Una persecución atípica: los católicos ante el nazismo (2-2)

La situación de la Iglesia Católica, por ser jerárquica, fue menos difícil que la de la Luterana. Ésta estaba organizada como iglesias regionales autónomas (Landerskirchen), que poseían competencias iguales. Se elegía un sínodo nacional por un periodo de seis años que se reunía una vez al año para tratar cuestiones de interés general. La gestión en los landers se llevaba a cabo por diferentes direcciones eclesiales (Kirchenvorstände) cuyos miembros también eran elegidos.

Hitler intentó cambiar esta organización por otra centralizada, sometida a las decisiones del Führer. Entonces es cuando un movimiento nuevo, SA Jesucristo (Unidad de Asalto de Jesucristo) se infiltró dentro de estas direcciones eclesiales y aparecieron los llamados Cristianos Alemanes que proscribieron el AT por considerarlo la historia del pueblo judío, alteraron la figura de Jesucristo presentándolo como un luchador anti-judío y expulsaron a los conversos judíos de la iglesia luterana.

Alarmados ante la situación los teólogos protestantes Barth, Niëmoller y Bonhoeffer fundaron la Iglesia Confesante (Bekennende Kirche), quedando así fragmentada la Iglesia Luterana. Esto le costó a Martin Niëmoller un par de juicios-como Hitler no quedó satisfecho con la sentencia del primero organizó el Tribunal del Pueblo, hecho a medida del nazismo, que le volvió a juzgar y le envió a Dachau de 1937 a 1945. Bonhoeffer corrió peor suerte porque fue ahorcado días antes de que el ejército soviético entrara en Berlín. Barth vivía en Suiza por lo que, en su caso, su actuación no tuvo consecuencia alguna. Todos los pastores protestantes que fueron deportados o juzgados: el pastor Schneider, el pastor Stellbrink y otros pertenecían a la Iglesia Confesante.

La imposibilidad de hacer lo mismo con la Iglesia católica, cuyos obispos eran nombrados por Roma, hacía de los católicos elementos más peligrosos e incontrolables y a la Iglesia Católico-Romana más peligrosa. Tal vez por eso el número de sacerdotes católicos enviados a los campos fue muy superior al de los pastores luteranos.

La autoridad máxima entre los obispos católicos por su personalidad de líder, no en balde le llamaban “El León de Münster”, fue el obispo de esa ciudad, Clemens August Graf von Galen, primo del obispo de Berlin, Konrad Graf von Preysing. Era amigo personal del Papa Pío XII. Denunció desde el púlpito las actuaciones arbitrarias de la Gestapo, las pretensiones de las autoridades alemanas de eliminar el AT, la incautación de bienes religiosos y las deportaciones sin justificación ninguna. Sus mayores logros fueron conseguir que fueran respetados los centros de enseñanza religiosos, según el Concordato, y la paralización de la eutanasia sobre enfermos mentales y discapacitados. La personalidad de von Galen impidió que las autoridades nazis tomaran medidas contra él, la detención o deportación de obispo tan prestigioso en plena guerra podría haber tenido consecuencias que no quisieron afrontar. Las homilías de von Galen eran leídas en Alemania por todos los cristianos y los ojos de los católicos estaban puestos en él. 

 

IV

“Nosotros combatimos contra el Bolchevismo exterior, pero ¿y el de nuestro propio país? Ejemplos como éstos lo demuestran: el sacar los crucifijos de las salas de clase, el clausurar conventos y el cierre de iglesias. El enjuiciado no es ningún revolucionario, es sólo un sacerdote católico que utiliza las armas del Espíritu y la Fe. Y él sabe por qué lucha”

Aclaración final en el juicio a causa de la condena a muerte del soldado Franz Reinisch (sacerdote palotino que se negó a luchar en el frente), 7 de julio de 1942

El comienzo de la guerra y después el sesgo que ésta tomó empezó a suscitar inquietudes mayores en los cristianos. El principio de Guerra Justa no se podía aplicar porque los alemanes invadieron la Europa Occidental en la Guerra Relámpago y luego la URSS, con la que tenían un pacto de no agresión-el Pacto Ribbentrop-Mólotov- y, con el tiempo, se fue gestando en ciertos grupos la idea del magnicidio.

La deportación a los campos de concentración se generalizó sin que se dieran explicaciones por ello. En general podíamos agrupar las razones de estas deportaciones en dos grupos:

Las deportaciones

1)      Preventivas por presunta peligrosidad

 

La de todas aquellas personas cuya personalidad o carisma alejara a los cristianos de la política y las acercara hacia Jesucristo, visto por ellos como otro Führer que disputaba su primacía a Adolf Hitler.

