¡Detente!

 ¡Detente!

Esta expresión, para un creyente, quiere decir mucho porque supone, en primer lugar, que se opone a quien quiere detener y, en segundo lugar, que sabe que puede confiar en Quien puede ayudar a detener al Mal. No está solo. 

 

El ¡Detente!, instrumento espiritual de gran ayuda para el creyente, tiene su origen en Santa Margarita María Alacoque que dejó escrito esto:

 

“El Señor me hizo ver que el ardiente deseo que tenia de ser amado por los hombres y apartarlos del camino de la perdición, en el que los precipita Satanás en gran número, le había hecho formar el designio de manifestar su Corazón a todos los hombres, con todos los tesoros de amor, de misericordia, de gracias, de santificación y de salvación que contiene. A fin de que cuantos quieran rendirle y procurarle todo el amor, el honor y la gloria que puedan, queden enriquecidos abundante y profusamente con los divinos tesoros del Corazón de Dios, cuya fuente es, y al que se ha de honrar bajo la figura de su Corazón de carne, cuya Imagen quería ver expuesta y llevada por mi sobre el corazón, para grabar en él su amor y llenarlo de los dones de que está repleto, y para destruir en él todos los movimientos desarreglados; que esparciría sus Gracias y Bendiciones por dondequiera que estuviere expuesta su Santa Imagen para tributarle honores, y que tal bendición seria como último esfuerzo de su amor, deseoso de favorecer a los hombre en estos últimos siglos de la Redención amorosa”.

 

Abunda, por eso mismo, la misma santa cuando en una carta a la Madre de Saumaise y le dice que

 

“Nuestro divino Maestro me ha dicho que desea y quiere que se hagan imágenes pequeñas de su Divino Corazón, para que aquellos que quieran Honrarlo en privado, puedan tenerlas en sus casas, y otras pequeñas para llevarlas sobre sí”

 

El Corazón de Cristo, tan amado por sus discípulos, es poderoso como intercesión, poderoso como revulsivo espiritual para el decaído, poderoso, en fin, para enfrentarse a quien no lo quiere y pretende minusvalorar su intrínseca importancia.

 

Pero seguramente el contenido del “¡Detente!” basta para darnos a entender qué significa y las razones que lo hacen necesario en la vida de quien tiene a Cristo por Dios mismo y, por tanto, de quien sabe que puede oponerse, con éxito, a toda asechanza del Maligno.

Y es que nos dice lo siguiente:

 

“¡Detente!” El corazón de Jesús está conmigo

Cuando decimos “Jesús, en Ti confío” queremos decir, exactamente, lo que decimos. No cambiamos el significado profundo de tales palabras porque queremos decir que nuestra existencia, nuestra misma realidad, la ponemos en manos del hijo de Dios. Por eso este instrumento espiritual sirve a quien de él hace uso para frenar las tentaciones del Maligno y, así, para evitar caer en ellas. Es, digamos, una especie de “muro infranqueable” para el mal. Y lo es no porque nosotros tengamos tanta fuerza espiritual sino porque nos sostenemos en Cristo, en su santo Corazón.

 

Venga a nosotros tu Reino

No nos basta con eso. Además, invocamos el Reino de Dios, que venga (como pedimos, también, en el Padre Nuestro) porque en el mismo no hay Mal ni puede afectarnos, para nada, las asechanzas de quien quiere lo peor para nosotros. Que venga el Reino de Dios es, por eso mismo, expresar una voluntad que nace del corazón de Cristo. Y, desde su sangre, desde la savia de Vida eterna que es, el Mal nada puede.

 

Llevar el ¡Detente! No podía quedar, tan sólo, en una costumbre santa sino que debía tener consecuencias para todo creyente católico. Por eso Pío IX, el 14 de julio de 1877, concedió cien días de indulgencia para todos los que, portando esta insignia, rezasen diariamente un Padrenuestro, una Avemaría y un Gloria.

  

Sagrado Corazón de Jesús, ayúdanos a detener al Maligno y a sus asechanzas.

 

 Eleuterio Fernández Guzmán