Con motivo de la celebración el sábado 20 de junio del Día Mundial del Refugiado, Cáritas Española suma su voz a la de Cáritas Europa para recordar que “lo que los refugiados necesitan con mayor urgencia es solidaridad”.

Falta de voluntad de la UE

Asimismo, señalamos que “la falta de voluntad de los responsables europeos para escuchar y ver el sufrimiento de los migrantes y refugiados que llegan a nuestras fronteras, supone matar el sueño de una Unión Europea líder en derechos humanos y la solidaridad”.

Como denuncia Cáritas desde Bruselas, “Europa ha estado usando tercamente la táctica del avestruz con la esperanza de que, por no verlo, se llegará a resolver el problema. Para ello, Europa se esconde cada vez detrás de más vallas, de una presencia militar cada vez más fuerte en las fronteras y de una retórica política cada vez más dura”.

“¡Es hora de parar todo esto! –exclama Cáritas Europa en un comunicado– ¡Los refugiados y los migrantes no son criminales! Son personas necesitadas de ayuda que están tan desesperado que están dispuestos a arriesgar sus vidas durante un terrible viaje. ¿Por qué? Porque si se hubieran quedado se ´habrían muerto de todos modos´, como ellos mismos declaran”.

La migración no es un delito

Para el español Jorge Nuño, secretario general de Cáritas Europa, “la solidaridad que necesitamos desesperadamente no es solamente la solidaridad entre los Estados miembros del norte y los países del sur, sino también entre las personas”. “Queremos escuchar a los líderes europeos decir a los refugiados que ´sí puede´: sí para salvar vidas, sí a la reubicación, al reasentamiento y la solidaridad. Porque Europa podría sólo con desearlo”, añade.

Cáritas Europa y Cáritas española repetimos el mensaje que lanzamos el pasado martes, ante la reunión del Consejo Europeo de Justicia e Interior para discutir la Agenda de Migración de la Unión Europea: la migración no es un delito. Y renovamos nuestro llamamiento a los líderes de la UE a adoptar una postura decidida en la solidaridad, la protección y la dignidad humana de los refugiados y los migrantes.

Acción global de Cáritas Española con los refugiados

Fuera de nuestras fronteras, la acción de Cáritas Española para defender los derechos y la dignidad de los refugiados y desplazados tiene una dimensión global.

Centroafricanos, palestinos, rohingyas, ucranianos, karen, sirios, burundeses, iraquíes… En definitiva, seres humanos, personas con familia y una vida normal, que un día tuvieron que marcharse huyendo de la guerra, el odio o la marginación y que, como refugiados se enfrentan a una realidad muy difícil y a un futuro muy incierto. Cáritas, cuya opción por los pobres la llevan a estar presente a lo largo del mundo en todas aquellas situaciones de frontera donde la violencia o la injusticia golpea con mayor intensidad, contribuye a mantener su dignidad como personas aun en los contextos más difíciles, con especial atención a las víctimas más vulnerables, como la infancia.

Africa central, Sudeste Asiático, Medio Oriente

República Centroafricana, Burundi, Myanmar, Siria o Iraq son algunas de esas periferias donde se desarrolla ese compromiso.

La violencia interreligiosa que, sumada a los conflictos políticos, se vive en la República Centroafricana ha desplazado a miles de personas hacia Camerún, Congo y el Chad. Desde diciembre de 2013, se estima que 430.000 refugiados ha huido hacia los países vecinos.

En ese escenario, Cáritas Española trabaja con Cáritas Chad en la atención a 4.840 familias, unas 24.200 personas desplazadas y de comunidades de acogida en el sur del país. El objetivo de este acompañamiento es el de promover que las personas desplazadas puedan desarrollar actividades agrícolas en las comunidades de acogida, que también reciben apoyo dentro de estos programas de acogida. Con ello se impulsa la autonomía de los refugiados y la mejora de las condiciones de vida de la sociedad de acogida, y se articula un marco de igualdad y dignidad para el refugiado, que facilite la convivencia y la solidaridad entre ambas comunidades.

En Burundi se desencadenó a finales de abril la huida de unas 100.000 personas ante el miedo a un estallido de violencia política, que se repartieron entre Tanzania, R. D. Congo, Ruanda y Uganda. Cáritas Española está colaborando en la respuesta humanitaria a esta crisis, mediante el apoyo fraterno a las Cáritas de Burundi, Ruanda y Uvira.

