ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 03 de agosto de 2014

LA FRASE DEL DOMINGO 3 DE AGOSTO

“El fin de tener una mente abierta, como el de una boca abierta, es llenarla con algo valioso”. (G. K. CHESTERTON)

 


El papa Francisco

Francisco en el ángelus: Jesús nos enseña a anteponer las necesidades de los pobres a las nuestras
Palabras del Santo Padre para introducir la oración mariana

El Papa saluda a los peregrinos 'valientes bajo la lluvia'
Al finalizar el ángelus, Francisco dedica unas palabras a algunos de los grupos presentes en la plaza

Rome Reports

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SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA

San Pedro De Anagni
«Monje benedictino, obispo e impulsor en su sede de la reforma gregoriana. A él se debe la reconstrucción de la basílica-catedral de Anagni; en ella fue canonizada Clara de Asís»


El papa Francisco


Francisco en el ángelus: Jesús nos enseña a anteponer las necesidades de los pobres a las nuestras
Palabras del Santo Padre para introducir la oración mariana

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 03 de agosto de 2014 (Zenit.org) - El santo padre Francisco se ha asomado a las 12.00 a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para recitar el ángelus con los fieles y peregrinos, cubiertos por paraguas para protegerse de la lluvia, reunidos en la plaza de san Pedro para rezar juntos la oración mariana.

Estas son las palabras del Papa para introducir en ángelus:

Queridos hermanos y hermanas,

en este domingo, el Evangelio nos presenta el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces. Jesús lo hizo en el lago de Galilea, en un lugar aislado donde se había retirado con sus discípulos después de enterarse de la muerte de Juan Bautista. Pero muchas personas le siguieron y le alcanzaron; y Jesús, viéndoles, sintió compasión y curó enfermos hasta la noche. Entonces, los discípulos preocupados porque era tarde, le dijeron que despidiera a la multitud para que pudieran ir a los pueblos y comprarse comida. Pero Jesús, tranquilamente respondió: "Dadles vosotros  de comer"; y le dieron cinco panes y dos peces, los bendijo, y comenzó a partirlos y darlos a los discípulos, que los distribuyeron entre la gente. ¡Todos comieron hasta saciarse y aún así sobró!

En este acontecimiento podemos acoger tres mensajes. El primero es la compasión. Frente a la multitud que lo sigue y -por así decir- 'no lo deja en paz', Jesús no actúa con irritación, no dice 'esta gente me molesta'. Sino que siente compasión, porque sabe que no lo buscan por curiosidad, sino por necesidad. Estemos atentos, compasión es lo que siente Jesús. No es simplemente sentir piedad, es más, significa misericordia, es decir, identificarse con el sufrimiento del otro, al punto de cargarlo en sí mismo. Así es Jesús, sufre junto a nosotros, sufre con nosotros, sufre por nosotros.

Y el signo de esta compasión son las numerosas curaciones que hace. Jesús nos enseña a anteponer las necesidades de los pobres a las nuestras. Nuestras exigencias, aún legítimas, no serán nunca tan urgentes como las de los pobres, que no tienen lo necesario para vivir. Nosotros hablamos a menudo de los pobres, pero cuando hablamos de los pobres ¿sentimos a ese hombre, esa mujer, ese niño que no tienen lo necesario para vivir? No tienen para comer, no tienen para vestirse, no tienen la posibilidad de medicinas, también los niños que no pueden ir al colegio. Es por esto que nuestras exigencias, aún legitimas, no serán nunca tan urgentes como la de los pobres que no tienen lo necesario para vivir.

