Servicio diario - 30 de abril de 2016


 

El Papa en la audiencia jubilar: ‘Jesús no se alegra hasta que no encuentra a la oveja perdida’
Rocío Lancho García | 30/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Miles de miembros de las fuerzas armadas y de la policía de distintas partes del mundo han llenado esta mañana la plaza de San Pedro, con ocasión de su Jubileo. De este modo, han participado en la audiencia general que durante el año jubilar se celebra un sábado al mes.
El papa Francisco les ha dirigido un mensaje especial al finalizar la catequesis. Les ha dado la bienvenida y ha asegurado que las fuerzas del orden –militares y policía– tienen como misión garantizar un ambiente seguro, para que cada ciudadano pueda vivir en paz y serenidad. Asimismo les ha pedido que “en vuestras familias, en los distintos ambientes en los que trabajáis, sed instrumentos de reconciliación, constructores de puentes y sembradores de paz”. El Pontífice les ha recordado que están llamados no solo a prevenir, gestionar o poner fin a los conflictos, sino “también a contribuir a la construcción de un orden fundado en la verdad, la justicia, el amor y la libertad, según la definición de paz de san Juan XXIII en la Encíclica Pacem in Terris”.
Por otro lado, el Papa ha observado que la afirmación de la paz no es tarea fácil, sobre todo a causa de la guerra, que seca los corazones y aumenta la violencia y el odio. Les ha exhortado a no desanimarse. “Proseguid vuestro camino de fe y abrid vuestros corazones a Dios Padre misericordiosos que no se cansa nunca de perdonarnos”, ha aseverado. Finalmente, les ha pedido que frente a los desafíos de cada día, hagan resplandecer la esperanza cristiana, que es certeza de la victoria del amor sobre el odio y de la paz sobre la guerra.
Mientras, en la catequesis de hoy ha reflexionado sobre la reconciliación. De este modo, en el resumen hecho en español el Santo Padre ha indicado que “uno de los aspectos importantes de la misericordia es la reconciliación”. Dios –ha asegurado– nunca nos deja de ofrecer su perdón; no son nuestros pecados los que nos alejan del Señor, sino que somos nosotros pecando, quienes nos alejamos de Él. El Papa ha recordado que al pecar “le damos la espalda” y crece así la distancia entre Él y nosotros. Por eso, el Santo Padre ha asegurado que Jesús, como Buen Pastor “no se alegra hasta que no encuentra a la oveja perdida”. Él –ha añadido– reconstruye el puente que nos reconduce al Padre y nos permite reencontrar la dignidad de hijos.
Este Jubileo de la Misericordia, ha concluido, es para todos un tiempo favorable para descubrir la necesidad de la ternura y cercanía del Padre y retornar a él con todo el corazón.
A continuación, el papa Francisco ha saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los Ordinarios y Delegados Militares, asistentes espirituales y miembros de las fuerzas armadas y de policía, con sus familias, provenientes de Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, España, Guatemala, Perú, México y República Dominicana.
El Papa les ha invitado a que “en cada uno de los diversos ambientes en los que se mueven, sean instrumentos de reconciliación y sembradores de paz; y continúen por el camino de la fe abriendo el corazón a Dios Padre misericordioso que no se cansa nunca de perdonar”. Ante los retos de cada día, ha exhortado Francisco, hagan resplandecer la esperanza cristiana, que es certeza de la victoria de amor ante el odio y de la paz ante la guerra.
Leer la catequesis completa aquí





