ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 18 de abril de 2014

LA FRASE DEL VIERNES 18 DE ABRIL

"La pasión del Salvador nos extrae del abismo, nos eleva por encima de lo terreno y nos coloca en lo más alto de los cielos". (San Máximo de Turín)
 


 

 


El papa Francisco

Francisco en el Vía Crucis: El mal no tendrá la última palabra
Inmigración, crisis económica, marginación y enfermedad al centro de las meditaciones

El Papa almuerza con 10 sacerdotes
El dí­a de Jueves Santo, Francisco comió acompañado por un grupo de presbíteros romanos y por monseñor Angelo Becciu

El Papa regala 150 huevos de chocolate a los niños del Bambino Gesù
Francisco visitó este hospital pediátrico de Roma el pasado 21 de diciembre

Santa Sede

Padre Cantalamessa: el apego al dinero en la raí­z de todos los males
En la predicación de este Viernes Santo del predicador de la Casa Pontificia, habla de la traición de Judas, el dinero y los males que éste causa en el mundo

Estaba también con ellos Judas, el traidor
Reflexión completa del Padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia

Mirada al mundo

Tierra Santa: la Pascua de los cristianos que no pueden pasar el muro
Ayuda a la Iglesia Necesitada reporta las voces de cristianos palestinos que tienen dificultades para obtener el permiso del gobierno israelí­ para ir a Jerusalén

Cardenal Cipriani: El sacerdote tibio es el enemigo de la Iglesia
El arzobispo de Lima celebró en la Catedral la Misa Crismal de Jueves Santo

"¡Jerusalén sea capital del mundo para toda la humanidad!"
El patriarca Fouad Twal cuenta la espera de la visita del papa Francisco a la Ciudad Santa

Rome Reports

La visita del Papa... ¡El mejor regalo! (Video)
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Juan Pablo II dijo que se puede ser moderno y profundamente fiel a Jesucristo

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Libros

El Buen Ladrón, el primer santo de la historia
Presentan el primer libro documentado sobre san Dimas, crucificado a la derecha de Jesús. "Hoy estarás conmigo en el Paraí­so", le dijo el Señor

Espiritualidad

Beato Andrés Hibernón
«Una sencilla vida de entrega, colmada del amor de Dios, signó el acontecer de este virtuoso limosnero que vio premiada su entrega indeclinable con dones como milagros, bilocación, profecía, y multiplicación de alimentos, entre otros»


El papa Francisco


Francisco en el Vía Crucis: El mal no tendrá la última palabra
Inmigración, crisis económica, marginación y enfermedad al centro de las meditaciones

Por Rocío Lancho García

ROMA, 18 de abril de 2014 (Zenit.org) - La noche del Viernes Santo el Coliseo ha estado iluminada por la luz de las velas de las miles de personas que han acompañado al Santo Padre en el Vía Crucis. Francisco, en profunda actitud de oración, ha escuchado las estaciones y las reflexiones desde la terraza del Palatino. Un Vía Crucis que ha reflexionado sobre la crisis, la inmigración, la pobreza y tantos otros males que sufre el mundo de hoy. La Cruz, cargada por algunos protagonistas de estos sufrimientos, ha salido desde el interior del Coliseo hasta la calle, mientras la multitud de fieles escuchaba las meditaciones desde los alrededores.

"En la Cruz vemos la monstruosidad del hombre, cuando se deja guiar por el mal. Pero vemos también la inmensidad de la misericordia de Dios que no nos trata según nuestros pecados, sino según su misericordia", ha indicado el Santo Padre en la reflexión final del Vía Crucis. A pesar de que no estaba previsto, el Papa ha realizado una breve reflexión. Asimismo, ha afirmado que "frente a la Cruz de Jesús vemos casi, hasta tocar con las manos, cuánto somos amados eternamente. Frente a la Cruz nos sentimos hijos y no cosas u objetos". Francisco ha realizado una oración, pidiendo al Señor: "enséñanos que el mal no tendrá la última palabra, sino el amor, la misericordia y el perdón". Finalmente ha pedido recordar a los enfermos, a las personas abandonas bajo el peso de la Cruz, "para que encuentren en la prueba de la Cruz la fuerza de la esperanza, la esperanza de la Resurrección y del amor de Dios".

Un trabajador junto con un emprendedor, dos extranjeros, dos personas en un centro de rehabilitación, dos personas sin hogar, una familia, dos presos, dos mujeres, dos enfermos, dos niños, dos ancianos, custodios de Tierra Santa, dos religiosas, y el cardenal Vallini -en la primera y en la última-, han sido los encargados de llevar la cruz en cada una de las estaciones.

"¿Y nosotros, sabremos tener una conciencia recta y responsable, transparente, que no dé nunca la espalda al inocente, se despliegue, con valentía, en defensa de los débiles, resistiendo a la injusticia y defendiendo en cualquier lugar la verdad violada?", se ha escuchado en la primera estación.

En la segunda, se ha reflexionado sobre el peso de la crisis económica. "El peso de todas las injusticias que han producido la crisis económica, con sus graves consecuencias sociales: precariedad, desempleo, despidos, un dinero que gobierna en vez de servir, la especulación financiera, los suicidios de los empresarios, la corrupción y la usura, con las empresas que dejan el propio país".

En la siguiente estación, se ha podido escuchar sobre la fragilidad que nos abre a la acogida, "con la fuerza interior que le viene del Padre, Jesús nos ayuda también a acoger la fragilidad de los otros, a no ser cruel con quien ha caído, a no ser indiferente hacia quien cae".

A continuación se ha detenido en las "lágrimas solidarias". En esta estación se recogen "todas las lágrimas de cada madre por los hijos lejanos, por los jóvenes condenados a muerte, muertos o partidos a la guerra, especialmente los niños soldado". Así como se ha pensado en las "madres vigilantes en la noche con las lámparas encendidas, con ansia por los jóvenes abrumados por la precariedad o consumidos por la droga o el alcohol, ¡especialmene el sábado por la noche!"

En la quinta estación se ha podido oír la mediación sobre la mano amiga que alivia. "Solo abriendo el corazón al amor divino, soy empujado a buscar la felicidad de los otros en tantos gestos de voluntariado: una noche en el hospital, un préstamo sin interés, una lágrima secada en familia, la gratuidad sincera, el compromiso a largo plazo del bien común, el compartir el pan y el trabajo, venciendo cualquier forma de celos o envidia".

Siguiente estación, la sexta: la ternura femenina. "La Verónica consigue tocar el dulce Jesús", "no solo para aliviar sino para participar en su sufrir".

Séptima estación: la angustia de la cárcel y la tortura. En esta ocasión se ha escuchado que "en cada cárcel, junto a todo torturado, está siempre Él, el Cristo que sufre, encarcelado y torturado".

