Servicio diario - 20 de abril de 2016


 

El Papa en la audiencia expresa su cercanía y oración a los hermanos de Ecuador
Sergio Mora | 20/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco realizó hoy la habitual catequesis de los miércoles en la plaza de San Pedro. En este día de primavera en Italia, el Papa ingresó en el jeep descubierto, pasó recorriendo los pasillos de la plaza en medio de los fieles que le saludaban calurosamente, cantando, gritando y agitando pañuelos. El sucesor de Pedro se detuvo varias veces para saludar y bendecir a los niños y enfermos.
En sus palabras en español el Papa se recordó de los ecuatorianos que han sufrido el terremoto que ha dejado un saldo de varios centenares de muertos y miles de heridos, y les indicó su oración y cercanía. “Y en esta lengua que nos une, a España y Latinoamérica, a Hispanoamerica, quiero decir también a nuestros hermanos de Ecuador, nuestra cercanía y nuestra oración en este momento de dolor”.
El Papa resumiendo la catequesis se refirió al pasaje del Evangelio de Lucas leído que “refleja con claridad un aspecto fundamental de la misericordia: que la sinceridad de nuestro arrepentimiento suscita en Dios su perdón incondicional”.
El Santo Padre explicó que mientras Jesús, invitado por Simón el fariseo, está sentado a la mesa, una mujer considerada por todos pecadora entra, se pone a sus pies, los baña con sus lágrimas y los seca con sus cabellos; luego los besa y los unge con el aceite perfumado que ha traído consigo.
“La actitud de la mujer –indicó el Pontífice– contrasta con la del fariseo. El celoso servidor de la ley, que juzga a los demás por las apariencias, desconfía de Jesús porque se deja tocar por los pecadores y se contamina. La mujer, en cambio, expresa con sus gestos la sinceridad de su arrepentimiento y con amor y veneración, se abandona confiadamente en Jesús”.
Entretanto, explicó Francisco, Cristo no hace componendas con el pecado, que es la oposición radical al amor de Dios. “Pero no rechaza a los pecadores, sino que los recibe: Jesús, el Santo de Dios, se deja tocar por ellos, sin miedo de ser contaminado, los perdona y los libera del aislamiento al que estaban condenados por el juicio despiadado de quienes se creían perfectos, abriéndoles un futuro”.
Al concluir en español el resumen de la catequesis saludó “cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y América latina. Queridos hermanos, es Cristo que perdona los pecados, brilla en él la fuerza de la misericordia de Dios, capaz de transformar los corazones. Abrámonos al amor del Señor, y dejémonos renovar por Él”.
La audiencia concluyó con el canto del Padre Nuestro en latín y la bendición los objetos religiosos que los peregrinos expusieron.

