15.05.13

 

Más de la mitad de los jóvenes en España está en paro. Y no parece posible que esa realidad vaya a cambiar radicalmente en los próximos años. Aparte de lo que eso implica para el desarrollo personal individual de esos jóvenes, hay un efecto irremediable provocado por dicha situación. A saber, que no habrá manera de que se puedan formar nuevas familias. Si en una pareja de novios no trabaja ninguno de los dos o solo trabaja uno con un sueldo bajo -mil euros o menos-, es de todo punto imposible que se casen. Incluso aunque sean católicos y quieran formalizar su unión ante el Señor y la Iglesia. A menos, claro, que quieran vivir en casa de los padres, lo cual es altamente desaconsejable.

Dado que no pueden casarse, tampoco tendrán hijos. Y si no tienen hijos los jóvenes, ¿quiénes los van a tener? ¿los matrimonios cuarentones? Me da que no son los más dispuestos a incrementar la natalidad en este país.

Y ahí entramos en otra de las consecuencias de la actual crisis moral y económica -van de la mano- de la sociedad actual. Si la tasa de reemplazo generacional está a años luz de ser positiva, es inevitable que antes o después sea imposible mantener las pensiones y la sanidad pública gratuita para la cada vez más numerosa población anciana. Esto no es discutible. O algo cambia drásticamente o de aquí a 20-30 años España será un país de viejos con pocos hijos y nietos capaces de ayudarles a vivir los últimos años de su vida dignamente.

Si nada cambia, en 2050 habrá casi un pensionista por trabajador en España. No hará falta esperar tanto. Es probable que en el 2035 las pensiones no se puedan pagar con cotizaciones sociales o impuestos. A menos, claro, que sean pensiones ridículas, con un poder adquisitivo que apenas dé para comer y pagar agua y luz.

Se puede pensar que los niños que no tengan los españoles vendrán de fuera. Es decir, la inmigración nos solucionará el problema. Pero se sabe que los inmigrantes acaban por tener tan pocos hijos como los “nativos". O sea, aunque medio Magreb se viniera a vivir a España -cosa que no descarto-, lo más probable es que para el 2035 la tasa de reemplazo siga siendo negativa. Y, de hecho, es más fácil que empecemos a ver a más jóvenes españoles buscándose la vida fuera del país que inmigrantes entrando a ganarse la vida dentro.

Ha de tenerse en cuenta que la natalidad se desplomó en este país en tiempos donde la crisis económica no era tan dura como lo es ahora. Tenemos, por tanto, un problema de concepto de lo que debe ser una familia. Muchos se dan por satisfechos con tener un solo hijo. Muchos llegan a la parejita y nada más. Incluso aunque la economía familiar vaya bien. Ese es el fruto amargo de la mentalidad anticoncepcionista -no combatida siquiera en la preparación para el matrimonio católico- que lleva arrasando nuestra sociedad desde hace 40 años. Una mentalidad que va de la mano de la aceptación del aborto. El paso de “no quiero tener más hijos” a “si hay embarazo, nos lo cargamos” no es tan grande como algunos piensan.

La izquierda -con la complicidad de la derecha pagana- ofrecerá la única solución que cabe en su mentalidad corrupta y perversa: más cultura de la muerte. Eutanasia. Mantener a los abuelos será tan caro, que lo mejor será cargárselos para que no sufran por las enfermedades típicas de la vejez. Y así se cerrará el círculo. La generación que empezó abortando acabará siendo eliminada vía sedaciones terminales. Y en medio, el abismo.

Cuando hablamos de la necesidad de evangelizar el país, no estamos tratando solo de una cuestión espiritual. Si España quiere tener un futuro que no sea el puro desastre, es necesario que vuelva a ser católica. Y católica de verdad, con matrimonios abiertos a la vida y que pongan por delante del bienestar económico -casa en la sierra o en la playa, consumo de ocio, etc- el bienestar que produce el tener muchos hijos.

Cualquier política económica que no esté encaminada a proporcionar a la juventud la posibilidad de independizarse económicamente de los padres para formar una nueva familia, está destinada a producir un modelo de sociedad fracasada. Y no basta solo con que los jóvenes encuentren trabajo. Si la vivienda no sigue bajando de precio, tendrán que endeudarse hasta extremos incompatibles con el mantenimiento de familias numerosas.

No me pregunten cómo se cambia el modelo económico en el que estamos enfangados. No me dedico a eso. Solo digo que o esto cambia, o el futuro de este país será espantoso. La peor de las pesadillas la tenemos a la vuelta de la esquina. Y no será un sueño. Será real. Lo viviremos en primera persona. O lo vivirán nuestros hijos.

Luis Fernando Pérez Bustamante