Y a continuación ha llegado la octava estación "compartir y no conmiseración". En esta ocasión "lloramos por esos hombres que descargan sobre las mujeres la violencia que tienen dentro. Lloramos por las mujeres esclavizadas por el miedo y la explotación". Añadiendo que "las mujeres son tranquilizadas como hizo Él, son amadas como un don inviolable para toda la humanidad".

En la novena estación: "vencer la nociva nostalgia", donde se ha pedido que "nos ayude la contemplación de Jesús desplomado, pero capaz de alzarse, a saber vencer las clausuras que el miedo del mañana imprime en nuestro corazón, especialmente en este tiempo de crisis. Superemos la nociva nostalgia del pasado, la comodidad del inmovilismo, del ¡siempre se ha hecho así!".

Y ha llegado la décima estación y la reflexión sobre la unidad y la dignidad. "En Jesús, inocente, desnudado y torturado, reconocemos la dignidad violada de todos los inocentes, especialmente de pequeños".

En la undécima estación, "en la cama de los enfermos", se ha escuchado que "solo si encontramos, junto a nosotros, alguno que nos escucha, nos está cerca, se sienta en nuestra cama... entonces la enfermedad se puede convertir en una gran escuela de sabiduría, encuentro con el Dios paciente".

"El gemido de las siete palabras", motivo de reflexión en la estación duodécima. Estas siete palabra de Jesús en la Cruz, "son una obra maestra de esperanza. Jesús, lentamente, con pasos que son también los nuestros, atraviesa toda la oscuridad de la noche, para abandonarse, confiado, en los brazos del Padre. Es el gemido de los moribundos, el grito de los desesperados, la invocación de los perdedores. ¡Es Jesús!"

A continuación, decimotercera estación: "el amor es más fuerte que la muerte". Y aquí, se ha reflexionado que la piedad "significa hacer prójimo a los hermanos que están en luto y no se resignan. Es gran caridad cuidar a quien está sufriendo en el cuerpo herido, en la mente deprimida, en el alma desesperada". Y es que "amar hasta el final es la enseñanza suprema que nos han dejado Jesús y María".

Y finalmente, decimocuarta estación, "el jardín nuevo". En la última parada del Vía Crucis se ha escuchado que "la muerte nos desarma, nos hace entender que estamos expuestos a una existencia terrena que tiene un final. Pero es delante de este cuerpo de Jesús, depuesto en el sepulcro, que tomamos conciencia de quién somos. Criaturas que, para no morir, necesitan a su Creador".

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El Papa almuerza con 10 sacerdotes
El dí­a de Jueves Santo, Francisco comió acompañado por un grupo de presbíteros romanos y por monseñor Angelo Becciu

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 18 de abril de 2014 (Zenit.org) - El Santo Padre ha querido compartir la comida del Jueves Santo con 10 sacerdotes romanos, en el día en el que la Iglesia celebra la institución de la Eucaristía y del sacerdocio ministerial.

Al finalizar la mañana del Jueves Santo, 17 de abril, el Pontífice se dirigió a la casa del arzobispo Angelo Becciu, sustituto de la Secretaria de Estado. Allí pasó una hora y media almorzando con párrocos y sacerdotes de Roma, quienes habían participado esa misma mañana en la Misa Crismal en la Basílica de San Pedro.

El encuentro tuvo lugar de las 13.00 a las 14.30, en un clima de sencilla cordialidad, se lee en la nota de Radio Vaticana. De esta forma, el Pontífice ha podido conocer las experiencias de algunos de los sacerdotes de su diócesis, sobre todo de los comprometidos en situaciones de particular dificultad. Los 10 presbíteros han podido hablar de sus realidades con el Santo Padre, quien "ha escuchado con gran atención cuanto le han indicado, animando a los sacerdotes en su misión".

Y así se repite la iniciativa que Francisco tomó también el año pasado el día de Jueves Santo, cuando monseñor Becciu acogió para la comida al Papa y a siete sacerdotes romanos.

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El Papa regala 150 huevos de chocolate a los niños del Bambino Gesù
Francisco visitó este hospital pediátrico de Roma el pasado 21 de diciembre

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 18 de abril de 2014 (Zenit.org) - Los niños ingresados en el hospital pediátrico de Roma Bambino Gesù han recibido 150 huevos de chocolate de parte del papa Francisco. El Santo Padre ha querido ofrecer este regalo a los pequeños pacientes en ocasión de la fiesta de Pascua, según publica una nota de Radio Vaticana.

Los coloridos huevos de chocolate se han distribuido en la ludoteca y entre los niños de la planta de oncología. De este modo, el Santo Padre muestra nuevamente su cercanía con los niños de este hospital, que visitó personalmente el pasado 21 de diciembre.

El hospital pediátrico Bambino Gesù es propiedad de la Santa Sede desde 1924 y es conocido por las familias como "el hospital del Papa". El primer Pontífice en visitar este lugar fue Juan XXIII -que será canonizado el próximo domingo 27 de abril- y lo hizo en el año 1958.

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Santa Sede


Padre Cantalamessa: el apego al dinero en la raí­z de todos los males
En la predicación de este Viernes Santo del predicador de la Casa Pontificia, habla de la traición de Judas, el dinero y los males que éste causa en el mundo

Por Rocío Lancho García

CIUDAD DEL VATICANO, 18 de abril de 2014 (Zenit.org) - El dinero, no es uno de tantos ídolos; es el ídolo por antonomasia. Lo ha afirmado el padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, en la predicación que ha realizado en la celebración de la Pasión del Señor en la Basílica Vaticana de este Viernes Santo.

"Dentro de la historia divino-humana de la pasión de Jesús hay muchas pequeñas historias de hombres y de mujeres que han entrado en el radio de su luz o de su sombra. La más trágica de ellas es la de Judas Iscariote", ha comenzado el padre Raniero Cantalamessa.

Judas no había nacido traidor, pero ¿por qué llegó a serlo?, se ha preguntado. Tras enumerar algunas teorías tradicionales, el padre Cantalamessa ha afirmado que "los evangelios —las únicas fuentes fiables que tenemos sobre el personaje— hablan de un motivo mucho más a ras de tierra: el dinero".

El predicador de la Casa Pontificia ha señalado que "el dinero, no es uno de tantos ídolos; es el ídolo por antonomasia; literalmente, 'el ídolo de metal fundido'. Y se entiende el porqué. ¿Quién es, objetivamente, si no subjetivamente -es decir en los hechos, no en las intenciones-, el verdadero enemigo, el competidor de Dios, en este mundo? ¿Satanás?", ha preguntado. Pero -ha añadido- ningún hombre decide servir, sin motivo, a Satanás. "Quién lo hace, lo hace porque cree obtener de él algún poder o algún beneficio temporal. Jesús nos dice claramente quién es, en los hechos, el otro amo, al anti-Dios: 'Nadie puede servir a dos amos: no podéis servir a Dios y a Mammona'. El dinero es el 'Dios visible, a diferencia del Dios verdadero que es invisible", ha indicado.

