Luis Badilla Morales, una especie de enciclopedia viviente, es directo de la web Il Sismografo, que se mueve con naturaleza al hablar de pontificados, documentos del magisterio, viajes y dinámicas políticas. Su portal internet --fundado en 2009, en respuesta a un ‘llamamiento’ de Benedicto XVI-- recoge cada día artículos procedentes de más de 7 mil webs de prensa digital, ofreciendo un dossier de prensa cuidado y muy actualizado sobre todo lo que tiene que ver con el Vaticano y la Iglesia en el mundo. Como observador de ‘hechos vaticanos’ y chileno, su testimonio se hace valioso para analizar la reciente visita de Francisco en Sudamérica, pero también los próximos desafíos como el viaje a Cuba y Estados Unidos, el Sínodo, la relación con los medios y la política ‘geo-eclesial’ de Bergoglio.
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¿Si quisiéramos
definir en tres palabras los ocho días de viaje de Francisco
en América Latina, cuáles utilizaríamos?
-- Luis Badilla: Dignidad, cambio y solidaridad. Si se
analizaran los textos del Santo Padre, el mensaje que ha
dejado a las iglesias locales, en síntesis, es el deber de
"acompañar a estos pueblos en el cambio, porque está en juego
la dignidad de las personas. Y esto se puede hacer solo si
entre las partes hay colaboraciones y solidaridad”.
Ha sido
significativa la elección de visitar estos tres países, no
centrales en la geopolítica mundial. Una vez más la opción por
las periferias…
-- -- Luis Badilla: Yo he definido lo de Bergoglio en
Sudamérica un “viaje del alma”. Viaje --y lo confirman también
fuentes cercanas a él-- que es un viejo proyecto suyo desde la
elección a la Cátedra de Pedro y que se conecta con la
experiencia en Buenos Aires, como provincial de los jesuitas,
cuando estableció muchas relaciones sociales y humanas con los
hermanos de esos países, mandaba gente a estudiar a Ecuador,
Bolivia y Paraguay, o tomaba jesuitas ya ordenados y los
llevaba a Buenos Aires.
El Papa, además, quiso identificar las periferias más débiles
de América Latina, que ya de por sí es una gran “periferia”. Y
ha elegido este extraño pasillo que va del Pacífico al
Atlántico precisamente porque cree que es “la periferia de las
periferias”: países débiles, aplastados tanto como pueblos que
como iglesias, al norte de Argentina y de Chile, al sur de
Brasil, Venezuela y Colombia. Ha aplicado el mismo esquema
utilizado en Europa donde visitó en primer lugar Bosnia y
Albania, en línea con sus elecciones geo-eclesiales. Porque el
Papa tiene una política geo-eclesial: utiliza los viajes, el
“magisterio itinerante” como parte del magisterio pontificio.
En las tres etapas hemos podido observar un Papa
sereno, que casi ha tomado ‘una bocanada de aire’ de ciertas
fronteras ‘romanas’, haciendo emerger su verdadera alma.
Especialmente en Paraguay sin la sombra de dos fuertes como
Correa y Morales… ¿Qué opina?
-- -- Luis Badilla: Es verdad, hay muchas razones. Cito solo
dos. La primera es que sentía en ‘su casa’, un retorno entre
su gente, su cultura, su historia. Y esto se ha visto también
físicamente: no sintió el cansancio, no descansó en la
Nunciatura sino que continuaba encontrando gente…
La segunda razón es el hecho de que el Papa se haya podido
expresar en su lengua, un aspecto fundamental para hacerse
entender bien. Porque la lengua no es un conjunto de sonidos,
es una estructura de pensamiento: quien habla alemán piensa
alemán, quien habla italiano piensa italiano. Francisco ha
podido dar el máximo en su propia lengua. Y nosotros hemos
admirado un Papa que ha explicado infinitamente mejor qué es
su magisterio. Muchas cosas que parecen un poco crípticas,
poco claras, las tenemos todas ahora sobre la mesa.
¿Cree que el papa Francisco tendrá la
misma actitud ‘relajada’ en el viaje de septiembre a Cuba y
Estados Unidos?
-- -- Luis Badilla: Ciertamente, porque el viaje a Sudamérica
es la primera parte de un periplo americano. Aún no podemos
descifrar completamente el magisterio del papa Francisco hasta
que no llegue esta ‘segunda parte’ a Cuba, Washington, Nueva
York y Filadelfia. Solo entonces tendremos una panorámica
completa e integrada de todos los elementos. Además, ya en la
peregrinación en América Latina hay muchas anticipaciones para
el próximo viaje: como estilo, temas, dinámica y prioridades.
Naturalmente tratándose de situaciones individuales diferentes
el Papa “bajará del caballo” de forma diversa.
Por tanto, ¿podemos ver una continuidad entre los
pobres del Bañado Norte y las potencias de las Naciones
Unidas? ¿Cuál es el hilo común que une los dos viajes?
-- Luis Badilla: El Papa siempre ha dicho que “el centro se
ve mejor desde las periferias”. Después de haber visto la
mirada que ha tenido de la periferia, podemos entender mejor
como ahora bajará al centro hegemónico de Estados Unidos. Más
que cualquier otra cosa, creo que la visita del Papa a Cuba y
EEUU pone fin a la Guerra Fría en el continente americano, que
se dirá concluida cuando sea posible una convivencia pacífica.
La relación de Estados Unidos y Cuba era un elemento
contaminante para la relación con todo el resto de América
Latina. Por tanto, el “deshielo” alcanzado, que el Papa va a
sellar con su presencia, pone fin a este conflicto para nada
terminado.