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Texto completo de la catequesis del papa Francisco del miércoles 20 de abril de 2016
Redaccion | 20/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco realizó la audiencia de este miércoles en la plaza de San Pedro ante varios miles de fieles y peregrinos. Prosiguió las catequesis sobre la misericordia y explicó el contraste entre la actitud arrepentida de la pecadora y la de suficiencia del fariseo Simón, que narra el Evangelio de Lucas. Y del riesgo de caer en la tentación de la hipocresía, de creernos mejores que los otros, cuando en cambio debemos mirar nuestros pecados, nuestras caídas, nuestros errores y mirar al Señor. Pero es necesario dejar que el amor de Cristo se derrame en nosotros.
A continuación el texto completo:
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy queremos detenernos sobre un aspecto de la misericordia bien representado en el Evangelio de Lucas que hemos escuchado. Se trata de un hecho que le sucedió a Jesús cuando era huésped de un fariseo de nombre Simón. Este había invitado a Jesús a su casa porque había oído hablar bien de él, como de un gran profeta.
Mientras estaban sentados comiendo, entra una mujer conocida por todos en la ciudad como pecadora. Esta sin decir una palabra se pone a los pies de Jesús e inicia a llorar; sus lágrimas mojan los pies de Jesús y ella los seca con sus cabellos, después los besa y los unge con aceite perfumado que había llevado consigo.
Resalta el contraste existente entre las dos figuras: la de Simón, celoso servidor de la Ley y aquella de la anónima mujer pecadora. Mientras el primero juzga a los otros en base a las apariencias, la segunda con sus gestos expresa con sinceridad su corazón. Simón a pesar de haber invitado a Jesús, no quiere comprometerse ni involucrar su vida con el Maestro; la mujer al contrario, se confía plenamente a Él, con amor y veneración.
El fariseo no concibe que Jesús se deje ‘contaminar’ por los pecadores, así pensaban ellos. Y piensa que si fuera realmente un profeta debería reconocerlos y tenerlos lejos para no ser manchado, como si fueran leprosos. Esta actitud es típica de un cierto modo de entender la religión y está motivado por el hecho de que Dios y el pecado se oponen radicalmente.
Pero la palabra de Dios enseña a distinguir entre el pecado y el pecador: con el pecado no es necesario hacer compromisos, en cambio los pecadores –o sea todos nosotros– somos como los enfermos que necesitan ser curados, y para curarlos es necesario que el médico se les acerque, los visite, los toque. Y naturalmente el enfermo, para ser curado tiene que reconocer que necesita un médico.
Entre el fariseo y la mujer pecadora, Jesús se alinea con ésta última. Libre de los prejuicios que impiden a la misericordia expresarse, el Maestro la deja hacer, Él, el Santo Dios, se deja tocar por ella sin temor de ser contaminado. Jesús está libre porque cerca de Dios que es Padre Misericordioso.
Más aún, entrando en relación con la pecadora, Jesús termina con aquella condición de aislamiento, a la cual el juicio impío del farseo y de sus conciudadanos la insultaba y condenaba: “Tus pecados te son perdonados”. La mujer ahora puede ‘ir en paz’. El Señor ha visto la sinceridad de su fe y de su conversión: por lo tanto delante a todos proclama: “Tu fe te ha salvado”.
De un lado aquella hipocresía de estos doctores de la Ley, de otra la humildad y sinceridad de esta mujer. Todos nosotros somos pecadores, pero tantas veces caemos en la tentación de la hipocresía, de creernos mejores que los otros y decimos: “Mira tu pecado…”. Todos nosotros en cambio debemos mirar nuestro pecado, nuestras caídas, nuestros errores y mirar al Señor. Esta es la línea de la salvación: la relación entre el ‘yo’ pecador y el Señor. Si yo me siento justo, esta relación de salvación no se da.
A este punto, un estupor aún mayor se apodera de todos los comensales: “¿Quién es este que perdona también los pecados?”. Jesús no da una respuesta explícita, pero la conversión de la pecadora está delante de los ojos de todos y demuestra que en Él resplandece la potencia de la misericordia de Dios, capaz de transformar los corazones.
La mujer pecadora nos enseña la relación entre la fe, el amor y el reconocimiento. Le fueron perdonados “muchos pecados” y por ésto ama mucho. “En cambio a quien se le perdona poco ama poco”. También el mismo Simón tiene que admitir que ama más quién ha sido perdonado más. Dios ha encerrado a todos en el mismo misterio de misericordia y de este amor, que siempre nos precede, todos nosotros aprendemos a amar. Como recuerda san Pablo: “En Cristo, mediante su sangre tenemos la redención, el perdón de las culpas, de acuerdo a la riqueza de su gracia. É la ha derramado abundantemente sobre nosotros”.
En este texto el término “gracia” es prácticamente sinónimo de misericordia, y viene indicada como “abundante”, o sea más allá de nuestras expectativas, porque actúa el proyecto salvífico de Dios para cada uno de nosotros.
Queridos hermanos y hermanas, indiquemos nuestro reconocimiento por el don de la fe, agradezcamos al Señor por su amor tan grande e inmerecido.
Dejemos que el amor de Cristo se derrame en nosotros: a este amor el discípulo llega y sobre éste se funda; de este amor cada uno se puede nutrir y alimentar. Así como en el amor grato que damos a su vez a nuestros hermanos, en nuestras casas, en la familia, en la sociedad se comunica a todos la misericordia del Señor.
Leer también: El Papa indica su cercanía y oración a los ecuatorianos golpeados por el terremoto
(Traducido por ZENIT)





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El Papa pide a los deportistas que sean un ejemplo para los jóvenes
Redaccion | 20/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Poco antes de la audiencia general en la plaza de San Pedro que se realizó este miércoles, el papa Francisco encontró en el Vaticano a los atletas de la Federación Austríaca de Esquí.
“Cuando pienso a Austria, con sus montañas alpinas me recuerdo de los deportes invernales”, dijo el Pontífice. “El esquí tiene una gran importancia y tradición en vuestro país, y toda la población vive el evento cuando se realizan los torneos ganadores” añadió.
El Papa le subrayó a estos deportistas que ellos se vuelven “modelo especialmente para muchos jóvenes. Pero también figuras de integración, no solamente por los resultados deportivos, sino por las virtudes y valores que el deporte representa: empeño, perseverancia, determinación, justicia, solidaridad, espíritu de equipo”.
“Vuestro ejemplo contribuye a la formación de la sociedad” dijo, y añadió que por ello es necesario “ser siempre mensajeros de la fuerza de unión que tiene el deporte y de la hospitalidad”. Y les pidió que cuando regresen a la riqueza natural del propio país “sean mensajeros de la salvaguardia del ambiente y de la belleza de la creación de Dios”.