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El rey Felipe VI participará en la entrega del Premio Carlomagno al Papa
Redaccion | 30/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El rey de España, Felipe VI, asistirá en Roma a la ceremonia de entrega del Premio Internacional Carlomagno de Aquisgrán, que en esta edición reconoce al papa Francisco por su contribución a la unidad europea y como voz de la conciencia en defensa de los valores de Europa. La presencia del monarca ha sido confirmada por la Casa Real Española. El acto tendrá lugar en la sala Regia del Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano.
El Premio Internacional Carlomagno, creado en 1949 bajo la denominación “Internationaler Karlpreis der Stadt Aachen”, y desde 1998, “Internationaler Karlpreis zu Aachen”, se otorga desde 1950 con carácter anual a las personalidades que hayan efectuado aportaciones sobresalientes a los ámbitos político, económico y espiritual, con el fin de fomentar el entendimiento y la unidad de Europa.
En esta edición, el jurado decidió premiar al papa Francisco por su contribución a la unidad europea y como voz de la conciencia en defensa de los valores de Europa. Según informaba el comunicado del Directorio de la Sociedad, “en tiempos como los actuales, en que tantos ciudadanos europeos están necesitados de orientación, Su Santidad el Papa Francisco nos da un mensaje de esperanza y coraje”. El papa Francisco se ha convertido en una “voz de la conciencia”, que recuerda a la ciudadanía la necesidad de dar prioridad a las personas y de que Europa debe mantener su compromiso “con la libertad, la paz, la justicia, la democracia y la solidaridad”.
De este modo, el Papa se convertirá así en el galardonado número 58, el primer no europeo que recibe este galardón y segundo pontífice que recibe este premio. El papa san Juan Pablo II lo recibió en 2004.
El galardón consta de una medalla, un pergamino y la suma simbólica de 5.000 euros. Lleva el nombre de Carlomagno (742-814), rey de los francos, emperador de Occidente y fundador del Imperio Carolingio, cuyos restos descansan en Aquisgrán.
Está previsto que acudan también al acto los presidentes de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y del Consejo, Donald Tusk, así como el del Parlamento Europeo, Martin Schulz, quien el año pasado recibió este mismo galardón en Aquisgrán. La canciller alemana Angela Merkel también ha confirmado su asistencia.






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‘Las víctimas de abusos se merecen que hablemos de esto de frente’
Rocío Lancho García | 30/04/16

(ZENIT – Roma).- “El abuso sexual es un problema que afecta a la sociedad y que requiere una respuesta valiente y decidida”. Por esta razón la Escuela de psicología de la Universidad Anáhuac México Sur, a través del Centro Reparare, los días 22 y 23 de abril realizó el congreso: “El abuso sexual en nuestro entorno social, escolar y eclesiástico”. De este modo, se reunieron reconocidos expertos para profundizar en el fenómeno de los abusos sexuales de menores, sus causas y las propuestas de protocolos y medidas de prevención en el ambiente escolar, eclesiástico y familiar.
Asistieron 250 participantes de diversas partes del país. Aproximadamente el 30% eran psicólogos clínicos, el 30% eclesiásticos y agentes de pastoral y 40% personas involucradas en el mundo de la educación infantil. El Primer Congreso sobre abuso sexual escolar, social y eclesiástico fue “un foro donde se recalcó y mostró la gravedad y el alcance del abuso sexual en México y el mundo, a través de posturas profesionales y multidisciplinarias, que dieron pauta al análisis objetivo desde diversos ámbitos, tales como el jurídico, psicológico, terapéutico y social”.
El congreso fue inaugurado por Abraham Cárdenas, rector de la Universidad Anáhuac México Sur. Durante su discurso de bienvenida indicó que “creo que es justo reconocer que podemos tener visiones muy distintas y plurales en muchos campos, pero hoy nos une a todos un compromiso común: que ningún niño, ni en México ni en ninguna parte, tenga que sufrir una experiencia de abuso y que la sociedad sea capaz de ofrecer la protección y ayuda a sus miembros más vulnerables”. Acto seguido, una víctima de abuso sexual familiar y su esposo, “ayudaron a los asistentes a valorar la gravedad del problema y la necesidad de prevenirlo y ayudar a sanar las heridas de quienes han sido afectados”, explica la nota publicada por la Escuela de Psicología Anáhuac Sur.
El 23 de abril –señala el comunicado– los trabajos iniciaron con una celebración eucarística de reparación para pedir perdón por las víctimas de abuso sexual en nuestro país y en el mundo.
Asimismo, se realizó una mesa expositiva donde se profundizó en los signos de alerta para detectar los focos rojos de la prevención y atención al peligro del abuso sexuales en niños y jóvenes y las medidas prácticas para la prevención, que tienen que ver con la crianza, la adecuada educación sexual y el destierro del silencio ante los signos de peligro.
En la sesión de cierre del Congreso sobre el abuso sexual en nuestro entorno escolar, social y eclesiástico, Elena Barrero, directora de la Escuela de Psicología de la Universidad Anáhuac México Sur, destacó que “ante el problema del abuso sexual de menores, en la Escuela de Psicología nos parecía importante iniciar la conversación sobre un tema que es a veces tabú, y que por lo mismo puede proliferar. Sentíamos que no podíamos mirar hacia otro lado ante un tema incómodo”. Los niños de México y las víctimas –aseguró– se merecen que hablemos de esto de frente y que tomemos acciones concretas para su protección y sanación.
Finalmente anunció la creación del Centro Reparare para la protección de los niños y adolescentes que tiene la misión de investigar sobre el fenómeno del abuso sexual, capacitar y asesorar a instituciones civiles, escolares y eclesiásticas en la prevención del abuso y proponer protocolos de prevención del abuso y respuesta ante las denuncias y sospechas, dando una prioridad a las víctimas.






