.
Ya en la catedral patriarcal situada a pocos kilómetros de la capital, el papa Francisco les agradeció a los ortodoxos la recepción y “el testimonio de fe que han dado” lo que “me ha hecho tanto bien”. Y recordó un salmo que dice: “Como es bello y dulce que los hermanos vivan juntos en armonía”.
El Pontífice uso una figura, el misterio de la túnica inconsútil, sin costuras, que representa esa unidad que viene desde lo alto, lamentando así las laceraciones que se registraron durante la historia. Y que a pesar de nuestros límites y diferencias históricas y culturales estamos llamados a ser uno en Cristo Jesús. Porque es mucho más lo que nos une de lo que nos divide.
Indicó que es un camino paciente, que es necesario cultivar la confianza en los demás y con humildad, sin miedo y sin desalentarse, sino más bien con la alegre certeza que la esperanza cristiana nos hace pregustar
E invitó a no desperdiciar las ocasiones de diálogo y llevar adelante el que ya existe, como el de la comisión mixta de ortodoxos y católicos. La ceremonia concluyó con un emotivo canto en aramaico, el idioma de Jesús.
Poco antes en el encuentro con los sacerdotes, seminaristas, religiosos, religiosas y consagrados el Papa señaló que debemos dejar a los teólogos que estudien las cosas abstractas de la fe, porque con un vecino, con una persona ortodoxa hay que ser abierto, ser un amigo, saludarla siempre.
Señaló que el proselitismo se vuelve un pecado con tra el ecumenismo, y que los ortodoxos son nuestros hermanos, hijos de Jesucristo y que fue por situaciones complejas que hemos quedado divididos. Porque creemos en el Padre, en el Hijo en el Espíritu Santo y en la Santa Madre de Dios. Invitó también a hacer obras de caridad juntos a ellos cuando se pueda. Este es el ecumenismo, dijo.

