6.10.14

 

Manuel anda por los cuarenta y cinco años. María, su esposa, alguno menos. Dos chavales y el drama del paro que los tiene agarrados desde hace dos años. Desde hace seis meses, usuarios del economato.

Hace unos días han venido a verme. Todo muy sencillito:

-          Que venimos a entregar la tarjeta del economato. Estamos muy agradecidos, pero es que, verá usted, a mi señora le ha salido una casita para echar horas, y aunque yo sigo en paro, con eso nos podemos apañar y hemos pensado que otras familias estarán peor y que mejor la tarjeta para ellos.

-          Pero bueno, con solo unas horitas no os alcanzará, seguid con la tarjeta al menos este trimestre y luego ya vamos viendo.

Lo tenían más que claro. Pobres ellos mismos, saben perfectamente lo que es vivir en la nada y prefieren que otros disfruten de esa pequeña ayuda. Ya se sabe. La gente, cuanto más pobre, más generosa, más desprendida, más solidaria, más piensa en los demás que en ellos mismos.

No es lo normal, seamos sinceros. La gente a la que puede intenta dismular, colarte un gol, escamotear, seguir con la ayuda como sea.

Hace no mucho lo hablábamos los voluntarios haciéndonos cruces de la picaresca entre la gente habituada a acudir a Cáritas y a Servicios Sociales. Se las saben todas para arrancar una ayuda, comida, ropa, los libros del chaval. Listos como el hambre que han pasado más de una vez.

Entre los voluntarios hay de todo. Unos más severos, otros tal vez se pasan de blandos. Pero bueno, lo que decían en definitiva era que resultaba intolerable que la gente nos engañase, que vinieran con medias verdades, que pretendiesen llevar más compra de la que se les ha adjudicado. En fin, que bajo ningún concepto podían aceptarse esas cosas.

La cordura la puso Angelita:

-          Estamos viendo estos días gente de todo tipo: grandes directivos, militantes de renombre de todos los partidos políticos, sindicalistas muy conocidos que se han gastado entre todos ellos, ochenta y seis personas, más de quince millones de euros a base de tirar de unas tarjetas bancarias que les habían facilitado “por si tenían algún gasto especial”. Gente de alto nivel, educada, cargos gordos en muchos sitios y mira. ¿Y nos extraña que estos pobres intenten llevarse un kilo de azúcar de más?

-          Vale, repuso Julián. Más tranquilidad. ¿Es eso, no?

La verdad es que en un mundo como este, donde la corrupción y el fraude son moneda corriente, encontrarte unos tipos como Manuel y María es todo un lujo.