 Este fue el caso de los palotinos de Schoenstatt, que regentaban un santuario mariano con muchas peregrinaciones. Varios, entre ellos su fundador el Padre Kentenich, fueron a parar a Dachau.

Lo mismo le ocurrió al beato Rupert Mayer SJ, sacerdote muy querido y carismático de Munich, el cual atraía a la gente por su caridad. También él, enfermo y anciano, fue deportado a Dachau donde se agravó. Dachau no estaba alejado de Munich y, ante la posibilidad de que la muerte del padre Mayer llegara a la ciudad y suscitara rechazo, los nazis lo sacaron de allí y lo mandaron a un monasterio donde murió a principios de 1945.

 

2)      Aleatorias

Se deportaba, principalmente a sacerdotes, con el único objetivo de atemorizar. Un párroco de entre todos los de un pueblo o ciudad, sin motivo ninguno. Tales acciones promovían especulaciones de toda clase y amedrentaban a los fieles que nunca sabían si su párroco iba a ser deportado o no (el obispo von Galen denunció repetidamente este comportamiento). Cuando fue liberado Dachau en 1945 se encontraron vivos-muchos ya habían muerto-más de 200 sacerdotes católicos.

 

Pero apelo a Él: “Señor, sigo siendo tan joven, demasiado joven para una cruz tan pesada; ni he vivido mi vida, todas mis esperanzas, planes y sueños están aún incumplidos” y Él dice: “Mira, yo también era joven, tenía toda una vida por vivir, y como hombre joven cargué con mi cruz y sacrifiqué mi vida joven…”

Fragmento del diario del Capitán Michael Kitzelmann, fusilado en Orel (Rusia) el 11 de junio de 1941

Los juicios

Los nazis no recogían en su código penal delitos religiosos-como sí lo hacía la famosa Ley Calles de 1926 en México-por lo que todos los cristianos que pasaron por el Volksgerichtshof (Tribunal del Pueblo) fueron acusados de estos cuatro delitos que acarreaban pena de muerte:

1)      Alta traición

2)       Desmoralización de la tropa

3)      Escucha de radios extranjeras (BBC o Radio Vaticana que eran las más oídas)

4)      Connivencia con el enemigo.

Respecto al nº 1 fue el caso del beato Franz Jägerstätter, que se negó a hacer el juramento al Führer y a combatir porque consideraba la guerra injusta (lo mismo que el Padre Reinisch un año antes y que Josef Mayr-Nusser un años después). El nº 2 se le aplicó al capitán Michael Kitzelmann por escribir a su familia diciendo que, mientras ellos combatían en Rusia, los nazis descristianizaban Alemania a sus espaldas. Tales comentarios “desmoralizaban a la tropa” y se le hizo juicio militar sumarísimo que acabó en fusilamiento. El nº 3 solía ir asociado a otros delitos como propaganda, mentiras y desmoralización de la población. El nº 4 se aplicaba a los sacerdotes que ayudaban o administraban los sacramentos a los esclavos polacos o ucranianos que trabajaban para los alemanes, ya que éstos se consideraban enemigos del Reich.

 

 Beato Franz Jägerstätter

V

“En estos tiempos hay que tomar decisiones íntimas, y cuánto mejor sería si, de vez en cuando, uno se confrontara consigo mismo y se viera a sí mismo como la respuesta en vez de ser, simplemente, el interrogador que se complace en una falsa mentalidad superior manteniéndose al margen y guardando las distancias”

Hans Scholl, miembro fundador de La Rosa Blanca

Entre 1941 y 1945, aparte de acciones individuales muy meritorias, los cristianos fueron formando grupos clandestinos, llamados círculos, en los que se reflexionaba sobre la situación o se tomaban decisiones. Toda la resistencia alemana, excepto un caso, fue de inspiración cristiana. Los panfletos de La Rosa Blanca y las cartas desde la cárcel de Tegel del Padre Alfred Delp SJ y de Helmuth James Graf von Moltke así lo indican.

El único grupo, implicado en espionaje, que era de tendencia izquierdista fue “La Orquesta Roja” pero, incluso dentro de este grupo muy heterogéneo, hay por lo menos dos católicas confesas: Eva Marie Buch, implicada por un artículo sobre los trabajadores esclavos, y María Terwiel.

El resto de los grupos estaban formados por cristianos. La situación común hizo que católicos y protestantes colaboraran, por lo que casi todos ellos fueron mixtos.

1)      La Rosa Blanca. Grupo formado por cinco estudiantes y un profesor de la Universidad de Munich que distribuyó octavillas llamando a la población a la resistencia pacífica. Estaba compuesto por tres católicos, dos protestantes y un ortodoxo (el cual ha sido canonizado por la Iglesia Ortodoxa Rusa.

