20.04.13

Serie P. José Rivera - Poemas

A las 12:31 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Serie P. José Rivera

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

A Dios podemos dirigirnos de muchas formas. El caso es que le Creador lo que quiere es que, en efecto, no lo olvidemos.

Y, ahora, el artículo de hoy.
Serie P. José Rivera
Presentación

P. Ribera

“Sacerdote diocesano, formador de sacerdotes, como director espiritual en los Seminarios de El Salvador e Hispanoamericano (OCSHA) de Salamanca (1957-1963), de Toledo (1965-1970), de Palencia (1970-1975) y de nuevo en Toledo (1975-1991, muerte). Profesor de Gracia-Virtudes y Teología Espiritual en Palencia y en Toledo.”

Lo aquí traído es, digamos, el inicio de la biografía del P. José Rivera, Siervo de Dios, en cuanto formador, a cuya memoria y recuerdo se empieza a escribir esta serie sobre sus escritos.

Nace don José Rivera en Toledo un 17 de diciembre de 1925. Fue el menor de cuatro hermanos uno de los cuales, Antonio, fue conocido como el “Ángel del Alcázar” al morir con fama de santidad el 20 de noviembre de 1936 en plena Guerra Civil española en aquel enclave acosado por el ejército rojo.

El P. José Rivera Ramírez subió a la Casa del Padre un 25 de marzo de 1991 y sus restos permanecen en la Iglesia de San Bartolomé de Toledo donde recibe a muchos devotos que lo visitan para pedir gracias y favores a través de su intercesión.

El arzobispo de Toledo, Francisco Álvarez Martínez, inició el proceso de canonización el 21 de noviembre de 1998. Terminó la fase diocesana el 21 de octubre de 2000, habiéndose entregado en la Congregación para la Causas de los Santos la Positio sobre su vida, virtudes y fama de santidad.

Pero, mucho antes, a José Rivera le tenía reservada Dios una labor muy importante a realizar en su viña. Tras su ingreso en el Seminario de Comillas (Santander), fue ordenado sacerdote en su ciudad natal un 4 de abril de 1953 y, desde ese momento bien podemos decir que no cejó en cumplir la misión citada arriba y que consistió, por ejemplo, en ser sacerdote formador de sacerdotes (como arriba se ha traído de su Biografía), como maestro de vida espiritual dedicándose a la dirección espiritual de muchas personas sin poner traba por causa de clase, condición o estado. Así, dirigió muchas tandas de ejercicios espirituales y, por ejemplo, junto al P. Iraburu escribió el libro, publicado por la Fundación Gratis Date, titulado “Síntesis de espiritualidad católica”, verdadera obra en la que podemos adentrarnos en todo aquello que un católico ha de conocer y tener en cuenta para su vida de hijo de Dios.

Pero, seguramente, lo que más acredita la fama de santidad del P. José Rivera es ser considerado como “Padre de los pobres” por su especial dedicación a los más desfavorecidos de la sociedad. Así, por ejemplo, el 18 de junio de 1987 escribía acerca de la necesidad de “acelerar el proceso de amor a los pobres” que entendía se derivaba de la lectura de la Encíclica Redemptoris Mater, del beato Juan Pablo II (25.03.1987).

En el camino de su vida por este mundo han quedado, para siempre, escritos referidos, por ejemplo, al “Espíritu Santo”, a la “Caridad”, a la “Semana Santa”, a la “Vida Seglar”, a “Jesucristo”, meditaciones acerca de profetas del Antiguo Testamento como Ezequiel o Jeremías o sobre el Evangelio de San Marcos o los Hechos de los Apóstoles o, por finalizar de una forma aún más gozosa, sus poesías, de las cuales o, por finalizar de una forma aún más gozosa, sus poesías.

A ellos dedicamos las páginas que Dios nos dé a bien escribir haciendo uso de las publicaciones que la Fundación “José Rivera” ha hecho de las obras del que fuera sacerdote toledano.

Serie P. José Rivera
Poemas

Poemas

Resulta curioso, porque no suele suceder demasiadas veces, que un sacerdote destaque, además por la labor que hace en cumplimiento de su ministerio, por el hecho de escribir poemas. Pues en esto, también en esto, el P. José Rivera, nos sorprende con un libro en el que, desde su juventud, plasma en versos lo que siente su corazón de creyente.

En la Presentación de este libro de nos dice, Félix del Valle Carrasquilla, de forma muy atinada y que nos viene muy bien, y refiriéndose a la labor del poeta, así, en general, que “El poeta tiene que consagrarse a buscar las palabras con las que decirse, pues, a diferencia de la Palabra del Padre que es su Hijo, a él no le resultan evidentes y no las encuentra en sí mismo sólo con mirarse. No le bastan las palabras bonitas que produzcan rimas, que el poeta no pretende agradar los oídos sino aumentar la vida, perfeccionar el ser. Las palabras que él busca no se hallan en la superficie sonora, sino en las vísceras, por llamarlas así, de su existencia.” (1)

Y más adelante, ya referido a lo que le P. José Rivera expresa en sus poemas, que está “abierto a todos, capaz de ver en todo la huella divina, capaz de percibir en todo algo de la revelación de Dios”, porque así, exactamente así son los poemas de este sacerdote toledano.

Además, “son expresiones de esta visión sobrenatural y unificada. Se siente en disposición de hablar en sus poemas de cualquiera cosa hecha por Dios” (2).