Tal y como dice la Escritura, ha recordado, "el apego al dinero es la raíz de todos los males", añadiendo que "detrás de cada mal de nuestra sociedad está el dinero o, al menos, está también el dinero".  Y nuevamente ha preguntado "¿qué hay detrás del comercio de la droga que destruye tantas vidas humanas, detrás del fenómeno de la mafia y de la camorra, la corrupción política, la fabricación y el comercio de armas, e incluso -cosa que resulta horrible decir- a la venta de órganos humanos extirpados a niños?" Y ha planteado otra cuestión: "y la crisis financiera que el mundo ha atravesado y este país aún está atravesando, ¿no es debida en buena parte a la ¡detestable codicia de dinero', la auri sagrada fames, por parte de algunos pocos?". Asimismo ha recordado que Judas empezó sustrayendo algún dinero de la caja común. "¿No dice esto nada a algunos administradores del dinero público?", ha interrogado. Del mismo modo, ha añadido, "¿no es ya escandaloso que algunos perciban sueldos y pensiones cien veces superiores a los de quienes trabajan en sus dependencias y que levanten la voz en cuanto se apunta la posibilidad de tener que renunciar a algo, de cara a una mayor justicia social?"

El padre Cantalamessa ha indicado que "como todos los ídolos, el dinero es 'falso y mentiroso': promete la seguridad y, sin embargo, la quita; promete libertad y, en cambio, la destruye".

Del mismo modo ha mencionado a esos "hombres colocados en puestos de responsabilidad que ya no sabían en qué banco o paraíso fiscal almacenar los ingresos de su corrupción se encontraron en el banquillo de los imputados, o en la celda de una prisión, precisamente cuando estaban para decirse a sí mismos: 'Ahora gózate, alma mía'". Y se ha preguntado "¿Para quién lo han hecho? ¿Valía la pena? ¿Han hecho realmente el bien de los hijos y la familia, o del partido, si es eso lo que buscaban? ¿O más bien se han arruinado a sí mismos y a los demás?"

Y retomando la figura del Judas, el padre Cantalamessa ha observado que "la traición de Judas continua en la historia y el traicionado es siempre él, Jesús". Pero ha agregado que "la traición de Judas no continúa sólo en los casos clamorosos que he mencionado. Pensarlo sería cómodo para nosotros, pero no es así". Y ha explicado que "traiciona a Cristo quien traiciona a su esposa o a su marido. Traiciona a Jesús el ministro de Dios infiel a su estado, o quien, en lugar de apacentar el rebaño que se la confiado se apacienta a sí mismo. Traiciona a Jesús todo el que traiciona su conciencia".

Sobre el final de Judas, el predicador ha mencionado que "Jesús nunca abandonó a Judas y nadie sabe dónde cayó en el momento en que se lanzó desde el árbol con la soga al cuello: si en las manos de Satanás o en las de Dios". Y ha recordado que "amigo, fue la última palabra que le dirigió Jesús y él no podía haberla olvidado, como no podía haber olvidado su mirada".

Al respecto, el padre Raniero ha subrayado que "lo más grande en el asunto de Judas no es su traición, sino la respuesta que Jesús da". Y ha explicado la diferencia entre la traición de Pedro y la de Judas: "Pedro tuvo confianza en la misericordia de Cristo, ¡Judas no! El mayor pecado de Judas no fue haber traicionado a Jesús, sino haber dudado de su misericordia".  Y para ello, ha concluído, tenemos el sacramento de la reconciliación: "La confesión nos permite experimentar sobre nosotros lo que la Iglesia canta la noche de Pascua en el Exultet: 'Oh, feliz culpa, que mereció tal Redentor!'"

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Estaba también con ellos Judas, el traidor
Reflexión completa del Padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 18 de abril de 2014 (Zenit.org) - Publicamos a continuación la reflexión del padre Raniero Cantalamessa en la Pasión del Señor de este Viernes Santo:

Dentro de la historia divino-humana de la pasión de Jesús hay muchas pequeñas historias de hombres y de mujeres que han entrado en el radio de su luz o de su sombra. La más trágica de ellas es la de Judas Iscariote. Es uno de los pocos hechos atestiguados, con igual relieve, por los cuatro evangelios y por el resto del Nuevo Testamento. La primitiva comunidad cristiana reflexionó mucho sobre el asunto y nosotros haríamos mal a no hacer lo mismo. Tiene mucho que decirnos.

Judas fue elegido desde la primera hora para ser uno de los doce. Al insertar su nombre en la lista de los apóstoles, el 'evangelista Lucas escribe: «Judas Iscariote que se convirtió (egeneto) en el traidor» (Lc 6, 16). Por lo tanto, Judas no había nacido traidor y no lo era en el momento de ser elegido por Jesús; ¡llegó a serlo! Estamos ante uno de los dramas más sonbríos de la libertad humana.

¿Por qué llegó a serlo? En años no lejanos, cuando estaba de moda la tesis del Jesús «revolucionario», se trató de dar a su gesto motivaciones ideales. Alguien vio en su sobrenombre de «Iscariote» una deformación de «sicariote», es decir, perteneciente al grupo de los zelotas extremistas que actuaban como «sicarios» contra los romanos; otros pensaron que Judas estaba decepcionado por la manera en que Jesús llevaba adelante su idea de «reino de Dios» y que quería forzarle para que actuara también en el plano político contra los paganos. Es el Judas del célebre musical «Jesucristo Superstar» y de otros espectáculos y novelas recientes. Un Judas que se aproxima a otro célebre traidor del propio bienhechor: ¡Bruto que mató a Julio César para salvar la República!

Son todas construcciones que se deben respetar cuando revisten alguna dignidad literaria o artística, pero no tienen ningún fundamento histórico. Los evangelios —las únicas fuentes fiables que tenemos sobre el personaje— hablan de un motivo mucho más a ras de tierra: el dinero. A Judas se le confió la bolsa común del grupo; con ocasión de la unción de Betania había protestado contra el despilfarro del perfume preciosos derramado por María sobre los pies de Jesús, no porque le importaran de pobres —hace notar Juan—, sino porque "era un ladrón y, puesto que tenía la caja, cogía lo que echaban dentro» (Jn 12,6). Su propuesta a los jefes de los sacerdotes es explícita: «¿Cuanto estáis dispuestos a darme, si os lo entrego? Y ellos fijaron treinta siclos de plata» (Mt 26, 15). 

* * *

Pero ¿por qué extrañarse de esta explicación y encontrarla demasiado banal? ¿Acaso no ha sido casi siempre así en la historia y no es todavía hoy así? Mammona, el dinero, no es uno de tantos ídolos; es el ídolo por antonomasia; literalmente, «el ídolo de metal fundido» (cf. Éx 34,17). Y se entiende el porqué. ¿Quién es, objetivamente, si no subjetivamente (es decir en los hechos, no en las intenciones), el verdadero enemigo, el competidor de Dios, en este mundo? ¿Satanás? Pero ningún hombre decide servir, sin motivo, a Satanás. Quién lo hace, lo hace porque cree obtener de él algún poder o algún beneficio temporal. Jesús nos dice claramente quién es, en los hechos, el otro amo, al anti-Dios: «Nadie puede servir a dos amos: no podéis servir a Dios y a Mammona» (Mt 6,24). El dinero es el «Dios visible»[1], a diferencia del Dios verdadero que es invisible. 

