ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 14 de febrero de 2013

La frase del día

Solamente una vida dedicada a los demás merece ser vivida.

Albert Einstein (Ulm, Alemania, 1879-Princeton, Estados Unidos, 1955)

 


Papa

''Fuimos al Concilio no sólo con alegría sino con entusiasmo''
Encuentro del papa con los presbíteros y seminaristas de la diócesis de Roma

Benedicto XVI: los medios crearon un 'concilio virtual' diverso del Vaticano II
Produjo calamidades: seminarios cerrados y banalizó la liturgia. Hoy el Concilio Vaticano II se afirma como verdadera reforma y renovación de la Iglesia

De tentaciones y conversiones. El papa se fija en tres grandes conversos del siglo XX
Catequesis de Benedicto XVI en la Audiencia General de este miércoles

''Los papas no caen del cielo''
Algunas respuestas de Benedicto XVI que dan luz al hoy vaticano

Cardenal Vallini: ''De su persona aprendimos cómo se ama a Cristo y a la Iglesia''.
Benedicto XVI en el encuentro anual con el clero romano

''No pensé que al oírle me iba a emocionar de esa manera''. ''No era fácil hacerse un hueco en el corazón de la gente tras Juan Pablo II, y lo ha conseguido''
Mucho sentimiento y cariño hacia el papa en la celebración eucarística del Miércoles de Ceniza

Resignatio
Una de las mayores inteligencias de este mundo actual

Mirada al mundo

''Oración intensa y profunda por su persona y por la Iglesia''
Profesores de la Universidad de la Santa Cruz de Roma hablan sobre la renuncia de Benedicto XVI

Ecuador: mucha propaganda y poca política en la campaña electoral
Según sor Maccari, misionera comboniana, no hay mucha confianza en los observadores internacionales

No habrá representación de la Iglesia en Cuba para el diálogo de paz entre gobierno y las FARC
Anuncio del cardenal Rubén Salazar, arzobispo de Bogotá

Educación

Una propuesta de reflexión sobre los currículos de las escuelas católicas
Ponencia del arzobispo de La Plata Héctor Aguer, en el 50 Curso de Rectores del Consejo Superior de Educación Católica

SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA

San Juan Bautista de la Concepción
«Cuando el amor a Dios se desborda»


Papa


''Fuimos al Concilio no sólo con alegría sino con entusiasmo''
Encuentro del papa con los presbíteros y seminaristas de la diócesis de Roma

Por Redacción

ROMA, 14 de febrero de 2013 (Zenit.org) - Ha sido un momento emotivo, como todos los que está protagonizando, probablemente sin pretenderlo este papa alemán, que fue presentado en su elección como terrible cancerbero, y que ha sorprendido a todos por la simplicidad con que ha abordado el pontificado y la naturalidad con la que que ha reconocido que hace falta alguien con más fuerza y energía para asumir uno de los cargos más abrumadores. Ayer, dos grandes lecciones: la catequesis invitando a la conversión personal con tres grandes ejemplos actuales, y la liturgia inicial de la Cuaresma, con la imposición de la ceniza. Hoy, el encuentro con sus sacerdotes y seminaristas, los de la diócesis de Roma, liderados por el cardenal vicario Agostino Vallini.

En el Aula Pablo VI, Benedicto XVI mantuvo este encuentro con los presbíteros y estudiantes para el presbiterado de su diócesis de Roma, guiados por el cardenal vicario Agostino Vallini. Cuando faltan dos semanas para acabar su ministerio, el santo padre hizo una amplia reflexión sobre su experiencia personal en el Concilio Vaticano II y las interpretaciones que se hicieron fuera.

Tras el largo emocionado aplauso, el cardenal vicario para Roma Agostino Vallini afirmó que esta diócesis le será siempre grata por su ejemplo y su alta visión de la vida sacerdotal.

El papa empezó su intervención expresando la alegría de ver cómo la Iglesia de Roma es una Iglesia viva y su clero es realmente católico, universal aún manteniendo una propia fuerte y robusta identidad. Luego, en un momento de intensa conmoción, confió a sus sacerdotes: "Aunque me retiro ahora, en la oración estoy siempre cercano a todos vosotros y estoy seguro de que también todos vosotros estaréis cercanos a mí, aunque permaneceré escondido para el mundo".

Benedicto XVI ha iniciado de esta manera la que ha definido "una pequeña charla sobre el Concilio Vaticano II". Un discurso sin papel que inició con el relato de su trabajo como joven profesor junto al cardenal de Colonia, Frings, uno de los protagonistas de la etapa conciliar. El papa ha rememorado de nuevo los años sesenta y ha recordado su sentimientos y sus esperanzas juveniles en el Concilio: "Fuimos al Concilio no sólo con alegría sino con entusiasmo. Había una expectación increíble. Esperábamos que todo se renovara, verdaderamente, que viniera un nuevo Pentecostés, una nueva era de la Iglesia”.

Esperábamos, reiteró, que la Iglesia fuera de nuevo “la fuerza del mañana y la fuerza del hoy”. Y se esperaba encontrar de nuevo “la conjunción entre la Iglesia y las fuerzas mejores del mundo, para abrir el futuro de la humanidad”, para el “verdadero progreso”. Estábamos, siguió recordando, "llenos de esperanza, de entusiasmo y también de voluntad de hacer lo que nos correspondía" para que esto sucediera. El papa subrayó el espíritu eclesial, universal que permitió a los padres conciliares superar algunas dificultades iniciales en la organización de los trabajos.

En concreto, recordó que el Episcopado francés y el alemán, especialmente activos en el Concilio, tenían varios intereses en común: desde la reforma de la liturgia a la eclesiología, desde la Palabra de Dios al ecumenismo: "Yo creo ahora, restrospectivamente , que estuvo muy bien empezar por la liturgia, así aparece el primado de Dios, el primado de la adoración”.

Fue “realmente un acto de la Providencia”, indicó, que “en los inicios del Concilio estuviera la liturgia, estuviera Dios, estuviera la adoración”. Y en este punto ofreció también una reflexión sobre el misterio pascual como “centro del ser cristiano, y por tanto de la vida cristiana”, expresado en el tiempo pascual y en el domingo: "En este sentido es una pena que hoy se haya transformado el domingo en fin de semana, mientras que es el primer día, es el inicio: interiormente debemos tener tener presente esto, es el inicio, es el inicio de la Creación, de la recreación de la Iglesia, encuentro con el Creador y con Cristo Resucitado”.

Luego subrayó también la importancia que el Concilio dio a la inteligibilidad de los textos y a la participación activa. Lamentablemente constató sin embargo que "estos principios fueron también mal entendidos” porque “inteligibilidad no quiere decir banalidad, porque los grandes textos de la liturgia” hacen necesaria una formación permanente del cristiano, para que crezca y entre cada vez más en profundidad en el misterio y así pueda comprender”. No se entiende un texto “sólo porque está en la propia lengua”: “Sólo una formación permanente del corazón y de la mente puede realmente crear inteligibilidad y una participación que es más que una actividad exterior, que es un entrar de la persona, de mi ser en la comunión de la Iglesia y así en la comunión con Cristo”.

Sobre el tema de la Iglesia, el papa dijo que el Concilio mostró que “no sólo es una organización, algo estructural”. Es también esto, cierto, pero también “un organismo, una realidad vital, que entra en mi alma, de manera que yo mismo" soy "elemento constructivo de la Iglesia como tal”. Al mismo tiempo, añadió no se puede aceptar que un grupo “se declare Iglesia”: “No, este ‘nosotros somos Iglesia’ exige justo mi inserción en el gran ‘nosotros de los creyentes de todos los tiempos y lugares'”.

El Concilio nos enseña así que entrando en comunión con Cristo "somos en verdad pueblo de Dios". El papa recordó el debate sobre el tema de la colegialidad, y se detuvo en el ecumenismo y el diálogo interreligioso, afrontado por el Concilio en concreto en el documento Nostra Aetate. Benedicto XVI subrayó que hay mucho que hacer para "llegar a una lectura realmente en el espíritu del Concilio”, cuya aplicación “aún no es completa”. Y dedicó la parte final de su discurso al papel de los medios de comunicación.

Ver en este mismo servicio las palabras que Benedicto XVI ha dedicado hoy en su encuentro a los medios de comunicación y su papel en el concilio paralelo, "virtual", lo ha llamado: http://www.zenit.org/article-44502?l=spanish.

Al final de esta reflexión, hecha sin papeles, sobre el Concilio Vaticano II, Benedicto XVI se despidió conmovido de sus sacerdotes: "Esperemos que el Señor nos ayude. Yo, retirado en mi oración, estaré siempre con vosotros, y juntos vayamos adelante con el Señor, en la certidumbre de que vence el Señor. Gracias".

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Benedicto XVI: los medios crearon un 'concilio virtual' diverso del Vaticano II
Produjo calamidades: seminarios cerrados y banalizó la liturgia. Hoy el Concilio Vaticano II se afirma como verdadera reforma y renovación de la Iglesia

Por H. Sergio Mora

CIUDAD DEL VATICANO, 14 de febrero de 2013 (Zenit.org) - Una versión deformada del Concilio llegó de manera eficiente al gran público a través de los medios de comunicación, que consideraron el Vaticano II una lucha política y favorecieron las corrientes más complacientes con el mundo. Amplificaron la idea de descentralizar la Iglesia y de dar el poder a los obispos a través del pueblo. Los frutos fueron nefastos. Si bien cincuenta años después el "Concilio virtual" se está perdiendo, y va surgiendo el verdadero Concilio Vaticano II con toda su fuerza espiritual.

