Servicio diario - 08 de septiembre de 2016


 

El Papa en Santa Marta: ‘La paz en el mundo empieza en la familia, el barrio y el trabajo’
Posted by Redaccion on 8 September, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- En el día de la festividad de la Natividad de la Virgen María, el papa Francisco retomó las misas en la residencia Santa Marta, suspendidas por la pausa de las vacaciones de verano.
En la homilía, el Santo Padre y reiteró el llamado que hizo ayer miércoles al concluir la audiencia en la plaza de San Pedro: debemos ser ‘artesanos de la paz’, una tarea que nos compete a todos.
“La paz es un don que se vuelve artesanal en las manos de los hombres” afirmó el Pontífice, dando una dimensión diversa a una idea que parecería casi inalcanzable, excepto para algunos potentes de la tierra.
En cambio no es así, dijo Francisco, porque la paz es un don de Dios que nace en lugares pequeños: “No sirven grandes cumbres internacionales si después no se hace la paz en las cosas pequeñas”, o sea “en familia, en el barrio, en el lugar de trabajo, en el corazón. ¿Si en estos ‘pequeños ambientes’ se hace la guerra, cómo puede haber paz en escala mundial?”.
Por este motivo el Santo Padre exhortó a pedir a Dios la ‘sabiduría’ de construir la paz en las cosas cotidianas. Más aún, el Pontífice usa el verbo ‘crecer’, porque explica la paz es un don “que tiene su camino” y por lo tanto cada uno tiene que trabajar para desarrollarlo.
Como tantos “santos y pecadores”, también nosotros “tenemos que tomar este don de la paz y volverlo un camino en nuestra vida, hacerlo entrar en nosotros, en el mundo”. Y subraya que “la paz no se consigue de un momento a otro” sino que “es un don que tiene que ser tomado y trabajado cada día”.
Y se trabaja en la ‘pequeñez’, como indica la liturgia del día de la Natividad de la Virgen María, “en la pequeñez de Belén, tan pequeña que ni siquiera aparece en los mapas” dijo.
Al concluir su homilía el Papa invitó a interrogarse: ¿Cómo está tu corazón hoy? ¿Está en paz? Y si no está en paz, antes de hablar de paz ordena tu corazón y ponlo en paz. ¿Eres capaz de llevar adelante tu familia, tu presbiterio, tu congregación en paz?”. Porque solamente así se puede llegar a un mundo de paz.


Francisco a los benedictinos: mantener vivos los oasis del espíritu y anunciar la misericordia de Dios
Posted by Redaccion on 8 September, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Vivir siendo misericordiosos en las propias comunidades, conservando el celo del testimonio y anunciando la fraternidad evangélica desde todos los monasterios del mundo. Esto a través de un silencio elocuente que habla a la vida ruidosa y distraída el mundo.
Esto es en síntesis el mandato que el papa Francisco ha confiado a los abades benedictinos reunidos este jueves en el Vaticano, con motivo del congreso internacional de la Confederación de los Benedictinos y las Superioras Benedictinas, que se cada cuatro años se realiza en Roma.
“Vuestro congreso internacional –les dijo el Santo Padre– reviste en esta circunstancia un significado particular en el contexto del Jubileo de la Misericordia”.
Porque “si es sólo en la contemplación de Jesucristo que se capta el rostro de la misericordia del Padre, la vida monástica constituye una vía maestra para hacer tal experiencia contemplativa y traducirla en testimonio personal y comunitario” .
Esto en el mundo actual “que demuestra cada vez más claramente tener necesidad de misericordia, que no es un eslogan o una receta”. Sino que “es el corazón de la vida cristiana y al mismo tiempo su estilo concreto, el respiro que anima las relaciones interpersonales y vuelve atentos a los más necesitados y solidarios con ellos”.
“En este tiempo y en esta Iglesia –les indicó el Papa– llamada a mirar siempre más a lo esencial, los monjes y las monjas custodian por vocación un peculiar don y una especial responsabilidad: la de tener vivos los oasis del espíritu, donde pastores y fieles pueden recurrir a las fuentes de la divina misericordia”.
Y les aseguró que la “clausura no es estéril es más, es una riqueza y no un impedimento a la comunión” y que su labor “en armonía con la oración los hace partícipes de la obra creativa de Dios y los hace solidarios con los pobres que no pueden vivir sin trabajar”.