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Francisco recuerda la población de Ucrania y pide generosidad en la colecta
Sergio Mora | 20/04/16

(ZENIT – Roma).- El papa Francisco recordó este miércoles durante la audiencia general, que ha promovido una colecta que se realizará el próximo domingo 24 de abril para la población de Ucrania y para la cual pide generosidad. “La población de Ucrania sufre desde hace mucho tiempo las consecuencias de un conflicto armado, olvidado por muchos”, dijo.
Y desde Ucrania llegó la noticia de que el templo de la parroquia católica San José, en Dniepropetrovsk, fue rehabilitado y a su bendición acudieron obispos, sacerdotes y laicos de toda Ucrania. La ceremonia comenzó con una procesión con el Santísimo Sacramento por las calles vecinas que aún hoy siguen llamándose ‘Lenin’ y ‘Marx’, indica esta semana Ayuda a la Iglesia Necesitada, en un comunicado publicado en su web.
El templo fue requisado por los comunistas en 1949 y dividido en dos plantas, en las que entre otras cosas, se alojaban oficinas del partido. El declarado «monumento del comunismo» se mantuvo así hasta 1998, cuando el antiguo templo fue vendido, por lo que cambió varias veces de propietario.
En julio de 2007 varios fieles se reunieron a rezar pacíficamente delante de la antigua iglesia, motivo por el cual fueron amenazados y atacados por la vigilancia privada. Solamente en el 2009 gracias a la constancia de los católicos del lugar fue devuelta. Los trabajos de remodelación se llevaron a cabo con el apoyo de Ayuda a la Iglesia Necesitada.
En Ucrania a pesar del conflicto bélico, cada vez son más las personas que acuden a las iglesias. Para eso es muy importante que las iglesias estén en buenas condiciones, indica la Asociación de derecho pontificio. Y señala que el año pasado AIN aportó en la remodelación o construcción de 173 inmuebles entre los que cuentan templos, capillas, parroquias, conventos, entre otros.





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Chile: condolencias del Episcopado por el fallecimiento del ex-presidente Aylwin
Redaccion | 20/04/16

(ZENIT- Roma).- La Conferencia Episcopal de Chile expresó sus condolencias por el fallecimiento del ex-presidente del país, Patricio Aylwin Azócar, y la cercanía a su familia. Firma el comunicado el cardenal Ricardo Ezzati, y Mons. Cristián Contreras Villarroel presidente y secretario respectivamente del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile.
Los obispos manifiestan en la declaración, que el compromiso de Patricio Aylwin, presidente entre 1990 y 1994, fue clave en la gestación de los necesarios acuerdos para la transición pacífica a la democracia. “En un contexto difícil y complejo don Patricio, contando con la colaboración de amplios sectores ciudadanos, pudo poner en el centro de su administración la dignidad de la persona humana. A él se debe el Informe Rettig que ayudó a establecer la verdad y la justicia para muchísimos chilenos”.
Añade el texto: “Es cierto que todavía hay dolores que nuestra sociedad no ha podido superar. Pero también es necesario reconocer que la voluntad de diálogo que primó en la década del Noventa permitió avances de relevancia, en un clima de amistad cívica que hoy agradecemos”.
“Don Patricio supo entregar a su familia –prosigue la declaración de los obispos– los valores en que siempre creyó, entre ellos su amor a Jesucristo y su identidad creyente”.
Y recuerda que “el Presidente Aylwin luchó incansablemente por una ‘patria justa y buena’ para todos. Hoy, nos anima la certeza de que el Señor recompensará con creces lo que con gran generosidad sembró en esta vida”.
La Diócesis de San Bernardo por su parte, tras manifestar sus condolencias por el fallecimiento del expresidente demócrata cristiano, señaló que hoy miércoles monseñor Juan Ignacio González celebrará en la catedral una misa por su eterno descanso.
En declaraciones en televisión el cardenal Ezzati dijo: “Vengo a rendir homenaje a un gran estadista, que ha hecho tanto en su vida por el bien del país. Hizo de su vida una vocación al servicio del bien común. Yo destaco su coherencia de vida, el esfuerzo por conducir de verdad al país hacia la reconciliación y hacia un camino que fuera de concordia entre todos. Creo que como cristiano ha hecho un aporte significativo a la vida del país haciendo de la política un camino de servicio, de concordia hacia el bien común. Hay que reconocer lo que es, un camino que no es fácil, pero al cual uno ha dedicado su vida y sus convicciones más profundas”.
Texto completo del comunicado





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Recuerdan a las 4 misioneras de Madre Teresa asesinadas en Yemen
Redaccion | 20/04/16

