Más sobre la relatio: las familias "normales" se sienten abandonadas

 

Cosas que uno escucha y le hacen pensar. Una reflexión que ayer mismo me hacía un feligrés muy bien formado, que se ha leído la “Relatio” y tampoco sale de su asombro. Porque además de asegurar que hay cosas en ella que van directamente en contra del magisterio de la Iglesia, tanto que me afirmaba -yo también lo afirmo- que con un trabajo así no pasaría el examen un alumno de teología, hay otra cosa que le duele aún más si cabe.

Un sínodo sobre la familia, me contaba, se supone que debe ser algo para definir, alentar y salvaguardar la familia cristiana, algo para ayudarnos como familias en estos difíciles momentos. Un sínodo que debería, seguía con su disertación, dar pistas para una mayor vivencia cristiana en el seno familiar, para ayudarnos a formar correctamente a nuestros hijos, para ofrecernos el apoyo de la Iglesia, de sus pastores, para regalarnos  medios de formación, de ahondar en nuestra propia espiritualidad. Pues nada.

Aquí mucha misericordia para todo el mundo, mucho comprender a las parejas de hecho y los casados solo civilmente, generosidad con las parejas homosexuales, toda la tolerancia con los divorciados vueltos a casar, acogida generosa ante las situaciones más dispares. De acuerdo. Pero ahora dígame una cosa: ¿y para mi santa y yo que llevamos cuarenta años de matrimonio de esos que se decía “como Dios manda” no hay nada? Y para mis hijos, con sus familias casi recién fundadas, los primeros hijos, llenos de dificultades para vivir cristianamente su ser familia, su ser iglesia doméstica, ¿nada? ¿nada de nada más que cuatro lugares comunes?

Pues tiene toda la razón del mundo. Un sínodo sobre la familia debería ser otra cosa.  Por supuesto que la reflexión debe alcanzar a estos casos excepcionales, pero no hasta el punto de sacar la impresión de que desde la cúpula de nuestra Iglesia hay mucha misericordina para los alejados y muy generosos gestos para aquellos que están lejos de la Iglesia y no piensan entrar en ella, seamos claros, mientras a los fieles de cada día se los ningunea.

Pues mucho ojo. No sea que los de siempre nos manden a hacer puñetas, sigo abundando en la idea de ayer, mientras que los otros mucho decir que qué papa más majo y qué padres sinodales tan abiertos y comprensivos pero nada más. Todavía recuerdo aquellas palabras de González Faus: “es un papa que posiblemente no convertirá a nadie, pero la gente lo siente cercano”.

Es verdad que hay que buscar a la oveja perdida. Pero ojo, porque nos puede pasar que dejemos a las noventa y nueve en el aprisco sin comer, sin beber y sin ser ordeñadas y cuando regresemos después de días estén todas en las últimas si no difuntas del todo. A cambio la oveja perdida agradeció vivamente el pienso, el afecto y la sonrisa, pero afirmó que al aprisco no volvía ni loca.

Pues eso.