Finalmente el Santo Padre les invitó a no dejarse desalentar si los miembros de las comunidades monásticas disminuyen o envejecen, sino que conserven el celo de su testimonio aun en los países hoy más difíciles, con la fidelidad al carisma y el coraje de fundar nuevas comunidades. Y les reiteró: Vuestro servicio a la Iglesia es muy valioso. Porque “también en nuestro tiempo hay necesidad de hombres y mujeres que no antepongan nada al amor de Cristo”.


El Papa al foro de diálogo interreligioso: ‘hay que extenderlo a todo el continente’
Posted by Sergio Mora on 8 September, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco recibió esta mañana en el Palacio Apostólico a los participantes del foro de diálogo promovido por la Organización de los Estados Americanos (OEA) y el Instituto del Diálogo Interreligioso IDI, con el título “América en diálogo, nuestra casa común”.
“Sé que están trabajando conjuntamente en el proyecto de constituir un Instituto de Diálogo que abarque a todo el continente americano” les dijo el Santo Padre y les instó a “trabajar juntos” y “a seguir adelante para el bien no sólo de América, sino del mundo entero”.
Subrayó que es importante “apostar por una ecología integral” teniendo presente que el ser humano “es el culmen de la creación” y que las religiones tienen un rol muy importante en esta tarea.
En este sentido se inserta, señaló el papa Francisco, “proteger, promover, defender los derechos humanos”. O sea defender la vida en todas sus etapas, la integridad física y las libertades fundamentales, como la de conciencia, de pensamiento, de expresión y de religión.
Invitó además a los presentes a interrogarse “cómo en el país de cada uno, en su ciudad, en su medio ambiente, en su creencia religiosa, en su comunidad religiosa y en las escuelas, se ha incorporado esto”, o sea “no sólo como materia sino como conciencia, en una educación integral”.
Señaló que el diálogo interreligios “está fundado en la propia identidad y en la confianza mutua” que nace “cuando soy capaz de reconocer al otro como don de Dios y acepto que tiene algo que decirme”. Sin olvidar a los hombres y mujeres de buena voluntad, que no profesan ninguna religión, pero quieren “respuestas efectivas a las tantas lacras de nuestro mundo”.
De otro lado el Santo Padre indicó su dolor cuando ve que “el nombre de la religión es usado para cometer atrocidades, como el terrorismo y sembrar miedo y violencia” y señaló que es necesario condenar de forma conjunta y rotunda estas acciones abominables y tomar distancias de todo lo que busca envenenar los ánimos, dividir y destruir la convivencia”. En cambio “hay que mostrar los valores positivos de las tradiciones religiosas para lograr un sólido aporte a las esperanzas, para poder caminar juntos”.
Invitó así a aprovechar la ocasión del Jubileo de la Misericordia para abrir nuevos espacios de diálogo, porque la Misericordia tiene un valor universal que abarca tanto a los creyentes como a los que no lo son.
“Los invito a trabajar y a impulsar iniciativas de forma conjunta, para que entre todos tomemos conciencia del cuidado y protección de la casa común, construyendo un mundo cada vez más humano, donde nadie sobra y donde todos somos necesarios. Y pido a Dios –concluyó el Papa– que nos bendiga a todos nosotros.


Texto completo del papa Francisco al foro ‘América en diálogo – Nuestra casa común’
Posted by Redaccion on 8 September, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco recibió hoy por la mañana en el Palacio Apostólico Vaticano, a los participantes del foro ‘América en diálogo – Nuestra casa común’, reunidos desde ayer en Roma para dialogar sobre la defensa de ‘la casa común’, en la óptica de una ecología integral que pone al hombre en el centro de la creación.
El congreso promovido por la Organización de los Estados Americanos (OEA) y el Instituto del Diálogo Interreligioso IDI ha reunido a más de un centenar de exponentes del mundo cultural, religioso y legislativo.
El Papa les pidió extender esta iniciativa por todo el continente, dialogando con las diversas religiones y hombres de buena voluntad, porque cada uno puede aportar en la defensa del planeta y de la persona humana.
Después de la audiencia los participantes de la audiencia comentaron en rueda de prensa el cariño con el cual el Santo Padre les saludo a todos ellos, uno por uno.

Los organizadores del evento en la rueda de prensa (Foto ZENIT cc)
A continuación el texto completo:
“Señoras y señores: Me alegra darles la bienvenida a todos ustedes, que participan en este Primer encuentro: América en diálogo – Nuestra casa común.