A continuación el texto con las palabras del Santo Padre
Santidad, Señor Primer Ministro, Distinguidas Autoridades e ilustres Miembros del Cuerpo Diplomático, Queridos Hermanos Obispos y Sacerdotes, Queridos hermanos y hermanas
Al concluir mi peregrinación en Georgia, doy gracias a Dios por tener un momento de recogimiento en este templo santo. Deseo también dar gracias de corazón aquí por la acogida recibida, por vuestro emotivo testimonio de fe, por el buen corazón de los georgianos. Me vienen a la mente, Santidad, las palabras del Salmo: «Ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos. Es ungüento precioso en la cabeza» (Sal 133,1-2). Querido hermano, el Señor, que nos ha concedido la alegría de encontrarnos y de intercambiar el beso santo, rocíe sobre nosotros el ungüento perfumado de la concordia y derrame abundantes bendiciones sobre nuestro camino y el de este amado pueblo.
La lengua georgiana está llena de expresiones significativas que describen la fraternidad, la amistad y la cercanía entre las personas. Hay una, noble y genuina, que manifiesta la disponibilidad para reemplazar al otro, la voluntad de hacerse cargo de él, de decirle con la vida «me gustaría estar en tu lugar»: shen genatsvale. Compartir en la comunión de la oración y en la unión de las almas las alegrías y las angustias, llevando los unos las cargas de los otros (cf. Ga 6,2): que nuestro caminar juntos esté marcado por esta fraterna actitud cristiana.
Esta magnífica catedral, que alberga muchos tesoros de fe y de historia, nos invita a hacer memoria del pasado. Es muy importante, ya que «la caída del pueblo comienza allí, dónde termina la memoria del pasado» (I. Chavchavadze, El pueblo y la historia, en Iveria, 1888). La historia de Georgia es como un libro antiguo en el que cada página nos habla de testimonios santos y de valores cristianos, que han forjado el alma y la cultura del país. Este valioso libro narra, también gestas de gran apertura, acogida e integración. Son valores inestimables y siempre válidos, para esta tierra y para toda la región, tesoros que reflejan bien la identidad cristiana, la cual se mantiene cuando permanece bien fundamentada en la fe y al mismo tiempo está siempre abierta y disponible, nunca rígida o cerrada.
El mensaje cristiano —este lugar sagrado nos lo recuerda— fue durante siglos el pilar de la identidad georgiana: ha dado estabilidad en medio de tantas agitaciones, incluso cuando el destino del País ha sido abandonado por desgracia tantas veces amargamente a su propia suerte. Pero el Señor nunca ha abandonado a la amada tierra de Georgia, porque él es «fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones, sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan» (Sal 145,13-14).
La tierna y compasiva cercanía del Señor está aquí representada de manera particular por el signo de la túnica sagrada. El misterio de la túnica «sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo» (Jn 19,23), ha atraído la atención de los cristianos desde los comienzos. Un Padre antiguo, san Cipriano de Cartago, dijo que en la túnica indivisa de Jesús aparece ese «vínculo de concordia, que une inseparablemente», esa «unidad que viene de lo alto, es decir del cielo y del Padre, que no podía ser desgarrada de ninguna manera» (De catholicae Ecclesiae unitate, 7). La túnica sagrada, misterio de la unidad, nos exhorta a experimentar un gran dolor por las divisiones de los cristianos habidas a lo largo de la historia: son desgarros reales infligidos en la carne del Señor.
Al mismo tiempo, sin embargo, la «unidad que viene de lo alto», el amor de Cristo que nos ha reunido dándonos no solamente su túnica, sino también su propio cuerpo, nos impulsa a no conformarnos y a ofrecernos a nosotros mismos siguiendo su ejemplo (cf. Rm 12,1): nos animan al amor sincero y a la comprensión recíproca para recomponer las laceraciones, impulsados por un espíritu de límpida hermandad cristiana.
Todo esto requiere ciertamente un camino paciente, que hay que cultivar con confianza en los demás y con humildad, sin miedo y sin desalentarse, sino más bien con la alegre certeza que la esperanza cristiana nos hace pregustar. Ella nos anima a creer que se pueden remediar las contraposiciones y remover los obstáculos, nos invita a no renunciar nunca a las oportunidades de encuentro y de diálogo, así como a custodiar y mejorar juntos lo que ya existe. Pienso, por ejemplo, en el diálogo que se está desarrollando en la Comisión Mixta Internacional y en otras fecundas ocasiones de intercambio.
San Cipriano afirmaba también que la túnica de Cristo, «única, indivisible, toda de una sola pieza, indica la inseparable concordia de nuestro pueblo, de nosotros que nos hemos revestido de Cristo» (ibíd.). Aquellos que han sido bautizados en Cristo, dice el apóstol Pablo, se han revestido de Cristo (cf. Ga 3,27). Por lo tanto, a pesar de nuestros límites y más allá de cualquier distinción histórica y cultural, estamos llamados a ser «uno en Cristo Jesús» (Ga 3,28) y a no poner en primer lugar la discordia y las divisiones entre los bautizados, porque realmente es mucho más lo que nos une que lo que nos divide.
En esta Catedral Patriarcal muchos hermanos y hermanas reciben el bautismo, que en la lengua georgiana expresa muy bien la vida nueva recibida en Cristo, indicando una iluminación que da sentido a todo, porque conduce fuera de la oscuridad. En georgiano, incluso la palabra «educación» viene de la misma raíz y por lo tanto está estrechamente emparentada con el bautismo. La nobleza de la lengua induce así a pensar en la belleza de una vida cristiana que desde el comienzo es luminosa y se mantiene así si permanece en la luz del bien y rechaza la oscuridad del mal; si, manteniendo la fidelidad a las propias raíces, no cede a las cerrazones que ensombrecen la vida, sino que está siempre bien dispuesta a aceptar y aprender, a ser iluminada por todo aquello que es bello y verdadero.
Que las espléndidas riquezas de este pueblo sean conocidas y apreciadas; que podamos compartir cada vez más, para el enriquecimiento común, los tesoros que Dios da a cada uno, y nos ayudemos mutuamente a crecer en
el bien.Aseguro de corazón mi oración para que el Señor, que hace nuevas todas las cosas (cf. Ap 21,5), por la intercesión de los santos hermanos Apóstoles Pedro y Andrés, de los mártires y de todos los santos, aumente el amor entre los creyentes en Cristo y la búsqueda luminosa de todo aquello que nos pueda acercar, reconciliar y unir. Que la hermandad y la colaboración crezcan en todos los ámbitos; que la oración y el amor nos ayuden a acoger cada vez más el ardiente deseo del Señor para todos los que creen en él por la palabra de los Apóstoles: que todos sean «uno».


