HOMILÍA DEL OBISPO EN STO. TORIBIO DE LIÉBANA

Decía el Papa: “Queridos hermanos: nadie puede tocar la Cruz de Jesús sin dejar en ella algo de sí mismo y sin llevar consigo algo de la cruz de Jesús a la propia vida ..."

EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ
Santo Toribio de Liébana, 14.09.2013

 

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SANTANDER | 15.09.2013


            Queridos diocesanos:

“Tu cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos; por el madero ha venido la alegría al mundo entero” (Antífona del Benedictus en los laudes de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz).

Un año más vengo como Obispo de Santander a este Monasterio de Santo Toribio de Liébana, en las estribaciones del monte Biorna, a los pies de los Picos de Europa.

Vengo a dar gracias a Dios en la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, la Pascua de la Cruz,  a presidir la solemne Eucaristía, a dirigiros la palabra de Obispo y a adorar el Lignum Crucis, el madero santo de la Cruz, “signo de vida”, de la vida nueva y eterna.

Vengo después de haber celebrado el año pasado la Conmemoración Jubilar Lebaniega con motivo del Vº Centenario de la concesión de la Bula del Papa Julio II, el año 1512.

Debemos preguntarnos, a modo de examen de conciencia y de evaluación,  si ha sido un tiempo de gracia y de renovación de nuestra Diócesis de Santander y, en consecuencia, de nuestra sociedad cántabra. Si ha servido para redescubrir los dones de los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, junto con la gracia de la Indulgencia plenaria jubilar. Si las peregrinaciones han sido un encuentro con Cristo, a través de la veneración del Lignum crucis. Si se ha promovido un movimiento espiritual y religioso y no sólo una manifestación cultural y turística.

Expreso mi agradecimiento a la Comunidad de PP. Franciscanos, custodios fieles del Lignum Crucis, acogedores de peregrinos y testigos fieles del evangelio de la cruz y de la resurrección. Agradezco la presencia de mis hermanos sacerdotes, especialmente de este Arciprestazgo de la Santa Cruz, que con celo abnegado  y sacrificio generoso anunciáis la Palabra, celebráis los sagrados misterios y dais testimonio del amor de Dios en medio de vuestras comunidades en esta tierra de Liébana.

Asimismo expreso mi gratitud a la Cofradía de la Santísima Cruz, que desde hace siglos promueve el culto al Lignum Crucis, renovándolo a la luz de las orientaciones del Concilio Vaticano II, según los nuevos Estatutos aprobados. Agradezco la presencia de las autoridades, instituciones y de los alcaldes de los ayuntamientos de esta zona de Liébana, representantes del pueblo que participan en la fiesta.

 Finalmente, saludo a todos los miembros de vida consagrada, a los fieles laicos y a todos los peregrinos venidos de Cantabria y de otros lugares para obtener la misericordia, el perdón de los pecados en el sacramento de la Penitencia y la gracia de Dios.

Mensaje de la fiesta

Celebramos hoy la fiesta de la Santa Cruz. En la cruz está la salvación, la vida y la resurrección. En medio del desierto se levantó un estandarte con una serpiente, para que quien había sido mordido por la serpiente la contemplara y se salvara de la muerte (1º lectura). En medio de la humanidad se levanta la cruz de Jesús para que quien la contempla con el corazón contrito y adorante se salve (Evangelio). Cristo muerto en la cruz, es exaltado y glorificado y es nuestro Señor (2ª lectura).

Jesús reina desde la Cruz con su amor

            En el misterio de la Cruz se revela en su inmenso dramatismo el amor de Dios a los hombres y, a su vez, el amor de Cristo al Padre. Por amor al Padre, Cristo se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz (Fil 2, 7ss), hemos escuchado en el himno cristológico de la segunda lectura de la carta a los filipenses; no fue una obediencia ciega, sino un acto libre de amor filial al Padre: “Nadie me quita la vida -dice Jesús-  yo la doy libremente (Jn 10, 18).

          El Hijo se entrega en manos de su Padre por nuestro amor y en nuestro lugar: para reconciliarnos con Dios, recibiendo en sí mismo el dolor y la maldición del pecado.  Por eso podemos exclamar con la Liturgia, en el Pregón pascual: “¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo entregaste al Hijo”.

En la Cruz levantada sobre el Calvario se manifiesta el corazón eterno de Dios, ya que el Padre en su Hijo Jesús “nos amó y nos entregó a su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1 Jn 4, 10). Dios es amor (1 Jn 4, 10). Por eso comprendemos que la historia verdadera está dominada por Cristo, no con las armas del miedo, sino con el signo del amor: “Cuando yo sea elevado de la tierra atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32). Dios reina desde un madero, el “madero de la Cruz”, “Dios reina desde la Cruz” con su amor.

Sentido de la cruz

            Quiero en este momento recordar las palabras del Papa Francisco en la Alocución tras el Vía Crucis en la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro. Son muy interpelantes y comprometedoras.

             Decía el Papa: “Queridos hermanos: nadie puede tocar la Cruz de Jesús sin dejar en ella algo de sí mismo y sin llevar consigo algo de la cruz de Jesús a la propia vida […]

            “Con la cruz, Jesús se une a todas las personas que sufren hambre, en un mundo que, por otro lado, se permite el lujo de tirar toneladas de alimentos. Con la cruz, Jesús está junto a tantas madres y padres que sufren al ver a sus hijos víctimas de los paraísos artificiales, como la droga”.

            “Con la cruz, Jesús se une a quien es perseguido por su religión, por sus ideas o simplemente por el color de su piel; en la Cruz, Jesús está junto a tantos jóvenes que han perdido su confianza en las instituciones políticas porque ven el egoísmo y corrupción, o que han perdido la fe en la Iglesia, e incluso en Dios, por la incoherencia de los cristianos y de los ministros del Evangelio. Cuánto hacen sufrir a Jesús nuestras incoherencias.”

            “En la Cruz de Cristo está el sufrimiento, el pecado del hombre, también el nuestro, y Él acoge todo con los brazos abiertos, carga sobre su espalda nuestras cruces y nos dice: ¡Ánimo! No la lleváis solos. Yo la llevo con vosotros y yo he vencido la muerte y he venido a darte esperanza, a darte vida (cfr. Jn 3, 16)”.

            “Queridos jóvenes - concluía el Papa Francisco- fiémonos de Jesús, confiemos en Él (cfr. Lumen fidei, 16). Porque Él nunca defrauda a nadie. Sólo en Cristo muerto y resucitado encontramos la salvación y la redención. Con Él, el mal, el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra, porque Él nos da esperanza y vida; ha transformado la Cruz de ser un instrumento de odio, y de derrota, y de muerte, en un signo de amor, de victoria, de triunfo y de vida”[…] Llevemos nuestras alegrías, nuestros sufrimientos, nuestros fracasos a la Cruz de Cristo; encontraremos un Corazón abierto que nos comprende, nos perdona, nos ama y nos pide llevar este mismo amor a nuestra vida, amar a cada hermano o hermana nuestra con ese mismo amor”.

La Eucaristía, que estamos celebrando, es memorial sacramental de la muerte en la cruz de Cristo y de su resurrección gloriosa. Que ella sea para todos vida y salvación. “Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu Cruz has redimido al mundo”. Amén.

+ Vicente Jiménez Zamora
Obispo de Santander