2)      El Círculo Kreisau. Fundado por Peter Graf Yorck von Wartenburg y Helmuth James Graf von Moltke compuesto por juristas, teólogos, políticos y eruditos que se dedicaban a estudiar la situación para lograr encauzarla potenciando las raíces cristianas de Alemania. Von Moltke, que conocía al provincial de los jesuitas Roth, le pidió que enviara a alguien que pudiera explicarles la Doctrina Social de la Iglesia y el Padre Roth envió a un teólogo muy prometedor, el Padre Delp. Von Moltke y Delp fueron juzgados a la vez y, como no pudieron probar que estuvieran implicados en el atentado a Hitler, en vez de retirar la acusación, se les condenó por algo que no estaba en el código penal: a Delp por jesuita y a von Moltke por “amigo de los jesuitas”. Moltke, que era protestante, le dice a su esposa en una carta que no comente a su padre el motivo de su acusación ya que resultaba paradójico que un protestante muriera “por San Ignacio de Loyola” (sic)

3)      El Círculo Goerdeler. Muchos de los que conformaron este círculo estuvieron de acuerdo con los militares (Goerdeler era un abogado y político protestante y Stauffenberg un militar católico) para atentar contra Hitler en la Guarida del Lobo el 20 de julio de 1944. El magnicidio se malogró y la Gestapo, buscando sus ramificaciones, multiplicó los arrestos cayendo el resto de los grupos en manos de la policía. Sindicalistas católicos, como el beato Nikolaus Gross y el padre Otto Müller fueron detenidos también.

4)      El Círculo Solf. Lo más trágico de este grupo es que, en realidad, eran absolutamente inofensivos, y se trataba sólo de un grupo de amigos de la alta sociedad que en sus reuniones se permitían hablar sin tapujos. La introducción del amigo de un amigo que hizo de espía y les denunció, les llevó a la muerte. Sus miembros eran todos protestantes.

5)      Los mártires de Lübeck. Grupo formado por tres sacerdotes católicos: Johannes Prassek, Hermann Lange y Eduard Müller y un pastor protestante: el reverendo Friedrich Stellbrink, que fueron arrestados junto a dieciocho laicos católicos.

Se les acusó prácticamente de todos los delitos del código penal: subversión de la capacidad de defensa, comisión de alta traición, ayuda al enemigo y delito de escucha de emisoras prohibidas. Los cuatro murieron decapitados el mismo día: 10 de noviembre de 1943. La sangre de los mártires se unió al caer en el canal de desagüe de la sala de ejecución, por lo que se les conoce como “Mártires del Ecumenismo”.

6)      Los mártires de Stettin. Tres sacerdotes católicos: Friedrich Lorenz, Carl Lampert y Herbert Simolett. Fueron detenidos en una redada en que la Gestapo entró en vicarías católicas y casas particulares, también de católicos. Hubo unas cuarenta detenciones pero los tres sacerdotes fueron condenados a muerte. Las acusaciones son una repetición de los cargos de los de Lübeck: escuchar y divulgar programas de las emisoras extranjeras, descomposición de la fuerza militar y promoción del enemigo. 

 

VI

Conclusión

“Cuando la intención de los decretos y acciones de este tipo del gobierno se dirigen contra las enseñanzas reveladas del Cristianismo y, por ende, en contra de mi conciencia como sacerdote, voy a seguir mi conciencia y aceptar todas las consecuencias que ello conlleva para mí personalmente. Yo sigo rechazando la evacuación con todo lo que lleva consigo, porque vulnera el mandamiento fundamental del Cristianismo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, y  también reconozco a los judíos como mis prójimos que tienen un alma inmortal creada por Dios a su imagen y semejanza”

Transcripción del interrogatorio al Padre Bernhard Lichtenberg por la Gestapo el 25 de Octubre de 1941

 

En contra de mi conciencia” dice el P. Lichtenberg y nos da la clave para calificar esta persecución atípica como “Persecución de la conciencia” creando un nuevo tipo de mártir ligado a ella.

Esto explica el tipo de personas que murieron en esta persecución selectiva. Los trabajadores y clases sociales proletarias quedaron al margen porque no hubo entre ellos ningún tipo de respuesta ante las leyes y políticas nazis. El conde von Moltke en carta dirigida a un amigo británico( 3) le confiesa que el pueblo les ha abandonado.

Todos los resistentes alemanes fueron de clase media, media alta o aristócratas (lo que explica que un buen número de ellos lleven delante del apellido su título nobiliario ( “Graf von”-“Conde de”)* pero no hubo obreros ni burgueses, entendiendo como tales a grandes propietarios de la banca, la empresa o el comercio. Hay tan pocas excepciones que podríamos citar al beato Franz Jäggestattër, por ser un campesino austriaco, como una de las más sobresalientes aportaciones del pueblo llano.