El Papa a los camilianos de Tiflis: ‘Las obras de caridad son testimonio de comunión’
Posted by Redaccion on 1 October, 2016



(ZENIT – Roma).- En la tarde de este sábado, el santo padre Francisco, en la segunda y última jornada del viaje apostólico a Georgia, visitó un centro de asistencia de los camilianos, quienes llegaron en 1998 invitados por san Juan Pablo II, que con motivo de su viaje apostólico les confió la construcción de una clínica en Temka, periferia de Tiflis.
El Papa les recordó a los operadores, que la actividad que realizan es un camino de colaboración fraterna entre los cristianos y fieles de diversos ritos, testimonio de comunión y promoción del camino de la unidad.
Al final de las palabras del Santo Padre, en el patio de la institución realizaron unas coreografías de folclor georgiano, en la cual participaron jóvenes, niños y también personas en silla de ruedas. Y concluyó con una liberación de palomas blancas.
A continuación el texto completo
Queridos hermanos y hermanas Os saludo con afecto y me complace encontrarme con vosotros, que trabajáis en el ámbito de la caridad aquí en Georgia, y que con vuestra solicitud expresáis de manera elocuente el amor al prójimo, distintivo de los discípulos de Cristo.
Agradezco al P. Zurab las palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Vosotros representáis a los diversos centros caritativos del País: Institutos religiosos masculinos y femeninos, Caritas, Asociaciones eclesiásticas y otras organizaciones y grupos de voluntariado. A cada uno expreso mi gratitud por el generoso compromiso al servicio de los más necesitados.
Vuestra actividad es un camino de colaboración fraterna entre los cristianos de este País y entre los fieles de diversos ritos. Este encuentro bajo el signo de la caridad evangélica es testimonio de comunión y promueve el camino de la unidad. Os animo a continuar por esta senda exigente y fecunda: las personas pobres y débiles son la «carne de Cristo» que interpela a los cristianos de cualquier confesión, que los mueve a obrar sin intereses personales, siguiendo únicamente el impulso del Espíritu Santo.
Dirijo un saludo especial a los ancianos, a los enfermos, a cuantos sufren y a las personas atendidas en las diversas obras de caridad. Me alegra estar un momento con vosotros y animaros: Dios nunca os abandona, siempre está cerca, pronto a escucharos, a daros fortaleza en los momentos de dificultad. Vosotros sois los predilectos de Jesús, que quiso identificarse con las personas que sufren, sufriendo él mismo en su pasión.
Las iniciativas caritativas son el fruto maduro de una Iglesia que sirve, que ofrece esperanza y manifiesta la misericordia de Dios. Por lo tanto, queridos hermanos y hermanas, tenéis una misión muy grande. Continuad viviendo la caridad en la Iglesia y manifestándola en toda la sociedad, con el entusiasmo del amor que viene de Dios. Que la Virgen María, icono del amor gratuito, os guíe y proteja. Que os sostenga también la bendición del Señor que invoco de corazón sobre todos vosotros.


El Santo Padre: “Hoy hay una guerra mundial para destruir el matrimonio”
Posted by Redaccion on 1 October, 2016



(ZENIT – Roma).- “El matrimonio es la cosa más bella que Dios ha creado”, indicó este sábado el papa Francisco, “porque como dice la Biblia, cuando un hombre y una mujer se hacen una sola carne son la imagen de Dios”.
Y sobre la teoría del Gender, indicó que “hoy hay una guerra mundial para destruir el matrimonio”, no con las armas, sino con las ideas, “colonizaciones ideológicas que destruyen” y precisó que “de ellas hay que defenderse”.
El Pontífice se refirió al tema del matrimonio respondiendo a una señora georgiana, Irina, que le dirigió una pregunta durante el encuentro que el Papa mantuvo este sábado por la tarde en la catedral católica de la Virgen de la Asunción, con sacerdotes, seminaristas, religiosos, religiosas, consagrados y laicos.
El Santo Padre reconoció las tentaciones y problemas que puede existir en un matrimonio, así como la opción de divorciarse y ‘recomenzar de nuevo’. “Los gastos del divorcio — entretanto aseguró Francisco– los pagan dos personas: Dios porque cuando se ensucia la carne se ensucia la imagen de Dios y la pagan los niños.
Y si bien indicó que es normal que en un matrimonio se pueda pelear, e incluso puedan “volar platos”, si hay amor se hace la paz enseguida. “Peleen todo lo que quieran pero no terminen la jornada sin hacer la paz”, dijo, porque “la guerra fría del día siguiente es peligrosísima”. Y para hacer la paz aseguró que es suficiente un gesto o una caricia.
Hay situaciones más complejas, precisó el Santo Padre, “en la que el diablo entra”, cuando se mete una mujer que parece más bonita de la propia o un hombre que parece más válido del propio. En ese caso “pidan ayuda enseguida”, exhortó el Papa.
Por ello les solicitó a todos los creyentes, recibir, acompañar, discernir e integrar porque en la comunidad católica hay que ayudar a salvar los matrimonios.
A un matrimonio si le preguntaría, ¿se quieren? dirían que ‘Sí’. Y añadió: ¿Y cuando alguien hace algo por el otro saben decir gracias? ¿Y si alguno de los dos se porta mal, sabe pedir disculpas? ¿Y si tienen algún programa, saben pedir la opinión del otro? “Permiso, gracias, perdón”, subrayó que son tres palabras que le permiten a un matrimonio ir bien y adelante.
Respondiendo a otra pregunta recordó que la Iglesia tiene que ser abierta, porque es como una madre, esposa de Jesús y nuestra madre. Y que cuando hay turbulencias espirituales hay que ponerse bajo el manto de María.