Lo dijo hoy Benedicto XVI en el encuentro que tuvo con los sacerdotes de la diócesis de Roma en el Aula Pablo VI, durante el cual abordó magistralmente diversos temas. Allí no faltaron los aplausos ni las manifestaciones de afecto.

“Estaba el Concilio de los Padres pero también estaba el Concilio de los medios de comunicación, que era casi un Concilio por sí mismo” indicó Benedicto XVI recorriendo sus recuerdos. Si bien lamentó el papa “el mundo percibió el Concilio más a través de los medios que eran muy eficientes, o sea que al público le llegó más el 'Concilio de los medios' que el Concilio de los Padres”.

“El Concilio de los Padres --precisó- se realizaba dentro de la fe, el Concilio de la fe buscaba el intellectus, intentaba entenderse, entender las señales de Dios y dar respuestas a los desafíos del momento. En cambio el Concilio de los periodistas no se realizó dentro de la fe, sino en el interior de las categorías de los medios de comunicación de hoy, o sea fuera de la fe, con una hermenéutica diversa”.

Con la voz serena que le caracteriza el papa precisó: “Era una hermenéutica política. Para los medios de difusión, el Concilio era una lucha política, una lucha de poder entre las diversas corrientes dentro de la Iglesia, y era evidente que ellos tomaron posición a favor de la parte que les parecía más complaciente con su mundo”.

Y por lo tanto, explicó el papa, apoyaron a aquellos que buscaban la descentralización de la Iglesia, los poderes de los obispos a través de la palabra del pueblo de Dios. El poder de los laicos, o sea soberanía popular. “Claramente para ellos esta era la parte que debía ser aprobada y promulgada y ayudada”, dijo.

O sea veían a la Iglesia “no como un acto de la fe sino como un lugar donde se hacen cosas comprensibles, actividades de la comunidad”. El santo padre añadió que existía una tendencia que se fundaba también históricamente en la sacralidad como una cosa pagana. Que veía al culto como algo profano, o sea “el culto no es culto, sino un acto de conjunto de la participación común. Y estas traducciones del Concilio fueron violentas en la praxis de la aplicación de la reforma litúrgica, porque nacieron fuera de una visión del Concilio y de su propia clave de Fe”.

Benedicto XVI, siempre hablando como en una charla, sin ningún tipo de apuntes, añadió: “Sabemos cómo ese 'Concilio de los medios' era más accesible a todos, dominante y más eficiente. Y ha creado calamidades, tantos problemas y miserias. Seminarios cerrados, conventos cerrados, liturgia banalizada”.

“Este Concilio de los medios --prosiguió el papa- se impuso en la sociedad creando numerosos problemas, mientas que el Concilio tuvo dificultad para concretarse”. Porque, por así decir, “el concilio virtual era más fuerte que el concilio real”.

Pero la fuerza del Concilio estaba presente --reivindicó el santo padre- y, poco a poco, se realiza cada vez más y se vuelve la verdadera fuerza, que en realidad es la verdadera reforma y verdadera renovación de la Iglesia”.

Benedicto XVI, al concluir, indicó a los varios miles de sacerdotes y seminaristas presentes: “Cincuenta años después del Concilio vemos que ese 'Concilio virtual' se está perdiendo, y al mismo tiempo va surgiendo el verdadero Concilio con toda su fuerza espiritual. Y es nuestro deber en este Año de la Fe, trabajar para que el verdadero Concilio, con la fuerza del Espíritu Santo se realice y la Iglesia sea realmente renovada.

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De tentaciones y conversiones. El papa se fija en tres grandes conversos del siglo XX
Catequesis de Benedicto XVI en la Audiencia General de este miércoles

Por Benedicto XVI

CIUDAD DEL VATICANO, 14 de febrero de 2013 (Zenit.org) - Ofrecemos a los lectores el texto completo de la catequesis de Benedicto XVI en la Audiencia General de este miércoles. En ella explica las tres tentaciones de Jesús y propone los ejemplos de tres grandes conversos del siglo XX.

*****

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy, Miércoles de Ceniza, iniciamos el tiempo litúrgico de la Cuaresma, cuarenta días que nos preparan a la celebración de la Santa Pascua; es un tiempo de particular compromiso en nuestro camino espiritual. Al número cuarenta se recurre varias veces en la Sagrada Escritura. En particular, como sabemos, esto nos lleva a los cuarenta años durante los cuales el pueblo de Israel peregrinó por el desierto: un largo periodo de formación para convertirse en pueblo de Dios, pero también un largo periodo en el que la tentación de ser infieles a la alianza con el Señor estaba siempre presente. Cuarenta fueron también los días de camino del profeta Elías para llegar al Monte de Dios, el Horeb; como también el periodo que Jesús pasó en el desierto antes de iniciar su vida pública y donde fue tentado por el demonio. En esta catequesis querría detenerme precisamente en este momento de la vida terrena del Señor, que leeremos en el Evangelio del próximo domingo.

En primer lugar el desierto, donde Jesús se retira, es el lugar del silencio, de la pobreza, donde el hombre es privado de los apoyos materiales y se encuentra de frente a las preguntas fundamentales de la existencia, es empujado a ir al esencial y precisamente por esto es más fácil encontrar a Dios.

Pero el desierto es también el lugar de la muerte, porque donde no hay agua no hay tampoco vida y es un lugar de soledad, e la que el  hombre siempre con más intensidad la tentación. Jesús va al desierto y allí se somete a la tentación de dejar la vía indicada por el Padre para seguir los caminos más fáciles y mundanos (cfr Lc 4,1-13). Así Él carga con nuestras tentaciones, lleva consigo nuestra miseria, para vencer al maligno y abrirnos el camino hacia Dios, el camino de la conversión.

Las tres tentaciones

Reflexionar sobre las tentaciones a las que Jesús fue sometido en el desierto es una invitación para cada uno de nosotros a responder a una pregunta fundamenta: ¿qué es importante realmente en mi vida? En la primera tentación el diablo propone a Jesús convertir la piedra en pan para saciar el hambre. Jesús rebate que el hombre vive también de pan, pero no sólo: sin una respuesta al hambre de verdad, al hambre de Dios, el hombre no se puede salvar (cfr vv. 3-4).

En la segunda tentación, el demonio propone a Jesús la vía del poder: lo conduce a lo alto y le ofrece el dominio del mundo; pero no es este el camino de Dios: Jesús tiene muy claro que no es el poder mundano el que salva al mundo, sino el poder de la cruz, de la humildad, del amor (cfr vv. 5-8).

En la tercera tentación, el demonio propone a Jesús de tirarse del pináculo del Templo de Jerusalén y que lo salve Dios mediante sus ángeles, de hacer algo sensacional para poner a prueba a Dios mismo; pero la respuesta es que Dios no es un objeto al que imponer nuestras condiciones: es el Señor de todo (cfr vv. 9-12).

¿Cuál es el núcleo de las tres tentaciones que sufrió Jesús? Es la propuesta de instrumentalización de Dios, de usarlo para los propios intereses, para la propia gloria y el propio éxito. Y por lo tanto, en definitiva, de ponerse al en lugar de Dios, sacándolo de la propia existencia y haciéndole parecer superfluo. Cada uno debería preguntarse ahora: ¿qué lugar tiene Dios en mi vida? ¿Es Él el Señor o soy yo?

Superar la tentación de someter Dios a sí y a los propios intereses o de ponerlo en un rincón y convertirse al justo orden de prioridad, dar a Dios el primer puesto, es un camino que cada cristiano tiene que recorrer siempre de nuevo. "Convertirse", una invitación que escucharemos muchas veces en Cuaresma, significa seguir a Jesús de forma que su Evangelio se guía concreta de la vida; significa dejar que Dios nos transforme, dejar de pensar que somos nosotros los únicos constructores de nuestra existencia; significa reconocer que somos criaturas, que dependemos de Dios, de su amor, y solamente "perdiendo" nuestra vida en Él podemos ganarla.

Esto exige trabajar nuestras elecciones a la luz de la Palabra de Dios. Hoy no se puede ser cristiano como simple consecuencia del hecho de vivir en una sociedad que tiene raíces cristianas: también quien nace de una familia cristiana y es educado religiosamente debe, cada día, renovar la elección de ser cristiano, es decir dar a Dios el primer puesto, frente a las tentaciones que una cultura secularizada le propone continuamente, frente al juicio crítico de muchos contemporáneos.

Las pruebas a las que la sociedad actual pone al cristiano, de hecho, son muchas y tocan la vida personal y social. No es fácil ser fiel al matrimonio cristiano, practicar la misericordia en la vida cotidiana, dejar espacio a la oración y al silencio interior; no es fácil oponerse públicamente a elecciones que muchos consideran obvias, como el aborto en caso de embarazo no deseado, la eutanasia en caso de enfermedades graves, o la selección de embriones para prevenir enfermedades hereditarias. La tentación de poner la fe a parte está siempre presente y la conversión se convierte en una respuesta a Dios que debe ser confirmada más veces en la vida.

Grandes conversiones, también hoy

Están como ejemplo y estímulo las grandes conversiones como la de san Pablo de camino a Damasco, o de san Agustín, pero también en nuestra época de eclipse del sentido de lo sagrado, la gracia de Dios actúa y obra maravillas en la vida de muchas personas. El Señor no se cansa de llamar a la puerta del hombre en contextos sociales y culturales que parecen tragados por la secularización, como le ha sucedido al ruso ortodoxo Pavel Florenskij. Después de una educación completamente agnóstica, hasta el punto de sentir verdadera hostilidad hacia las enseñanzas religiosas impartidas en la escuela, el científico Florenskij termina exclamando: ¡No, no se puede vivir sin Dios!", y cambia completamente su vida, para convertirse en sacerdote.