En Burundi se está prestando asistencia alimentaria y médica a 2.000 familias de desplazados internos. Cáritas Ruanda, por su parte, desarrolla un programa humanitario centrado en la nutrición, con especial atención a las personas de mayor vulnerabilidad: niños menores de 5 años y menores no acompañados, mujeres lactantes y embarazadas, personas con discapacidad, mayores de 60 años y enfermos crónicos, incluyendo afectados por VIH/SIDA. Para ello, se ha diseñado un paquete de suplementos alimenticios de alto valor nutricional (leche, azúcar, harina de sorgo, cuatro frutas, y vegetales verdes) que, en el caso de los niños menores de 5 años, se incrementa con una harina enriquecida compuesta de soja, sorgo y maíz, especialmente indicada para la recuperación de la malnutrición severa y crónica.

La Cáritas de Uvira, en R.D. Congo, también recibe apoyo de Cáritas Española para la distribución de lotes de ayuda primera necesidad (mosquiteras, mantas, artículos de higiene, utensilios de cocina y vestidos) a 2.500 familias refugiadas y de acogida.

En Myanmar (la antigua Birmania) el conflicto armado entre el Gobierno (de etnia birmana) y otros grupos étnicos llevó en 1984 al desplazamiento forzoso de miles de personas de las etnias karen, mon,kachin o karenni a la vecina Tailandia. En la actualidad, unas 120.000 personas permanecen aún confinadas en 9 campos de refugiados situados a lo largo de la frontera entre ambos países. El 50 % de ellas no tiene el estatus internacional de refugiado. Además, otras 80.000 personas han sido reasentadas en terceros países en las últimas décadas.

Cáritas Tailandia, que trabaja en los campos desde su creación, cuenta con el apoyo de Cáritas Española desde 2010. Para contribuir a paliar los efectos del confinamiento y de la dependencia externa, las acciones de Cáritas se centran en la mejora de la formación técnica y la puesta en marcha de actividades agropecuarias y de generación de ingresos. Mediante acuerdos con las autoridades de los campos, Cáritas ha conseguido alquilar tierras aledañas para que los refugiados puedan cultivarlas de manera colectiva y producir alimentos dedicados al autoconsumo familiar.

Todas las actividades de Cáritas están diseñadas para aportar a los refugiados conocimientos que les sean útiles para su futuro, sobre todo ante un eventual regreso a Myanmar, de modo que el confinamiento en los campos y la dependencia de la ayuda externa no les condene a ser simples receptores de ayuda.

El drama de los rohingya

También en Myanmar reside una de las minorías étnicas más perseguidas del mundo, el pueblo rohingya, cuya situación es especialmente vulnerable. Es una población de más de un millón de personas a las que no se les reconoce nacionalidad ni derecho a ciudadanía –son apátridas–, ya que el gobierno de Myanmar los considera migrantes ilegales procedentes de Bangladesh.

La marginación, persecución y falta de derechos que enfrentan dentro del país ha motivado un éxodo silencioso durante años, apoyándose en las redes de tráfico de personas que les trasladan de un lugar a otro por el Sudeste Asiático, lo que los expone a ser vendidos y explotados, e incluso, a perder la vida.

En 2012, un brote de violencia civil dentro de Myanmar ocasionó el desplazamiento interno de 140.000 rohingyas. Desde entonces residen en campos de “refugiados” a los que las ONG tienen un acceso muy limitado. El pasado mes de marzo, el descubrimiento de fosas comunes en Tailandia y Malasia desencadenó una respuesta militar y policial contundente que hizo huir a las mafias de traficantes y dejó abandonados a su suerte a miles de personas a bordo de barcos a la deriva en el mar, lo que desencadenó una crisis humana que aún no está resuelta.

Cáritas Tailandia pertenece a varias plataformas civiles que tratan de incidir en los gobiernos regionales para reclamar una respuesta humanitaria adecuada y urgente, y arbitrar una solución definitiva, basada en el reconocimiento de los derechos, que suponga la concesión del estatus de refugiado a los rohingya que han salido de Myanmar. Junto a esta labor de incidencia, la Cáritas Diocesana de Suratthani, en el sur de Tailandia, ha asistido durante años a grupos derohingya víctimas del tráfico de personas, mediante programas de asistencia legal y de ayuda humanitaria de primera necesidad.

No es sencillo cuantificar el número de desplazados y refugiados en el conflicto de Ucrania. Según estimaciones de OCHA (la oficina humanitaria de la Unión Europea), hay más de 1,4 millones de desplazados dentro del país y otro millón de refugiados en las vecinas Rusia y Bielorrusia.