Francisco invita a los consagrados de Georgia a tener una fe con memoria, coraje y esperanza en el futuro
Posted by Redaccion on 1 October, 2016



(ZENIT – Roma).- El papa Francisco tuvo en la tarde de este sábado en la capital de Georgia, un encuentro en la iglesia de la Asunción de la Virgen, con los sacerdotes, religiosas, religiosos y seminaristas. Presentes también representantes del Consejo pastoral de las varias denominaciones católicas en Georgia, además de los asistidos y los operadores de caridad de la Iglesia de los camilianos. Este templo en la época del comunismo había sido transformado en una gimnasio y fue reconsagrado hace algunos años atrás.
Mons. Giuseppe Pasotto, administrador apostólico del Cáucaso de los Latinos, recibió al Santo Padre y le agradeció porque “su presencia nos anima a permanecer firmes en la fe de nuestros abuelos” y señaló que Georgia fue la tierra nativa del “nuestro primer santo mártir, san Vartan Mamigonian, que sacrificó su vida junto a sus compañeros para defender la fe cristiana.
El Santo Padre habló improvisando y contó algo que le ha pasado hoy, cuando con otros dos obispos ortodoxos de diversos ritos dieron una vuelta en el auto abierto.
Y después del recorrido, al caminar hacia el auto, una anciana de más de ochenta años, (y bromeó ‘bueno no tan anciana’ lo que produjo mucha risa), lo saludó con cariño detrás de las vallas y le dijo: soy armenia y vivo en Georgia, y añadió que había viajado varias horas para encontrar al Papa y lo mismo el día después.
Francisco elogió la fe simple de esta mujer que “quería ver a Pedro”. “Firmes en la fe –aseguró– es capacidad de recibir el tesoro de la fe, conservarlo y transmitirlo”. No solo no olvidarlo pero “hacerlo crecer y darlo a nuestros hijos”.
Por ello en Cracovia, recordó el Papa, dio como misión especial a los jóvenes la de hablar con los abuelos, porque “son los abuelos quienes nos han transmitido la fe”. Una fe sin el testimonio de los abuelos no crece como tampoco lo hace una fe de la que no doy testimonio a los que vienen. “La fe precisa tener memoria del pasado, coraje en el presente y esperanza en el futuro”.
Respondiendo al seminarista que en sus palabras aseguró sentirse orgulloso de ser católico y que en el futuro será un sacerdotes georgiano, el Papa le preguntó ¿Qué te dijo tu madre cuando de chico le has dicho que querías ser como ese sacerdote que celebraba? A lo que el seminarista indicó que la mamá aceptó la idea. Francisco señaló que “la mujer perdía a un hijo” y que en el inicio de una vocación está siempre la mamá o una abuela…
Por eso invitó a los religiosos a custodiar ese recuerdo de la primera llamada. En particular en el momento de la prueba recordar que fue un llamado del Espíritu Santo, para nunca mirar hacia atrás a no ser para recordar ese primer momento, de manera que la fe se mantenga sólida y también la vocación. Porque la misericordia de Jesús es más grande que nuestros pecados.


El Papa en la misa en Georgia: ‘Abramos la puerta al Señor para que nos dé su consuelo’
Posted by Sergio Mora on 1 October, 2016