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¿Qué hacer en la maternidad subrogada cuando se detectan graves anomalías fetales?
Justo Aznar | 30/04/16

(ZENIT- Valencia).- “La explotación de la mujer y la cosificación del niño en la maternidad subrogada, ambos son de tal entidad que invalidan por si mismos la licitud moral de cualquier tipo de subrogación.”
Como es sabido, la maternidad subrogada o maternidad por alquiler, consiste en iniciar una gestación en una mujer distinta a la madre contratante con la intención de que cuando nazca el niño éste deba ser entregado a los padres contratantes. Ello suele tener lugar en parejas con problemas infértiles, frecuentemente parejas homosexuales o personas solas.
Existe dos tipos de subrogación bien diferenciados: la altruista y la comercial. En esta última se paga a la mujer para que acepte el embarazo y en la primera la aceptación de la gestación es por cualquier otra razón, generalmente altruista.
Es sabido que la maternidad subrogada, comercial o altruista, presenta multitud de problemas médicos, sociales y éticos (Ver AQUÍ), pero entre ellos no es menor el de saber qué hacer cuando en el feto gestado se detectan anomalías de cualquier tipo que presuponen que el niño nacido puede padecer problemas médicos objetivos, muchos de ellos casos graves. ¿Se debe seguir con el embarazo? ¿Se debe practicar un aborto?¿y, en este caso, a quien compete la responsabilidad, a la mujer que gesta al niño o a los padres biológicos?¿En caso de que se deba seguir con el embarazo, quien debe hacerse cargo del niño nacido con una discapacidad?
Problemas todos ellos objetivos y graves sobre los que parece muy necesario reflexionar, e incluso si fuera posible establecer unas pautas objetivas de acción.
En relación con este tema se ha publicado en Bioethics (29; 529-535, 2015) un interesante artículo.
En él se hace referencia a que si se diagnostica una anormalidad fetal se plantea a los padres contratantes y a la mujer que gesta el niño un importante dilema moral sobre ¿Qué hacer con ese niño? o ¿a quién corresponde tomar decisiones?
Parece que en principio corresponde a la mujer que lo gesta, ¿pero hasta qué punto los padres contratantes no tienen derecho también a decidir sobre qué hacer? En este sentido, los autores establecen una distinción entre subrogación comercial y altruista.
En la subrogación comercial defienden que en el contrato de subrogación deberá quedar bien determinado a quien corresponde tomar legalmente esa decisión, que posiblemente deberá recaer sobre los padres que contratan la subrogación, los padres biológicos. En cambio, en la subrogación altruista, la mujer gestante tiene el derecho legal a tomar la decisión sobre qué hacer con el niño; pero que los padres contratantes tienen el derecho a decidir en caso de que la mujer gestante haya decidido seguir con el embarazo, si lo quieren adoptar o no.
Opinión de los autores del trabajo que citamos
En opinión de los autores del trabajo, ambas estrategias son moralmente inaceptables, lo que añade a la maternidad subrogada problemas adicionales a los que la propia práctica en si misma tiene, propugnando lo que ellos denominan un “modelo profesional”, que debe reconocer los derechos y responsabilidades de ambas partes, a la vez que debe establecer un soporte legal e institucional que permita tomar la decisión adecuada.
En esencia, el “modelo profesional” defiende el derecho de la madre gestante a decidir si quiere o no someterse a un aborto y en caso de que decida lo contrario la obligación de los padres a aceptar la custodia del niño.
Nuestra valoración Ética
En nuestra opinión es esta una solución de compromiso, que sin duda deja por resolver muchos interrogantes. El primero de ellos, y posiblemente el más importante, es que la maternidad subrogada se practica en gran parte de los casos en países en vías de desarrollo en los que es difícil que los derechos de la madre gestante prevalezcan, por la posible incultura de estas mujeres, que difícilmente habrán previsto por anticipado cuáles son sus derechos legales, y en segundo, por la falta de normas jurídicas en estos países para regular legalmente el largo proceso de la subrogación. Por ello, no es difícil pensar que difícilmente respeten la opinión de la madre subrogante si esta no es acorde con la de los padres que hayan contratado la subrogación. No hay que olvidar el caso reciente, en el que en un proceso de subrogación, en uno de los países en vías de desarrollo, se produjo un embarazo gemelar con la fatal circunstancia de que uno de los fetos tenía anormalidades médicas. En ese caso los padres contratantes decidieron que el embarazo se llevara a término y que ellos se quedarían con el niño sano y la madre subrogada con el discapacitado. Sobran los comentarios. En caso de que la subrogación se lleve a cabo en un país desarrollado es más probable que esta regulación legal pueda establecerse, lo cual no es óbice para que los problemas morales se sigan igualmente presentando.
Indudablemente la maternidad subrogada comercial presenta objetivos problemas éticos, no siendo los menores la explotación de la mujer y la cosificación del niño, ambos de tal entidad que invalidan por si mismos la licitud moral de cualquier tipo de subrogación; pero en el caso de que se detecte un feto anormal, la simple propuesta de abortarlo, añade a los problemas éticos de la maternidad subrogada los que el aborto plantea.
Es indudable que en un informe como éste no es posible abordar todos los problemas médicos, sociales y éticos que la maternidad subrogada comercial plantea, por lo que únicamente nos hemos referido a los que se pueden dar cuando se detectan anomalías en el feto.