Mammona es el anti-dios porque crea un universo espiritual alternativo, cambia el objeto a las virtudes teologales. Fe, esperanza y caridad ya no se ponen en Dios, sino en el dinero. Se opera una siniestra inversión de todos los valores. «Todo es posible para el que cree», dice la Escritura (Mc 9,23); pero el mundo dice: «Todo es posible para quien tiene dinero». Y, en un cierto nivel, todos los hechos parecen darle la razón. 

«El apego al dinero —dice la Escritura— es la raíz de todos los males» (1 Tm 6,10). Detrás de cada mal de nuestra sociedad está el dinero o, al menos, está también el dinero. Es el Moloch de bíblica memoria, al que se le inmolaban jóvenes y niñas (cf. Jer 32,35), o el dios Azteca, al que había que ofrecer diariamente un cierto número de corazones humanos. ¿Qué hay detrás del comercio de la droga que destruye tantas vidas humanas, detrás del fenómeno de la mafia y de la camorra, la corrupción política, la fabricación y el comercio de armas, e incluso —cosa que resulta horrible decir— a la venta de órganos humanos extirpados a niños? Y la crisis financiera que el mundo ha atravesado y este país aún está atravesando, ¿no es debida en buena parte a la «detestable codicia de dinero», la auri sagrada fames[2], por parte de algunos pocos? Judas empezó sustrayendo algún dinero de la caja común. ¿No dice esto nada a algunos administradores del dinero público?

Pero, sin pensar en estos modos criminales de acumular dinero, ¿no es ya escandaloso que algunos perciban sueldos y pensiones cien veces superiores a los de quienes trabajan en sus dependencias y que levanten la voz en cuanto se apunta la posibilidad de tener que renunciar a algo, de cara a una mayor justicia social?

En los años 70 y 80, para explicar, en Italia, los repentinos cambios políticos, los juegos ocultos de poder, el terrorismo y los misterios de todo tipo que afligían a la convivencia civil, se fue afirmando la idea, casi mítica, la existencia de un «gran Anciano»: un personaje espabiladísmo y poderoso, que por detrás de los bastidores habría movido fila los hilos de todo, para fines que sólo él conocía. Este «gran Anciano» existe realmente, no es un mito; ¡se llama Dinero! 

Como todos los ídolos, el dinero es «falso y mentiroso»: promete la seguridad y, sin embargo, la quita; promete libertad y, en cambio, la destruye. San Francisco de Asís describe, con una severidad inusual en él, el final de una persona que vivió sólo para aumentar su «capital». Se aproxima la muerte; se hace venir al sacerdote. Éste pide al moribundo: «¿Quieres el perdón de todos tus pecados?» , y él responde que sí. Y el sacerdote: «Estás dispuesto a satisfacer los errores cometidos, devolviendo las cosas que has estafado a otros?» Y él: «No puedo». «¿Por qué no puedes?» «Porque ya he dejado todo en manos de mis parientes y amigos». Y así él muere impenitente y apenas muerto los parientes y amigos dicen entre sí: «¡Maldita alma la suya! Podía ganar más y dejárnoslo, y no lo ha hecho!"[3]

Cuántas veces, en estos tiempos, hemos tenido que repensar ese grito dirigido por Jesús al rico de la parábola que había almacenado bienes sin fin y se sentía al seguro para el resto de la vida: «Insensato, esta misma noche se te pedirá el alma; y lo que has preparado, ¿de quién será?» (Lc 12,20)! Hombres colocados en puestos de responsabilidad que ya no sabían en qué banco o paraíso fiscal almacenar los ingresos de su corrupción se encontraron en el banquillo de los imputados, o en la celda de una prisión, precisamente cuando estaban para decirse a sí mismos: «Ahora gózate, alma mía». ¿Para quién lo han hecho? ¿Valía la pena? ¿Han hecho realmente el bien de los hijos y la familia, o del partido, si es eso lo que buscaban? ¿O más bien se han arruinado a sí mismos y alos demás? 

* * *

La traición de Judas continua en la historia y el traicionado es siempre él, Jesús. Judas vendió al jefe, sus imitadores venden su cuerpo, porque los pobres son miembros de Cristo, lo sepan o no. «Todo lo que hagáis con uno solo de estos mis hermanos más pequeños, me lo habéis hecho a mí» (Mt 25,40). Pero la traición de Judas no continúa sólo en los casos clamorosos que he mencionado. Pensarlo sería cómodo para nosotros, pero no es así. Ha permanecido famosa la homilía que tuvo en un Jueves Santo don Primo Mazzolari sobre «Nuestro hermano Judas». "Dejad —decía a los pocos feligreses que tenía delante—, que yo piense por un momento al Judas que tengo dentro de mí, al Judas que quizás también vosotros tenéis dentro». 

Se puede traicionar a Jesús también por otros géneros de recompensa que no sean los treinta denarios de plata. Traiciona a Cristo quien traiciona a su esposa o a su marido. Traiciona a Jesús el ministro de Dios infiel a su estado, o quien, en lugar de apacentar el rebaño que se la confiado se apacienta a sí mismo. Traiciona a Jesús todo el que traiciona su conciencia. Puedo traicionarlo yo también, en este momento —y la cosa me hace temblar— si mientras predico sobre Judas me preocupo de la aprobación del auditorio más que de participar en la inmensa pena del Salvador. Judas tenía un atenunante que yo no tengo. Él no sabía quién era Jesús, lo consideraba sólo «un hombre justo»; no sabía que era el hijo de Dios, como lo sabemos nosotros.

Como cada año, en la inminencia de la Pascua, he querido escuchar de nuevo la «Pasión según san Mateo», de Bach. Hay un detalle que cada vez me hace estremecerme. En el anuncio de la traición de Judas, allí todos los apóstoles preguntan a Jesús: «¿Acaso soy yo, Señor?» «Herr, bin ich’s?» Sin embargo, antes de escuchar la respuesta de Cristo, anulando toda distancia entre acontecimiento y su conmemoración, el compositor inserta una coral que comienza así: «¡Soy yo, soy yo el traidor! ¡Yo debo hacer penitencia!», «Ich bin's, ich sollte büßen». Como todas las corales de esa ópera, expresa los sentimientos del pueblo que escucha; es una invitación para que también nosotros hagamos nuestra confesión del pecado. 