Pienso también en la figura Etty Hillesum, una joven holandesa de origen hebreo que murió en Auschwitz. Inicialmente lejana de Dios, lo descubre mirando profundamente dentro de sí misma y escribe: "Un pozo muy profundo está dentro de mi. Y Dios está en ese pozo. A veces consigo alcanzarlo, más a menudo piedra y arena lo cubre: por tanto Dios está sepultado. Es necesario desenterrarlo de nuevo". En su vida dispersa e inquieta, encuentra a Dios precisamente en medio de la tragedia del siglo XX, la Shoah. Esta joven frágil e insatisfecha, transfigurada por la fe, se transforma en una mujer llena de amor y de paz interior, capaz de afirmar: "Vivo constantemente en intimad con Dios".

La capacidad de contrarrestar las marcas ideológicas de su tiempo para elegir la búsqueda de la verdad y abrirse al descubrimiento de la fe lo testimonia también una mujer de nuestro tiempo, la estadounidense Dorothy Day. En su autobiografía, confiesa abiertamente haber caído en la tentación de resolver todo con la política, adhiriéndose a la propuesta marxista. "Quería ir con los manifestantes, ir a la cárcel, escribir, influir en los otros y dejar mi sueño al mundo. ¡Cuánta ambición y cuanta búsqueda de mí misma había en todo esto!".

El camino hacia la fe en un ambiente así de secularizado era particularmente difícil, pero la Gracia actúa igual, como ella misma subraya: "Es cierto que yo sentía más a menudo la necesidad de ir a la iglesia, a ponerme de rodillas, a inclinar la cabeza en oración. Un instinto ciego, se podría decir, porque no era consciente de orar. Pero iba, me metía en la atmósfera de oración...". Dios la ha conducido a una consciente unión a la Iglesia, en una vida dedicada a los necesitados.

"Estoy a la puerta y llamo"

En nuestra época no son pocas las conversiones intensas como el retorno de quien, después de una educación cristiana quizá superficial, se ha alejado durante años de la fe y después descubre de nuevo a Cristo y su Evangelio. En el libro del Apocalipsis leemos: «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo» (3, 20). Nuestro hombre interior debe prepararse para ser visitado por Dios, y precisamente por esto no debe dejarse invadir de la ilusión, de las apariencias, de las cosas materiales.

En este tiempo de Cuaresma, en el Año de fe, renovamos nuestro compromiso en el camino de conversión, para superar las tendencia de cerrarnos en nosotros mismo y para hacer, sin embargo, espacio a Dios, mirando con sus ojos la realidad cotidiana.

La alternativa entre el cerrarnos en nuestro egoísmo y la apertura al amor de Dios y de los otros, podemos decir que corresponde a la alternativa de las tentaciones de Jesús, entre poder humano y amor de la Cruz, entre una redención vista en el único bienestar material y una redención como obra de Dios, al que damos el primado en la existencia. Convertirse significa no cerrarse en la búsqueda del propio éxito, del propio prestigio, de la propia posición, sino hacer que cada día, en las pequeñas cosas, la verdad, la fe en Dios y el amor se conviertan en lo más importante. 

Traducido del italiano por Rocío Lancho García

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''Los papas no caen del cielo''
Algunas respuestas de Benedicto XVI que dan luz al hoy vaticano

Por Redacción

MADRID, 14 de febrero de 2013 (Zenit.org) - El 16 de abril de 2005, al cumplir 78 años, el cardenal Joseph Ratzinger comunicaba a sus próximos, “su familia”, la alegría por su próxima jubilación. Tres días después era papa y pastor de mil doscientos millones de fieles. “No es precisamente una tarea que uno vaya a reservarse para los días de la vejez, comentaba el autor de Luz del Mundo, el superventas al que ahora se vuelve para buscar las claves de la renuncia de Benedicto XVI. Peter Seewald, periodista bávaro, tiene una larga trayectoria de colaboración editorial con Joseph Ratzinger, a quien describe como responsable en parte de su reconversión al catolicismo.

“En realidad, yo había esperado tener por fin paz y tranquilidad. El hecho de que me viera de pronto frente a esa formidable tarea fue, como todos saben, un shock para mí. La responsabilidad es realmente gigantesca”, dice en el libro Benedicto XVI sobre su elección al pontificado.

Y comenta, no sin cierto fino humor, la imagen que se le vino encima: “Sí, me vino a la cabeza la idea de la guillotina: ¡ahora cae y te da! Yo había estado totalmente seguro de que ese ministerio no era mi destino, sino que entonces, después de años de gran esfuerzo, Dios me iba a conceder algo de paz y tranquilidad. En ese momento sólo pude decirme y ponerme en claro: al parecer, la voluntad de Dios es otra, y comienza algo totalmente distinto, nuevo para mí. Él estará conmigo”.

¿Qué estás haciendo conmigo?”

Y es de una inusitada transparencia y sencillez, lejos de grandilocuencias el relato de su paso por la llamada “habitación del llanto”, antes de aparecer en el mirador de San Pedro: “En realidad, en ese momento se está requerido por asuntos totalmente prácticos, exteriores. Hay que mirar cómo se las arregla uno con las vestiduras papales, y cosas así. Además, yo ya sabía que enseguida tendría que pronunciar algunas palabras en el balcón; de modo que comencé a pensar qué podía decir. Por lo demás, ya en el momento en que fui elegido había podido decirle al Señor con sencillez:'¿Qué estás haciendo conmigo?'. Ahora, la responsabilidad la tienes Tú. ¡Tú tienes que conducirme! Yo no puedo. Si Tú me has querido a mí, entonces también tienes que ayudarme. Digamos, pues, que en ese sentido yo me encontraba en una relación de urgido diálogo con el Señor, diciéndole que, si Él hace lo uno, tiene que hacer también lo otro'”.

Ante sus proyectos personales, opuestos a los cargos eclesiales, y el estremecimiento “ante lo que le sucede una y otra vez en contra de la propia voluntad”, afirma: “Así es, justamente. Cuando se dice 'sí' en la ordenación sacerdotal, es posible que uno tenga su idea de cuál podría ser el propio carisma, pero también sabe: me he puesto en manos del obispo y, en última instancia, del Señor. No puedo buscar para mí lo que quiero. Al final tengo que dejarme conducir'. De hecho yo tenía la idea de que mi carisma era ser profesor de Teología, y me sentía muy feliz cuando mi idea se hizo realidad. Pero también tenía claro que siempre me encuentro en las manos del Señor y que debo contar también con cosas que no haya querido. En ese sentido, sin duda fueron sorpresas para mí el ser arrebatado de improviso y no poder seguir más el propio camino. Pero, como he dicho, el sí fundamental implicaba también: estoy a disposición del Señor y, tal vez, un día tendré que hacer cosas que yo mismo no quiera”.

Las cifras no hacen al papa

Y relativiza los mil doscientos millones de católicos: “Por supuesto, esas estadísticas son importantes. Ellas señalan cuán extendida está la Iglesia y qué grande es realmente esta comunidad que abarca razas y naciones, continentes, culturas, hombres de todo tipo. Pero el papa no tiene poder en virtud de esas cifras”.

¿Por qué no?: “El tipo de comunidad que se tiene con el papa es diferente, y el tipo de pertenencia a la Iglesia también, por supuesto. De los mil doscientos millones hay muchos que no acompañan interiormente su condición. San Agustín lo dijo ya en su tiempo: hay muchos fuera que parecen estar dentro; y hay muchos dentro que parecen estar fuera. En una cuestión como la fe, o la pertenencia a la Iglesia católica, el 'dentro' y el 'fuera' están misteriosamente entretejidos. En eso tenía razón Stalin al decir que el papa no tiene divisiones ni puede mandar. Tampoco posee una gran empresa en la que todos los fieles de la Iglesia fuesen sus empleados o subordinados.

En tal sentido, el papa es, por un lado, un hombre totalmente sin poder. Por otro lado, tiene una gran responsabilidad. En cierta medida es el jefe, el representante, y al mismo tiempo el responsable de que la fe que mantiene unidos a los hombres sea creída, que siga estando viva y que permanezca intacta en su identidad. Pero sólo el mismo Señor tiene el poder de mantener a los hombres también en la fe”.

Para la Iglesia católica el papa es vicario de Cristo. ¿Puede usted hablar realmente por Jesús?: “En el anuncio de la fe y en la celebración de los sacramentos, cada sacerdote habla por encargo de Jesucristo, por Jesucristo. Cristo confió a la Iglesia su palabra. Esa palabra vive en la Iglesia. Y si asumo interiormente y vivo la fe de esa Iglesia, si hablo y pienso a través de ella, si lo anuncio a Él, entonces hablo por Él, aún cuando en detalles siempre puede haber debilidades, por supuesto. Lo importante es que no exponga mis ideas, sino que procure pensar y vivir la fe de la Iglesia, actuar con obediencia en virtud de la misión que Él me ha confiado”.

¿Infalible?

“¿Es el papa realmente 'infalible', en el sentido en que se transmite a veces por los medios? ¿Es un soberano absoluto cuyo pensamiento y voluntad son la ley?”. “Eso es erróneo –responde el papa--. El concepto de infalibilidad se ha desarrollado a lo largo de los siglos. Surgió frente a la pregunta acerca de si hay en alguna parte una instancia última que decida. El Concilio Vaticano I sostuvo, por fin, siguiendo una larga tradición que provenía desde los tiempos de la cristiandad primitiva, que existe una decisión última. No queda todo en la indefinición. En determinadas circunstancias y dadas ciertas condiciones, el papa puede tomar decisiones vinculantes últimas por las cuales queda claro cuál es la fe de la Iglesia y cuál no lo es.

