La casa común, que es el hogar de lo humano y para lo humano, está amenaza. Pero el problema ecológico, que hace referencia etimológica a esa “casa”, radica en el corazón del hombre. Y en la primacía. Existen pobres porque Dios no tiene la primacía en la historia, en nuestras vidas. El clamor de los pobres es un grito que reivindica la primacía de Dios.

¿Qué relación existe entre los síntomas de agotamiento que sufre la tierra y la conversión personal, social, integral? ¿Qué relación existe en la creencia en que la ciencia y la tecnología resolverán el problema ecológico y nuestra pretensión de seguir consumiendo, de mantener los hábitos del tener en nuestra vida? ¿Es la ecología un tema de moda, políticamente correcto, con el que la Iglesia quiere hacerse compatible en el espacio público, en la opinión pública, y ser aceptada y no rechazada? ¿Qué mundo queremos; qué mundo queremos dejar a nuestros hijos?

Preguntas y más preguntas con respuestas y más respuestas. La clave: el libro “Loado seas, mi Señor. Comentario a la Encíclica Lautao si´ del Papa Francisco”, editado por la BAC y que tiene a un editor de lujo, el sacerdote español y Observador Permanente de la Santa Sede en la FAO, PAM e IFAD.

En el prólogo del libro, el cardenal Ricardo Blázquez insiste en que “la encíclica del Santo Padre nos habla de una ecología integral: no podemos separar al hombre de la naturaleza, de Dios y de las demás personas. Estas son cuatro realidades que tienen que estar estrechamente conectadas. Hemos recibido un mundo, vivimos con otras personas y somos solidarios con las personas que van llegando a este mundo, y, en fin, ninguna de estas dimensiones puede alcanzar su pleno significado al mar- gen de Dios, al margen de su apertura trascendente”.

Nos encontramos con un libro interdisciplinar, que se publica a cierta distancia temporal de la Encíclica, por eso de tener perspectiva para el análisis de sus repercusiones, y que cuenta con algunas contribuciones significativas, como las de los cardenales Peter K. A. Turkson, Presidente del Pontificio Consejo “Justicia y Paz”, Gerhard Ludwig Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Jean-Louis Tauran, Presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, y Beniamino Stella, Prefecto de la Congregación para el Clero.

Como punta el Presidente de la Conferencia Episcopal, “todas ellas nos ayudan a descubrir la frescura y la novedad de esta encíclica y nos animan a leerla y meditarla como una llamada a la esperanza, como un aliento a contribuir sin dilación para hacer de nuestro planeta un hogar habitable y acogedor, sin el grito desgarrado de una tierra herida, ni de unos pobres que claman por los sufrimientos que reciben en un mundo sediento de un porvenir digno del hombre, más en consonancia con el bello proyecto que Dios pensó al alba de la creación.”