16.04.13

Pastoral de mayores. Un par de anécdotas

A las 9:58 AM, por Jorge
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19:30 h. de una tarde de invierno. Al acabar la misa, reunión con el grupo de vida ascendente en mi parroquia rural. Nada más sentarnos, Alejandra, una mujer encantadora y recientemente fallecida, me dice:

- “Mire usted, señor cura. A nosotras nos gusta venir para que usted vea que tiene personal. Pero no nos entretenga mucho que nos están esperando para echar la partida”.

En otra parroquia. Así se expresaba Marina, otra buena anciana:

- “La reunión de vida ascendente a las cinco. A las seis y media, rosario. A las siete, la misa. Luego vísperas, exposición y hora santa, así que no vuelvo a mi casa hasta casi las nueve. Yo algún rato bien, pero toda la tarde fuera de casa pues que no”.

Me pregunto a veces si el trabajo pastoral lo organizamos en función de lo que se necesita o quizá de lo más simple, sencillo y gratificante. No hay en una parroquia nada más amable ni gozoso que un grupo de catequesis de mayores. Hasta hace no mucho se denominaban “vida ascendente”, ahora parece que prefieren mejor decirse “vida creciente”. Es igual.

Nosotros tenemos como es natural nuestro grupito de mayores. Un encanto. Celebran cada santo y cumpleaños y siempre tienen un algo para el señor cura. Su funcionamiento es casi autónomo como tantos otros grupos y lo coordina una catequista. Mi labor consiste en pasarme por el grupo en cada reunión, aclarar cosas, animar. Rara es la semana que no tienen algo: café por el cumpleaños de Fulanita, sidra que trajo Menganito, las rosquillas de esta, la tarta de aquella, los bollos del pueblo. Y jamás se olvidan del cumpleaños del sacerdote y de traerle alguna cosa: un jersey, una colonia… Efectivamente no hay grupo más agradecido.

Sin embargo no me parece en absoluto una urgencia pastoral. Las personas que asisten al grupo de vida ascendente generalmente son de misa diaria, rosario, adoración al Santísimo, devociones, confesión de vez en cuando. A veces me pregunto si no tienen bastante, y lo de la reunión no será encima echarles más cosas. En esos casos me acuerdo mucho de Alejandra: esta gente lo que de verdad necesita es jugar a las cartas.

Ojalá en las parroquias pudiéramos atender todo con intensidad. Ahora bien, también en la pastoral hay que hacer “la opción por los pobres”, es decir, en caso de andar escasos de fuerzas, priorizar. ¿A quién dar más importancia? ¿A los más dóciles o a los más alejados de Cristo? Quizá nuestro tiempo y esfuerzo tendría que estar más bien en pensar cómo anunciar el evangelio a los jóvenes, llegar a los alejados, preparar mejor las homilías, echar horas en el confesionario con la lucecita encendida.

¿Y los mayores? Pues claro, pero con tranquilidad, que si van a misa a diario, rezan el rosario se confiesan y van al Santísimo, pues bastante tienen, que tampoco hay que agobiar.