* * *

El Evangelio describe el fin horrible de Judas: «Judas, que lo había traicionado, viendo que Jesús había sido condenado, se arrepintió, y devolvió los treinta siclos de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos, diciendo: He pecado, entregándoos sangre inocente. Pero ellos dijeron: ¿Qué nos importa? Ocúpate tú. Y él, arrojados los siclos en el templo, se alejó y fue a ahocarse» (Mt 27, 3-5). Pero no demos un juicio apresurado. Jesús nunca abandonó a Judas y nadie sabe dónde cayó en el momento en que se lanzó desde el árbol con la soga al cuello: si en las manos de Satanás o en las de Dios. ¿Quién puede decir lo que pasó en su alma en esos últimos instantes? «Amigo», fue la última palabra que le dirigió Jesús y él no podía haberla olvidado, como no podía haber olvidado su mirada. 

Es cierto que, hablando de sus discípulos, al Padre Jesús había dicho de Judas: «Ninguno de ellos se ha perdido, excepto el hijo de la perdición» (Jn 17,12), pero aquí, como en tantos otros casos, él habla en la perspectiva del tiempo no de la eternidad; la envergadura del hecho basta por sí sola, sin pensar en un fracaso eterno, para explicar la otra tremenda palabra dicha de Judas: «Mejor hubiera sido para ese hombre no haber nacido» (Mc 14,21). El destino eterno de la criatura es un secreto inviolable de Dios. La Iglesia nos asegura que un hombre o una mujer proclamados santos están en la bienaventuranza eterna; pero de nadie sabe ella misma que esté en el infierno. 

Dante Alighieri, que, en la Divina Comedia, sitúa a Judas en lo profundo del infierno, narra la conversión en el último instante de Manfredi, hijo de Federico II y rey de Sicilia, al que todos en su tiempo consideraban condenado porque murió excomulgado Herido de muerte en batalla, él confía al poeta que, en el último instante de vida, se rindió llorando a quien «perdona de buen grado» y desde el Purgatorio envía a la tierra este mensaje que vale también para nosotros: 

Abominables mis pecados fueron

mas tan gran brazo tiene la bondad

infinita, que acoge a quien la implora [4].

* * *

He aquí a lo que debe empujarnos la historia de nuestro hermano Judas: a rendirnos a aquel que perdona gustosamente, a arrojarnos también nosotros en los brazos abiertos del crucificado. Lo más grande en el asunto de Judas no es su traición, sino la respuesta que Jesús da. Él sabía bien lo que estaba madurando en el corazón de su discípulo; pero no lo expone, quiere darle la posibilidad hasta el final de dar marcha atrás, casi lo protege. Sabe a lo que ha venido, pero no rechaza, en el huerto de los olivos, su beso helado e incluso lo llama amigo (Mt 26,50). Igual que buscó el rostro de Pedro tras la negación para darle su perdón, ¡quién sabe como habrá buscado también el de Judas en algún momento de su vía crucis! Cuando en la cruz reza: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34), no excluye ciertamente de ellos a Judas.

¿Qué haremos, pues, nosotros? ¿A quién seguiremos, a Judas o a Pedro? Pedro tuvo remordimiento de lo que había hecho, pero también Judas tuvo remordimiento, hasta el punto que gritó: «¡He traicionado sangre inocente!» y restituyó los treinta denarios. ¿Dónde está, entonces, la diferencia? En una sola cosa: Pedro tuvo confianza en la misericordia de Cristo, ¡Judas no! El mayor pecado de Judas no fue haber traicionado a Jesús, sino haber dudado de su misericordia. 

Si lo hemos imitado, quien más quien menos, en la traición, no lo imitemos en esta falta de confianza suya en el perdón. Existe un sacramento en el que es posible hacer una experiencia segura de la misericordia de Cristo: el sacramento de la reconciliación. ¡Qué bello es este sacramento! Es dulce experimentar a Jesús como maestro, como Señor, pero aún más dulce experimentarlo como Redentor: como aquel que te saca fuera del abismo, como a Pedro del mar, que te toca, como hizo con el leproso, y te dice: «¡Lo quiero, queda curado!» (Mt 8,3).

La confesión nos permite experimentar sobre nosotros lo que la Iglesia canta la noche de Pascua en el Exultet: «Oh, feliz culpa, que mereció tal Redentor!» Jesús sabe hacer, de todas las culpas humanas, una vez que nos hemos arrepentidos, «felices culpas», culpas que ya no se recuerdan si no por haber sido ocasión de experiencia de misericordia y de ternura divinas! 

Tengo un deseo que hacerme y haceros a todos, Venerables Padres, hermanos y hermanas: que la mañana de Pascua podamos levantarnos y oír resonar en nuestro corazón las palabras de un gran converso de nuestro tiempo:

«Dios mío, he resucitado y estoy aún contigo!

Dormía y estaba tumbado como un muerto en la noche.

Dijiste: «¡Hágase la luz! ¡Y yo me desperté como se lanza un grito! [...]

Padre mío que me has generado antes de la aurora, estoy en tu presencia.

Mi corazón está libre y la boca pelada, cuerpo y espíritu estoy en ayunas.

Estoy absuelto de todos los pecados, que confesé uno a uno.

El anillo nupcial está en mi dedo y mi rostro está limpio.

Soy como un ser inocente en la gracia que me has concedido»[5].

Este puede hacer de nosotros la Pascua de Cristo.

Traducido del original italiano por Pablo Cervera Barranco

[1] W. Shakespeare, Timón de Atenas, acto IV, escena 3.

[2] Virgilio, Eneida, 3,56-57

[3] Cf. S. Francisco, Lettera a tutti i fedeli 12 (Fonti Francescane, 205).

[4] Purgatorio, III, 118-123 (Traducción de Luis Martínez de Merlo).

[5] P. Claudel, Prière pour le Dimanche matin, en Œuvres poétiques (Gallimard, París 1967) 377. 

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Mirada al mundo


Tierra Santa: la Pascua de los cristianos que no pueden pasar el muro
Ayuda a la Iglesia Necesitada reporta las voces de cristianos palestinos que tienen dificultades para obtener el permiso del gobierno israelí­ para ir a Jerusalén

Por Redacción

ROMA, 18 de abril de 2014 (Zenit.org) - "A veces creo que es más fácil ir a América que a Jerusalén. Aún estando solamente a seis millas de nuestra casa". Marcelline, una joven católica de Belén, cuenta a Ayuda a la Iglesia Necesitada las dificultades que muchos cristianos palestinos tiene para dirigirse a los lugares santos porque no han obtenido del gobierno israelí la autorización necesaria para pasar el muro. La joven añade que "no debería hacer falta un permiso para visitar los lugares queridos por nuestra fe".