(ZENIT – Roma).- Con una misa celebrada el 16 de abril en la Basílica de la Sagrada Familia en la ciudad de Nairobi, fueron recordadas las cuatro Misioneras de la Caridad asesinadas el 4 de marzo en la ciudad de Aden, en Yemen.
Lo informó la agencia Fides, precisando que una de las religiosas de Madre Teresa que fueron asesinadas, Mary Judith Kanini, de 41 años, era de Kenia. Y añadió que su madre era soltera y formó un hogar con ocho hijas. En el año 2002 la misionera de la caridad comenzó su misión en Yemen, y su última visita a su familia en Kenia se remonta al 2011.
La madre de la misionera asesinada señaló que su hija le había indicado “en Yemen, la vida es difícil y que las hermanas vivían en la casa de ancianos con el miedo constante de sufrir un ataque”.
Las otras tres misioneras asesinadas fueron la hermana. M. Marguerite, de 44 años, la hermana M. Reginette, de 32 años, ambas de Ruanda, y la hermana M. Anselm, de 57 años, natural de Jharkhand, India.
Al menos 16 personas fueron asesinadas en el ataque realizado por los militantes integralistas islámicos a la estructura destinada por las religiosas para ayudar a los ancianos y discapacitados.
Aún no hay noticias del sacerdote salesiano indio Tom Uzhunnalil, que residía en la estructura de las religiosas y que fue secuestrado durante la agresión.





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Cardenal Abril y Castelló: ‘San Pedro Poveda es un referente de misericordia’
Nieves San Martín | 20/04/16

(ZENIT – Roma).- El pasado 12 de abril, en la filmoteca del Palacio de San Carlos, tuvo lugar el estreno en el Vaticano de la película Poveda, proyectada con notable éxito en cines comerciales de toda España, desde el pasado 4 de marzo. El filme, del que se entregó una copia al papa Francisco, en la audiencia general del 13 de abril, es un biopic de san Pedro Poveda, fundador de la Institución Teresiana (IT).
Al final de la proyección, que se inició con unas palabras de la directora de la filmoteca y de la directora general de la IT, el cardenal Santos Abril comentó el filme y agradeció haber asistido a esta ocasión de profundizar en la vida y obra del santo sacerdote linarense, desde el lenguaje cinematográfico.
Afirmó el purpurado que el perfil del santo tiene importantes semejanzas con el del papa Francisco, subrayando las palabras pronunciadas por el mártir español, días antes de su detención y fusilamiento. “Ahora es tiempo de redoblar la oración, de hacer más penitencia, de sufrir mejor; es tiempo de derrochar caridad, de hablar menos, de vivir muy unidos a Jesucristo, de ser muy prudentes, de consolar al prójimo, de alentar a los pusilánimes, de prodigar misericordia, de vivir pendientes de la Providencia, de tener y dar paz, de edificar al prójimo en todo momento”.
Lugar histórico
La filmoteca, fundada por san Juan XXIII, cuenta con 54 puestos que fueron ocupados por invitados de la filmoteca y de la Institución Teresiana: obispos, sacerdotes, representantes de dicasterios y organizaciones de la Iglesia, entre ellos el secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, Guzmán Carriquiry y su esposa, Lídice María Gómez; periodistas de distintos medios vaticanos e italianos, y el gobierno general de la Institución Teresiana, encabezado por la directora general Maite Uribe Bilbao.
Claudia Di Giovanni, directora de la filmoteca señaló en su saludo inicial el significado para esta institución de la proyección de películas como Poveda. Su acogida a esta proyección resultó de lo más cálida y destacó que en los sillones de esta sala se han sentado varios papas, desde que la instituyera en 1956 el papa Rocalli para conservar las películas sobre la vida de la Iglesia.
Maite Uribe explicó que el motivo de presentar el filme en la Santa Sede está motivado en el convencimiento de que “la vida de Poveda es un canto a la misericordia de Dios”, y coincidiendo así con el lema de este Jubileo de la Misericordia, expresó su intención de entregar una copia de la película al santo padre.
Por su parte, Josemaría Muñoz, productor ejecutivo de Goya Producciones, Pablo Moreno, director del filme y de Contracorriente Producciones, y Raúl Escudero, protagonista que encarna con gran veracidad al padre Poveda, dijeron unas palabras.
Santo de misericordia
Al terminar los créditos de la película, el público aplaudió y, como ya se ha dicho, el cardenal Abril, arcipreste de la basílica de Santa María la Mayor, compartió sus impresiones. “Voy a hacer lo posible para recomendar al papa que vea el film –subrayó– porque se verá reflejado en la figura de Poveda”. Hizo hincapié en la dimensión social, la atención a las periferias, su modo de vivir el sacerdocio, y la importancia que san Pedro Poveda dio a la misericordia en momentos muy difíciles. También su preocupación por el protagonismo de las mujeres en la Iglesia y en la sociedad.
Dijo además que la película refleja muy bien el clima social y político de la España de los años 30 del siglo XX. Subrayó que este filme “permite acercarse con fidelidad a su vida”.
El director Pablo Moreno, muy alabado en general por los críticos, salvo alguna pequeña excepción, tiene 32 años, y ya lleva más de diez años dirigiendo películas que han impactado en el público desconocedor de un capítulo importante de la historia de España, como Un Dios prohibido, sobre el asesinato de 51 miembros de la Comunidad Claretiana de Barbastro (Huesca), durante la persecución religiosa que tuvo lugar en España hace 80 años.
Próxima proyección en Italia
Entre los espectadores había críticos de cine, productores y distribuidores, con quienes se han iniciado gestiones para proyectar Poveda en algunos cines de Italia. También se estrenará próximamente en Chile, México y otros países americanos.
Al día siguiente, los equipos técnicos y artísticos de Contracorriente Producciones y de Goya Producciones, así como la directora general y consejo de gobierno de la Institución Teresiana, y representantes del departamento de información de la misma, asistieron a la audiencia general del papa Francisco.
Maite Uribe, en nombre de la Institución Teresiana, informó al pontífice de la existencia de esta película, pudo estrecharle la mano y entregarle la copia del filme, en compañía de Pablo Moreno, Josemaría Muñoz, y los otros asistentes ya citados.
Tanto la troupe de los distintos profesionales del rodaje del filme como los miembros de la Institución presentes, entre los que se encontraba Anna María Donnarumma, en representación de Marina Bressan, directora de la IT de Italia, expresaron su emoción por ver al “humilde” Poveda en este centro de la catolicidad, esta plaza mayor de la Iglesia, en la que se encuentran culturas, etnias, personas de todas las edades, sexo y procedencia.
La cronista por su parte se lo imagina entre el público con aquella sonrisa un poco burlona y alegre, que siempre le caracterizó, diciendo al verse en lugares por los que nunca pisó: bien venga si es para mayor gloria de Dios.