El segundo mensaje es el compartir. Primero la compasión, lo que sentía Jesús y después el compartir. Es útil comparar la reacción de los discípulos, frente a la gente cansada y hambrienta, con la de Jesús. Son distintas. Los discípulos piensan que lo mejor es despedirse, para que puedan ir a buscar para comer. Jesús sin embargo dice: dadles vosotros de comer. Dos reacciones diferentes, que reflejan dos lógicas opuestas: los discípulos razonan según el mundo, por lo que cada uno debe pensar en sí mismo. Reaccionan como si dijeran 'arreglároslas solos'. Jesús razona según la lógica de Dios, la del compartir. ¿Cuántas veces nosotros nos giramos hacia otro lado, para no ver a los hermanos necesitados? Y este mirar a otra parte, es una forma  educada de decir en muchas cosas 'arreglároslas solos'. Y esto no es de Jesús. Es egoísta. Si hubiera despedido a la gente, muchas personas se habrían quedado sin comer. Sin embargo esos pocos panes y peces, compartidos y bendecidos por Dios, bastaron para todos. Atención: ¡no es magia, es un 'signo'! Un signo que invita a tener fe en Dios, Padre providente, que no permite que nos falte nuestro "pan de cada día", ¡si nosotros sabemos compartirlo como hermanos! Compasión, compartir. El tercer mensaje: el prodigio de los panes preanuncia la Eucaristía. Se ve en el gesto de Jesús que "recitó la bendición" antes de partir los panes y darlos a la multitud. Es el mismo gesto que Jesús hará en la Última Cena, cuando instituyó el memorial perpetuo de su Sacrificio redentor. En la Eucaristía Jesús no da un pan, sino el pan de la vida eterna, se dona a Sí mismo, ofreciéndose al Padre por amor a nosotros. Pero nosotros, debemos ir a la eucaristía con esos sentimientos de Jesús, la compasión. Y con ese deseo de Jesús, compartir. Quien va a la eucaristía sin tener compasión de los necesitados y sin compartir, no se encuentra bien con Jesús.

Compasión, compartir, Eucaristía. Este es el camino que Jesús nos indica en este Evangelio. Un camino que nos lleva a afrontar con fraternidad las necesidades de este mundo, pero que nos conduce más allá de este mundo, porque sale de Dios y vuelve a Él. La Virgen María, Madre de la divina Providencia, nos acompañe en este camino.

Traducido por Rocío Lancho García

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El Papa saluda a los peregrinos 'valientes bajo la lluvia'
Al finalizar el ángelus, Francisco dedica unas palabras a algunos de los grupos presentes en la plaza

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 03 de agosto de 2014 (Zenit.org) - Después del ángelus, el Santo Padre ha saludado a los presentes en la plaza de San Pedro:

Queridos hermanos y hermanas:

os saludo a todos vosotros, valientes bajo la lluvia, fieles de Roma y peregrinos de distintos países.

Saludo al equipo de carreras de relevos de la Parroquia Stella Maris del Lido de Latina, en colaboración con la Gerdarmería Vaticana y la Guardia Suiza, y bendigo la antorcha que permanecerá encendida durante el mes de agosto en signo de devoción a la Virgen.

Saludo a los jóvenes de la Parroquia del Sagrado Corazón en Pontedera, diócesis de Pisa, que han venido a Roma recorriendo a pie la Via Francigena.

Y saludo los scouts del AGESCI presentes hoy, con una bendición para las miles de scout italianos en camino hacia el gran encuentro nacional en San Rossore.

Recordad compasión, compartir y eucaristía. Os deseo a todos feliz domingo y por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!

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Rome Reports


El Louvre muestra cómo el arte refleja los desastres de la guerra (Vídeo)
Exposición reúne 450 obras sobre la guerra de Goya, Delacroix, Capa o Picasso

Por Redacción

ROMA, 03 de agosto de 2014 (Rome Reports) - Para ver el vídeo hacer click aquí.

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Al menos otros dos cristianos siguen en la cárcel acusados de blasfemia (Vídeo)
Asia Bibi lleva 5 años en prisión y Sawan Masih unos 4 meses

Por Redacción

ROMA, 03 de agosto de 2014 (Rome Reports) - Para ver el vídeo hacer click aquí.

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SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


San Pedro De Anagni
«Monje benedictino, obispo e impulsor en su sede de la reforma gregoriana. A él se debe la reconstrucción de la basílica-catedral de Anagni; en ella fue canonizada Clara de Asís»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 03 de agosto de 2014 (Zenit.org) - Amigo y colaborador de Bruno de Segni, que fue su biógrafo, procedía de la noble familia de príncipes lombardos de Salerno que se establecieron allí en el siglo IX, aunque el año 1077, en vida de este santo, la ciudad fue conquistada por los normandos. La Bula suscrita por el papa Pascual II en 1110 mediante la cual lo elevó a la gloria de Bernini se hacía eco de la narración que Bruno hizo de Pedro. En la actualidad se conserva incompleto otro documento redactado antes de 1181, cuyo autor fue Pedro II de Anagni, al que se le puede dar cierta credibilidad. En conjunto el relato permite recomponer su trayectoria vital que se inicia subrayando su temprana orfandad tras la cual fue conducido al monasterio de San Benito, donde se imbuyó en la espiritualidad monástica. Allí cultivó la oración y el estudio impregnándose de la fecunda tradición conservada y acrecentada por sus hermanos a través de la regla que les legó su insigne fundador. Junto a ellos obtuvo la preparación que unida a sus excelsas virtudes a su tiempo le llevarían a ser un gran obispo.