Agradezco a la Organización de los Estados Americanos y al Instituto del Diálogo Interreligioso de Buenos Aires sus esfuerzos para hacer realidad este evento, y así como la colaboración del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso. Sé que están trabajando conjuntamente en el proyecto de constituir un Instituto de Diálogo que abarque a todo el continente americano. Trabajar juntos es una loable iniciativa y los invito a seguir adelante para el bien no sólo de América, sino del mundo entero.
Este primer encuentro se ha centrado en el estudio de la Encíclica Laudato si’. En ella he querido llamar la atención sobre la importancia de amar, respetar y salvaguardar nuestra casa común. No podemos dejar de admirarnos por la belleza y la armonía que existe en todo lo creado; es ese regalo que Dios nos hace para que podamos hallarlo y contemplarlo en su obra. Es importante apostar por una «ecología integral», en el que el respeto por las criaturas valore la riqueza que encierran en sí mismas y ponga al ser humano como culmen de la creación.
Las religiones tienen un rol muy importante en esta tarea de promover el cuidado y el respeto del medio ambiente, sobre todo en esta ecología integral. La fe en Dios nos lleva a reconocerlo en su creación, que es fruto de su Amor hacia nosotros, y nos llama a cuidar y proteger la naturaleza. Para esto, es necesario que las religiones promuevan una verdadera educación, a todos los niveles, que ayude a difundir una actitud responsable y atenta hacia las exigencias del cuidado de nuestro mundo; y, de modo especial, proteger, promover, defender los derechos humanos (cf. Enc. Laudato si’, 201). Por ejemplo, una cosa interesante sería que cada uno de los participantes se preguntara cómo en su país, en su ciudad, en su medio ambiente, o en su creencia religiosa, en su comunidad religiosa, en las escuelas, han incorporado esto. Creo que todavía estamos a nivel de «escuela nido» en esto. O sea, incorporar la responsabilidad, no sólo como materia sino como conciencia, en una educación integral.
Nuestras tradiciones religiosas son una fuente necesaria de inspiración para fomentar una cultura del encuentro. Es fundamental la cooperación interreligiosa, basada en la promoción de un diálogo sincero y respetuoso. Si no existe respeto recíproco no existirá diálogo interreligioso. Yo recuerdo en mi ciudad, cuando yo era chico, algún párroco por allí mandaba quemar las carpas de los evangélicos, y gracias a Dios se ha superado eso; si no existe respeto recíproco no existirá un diálogo interreligioso, es la base para poder caminar juntos y afrontar desafíos. Este diálogo está fundado en la propia identidad y en la confianza mutua que nace cuando soy capaz de reconocer al otro como don de Dios y acepto que tiene algo que decirme. El otro tiene algo que decirme. Cada encuentro con el otro es una pequeña semilla que se deposita; si se riega con el trato asiduo y respetuoso, basado en la verdad, crecerá un árbol frondoso, con multitud de frutos, donde todos podrán cobijarse y alimentarse, y nadie estará excluido, y en él todos formarán parte de un proyecto común, uniendo sus esfuerzos y aspiraciones.
En este camino de diálogo, somos testigos de la bondad de Dios, que nos ha dado la vida; ésta es sagrada y debe ser respetada, no menospreciada. El creyente es un defensor de la creación y de la vida, no puede permanecer mudo o de brazos cruzados ante tantos derechos aniquilados impunemente; el hombre y la mujer de fe están llamados a defender la vida en todas sus etapas, la integridad física y las libertades fundamentales, como la libertad de conciencia, de pensamiento, de expresión y de religión. Es un deber que tenemos, pues creemos que Dios es el artífice de la creación y nosotros instrumentos en sus manos para lograr que todos los hombres y mujeres sean respetados en su dignidad y derechos, y puedan realizarse como personas.
El mundo constantemente nos observa a nosotros, los creyentes, para comprobar cuál es nuestra actitud ante la casa común y ante los derechos humanos; además nos pide que colaboremos entre nosotros y con los hombres y mujeres de buena voluntad, que no profesan ninguna religión, para que demos respuestas efectivas a tantas plagas de nuestro mundo, como la guerra y el hambre, la miseria que aflige a millones de personas, la crisis ambiental, la violencia, la corrupción y el degrado moral, la crisis de la familia, de la economía y, sobre todo, la falta de esperanza. El mundo de hoy sufre y necesita nuestra ayuda conjunta, así lo está pidiendo. ¿Se dan cuenta que esto está a años luz de cualquier concepción proselitista?