Lo que no significa que el papa pueda producir permanentemente afirmaciones 'infalibles'. Por lo común, el obispo de Roma actúa como cualquier otro obispo que confiesa su fe, que la anuncia, que es fiel en el seno de la Iglesia. Sólo cuando se dan determinadas condiciones, cuando la tradición ha sido aclarada y sabe que no actúa de forma arbitraria puede el papa decir: ésta es la fe de la Iglesia, y una negativa al respecto no es la fe de la Iglesia. En tal sentido, el Concilio Vaticano I definió la capacidad de decisión última para que la fe conserve su carácter vinculante”.

Unidad en la verdad

“El ministerio de Pedro ¿garantiza la coincidencia con la verdad?. San Agustín lo expresó con la frase: 'Donde está Pedro, está la Iglesia, y allí está también Dios'”. “Esa frase no reza así –rebate Benedicto XVI- y no fue formulada por Agustín, pero ese punto podemos dejarlo aquí en suspenso. De todos modos, es un antiguo axioma de la Iglesia católica. Donde está Pedro, está la Iglesia. Por supuesto, el papa puede tener también opiniones privadas erróneas. Pero, como decíamos antes, cuando habla como pastor supremo de la Iglesia en la conciencia de su responsabilidad, no dice ya algo propio que se le acaba de ocurrir. En ese caso sabe que tiene esa gran responsabilidad y que, al mismo tiempo, está bajo el amparo del Señor, de modo que, en una decisión semejante, no conduce a la Iglesia por el camino del error sino que asegura su unidad con el pasado, en el presente y en el futuro, y sobre todo con el Señor, de esto se trata, y esto es también lo que sienten otras comunidades de fe cristiana”.

El menor entre todos

“En un simposio dijo que el papa debía 'considerarse y comportarse como el menor entre todos'”. “Así es, y también hoy lo considero correcto. El primado se desarrolló desde el comienzo como primado del martirio. En los primeros tres siglos, Roma era el lugar precedente y principal de las persecuciones de cristianos. Mantenerse firme ante esas persecuciones y dar testimonio de Cristo era la misión especial de la sede episcopal romana.

Se puede considerar como un hecho de la Providencia el que, en el momento en que el cristianismo alcanzó la paz con el Estado, la sede imperial se haya trasladado a Constantinopla, junto al Bósforo. Roma pasó así a una situación como de provincia. De ese modo, el obispo de Roma podía poner más fácilmente de relieve la autonomía de la Iglesia, su diferenciación respecto del Estado. No hay que buscar expresamente el conflicto, claro está, sino, en el fondo, el consenso, la comprensión.

Pero la Iglesia, el cristiano, y sobre todo el papa, debe contar con que el testimonio que tiene que dar se convierta en escándalo, no sea aceptado, y que, entonces, sea puesto en la situación de testigo, en la situación de Cristo sufriente. Es significativo que todos los papas de la temprana Iglesia fueran mártires. Ser papa no implica poseer un señorío glorioso, sino dar testimonio de Aquel que fue crucificado y estar dispuesto a ejercer también el propio ministerio de esa misma forma, en vinculación a él”.

Sin embargo, también ha habido papas que se dijeron: el Señor nos ha dado el ministerio, ahora, disfrutémoslo. “Sí, eso también forma parte del misterio de la historia de los papas”, responde escuetamente.

Contradicciones pero también mucha alegría

La disposición cristiana a la contradicción atraviesa toda su biografía como el dibujo constante de un tejido. Esas líneas fundamentales ¿influyen ahora en el modo como configura su pontificado? “Naturalmente, una experiencia tan larga implica también una formación del carácter, deja su impronta en el pensamiento y en la acción. Desde luego que no he estado siempre en contra por principio. Ha habido muchas hermosas situaciones de entendimiento. Cuando pienso en mi tiempo como vicario, si bien se percibía ya la eclosión del mundo secular en las familias, había sin embargo tanta alegría en la fe compartida, en la escuela, con los niños, con los jóvenes, que yo me sentía verdaderamente impulsado por esa alegría. Y así fue también en el tiempo en que fui profesor.

Mi vida entera ha estado atravesada siempre también por esta línea de que el cristianismo brinda alegría, da amplitud. En definitiva, la vida se haría insoportable siendo alguien que está siempre y sólo en contra. Pero al mismo tiempo estuvo siempre presente, aunque en diferentes dosis, el hecho de que el evangelio se opone a constelaciones de poder. Como es natural, esto fue especialmente drástico en mi infancia y juventud, hasta el fin de la guerra, A partir de 1968, la fe cristiana entró cada vez más en contraposición con respecto a un nuevo proyecto de sociedad, de modo que tuvo que hacer frente una y otra vez a opiniones que luchaban poderosamente por imponerse, Por tanto, soportar hostilidad y ofrecer resistencia --aunque una resistencia que sirva para sacar a luz lo positivo- son cosas que pertenecen a la vida cristiana”.

Noto que las fuerzas decaen

Usted tiene hoy 83 años, ¿De dónde saca la fuerza? “Ante todo debo decir que lo que acaba usted de enumerar es un signo de que la Iglesia vive. Contemplada sólo desde Europa pareciera que se encuentra en decadencia. Pero esta es sólo una parte del conjunto. En otros continentes crece y vive, está llena de dinamismo. La cantidad de nuevos sacerdotes ha crecido en los últimos años a nivel mundial, así como también el número de seminaristas. En el continente europeo experimentamos sólo un lado concreto, y no todo el gran dinamismo del despertar que hay realmente en otras partes y con el que yo me encuentro en mis viajes y a través de las visitas de los obispos.

Es cierto que, en realidad, todo eso exige a una persona de 83 años. Gracias a Dios hay muchos buenos colaboradores. Todo se elabora y se lleva a cabo en un esfuerzo común. Yo confío en que Dios me dará toda la fuerza que me hace falta para hacer lo necesario. Pero noto también que las fuerzas decaen”.

El papa podría enseñar algunas cosas también como entrenador de estado físico. “--El papa ríe--. No lo creo. Naturalmente, hay que organizar bien el tiempo y reparar bien en contar con suficiente descanso, de modo que, en las ocasiones en que a uno lo necesitan, esté presente de forma adecuada. En síntesis, hay que atenerse con disciplina al ritmo del día y saber para cuándo se necesita la energía”.

¿Recibe el papa por lo menos más ayudas y consuelos 'de lo alto' que, digamos, un común mortal? “Y no sólo de lo alto --replica--. Recibo muchas cartas de gente sencilla, de religiosas, madres, padres, niños, en las que me dan aliento. Me dicen: ...Rezamos por ti, no tengas miedo, te queremos. Y adjuntan también regalos de dinero y otros pequeños obsequios...”.

¿El papa recibe regalos de dinero? “No para mí personalmente --explica--, sino para poder ayudar a otros. Y me emociona mucho que gente sencilla me adjunte algo y me diga: 'Sé que usted tiene mucho que ayudar; yo también quiero hacer algo por ello'. En ese sentido me llegan consuelos de la índole más variada. También están las audiencias de los miércoles, con los diferentes encuentros. Me llegan cartas de viejos amigos, en ocasiones también visitas, aunque, como es natural, eso se ha hecho cada vez más difícil. Como siempre siento también el consuelo 'de lo alto', experimento al orar la cercanía del Señor en la oración, o en la lectura de los Padres de la Iglesia veo el resplandor de la belleza de la fe, hay todo un concierto de consuelos”.

¿Se ha modificado su fe desde que, como pastor supremo, es responsable del rebaño de Cristo? A veces se tiene la impresión de que, ahora, esa fe se hubiese vuelto de alguna manera más misteriosa, más mística... “Místico no soy –responde el papa sencillamente--. Pero es verdad que, como papa, se tienen muchas más ocasiones para orar y abandonarse por completo a Dios. Pues veo que casi todo lo que tengo que hacer es algo que yo mismo no puedo hacer en absoluto. Ya por ese solo hecho me veo por así decirlo forzado a ponerme en manos del Señor y a decirle: 'Hazlo Tú, si Tú lo quieres'. En este sentido, la oración y el contacto con Dios son ahora más necesarios y también más naturales y evidentes que antes”.

Dicho de forma profana: ¿hay ahora 'mejores conexiones' con el cielo, o algo así como una gracia del oficio? “Sí, a veces se percibe eso --reconoce--. Por ejemplo, en el sentido de: acabo de hacer algo que no puedo en absoluto por mí mismo. Ahora me abandono al Señor y noto que cuento con una ayuda, que se realiza algo que no proviene de mí mismo. En ese sentido se da sin duda la experiencia de la gracia del oficio”.

Los verdaderos adoradores

Juan Pablo II hablaba de la 'Oración al Espíritu Santo' y después se fue dando cuenta poco a poco de lo que significar cuando Jesús dice que los verdaderos adoradores de Dios son los que adoran a Dios 'en Espíritu y en verdad'. “Ese pasaje del Evangelio de san Juan, capítulo 4 –explica el papa--, es la profecía de una adoración en la que ya no habrá templo, sino que, sin templo exterior, se rezará en la comunión del Espíritu Santo y en la verdad del evangelio, en la comunión con Cristo; donde ya no se necesita más templo, sino la nueva comunión con el Señor resucitado. Esto sigue siendo siempre algo importante, porque representa un gran giro también desde el punto de vista de la historia de las religiones”.