El domingo de Ramos, Marcelline participó junto a su familia de la procesión conmemorativa del ingreso de Jesús en Jerusalén. Una iniciativa en la que cada año participan miles de cristianos de todo el mundo. El pasado domingo de Ramos toda la atención de los fieles se dirigía a la futura visita del papa Francisco: "una ocasión muy esperada por los cristianos de Tierra Santa, que desean una intervención  del pontífice para resolver el problema", afirma la nota de AIN. Durante la procesión que va de Bètfage -lugar del que Jesús salió montado en el asno para llegar a Jerusalén-, y llega hasta la Iglesia de Santa Ana -en el corazón de la ciudad santa- se podían leer carteles que decían: "Papa Francisco, ¡Palestina quiere justicia!".

"Esperamos ansiosos la llegada de Francisco. El Papa visitará a los cristianos de Palestina y contará al mundo nuestro drama, el de los fieles obligados a vivir más allá de los muros y del alambre de espinas", cuenta también a AIN Susanne, que fue desde Belén con sus hijos y nietos.

También da su testimonio Rifat Kassis, representante de la organización interconfesional cristiana Kairos Palestine, que cuenta a Ayuda a la Iglesia Necesitada que con la construcción en el 2002 de la barrera de separación israelí se ha hecho muy difícil para los palestinos de los territorios ocupados entrar en Israel.

Por otro lado, un número creciente de cristianos se lamenta por la disparidad e irregularidad en la expedición de los permisos por parte del gobierno de Israel. "El sistema de asignación de las autorizaciones parece no responder a ninguna lógica. Incluso dentro de una misma familia está garantizado el acceso solamente a algunos de los miembros", explica Yusef Daher, del Centro intereclesial de Jerusalén.

Un portavoz del gobierno israelí declaró el pasado 14 de abril a AIN que de los 16.000 permisos solicitados por los cristianos palestinos con ocasión de la Semana Santa, se han realizado 14.000. "Continuamos valorando las otras peticiones. Después de todo falta aún algún día para la Pascua cristiana".

Por su parte, el obispo auxiliar de Jerusalén, monseñor William Shomali, no concuerda con dichas estimaciones: "se han concedido unos 10 mil permisos, un número netamente inferior a las peticiones", indicó a AIN.

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Cardenal Cipriani: El sacerdote tibio es el enemigo de la Iglesia
El arzobispo de Lima celebró en la Catedral la Misa Crismal de Jueves Santo

Por Redacción

ROMA, 18 de abril de 2014 (Zenit.org) - “Si no aceptamos el compromiso serio de ser adoradores, rezadores y contempladores seríamos activistas de una ONG, como dice el Papa. Cuanta más actividad tengas, más oración; cuanto más compromiso con las periferias, más compromiso con el Santísimo Sacramento; cuanto más apostolado y trabajo en zonas alejadas, más intimidad con el Señor”. Son palabras del cardenal Juan Luis Cipriani, arzobispo de Lima, en la Misa Crismal que presidió este jueves, 17 de abril, en la Catedral de la capital de Perú, en la concelebración todos los sacerdotes de la arquidiócesis.

En la homilía, el purpurado animó a los sacerdotes a no caer en la tibieza del espíritu que  impulsa a ser perezosos y recomendó cultivar la amistad con el Señor en la oración diaria. “La Iglesia, dice el Papa, necesita el pulmón de la oración sincera de sus sacerdotes. El sacerdote tibio es el enemigo de la Iglesia, y el que vive y no corrige al sacerdote tibio es el cómplice del enemigo de la Iglesia. Hay que dar testimonio con nuestra propia vida. Y es necesario que seamos humildes porque solo con esa humildad podremos entender esa grandeza inmerecida pero grandiosa”, afirmó el cardenal de Lima.

Asimismo señaló que “la contemplación es fundamental cuando la Iglesia se empeña en ese fervor misionero. El misionero en primer lugar debe convencerse de tener buenos ratos junto al Señor. Y me contestarán: no hay tiempo cardenal. Pues es la muerte de la Iglesia. Sí tiene que haber tiempo. Hay que saber organizar una verdadera jerarquía en ese amor. Primero Dios”.  

El cardenal Cipriani, por otro lado, invitó a los sacerdotes a vivir con verdadero fervor eucarístico la celebración de la Santa Misa. Y del mismo modo pidió que "cuidemos la celebración de la Eucaristía, viviendo las rúbricas con un recogimiento interior y exterior. Dice el Papa Francisco: Si no afirmamos y renovamos diariamente esta realidad, corremos el peligro de vaciar de contenido nuestra vocación y hacer un daño terrible a los designios de nuestro Redentor. Llevamos estos tesoros en vasos de barro”.

Para concluir la homilía, el arzobispo de Lima exhortó a los sacerdotes  a cultivar el amor limpio y lleno de ternura en tiempos que se vive tanta sensualidad en el mundo. “En estos tiempos de tanta sensualidad, de una vida blanda y floja, cultivemos el amor limpio, casto, lleno de ternura, permaneciendo siempre unidos y ayudándonos. El amor limpio y casto atrae e ilumina; pero hay que alimentarlo y cuidarlo. Nos dice el Papa: La falta de vigilancia hace tibio al pastor, lo hace distraído, olvidadizo, hasta intolerante. Lo seduce con la perspectiva de hacer carrera eclesiástica, con la adulación del dinero”, afirmó el cardenal.

Y añadió que “son tiempos en que hay que vivir especialmente bien la pobreza y la austeridad, porque sino el sacerdote que es tibio se vuelve perezoso y se puede transformar en un funcionario preocupado más de sí mismo que del verdadero bien del Señor”.

Además, quiso recordar que pronto veremos canonizado a Juan Pablo II a quien reconoció como un ejemplo de sacerdote, de ternura, de alegría y de apostolado.

Como indica el rito de la misa crismal, al finalizar la homilía, los más de 300 sacerdotes concelebrantes renovaron sus promesas de fidelidad a todos los compromisos sacerdotales que asumieron el día de su ordenación, manifestando su unidad y cercanía con el arzobispo de Lima. Y al igual que se hace en todas las catedrales del mundo el día de Jueves Santo, durante la misa, el cardenal consagró el Santo Crisma y bendijo los Santos Óleos de los Enfermos y de los Catecúmenos.

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"¡Jerusalén sea capital del mundo para toda la humanidad!"
El patriarca Fouad Twal cuenta la espera de la visita del papa Francisco a la Ciudad Santa

Por Giorgia Innocenti

JERUSALéN, 18 de abril de 2014 (Zenit.org) - “Vivimos la Semana Santa, pero mantenemos también el peso del Viernes Santo y de las divisiones de los cristianos". Lo ha declarado a ZENIT, su beatitud, el patriarca Fouad Twal, en vista del viaje del Santo Padre a Tierra Santa, añadiendo que "la conversión de los corazones ayudará a romper los muros que dividen Jerusalén".

