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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 12 de mayo de 2013

La frase del día

La medida del amor es amar sin medida.

San Agustín, doctor de la Iglesia (354 - 430)

 


Francisco papa

Los primeros santos de Francisco con dos latinoamericanas
Lupita y Laura "dieron el testimonio de la caridad, sin el cual incluso el martirio y la misión pierden su sabor cristiano"

Los nuevos santos nos invitan a la fidelidad y a ver a Jesús en los débiles
Homilía del papa Francisco en la canonización de hoy de madre Laura, madre Lupita y los 800 mártires italianos

Regina Coeli: nuevos santos den una ayuda concreta
En Italia la esperanza; en Colombia, la concordia; en México el fin de la violencia

SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA

Madre Lupita, la segunda santa mexicana
Arriesgó su fiad durante la persecución a los cristeros para proteger a los religiosos

Santo Domingo de la Calzada
«Ineludible referente en la Ruta Jacobea. Patrón de los ingenieros civiles»


Francisco papa


Los primeros santos de Francisco con dos latinoamericanas
Lupita y Laura "dieron el testimonio de la caridad, sin el cual incluso el martirio y la misión pierden su sabor cristiano"

Por H. Sergio Mora

CIUDAD DEL VATICANO, 12 de mayo de 2013 (Zenit.org) - El papa Francisco en su primera ceremonia de canonización, realizada en este día de primavera, elevó a la honra de los altares a 802 santos de una sola vez.

Los dos latinoamericanos son: la colombiana Laura Montoya y Upegui, fundadora de la congregación religiosa de las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena; y la mexicana Maria Guadalupe García Zabala, cofundadora de la congregación de las Siervas de Santa Margarita María y de los pobres.

Las dos nuevas canonizadas, madre Laura y madre Lupita, como eran llamadas popularmente, fueron coreadas por algunos miles de colombianos y mexicanos presentes en la plaza como santa Laura y santa Lupita.

El número inusual de canonizados se debe a los 800 mártires de Otranto, decapitados en Italia del sur, quienes prefirieron morir a renegar a su fe con las palabras: “Creemos en Jesucristo Hijo de Dios, en el cual fuimos salvados Preferimos mil veces morir a renegarlo y volvernos musulmanes”.

Las canonizaciones de hoy fueron aprobada por Benedicto XVI el 28 de febrero pasado, pocos instantes antes de anunciar su renuncia, y es la primera realizada por el nuevo pontífice.

“Saludo a todos los que habéis venido a esta fiesta, de Italia, Colombia, México y desde otros países, y os doy las gracias”, dijo el papa en su homilía, que cuando habló de las nuevas santas latinoamericanas no hizo en español.

“Miremos a los nuevos santos a la luz de la palabra de Dios que hemos proclamado. Una palabra que nos invita a la fidelidad a Cristo, incluso hasta el martirio; nos ha llamado a la urgencia y la hermosura de llevar a Cristo y su Evangelio a todos; y nos ha hablado del testimonio de la caridad, sin el cual, incluso el martirio y la misión, pierden su sabor cristiano” dijo.

Y recordando a los mártires italianos pidió oraciones para que “Dios que sostenga a tantos cristianos que, precisamente en estos tiempos y en tantas partes del mundo, todavía sufren violencia, y les dé el valor para ser fieles y para responder al mal con el bien”.

El papa al referirse a a la “primera santa nacida en la hermosa tierra colombiana” recordó que ella enseñó “a no vivir la fe solitariamente, como si fuera posible vivir la fe aisladamente” sino a “comunicarla, a irradiar la alegría del Evangelio con la palabra y el testimonio de vida allá donde nos encontremos” Y a “ver el rostro de Jesús reflejado en el otro, a vencer la indiferencia y el individualismo, que corroe la comunidad de cristianos y nuestro propio corazón y a acoger a todos sin prejuicios ni reticencias” compartiendo con ellos lo más valioso que tenemos “que no son nuestras obras ni organizaciones, ¡lo más valioso que tenemos es Cristo y su Evangelio!