Un mendigo frente a Dios

¿Y cómo reza el papa Benedicto? “En lo que toca al papa, también él es un simple mendigo frente a Dios, y más que todas las demás personas. Por supuesto que rezo siempre en primerísimo lugar a nuestro Señor, con el que tengo una relación de tantos años. Pero también invoco al Espíritu Santo. Tengo amistad con Agustín, con Buenaventura, con Tomás de Aquino. A esos santos se les dice: '¡Ayudadme!'. Y la Santísima Virgen es de todos modos siempre un gran punto de referencia. En este sentido me interno en la comunión de los santos. Con ellos, fortalecido por ellos, hablo entonces también con Dios, sobre todo mendigando, pero también dando gracias, o simplemente con alegría”, concluye Benedicto XVI. 

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Cardenal Vallini: ''De su persona aprendimos cómo se ama a Cristo y a la Iglesia''.
Benedicto XVI en el encuentro anual con el clero romano

Por H. Sergio Mora

CIUDAD DEL VATICANO, 14 de febrero de 2013 (Zenit.org) - Como todos los años el de hoy es un encuentro que se realiza al inicio de la cuaresma. Se realizó en el Aula Pablo VI debido a la cantidad de religiosos presentes. En medio de un caluroso aplauso y de muchos "¡Viva el papa!", entró Benedicto XVI. “Gracias por vuestro afecto y por el amor a la Iglesia y al papa”, expresó.

Un encuentro en el que habló como “en una charla”, sin apuntes y que por aproximadamente tres cuartos de hora recorrió sus recuerdos y su experiencia sobre el Concilio Vaticano II.

“Incluso si me retiro –inició el papa- me quedaré en oración, cerca de todos ustedes y estoy seguro que todos ustedes estarán cercanos a mí, aunque para el mundo me quedaré escondido". Y después de los calurosos aplausos Benedicto XVI escuchó al cardenal Agostino Vallini y se adentró en su exposición”.

El cardenal en nombre de los obispos, párrocos, religiosos, vicarios, sacerdotes, capellanes y diáconos le dijo: “Le presentamos el saludo conmovido y con gran afecto filial”.

“Permítame santo padre confiarle que esta mañana tenemos en el corazón sentimientos de alguna manera similares al de los ancianos de Éfeso, llamados por Pablo a Mileto para escuchar antes de su partida a Jerusalén sus palabras de despedida”.

Y el cardenal citó la frase de evangélica: “Ustedes saben cómo me he comportado... he servido al Señor con toda humildad, entre lágrimas y pruebas...; no me he echado nunca atrás de lo que podía ser útil al predicarles e instruirles..., dando testimonio… la conversión a Dios y la fe en el Señor Jesús... Todos estallaron en llanto y arrojándose al cuello de Pablo lo besaban”.

Mientras Vallini leía, las telecámaras de la televisión enfocaban los rostros profundamente emocionados de quienes allí estaban presentes.

“Sí padre santo --prosiguió Vallini-- no le escondemos que en nuestro ánimo se mezcla un conjunto de sentimientos: tristeza y respeto, admiración y lamento, afecto y ufanía”. En todo esto adoramos la voluntad de Dios y acogemos de su amada persona la enseñanza de cómo se ama y se sirve a Cristo y a la Iglesia”. A su dulce y fuerte ejemplo de vida nos quedaremos ligados por siempre”.

Y el vicario del papa para la diócesis de Roma añadió: “Usted nos ha enseñado muchas cosas para ser discípulos creíbles de Cristo y buenos pastores”, con su “fe indomable y llena de coraje, la humildad en el servicio, la pasión por la verdad en su empeño en el anunciar el evangelio en un mundo en el que hay que proponer de nuevo la fe, así como el cuidado de los débiles y pobres que usted siempre defendió y ayudó”.

“Una visión alta de la vida sacerdotal --dijo el purpurado- que supera las visiones minúsculas que alguna vez se pueden insinuar entre nosotros”.

“Deseo asegurarle –concluyó el cardenal romano- que su magisterio fue siempre acogido por sus sacerdotes como un tesoro. El Año de la Fe lo estamos viviendo como una fuerte invitación a una renovada conversión al Señor y con intensidad interior y renovada disponibilidad de pastores para servir al pueblo de Dios”.

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''No pensé que al oírle me iba a emocionar de esa manera''. ''No era fácil hacerse un hueco en el corazón de la gente tras Juan Pablo II, y lo ha conseguido''
Mucho sentimiento y cariño hacia el papa en la celebración eucarística del Miércoles de Ceniza

Por Rocío Lancho García

CIUDAD DEL VATICANO, 14 de febrero de 2013 (Zenit.org) - La celebración del Miércoles de Ceniza con el Santo Padre cobró ayer un matiz especial, la última vez que Benedicto XVI celebró una Eucaristía pública con los fieles. En esta ocasión reunidos en la Basílica de San Pedro, ya que como se esperaba, multitud de fieles acudirían a acompañar al papa y la tradicional basílica de Santa Sabina se podía quedar pequeña.

Fueron muchas las personas que no pudieron contener las lágrimas durante la misa y la emoción se veía tanto en los rostros de los fieles como en los obispos y cardenales. Al final del mensaje del cardenal Bertone, todos los presentes rompieron en un fuerte y prolongado aplauso de agradecimiento al santo padre. Familias, religiosos y religiosas, jóvenes y mayores, todos en pie despidiéndose del papa que ha sido Pastor de la Iglesia durante estos últimos ocho años.

Con todo el corazón

Al comienzo de la homilía, el papa quiso agradecer de nuevo y pedir oración a los presentes: "Esta tarde somos numerosos en torno a la Tumba del Apóstol Pedro también para pedir su intercesión para el camino de la Iglesia en este particular momento, renovando nuestra fe en el Pastor Supremo, Cristo Señor. Para mí es una ocasión propicia para dar las gracias a todos, especialmente a los fieles de la Diócesis de Roma, mientas me dispongo a concluir el ministerio petrino, y para pedir un especial recuerdo en la oración".

A continuación explicó las lectura destacando algunos aspectos sobre la misericordia de Dios: "Hay que subrayar la expresión 'con todo el corazón', que significa desde el centro de nuestros pensamientos y sentimientos, de las raíces de nuestras decisiones, opciones y acciones, con un gesto de total y radical libertad. ¿Pero es posible esto retorno a Dios? Sí, porque hay una fuerza que no reside en nuestro corazón sino que mana del mismo corazón de Dios. Es la fuerza de su misericordia".

El verdadero discípulo

Sobre la actitud del verdadero discípulo dijo: "el verdadero discípulo no se sirve a sí mismo o al 'público', sino a su Señor, en la sencillez y en la generosidad: 'Y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará' (Mt 6,4.6.18). Nuestro testimonio, entonces, será más incisivo cuando menos busquemos nuestra gloria y seremos conscientes de que la recompensa del justo es Dios mismo, el estar unidos a Él, aquí abajo, en el camino de la fe, y al final de la vida, en la paz y en la luz del encuentro cara a cara con Él para siempre".

Unidad en la Iglesia

Otro aspecto que el papa quiso destacar fue la importancia de la unidad de la Iglesia: "Pienso, en particular, en las culpas contra la unidad de la Iglesia, en las divisiones en el cuerpo eclesial. Vivir la Cuaresma en una comunión eclesial más intensa y evidente, superando individualismos y rivalidades, es un signo humilde y precioso para los que están alejados de la fe o los indiferentes".

Al finalizar la comunión, el secretario de Estado, el cardenal Tarsciso Bertone, en un mensaje sentido y emocionante se dirigió al papa reconociendo que "esta tarde hay un velo de tristeza en nuestro corazón", y hablando sobre su Magisterio afirmó que "ha sido una ventana abierta hacia la Iglesia y el mundo, que ha dejado pasar los rayos de la verdad y del amor de Dios, para dar luz y calor a nuestro camino, también y, sobre todo, en los momentos en que las nubes se adensaban en el cielo".

Minutos después de haber finalizado la Celebración Eucarística, los fieles salían de la Basílica aún emocionados.

ZENIT habló con algunos de los asistentes y nos comentaron cómo fue la experiencia.

Ha sido conmovedor

Un grupo de tres mujeres suizas afirman: "Benedicto XVI ha sido un gran papa y era bonito venir hoy a saludarlo. Ha sido muy emocionante y conmovedor cuando el cardenal Bertone se ha dirigido al papa para decirle cómo se sentía por su decisión".

El padre Jesús Parreño de Castellón también ha explicado qué ha significado la misa del Miércoles de Ceniza: "vivo en Roma como formador de religiosos y ha sido una experiencia maravillosa acompañar al santo padre en esta misa tan especial, sentirnos Iglesia y decirle aquí estamos, le encomendamos, rezamos mucho por usted y sepa que cuenta con nuestro apoyo y nuestra entrega. Benedicto XVI ha significado para mí un crecer en la fe, crecer en el amor a la Iglesia, además de ser el papa de mi sacerdocio porque cuando me ordené él era papa y por eso para mí significa mucho".

Una oportunidad muy chévere

También hemos hablado con un grupo de tres jóvenes colombianos. Una de las chicas comenta: "soy católica y hoy por ser Miércoles de Ceniza quería venir a esta misa ya que va a ser de las últimas oportunidades de ver al papa. Siempre he oído hablar del papa, pero nunca había tenido oportunidad de verlo y verle hoy ha sido muy emocionante y ver a tanta gente emocionada".