Además, constatamos con dolor que a veces el nombre de la religión es usado para cometer atrocidades, como el terrorismo, y sembrar miedo y violencia y, en consecuencia, las religiones son señaladas como responsables del mal que nos rodea. Es necesario condenar de forma conjunta y rotunda estas acciones abominables y tomar distancias de todo lo que busca envenenar los ánimos, dividir y destruir la convivencia; hace falta mostrar los valores positivos inherentes a nuestras tradiciones religiosas para lograr un sólido aporte de esperanza. Por este motivo, son importantes los encuentros, como el presente. Es necesario que compartamos los dolores como también las esperanzas, para poder caminar juntos, cuidando el uno del otro, y también de la creación, en defensa y promoción del bien común. Qué bueno sería dejar el mundo mejor que como lo encontramos. Es lindo eso, en un diálogo habido hace un par de años, un entusiasta del cuidado de la casa común decía: tenemos que dejar para nuestros hijos un mundo mejor. Y ¿habrá hijos para eso?, contestó el otro.
Por último, este encuentro se realiza en el año dedicado al Jubileo de la Misericordia; y esta tiene un valor universal que abarca tanto a los creyentes como a los que no lo son, porque el amor misericordioso de Dios no tiene límites: ni de cultura, ni de raza, ni de lengua, ni de religión; abraza a todos los que sufren en el cuerpo y en el espíritu. Además, el amor de Dios envuelve a toda su creación; y nosotros como creyentes tenemos una responsabilidad de defender, cuidar y sanar al que lo necesita. Que esta circunstancia del Año Jubilar sea una ocasión para abrir posteriores espacios de diálogo, para salir al encuentro del hermano que sufre, como también para luchar para que nuestra casa común sea un hogar, donde todos tengamos cabida y nadie sea excluido ni eliminado. Cada ser humano es el regalo más grande que Dios nos puede dar.
Los invito a trabajar y a impulsar iniciativas de forma conjunta, para que entre todos tomemos conciencia del cuidado y protección de la casa común, construyendo un mundo cada vez más humano, donde nadie sobra y donde todos somos necesarios. Y pido a Dios que nos bendiga a todos nosotros”.


El Dalai Lama: ‘Soy un admirador de Madre Teresa’
Posted by Redaccion on 8 September, 2016



(ZENIT – Roma).- En una carta enviada a sor Mary Prema, superiora de las Misioneras de la Caridad, el Dalai Lama expresó todo su aprecio por la santa de Calcuta y por su canonización. El jefe del budismo tibetano se define como un “admirador” de Madre Teresa, que encontró por primera vez en Oxford en 1988.
Lo indicó la agencia Asia News precisando que el Dalai Lama reconoció inmediatamente que la Madre era una “persona ejemplar”. Hoy su trabajo es llevado adelante por las Misioneras de la Caridad, a las cuales el líder budista augura que puedan continuar por mucho tiempo sirviendo a los más necesitados.
A continuación reportamos el mensaje (traducción a cargo de AsiaNews).
Estoy feliz por este reconocimiento en cuanto admirador de su celoso servicio en favor de la humanidad, sobre todo porque la Madre se ocupó de los más pobres entre los pobres. Me uno a vosotras en el celebrar su extraordinaria vida.
Cuando me encontré con Madre Teresa me fue inmediatamente claro que era una persona ejemplar. El año pasado recodé justamente esto, cuando fui a Calcuta durante una visita especial a las Misioneras de la caridad para rendirle homenaje a ella y al trabajo de las hermanas. Ella reveló el verdadero ejercicio del amor a través de sus actividades caritativas. Si bien no está más con nosotros físicamente, su espíritu vive en el trabajo que realizan.
Aprovecho la oportunidad para expresar mi profundo respeto respecto por el servicio humanitario de las Misioneras de la caridad y ruego que pueda continuar por mucho tiempo porque entre nosotros hay muchos pobres que necesitan ayuda.


