7.10.14

Un amigo de Lolo – Decálogo del enfermo: Sarmientos de Dios

A las 8:56 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo

Presentación

Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Por otra parte, vamos a traer aquí, durante 10 semanas, con la ayuda de Dios, el llamado “Decálogo del enfermo” que Lolo escribió para conformación y consuelo de quien sufra.

Cuarto precepto del decálogo del enfermo:

“Me azota el huracán, me hiere la vida, pero no me doblega el mal porque soy rama del árbol de la Redención. ”

Sarmientos de Dios

Lolo

Vivir no siempre es fácil. Bueno, en realidad, lo que no suelen ser fáciles son las circunstancias por las que pasamos, aquellas que puedan hacernos pasar malos momentos y aquellas que determinan, en nosotros, que pueden determinar, un pensamiento no demasiado positivo acerca de lo que nos pasa.

Aquellas personas que sienten azotadas por los vientos más fuertes y negros que pueden haber (problemas físicos, espirituales o, incluso, económicos) es más que posible que crean que nada de lo que les pueda pasar puede ser peor. Pero es posible que se equivoquen y aún le queden algunas vueltas de tuerca que dar a su sufrimiento y a su dolor.

En realidad, nunca sabemos qué es lo que nos va acontecer en este tipo de asuntos y materias del cuerpo o del alma. Sin embargo, acertamos si pensamos que, en un momento o en otro, algún mal se va a cebar con nosotros y en nuestra vida se va a plantar como mala hierba. De eso estamos más que seguros.

Tenemos, además, constancia (por el prójimo y, en general, por el mundo que nos rodea) que podemos ser agitados y azotados por el Mal porque el Príncipe de este mundo no ceja de procurar malestar a los hijos de Dios. Y es que tiene envidia de que amemos a Quien, habiéndole dado la existencia, rechazó con malvado egoísmo y envidia. Y no puede soportar nuestro malestar. Y, entonces, hace todo lo posible e imposible para que pasemos malos momentos y que los mismos nos alejen del Creador porque lleguemos a pensar que ya no nos quiere y no nos mira.

Esto es, sencillamente, falso y carente de toda realidad espiritual que pueda tenerse por verdadera. Y sólo es, en todo caso, una propuesta fundada en lo absurdo de apartarse de Dios que hace quien ya se apartó de su gozosa presencia espiritual hace mucho tiempo.

Nosotros, los hijos de Dios, los sarmientos de la vid del Señor o, en general, los que dependemos, para nuestra existencia, de la savia de Amor del Padre y de su Palabra como alimento espiritual, entendemos, debemos entender, es necesario que entendamos, otra muy diferente cosa.

El caso es que todo aquello malo que nos pasa y que nos pone entre la espada del dolor y la pared del sufrimiento no es nada si tenemos en cuenta que, como aprendemos en nuestra fe y como demuestra la práctica diaria de una vida fiel a Dios, formamos parte de un Plan que el Creador ha trazado para nosotros y, en general, para la humanidad toda nomás con el requisito de creer en tal Plan. Entonces, en tal momento, desde tal mismo instante, somos conscientes que hemos sido redimidos y toma consistencia, en nuestro corazón, una verdad grande: Cristo, maestro del dolor, es, además, artífice de nuestra redención.

Y eso, se diga lo que se diga, no hace más que confirmar que pase lo que, de malo, nos pase, siempre tenemos dónde acudir o, mejor, a Quien acudir.

Eleuterio Fernández Guzmán