Y el chico reconoce: "ha sido la primera vez que venía a una misa con el papa y más que todo lo hice primero por mi tradición católica y reconozco que me daba pereza hacer la cola de hora y media para entrar, pero me dije que el papa renunció y quiero ir a su última misa. Y me dio mucha emoción, al principio pensaba, sí qué chévere verle, pero no pensaba que al oírle hablar me iba a emocionar de esa manera.

Por último la otra joven añade: "hoy es miércoles de ceniza y tenía que venir y más sabiendo que el papa se va ir. Además la Basílica, el edificio, es increíble y agrega emoción a la experiencia, y como cantaban y todo lo que dijo el papa, aunque no entendía todo lo que decía, lloré y todo, porque ha sido una oportunidad muy chévere.

Supo abrirse un hueco en el corazón de la gente

También una madre italiana, acompañada por sus dos hijas nos ha compartido su experiencia y lo que ha supuesto Benedicto XVI: "esta mañana hemos ido a la audiencia y ahora hemos participado de la Eucaristía. Ha sido precioso porque ha sido realmente particular, es como haber podido despedir y aplaudir al papa todavía vivo. Ha sido un papa muy especial, porque no era fácil hacerse un hueco en el corazón de la gente después de Juan Pablo II, y él lo ha conseguido".

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Resignatio
Una de las mayores inteligencias de este mundo actual

Por Alejandro Ridruejo Martínez

MADRID, 14 de febrero de 2013 (Zenit.org) - Ofrecemos este testimonio personal sobre el papa Benedicto XVI del doctor Alejandro Ridruejo Martínez, expresidente de la Hermandad Médico-Farmacéutica de los Santos Cosme y Damián, que conoció al pontífice a raíz de un congreso organizado por la Federación Mundial de Médicos Católicos.

*****

Había pensado escribir este año muy poco. Por varios motivos, entre otros, por estar ocupado con la edición de un sencillo libro que contiene la mayoría de los artículos que he publicado y que se presentará próximamente.

La noticia me llega al finalizar la Misa en la pequeña Capilla de la enfermería de los Padres Carmelitas Descalzos de Burgos.

Personalmente conocí a este Papa hace unos 4 años, con motivo de un Congreso organizado por la Federación Mundial de Médicos Católicos que preside el joven médico español, José María Simón Castellví, buen amigo: el congreso trataba sobre donación de órganos.

Aunque ya comenté este congreso, no me importa repetirme en algunos detalles.

Benedicto XVI nos recibió en la Sala Clementina sobre las 12,30 horas de la mañana y nos habló de la grandeza en la gratuidad de la donación de órganos humanos y del peligro de perversión a través del dinero.

La información que personalmente seguí de este papa es muy fidedigna: Los alemanes le consideran actualmente el alemán más inteligente, y podría ser una de las mayores inteligencias de éste mundo actual; Varias veces me han confirmado que estaba por encima de todos los que le rodeaban en el Vaticano, lo cual para mí era un gran motivo de alegría y tranquilidad; sobre todo cuando sufre la traición de sus colaboradores y aquí pienso que comenzó su verdadero deterioro físico en una persona con antecedentes de un ictus cerebral y sobre todo con 86 años. No olvidemos la gran valentía que tuvo al perseguir la pederastia en la Iglesia y que debemos de seguir su ejemplo en éste problema. Esto sí que supuso otro gran disgusto para su sensible personalidad. Benedicto XVI, muy conocido por cantidad de escritos y como hombre libre y humilde, también dejó escrito la posibilidad de renuncia del papa, por razones de edad, enfermedad, falta de fuerzas y como persona coherente toma en estos momentos, una decisión muy respetable. Con toda gratitud y cariño.

Alejandro Ridruejo Martínez es antiguo presidente de la Hermandad Médico-Farmacéutica de los Santos Cosme y Damián.

Fuente: http://www.fiamc.org/news/resignatio/

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Mirada al mundo


''Oración intensa y profunda por su persona y por la Iglesia''
Profesores de la Universidad de la Santa Cruz de Roma hablan sobre la renuncia de Benedicto XVI

Por Rocío Lancho García

ROMA, 14 de febrero de 2013 (Zenit.org) - La renuncia del santo padre Benedicto XVI de su función de Obispo de Roma y sucesor de San Pedro han abierto en la opinión pública, un predecible debate sobre el significado de este elección y sobre el sentido que el mismo pontífice le ha atribuido. Algunos profesores de la Universidad intervienen respondiendo a preguntas que los cristianos y la opinión pública se están haciendo en estos días.

El profesor Norberto González Gaitano, profesor de Opinión Pública, ha explicado que frente a la decisión en conciencia, meditada y sufrida de un hombre --también un papa- no hay otra reacción que la de manifestar respeto, profundo respeto. Y en esta reacción la opinión pública mundial ha sido unánime: líderes religiosos, jefes de Estado, presidentes de gobierno y la gente en general. Cualquier otro juicio --aclara González Gaitano- si quiere ser razonable, sólo puede basarse en efectos, calculados o imprevisibles, de la acción realizada, y no sobre la persona o sobre la acción en sí. Y añade que el juicio es necesariamente histórico, formulado por una perspectiva temporal y por lo tanto sujeto él mismo a cambios. Dejemos el juicio a los históricos. Sin embargo, la opinión pública no puede esperar al juicio de los historiadores para formarse. Y sobre este suceso ya se está formando. En base a este tipo de juicio, como profesor que investiga desde hace años sobre opinión pública y la Iglesia, formula algunas consideraciones.

En primer lugar, un análisis de la opinión pública internacional como aparece en los medios de comunicación es claramente muy positiva, también entre los no cristianos. La atención global tan relevante que se le ha prestado demuestra que, de alguna forma, la opinión pública percibe la singularidad de la Iglesia católica y del hombre que la gobierna. En segundo lugar en los ambientes católicos, dentro de la Iglesia, junto a una explícita adhesión a Benedicto XVI y a una aceptación de su decisión, encuentra preguntas y a veces perplejidad. Estas son preguntas que afectan a la opinión pública en la Iglesia. En este plano, en el de la formulación y de la formación de la opinión pública en la Iglesia, avanza algunos argumentos: a nivel de fe, la opinión pública no tiene un rol discursivo. La opinión pública se manifiesta no juzgando sino orando; a nivel práctico, de la comunión de vida, la eventual dimisión de un papa le concierne solamente a él poniéndose delante de Dios y de su conciencia y además el papa ha querido explicarse a los cardenales y a los fieles; finalmente, en el plano contingente, reina la libertad, con argumentos, razonables o no, con mejor o peor fundamento.

El profesor Jesús Miñambres, docente de Derecho Patrimonial Canónico, reconoce que la renuncia del papa a la Sede provoca al jurista una primera reacción de agradecimiento: porque es justo dar a cada uno lo que le corresponde, sobre todo es necesario agradecer al fiel Joseph Ratzinger por el recorrido de vida realizado hasta aquí y por su disponibilidad a la acción de la gracia, que lo ha llevado lejos de la pasión por la enseñanza y la investigación hacia un compromiso en roles de gobierno al servicio de la Iglesia. En términos más técnicos, puntualiza el profesor, la renuncia de Benedicto XVI al oficio de romano pontífice es una de las posibilidades previstas en la Iglesia para provocar la Sede Vacante. Las hipótesis que surgen ahora en torno a este hecho, ¿cómo se configura el estatuto jurídico personal de quien "ha sido" romano pontífice? ¿se puede hablar de obispo "emérito" de Roma? El profesor Miñambres está casi seguro que ha meditado sobre estas cuestiones y ha consultado a los expertos para proceder con prudencia. Pero también está seguro que no han sido estos los aspectos más importantes a tener en consideración antes de decidir el paso que ha dado. Y añade que la libertad de espíritu y la transparencia con la que se ha realizado la decisión, merecen una gran acogida por parte de los fieles al pastor supremo de la Iglesia.

El vicerrector y profesor de Eclesiología Philip Goyret reconoce también que la primera reacción natural de cada católico debe ser la oración intensa y profunda por su persona y por la Iglesia. Pero mirando bien, la decisión del papa es muy coherente con su pensamiento y, más en particular, con su modo de entender la función petrina que no son los mismos parámetros del gobierno de las naciones. Cuando los apóstoles discuten quién sería el más grande, Jesús dice: "quien es el más grande entre vosotros que se haga el más pequeño y quien gobierna como el que sirve" (Lc 22,26). Añade además que cuando se percibe que las condiciones para desarrollar este servicio disminuyen, la decisión de retirarse surge como elección no sólo coherente, sino también como resultado de un comportamiento personal marcado por la humildad, lejano de apego despótico al poder. El aspecto esencial es siempre el servicio. Podemos decir, finaliza, que la dimisión de la función primordial es también un morir a la gloria, y así Benedicto XVI nos deja un ejemplo tan válido como el de Juan Pablo II.

También para el profesor Johannes Grohe, profesor de Historia de la Iglesia, la renuncia de Benedicto XVI representa algo histórico: aunque se puedan indicar renuncias como la de san Clemente I (97) o la de san Ponciano (235), éstas fueron situaciones de persecuciones de la Iglesia en las que la renuncia tenía el objetivo de no dejar a la Iglesia sin pastor. Ni siquiera la renuncia de san Celestino V (1294) puede tomarse como ejemplo, ya que el santo ermitaño se dio cuenta al poco tiempo de su insuficiencia y de una dependencia sofocante de la corte napolitana, y con gran humildad asumió las consecuencias. Añade el profesor, que el papa ha tomado una decisión de gran valentía y plena libertad: cuando un papa alcanza la clara conciencia de no estar en condiciones físicas, psicológicas o mentales de desarrollar el encargo que se le ha confiado, por lo tanto tiene el derecho y en algunas circunstancias también el deber de renunciar, había declarado en el libro-entrevista de Peter Seewald Luz del Mundo, de 2010.

