Servicio diario - 24 de enero de 2016


 

El Papa en el ángelus: ofrecer el Evangelio a los pobres no sea asistencia ni política

Texto completo. El Papa Invita a anunciar el evangelio con la palabra y antes aún con el testimonio. Esta es la primera tarea de la comunidad cristiana

El papa Francisco se dirigió en este frío domingo del invierno europeo, a los miles de fieles que se reunieron en la Plaza de San Pedro. Desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano, al medio día rezó el ángelus y les dirigió las palabras de a aquí reportamos.

«Queridos hermanos y hermanas.

En el evangelio de hoy el evangelista Lucas antes de presentar el discurso programático de Jesús de Nazaret, resume brevemente las actividades evangelizadoras. Es una actividad que Él cumple con la potencia del Espíritu Santo: su palabra es original, porque revela el sentido de las Escrituras. Es una palabra que tiene autoridad, porque ordena, incluso a los espíritus impuros y estos le obedecen.

Jesús es diverso de los maestros de su tiempo, por ejemplo Jesús no ha abierto una escuela para estudiar la Ley, sino que sale para predicar y enseñar por todas partes: en las sinagogas, por las calles, en las casas, siempre andando. Jesús también es distinto de Juan Bautista, quien proclama el juicio inminente de Dios, mientras que Jesús anuncia su perdón de Padre.

Y ahora entremos también nosotros, imaginémonos que entramos en la sinagoga de Nazaret, el pueblo donde Jesús creció hasta aproximadamente sus 30 años. Lo que allí sucede es un hecho importante que delínea la misión de Jesús. El se levanta para leer la Sagrada Escritura abre el pergamino del profeta Isaías, el pasaje en donde está escrito: ‘El espíritu del Señor está sobre mi; por esto me ha consagrado con la unción y me ha mandado a llevar a los pobres el anuncio de alegría’. Después, tras un momento de silencio lleno de espera por todos, dice en medio del estupor general: ‘Hoy se ha cumplido estar escritura que ustedes han escuchado’.

Evangelizar a los pobres es esta la misión de Jesús, como Él dice; esta es también la misión de la Iglesia y de cada bautizado en la iglesia. Ser cristiano y ser misionero es la misma cosa. Anunciar el evangelio con la palabra, y antes aún con la vida es la finalidad principal de la comunidad cristiana y de cada uno de sus miembros. Se nota aquí que Jesús dirige la buena noticas a todos sin excluir a nadie. Mas aún, privilegia a los más lejanos, a quienes sufren, a los enfermos y a los descartados por la sociedad.

Pero hagámonos una pregunta: ¿Qué significa evangelizar a los pobres? Significa acercarlos servirlos, tener la alegría de servirlos, liberarlos de su opresión, y todo esto en el nombre y con el espíritu de Cristo, porque es Él el evangelio de Dios, es Él la misericordia de Dios, es Él la liberación de Dios, es Él que se ha hecho pobre para enriquecernos con su pobreza.

El texto de Isaías, reforzado por pequeñas adaptaciones introducidas por Jesús, indica que el anuncio mesiánico del reino de Dios que vino en medio de nosotros se dije de manera preferencial a los marginados, a los prisioneros y a los oprimidos.

Probablemente en el tiempo de Jesús estas personas no estaban en el centro de la comunidad de los fieles. Y podemos preguntamos hoy, en nuestras comunidades parroquiales, en las asociaciones en los movimientos, ¿somos fieles al proyecto, al programa de Cristo.

Atención no se trata de hacer asistencia social, menos aún de hacer actividad política, Se trata de ofrecer la fuerza del Evangelio de Dios que convierte los corazones, sana a las heridas, transforma las relaciones humanas y sociales, de acuerdo a la lógica del amor. Los pobres de hecho están en el centro del evangelio.

La Virgen María madre de los evangelizadores nos ayude a sentir fuertemente hambre y sede del evangelio que existe en el mundo. Especialmente en el corazón y en la carne de los pobres. Y obtenga para cada uno de nosotros y a cada comunidad cristiana poder dar testimonio concretamente de la misericordia. la gran misericordia que Cristo nos ha donado».

Después de rezar la oración del Ángelus, saludó a los presentes:

«Queridos hermanos y hermanas. Saludo a cariño a todos los presentes, que han llegado desde diversas parroquias de otros países, así como a las asociaciones y familias. En particular saludo a los estudiantes de Zafra y a los fieles de Cervelló, ellos son españoles; a los participantes al congreso promovido por la ‘Comunidad mundial para la meditación cristiana’ y a los grupos de fieles que llegaron desde la arquidiócesis de Bari- Birtonto, de Tarcento, Marostica, Prato, Abbiategrasso y Pero-Cerchiate».