Desde el punto de vista histórico, la situación eclesial se hallaba inmersa en el espíritu de la reforma que tuvo en san Gregorio Magno a uno de sus grandes impulsores. Fue continuada por Gregorio VII en las dos últimas décadas del siglo XI, aunque había comenzado a mediados del mismo, durante el pontificado de León IX. Por otro lado, para comprender el contexto existencial en el que discurrió la vida de Pedro, y cómo llegó a ocupar la sede de Anagni, conviene recordar que a la muerte del papa Esteban IX se produjo la elección de Benedicto X sin que hubiese unanimidad en el Colegio cardenalicio. Los que estaban en desacuerdo eligieron a Nicolás II en Siena contando con el voto de Hildebrando, futuro Gregorio VII. Pero al morir Nicolás II en 1061, los nobles de Roma y los prelados lombardos apelaron al derecho imperial reclamando la designación de un nuevo pontífice. Entonces intervino el cardenal Hildebrando, y reivindicó la legitimidad de los decretos para la elección papal ratificados por el sínodo de Melfi en agosto de 1059. Se escogió como sucesor de Nicolás al obispo de Lucca, Anselmo da Baggio, que tomó el nombre de Alejandro II; su pontificado duró doce años.

En esta época, el cardenal Hildebrando, que había conocido a Pedro en el monasterio benedictino de Salerno, estaba al corriente de su admirable virtud y excelente preparación. De modo, que sugirió al pontífice Alejandro II que lo designase su capellán. Esta cercana relación de Pedro con el papa, quien puso en él su confianza, le permitió adquirir una gran experiencia en temas eclesiásticos. Ayudó al Santo Padre en temas dolorosos y problemáticos que se dieron entonces, como la disciplina interna eclesial y los privilegios de los laicos que habían ido usurpando los bienes de la Iglesia, entre otros asuntos. Pedro fue también impulsor de la reconstrucción de la catedral-basílica de Salerno, una de sus acciones por la que es bien conocido, que reclamó su atención entre 1072 y 1103.

Pues bien, Alejandro II consagró a Pedro obispo de Anagni y lo envió como legado suyo a la corte del emperador de Bizancio, Miguel VII, para reconciliarlo con la fe católica. Precisamente las fuentes atribuyen a este monarca su ayuda para la reconstrucción de la catedral; se piensa que pudieron intervenir en ella artesanos bizantinos. En 1096, mientras la obra estaba en marcha, el santo participó en la Primera Cruzada junto a su líder, Bohemundo I de Tarento, que sería príncipe de Antioquia y que marchó a luchar a Tierra Santa. Pedro se mantuvo al lado del emperador de Constantinopla. Durante cuarenta y tres años de episcopado, parte de los cuales tuvieron lugar mientras Hildebrando, ya como Gregorio VII, ocupaba la Silla de Pedro (fue elegido en 1073 y rigió la Iglesia hasta que se produjo su deceso en 1085), el santo prelado de Anagni tuvo que afrontar diversos problemas espinosos. La Iglesia dejaba mucho que desear y el papa, que fue un enérgico reformador, no estaba dispuesto a mantener los deplorables testimonios que se daban en ella. Luchó contra la simonía, las investiduras y estableció el celibato sacerdotal en contra de una mayoría del clero incendiado por un decreto que inicialmente no estuvo dispuesto a acoger. No le tembló la mano y en el concilio realizado en Roma en 1075 excomulgó a varios obispos.

Este clamor en contra de la reforma salpicó a la sede Anagni donde fue palpable la reticencia de muchos clérigos, un hecho que produjo a Pedro gran sufrimiento ya que era un fiel hijo de la Iglesia y estuvo indisolublemente unido a los sucesivos pontífices. Murió el 3 de agosto del año 1105. Fue introducido en el catálogo de los santos por el papa Pascual II el 4 de junio de 1110, autorizando su culto en las diócesis de la Campania. Sus restos se veneran en la catedral de Anagni, ciudad de la que es uno de patrones. La basílica está dedicada a Santa María Annunziata y se da la circunstancia de que fue el lugar elegido para la canonización de santa Clara de Asís en 1255.

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