Y sobre santa Lupita recordó: “Ella renunció a una vida cómoda, cuanto daño nos hace la vida cómoda, el bienestar, el aburguesamiento del corazón nos paraliza”. Y precisó que cuando ella se arrodillaba en el suelo del hospital ante los enfermos y los abandonados para servirles con ternura y compasión “¡Esto se llama tocar la carne de Cristo. Los pobres y los abandonados, los enfermos, los marginados son la carne de Cristo. Y la madre Lupita tocaba la carne de Cristo y nos enseñaba esta conducta: no avergonzarnos, no tener miedo ni repugnancia a tocar la carne de Cristo!

Estuvieron presentes a la ceremonia el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos; el ministro de Justicia de Italia, Anna María Cancellieri; y el director de asuntos religiosos de México, Roberto Herrera Mena.  

Fue también impresionante el largo giro que el papa Francisco hizo en la plaza entre la gente, de aproximadamente una hora, llegando algunas cuadras adentro por la Vía de la Concicliación, saludando en particular a los niños y enfermos. 

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Los nuevos santos nos invitan a la fidelidad y a ver a Jesús en los débiles
Homilía del papa Francisco en la canonización de hoy de madre Laura, madre Lupita y los 800 mártires italianos

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 12 de mayo de 2013 (Zenit.org) -  Queridos hermanos y hermanas:

En este séptimo domingo del Tiempo Pascual, nos reunimos con alegría para celebrar una fiesta de la santidad. Damos gracias a Dios que ha hecho resplandecer su gloria, la gloria del Amor, en los Mártires de Ótranto, la Madre Laura Montoya y la Madre María Guadalupe García Zavala. Saludo a todos los que habéis venido a esta fiesta – de Italia, Colombia, México y otros países – y os doy las gracias.

Miremos a los nuevos santos a la luz de la palabra de Dios que hemos proclamado. Una palabra que nos invita a la fidelidad a Cristo, incluso hasta el martirio; nos ha llamado a la urgencia y la hermosura de llevar a Cristo y su Evangelio a todos; y nos ha hablado del testimonio de la caridad, sin el cual, incluso el martirio y la misión, pierden su sabor cristiano.

Los Hechos de los Apóstoles, cuando hablan del diácono Esteban, el protomártir, insisten en decir que él era un hombre «lleno del Espíritu Santo» (6,5; 7,55). ¿Qué significa esto? Significa que estaba lleno del Amor de Dios, que toda su persona, su vida, estaba animada por el Espíritu de Cristo resucitado, lo que le impulsaba a seguir a Jesús con fidelidad total, hasta entregarse a sí mismo.

Hoy la Iglesia propone a nuestra veneración una multitud de mártires, que juntos fueron llamados al supremo testimonio del Evangelio, en 1480. Casi 800 personas, supervivientes del asedio y de la invasión de Ótranto, fueron decapitadas en los alrededores de esa ciudad.

No quisieron renegar de la propia fe y murieron confesando a Cristo resucitado. ¿Dónde encontraron la fuerza para permanecer fieles? Precisamente en la fe, que nos hace ver más allá de los límites de nuestra mirada humana, más allá de la vida terrena, hace que contemplemos «los cielos abiertos» –como dice san Esteban – y a Cristo vivo a la derecha del Padre.

Queridos amigos, conservemos la fe que hemos recibido y que es nuestro verdadero tesoro, renovemos nuestra fidelidad al Señor, incluso en medio de los obstáculos y las incomprensiones. Dios no dejará que nos falten las fuerzas ni la serenidad. Mientras veneramos a los Mártires de Ótranto, pidamos a Dios que sostenga a tantos cristianos que, precisamente en estos tiempos y en tantas partes del mundo, todavía sufren violencia, y les dé el valor para ser fieles y para responder al mal con el bien.

La segunda idea la podemos extraer de las palabras de Jesús que hemos escuchado en el Evangelio: «Ruego por los que creerán en mí por la palabra de ellos, para que sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros» (Jn 17,20).