(ZENIT – Roma).- Con la santa misa en el estadio capitalino de M. Meskhi, inició el segundo y último día del papa Francisco en Georgia, viaje que proseguirá mañana domingo en Azerbaiyán.
El altar estaba ubicado en un palco construido dentro del estadio, el cual tenía un crucifijo puesto sobre el fondo con el logo de la visita del viaje del Santo Padre a Georgia. Y a uno de los lados se encontraba una imagen la Virgen de la piedad, teniendo en sus brazos el cuerpo de Jesús bajado de la cruz.
El Santo Padre que presidió la misa en latín, vestía paramentos blancos con cruces bordadas de color dorado y llevaba el palio. Con él concelebraron las autoridades religiosas del país, así como los obispos caldeos, rito que cuenta unos diez mil fieles en Georgia.
Estuvieron también muchos fieles ortodoxos, como más de la mitad del coro, así como el presidente y su esposa, también ellos de la Iglesia patriarcal, aunque no una delegación oficial de la Iglesia ortodoxa.
En esta mañana de sol, los varios miles de fieles que se encontraban allí usando gorros y pañuelos blancos o amarillos siguieron la misa con atención y recogimiento.El papa Francisco leyó su homilía en italiano y después cada párrafo un traductor lo transmitía en georgiano.
“Como una madre toma sobre sí el peso y el cansancio de sus hijos, así quiere Dios cargar con nuestros pecados e inquietudes”, recordó, “porque, más allá del mal que podemos hacer, somos siempre sus hijos”
Indicó que “el consuelo que necesitamos, en medio de las vicisitudes turbulentas de la vida, es la presencia de Dios en el corazón” y para ello “tenemos que dejar que el Señor entre en nuestra vida”, o sea “abrirle la puerta y no dejarlo fuera”.
Añadió que “la Iglesia es la casa del consuelo” en invitó a preguntarse “¿soy portador del consuelo de Dios? ¿Sé acoger al otro como huésped y consolar a quien veo cansado y desilusionado?”
Pero hay una condición fundamental para recibir el consuelo de Dios, ha indicado Francisco: “hacerse pequeños como niños”, sin necesidad de acumular honores y prestigios. En ese sentido indicó que “los niños, que no tienen problemas para comprender a Dios, tienen mucho que enseñarnos”, y debemos recordar que somos “no dueños de la vida, sino hijos del Padre; no adultos autónomos y autosuficientes, sino niños que necesitan ser siempre llevados en brazos, recibir amor y perdón”.
“Dichosos los pastores que no se apuntan a la lógica del éxito mundano, sino que siguen la ley del amor: la acogida, la escucha y el servicio” señaló Francisco. Y añadió: “Dichosa la Iglesia que no cede a los criterios del funcionalismo y de la eficiencia organizativa y no presta atención a su imagen”.
“Pequeño y amado rebaño de Georgia, que tanto te dedicas a la caridad y a la formación, acoge el aliento que te infunde el Buen Pastor, confíate a Aquel que te lleva sobre sus hombros y te consuela”, concluyó el Papa, y resumió estas ideas con algunas palabras de santa Teresa del Niño Jesús, de quien hoy es la fiesta, ente ellas: ‘Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud’.
(Leer el texto completo de la homilía)


Texto completo de la homilía del papa Francisco en la misa en el estadio Meskhi de Georgia
Posted by Redaccion on 1 October, 2016