Y, en lo que llama “Prólogo de urgencia”, el autor de los poemas, a la sazón, el P. José Rivera, nos dice que

“Una idea de doble filo, con su doble motivo, me ha impulsado a un quehacer tan alejado aparentemente de mis tareas cotidianas. Si reúno mis antiguas composiciones, no es por cierto por su calidad estética. ¡Ya conozco sobradamente la superlativa vileza poética de muchas de ellas! Es no más por el surtido de recuerdos que me proporciona. Y un recuerdo viviente, vivificante, para mis días actuales, que ofrecen no parva semejanza con aquellos. Me refiero a la inquietud intelectual, al hambre y la sed de conocimiento que no han podido apaciguar los treinta años más o menos transcurridos, más bien torrencialmente, sobre mí desde las primeras poesías.”

Por tanto, el P. José Rivera está en la seguridad de que sus composiciones poéticas no tiene calidad poética. Sin embargo, además de ser, esto, una realidad que no debe ser más que un ejercicio de humildad muy común en el sacerdote toledano, es la expresión de que, también para sus lectores (y no sólo para él, que los escribe) pueden ser fuente de riqueza espiritual y de gozo no pequeño.

El libro, por otra parte, como suele hacerse en este tipo de antologías, está dividido en partes que responden no sólo a periodos de tiempo (pues siempre pasa) sino a estados de ánimo o a sentimientos muy particulares del poeta que, también, nos sirven a los demás.

No se va a hacer comentario alguno de los poemas porque en la poesía, seguramente más que en otra forma de escribir, corresponde a quien lee que le diga, a su corazón, lo que quiera decirle lo escrito.

Digamos, eso sí, que el libro está dividido en los siguientes apartados:

Poemas de adolescencia
Poemas de ascensión
Poemas de la acacia y otros
Poemas de desarraigo

Así, de “Poemas de adolescencia” (1937-1942,) este poema (Poema I de la antología):

Recuerdo mi corazón,
Potro salvaje, sin freno,
Al galope por las sendas
Sin fin de mi sentimiento.
Corazón adolescente,
Siempre como mar revuelto,
Con tempestades de penas
Y huracanes de deseos!
Hoy mi corazón -él mismo?-
Es como un lago sereno,
Ya no le encrespan las penas,
Ya no soplan los anhelos;
No sé qué tiene que no
Hay olas en este espejo
Que refleja el luminoso
Azul dorado del cielo.
Mas recuerdo las palabras
Del que en la barca de Pedro,
Al mar ordena: “reposa”,
Y “enmudece” manda al viento.

De “Poemas de ascensión” (1945-1952), este poema traemos aquí (Poema X de la antología):

 

Cuántas veces, Señor, en tu presencia,
Hincados en la tierra los hinojos,
He creído que al fin iban mis ojos
Las culpas a llorar de mi existencia.
O a pregonar mis labios tu clemencia
Que sufre mi extravío sin enojos,
Y por sendas densísimas de abrojos
A llamarme te trae a penitencia.
Mas en silencio el alma se recoge,
El pasmo de tu amor la sobrecoge
La historia al recordar de tus ternuras;
Ni canto gracias, ni lamento agravios,
Que apenas pueden murmurar mis labios:
“¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?”.

Por otra parte, de “Poemas de la acacia y otros” (1969-1971), este otro (Poema XXXI de la antología):

Solitaria tarde,
Silencio perfecto;
Pensamiento erecto,
Corazón cobarde.
Todo yace quedo
En mi derredor;
Pero tengo miedo
¡De cualquier rumor!
Si un vuelo, si un paso
La tarde despierta,
Qué temor, que acaso
¡Llamen a mi puerta!
Si me desvanecen
Esta soledad
En que se me ofrecen
¡Amor y Verdad!
Gozo solitario
Mi recogimiento
En ti, santuario
De mi pensamiento.
Borrados los rastros
De antiguos fulgores:
De ideas, de astros,
De cantos, de flores…
Tan solo me resta
Tu celebración,
Jubilosa fiesta
¡De mi corazón!
Que cuando el acoso
Del mundo sufrí
Encontré reposo
Y alegría en ti.

Y, para terminar, por mucho que nos cueste hacer esto, de “Poemas de desarraigo” (1969-1973), el P. José Rivera dejó escrito éste (Poema XXXVIII de la antología):

Ya estoy desarraigado. Y en medio de la gente,
Que en necio torbellino se angustia y se fatiga
En el gesto excesivo o en la mínima intriga
Yo camino ligero, ya casi todo ausente.
Y cuando cese un día, definitivamente,
El mandato divino que a la tierra me liga,
No arrullará mi muerte ninguna voz amiga,
No cerrarán mis ojos, no besarán mi frente.
Solitario camino, ágil, libre, jocundo,
Abiertos a mis ojos senderos de otro mundo,
Cubriendo mi vereda del Señor al Señor.
Y cuando solitario mi hombre carnal sucumba
Acaso ni siquiera me den los hombres tumba,
¡Mas gozará mi espíritu la Verdad del Amor!

Sí recomendamos, como siempre lo hacemos, hacerse con el libro de una forma muy sencilla: en la página web dedicada al P. José Rivera Ramírez (http://www.jose-rivera.org/), en el apartado “Escritos” se encuentran sus libros y, entre ellos, éste.

Seguro que no se arrepentirán, para nada, de hacer tan fácil gesto.

NOTAS

(1) Poemas (P). Presentación. 2- La búsqueda de las palabras, p. 6

(2) P. Presentación. 5. Sus poesías, p. 8

Eleuterio Fernández Guzmán