5.08.14

 

Cuando abrimos la capilla de adoración perpetua, he de decir que mucha gente, incluidos los coordinadores de turnos, no daban una perra chica por el proyecto. Más aún, me decían que se lanzaban por mi insistencia, que por ellos no quedaría, pero que era un imposible.

En estos días cumplimos año y medio de la apertura de la capilla de adoración perpetua. Durante este tiempo, para asombro de creyentes y confusión de escépticos, la capilla solo ha cerrado viernes y sábado santo por imperativo litúrgico, mientras que podemos decir que el Señor en la custodia, el Santísimo Sacramento, ha estado SIEMPRE acompañado salvo algunos minutos sobre todo al principio por desconocimiento sobre todo del funcionamiento por parte de algunos adoradores.

La capilla es fuente constante de gracia y testimonio que nos hacen maravillarnos cada día por la fuerza de Dios. Hoy quería apenas contarles esas pequeñas cosas que van tejiendo el día a día, pequeños testimonios que te llegan de gozo y de paz. No pondré nombres, es lo de menos, pero sí pequeñas cosas.

El primer y gran milagro es comprobar cómo se van cubriendo los turnos de adoración. Durante el curso son más del 90 % los turnos que están cubiertos por adoradores fijos. Es decir, que cada semana apenas hay que suplir doce o catorce horas. Otro problema es ahora mismo, pleno agosto, cuando Madrid, y este barrio de forma especial, se quedan sin gente.

No pasa nada. Cada domingo colocamos la lista de ausencias de la semana. Esta en que estamos en concreto tiene algo así como sesenta o setenta horas que es necesario suplir. Increíblemente, ya está cubierto todo hasta el jueves y más de la mitad de viernes, sábado y domingo. Ha sido igual todo el mes de julio. Y lo que queda se cubrirá sin problemas.

Algunos testimonios:

J.A., con sus sesenta cumplidos: ayer estuve de 19 a 21 h. Jamás solo. Llegué a contar ocho adoradores. Y yo era el de más edad.

M.J. Mujer, cuarenta y tantos. Su turno es de 5 a 6 de la mañana más de un día. Jamás estoy sola. Siempre hay gente que viene a esa hora.

D.T. Catorce años. Y ya con turnos de suplencia de vez en cuando.

C.A. Pasados los cincuenta. Vive a siete u ocho estaciones de metro de la parroquia. Viene varias madrugadas por semana y cada vez para tres, cuatro, cinco horas…

A.G. Con su mujer y sus hijos pequeños. Cada tarde pasan un buen rato.

L.O. Bien pasados los setenta y tocadita físicamente: artrosis, diabetes… Más de media hora en bus desde su casa y se hace sus suplencias y echa sus ratos.

J.J. Me dice su mujer… pero este hombre, levantándose cada día a las 5:30 de la mañana y va el domingo y se apunta a un turno antes de las siete…

Esto es la capilla de la adoración perpetua. A estos testimonios, testimonios de esta última semana, podría añadir confesiones impresionantes. Hace poco me decía un sacerdote que confiesa habitualmente en una parroquia cercana: no sabes la cantidad de gente que va a confesarse como fruto de estar en esa capilla que tenéis… Claro que lo sé… yo confieso más cerca.