(ZENIT – Roma).- El santo padre Francisco presidió este domingo en Georgia, la santa misa en el estadio de Meskhi, en el segundo y último día de su viaje que le llevará también a Azerbaiyán.
En su homilía el Santo Padre señaló que Dios quiere cargar con nuestros pecados e inquietudes porque, más allá del mal que podemos hacer, somos siempre sus hijos. Y que Dios es el consuelo que necesitamos en medio de las vicisitudes turbulentas de la vida. Invitó por ello a dejarle al Señor entrar en nuestra vida. Pero adviritió que hay una condición fundamental para recibir el consuelo de Dios: hacerse pequeños como niños, sin necesidad de acumular honores y prestigios. Porque es dichosa la Iglesia que no cede a la lógica del éxito mundano ni los criterios del funcionalismo.
A continuación el texto completo de la homilía
Entre los muchos tesoros de este espléndido país destaca el gran valor que representan las mujeres. Ellas —escribía santa Teresa del Niño Jesús, cuya memoria celebramos hoy— «aman a Dios en número mucho mayor que los hombres» (Manuscritos autobiográficos, Manuscrito A, VI). Aquí en Georgia, hay muchas abuelas y madres que siguen conservando y transmitiendo la fe, sembrada en esta tierra por santa Nino, y llevan el agua fresca del consuelo de Dios a muchas situaciones de desierto y conflicto.
Esto nos ayuda a comprender la belleza de lo que el Señor dice en la primera lectura de hoy: «Como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo» (Is 66,13). Como una madre toma sobre sí el peso y el cansancio de sus hijos, así quiere Dios cargar con nuestros pecados e inquietudes; él, que nos conoce y ama infinitamente, es sensible a nuestra oración y sabe enjugar nuestras lágrimas. Cada vez que nos mira se conmueve y se enternece con un amor entrañable, porque, más allá del mal que podemos hacer, somos siempre sus hijos; desea tomarnos en brazos, protegernos, librarnos de los peligros y del mal. Dejemos que resuenen en nuestro corazón las palabras que hoy nos dirige: «Como una madre consuela, así os consolaré yo».
El consuelo que necesitamos, en medio de las vicisitudes turbulentas de la vida, es la presencia de Dios en el corazón. Porque su presencia en nosotros es la fuente del verdadero consuelo, que permanece, que libera del mal, que trae la paz y acrecienta la alegría. Por lo tanto, si queremos ser consolados, tenemos que dejar que el Señor entre en nuestra vida. Y para que el Señor habite establemente en nosotros, es necesario abrirle la puerta y no dejarlo fuera. Hay que tener siempre abiertas las puertas del consuelo porque Jesús quiere entrar por ahí: por el Evangelio leído cada día y llevado siempre con nosotros, la oración silenciosa y de adoración, la Confesión y la Eucaristía. A través de estas puertas el Señor entra y hace que las cosas tengan un sabor nuevo. Pero cuando la puerta del corazón se cierra, su luz no llega y se queda a oscuras. Entonces nos acostumbramos al pesimismo, a lo que no funciona bien, a las realidades que nunca cambiarán. Y terminamos por encerrarnos dentro de nosotros mismos en la tristeza, en los sótanos de la angustia, solos. Si, por el contrario, abrimos de par en par las puertas del consuelo, entrará la luz del Señor.
Pero Dios no nos consuela sólo en el corazón; por medio del profeta Isaías, añade: «En Jerusalén seréis consolados» (66,13). En Jerusalén, en la comunidad, es decir en la ciudad de Dios: cuando estamos unidos, cuando hay comunión entre nosotros obra el consuelo de Dios. En la Iglesia se encuentra consuelo, la Iglesia es la casa del consuelo: aquí Dios desea consolar. Podemos preguntarnos: Yo, que estoy en la Iglesia, ¿soy portador del consuelo de Dios? ¿Sé acoger al otro como huésped y consolar a quien veo cansado y desilusionado? El cristiano, incluso cuando padece aflicción y acoso, está siempre llamado a infundir esperanza a quien está resignado, a alentar a quien está desanimado, a llevar la luz de Jesús, el calor de su presencia y el alivio de su perdón. Muchos sufren, experimentan pruebas e injusticias, viven preocupados. Es necesaria la unción del corazón, el consuelo del Señor que no elimina los problemas, pero da la fuerza del amor, que ayuda a llevar con paz el dolor. Recibir y llevar el consuelo de Dios: esta misión de la Iglesia es urgente. Queridos hermanos y hermanas, sintámonos llamados a esto; no a fosilizarnos en lo que no funciona a nuestro alrededor o a entristecernos cuando vemos algún desacuerdo entre nosotros. No está bien que nos acostumbremos a un «microclima» eclesial cerrado, es bueno que compartamos horizontes de esperanza amplios y abiertos, viviendo el entusiasmo humilde de abrir las puertas y salir de nosotros mismos.