Un ‘deshielo’ al cual el Papa ha contribuido
activamente, a pesar de que él diga que ‘solo ha rezado’...
-- Luis Badilla: Eso forma parte de su modestia. El rol del
Papa en este proceso de paz lo han confirmado los mismo
presidentes Obama y Castro. Y nosotros les creemos.
Volviendo a América Latina. Han sido muchas las
frases fuertes pronunciadas por el Papa en los ocho días del
viaje: ‘colonizaciones ideológicas’, ‘sistema dominado por el
dinero’, ‘economía que mata’. Denuncias por tanto, ya
expresadas en varias ocasiones. En estos países, sin embargo,
¿qué consecuencias podrán tener, especialmente desde el punto
política?
-- Luis Badilla: De los discursos del Papa emergen dos
elementos con claridad. Primero: una gran confianza en el rol
protagonista de los pueblos; segundo: una cierta desconfianza
en lo relacionado con la política. El Santo Padre quiere que
los pueblos asuman como iniciativa propia el rescate social,
sobre todo los que están al margen, objeto de injusticias
sociales. Todo siempre en el horizonte de la defensa de la
propia dignidad, porque --como afirmaba Juan Pablo II-- los
derechos del hombre son los derechos de Dios.
En el segundo caso, el Papa ve que los políticos parecen no
darse cuenta de la gran crisis de civilización que caracteriza
el momento actual, y por tanto tiene una capacidad reactiva
superficial y lenta. Por eso en el viaje ha hablado a menudo
de “urgencia del cambio”: en el sentido que no basta cambiar,
sino que hay que hacerlo tempestivamente, porque después se
podría estar fuera de tiempo. También en la Laudato Si’,
él dice: debemos cambiar cuando es necesario, porque quizá se
tiene una buena solución para el futuro, pero mientras tanto
todo ha caído. Por tanto, para el Papa, es mejor un pueblo que
quiere actuar. De aquí la expresión “hagan lío”. Y en América
Latino ha añadido: haga lío pero de forma organizada.
¿Es esta la “revolución bergogliana”?
-- Luis Badilla: No, la revolución de Bergoglio parte de un
punto preciso que es el encuentro personal con Cristo porque
encontrado a Cristo tú te conviertes en hermano y no puedes
dejarlo de lado. Y la Iglesia existe y sirve para anunciar
este mensaje. Sé que esto molesta un poco porque algunos
quisieran una Iglesia emplvada, cerrada en sus libros y en las
sacristías. La revolución de Bergoglio es por tanto la idea de
una “Iglesia en salida”, que completa Juan XXIII, quien
convocó el Vaticano II para abrir las ventanas y renovar el
aire. Ahora, 50 años después, Francisco dice “esto no basta,
es necesario abrir también las puertas y salir”. Incluso
varias veces ha añadido “mejor una iglesia accidentada que una
iglesia escondida”. Por tanto, veo en este Papa una forma de
cerrar el círculo. Que después, a fin de cuentas, no es nada
nuevo, porque es lo que el cristianismo siempre ha predicado.
Solo que durante mucho tiempo nos hemos olvidado.
En estos ‘incidentes’ eventuales podemos incluir
también ciertas discusiones relativas al Sínodo?
-- Luis Badilla: Creo que una hermenéutica para el Sínodo son
las catequesis de los miércoles sobre la familia, que
continuarán hasta octubre. El papa Francisco está anticipando
mucho de la próxima asamblea y releyendo el Sínodo pasado, con
todas las polémicas y las discusiones (en gran parte
mediáticas). Lo que el Papa trata de hacer entender es que la
Iglesia no teme ninguna situación, no hay nada que sea un tabú
o de lo que sienta alejada. Él quisiera un Sínodo que no
excluya ningún argumento, pero los trata todos con absoluta
libertad, convencido de que la actitud pastoral es la total y
absoluta misericordia. También porque no es bueno que la
Iglesia continúa teniendo actitudes arcaicas, superadas o
inadecuadas a las urgencias del momento.
Por tanto no es verdad que --como han dicho y
escrito algunos detractores el pasado octubre-- la de
Francisco es una Iglesia que apunta hacia lo bajo o al
compromiso?
-- No, es más, yo creo que la Iglesia de Francisco apunte
hacia el máximo posible, naturalmente respetando la dialéctica
de la comunidad eclesial. Porque no hay nada en juego que
amenace la doctrina: la cuestión es puramente ‘pastoral’. O,
en el lengua bergogliano, la ‘caricia de Cristo’ para todas,
en particular aquellos que sufren. Y se puede sufrir también
dentro de la Iglesia.
¿Qué impacto mediático ha tenido el viaje
del Papa a América Latina? ¿La única noticia ha sido la del
crucifijo de Morales?
-- Hay una percepción errónea e insuficiente. Podemos afirmar
el contrario y también documentarlo, visto que controlamos 7
mil páginas web en 24 horas. Desde mucho antes del viaje, la
prensa ha dedicado una espacio enorme a la peregrinación del
Santo Padre. Algunos días hemos logrado identificar más de 16
mil textos en 5 lenguas, con una media constante de 12 mil.
Basta pensar que el New York Times realizó un directo
en Whatsapp para seguir el viaje papal, para entender muchas
cosas… Creo que, después de esta etapa en América Latina, los
medios han descubierto un nuevo Bergoglio, o lo están leyendo
de una forma diferentes. Hay un salto de calidad en la
relación con los medios, especialmente la laica.