6.01.14

 

Hay medios, instituciones y personajes de la vida eclesial que son, desgraciadamente, una fuente inagotable de despropósitos y naderías. El monasterio de Montserrat siempre fue nacionalista, pero serio. Ahora ya, ni eso. Sus monjes tenían fama de formalidad, hondura intelectual, profundidad teológica y saber hacer. Parece que últimamente han decidido dejarse deslizar lanzarse en los brazos del nacionalismo más casposo y la progresía más insustancial. Ellos sabrán.

He podido leer en Religión Digital, que no deja de ser una simpática caja de sorpresas que se supera por momentos y mira que es difícil, la carta que Josep M. Bausset, monje benedictino escribe a los reyes magos. Parece mentira lo que puede decir del autor una carta a sus majestades. Curiosa, realmente curiosa.

Porque Josep M. Bausset pide nada menos que veintiuna cosas, que a mí me parecen excesivas para una carta a los reyes, pero si se ha portado bien quizá le hayan traído todas y cada una. ¿Y qué pide un monje?

Pues por ejemplo, que sea defendido el valenciano y que todos los niños puedan estudiar en valenciano sin ninguna discriminación. Yo hubiera sido más universal y hubiera pedido que cada niño pueda estudiar en la lengua que quiera sin discriminación. Pero parece que no es lo mismo. También, y en la misma dirección, pide la reapertura de la televisión valenciana para poder defender la libertad de expresión.

Pide más cosas. Por ejemplo, sentido común (¿qué entenderemos cada uno por sentido común?), que no haya guerras en el mundo, que haya justicia y que las naciones sin estado puedan decidir libremente su futuro (je, je… se lo iba a perder), a lo que se añaden cosas tan nuevas como stop desahucios, banca ética y que se deje de explotar al tercer mundo.

Qué quieren que les diga. Que un servidor hubiera esperado algo más profundo que un repetir las consignas más sabidas de Mas con unos cuantos lugares comunes. Pero cada cual pide lo que le venga en gana

¿Y no pide cosas de fe, para la Iglesia, para Francisco? Claro. Para Francisco la valentía de los profetas (¿acaso no iba a aparecer esa palabra?). ¿Y para los demás? Nada de una fe profunda, una caridad ardiente, una esperanza firme, no. Que se nos conceda una nueva forma de vivir (comportarse, ya se sabe) fundamentada en la fidelidad al Evangelio, sin aditivos, conservantes, ni colorantes. Lo repite un poco más tarde esta vez como deseo especial para los lectores de Religión Digital: ilusión y alegría para hacer realidad una Iglesia más sencilla, fiel a un Evangelio sin aditivos, colorantes, ni conservantes.

Parece pues que el problema de Iglesia y del Evangelio es que se les han añadido aditivos, colorantes y conservantes y con eso han perdido su esencia original.

Pues qué quiere que le diga, amigo Bausset, para mí la gran garantía de fidelidad a Cristo y la Iglesia es justo el conservante. Los católicos no creemos en un evangelio sometido a la libre interpretación, sino en el que nos ha ido transmitiendo la Iglesia a lo largo de veinte siglos y como la Iglesia ha querido hacerlo. Para mí es garantía de fidelidad la interpretación que la misma Iglesia nos ofrece basándose en la tradición y el magisterio.

En lo que estoy de acuerdo, ya ve, es en lo de los aditivos y colorantes, aunque tendríamos que ponernos de acuerdo en qué entendemos por tales conceptos. Porque para un servidor aditivo y colorante es encontrarme una estelada en el campanario de una iglesia catalana, quizá para usted sea el signo de la auténtica iglesia inserta en el pueblo y liberadora. Ya ve lo que son las cosas. Por mi parte también es un aditivo colorante el mismo monasterio de Montserrat, habida cuenta de que el hijo del hombre no tenía dónde reclinar la cabeza. Abandonar el monasterio, salir a los caminos sin alforja y bolsa de repuesto y vivir de lo que a uno le den donde llegue, eso sí que es desnudez y evangelio puro y franciscano. Pero no se lo voy a pedir.

Sí le voy a decir lo que estoy diciendo hoy en la homilía ( y tengo tres misas): que se acerquen al portal, que adoren al niño que es rey, Dios y hombre, y que vayan por el mundo anunciando el evangelio, porque es voluntad de Dios que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad.

Les he dicho que no caigan en el relativismo, que no todas las verdades son igualmente válidas, y que nosotros anunciamos la Verdad, que es Cristo, y que si conociendo la verdad no la diéramos a conocer, seríamos los seres más viles del mundo. Estaríamos permitiendo a los hombres caminar en el error cuando hemos conocido la Verdad.

También les he dicho que no se conformen con vivir “en valores” pensando que es suficiente. Recordando la carta a los Romanos: “cómo invocarán si no creen, cómo creerán si no escuchan, cómo escucharán si no se les predica”, les he invitado a hablar de Cristo, el Hijo de Dios, la Verdad, a sus hijos y padres, a sus familiares, a los amigos y compañeros de trabajo, mientras pedíamos por los misioneros que en tierras lejanas enseñan a los hombres el amor de Dios revelado en Cristo, Palabra hecha carne.

Pero no me hagan mucho caso. Servidor no es más que un cura párroco de una parroquia de barrio de Madrid, y además infocatólico, prueba evidente de equivocado conservadurismo y manifiesta mala voluntad.