12.04.14

Amor de Dios, ley y cumplimiento de mandamientos

A las 1:09 AM, por Luis Fernando
Categorías : Actualidad, Papa Francisco

 

Llevamos un tiempo asistiendo a una interpretación realmente falsa y peligrosa de algunas de las palabras del papa Francisco, sobre todo cuando el Santo Padre arremete contra los que caen en los mismos pecados de los escribas y fariseos de tiempos de Jesús. Siempre existe la tentación de caer en un legalismo rigorista que deja a un lado la idea de que la ley está hecha para el hombre y no el hombre para la ley.

Ahora bien, lo que desde determinados sectores de la Iglesia -siempre los mismos- se transmite es la idea de que el papa Francisco propone una especie de antinomianismo “light”, por el cual lo único que verdaderamente importa es el amor y no la observancia fiel de los mandamientos morales que se derivan de la caridad. Y que eso de la sana doctrina es cosa del pasado que debe quedar como un objeto decorativo en el armario de nuestra fe.

Que el Papa no cree que la moral católica es un elemento caduco se demuestra por la cantidad de veces que ha hablado de la necesidad de acudir al sacramento de la confesión. El mes pasado lo dijo claramente: “Si has pasado mucho tiempo sin confesarte, no pierdas un día más”. Días antes tocó un tema que suele producir erisipela en los sectores progres del catolicismo, al asegurar que “Cuando se arruina el matrimonio con un adulterio, se ensucia la relación de Dios con el pueblo”.

Uno de los puntos que creo necesarios para comprender lo que el Papa dice cuando habla de escribas y fariseos aparece en la homilía del pasado martes en Santa Marta. Cito:

No hay posibilidad de salir solos de nuestro pecado. No hay posibilidad. Estos doctores de la ley, estas personas que enseñaban la ley, no tenían una idea clara sobre esto. Creían, sí, en el perdón de Dios, pero se sentían fuertes, suficientes, sabían todo.

He ahí el quid de la cuestión. No se trata de que la moral, el pecado, la confesión, el llamado a la santidad, etc, hayan dejado de tener sentido. Se trata de que la fidelidad solo es posible si nos reconocemos pecadores, débiles e incapaces de cumplir la voluntad de Dios por nuestras propias fuerzas. El que piensa que ya es todo lo justo que puede llegar a ser, es un pobre diablo que ha caído bajo el pecado de la soberbia. Cada cual debe mirar en su corazón para ver si encuentra al publicano que, en secreto, se arrepentía de corazón o al fariseo que se daba golpes de pecho diciendo a voz en grito lo justo que era comparado con el resto de pecadores.

Dicho lo cual, para despejar cualquier duda y desmontar la falsa idea de que el amor de Dios no tiene nada que ver con cumplir sus mandamientos, recordemos lo que enseña la Escritura:

Conocemos que amamos a los hijos de Dios en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues ésta es la caridad de Dios, que guardemos sus preceptos. Sus preceptos no son pesados.
(1ª Jn 5,2-3)

Y si alguno dice “amo a Dios, pero aborrece a su hermano, miente”
(1ª Jn 4,20).

El amor a Dios y el amor a los hermanos son dos mandamientos inseparables, y se verifican el uno al otro mutuamente.

El que comete pecado traspasa la Ley, porque el pecado es transgresión de la Ley.
(1 Jn 3,4)

No pretendas decir que amas a Dios si no cumples sus mandamientos. No te engañes en la idea de que a Dios le da lo mismo que vivas en pecado o no. Que te ame a pesar de tus pecados es una cosa. Que se quede impasible ante tu negativa a dejarte guiar por su gracia para alejarte de esa vida de pecado, es otra cosa muy distinta.

Luis Fernando Pérez Bustamante