Santa Laura Montoya fue instrumento de evangelización primero como maestra y después como madre espiritual de los indígenas, a los que infundió esperanza, acogiéndolos con ese amor aprendido de Dios, y llevándolos a Él con una eficaz pedagogía que respetaba su cultura y no se contraponía a ella. En su obra de evangelización Madre Laura se hizo verdaderamente toda a todos, según la expresión de san Pablo (cf. 1Co 9,22). También hoy sus hijas espirituales viven y llevan el Evangelio a los lugares más recónditos y necesitados, como una especie de vanguardia de la Iglesia.

Esta primera santa nacida en la hermosa tierra colombiana nos enseña a ser generosos con Dios, a no vivir la fe solitariamente - como si fuera posible vivir la fe aisladamente - sino a comunicarla, a irradiar la alegría del Evangelio con la palabra y el testimonio de vida allá donde nos encontremos. En cualquier lugar que nos encontremos, nos enseña a ver el rostro de Jesús reflejado en el otro, a vencer la indiferencia y el individualismo, que corroe la comunidad de cristianos y nuestro propio corazón y a acoger a todos sin prejuicios ni reticencias, con auténtico amor, dándoles lo mejor de nosotros mismos y, sobre todo compartiendo con ellos lo más valioso que tenemos: que no son nuestras obras ni organizaciones, ¡lo más valioso que tenemos es Cristo y su Evangelio!

Por último, una tercera idea. En el Evangelio de hoy, Jesús reza al Padre con estas palabras: «Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos y yo en ellos» (Jn 17,26). La fidelidad hasta la muerte de los mártires, la proclamación del Evangelio a todos se enraízan, tienen su raíz en el amor de Dios, que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo (cf. Rm 5,5), y en el testimonio que hemos de dar de este amor en nuestra vida diaria.

Santa Guadalupe García Zavala lo sabía bien. Renunciando a una vida cómoda, cuanto daño nos hace la vida cómoda, el bienestar, el aburguesamiento del corazón nos paraliza. Y ella renunciando a una vida cómoda para seguir la llamada de Jesús, enseñaba a amar la pobreza, para poder amar más a los pobres y los enfermos. Madre Lupita se arrodillaba en el suelo del hospital ante los enfermos y los abandonados para servirles con ternura y compasión. ¡Y esto se llama tocar la carne de Cristo. Los pobres y los abandonados, los enfermos, los marginados son la carne de Cristo. Y la madre Lupita tocaba la carne de Cristo y nos enseñaba esta conducta: no avergonzarnos no tener miedo ni repugnancia a tocar la carne de Cristo!

Madre Lupita había entendido que significa "tocar la carne de Cristo". También hoy sus hijas espirituales buscan reflejar el amor de Dios en las obras de caridad, sin ahorrar sacrificios y afrontando con mansedumbre, constancia apostólica (hypomonē) y valentía cualquier obstáculo.

Esta nueva santa mexicana nos invita a amar como Jesús nos ha amado, y esto conlleva no encerrarse en uno mismo, en los propios problemas, en las propias ideas, en los propios intereses, en ese pequeño mundito que nos hace tanto mal.

Sino salir e ir al encuentro de quien tiene necesidad de atención, compresión y ayuda, para llevarle la cálida cercanía del amor de Dios, a través de gestos concretos de delicadeza y de afecto sincero y de amor.

La fidelidad a Jesucristo y a su Evangelio, para anunciarlo con la palabra y con la vida, dando testimonio del amor de Dios con nuestro amor, con nuestra caridad hacia todos: son ejemplos luminosos y lecciones que nos ofrecen los santos que hemos proclamado hoy, pero que también cuestionan nuestra vida de cristianos: ¿Cómo es mi fidelidad al Señor? Llevemos y reflexionemos sobre esto durante nuestra jornada ¿Soy capaz de «hacer ver» mi fe con respeto, pero también con valentía? ¿Estoy atento a los otros? ¿Percibo quién padece necesidad? ¿Veo a los demás como hermanos y hermanas que debo amar? Pidamos, por intercesión de la Bienaventurada Virgen María y de los nuevos santos, que el Señor colme nuestra vida con la alegría de su amor.