Justo Aznar
Observatorio de Bioética
Universidad Católica de Valencia







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Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del sábado 30 de abril de 2016
Redaccion | 30/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha reflexionado este sábado en la audiencia jubilar sobre la reconciliación, como un aspecto importante de la misericordia. Así ha recordado que “solo con nuestras fuerzas no podemos reconciliarnos con Dios” y que “Él reconstruye el puente que nos reincorpora al Padre y nos permite encontrar la dignidad de hijos”.
Publicamos a continuación el texto completo de la catequesis del Papa.
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
Hoy deseo reflexionar con vosotros sobre un aspecto importante de la misericordia: la reconciliación. Dios no ha dejado nunca de ofrecer su perdón a los hombres: su misericordia se hace sentir de generación en generación. A menudo repetimos que nuestros pecados nos alejan del Señor: en realidad, pecando, nosotros nos alejamos de Él, pero Él, viéndonos en el peligro, aún más viene a buscarnos. Dios no se resigna nunca a la posibilidad de que una persona permanezca ajena a su amor, con la condición de encontrar en ella algún signo de arrepentimiento por el mal cumplido.
Solo con nuestras fuerzas no podemos reconciliarnos con Dios. El pecado es realmente una expresión de rechazo de su amor, con la consecuencia de encerrarnos en nosotros mismos, con la ilusión de encontrar mayor libertad y autonomía. Pero lejos de Dios no ya tenemos una meta, y de peregrinos en este mundo nos convertimos en “errantes”. De forma coloquial podemos decir que, cuando pecamos, nosotros “damos la espalda a Dios”. Es precisamente así; el pecador se ve solo a sí mismo y pretende de esta forma ser autosuficiente; por eso, el pecado alarga siempre más la distancia entre Dios y nosotros, y esta se puede convertir en un abismo. Aún así, Jesús viene a buscarnos como un buen pastor que no está contento hasta que no encuentra la oveja perdida (cfr Lc 15,4-6). Él reconstruye el puente que nos reincorpora al Padre y nos permite encontrar la dignidad de hijos. Con la ofrenda de su vida nos ha reconciliado con el Padre y nos ha donado la vida eterna (cfr Gv 10,15). “¡Dejaos reconciliar con Dios! ¡Dejaos reconciliar con Dios!”(2 Cor 5,20): el grito que el apóstol Pablo dirige a los primeros cristianos de Corinto, hoy vale para todos nosotros con la misma fuerza y convicción.
Dejémonos reconciliar con Dios. Este Jubileo de la Misericordia es un tiempo de reconciliación para todos. Muchas personas quisieran reconciliarse con Dios pero no saben cómo hacer, o no se sienten dignos, o no quieren admitirlo ni siquiera a sí mismos.
La comunidad cristiana puede y debe favorecer el regreso sincero a Dios de los que sienten su nostalgia. Sobre todo cuantos realizan el “ministerio de la reconciliación” (2 Cor 5,18) están llamados a ser instrumentos dóciles del Espíritu Santo para que ahí donde ha abundado el pecado pueda sobreabundar la misericordia de Dios (Cfr. Rom 5,20). ¡Ninguno permanezca alejado de Dios a causa de obstáculos puestos por los hombres!
Y esto es válido, esto vale también – y lo digo enfatizándolo – para los confesores, es válido para ellos: por favor, no pongan obstáculos a las personas que quieren reconciliarse con Dios. ¡El confesor debe ser un padre! ¡Está en lugar de Dios Padre! El confesor debe acoger a las personas que van a él para reconciliarse con Dios y ayudarlas en el camino de esta reconciliación que está haciendo. Es un ministerio tan bonito: no es una sala de tortura ni un interrogatorio, no, es el Padre quien recibe, Dios Padre, Jesús, que recibe y acoge a esta persona y perdona. ¡Dejémonos reconciliar con Dios! ¡Todos nosotros!
Este Año Santo sea tiempo favorable para redescubrir la necesidad de la ternura y de la cercanía del Padre y del volver a Él con todo el corazón.
Tener la experiencia de la reconciliación con Dios permite descubrir la necesidad de otras formas de reconciliación: en las familias, en las relaciones interpersonales, en las comunidades eclesiales, como también en las relaciones sociales e internacionales. Alguno me decía, los días pasados, que en el mundo existen más enemigos que amigos, y creo que tiene razón. Pero no, hagamos puentes de reconciliación también entre nosotros, comenzando por la misma familia. ¡Cuántos hermanos han discutido y se han alejado solamente por la herencia! Pero mira, ¡esto no es así! ¡Este Año es el año de la reconciliación, con Dios y entre nosotros! La reconciliación de hecho es también un servicio a la paz, al reconocimiento de los derechos fundamentales de las personas, a la solidaridad y a la acogida de todos.
Aceptemos, por lo tanto, la invitación a dejarnos reconciliar con Dios, para convertirnos en nuevas criaturas y poder irradiar su misericordia en medio de los hermanos, en medio de la gente.