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Ecuador: mucha propaganda y poca política en la campaña electoral
Según sor Maccari, misionera comboniana, no hay mucha confianza en los observadores internacionales

Por Redacción

ROMA, 14 de febrero de 2013 (Zenit.org) - Ecuador vive una campaña electoral con mucha propaganda y escasa política de altura, a juzgar por el testimonio de una misionera comboniana, sor Daniela Maccari, periodista y escritora, que aporta el testimonio de personas del país.

“Faltan cuatro días para las elecciones del 17 de febrero, que llevarán al poder al nuevo presidente de Ecuador. Según las previsiones que circulan, seguirá siendo el economista y socialista Rafael Correa, quien gobierna desde 2006. Durante la campaña electoral, se ondearon muchas banderas. Algunos candidatos distribuyeron paquetes de avena y otros productos alimenticios, gorras, camisetas y otras cosas… como una estrategia, sin una propaganda incisiva de programas políticos. Otros candidatos prefirieron utilizar las redes sociales”, así declaraba sor Daniela Maccari, misionera comboniana, periodista y escritora, a la agencia misionera de noticias Misna, en estos días previos a las elecciones presidenciales y legislativas en Ecuador.

En el testimonio que la misionera ha enviado desde Quito, añadió que: “El CNE (Consejo Nacional Electoral) fue criticado varias veces por la falta de intervención en algunas irregularidades tales como el uso de transporte público durante la campaña a favor del partido oficialista. El clima de autocensura que se ha extendido ya desde hace tiempo, y las restricciones a la libertad de expresión, no permitieron una confrontación más amplia, ni la difusión de diferentes ideas políticas en los medios de comunicación, aunque la oposición trató de evidenciar lo que considera que son errores de la actual política social, económica e internacional del presidente Correa”.

A continuación explicó que “la campaña electoral no fue equitativa, hubo pocos controles y muchas ventajas para algunos, según la abogada Ruth Hidalgo, quien dirige la Corporación Participación Ciudadana. No parece haber mucha confianza en la presencia de 320 observadores internacionales provenientes de distintos continentes, menos de la Unión Europea. En las entrevistas radiales, algunos creen que serán tratados como turistas, llevados aquí y allá para admirar las muchas maravillas que ofrece Ecuador, especialmente si se dan cuenta de alguna irregularidad”.

En enero, el bono social aumentó de 35 a 50 dólares. Al respecto sor Daniela escribió: “gran parte de la población vulnerable está a favor del actual gobierno, si bien en el contexto electoral algunas decisiones electorales incómodas, que podrían disminuir su popularidad han sido postergadas, incluyendo la reforma del sector minero, para evitar una mayor oposición. Se decidió, entre otras cosas, mantener los 800 millones de barriles de crudo en el subsuelo del Parque Nacional Yasuní, con la condición de recibir a cambio de la comunidad internacional por lo menos 3.600 millones dólares en 12 años. También el salario mínimo aumentó un 8,81%, pasando de 292 a 318 dólares”.

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No habrá representación de la Iglesia en Cuba para el diálogo de paz entre gobierno y las FARC
Anuncio del cardenal Rubén Salazar, arzobispo de Bogotá

Por Redacción

ROMA, 14 de febrero de 2013 (Zenit.org) - El arzobispo de Bogotá, el cardenal Rubén Salazar, ha anunciado que la Iglesia católica no irá a La Habana, Cuba, en respuesta a la invitación que el jefe guerrillero Iván Márquez hizo a los obispos colombianos para que participen en los diálogos de paz entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Así lo ha anunciado la agencia de noticias Fides. “No he recibido ninguna invitación formal de las FARC. No creo que sean ellos los que tengan que invitarnos o no, porque nosotros somos muy conscientes de cuál tiene que ser nuestra tarea. Por lo tanto es perfectamente claro para nosotros que no tenemos nada que ir a hacer a La Habana”, dijo el cardenal Salazar en la nota enviada a dicha agencia desde Radio Caracol. El gobierno no ha pedido aún una intervención de los obispos colombianos.

El jefe de la delegación de paz de las FARC Iván Márquez, según la prensa internacional, mostró su satisfacción por la marcha nacional de oración organizada por la Iglesia católica para apoyar el proceso de paz, mientras en Colombia continúan los asesinatos y secuestros que hacen más difícil el camino hacia la paz.

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Educación


Una propuesta de reflexión sobre los currículos de las escuelas católicas
Ponencia del arzobispo de La Plata Héctor Aguer, en el 50 Curso de Rectores del Consejo Superior de Educación Católica

Por Héctor Rubén Aguer

BUENOS AIRES, 14 de febrero de 2013 (Zenit.org) - El arzobispo de La Plata, Argentina, y presidente de la Comisión de Educación Católica, monseñor Héctor Aguer, tuvo una ponencia este jueves 14 de febrero, en el 50 Curso de Rectores del Consejo Superior de Educación Católica, que se desarrolla en Buenos Aires hasta este sábado 16, en el Centro de Exposiciones de la Ciudad de Buenos Aires. La intervención del obispo platense encierra elementos de reflexión que consideramos útil para los lectores por lo que ofrecemos el texto completo.

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En esta edición jubilar del Curso de Rectores del CONSUDEC se ha elegido muy oportunamente como tema el desarrollo curricular de la escuela católica. El título encierra una definición: puede haber, debe haber, un desarrollo curricular propio de la escuela católica, en el cual se concrete nuestro proyecto educativo y no sólo idealmente, sino también de hecho, la misión educativa de la Iglesia en cada una de sus instituciones. El encuadre institucional, el dónde del proceso educativo, que se ajusta a los contextos culturales y sociales más diversos, tiene una matriz común: es la Iglesia la que educa en sus múltiples comunidades, supuesto que cada una de ellas mantiene su identidad católica y actualiza incesantemente el propósito de participar en la obra eclesial de transmisión de la fe y de formación de personas cristianas. Así como el proyecto educativo institucional se inspira en el proyecto educativo común de la escuela católica y lo especifica localmente, también el diseño curricular institucional y sus desarrollos correspondientes deben referirse a un currículo propio de la educación católica, que podríamos designar como su propia ratio studiorum. En el único sistema de educación pública vigente en la Argentina, del cual el subsistema educativo eclesial es una vertiente caudalosa, el último nivel de concreción del diseño curricular que es el proyecto curricular institucional, no responde sin más al diseño establecido por el Estado tanto en el orden nacional como en el provincial y que debe ser obviamente respetado según corresponda, sino a través de esa mediación jurisdiccional que es la Iglesia, la escuela católica; por tanto, debe responder a la verdad de la fe, a la visión cristiana del hombre y del mundo, a las líneas maestras, históricamente consagradas, de la pedagogía cristiana.

¿Qué es un currículo?

Una primera acepción, la más común, vulgarizada, lo define limitadamente como plan de estudios. En una segunda, el diccionario de la Real Academia Española lo presenta como el conjunto de estudios y prácticas destinadas a que el alumno desarrolle plenamente sus posibilidades. Este sentido se acerca al concepto clásico de ratio: no sólo orden, disposición, sino también modo, camino, método, condición, cualidad, y aun motivo, causa, naturaleza. En el currículo se refleja una identidad. Las modernas teorías del currículo conciben al diseño curricular como la explicitación fundamentada de un proyecto educativo en los aspectos más directamente vinculados a los contenidos y procesos de enseñanza y aprendizaje. Subrayan, además, el valor fundamental de la articulación vertical de todos los niveles, desde el inicial hasta el superior, y la articulación horizontal y los modelos integradores de las distintas disciplinas y demás recursos en el mismo ciclo, grado o año. Señalan, entre otros elementos, la importancia de las concepciones filosóficas, antropológicas, epistemológicas y sociológicas que son fuentes del proyecto educativo y proponen superar una definición restrictiva de los contenidos. Éstos no son sólo datos o conceptos provenientes de diferentes campos disciplinarios, es decir conocimientos científicos, sino también valoraciones, actitudes, habilidades, métodos y procedimientos. Según las teorías aludidas importa sobremanera la consideración del perfil del sujeto que se educa; dicho de otro modo, en la explicitación del proyecto curricular ha de reflejarse la finalidad del proceso educativo: quién es el educando y qué persona se quiere formar.

Dos modelos históricos

Esta concepción del currículo no es una novedad en la historia de la educación y mucho menos para la tradición pedagógica de la Iglesia. Quiero referirme a un modelo clásico, que ha gozado de vigencia varias veces secular y que ha sido actualizado sucesivamente, la Ratio atque institutio studiorum de la Compañía de Jesús, que después de varios ensayos tuvo su edición definitiva en 1599. El alumno es en este modelo el centro de la acción educativa y el protagonista del proceso de formación: el aprendizaje activo implica el desarrollo de las propias capacidades cognitivas del joven, que se inicia en la exploración de la realidad sin prejuicios, pero con espíritu crítico, para no dejarse condicionar por falsos valores. El propósito de este proyecto educativo, en el ámbito intelectual, es dotar al estudiante de un método general de acceso al conocimiento, más que transmitirle una serie de nociones. Para estimular los procesos cognitivos y de análisis la orientación pedagógico-didáctica apunta a unir experiencia y reflexión, introduce en el arte de descomponer una situación dada en sus elementos fundamentales, en la individuación de analogías y diferencias entre situaciones diversas y el descubrimiento de conexiones entre ellas. Siglos antes de la famosa Enciclopedia y sus ambiciones de totalidad se renuncia expresamente al enciclopedismo, como si se asumiera la fórmula del casi contemporáneo Michel de Montaigne: mejor una cabeza bien formada que una cabeza muy llena. Se aspiraba a otra totalidad: no sólo la formación de la mente sino la educación integral de la persona; el estudio es concebido como instrumento y condición indispensable para la libertad del hombre. La Ratio entiende la educación con una finalidad pastoral, apostólica; de allí el fuerte dinamismo religioso que se imprime al proceso educativo, en el marco de una visión positiva del hombre y del mundo. Un elemento de gran valor en este modelo es la preparación del docente, que debía recorrer un severo itinerario para asegurar su competencia; además de la base teórica se exigía la participación fuertemente interactiva en un laboratorio didáctico, en el cual era posible adquirir la capacidad de trabajar en un grupo interdisciplinar, la habilidad para proyectar las actividades didácticas con claros objetivos y estrategia metodológica y para fijar los parámetros de evaluación.