(Texto de la Sala de Prensa del Vaticano corroborado con las palabras que pronunció el papa)

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Regina Coeli: nuevos santos den una ayuda concreta
En Italia la esperanza; en Colombia, la concordia; en México el fin de la violencia

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 12 de mayo de 2013 (Zenit.org) - Al concluir la santa misa de canonización en la explanada de la basílica del Vaticano, el papa Francisco pronunció las siguientes palabras.

Queridos hermanos y hermanas, al concluir esta celebración deseo saludar a todos aquellos que vinieron a rendir homenaje a los nuevos santos, en modo particular a las delegaciones oficiales de Italia, Colombia y México.

Los mártires de Otranto ayuden al querido pueblo italiano a mirar con esperanza el futuro, confiando en la cercanía de Dios que nunca nos abandona, ni siquiera en los momentos difíciles.

Que por la intercesión de Madre Laura Montoya, el Señor conceda un nuevo impulso misionero y evangelizador a la Iglesia, y que, inspirados en el ejemplo de concordia y reconciliación de esta nueva Santa, los amados hijos de Colombia continúen trabajando por la paz y el justo desarrollo de su Patria.

En las manos de Santa Guadalupe García Zavala ponemos a todos los pobres, los enfermos y a cuantos los asisten, y encomendamos a su intercesión a la noble nación mexicana, para que desterrada toda violencia e inseguridad, avance cada vez más por el camino de la solidaridad y la convivencia fraterna.

Tengo además la alegría de recordarles que ayer en Roma fue proclamado el sacerdote Luigi Novarese, fundador del Centro de Voluntarios del Sufrimiento y de los Silenciosos Operarios de la Cruz. Me uno a la acción de gracias por este sacerdote ejemplar, que supo renovar la pastoral de los enfermos volviéndolos activos en la Iglesia.

Saludo a los participantes de la “Marcha por la Vida” que se realizó esta mañana en Roma e invito a mantener viva la atención de todos sobre un tema tan importante: el respeto de la vida humana desde el momento de la concepción.

A este propósito recuerdo que hoy en muchas parroquias italianas se realiza una recolección de firmas, para apoyar a la iniciativa “Uno de nosotros”, para garantizar protección jurídica al embrión, protegiendo a cada ser humano desde el primer instante de su existencia. Un momento especial para quienes toman en serio la defensa de la sacralidad de la vida humana será la “Jornada de la Evangelium Vitae”, que se realizará aquí en el Vaticano, en el contexto del Año de la Fe, el 15 y 16 de junio próximo.

Saludo con afecto a todos los grupos parroquiales, a las familias, escuelas y a los jóvenes presentes. Con amor filiar nos dirigimos ahora a la Virgen María, madre y modelo para todos los santos.

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SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


Madre Lupita, la segunda santa mexicana
Arriesgó su fiad durante la persecución a los cristeros para proteger a los religiosos

Por Redacción

ROMA, 12 de mayo de 2013 (Zenit.org) - María Laura de Jesús Montoya Upegui en en 1914 fue cofundadora de la orden de la Congregación religiosa de las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres, junto a su director espiritual el padre Cipriano Íñiguez.

Nació en Zapopan, Jalisco, México el 27 de abril de 1878. Fueron sus padres Fortino García y Refugio Zavala.

A los 23 años de edad cuando ya había sido prometida en matrimonio sintió la vocación religiosa. Su director espiritual, padre Cipriano Iñiguez Martín del Campo, entendió su vocación y la llevó a fundar la congregación religiosa de las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres, con la que dedicó su vida a los enfermos y desvalidos.

Vivió en un período convulsionado por la persecución religiosa, en los años de la Cristiada, que desde 1911 con la caída del presidente Porfirio Díaz, se agravó hasta 1936, con persecuciones a la Iglesia por parte de los revolucionarios Venustiano Carranza, Alvaro Obregón, Pancho Villa, y Plutarco Elías Calles en el período más sangriento comprendido entre 1926 y 1929.