Ya no había desempleo en Alemania, ni caminaban cabizbajos por la humillación del Tratado de Versalles. Todos veían que el vecino judío se marchaba con una maleta hacia un destino desconocido; oían las homilías del obispo von Galen; se quedaban perplejos ante la detención y deportación de su propio párroco o se enteraban de que el maestro de sus hijos había sido despedido fulminantemente. Pero, para todo había una explicación, para eso está la razón práctica, para suministrar argumentos a la conciencia inquieta: tal vez el vecino judío se había ido a Hamburgo a vivir con su madre; tal vez el obispo von Galen fuera demasiado crítico con el gobierno (otros obispos no decían nada); tal vez el párroco-a quién no conocían bien-escondía judíos en la rectoría y tal vez el maestro tonteara con los comunistas.

 Dicha persecución es coherente con el modo de pensar de los nazis. Hitler despreciaba a las masas porque las dominaba y no estaba interesado en atacar sus creencias de frente creando mártires como había hecho Stalin. Su confianza estaba puesta en el diabólico plan de imponer sus perversas leyes para dejar el cristianismo sin sustancia, como cáscara seca que se desprende por si sola. De ahí que los más proféticos le calificaran de Anticristo, mientras que los más conformistas se tragaban la propaganda de Goebbels.

Si se estudia como procedieron es fácil saber cómo pensaban. En todo el Reich Alemán sólo fue procesada y condenada a muerte una monja. ¿Por qué razón? La razón no es importante, lo que es revelador es el comportamiento de esa monja. Se llamaba Sor Restituta pero las hermanas la llamaban “Sor Resoluta”, en su carácter está el porqué de su condena. Era monja y era mujer, así que se esperaba de ella que mirara al suelo y balbuceara, pero cuando la Gestapo le ordenó que quitara los crucifijos que estaban encima de las cabeceras de los enfermos, Sor Restituta levantó la cara, miró al oficial a los ojos y le dijo: “Yo no lo voy a hacer, pero usted tampoco porque éste es un hospital privado y no tiene jurisdicción aquí”. La Gestapo se fue, volvió con una orden de arresto, tuvieron a Sor Restituta dos años en la cárcel y, al final, se inventaron una causa, la juzgaron y la decapitaron. Ya lo dijo Heydrich: “Esa monja tiene que morir porque no tiene miedo”. Si Sor Restituta hubiera mirado al suelo susurrando que no podía hacer nada que no le ordenara su superiora y poniéndose muy nerviosa ante la presencia de la autoridad, es posible que la Gestapo se habría marchado “condescendiente” sin quitar los crucifijos…hasta la siguiente ocasión.

El plan de Hitler era dejar la iglesia como pollo sin cabeza. No necesitaba promover el ateísmo de estado, sólo trabajar por él con paciencia, eliminando a todos aquellos cristianos-sacerdotes o laicos-que la propaganda no pudiera engañar. Mientras la guerra durara las oraciones y los curas podían servir para consolar a las familias de los que morían en el frente. Con la Victoria y el Reich de los Mil años sería cuando Cristo se revelaría inútil y con la gloria de Alemania, dominadora de Europa, todo el mundo se daría por satisfecho. Dios, como anticipó Nietszche, habría muerto en el momento preciso.

“¿Dónde vive usted, conde, en el Más Allá o en el Más Acá? ¿Y quién es  su Führer, Hitler o Jesucristo?”(4)

Palabras del juez Roland Freisler a von Moltke durante el juicio del 11 de enero de 1945

 

Mª Jesús Echevarría

*No sé si existe algún libro sobre el papel de la aristocracia europea en la lucha contra el nazismo, pero debiera haberlo. Algunos Habsburgo, el  barón húngaro, obispo y  beato, Vilmor Apor de Altorja, los obispos primos beato Graf von Galen y Graf von Preysing, Graf von Moltke, Graffin von Maltza, Graf von Stauffenberg…la lista de aristócratas que se jugaron la vida y la perdieron es sorprendente.

Bibliografía

  • Farlasca Stefania: “Un obispo contra Hitler”(2) Ediciones Palabra, 2008
  • Haecker Theodor: (1) “Diario del Día y de la Noche” Ediciones Rialp, 1964
  • García Pelegrín, José Mª: “La Rosa Blanca” Ediciones Libroslibres, 2006
  • Delp Alfred: “Escritos desde la prisión” (Introducción de Thomas Merton) SalTerrae, 2012
  • Moltke Helmuth James von: (3) “Informe de Alemania en el año 1943”. (4) “Últimas cartas desde la cárcel de Tegel” Editorial Acantilado, 2009
  • Fest Joachim: “Yo no” Editorial Taurus, 2007
  • Ortner Helmuth: “El verdugo. Roland Freisler: un asesino al servicio de Hitler”, editorial sombra, 2010