(Texto traducido por ZENIT)





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San Ricardo Pampuri – 1 de mayo
Isabel Orellana Vilches | 30/04/16

(ZENIT – Madrid).- En esta festividad de san José Obrero, se celebra también la vida de este santo que nació el 2 de agosto de 1897 en Trivolzio, Pavia, Italia. Al bautizarle le impusieron el nombre de Herminio Felipe, tomando el de Ricardo en su vida religiosa. Era el décimo de once hermanos. A los tres años perdió a su madre y su familia materna se ocupó de él. En 1907 falleció a su padre en un accidente de tráfico. Arropado por su tíos Carlos y María, que secundó a su madre lo mejor que pudo, se impregnó de la fe que había en el hogar. Solía orar ante el Sagrario, mostraba gran devoción por la Eucaristía, acostumbraba a rezar el rosario diariamente –del que luego dijo: «este es mi arma predilecta, con esta corona el diablo huye»–, eran frecuentes sus obras de misericordia y fue excelente catequista. Un estado permanente de oración envolvía sus acciones cotidianas.
Su anhelo era ser sacerdote y misionero, pero su salud era delicada y sus familiares le disuadieron, aunque no le pusieron trabas para colaborar con la Acción Católica. Mientras, recibía formación en distintos centros. Y al culminar los estudios en el Liceo se matriculó en la facultad de medicina de la universidad de Pavía. Su tío Carlos, médico, le había animado. Sabía que una persona sensible como él, ferviente católico además, podría asistir a los enfermos con una calidad que está muy por encima del hecho meramente instrumental, clínico, y de una labor profesional impecable que se supone y espera de todo médico. Y efectivamente, el santo tuvo claro que quien tenía frente a él era una persona con sus necesidades espirituales y materiales. Que un galeno ha de buscar remedios para el cuerpo del paciente, pero en manera alguna puede descuidar su alma.
En abril de 1917, en medio de la Guerra Mundial, fue reclutado y tuvo que partir a filas. Al ser estudiante de medicina fue trasladado a la primera línea de fuego. Allí veía el trágico fin de sus compañeros en medio de incontables atrocidades, inútil masacre que acompaña a la barbarie. Luego fue destinado en otra zona algo alejada de la batalla, quedando fuera de peligro. Y cuando el 24 de octubre de ese año el ejército italiano estuvo a punto de ser derrotado, hubo orden de retroceso para todos los soldados, que abandonaron el hospital de campaña y los recursos que tenía. Entonces Ricardo los recogió depositándolos en una carreta tirada por una vaca que condujo durante 24 h. en medio de una brutal y persistente tempestad. Calado hasta los huesos, temblando de frío, puso a salvo todo. Le concedieron la medalla de bronce y el ascenso, pero le quedó como recuerdo una pleuresía de grave repercusión para su vida posterior.