Pero hay una condición fundamental para recibir el consuelo de Dios, y que hoy nos recuerda su Palabra: hacerse pequeños como niños (cf. Mt 18,3-4), ser «como un niño en brazos de su madre» (Sal 130,2). Para acoger el amor de Dios es necesaria esta pequeñez del corazón: en efecto, sólo los pequeños pueden estar en brazos de su madre.
Quien se hace pequeño como un niño —nos dice Jesús— «es el más grande en el reino de los cielos» (Mt 18,4). La verdadera grandeza del hombre consiste en hacerse pequeño ante Dios. Porque a Dios no se le conoce con elevados pensamientos y muchos estudios, sino con la pequeñez de un corazón humilde y confiado. Para ser grande ante el Altísimo no es necesario acumular honores y prestigios, bienes y éxitos terrenales, sino vaciarse de sí mismo. El niño es precisamente aquel que no tiene nada que dar y todo que recibir. Es frágil, depende del papá y de la mamá. Quien se hace pequeño como un niño se hace pobre de sí mismo, pero rico de Dios.
Los niños, que no tienen problemas para comprender a Dios, tienen mucho que enseñarnos: nos dicen que él realiza cosas grandes en quien no le ofrece resistencia, en quien es simple y sincero, sin dobleces. Nos lo muestra el Evangelio, donde se realizan grandes maravillas con pequeñas cosas: con unos pocos panes y dos peces (cf. Mt 14,15-20), con un grano de mostaza (cf. Mc 4,30-32), con el grano de trigo que cae en tierra y muere (cf. Jn 12,24), con un solo vaso de agua ofrecido (cf. Mt 10,42), con dos pequeñas monedas de una viuda pobre (cf. Lc 21, 1-4), con la humildad de María, la esclava del Señor (cf. Lc 1,46-55).
He aquí la sorprendente grandeza de Dios, un Dios lleno de sorpresas y que ama las sorpresas: nunca perdamos el deseo y la confianza en las sorpresas de Dios. Nos hará bien recordar que somos, siempre y ante todo, hijos suyos: no dueños de la vida, sino hijos del Padre; no adultos autónomos y autosuficientes, sino niños que necesitan ser siempre llevados en brazos, recibir amor y perdón. Dichosa las comunidades cristianas que viven esta genuina sencillez evangélica. Pobres de recursos, pero ricas de Dios. Dichosos los pastores que no se apuntan a la lógica del éxito mundano, sino que siguen la ley del amor: la acogida, la escucha y el servicio. Dichosa la Iglesia que no cede a los criterios del funcionalismo y de la eficiencia organizativa y no presta atención a su imagen. Pequeño y amado rebaño de Georgia, que tanto te dedicas a la caridad y a la formación, acoge el aliento que te infunde el Buen Pastor, confíate a Aquel que te lleva sobre sus hombros y te consuela.
Quisiera resumir estas ideas con algunas palabras de santa Teresa del Niño Jesús, a quien recordamos hoy. Ella nos señala su «pequeño camino» hacia Dios, «el abandono del niñito que se duerme sin miedo en brazos de su padre», porque «Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud» (Manuscritos autobiográficos, Manuscrito B). Lamentablemente –como escribía entonces, y ocurre también hoy–, Dios encuentra «pocos corazones que se entreguen a él sin reservas, que comprendan toda la ternura de su amor infinito» (ibíd.). La joven santa y Doctora de la Iglesia, por el contrario, era experta en la «ciencia del Amor» (ibíd.), y nos enseña que «la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no extrañarse de sus debilidades, en edificarse de los más pequeños actos de virtud que les veamos practicar»; nos recuerda también que «la caridad no debe quedarse encerrada en el fondo del corazón» (Manuscrito C). Pidamos hoy, todos juntos, la gracia de un corazón sencillo, que cree y vive en la fuerza bondadosa del amor, pidamos vivir con la serena y total confianza en la misericordia de Dios.