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Terremoto en Ecuador: los obispos promueven una colecta para los damnificados
Redaccion | 20/04/16

(ZENIT – Roma) Los obispos de Ecuador se dirigen al país y piden tener confianza en el Señor “dueño de la naturaleza, para que en su infinita misericordia se compadezca de cuantos hemos sido afectados por este sismo”.

Los socorredores remueven los escombros (Foto presidencia)
Así la Conferencia Episcopal Ecuatoriana promueve una colecta nacional en favor de los damnificados por el terremoto y anuncia los datos bancarios para las donaciones en favor de los damnificados.
A continuación el texto de los obispos:
“Ante el fuerte movimiento telúrico sentido en todo el Ecuador, los fallecimientos de las numerosas personas y los daños materiales ocurridos en diferentes ciudades, los Obispos del Ecuador queremos hacer llegar al pueblo ecuatoriano una palabra de confianza en el Señor, dueño de la naturaleza, para que en su infinita misericordia se compadezca de cuantos hemos sido afectados por este sismo.
En este sentido, nuestro pensamiento va de modo especial por nuestros hermanos de las provincias de Manabi y Esmeraldas, que hasta ahora parecen ser los más afectados, e invitamos a todos a unirse a una colecta nacional en favor de los damnificados con el fin de socorrerles en sus necesidades más inmediatas.
Pueden hacer su contribución a la Cuenta Corriente del Banco del Pichincha Número 3085358804 a nombre de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, RUC 1790100219001.
Que María, Reina de todo lo creado, nos ayude a confiar más en Dios Providente y Señor de la naturaleza”.
DATOS PARA REALIZAR DONACIONES DESDE CUALQUIER PARTE DEL MUNDO
Leer también: Fallecen en el terremoto seis religiosas del Hogar de la Madre





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Los divorciados no están excluidos
Felipe Arizmendi Esquivel | 20/04/16

VER
El Papa Francisco, después de amplias consultas, nos ha ofrecido un trascendente documento sobre El amor en la familia. Nos introduce en el plan de Dios sobre la familia, exponiendo con sencillez la profundidad de las Sagradas Escrituras. Nos describe, en el capítulo cuarto, la hermosura del amor. Es un capítulo extraordinario, que todos deberíamos meditar y vivir. Lo recomiendo ampliamente. ¡Cuánto cambiaría la vida, si supiéramos amar en verdad!
Sin embargo, la pregunta que todo mundo se hace, después de los dos Sínodos mundiales de Obispos sobre el tema, y tomando en cuenta la apertura misericordiosa del Papa Francisco, es qué actitud se ha de tener hacia las personas que, habiendo sido casadas válidamente por la Iglesia, se separaron y forman una nueva pareja.
En un próximo artículo, abordaré el asunto de si pueden recibir la comunión eucarística; ahora me limito a resaltar la actitud que el Papa recomienda ante estos casos.
PENSAR
“Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio. No me refiero sólo a los divorciados en nueva unión, sino a todos, en cualquier situación en que se encuentren… Compete a la Iglesia revelarles la divina pedagogía de la gracia en sus vidas y ayudarles a alcanzar la plenitud del designio que Dios tiene para ellos, siempre posible con la fuerza del Espíritu Santo” (297).