En 1921 obtuvo el título de doctor en medicina y cirugía, y se dispuso a poner en práctica sus conocimientos primeramente junto a su tío Carlos, y luego como suplente en Vernate, hasta que obtuvo la plaza de médico rural en Morimondo, Milán. En esta localidad fue de gran ayuda para el párroco. Fundó con él el Círculo de la Juventud de Acción Católica, de la que fue su primer presidente, y hasta organizó una banda de música, iniciativas que encomendó a san Pío X. Ejercía su apostolado también en otros frentes, como secretario de la comisión misionera de la parroquia, impulsaba ejercicios espirituales para jóvenes y trabajadores, y muchas veces se hacía cargo de los gastos.
Ejerció como médico rural durante seis años. Fue un profesional ejemplar (no solo docto, que también lo era), que asistía a los enfermos sin medir riesgos. Sus pacientes eran mayormente pobres, y movido por su caridad y generosidad les proporcionaba solícitamente no solo la asistencia gratuita sino los medicamentos, alimentos, vestido e incluso dinero. Mientras, había completado estudios durante dos años más, obteniendo la especialización en obstetricia y ginecología. En 1923 fue habilitado como oficial sanitario en la universidad de Pavía. Allí se integró en el círculo universitario Severino Boecio, y colaboró con las conferencias de San Vicente de Paúl. En la primavera de ese año conoció a Riccardo Beretta, que se convirtió en su director espiritual. Y de su mano vislumbró su vocación religiosa. Intentó vincularse a los jesuitas y a los franciscanos, pero su salud era tan precaria que lo rechazaron.
En junio de 1927 ingresó en Milán en la Orden de Hermanos Hospitalarios (Fatebenefratelli). Hizo el noviciado en Brescia y profesó en 1928 tomando el nombre de Ricardo en honor al padre Beretta. En esta ciudad los Hermanos de San Juan de Dios tenían un hospital y fue nombrado director del gabinete de odontología. A este centro acudían fundamentalmente los más necesitados y los obreros, a los que atendió caritativamente, como siempre había hecho. Quienes recibían directamente sus cuidados le estimaban y consideraban una persona fuera de lo común, aunque esta admiración por la virtud que apreciaban en él la tenían también sus hermanos de comunidad, sus compañeros médicos, y el personal sanitario en general. Asumía los trabajos humildes con la misma elegancia y dedicación que su trabajo como médico.
De su vida espiritual, cincelada por la santidad en lo ordinario, dan constancia también las 66 cartas que dirigió a su hermana María Longina, franciscana misionera del Corazón Inmaculado de María que se hallaba destinada en Egipto. El coloquio que ambos mantuvieron pone de manifiesto la grandeza de corazón de este santo, que tuvo en su hermana un modelo a seguir. La vida de Ricardo fue corta. Murió con 33 años el 1 de mayo de 1930 después de agravarse la pleuritis que contrajo en la guerra y que se convirtió en una broncopulmonía. Su breve estancia en Torrino en 1929 obligado por la inflamación pulmonar no le sirvió de nada, como tampoco el traslado sugerido por sus familiares de Brescia a Milán para atenderle convenientemente. No hubo forma de dilatar su existencia. Juan Pablo II lo beatificó el 4 de octubre de 1981, y lo canonizó el 1 de noviembre de 1989. Sus restos se veneran en la iglesia parroquial de Trivolzio, donde era conocido como «doctor santo».