Todos por la familia
Posted by Felipe Arizmendi Esquivel on 8 September, 2016



VER
Una gran coalición de organizaciones católicas y evangélicas del país ha promovido una caminata, o marcha, los días 10 y 24 del presente, para defender la familia formada por un hombre y una mujer, así como el derecho de los niños a tener un papá y una mamá y a ser educados según las preferencias de sus padres. No somos los obispos y pastores protestantes quienes organizamos este evento, aunque sí lo apoyamos de corazón. Independientemente del número que se congregue en las diferentes ciudades o poblaciones, lo importante es que los laicos se manifiesten públicamente y digan a los legisladores lo que piensan sobre el matrimonio y la educación. Esto es democracia real. Mal harían los legisladores y las autoridades en no escuchar el clamor de un pueblo que los eligió para que lo representaran. Si no lo toman en cuenta, se deslegitiman a sí mismos y pierden más credibilidad.
Estas caminatas no se han organizado en todas partes, no por falta de interés, sino porque también hay otras iniciativas a favor de la familia. Por ejemplo, en Chiapas, ha habido diálogos con legisladores y autoridades sobre el asunto. Se han promovido conferencias sobre los nueve capítulos de la Exhortación del Papa Francisco Amoris laetitia, para que no todo quede en un día, sino que se profundice cuanto implica ser y formar una familia.
Por otra parte, una gran número de obispos del país estamos participando en un curso de formación permanente, en Monterrey, precisamente sobre la nueva legislación eclesiástica en relación con las familias en situaciones complicadas, como el caso, sobre todo, de divorciados vueltos a casar, y sobre cómo proceder judicial y pastoralmente cuando se presentan abusos de clérigos hacia menores. Nos ilustran especialistas de la Curia Romana. Nos importan mucho la familia y la protección de los niños. No faltan quienes, cuando defendemos valores familiares acordes con nuestra fe, nos tachan de homofóbicos y de inmediato sacan a relucir casos de pedofilia clerical. Los ha habido, no se puede negar; pero ninguna otra institución como la Iglesia nos hemos preocupado por dar atención adecuada a estos casos. Todo sea por la familia, por el derecho de los niños a una infancia feliz y armónica, psicológica y socialmente.
PENSAR
El Papa Francisco, en dicho documento, nos dice: “Los cristianos no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual, para estar a la moda, o por sentimientos de inferioridad frente al descalabro moral y humano. Estaríamos privando al mundo de los valores que podemos y debemos aportar. Es verdad que no tiene sentido quedarnos en una denuncia retórica de los males actuales, como si con eso pudiéramos cambiar algo. Tampoco sirve pretender imponer normas por la fuerza de la autoridad. Nos cabe un esfuerzo más responsable y generoso, que consiste en presentar las razones y las motivaciones para optar por el matrimonio y la familia, de manera que las personas estén mejor dispuestas a responder a la gracia que Dios les ofrece” (No. 35).
“Los dos grandiosos primeros capítulos del Génesis nos ofrecen la representación de la pareja humana en su realidad fundamental. En ese texto inicial de la Biblia brillan algunas afirmaciones decisivas. La primera, citada sintéticamente por Jesús, declara: «Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó». Sorprendentemente, la imagen de Dios tiene como paralelo explicativo precisamente a la pareja hombre y mujer. La fecundidad de la pareja humana es imagen viva y eficaz, signo visible del acto creador” (No. 10). “La pareja que ama y genera la vida es la verdadera escultura viviente, capaz de manifestar al Dios creador y salvador. Por eso el amor fecundo llega a ser el símbolo de las realidades íntimas de Dios” (No. 11).
ACTUAR
Defendamos la familia: en el hogar, en la escuela, en las calles, en los recintos legislativos, en los medios de comunicación. En ella nos jugamos el presente y el futuro de la humanidad.
Como Iglesia, no imponemos a la sociedad un modelo de familia, pero sí lo ofrecemos, seguros de que nuestro ofrecimiento es un bien para la comunidad.


Santa Teresa de Calcuta, portavoz del grito más necesario
Posted by Carlos Osoro on 8 September, 2016



El arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, retoma sus cartas semanales con un texto centrado en santa Teresa de Calcuta, canonizada el pasado domingo en Roma que reproducimos a continuación.
