El precio de tener una capilla de adoración perpetua en la parroquia

 

Yo creo que se me nota en los últimos posts que no estoy teniendo el mejor fin de curso de los posibles. No. No pasa nada en especial. De salud estoy bien, hasta he perdido peso y me ha quedado una analítica de libro, y la parroquia va funcionando sin mayores complicaciones en general. Cosillas sin demasiada importancia pero que duelen un poquito. Una queja, algún desencuentro con alguien sin venir muy bien a cuento, un amigo que se va a vivir lejos, un colaborador que no puede seguir con la tarea. Triste el cierre del SOIE –servicio de orientación e información para el empleo- que ha venido funcionando en la parroquia y dando servicio a todo el arciprestazgo, pero que tiene que desaparecer porque Cáritas ha decidido que haya un solo SOIE para toda la Vicaría.

Ayer lo hablaba con un buen amigo y colaborador de la parroquia: me está costando mucho este fin de curso, lo estoy pasando mal, pequeñas cosas como gotitas de agua que te van horadando y que parece que han decidido venir todas juntas.

Pues no se lo pierdan. Porque lo único que se le ocurrió fue reírse de mí en mis propias narices: “vaya, por fin empiezas a llevarte algún disgustillo, lo estaba esperando. ¿O acaso te creías que no se te iba a cobrar de alguna manera el hecho de tener una capilla de adoración perpetua en la parroquia?

No se me había ocurrido pensarlo, pero quizá no le falte razón. Me hizo ver que la capilla de adoración perpetua, a punto de cumplir dos años y tres meses de funcionamiento, cada día va mejor. Aumentan los adoradores y, sobre todo, impresiona el prácticamente constante flujo de personas que pasan por la capilla para estar un rato en oración. Difícilmente, salvo las madrugadas, y no todas, te encuentras solo en la capilla. Hasta la limpieza se hace a horas intempestivas para no molestar.

Lo malo es que quiso hacer de profeta. Me decía: “amigo Jorge, la capilla va cada vez mejor y en consecuencia mejor la parroquia; prepárate porque esto se te va a cobrar, se nos va a cobrar de alguna forma. Pero lo hace Dios para que confiemos solo en Él: nos basta su fuerza”.

Acabo con unos versitos que aprendí de otro buen amigo y que, en su simpleza, son pura teología de la providencia:

Señor de tan gran bondad
que tan jodidos nos tienes,
será porque nos conviene
¡hágase tu voluntad!