“Los divorciados en nueva unión pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas, sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral. Existe el caso de una segunda unión consolidada en el tiempo, con nuevos hijos, con probada fidelidad, entrega generosa, compromiso cristiano, conocimiento de la irregularidad de su situación y gran dificultad para volver atrás sin sentir en conciencia que se cae en nuevas culpas. La Iglesia reconoce situaciones en que cuando el hombre y la mujer, por motivos serios, —como, por ejemplo, la educación de los hijos— no pueden cumplir la obligación de la separación. También está el caso de los que han hecho grandes esfuerzos para salvar el primer matrimonio y sufrieron un abandono injusto, o el de los que han contraído una segunda unión en vista a la educación de los hijos, y a veces están subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido. Pero otra cosa es una nueva unión que viene de un reciente divorcio, con todas las consecuencias de sufrimiento y de confusión que afectan a los hijos y a familias enteras, o la situación de alguien que reiteradamente ha fallado a sus compromisos familiares. Debe quedar claro que este no es el ideal que el Evangelio propone para el matrimonio y la familia” (298).
“Los bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar civilmente deben ser más integrados en la comunidad cristiana en las diversas formas posibles, evitando cualquier ocasión de escándalo. La lógica de la integración es la clave de su acompañamiento pastoral, para que no sólo sepan que pertenecen al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, sino que puedan tener una experiencia feliz y fecunda. Son bautizados, son hermanos y hermanas; el Espíritu Santo derrama en ellos dones y carismas para el bien de todos. Su participación puede expresarse en diferentes servicios eclesiales: es necesario, por ello, discernir cuáles de las diversas formas de exclusión actualmente practicadas en el ámbito litúrgico, pastoral, educativo e institucional, pueden ser superadas. Ellos no sólo no tienen que sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia, sintiéndola como una madre que les acoge siempre, los cuida con afecto y los anima en el camino de la vida y del Evangelio. Esta integración es también necesaria para el cuidado y la educación cristiana de sus hijos, que deben ser considerados los más importantes” (299).
ACTUAR
El amor y la misericordia son actitudes divinas. No condenemos, sino que seamos misericordiosos con los divorciados vueltos a casar.





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San Conrado (Juan Evangelista) Birndorfer de Parzham – 21 de abril
Isabel Orellana Vilches | 20/04/16

