Ha sido un día de gran gozo y alegría“, con estas palabras, el Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado, Mons. Jaume Pujol recordó, en la rueda de prensa posterior a la ceremonia de Beatificación del Año de la Fe celebrada en Tarragona. Natural de Guissona (Lleida), Mons. Pujol cumplirá, en los próximos meses, un decenio al frente de una de las diócesis más antiguas de España. Teólogo, profesor universitario y ligado a la labor catequética desde su ordenación sacerdotal en 1973, el Arzobispo de Tarragona explica, en esta primera parte de la entrevista concedida a Agencia SIC, cómo vivió aquellos días del pasado octubre cuando la beatificación de 522 mártires del siglo XX en España. 

P.- En su comparecencia ante los medios, tras la Beatificación de los Mártires de la persecución religiosa del siglo XX en España,  usted apuntó que se había cumplido un sueño. ¿Qué recuerdos tiene de aquellos días y cómo los vivió? ¿Cuál fue el proceso desarrollado hasta que Tarragona fuera elegida sede de este acontecimiento eclesial?

R. - Para nuestra Archidiócesis la ceremonia de beatificación ha supuesto un gran privilegio y una alegría inmensa. Ha quedado como un hito en nuestra historia eclesiástica y sólo los años nos darán la medida exacta del gran acontecimiento. Fueron días de mucho trabajo, una cierta tensión, pero también de estar constantemente dando gracias a Dios por el bien que se estaba produciendo en tantas personas que habían estado trabajando durante meses para que todo saliera muy bien y se alcanzaran los frutos apostólicos deseados.

Desde noviembre de 2012, cuando en la Conferencia Episcopal Española se decidió que fuera la Conferencia Episcopal junto con Tarragona la encargada de organizar la magna beatificación de 522 mártires del siglo XX en España, y como uno de los actos más importantes del Año de la Fe, hemos estado trabajando sin parar. Se formaron comisiones tanto en Madrid como en Tarragona, se han tenido que hacer muchos viajes, y, especialmente el mes de septiembre del 2013 y los días de octubre previos al acontecimiento, se intensificó el trabajo. Doy por buenos todos los esfuerzos hechos en este tiempo y doy también las gracias a todos los profesionales y voluntarios que participaron en la preparación y realización de la ceremonia. A los más de 800 voluntarios de los dos días de la celebración, 12 y 13 de octubre, pienso que hay que agradecerles especialmente el ambiente de acogida, familiar, que se creó, y que permitió que la ceremonia tanto de las Vísperas solemnes como de la ceremonia de Beatificación de la mañana del día 13 fueran una fiesta y una plegaria: el Complejo Educativo de Tarragona se transformó en una Catedral al aire libre, donde se rezó, cantó y se vivieron momentos de gran emoción, todo dentro de la sencillez y austeridad.

P.-Uno de los hitos de esta beatificación fue la representación de la pasión de San Fructuoso, quién fuera obispo de la sede tarraconense en el siglo III. La ‘herencia’ martirial de Tarragona es inmensa ¿Cómo la recibe su Obispo, siendo además no pocos  pastores los que han muerto por Cristo a lo largo de la historia de la Iglesia en Tarragona?

R. - El Santo Padre Benedicto XVI concedió un año jubilar para conmemorar los 1750 años del martirio de los Santos Fructuoso, Augurio y Eulogio. Ese año que comenzó el 21 de enero de 2008 y terminó el 21 de enero de 2009, me parece que supuso un paso muy importante en el conocimiento y culto de los protomártires hispanos, quizá todavía poco conocidos. La representación en la Tarraco Plaza Arena, hecha allí por primera vez y en castellano, resultó un éxito y un dar a conocer a España y a todo el mundo ese patrimonio valiosísimo que representan estos mártires del siglo III. Poseemos las Actas auténticas de su martirio y por tanto una joya, que no nos cansaremos nunca de dar a conocer y de imitar la fe y la fidelidad de aquellos mártires. En la Cripta que hay en la Capilla de la Catedral dedicada a los tres protomártires se encuentra ahora la urna con las reliquias de los beatos mártires de nuestra Archidiócesis, junto también a los restos mortales del Cardenal Francesc d’Assís Vidal i Barraquer.

P.-Hace casi 10 años que fue nombrado Arzobispo de Tarragona, pasó  directamente de la Universidad al servicio del ministerio episcopal ¿Qué recuerda de aquellos días? ¿Cómo definiría estos 10 años?

R. - Apasionantes. Nunca pude imaginar que Dios me pediría ser Arzobispo de una archidiócesis tan importante, con unas raíces tan hondas y una historia incomparable. Desde el primer momento puse mi ministerio en manos de la Santísima Virgen: no pienso que sea una casualidad que la patrona de la Catedral de Tarragona y de alguna manera de la ciudad, sea la Virgen del Claustro, que es también la patrona de mi pueblo, Guissona, a la que siempre he tenido una especial devoción. De los días previos recuerdo un cierto temor, un sentido de indignidad ante un encargo tan importante. Continuo sintiéndome indigno para tan alto cargo, pero a la vez, desde el momento de mi ordenación y toma de posesión, he encontrado una paz muy grande. Tengo el claro convencimiento de que es Dios quien dirige su Iglesia y nosotros somos pobres instrumentos, siervos inútiles, que sólo hemos hecho lo que debíamos hacer, como leemos en el Evangelio. Al echar la vista atrás, sólo tengo motivos de agradecer a Dios todo el bien que ha hecho y a la vez, pedir también perdón por las deficiencias y errores que he podido tener. Me he encontrado en todo momento con un gran equipo de personas, sacerdotes y laicos, que trabajan con mucho empeño para que el Reino de Dios se implante en nuestras tierras.

(Mª José Atienza / Agencia SIC)