Al concluir el Santo padre les deseó a todos que tengan un buen domingo y “buon pranzo”. Y les pidió: “Y por favor no se olviden de rezar por mí”, y saludó “¡Arrivederci!”.

(Traducido desde el audio por ZENIT)

 

La ‘Primavera Árabe’ cumple cinco años

Tras un gobierno islámico que reprimía las libertades y a las minorías religiosas volvió un régimen militar autoritario
El padre Rafic Greiche, vocero de la Iglesia católica egipcia declaró esta semana a Asia News que “luego de cinco años, aún experimentamos muchas turbulencias, libertad y justicia no son implementadas todavía a fondo”.

El sacerdote explica que “el país camina muy lentamente, los problemas siguen estando, y los líderes actuales deberán hacer un gran esfuerzo para reparar el daño causado por los Hermanos Musulmanes, que han dejado una nación en crisis”. Por otro lado, la realidad de las naciones cercanas, como Siria, Libia y Sudán, “no ayuda a nuestra recuperación”.

El portavoz de la Iglesia egipcia confirma que la economía es el principal problema junto a la presencia de grupos extremistas: Estado islámico, Al-Qaeda, la Hermandad. Por todo ello “el turismo está todavía muy debilitado” y el desempleo, especialmente entre los jóvenes, es alto.

“La mayor libertad -añade el padre Rafic- que gozan los cristianos, las minorías y la participación de las mujeres, son pequeños signos de cambio que confirman el proceso de crecimiento y transformación emprendida por el país”.

Este lunes, aniversario de la revuelta, ninguna formación política anunció manifestaciones, excepto los Hermanos Musulmanes. Las fuerzas del orden han reforzado la vigilancia, en particular en la plaza Tahrir, centro de las protestas de 2011, la cual está aislada.

Tras la renuncia de Mubarak, los Hermanos Musulmanes ganaron las elecciones legislativas marcadas por un 53 por ciento de abstención y denuncias de fraude. Así Mohamed Mursi, se conviritió en junio de 2012 en el primer presidente electo democráticamente en el país comprometiéndose a formar un gobierno abierto a todas las tendencias políticas.

En cambio impuso una dictadura favorable únicamente a la Hermandad Musulmana, con persecución a los cristianos y la Charía o ley islámica se volvió en referencia legal de numerosos tribunales.

En julio de 2013 todos los partidos políticos excepto la Hermandad Musulmana, pidieron al Ejército que derrocara el régimen de Morsi, y luchara por la neutralidad del Estado. Se registraron además

protestas masivas, que con una afluencia de unos 30 millones de personas en todo el país. En la noche del 3 de julio de 2013, se produce el golpe militar que poniendo en el poder al general Abdel Fattah al-Sisi que inició la represión contra los Hermanos Musulmanes.

Al-Sisi durante una visita realizada el 5 de enero pasado a la catedral ortodoxa copta de San Marco, en El Cairo, en ocasión de la Navidad ortodoxa, dirigiéndose al patriarca Teodoro II de Alejandría, se comprometió a reconstruir la docena de iglesias coptas que fueron quemadas bajo el gobierno de la Hermandad Musulmana. Y recordó que “Dios nos hizo diferentes en materia de religión, de costumbres, de color, de lengua, de hábitos y nadie puede meternos en un molde”.

La represión contra la Hermanadad Musulmana, que extendió paulatinamente a otros movimientos opositores.

 

Beato Manuel Domingo y Sol – 25 de enero

«Este santo apóstol de las vocaciones, como lo denominó Pablo VI, amó profundamente su vocación sacerdotal y tuteló la de los seminaristas. Es el fundador de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos»

Hoy la Iglesia celebra la conversión de san Pablo apóstol, y entre otros, la vida de este beato.

Es impagable la labor de tantos sacerdotes diocesanos que han nutrido con su oración ante el sagrario (y continúan haciéndolo) la vocación que recibieron encaminada a llevar la fe al corazón de las gentes sencillas, a veces en lugares apartados e inhóspitos, multiplicando el tiempo para atender a varias parroquias y estar presente en los momentos de gozo y de duelo de los fieles. Son albaceas de hermosos sueños y han sido capaces de transitar por las frías veredas de la desidia ajena sin dejarse atrapar por el sentimiento de fracaso. Con su admirable tesón y sacrificio han cosechado numerosos frutos apostólicos a lo largo de los siglos. Manuel, considerado por Pablo VI «santo apóstol de las vocaciones», fue uno de ellos.