Al comenzar este nuevo curso quiero hablaros de santa Teresa de Calcuta, canonizada el pasado domingo en Roma. El Papa Francisco la definió como «una incansable trabajadora de la misericordia» por su labor con hombres y mujeres, con rostros concretos, en todas las latitudes de la tierra, desde el inicio de la vida hasta la muerte. Con su ejemplo, ¡qué bien nos hace entender la madre Teresa lo que Dios desea de nosotros los hombres! Quiero resumirlo en tres direcciones:
1. Es portavoz, en el siglo XXI, del grito más necesario para los hombres por parte de Dios: «¡Amaos los unos a los otros!». Como subraya el apóstol san Juan, «amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios […]. En esto consiste el amor: […] en que Él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación para nuestros pecados. La madre Teresa, portavoz de Jesucristo, nos dice con su vida y con sus obras que lo que más necesita el hombre es amar y ser amado. ¿Por qué se le acercaban todos los hombres, ricos y pobres, sabios e ignorantes, arrogantes y sencillos? ¿Por qué? Ella cambiaba los corazones de todos con su vida, que expresaba lo más real que cada ser humano tiene en el fondo del corazón: el amor es el gran olvidado en nuestro mundo. Y ella nos hizo caer en la cuenta –como lo hace hoy a través de sus hijas y de sus obras– de la presencia de ese amor. Nos gritaría: «Dad rostro a Cristo con vuestra vida».
Nos viene bien a todos preguntarnos cuál es la voluntad de Dios para y en nuestra vida. La respuesta nos la da Jesucristo: que nos amemos como Él nos ama, sin condiciones. ¿Se manifiesta esto entre nosotros cada día? ¿Se manifiesta en nuestras relaciones personales, familiares, culturales, económicas, políticas, etc.? Santa Teresa nos dice que el amor solamente existe encarnado. Nos recuerda cómo Dios hizo posible que los hombres entendiésemos qué y quién es el amor, se encarnó, tomó rostro humano. Ella nos dice que así se tiene que entregar en este mundo, en el servicio a cada persona, ya que el amor es don, sangre derramada, paciencia, sonrisa, compañía, escucha, caricia, comprensión. Y todo ello sin ningún límite, ya que es Dios quien da su amor a través de nosotros. Es un amor para todos, sin distinción de ningún tipo. Este amor es imposible de entender si no estamos unidos a Él, porque es entonces cuando descubrimos que, nos encontremos a quien nos encontremos, estamos sirviendo a Jesús.
2. Los hombres de hoy tienen más necesidad que en otras épocas de frescura y autenticidad, que no es tirar o echar en cara nada a nadie, sino ser luz, huerto regado, manantial de agua que sacia la sed. ¿Por qué acogían todos los hombres, de todas las condiciones, a la madre Teresa? Ella no callaba nada, hablaba fundamentalmente con obras y, si pronunciaba palabras, eran de esperanza a quienes pedían ayuda, y para recordar que Dios nos pide dar siempre para que otros crezcan y vivan.
El profeta Isaías nos dice que «cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará la luz en las tinieblas». Como él, santa Teresa de Calcuta nos trae la noticia de dónde está la frescura y la autenticidad que quiere Dios de los hombres. «El ayuno que yo quiero es este: abrir las prisiones injustas […]; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne, […] brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía, […] serás huerto bien regado, un manantial de aguas».
El día que entregaron el Nobel de la Paz a madre Teresa, el presidente del Comité del galardón, Egil Aarvik, señaló que reconocían «a aquella que con mayor entusiasmo ha cumplido este mandato de cuidar la prójimo, sin fijarse en las fronteras». Y creo que, si tuviese que decir en pocas palabras dónde se encuentra el nervio de la existencia de santa Teresa, os diría precisamente que se encuentra en esta convicción: «Las fronteras, la división, los motivos de enfrentamiento no son más que las consecuencias de que el hombre ha abandonado a Dios, ha olvidado que Dios le ama». Y añado yo que, al mostrar el rostro de Dios desde la caricia, la cercanía, la sonrisa, el recuerdo de que el ser humano es imagen y semejanza de Dios, lograba que quienes estaban a su lado se sintieran a gusto y contribuyeran en su causa: acercar el amor de Dios a los hombres.
3. Estamos llamados a concretar en la realidad lo que invocamos en la oración y profesamos en la fe: no hay alternativa a la caridad. Como refleja el Evangelio, las obras de misericordia son concretas y para siempre. Nuestra vocación de discípulos de Cristo es la caridad. En la madre Teresa tenemos un recuerdo permanente y cercano a nuestras vidas de lo que somos; ella es recuerdo de Cristo que se quiere seguir acercando a todos los hombres, es un compromiso con los más pobres y descartados de la vida. ¿Salgo en búsqueda de los hombres igual que el Señor salió a buscarme a mí? ¿Reparo en todos, en quienes han perdido la fe o viven como si Dios no existiera, en los jóvenes que no viven con ideales y en las familias en crisis? ¿Me inclino ante los enfermos, encarcelados, refugiados, inmigrantes? ¿Atiendo a los abandonados, niños y mayores, enfermos o sanos? Mi vida, como la de Jesús, tiene que estar disponible para acercarme a todos como santa Teresa de Calcuta, comprometiéndome en la acogida y en la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada.