Viaje del Papa a Georgia: programa del segundo día
Posted by Redaccion on 1 October, 2016



Programa del segundo día del viaje apostólico de Francisco a Georgia. El domingo temprano parte a Azerbaiyán y por la noche regresa a Roma.
(Huso horario de Europa Central)
Sábado 1 de octubre
– 8:00 Santa misa en el estadio M. Meskhi
– 13:45 Encuentro con sacerdotes, religiosas, religiosos, seminaristas
y agentes pastorales en la Iglesia de la Asunta.
– 15:00 Encuentro con los asistidos y los operadores de la las obras de caridad de la Iglesia,
delante al centro de asistencia de los Camilianos.
– 16:15 visita a la catedral patriarcal de svetitskhoveli en Ktskheta.

Programa completo


Beato Antonio Chevrier – 2 de octubre
Posted by Isabel Orellana Vilches on 1 October, 2016




En esta festividad de los Ángeles Custodios, la Iglesia celebra también la vida de este beato que nació en Lyon, Francia, el 16 de abril de 1826. Su humilde familia se dedicaba al tejido de la seda. Y quizá el conocer de primera mano la realidad de la gente escasa de recursos, le interpeló y selló su vida apostólica. La tenacidad materna ligada a sus firmes creencias fueron grandes aliadas para educar al beato a todos los niveles. De ahí que siendo adulto, pudiera decir: «¿Sabéis lo que hace hombres? Los sufrimientos, las privaciones, las humillaciones. Quien no ha sufrido nada, no sabe nada: es un blandengue». Poco antes de recibir la primera comunión se le otorgó una gracia extraordinaria. Durante la misa, en el momento de la consagración, vio una esfera de luz que se alzaba sobre el cáliz, pero entonces no apreció el alcance del hecho sobrenatural.
Con 14 años, tras la pregunta que le formuló un presbítero acerca de su vocación sacerdotal, sintió que Cristo le llamaba por este camino que antes no se había planteado. Hallándose en el seminario de Argentière percibió el anhelo de integrarse en el Instituto de Misiones Extranjeras, de París. Su madre se oponía temiendo que pudiera perder la vida. Nada hubiera frenado sus ansias, pero como Dios tenía otros planes, su acontecer siguió otros derroteros. En 1850 fue ordenado, y lo designaron vicario de Saint-André de la Guillotière, en un barrio marginal de Lyon; un campo apostólico complejo que se propuso evangelizar con oración y entrega, dedicado a él desde tempranas horas sin concederse apenas descanso. Sufrió el desaire, los males modales y agresiones físicas sin arredrarse, haciendo de su pobreza un potente baluarte.
En 1856 el Ródano arrasó las escasísimas pertenencias de aquellas pobres gentes, y no dudó en asistirlas obviando el riesgo que corría su vida. Fue un año decisivo, el de su «conversión», momento en que la luz de lo alto iluminó el sendero que habría de seguir. Se hallaba ante el pesebre reflexionando acerca del misterio del Verbo hecho carne por amor al género humano. Entonces se sintió poderosamente llamado a vivir pobre entre los pobres que le rodeaban. Esa sintonía personal con ellos, llevada con radicalidad evangélica, le permitiría compartir el amor insondable de Dios. El apostolado social ejercido con las gentes de Lyon contaba con la asesoría y aliento del santo Cura de Ars, contemporáneo suyo, al que había consultado. Ambos experimentaban la dificultad pastoral ante un colectivo que apenas obtenía los recursos precisos para vivir, y que tan frecuentemente se hallaba lejos de la Iglesia, movido por un sentimiento anticlerical.
Juan María Vianney le animó a dirigir espiritualmente la ciudad del Niño Jesús orientada a la asistencia y formación en la fe de niños pobres y abandonados, que había impulsado el adinerado y generoso Camilo Rambaud. El cardenal de Bonald pensó en Chevrier para que fuese su capellán. Y como hacen siempre quienes tienen verdadero espíritu apostólico, salía a la calle a buscar a tanto desheredado; era la táctica seguida también por el Cura de Ars. Los dos se admiraban profundamente. El flujo de personas que acudían para confesarse desde Lyon a Ars era constante, y Juan María Vianney solía animarles a dirigirse al beato: «Por qué venís? En Lyon tenéis un santo, el P. Chevrier. Acudid a él; no os defraudará». Es el signo de los santos que reconocen inmediatamente la alta virtud de otros.
Mientras, algunos sacerdotes, más preocupados por el tema crematístico que por el espiritual, sometían a crítica al padre Chevrier. Por eso, y dado que su oración le marcaba el rumbo a seguir, en 1859 el virtuoso sacerdote se centró expresamente en los jóvenes marginados. Tenía como modelo al Poverello, y alentado por la austera vida de Rambaud, se afilió a la Tercera Orden Franciscana. Contando con la asistencia de fray Pedro Louat y de dos religiosas, sor Amelia y sor María, adquirió un salón de baile de grandes dimensiones, que no venía precedido de buena fama precisamente, estableciendo en él la «Providencia del Prado» para asistencia de los muchachos que no tenían recursos. En 1867 fue designado párroco de Moulin-à-Vent, a 3 km. del Prado, misión que desempeñó hasta 1871. Entonces abrió una nueva vía apostólica: la formación de sacerdotes que tenían como objetivo desarrollar su labor evangelizadora entre los pobres. «El conocimiento de Jesucristo es la clave de todo. Conocer a Dios y a su Cristo eso lo es todo para el hombre, todo para el sacerdote, todo para el santo», les decía. Dentro de sí bullía su celo apostólico: «¡Oh!, por un alma que impartiera bien el catecismo, que tuviera espíritu de pobreza, de humildad y de caridad, por esa alma daría todo el Prado».
Los primeros cuatro ordenados en 1877 fueron el germen de la Sociedad de los Sacerdotes del Prado, que fundó. En esos momentos iniciales tuvo que sufrir por las dudas y abandono de uno de ellos. Entonces decía: «Dios me ha dado ayudas, unos buenos coadjutores, y ahora me los quita. ¡Bendito sea su santo nombre!». El Pesebre, la Cruz y la Eucaristía eran los tres ejes vertebrales de esta espiritualidad, un carisma que tenía en el punto de mira a los indigentes. «Nosotros debemos representar a Jesucristo pobre en su pesebre, Jesucristo sufriente en su pasión, Jesucristo que se deja comer en la santa Eucaristía». En su oración, pura entrega, decía: «¡Señor, si tienes necesidad de un pobre, heme aquí! ¡Si tienes necesidad de un loco, heme aquí! Que piensen lo que quieran, que me miren como a un loco, poco me importa, yo soy de Jesucristo». En 1879 dimitió como superior, sucediéndole en este oficio el padre Duret. Sufría muchos dolores por una úlcera, y el 2 de octubre de ese año entregó su alma a Dios. Tenía 53 años. Culminó santamente lo que había dejado escrito en una de sus cartas: «Conocer a Jesucristo, trabajar por Jesucristo, morir por Jesucristo». Juan Pablo II lo beatificó en Lyon el 4 de octubre de 1986.