Mismo poniendo en riesto su vida, madre Lupita escondió en el hospital a varios sacerdotes y obispos y almismo arzobispo de Guadalajara, Francisco Orozco y Jiménez. Sin por ello dejar de dar cuidados médicos y alimentos a sus perseguidores.

“En ese período ninguna de las religiosas dejó la congregación, porque también los sacerdotes y el padre fundador hoy siervo de Dios, les ayudaron a ellas a mantenerse firmes. En cambio otras congregaciones enviaron a las religiosas a sus casas para refugiarse hasta que todo pasara”, Le indicó a ZENIT una de las religiosas en Italia, hermana Helena Ruíz, secretaria del postulador de la causa, el padre Oscar Sánchez Barba.

“Ella era tenía una caridad operativa, lo veía todo con los ojos de Dios” dijo. Y añadió: “El hecho que va a ser canonizada hace que más gente quiera conocerla. Por ejemplo en nuestras dos parroquias que tenemos en Roma”.

“Nosotras –concluyó la religiosa-- estamos muy emocionadas y es un momento para profundizar nuestra vocación y espiritualidad, y esto nos está dando mucha fuerza”.

Los testigos que la conocieron recuerdan que Madre Lupita realizaba el oficio de enfermera y muchas veces lo hacía de rodillas en el piso para atender a los enfermos, y a pesar de la carencia de muchas cosas, intentaba dar a los enfermos un buen cuidado en la vida espiritual. 


La Madre Lupita fue la superiora general de la Congregación durante toda su vida y supo renunciar a las comodidades aceptando con alegría a una vida sobria y sacrificada. Hoy en día las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres tienen con 22 fundaciones, incluso fuera de México, como en Perú, Islandia, Grecia e Italia. Falleció el 24 de junio de 1963 en Guadalajara, México, a la edad de 85 años, teniendo ya fama de santidad.

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Santo Domingo de la Calzada
«Ineludible referente en la Ruta Jacobea. Patrón de los ingenieros civiles»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 12 de mayo de 2013 (Zenit.org) - Pertenece a una de las épocas que han contribuido a realzar la Ruta Jacobea. Él mismo forma parte de ella con su persona y quehacer. Dejó su impronta en una de las etapas de este Camino, incansablemente recorrido durante siglos por numerosos peregrinos que acuden a orar ante la tumba del Apóstol Santiago. Fue contemporáneo de los santos Domingo de Silos y Juan de Ortega, testigos de su virtud. Sus padres, Ximeno García y Orodulce lo acogieron con gozo cuando vino al mundo en Vitoria de Rioja, Burgos, España hacia el año 1019. No podían ni imaginar la trascendencia que su retoño iba a tener, pero el impacto de su existencia bendecida con numerosos milagros se ha mantenido viva hasta el día de hoy. Eran dueños de distintas posesiones que pusieron a merced de los demás. Y seguramente la relevancia de lo que vivió en un hogar marcado por el desprendimiento debió insuflar en Domingo una pronta aspiración por la vida religiosa. Desde luego, su etapa de formación durante cuatro años junto a los monjes benedictinos de Nuestra Señora de Valvanera en Logroño, donde llegó hacia 1031, suscitó claro anhelo de formar parte de la comunidad. Allí se había impregnado de la riqueza amasada por estos humildes seguidores de Cristo, curtidos en la oración, en el trabajo y el estudio, conocedores de la ciencia, expertos miniaturistas, artífices de joyas únicas, incunables que continúan poniendo de relieve la fecundidad de la vida monástica y el esplendor de una época que aún perdura. Con ese gran acervo patrimonial tuvo que partir Domingo sin lograr el propósito de convivir junto a los monjes el resto de sus días. Quizá el abad no quiso ensombrecer el futuro de sus padres que habían depositado sus esperanzas en el heredero y menos, siendo que su padre ya había fallecido, incrementar el pesar de Orodulce.