En esa región del mundo, Cáritas Española apoya los esfuerzos de Cáritas Ucrania para ofrecer atención integral a los desplazados, además de desarrollar, junto a otras Cáritas nacionales, diversos proyectos humanitarios para la población refugiada. Las actividades que se llevan a cabo incluyen provisión de refugio y gestión de casas de acogida, asesoramiento legal y jurídico, ayuda de emergencia básica y programas especiales de infancia.

El conflicto bélico que se vive en Siria y el drama humano que está generando provoca altas cifras de población refugiada. Unos 4 millones de sirios han sido registrados como refugiados fuera de las fronteras de su país, en Turquía, Líbano, Jordania, Egipto e Iraq. De ellos, el 51,6 % son menores.

Además, cabe recordar que en el vecino Iraq otros 8,2 millones de personas necesitan ayuda humanitaria como consecuencia de la violencia que desangra a este país.

Las familias que han tenido que huir de sus hogares, ya sea de Siria o Iraq, se enfrentan a unas condiciones de acogida complejas, que son motivo de conflicto con la población local por la escasez de recursos, de empleo y de unas condiciones sociales ya de por sí precarias.

Los menores son los más vulnerables en estos dos escenarios de Oriente Medio. Se trata de niños y niñas que dejan de estar escolarizados durante más de dos años, con lo que pierden la posibilidad de retomar los estudios en el país de acogida y se ven abocados a una espiral de exclusión. En muchas ocasiones, además, se ven empujados al trabajo infantil precario, ya que es habitual que el cabeza de familia esté enfermo, muerto o encarcelado. En el caso de las niñas, la situación es aún más dramática si cabe. De hecho, se constata un número creciente de menores que, al cumplir los 13 años, son obligadas a contraer matrimonio.

Ante esta situación, las Cáritas de los países de acogida, con apoyo Cáritas Española y la red internacional, desarrollan diversos programas de atención centradas en la recuperación y rehabilitación de la población refugiada. Especialmente, se está poniendo el acento en el fortalecimiento de programas para la protección de menores, así como en acciones de sensibilización con las familias para abordar la problemática que afecta a las niñas.

NISRINE, 63 años. Refugiada siria en Líbano. Miembro de la minoría cristiana

“Todos los sirios queremos volver a casa. Pero tenemos miedo de que Siria se vuelva igual que Iraq, sin lugar para los cristianos. Hemos visto demasiadas cosas terribles en Siria. No sabemos en quien podemos confiar y en quién no. Cuando salgo a la calle, no hablo con nadie”.

Nisrine goza de buena salud a su edad. “Me siento afortunada de poder ser todavía una abuela y ayudar a mi familia. Cuido de los niños y ayudo en la casa tanto como puedo. Pero la vida en el Líbano es muy dura. En Siria podíamos alimentar a toda la familia por unos pocos dólares, pero aquí necesitamos 5 o 6 veces esa cantidad. Mi hijo trabaja en la ciudad, pero hay demasiada gente buscando trabajo y los salarios son insuficientes. Tenemos que pagar el alquiler, la comida, la electricidad, la escuela para los niños, su salario no da para todo. Yo como menos, o como solamente pan y arroz para que la familia pueda comer lo que necesita. Es mi manera de ayudar”.

NABIL, 16 años. Refugiado iraquí en Líbano

Nabil ha sido siempre un superviviente. Secuestrado en Bagdad cuando solo tenía 9 años, rechazó la comida que le daban sus captores durante 4 días por si estaba envenenada. De aquel trauma aprendió a ser práctico y organizado.

Su familia comprendió que no podían quedarse en Iraq ante tanta violencia, y escaparon a Líbano, pero el padre no encontraba trabajo porque tiene una discapacidad. Nabil se ofreció voluntariamente a dejar la escuela y trabajar, y rápidamente se colocó en un café cercano en el turno de noche. Su madre estaba muy preocupada y enviaba al padre cada poco tiempo a ver a su hijo. Nabil ganaba 400 dólares al mes, 300 para su familia y 100 los reservaba para él.

Al cabo de unos meses, su padre tuvo que ir al médico y la factura de éste supuso una crisis para la familia. La madre pregunto a Nabil si le quedaba algo de su salario para ayudar a pagarla y entonces descubrió que Nabil estaba guardando 50 de los 100 dólares de su salario como reserva para la familia en caso de necesidad. “Aunque necesitemos su ayuda, desearía que Nabil hubiese tenido la oportunidad de ser solamente un niño. Estoy orgullosa de que sea tan organizado, pero aprendió a serlo a través de una tragedia”, explica su madre.

(Cáritas)