11.04.14

Liturgia: entre el derroche y la cutrez

A las 12:36 PM, por Jorge
Categorías : Sin categorías

 

Vengo ahora mismo del centro de Madrid de comprar una capa pluvial para la parroquia. Ya sé que su uso no es obligatorio, pero también sé que es una vestidura litúrgica que se lleva utilizando siglos en la iglesia en solemnidades y celebraciones especiales como procesiones, bendición con el Santísimo, oficio divino y algunos sacramentos como bautismo y matrimonio.

Este próximo domingo es “de ramos”, conmemoración de la entrada del Señor Jesús en Jerusalén, y en multitud de parroquias se celebra solemnemente con la procesión de ramos. No por ser corta una procesión o con poca gente, ha de ser algo cutre. No es difícil encontrar “ministros” para acompañar con hisopo y acetre, una cruz alzada, ciriales, incienso… Y el celebrante vestido de gala porque la ocasión lo merece. Por eso la capa pluvial. Roja, como lo pide la liturgia del domingo de ramos, roja como lo exige el viacrucis del viernes santo.

No me vengan ahora por favor con lo de la capa y el dinero a los pobres, otra vez no, por favor. No me cuenten eso de que si Jesús entró en Jerusalén a lomos de un borriquillo venir ahora a utilizar capa e incienso es un pasarse. No me expliquen por activa y pasiva que Jesús no utilizó vestimenta especial en su vida, y que por qué el papa lleva ricos ornamentos aunque sea el papa Francisco que ya sabemos que es más sencillo que nadie. Eso no.

Cualquiera de nosotros sabe que para celebrar un matrimonio hay muy pocas cosas obligatorias: un hombre y una mujer que se aman, unos testigos, y un testigo cualificado en nombre de la Iglesia. Pero nadie se escandaliza porque Manolo y Rebeca se compren unos trajes, adornen el templo, y quieran celebrarlo con sus familiares y amigos que, además, también han querido comprarse algo para la boda. Claro que lo podían haber dado para los pobres… ¿y?

Nos llama la atención que en la liturgia queramos utilizar vasos sagrados dignos y hasta reprochamos el aparente derroche. Pero nos parece perfecto que Javi y Nuria se hayan intercambiado como signo de su amor unos anillos de oro. Se reprocha el cuidado en la liturgia y el dejarse cuatro perras, cuando llega la comunión de David Antonio y las familias no saben en qué más gastar dinero para que todo sea bonito. Y eso que la capa, el cáliz y el paño humeral son para gloria y honra de Dios y vida litúrgica de la comunidad.

Pues no nos gusta, nos parece excesivo mientras que aceptamos como imprescindible para recibir la eucaristía el traje de almirante, los recordatorios, flores, vestidos y comida para todos con aperitivos, timbal de langostinos, solomillo y lo que venga. Más aún, los mismos que más claman contra la supuesta riqueza del Vaticano en cálices y casullas, y los mismos que están a la que salta para afear la compra de cualquier ornamento, son los que para la comunión de la prima Jennifer se compran algo, se apuntan a la comida y hacen un buen regalo. Parece que el escándalo solo existe cuando las cosas son para Dios.

Es viejo… ¿No se podía haber vendido ese perfume por trescientos denarios y dar el dinero a los pobres? Eso, ya saben, lo dijo un buen tipo, creo que un tal Judas…

La liturgia de la Iglesia no necesita especiales lujos ni un derrocha escandaloso. Pero entre el lujo y la cutrez hay un abismo. Parroquias sencillas conozco, conventos en la miseria, que disponen de unos simples pero bellos y cuidados vasos sagrados y unos ornamentos donde no falta de nada.

Una cosa es encargar hoy un cáliz de oro macizo y pedrería buenísima, y otra no utilizarlo en día grande ya que lo tenemos desde hace siglos. En el monasterio del Escorial bien que recuerdo utilizar las grandes capas del siglo XVI para las fiestas de San Lorenzo ¿dónde estaba el problema? Una cosa es exigir en una parroquia hoy unos vasos de oro macizo con gemas incrustadas, y otra celebrar con plato y vaso de duralex. Una encargar una casulla de miles y miles de euros y otra celebrar con unos vaqueros y una camisa de cuadros que el cura Manolo jamás se pondría para a boda de su sobrina.

Liturgia decente, digna, solemne incluso en la sencillez y circunstancia de cada uno. Con capa pluvial. Con incensario. Para gloria de Dios. Para gloria del hombre, que también se adora mejor en la belleza.