(ZENIT – Roma).- El testimonio de vida de este humilde capuchino nuevamente pone de relieve que la santidad se alcanza en cualquier misión por sencilla que sea. El dintel del convento y la campanilla que avisaba de la presencia de alguien era el escenario cotidiano de Conrado. Ante todo recién llegado al claustro de la ciudad bávara de Altötting con su cálida sonrisa y sencillez dibujaba seductoras expectativas aventurando las bendiciones que podían derramarse sobre ellos en el religioso recinto. Para un santo las contrariedades son vehículos de insólita potencia que le conducen a la unión con la Santísima Trinidad. Él sobrenaturalizó lo ordinario en circunstancias hostiles. Y conquistó la santidad. No hicieron falta levitaciones, milagros, ni hechos extraordinarios, sino el escrupuloso cumplimiento diario de su labor realizada por amor a Cristo. En la portería que tuvo a su cargo durante más de cuatro décadas no olvidó que franqueaba el acceso a su divino Hermano, especialmente cuando los pobres llegaban a él y les atendía con ejemplar caridad. Con virtudes como la amabilidad, caridad y paciencia, fruto de su recogimiento, forjaba su eterna corona en el cielo, aunque ni sus propios hermanos de comunidad podían sospecharlo.
Nació en Venushof, Parzham, Alemania, el 22 de diciembre de 1818 en el seno de una acomodada familia de labradores que tuvieron diez hijos, de los cuales fue el penúltimo. Estos generosos progenitores, con sus prácticas piadosas diarias realizadas en familia, le enseñaron a amar a Cristo, a María y a conocer la Biblia. No era extraño que con ese caldo de cultivo siendo niño le agradase tanto orar y sentirse feliz al hablar de Dios. Su madre advertía en el pequeño una chispa especial cuando narraban las historias sagradas, y le preguntaba: «Juan, ¿quieres amar a Dios?». La respuesta no se hacía esperar: «Mamá, enséñeme usted cómo debo amarle con todas mis fuerzas». Creció aborreciendo las blasfemias y el pecado. Poco a poco se vislumbraba su amor por la oración. A esta edad fue manifiesta su inclinación por el espíritu franciscano. A los 14 años perdió a sus padres y se convirtió en punto de referencia para sus hermanos. Todos siguieron ejercitando las prácticas que ellos les enseñaron. Juan, en particular, aprovechaba la noche para rezar y realizar penitencias que muchas veces solían durar hasta el alba.
En 1837 inició su formación con los benedictinos de Metten, Deggendorf. Pero se ve que lo suyo no era el estudio. En una visita que efectuó al santuario de Altötting tuvo la impresión de que María le invitaba a quedarse allí. Sin embargo, en 1841 se vinculó a la Orden Tercera de Penitencia (Orden franciscana seglar). Dios le puso otras cotas que no supo interpretar y las expuso a un confesor después de haber orado ante la Virgen de Altötting. El sacerdote le dijo: «Dios te quiere capuchino». Repartió sus cuantiosos bienes entre los pobres y la parroquia para ingresar en el convento de Laufen en 1851. Tenía 33 años. Allí tomo el nombre de Conrado.
Su noviciado estuvo plagado de pruebas y públicas humillaciones que, pese a ser de indudable dureza, aún le parecían nimias para lo que juzgaba merecía: «¿Qué pensabas? –se decía–, ¿creías que ibas a recibir caricias como los niños?». En esos días escribió esta nota: «Adquiriré la costumbre de estar siempre en la presencia de Dios. Observaré riguroso silencio en cuanto me sea posible. Así me preservaré de muchos defectos, para entretenerme mejor en coloquios con mi Dios». Tras la profesión fue destinado a la portería del convento de Santa Ana de Altötting, noticia que le llenó de alegría. Era un lugar donde la afluencia de peregrinos exigía la atención de una persona exquisita como él. En aquel pequeño reducto se santificó durante cuarenta y tres años, viviendo el recogimiento en medio de la algarabía creada por el constante ajetreo de los peregrinos. «Estoy siempre feliz y contento en Dios. Acojo con gratitud todo lo que viene del amado Padre celestial, bien sean penas o alegrías. Él conoce muy bien lo que es mejor para nosotros […]. Me esfuerzo en amarlo mucho. ¡Ah!, este es muy frecuentemente mi único desasosiego, que yo lo ame tan poco. Sí, quisiera ser precisamente un serafín de amor, quisiera invitar a todas las criaturas a que me ayuden a amar a mi Dios».
Un día advirtió una celdilla casi oculta debajo de la escalera. Tenía una pequeña ventana que daba a la Iglesia. Y su corazón palpitó de gozo: ¡desde allí podía ver el Sagrario! Era un lugar oscuro y reducido. A fuerza de insistencia consiguió que le dejaran habitarla y en esa morada siguió cultivando su amor a Cristo crucificado y a María. Ayudaba a la sacristía y en las primeras misas oficiadas en el santuario. Sus superiores le autorizaron a comulgar diariamente, algo excepcional en esa época. Nadie le oyó quejarse ni lamentarse. Trataba con auténtica caridad a todos, especialmente a las personas que intentaban incomodarle y socavar su admirable y heroica paciencia. Nunca perdió la mansedumbre. «La Cruz es mi libro, una mirada a ella me enseña cómo debo actuar en cada circunstancia». Fue un gran apóstol en la portería, el hombre del silencio evangélico: «Esforcémonos mucho en llevar una vida verdaderamente íntima y escondida en Dios, porque es algo muy hermoso detenerse con el buen Dios: si nosotros estamos verdaderamente recogidos, nada nos será obstáculo, incluso en medio de las ocupaciones que nuestra vocación conlleva; y amaremos mucho el silencio porque un alma que habla mucho no llegará jamás a una vida verdaderamente interior».
Logró convertir a personas de baja calaña, hombres y mujeres, que después se entregaron a Dios en la vida religiosa. En sus apuntes espirituales se lee: «Mi vida consiste en amar y padecer […]. El amor no conoce límites». Sintiéndose morir, tocó la puerta del padre guardián diciéndole: «Padre, ya no puedo más». Tres días más tarde, el 21 de abril de 1894, falleció. Pío XI lo beatificó el 15 de junio de 1930, y lo canonizó el 20 de mayo de 1934.





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Santa Inés de Montepulciano – 20 de Abril
Isabel Orellana Vilches | 19/04/16

