CARTA DEL OBISPO

CANONIZACIÓN DE JUAN XXIII Y DE JUAN PABLO II

Gran fiesta de la santidad para la Iglesia y para el mundo

 

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SANTANDER | 27.04.2014


Queridos hermanos:

            El domingo 27 de abril, domingo de la Octava de la Pascua y fiesta de  la Divina Misericordia, es un día histórico para la Iglesia y para el mundo. Dos Papas gigantes, Juan XXIII y Juan Pablo II, son canonizados por el Papa Francisco con la presencia del Papa emérito Benedicto XVI. Cuatro Papas en la plaza de San Pedro, corazón del orbe católico.

            El Papa “bueno” Juan  XXIII convocó el Concilio Vaticano II, máximo acontecimiento eclesial del siglo XX,  y el Papa Juan Pablo II, el “santo súbito” (“santo ya”), fue fiel intérprete y cumplidor de la letra y del espíritu de los documentos conciliares.

            El Papa Juan XXIII, que ocupó la sede de Pedro desde el 1958 a 1963, abrió de par en par las ventanas de la Iglesia para que entrara el aire renovador del Espíritu y quiso una Iglesia llena de misericordia. En el discurso de inauguración solemne del Concilio dijo: “En nuestro tiempo, la Iglesia de Cristo prefiere emplear la medicina de la misericordia y no empuñar las armas de la severidad”. Cincuenta años más tarde, el Papa Francisco, que lo va a proclamar santo dice también: “La Iglesia Católica quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad para con los hijos separados de ella”.

            El Papa Juan Pablo II, venido de un país lejano (Polonia), al comienzo de su largo pontificado (1978-2005) gritó al mundo entero: “¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Cristo!”

            En este día histórico, invito a todos los diocesanos a dar gracias a Dios por el don a su Iglesia de estos grandes Papas,  y a venerar la memoria de los nuevos santos: San Juan XXIII y San Juan Pablo II por su ejemplaridad, con el fin de que toda la Iglesia  se vigorice en el Espíritu por el ejercicio del amor. Es sumamente conveniente que amemos a estos santos de nuestros días, amigos de Dios, que rindamos a Dios las gracias que les debemos por ellos y que los invoquemos humildemente.

            Quiera Dios que, como pedimos tantas veces en la Liturgia, los nuevos santos nos muevan a la acción de gracias a Dios, fuente de toda santidad, nos estimulen con su ejemplo en el camino de la vida y nos ayuden con su poderosa intercesión.

            Con mi afecto de siempre, gratitud y bendición,

 

+ Vicente Jiménez Zamora
Obispo de Santander