¿Cómo se vive en Jerusalén la Semana Santa en espera del Santo Padre?
--Fouad Twal: Este año estamos contentos de poder celebrar la Santa Pascua junto a los cultos orientales. Yo mismo intenté el año pasado hacer un primer intento y, después de algunas resistencias, ahora hay un protocolo preciso y establecido. El domingo, hemos empezado la Semana Santa con la gran Procesión de Ramos, hasta el corazón de Jerusalén. Es bello ver la participación de todos los párrocos y los parroquianos, los jóvenes, los scouts... Ha sido una presencia cristiana en este mundo, el nuestro, un poco agitado.
Nosotros cristianos, entre otras confesiones, debemos ser "la sal de la tierra", que da sabor y otro tono, respecto a la violencia y el ansia. Esta semana en Jerusalén, para los peregrinos que viene aquí una vez en su vida, es una gran gracia. Nosotros, que vivimos en los lugares santos, debemos estar a la altura de la gracia que el Señor nos da.
No puedo olvidar que, junto a la Resurrección hay una situación que no es bonita: la violencia en todo Oriente Medio, los refugiados. A través de Zenit, quisiéramos lanzar también un llamamiento, para que se respeten las normas internaciones. Estamos viviendo, de hecho, la Semana Santa, pero sentimos también el peso del Viernes Santo, del Vía Crucis y de la división de los cristianos.

Usted ha escrito un libro titulado Jerusalén, capital de la humanidad. Esta ciudad es un mosaico de culturas y de pueblos, pero tal riqueza puede también transformarse en conflictos o ser fuente de incomprensiones. ¿Cómo puede el cristianismo dar por tanto esperanza, teniendo en cuenta una situación internacional así de compleja?
--Fouad Twal: Según el Evangelio no hay límites para la acogida, para el perdón, el amor y la sencillez. Quisiera que Jerusalén tuviera estas características, que sea una capital para la humanidad, para todas las religiones. Jerusalén debe ser un Iglesia madre, que acoge a todos los creyentes del mundo.
Pero hay un misterio en esta ciudad: Jerusalén une a todos los creyentes pero al mismo tiempo los divide. ¡Este es el misterio que no conseguimos entender! Todavía debemos aceptar no entender y confiar nuestro destino al Señor. Bajando el domingo pasado del Monte de los Olivos no podía no recuerdar que Jesús mismo ha llorado en esta ciudad. Él ha sido el primero que ha querido reunir a los hijos de Jerusalén. Ahora nos toca a nosotros rezar y esperar por el destino de este ciudad.

Es innegable que los muros reales e ideológicos dividen Israel...
--Fouad Twal: El muro de la vergüenza: así lo llaman los italianos, que tienen sentido del humor. ¡Y estos muros se ven! Y nosotros también hemos sido un poco olvidados por la prensa internacional, que se concentra preferiblemente sobre otros temas actuales. Pero en mi opinión, los muros físicos son fáciles de derribar. Es más difícil derribar los muros que están en el corazón del hombre, que se llaman odio, miedo, injusticia. Comenzamos ahora a utilizar una palabra cristiana, que se llama "conversión de los corazones". Esta es la clave para derribar los muros del corazón del hombre, el miedo y el odio.

Comenzando quizá por nosotros cristianos... ¿Cómo considera los pasos de acercamiento del Santo Padre a la Iglesias Orientales?
--Fouad Twal: Una de nuestras cruces aquí en Tierra Santa es también la división entre los cristianos: tenemos tres grandes familias, la católica, la ortodoxa y los reformistas. En total somos trece iglesias, cada una con su administración. A través de nuestras instituciones, la Iglesia católica ha roto estas divisiones, porque aceptamos a todos los cristianos.
Delante de Dios y de la historia, me siento responsable de toda la comunidad cristiana en Tierra Santa, prescindiendo del rito. El rito puede ser una riqueza, pero no puede ser nunca fuente de división. Con la llegada del Santo Padre que quiere conmemorar el encuentro de 1964 (entre el papa Pablo VI y el patriarca Atenagora, ndr) espero que de nuevo este movimiento ecuménico tome una nueva vida y esperanza.

¿Ha tenido ocasión de tratar directamente con el papa Francisco?
--Fouad Twal: Hemos preparado ya el viaje y lo he visto unas cinco veces en Roma. Esta es una visita pastoral para la unidad, pero es difícil no considerar también el impacto político. A cualquier discurso le corresponde necesariamente una situación real de la vida social y política, de cada día. La gente olvida fácilmente los discursos. A menudo se detiene sobre el aspecto exterior del encuentro con el Santo Padre y es una pena. Muchos cristianos, sin embargo, tomarán de la persona misma del Papa el mensaje, esta cercanía, esta humildad en su comportamiento, la cercanía la pueblo, que lo caracteriza.

Traducido del italiano por Rocío Lancho García

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Rome Reports


La visita del Papa... ¡El mejor regalo! (Video)
Francisco ha decidido celebrar este año el Jueves Santo con pacientes con discapacidad seria atendidos en la red de hospitales de la Fundación Don Gnocchi

Por Rome Reports

ROMA, 18 de abril de 2014 (Zenit.org) - Para ver el vídeo hacer click aquí.

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Pintan las 14 estaciones del Via Crucis en tablas de skate board (Video)
Juan Pablo II dijo que se puede ser moderno y profundamente fiel a Jesucristo

Por Rome Reports

ROMA, 18 de abril de 2014 (Zenit.org) - Para ver el vídeo hacer click aquí.

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Francisco reza tendido en el suelo en Viernes Santo (Video)
Francisco se postró en el suelo para rezar unos minutos al llegar a la Basílica de San Pedro antes de que comience el recuedo de la Pasión de Cristo que se celebra el Viernes Santo

Por Rome Reports

ROMA, 18 de abril de 2014 (Zenit.org) - Para ver el vídeo hacer click aquí.

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Libros


El Buen Ladrón, el primer santo de la historia
Presentan el primer libro documentado sobre san Dimas, crucificado a la derecha de Jesús. "Hoy estarás conmigo en el Paraí­so", le dijo el Señor

Por Redacción

MADRID, 18 de abril de 2014 (Zenit.org) - El Buen Ladrón, conocido como san Dimas, fue el primer santo de la historia de la Iglesia. Crucificado a la derecha de Jesucristo, le reconoció como Hijo de Dios: “Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino”. Así, obtuvo del Señor una promesa que no hizo a nadie más: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

La editorial Voz de Papel publica el primer libro sobre este fascinante y fugaz personaje de los Evangelios: "El Buen Ladrón. Misterio de Misericordia", del sacerdote canadiense André Daigneault, que contiene la mayor documentación jamás reunida sobre lo que han escrito de él los Padres de la Iglesia, los papas y los santos.

San Dimas representa el gran ejemplo espiritual de que la conversión es obra gratuita de Dios. Llegó a la Cruz como un delincuente merecedor del más horrible castigo de la época, y al principio también insultó a Jesús. Pero la aceptación de su condena, la defensa de la inocencia de Jesús y su audaz petición le sirvieron para ser rescatado. Fue la primera persona que llegó al cielo, antes que todos los grandes hombres buenos, patriarcas y profetas del Antiguo Testamento.