Abramos horizontes de alegría y esperanza mostrando, regalando y comunicando el amor misericordioso de Dios, mirando, tocando, hablando, orando, entrando en el corazón de todos los hombres, como lo hizo Nuestro Señor Jesucristo, que es Dios mismo entre nosotros. «Cada vez que lo hiciste con uno de estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis». ¿Qué quiere decirnos el Señor con esto? A través de la madre Teresa lo vemos claramente:
Que tengamos siempre el gusto de Cristo: que todos los hombres puedan conocerlo y amarlo. Él es el centro desde el cual solo se puede difundir la paz. Seamos troquelados por Él en imágenes de Dios; para ello, unámonos a Él, celebremos que Dios nos ama. Regalemos perdón, pues perdonar nos da un corazón puro. ¿Quiénes somos nosotros para condenar a nadie? Sintamos la gracia de que el mayor premio y regalo es amar a Jesús, pues hemos sido creados para amar a Jesús.
Que descubramos siempre a Jesús entre los hombres: quienes nos ven han de poder ver a Jesús en nosotros. Mostremos que la misión principal de los cristianos es amar y recordemos a los hombres que son amados por Dios. Siempre me preocupa eliminar distancias entre los hombres y por eso busco gestos que despierten la confianza y la cercanía, nuestro trabajo ha de ser nuestro amor en acción; que, con nuestro cariño, los que nos rodeen descubran el amor de Dios.
Que como Jesús pasemos haciendo el bien: la prueba que Dios nos pone es elegir el camino que nos propuso, el de amar y dejarnos amar por Él. Solamente se puede amar y servir a las personas en concreto y no a muchedumbres en abstracto. Tenemos que darnos cuenta de que somos pecadores, pues así nos será más fácil perdonar a los demás. La fe es generosa y siempre dispone a amar. Sentirse felices con Dios en este mundo supone algunas cosas: amar como Él, ayudar como Él, dar como Él da, salvar como Él… Para esto hay que permanecer en su presencia.
Experimentemos como santa Teresa de Calcuta su contacto con nosotros.
Con gran afecto, os bendice,
+ Carlos, arzobispo de Madrid


San Pedro Claver – 9 de septiembre
Posted by Isabel Orellana Vilches on 8 September, 2016



Nació en Verdú, Lérida, España, el 26 de junio de 1580. Sus padres eran campesinos; tenían una holgada posición económica. Tuvo cinco hermanos, aunque sobrevivieron tres. Pedro era el menor de todos. Perdió a uno de ellos y a su padre a los 13 años. Con 15 recibió la tonsura a manos del obispo de Vich. Luego estudió en la universidad de Barcelona y en el colegio de Belén, regido por los jesuitas. Le agradó el carisma y en 1602 se convirtió en novicio de la Compañía de Jesús en Tarragona. Al profesar anotó en su cuaderno: «Hasta la muerte me he de consagrar al servicio de Dios, haciendo cuenta que soy como esclavo que todo su empleo ha de ser en servicio de su Amo y en procurar con toda su alma, cuerpo y mente agradarle y darle gusto en todo y por todo». Prosiguió su formación en Gerona. Al concluirla fue trasladado a Mallorca donde permaneció tres años, los más felices de su vida debido, en gran medida, a que el santo portero del colegio de Montesión de Palma, Alonso Rodríguez, le abrió las puertas del convento y de su corazón.
Este insigne religioso tenía una edad avanzada cuando halló al joven Pedro titubeante aún en lo referido a su ordenación sacerdotal y en los pasos que debía dar. Le acompañó con claridad y firmeza, llevándole a cumplir la voluntad de Dios, que conocía a través de una visión y locución divina en la que se vaticinaba la santidad y gloria que Pedro iba a alcanzar, y de la que nunca le habló. Solo le dijo que trabajaría con negros en Cartagena. Con permiso de los superiores, todas las noches trataban temas espirituales. San Alonso le animaba a irse a misiones. En 1608 Pedro regresó a Barcelona para formarse. Al despedirse el admirable portero le dio el «Oficio Parvo de la Inmaculada» y un cuaderno de avisos espirituales, un preciado legado que llevó consigo siempre. De entre el ramillete de obras escogidas que nutrían su reflexión, lo primordial era el Evangelio, y en concreto la Pasión de Cristo. Con ella y el crucifijo lo tenía todo. En 1610 partió a las Indias. Estudió teología en Santa Fe de Bogotá y en Tunja. Después lo trasladaron a Cartagena donde fue ordenado sacerdote en 1616.