Pero Domingo lo intentó de nuevo acudiendo al monasterio de San Millán de la Cogolla, otro de los bastiones espirituales y culturales colindantes. Tampoco allí tuvieron éxito sus pesquisas. Se ve que Dios había elegido para él la vida eremítica, la soledad, la fecunda vía purgante del silencio, al menos durante un tiempo, ya que sus planes iban más allá. Y se retiró a la Ayuela o Fayuela, un pequeño monte rodeado de encinas cercano al enclave de lo que se conoce como Domingo de la Calzada, para dar gloria al Altísimo. Su morada fue una ermita derruida en torno a la cual cultivó la fértil tierra para abastecerse de lo preciso sin depender de la limosna. Era digno heredero de la genuina tradición eremítica y vivió como tal hasta el año 1039. Se sitúa esa fecha como la del inicio de su colaboración con el obispo de Ostia, Gregorio, que se había traslado a la localidad de Calahorra con un legado papal a efecto de ayudar a la gente a deshacerse de una insidiosa plaga de langosta que invadía sus campos. Fue él quién le ordenó sacerdote. Ambos construyeron un puente de madera para atravesar el río Oja pensando, sobre todo, en paliar las dificultades de acceso que hallaban los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela.

El prelado falleció en 1044 y Domingo siguió trabajando de manera incansable en solitario. Cuando el río varió su cauce y el puente primitivo dejó de ser viable, inició la compleja tarea de sustituirlo por uno de piedra. Destinó sus bienes a esta importante construcción amén de practicar la limosna para contribuir a los cuantiosos gastos que conllevaban materiales y mano de obra. A finales de 1046 culminó esta obra de ingeniería, un espléndido puente con 24 ojos sobre el río Oja, que facilitaba el constante trasiego de romeros. Aún existe en la actualidad. Pero su aportación a la Ruta Jacobea no había hecho más que comenzar. Después la incrementó con nuevas infraestructuras: albergues, una ermita que puso bajo advocación de Santa María, un hospital para auxilio de los peregrinos... Y la creación de calzadas. Junto a Juan de Ortega varió el primitivo acceso romano desplazándolo hacia el sur en bien de los caminantes y así consolidó el tránsito por Nájera y Redecilla del Camino. Por esta acción, la localidad se conoce como Santo Domingo «de la Calzada». Contó con el apoyo de nobles y del monarca Alfonso VI de Castilla. Éste supo valorar la importancia del Camino de Santiago (Itinerario Cultural Europeo desde 1998), a todos los niveles. Contribuía al progreso y, además, fue decisivo para implantar el castellano en ese privilegiado entorno. Domingo atrajo allí el patrimonio cultural que acompaña a esta vía, porque la huella de la Ruta se aprecia en el esplendoroso románico que la circunda y en otras artes que florecieron a su paso junto a la arquitectura: música, pintura, escultura, etc. así como otros bienes inmateriales, costumbres, lenguas, pensamiento...

Se le atribuyen incontables milagros. Uno de los más populares puede que sea el acaecido en el siglo XIV en un mesón. Habría sido protagonizado por un matrimonio que transitaba hacia Santiago de Compostela junto a su hijo. Prendada de él la hija del posadero, y viendo que no era correspondida, fraguó su venganza introduciendo en el zurrón del muchacho un objeto de plata. Luego lo denunció, un delito por el que fue condenado a morir ahorcado. Pero no perdió la vida, como constataron sus padres al día siguiente. El joven explicó que la debía a Domingo que le libró del asfixiante cordel. El corregidor fue informado del suceso por los felices progenitores del muchacho. En ese momento tenía frente a sí un plato con un gallo y una gallina asados y se disponía a dar cuenta de las viandas. Así que no se le ocurrió otra comparación que la de las aves respondiendo escéptico al matrimonio que su hijo estaba tan vivo como ellas. Y al momento cacarearon testificando así la autenticidad del milagro. De ahí el dicho:«Santo Domingo de la Calzada donde cantó la gallina después de asada». Domingo murió el 12 de mayo de 1109. Aunque no existe constancia de su fecha de canonización, en el Martirologio de 1584 ya aparecía inscrito como santo.

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