Vino al mundo el 1 de abril de 1836 en Tortosa, Tarragona, España. Y creció amando profundamente el sacerdocio en el que veía un campo fecundo de grandes proporciones evangelizadoras. En plena adolescencia ingresó en el seminario, y en 1862 comenzaba a dar rienda a sus anhelos en una modesta población, La Aldea, perteneciente a la demarcación de Tortosa, un destino en el que permaneció un año hasta que tomó posesión de la parroquia de Santiago de esta ciudad en la que había nacido. Combinó su misión pastoral con la atención espiritual a religiosas y la docencia en el Instituto. Entre las obras que emprendió a lo largo de 13 años se hallan tres conventos de clausura para religiosas, un centro juvenil y la fundación de la revista católica dirigida a este colectivo El Congregante, pionera en España. Pero la honda impresión de que podía hacer mucho más le acompañaba y portando este sentimiento en lo más recóndito de su ser, afán que ponía a los pies de Cristo en su oración, un día halló la respuesta.

¡Cuántos seminaristas han malvivido y sufrido carencias de distinto calado para materializar su vocación! En febrero de 1873 Manuel se encontró con un grupo de generosos jóvenes que actuaron en conformidad con el Evangelio despojándose de todo con auténtica fruición para obtener la perla preciosa, fieles al llamamiento de Cristo. El eslabón de este importantísimo hallazgo, de suma trascendencia en su vida, fue el seminarista Ramón Valero, quien informó al beato de la existencia de otros compañeros que se hallaban en su misma situación. Impresiona la grandeza de corazón de este colectivo aspirante al sacerdocio que sobrevivía casi clandestinamente en Tortosa, sin lugar donde guarecerse de forma digna, por haber sido destruido el seminario durante la guerra de 1868, y no tenían más comida que la que obtenían de la caridad ajena o de la que se procuraban en el basurero, ni más luz que una simple vela. Entre tantas necesidades incluían la falta de formadores.

Manuel se puso manos a la obra y en septiembre de ese mismo año ya contaba con un grupo de 24 seminaristas que habían vivido en precarias condiciones y tres años más tarde se había engrosado el número llegando casi al centenar. A este primer centro que denominó «Casa de san José» siguió en 1878 el «Colegio de san José para vocaciones sacerdotales», cuya apertura tuvo lugar en 1879 y en el que se alojaron 300 seminaristas que habían conocido en carne propia la indigencia. A ellos había que sumar otro centenar que tenía acogidos en el palacio de San Rufo.

Pero el horizonte de un apóstol es inmenso, su fe no tiene fronteras, y su oración insistente ante Dios para conocer su voluntad, termina por recibir respuestas. El 29 de enero de 1883, después de oficiar la Santa Misa, tuvo una honda impresión que pocos días más tarde emergió con claridad y dio lugar a la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos que se centrarían en la formación de los seminaristas. Desde el primer momento, el espíritu que animó a los sacerdotes que inicialmente se unieron a esta labor era la Reparación al Corazón de Jesús, toda vez que Manuel tenía gran devoción por la Eucaristía que había convertido en el centro de su vida y quehacer apostólico. «Si descendiéramos al fondo, al manantial de los sentimientos de nuestra espiritualidad, tal vez encontraríamos lo que no habíamos reparado ni discurrido: que el origen de nuestro deseo por el bien y promoción de las vocaciones sacerdotales, de que Dios tenga muchos y buenos sacerdotes, ha sido nuestro instintivo amor a Jesús eucarístico», solía decir.

La profunda sensibilidad del beato revertió en los seminaristas que comenzaron a recibir una formación integral extraordinaria. Abarcaba todas las facetas: humanas, espirituales, intelectuales, pastorales, etc., una manera de proceder que signó la tarea de los Sacerdotes Operarios. Manuel vio con inmensa alegría cómo brotaban las vocaciones y llovían las demandas de prelados de distintas diócesis para contar con la inestimable ayuda de la Hermandad.

Siempre con el sello del amor a Jesús Eucaristía recordaba: «Una de las cosas que nos avergonzarían en el cielo, si pudiese haber confusión, sería el pensar que le hemos tenido en la tierra, y no nos absorbió toda la vida, todo nuestro corazón». Y con este espíritu siguió trabajando por el reino de Dios sin desfallecer, con la convicción de que entre sus manos tenían la delicadísima tarea de formar sacerdotes revestidos por la auténtica y genuina entrega evangélica: «la formación de los sacerdotes es lo que podríamos decir ‘la llave de la cosecha’ en todos los campos de la gloria de Dios. Nosotros, más que apóstoles parciales, hemos de ser moldeadores y formadores de apóstoles». Entre sus grandes sueños alimentó la idea de erigir templos de Reparación en todas las diócesis. Uno de los dos construídos, a instancias suyas, fue el de Tortosa, y en él se custodian sus restos. Murió el 25 de enero de 1909. Juan Pablo II lo beatificó el 29 de marzo de 1987.