Cientos de miles de esclavos pasaban por ese puerto marítimo de primer orden, procedentes de diversas partes de África. La inhumana condena a la que eran sometidos se iniciaba en el momento de su captura. El viaje se convertía en atroz pesadilla que proseguía una vez llegaban a puerto para ser vendidos. Pedro había sido destinado a prestar su ayuda al padre Sandoval encargado de llevar la fe a los negros. Aprendió mucho junto a él. Sumó a la dedicación apostólica del religioso su excelsa virtud: abrazaba a los esclavos, les llevaba comida, les hablaba del amor de Dios, los bautizaba, los curaba e incluso besaba sus llagas purulentas. Cuando Sandoval partió a Lima en 1617, Pedro siguió sus tácticas: se las ingeniaba para saber cuándo iba a entrar un barco, y era el primero en salir a su encuentro. Les llevaba alimentos y les daba lo que obtenía con sus limosnas. Solventó las dificultades de comunicación creando un equipo de intérpretes de distintas nacionalidades. Ni siquiera ellos podían seguir el ritmo intensísimo que llevaba. Y eso que simplemente sus mortificaciones, las cinco horas diarias de oración y la frugal comida que tomaba, eran suficientes para caer enfermo. Además, prácticamente atendía todo él solo. Contó con la ayuda de otro jesuita, Carlos de Orta, que murió un año más tarde, hasta que en 1620 regresó Sandoval.
Dedicó cuarenta años de su vida a una heroica caridad, encendiendo la única llama de esperanza que encontraron estas víctimas de la crueldad de otros congéneres. Hacinados en el barco, en condiciones insalubres extremas, escasos de alimento, horrorizados por tanta brutalidad y temblando siempre por su futuro que no auguraba más que la muerte, malvivían entre olores nauseabundos. Con dibujos y estampas Pedro les dio a conocer las verdades esenciales de la fe. Viéndole esgrimir el crucifijo y darse golpes de pecho, entendían el alcance de la Redención y pedían perdón. Nadie les dio más amor en este mundo que el que recibieron del santo. Al profesar en 1622 había escrito: «Yo, Pedro Claver, de los negros esclavo para siempre». Los defendió bravamente, aunque le costó no pocos disgustos. No se entendió que administrase los sacramentos a sus amados esclavos, que eran considerados personas «sin alma». Hasta sus superiores en ciertos momentos le corrigieron por sus «excesos». También le llovieron críticas de los infames mercaderes y de personas de alcurnia disconformes con su acción. No tuvo miramientos con ninguna; estaba al lado del más débil.
El lenguaje universal del amor fue el que entendieron tantos pobres desgraciados. Los que iban a ser ajusticiados demandaban su presencia. Su conocido manteo, con el que enjugó sus lágrimas, curó y secó sus sudores, sirviendo de peana para los enfermos, incluso los más repugnantes, le acompañó hasta el fin. Pero los esclavos no eran los únicos receptores de su caridad. También auxiliaba a los negros, enfermos, indigentes y lisiados de Cartagena y Provincia, así como a los presos, sin importarle su credo. En su heroico quehacer incluía la asistencia a dos centros hospitalarios: San Sebastián y San Lázaro. En 1651 atendiendo a los enfermos en la epidemia de peste cayó afectado por ella; le produjo una parálisis que iba creciendo. En mula y con un bastón siguió buscando a sus esclavos, socorriéndoles y llevándoles a la fe. Incapacitado para moverse, de repente se encontró solo, y pensó que era una penitencia que le convenía por sus pecados. Fueron tres años de intensos sufrimientos, humillaciones y soledad. Pero cuando agonizaba el 9 de septiembre de 1654, una marea humana quería tocarle y arrancar sus pobres vestiduras; no le dejaban ni morir en paz. Había instruido y bautizado a 300.000 esclavos. Pío IX lo beatificó el 16 de julio de 1850. León XIII lo canonizó junto a san Alonso Rodríguez el 15 de enero de 1888.