Durante siglos, los Padres de la Iglesia, la liturgia y el pueblo celebraron a san Dimas, pero su devoción disminuyó. Ahora renace como imagen viva de la misericordia de Dios y de esas “periferias existenciales” de las que habla el papa Francisco. El Buen Ladrón puede ser el prototipo y protector de los hombres que se encuentran perdidos, de los excluidos, de los heridos por la vida, de todos los que sufren. En este sentido, su testimonio es de una actualidad excepcional. Se trata de un criminal que es rescatado en el último minuto por el Amor.

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Espiritualidad


Beato Andrés Hibernón
«Una sencilla vida de entrega, colmada del amor de Dios, signó el acontecer de este virtuoso limosnero que vio premiada su entrega indeclinable con dones como milagros, bilocación, profecía, y multiplicación de alimentos, entre otros»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 18 de abril de 2014 (Zenit.org) - Su adolescencia y juventud estuvo dedicada a liberar a su familia de la pobreza en la que malvivían con las limosnas que obtenían, aunque la situación había sido bien distinta cuando él vino al mundo. Sus padres se establecieron en Alcantarilla, Murcia, España. Pero Andrés nació en la capital en 1534 en casa de un tío canónigo, lugar donde se hallaba su madre temporalmente. Unos días más tarde regresaron a la localidad. Creció familiarizado con Dios, cultivando la devoción a María y amando los principios de la fe que le inculcaron.

Su padre tenía origen nobiliario, pero una crisis económica suscitada por una pertinaz sequía le desposeyó de sus bienes. Al perder su estatus le enviaron a Valencia junto a un tío para que pudiera labrarse un porvenir. Allí trabajó como pastor de ganado hasta los 20 años. Luego decidió volver a casa. El dinero que había ganado lo reservó para la dote que su hermana precisaba para desposarse conforme a la costumbre de la época. Pero en el viaje de regreso al domicilio paterno, unos ladrones le golpearon y le esquilmaron lo que llevaba dejándole con lo puesto. En este hecho vio con claridad lo que ya se había fraguado en su espíritu: que debía ser religioso. Su trabajo en el campo no fue impedimento para que frecuentase las visitas al Santísimo, por el que tuvo gran devoción, ni mermó sus ansias de penitencia. Estaba forjado en el ayuno y en las mortificaciones; es decir, que había comenzado ya una vía de perfección. Sus virtudes eran manifiestas para quienes le conocían: mansedumbre, humildad y diligencia, entre otras muchas.

Antes de comprometerse pasó unos días en Granada acompañando a un regidor de Cartagena, alguacil mayor del Santo Oficio, que le tenía en gran estima y confianza, tanto que puso bajo su custodia cuantiosos bienes. Pero un día, sin despedirse de él, temiendo que pudiera influir en su decisión de consagrarse, partió para ingresar en el convento franciscano de Albacete perteneciente a la provincia de Cartagena donde hizo el noviciado. Aunque lo conocía, al regidor le impactó su honradez cuando vio que el beato había mantenido intactas sus valiosas pertenencias. Andrés profesó en 1557.

Permaneció seis años en esa comunidad tras los cuales eligió la reforma de san Pedro de Alcántara porque tenía unas reglas más severas. Se le asignó la residencia de San José de Elche donde llegó en 1563. Acostumbrado a la pobreza y a la mendicidad, no tuvo duda de que había elegido el lugar idóneo para él. La peculiar sensibilidad de los santos descubre la finura y profundidad de la vida espiritual cuando pasa por su lado. Sus hermanos san Pascual Bailón y san Juan de Ribera, que fue arzobispo de Valencia, al ver actuar a Andrés constataban su espíritu evangélico percibiendo su grandeza en cualquier detalle. A todos les cupo la gracia de vivir esos primeros instantes de instauración del movimiento renovador.

Andrés siempre encontraba unos minutos para hincarse en tierra y rezar fuera labrando la huerta, en la portería o mendigando. Era obediente, responsable, austero, prudente, discreto, puntual, abnegado incluso a pesar de la edad y los achaques, y poseía un gran sentido del honor. Su gran temple y confianza en la Providencia fue especialmente ostensible en circunstancias de catástrofe en las que actuó con admirable entereza. Sentía gran veneración por los sacerdotes y debilidad por los pobres y los enfermos. Y había obtenido de sus superiores el permiso para recibir frecuentemente la comunión, algo inusual en la época.

La fama de santidad le precedía. Su piedad traspasaba los muros del convento. Era estimado por las gentes, y personas ilustres que le conocían le abrían su corazón porque era un gran maestro y confesor. Desconocía lo que era tener un minuto de ocio, sin que le reportase celestes ganancias. En una ocasión, cuando le preguntaron si la vida espiritual le había resultado tediosa alguna vez, respondió que «jamás lo sentía, porque había hecho hábito de nunca estar ocioso, con lo cual siempre se hallaba apto para la oración o contemplación». Pasó por varios conventos, todos en la zona del Levante español. Tuvo en la limosna un fecundo campo apostólico. Los pobres vieron en él un amigo y asesor; les orientaba en la búsqueda de un trabajo digno. También asistía a los que estaban en trance de morir, y contribuyó a la conversión de musulmanes a quienes conmovía con su palabra y ejemplo. Cuando le llamaban «santo viejo», respondía humildemente, sin falsa modestia: «¡Oh, que lástima! Viejo loco, sí, insensato e impertinente, pero de santo no, no». Se caracterizaba por su capacidad contemplativa, fue agraciado con muchos éxtasis y raptos que le sobrevenían en cualquier lugar, aunque suplicaba a Dios que en esos momentos le preservase de miradas ajenas. Además, recibió distintos dones: el de la bilocación y el de profecía, así como el de milagros (curación de enfermos) y la multiplicación de alimentos. Vaticinó el día y hora de su muerte cuatro años antes de que se produjera.

La antigua lesión de estómago y «fluxión» ocular que venía padeciendo le causaron muchos sufrimientos. Los hermanos que permanecían a su lado cuando se encontraba en su lecho de muerte, afligidos por los dolores que soportaba, aunque los encajaba con admirable fortaleza, hubieran deseado compartirlos con él. Y al hacérselo saber, el venerable religioso manifestó: «Esto no, mis carísimos hermanos, porque estos dolores me los ha regalado Dios, y los pido y quiero enteramente para mí. Creedme, hermanos, que no hay cosa más preciosa en este mundo que padecer por amor de Dios». La devoción que tuvo en vida a María le acompañó en el momento de entregar su alma a Dios. Su deceso se produjo en el convento de San Roque de Gandía, Valencia el 18 de abril de 1602. Pío VI lo beatificó el 22 de mayo de 1791. Su cuerpo incorrupto desapareció en la Guerra Civil española. Localizados sus restos, se llevaron a Alcantarilla siendo trasladados con posterioridad a la catedral de Murcia donde se veneran.

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