(ZENIT – Madrid).- San Raimundo de Capua, biógrafo de Catalina de Siena, es una de las fuentes principales para conocer a esta santa. Ella no ocultó su impresión al conocer los hechos extraordinarios que Dios hizo por medio de Inés, y la profundísima vida de piedad y penitencia que jalonó su existencia. En su Diálogo escribió Catalina: «La dulce virgen santa Inés, que desde la niñez hasta el fin de su vida me sirvió con humildad y firme esperanza sin preocuparse de sí misma». En Inés fueron palpables los signos de la sencillez e inocencia evangélica, muestra de que un niño no tiene doblez y de que su apertura a los más altos ideales obedece a un patrimonio legado por el Padre celestial, al que jamás se cierra; siempre está presto a manifestarse a poco que se estimule y acompañe en el camino de la fe. Si todavía hay alguien que piense que el rigor y la comprensión de una alta vida espiritual es impropia de esa edad, debería desterrar la idea.
Nació Inés Segni el 28 de enero de 1268 en Gracciano Vecchio, pequeña localidad cercana a Montepulciano, Italia. Su familia, poseedora de excelentes recursos económicos, abrazaba el credo que ella heredó, complaciéndose en el rezo de las oraciones que le enseñaron, especialmente el Padrenuestro y el Avemaría. Los recitaba en distintos momentos del día priorizando este fervoroso gesto sobre los juegos infantiles que retomaba después de haber orado devotamente. Muy niña se fijó en el tosco hábito, un «sacco», que llevaban las religiosas de su ciudad natal. Le sedujeron, porque a su corta edad ya experimentaba particular tendencia a lo espiritual. Y a los 9 años ingresó en la comunidad. Tuvo la fortuna de que sus padres se lo permitieran al ver la madurez con la que expuso su anhelo, y de ser acogida y formada por ellas.
A los 12 años Inés eran tan capaz y tan virtuosa que pusieron en sus manos la administración de los bienes del monasterio. Y a los 15 fue enviada a Procena en respuesta a una demanda efectuada por las personas que tenían a su cargo el castillo de Montepulciano que solicitaban la presencia de las monjas allí. Para asumir el oficio de abadesa tuvo que ser dispensada por el papa Martín IV. El hecho de ser elegida para esta misión siendo tan joven da idea de su talla humana y espiritual. La clave de su vida era la oración continua. El trato familiar con las Personas Divinas y su devoción por la Virgen María cincelaban su espíritu con los signos indelebles de un amor que iba transfigurándola en Cristo. Era amable, humilde, sencilla, bondadosa, abnegada, con gran visión de gobierno, y mostraba en toda circunstancia paz y alegría. Al encarnar las virtudes evangélicas todo lo que decía era creíble.
Junto a Margarita, que fue su formadora, fundó otro monasterio en Montepulciano a petición de un grupo de caballeros. A sus 18 años el obispo la designó superiora del mismo. Permaneció en ese cargo veintidós años. En este nuevo convento, con su ilimitada entrega, llena de confianza en Dios, el rigor en el cumplimiento de la regla, su oración y pasión por la Eucaristía, siguió arrebatando la gracia de muchísimas vocaciones. Tuvo también preocupaciones y disgustos. En dos ocasiones viajó a Roma. Una de ellas con objeto de cercenar de raíz la ambición y afanes de poder internos. Por si fuera poco, su úlcera de estómago y habituales infecciones intestinales no le dieron excesiva tregua desde 1304, aunque ella mostraba extraordinaria fortaleza de manera incesante soportándolas con paciencia.
Las noticias de su excelsa forma de vida y de la bondad que regía el monasterio que se hallaba bajo su responsabilidad fue origen de una tercera fundación que requirieron pusiese en marcha en Montepulciano, erigida con la aprobación del pontífice. Años atrás, la Virgen le había encomendado esta obra sellada con el signo de tres piedras que entregó a la religiosa. Vio en la oración que dicha obra debía ser destinada a la juventud y, con la contribución económica de amigos, familiares y vecinos, abrió el convento en 1306 en ese monte en cuyas laderas moraban mujeres de vida descarriada. Eligió la regla a seguir después de tener una visión en la que se le presentaron tres santos: Agustín, Domingo y Francisco. Iban navegando en un barco y la invitaron a subir. En medio de la sobrenatural conversación, Domingo vaticinó: «Subirá a mi nave, pues así lo ha dispuesto Dios». Y el espíritu dominicano fue adoptado por ella y sus hermanas.
Adornada con diversos carismas, el de milagros y éxtasis, entre otros, que comenzaron a manifestarse en su infancia, recibía también mensajes extraordinarios. En una de estas visiones, narrada por san Raimundo, la Virgen depositó al Niño Jesús en sus brazos, y parece ser que antes de entregárselo de nuevo a María, le quitó la cruz que portaba en el cuello y la conservó. En otra ocasión, tras haber contemplado el gozo del paraíso con la Virgen y los santos que entonaban Vernans Rosa (floreciendo la rosa), apareció una rosa en el lugar donde había estado hincada de rodillas.
En 1316 por sugerencia de las religiosas aceptó recibir tratamiento para sus enfermedades en las termas de Chianciano. Allí siguieron obrándose prodigios. Empeoró y regresó a Montepulciano. Los últimos meses de vida los pasó animando y confortando espiritualmente a sus hermanas. Quienes la acompañaban en los postreros instantes no podían evitar la emoción. Pero Inés las consoló, diciéndoles: «Si en verdad me aman, alégrense de que voy al Padre Dios a recibir su herencia eterna. No se afanen, que desde la eternidad las encomendaré siempre». Falleció el 20 de abril de 1317. Catalina de Siena, que la denominó «madre gloriosa», acudió a venerar sus restos treinta años más tarde. El cuerpo se hallaba (y se encuentra) incorrupto. Según relató san Raimundo, cuando Catalina hizo ademán de arrodillarse, uno de los pies de Inés cobró vida y se puso a su alcance, hecho milagroso que fue contemplado por los que se encontraban allí. Clemente VIII beatificó a Inés en 1608. Benedicto XIII la canonizó el 10 de diciembre de 1726.