Otro modelo –en general poco conocido– es el de las Pequeñas Escuelas de Port-Royal, desarrolladas durante la primera mitad del siglo XVII en Francia por el movimiento jansenista. Desde una visión teológica heterodoxa, constrastante con la que inspiraba la Ratio de la Compañía, el proyecto educativo de Port-Royal mostraba curiosas similitudes con aquélla y metodologías revolucionarias para la época. Su intento era hacer del estudio algo tan agradable como el juego, que la instrucción se orientara a formar la capacidad de juicio, reconocida como la principal facultad del hombre, pero sin descuidar el necesario estímulo de los alumnos a la acción concreta como elemento fundamental de la formación del corazón. Se introdujo en la lectura el método fonético ideado por Blaise Pascal y el uso de plumas de metal para facilitar la escritura. Otra novedad a destacar es la opción por la lengua francesa, con la cual se iniciaba el aprendizaje y que servía como introducción al posterior acercamiento al latín. Para hacer más accesible la comprensión de los textos latinos el maestro solía recitarlos animadamente, ofreciendo así una especie de traducción viviente; el ejercicio de la escritura y la composición literaria comenzaba también en francés y sobre temas de libre elección, lo cual permitía asimilar más fácilmente, por comparación de los dos idiomas, la construcción latina. Además de Pascal aportaron a la obra educativa de Port-Royal Antoine Arnauld, autor del Reglamento de los estudios y guía intelectual de las escuelas, Claude Lancelot y Pierre Nicole, maestro de filosofía y humanidades, que produjo materiales muy valiosos y destacó la importancia del estímulo de los sentidos y de la intuición como punto de partida de la enseñanza. Al igual que en la Ratio de la Compañía, también en el método de las escuelas jansenistas se apreciaba la controversia o disputa como recurso para suscitar y mantener el interés sobre lo aprendido en las lecciones y para promover el comentario crítico y el hábito de la interpretación.

El saber y la formación de la persona

He traído a cuento estos modelos históricos por lo que contienen de permanente para el educador cristiano, y de válido en una “sociedad del conocimiento” como la nuestra. Basta destacar un aspecto fundamental de la orientación pedagógica que debe manifestarse en el diseño y los desarrollos curriculares: podríamos identificar este valor como una vía media, por elevación, entre el enciclopedismo que afectó tradicionalmente a la enseñanza secundaria y la posible fragmentación del saber que caracteriza a la excesiva especialización. Otro factor de desequilibrio en esta segunda vertiente de la alternativa es el empobrecimiento de los contenidos sufrido resignadamente por efecto de una decadencia general de la cultura y la necesidad de adecuarse a las posibilidades intelectuales de alumnos mal escolarizados desde el inicio, o bien porque se imponen criterios reduccionistas, por ejemplo una abusiva “sociologización” de las disciplinas bajo influjos ideológicos y políticos. Una urgencia insoslayable de la enseñanza es adoptar como opción pedagógica la integración del saber, una organización del conocimiento que habilite a los jóvenes para la reflexión sobre los datos que van adquiriendo. Son especialmente los nativos digitales, como se los llama, inclinados espontáneamente a la dispersión en el océano de la navegación cibernética y, peor aún, arrebatados por la futilidad en el uso constante del smartphone y otras lindezas electrónicas, quienes corren el riesgo de entrar en un proceso involutivo que conduce a una atrofia intelectual, a la incapacidad de pensar lógicamente. No lo digo yo por cuenta propia; es ésta la preocupación de numerosos expertos. El mes pasado, en un congreso realizado en la Universidad Católica de Milán, se propuso componer un vademécum para interrumpir esa involución; entre otras medidas se incluía la prohibición de smartphones y de iPads en el aula, reglamentar la utilización de las nuevas tecnologías reservándolas para los experimentos y la investigación, revalorizar la enseñanza del latín y del griego y el papel de la escritura a mano. A propósito, también el mes pasado, Guido Ceronetti publicaba en Il Corriere della Sera, al modo de una desprejuiciada provocación, el llamado a redescubrir la caligrafía, o por lo menos el retorno a la grafía manual, que sería beneficioso, según el autor, incluso para los alumnos de mala letra y que no tienen intención ni ganas de mejorarla. He mencionado este detalle como ejemplo y para curarnos en salud, ya que nosotros, en las cuestiones educativas como otros ámbitos de la vida, solemos marchar alegremente de ida cuando países veteranos en la invención cultural están razonablemente de vuelta. El diseño curricular debe reflejar en la dimensión propiamente intelectual de la transmisión de conocimientos el propósito de convergencia entre las diversas disciplinas y la armonía entre las ciencias naturales y las ciencias humanas, pero también tendrá que incorporar las otras dimensiones de la vida personal y social de cuyo desarrollo depende el cumplimiento del ideal de una educación integral. Aludí anteriormente a los valores permanentes encerrados en los modelos históricos evocados. Como punto de referencia para reconocer su actualidad podemos recordar las líneas principales del célebre informe de la UNESCO sobre la educación para el siglo XXI, presentado en 1996; es el llamado informe Delors, cuyo título en francés expresa La educación: en su interior se oculta un tesoro. Según este documento los procesos educativos deberán atender a cuatro órdenes de aprendizaje que constituyen otros tantos mojones para orientar el camino en un mundo complejo y cargado de inquietudes: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos, aprender a ser. Son cuatro capítulos de formación que tienden al desarrollo y cultivo de todas las dimensiones de la persona: la adquisición de los instrumentos del conocimiento y la comprensión; la competencia para la acción creativa, que permita afrontar con éxito múltiples situaciones y dificultades; la capacidad para participar en la vida social con espíritu de cooperación y concordia; el florecimiento de la propia personalidad y de las cualidades necesarias para obrar con libertad y responsabilidad. Habría que añadir la dimensión religiosa; ¿por qué tendría que obviar la UNESCO esta magnitud que corona toda cultura verdaderamente humana? En el currículo de la escuela católica la doctrina de la fe y la visión teológica consiguiente del hombre y del mundo inspiran e iluminan la organización y la integración del saber; el don de la gracia y la experiencia de oración, litúrgica y personal, son la fuente de la formación del corazón, de la voluntad, de la libertad. Esta dimensión que sella la identidad, la autenticidad de la escuela católica, no puede ser recluida en un rincón del currículo como una clase de religión o de catequesis añadida a la última hora de la mañana o de la tarde, una vez por semana. Al contrario, ella tiene que impregnar todo el desarrollo curricular y la vida de la comunidad educativa. Tenemos un modelo en la estructura misma del Catecismo de la Iglesia Católica, conjunto que expresa la totalidad de la formación cristiana a partir de la comunicación de Dios al hombre en la revelación de Jesucristo: una inteligencia cristiana de la realidad en la que se ofrece el gozo de la verdad, el sentido de la vida según la ley evangélica, que puede ser asumido como una vocación si el ritmo de la vida personal, a través de la experiencia litúrgica –sobre todo de la eucaristía- entra en contacto con el Señor que viene siempre a nuestro encuentro. Convendría revisar continuamente nuestros proyectos educativos y los desarrollos curriculares para advertir con sinceridad en qué punto nos encontramos de realización del ideal, o para constatar que al menos nos dirigimos hacia él y no hemos marrado el camino.

El sentido de la verdad

En relación a la fuente que es el Catecismo quiero referirme a tres metas que definen tareas imprescindibles de la escuela católica. La cuestión es cómo se las procura a través de los lineamientos y desarrollos del currículo. En primer lugar señalo la necesidad de cultivar en nuestros alumnos el sentido de la verdad, fin estrechamente ligado al papel vital de la inteligencia, a las potencialidades de la razón humana. En el magisterio de Benedicto XVI encontramos numerosas intervenciones sobre este tema, el repetido llamado a superar el encogimiento de la racionalidad moderna para abrirse con valentía a la amplitud de la razón. Pareciera que en la cultura actual aquella razón que ha dado origen a la modernidad y a la Ilustración potenciándose con pretensiones absolutas, en términos casi divinos, se ha resignado a no alcanzar la verdad, en una autolimitación que equivale a un suicidio. Más todavía, se impone lo que el Papa ha llamado la dictadura del relativismo, como si un consenso mayoritario que resuelva la dialéctica de opiniones divergentes pudiera ocupar el lugar de la verdad. En el reino del pensamiento débil toda presunta verdad es provisoria y subjetiva; es “mi verdad”, “tu verdad”. Es éste un síntoma de decadencia cultural y de intoxicación espiritual: se lo percibe en el modo de pensar, de expresarse y de actuar de mucha gente, que ha perdido el sentido de la verdad, el amor y el gusto de la verdad. En nuestros propios ambientes se ha desprestigiado el conocimiento de la fe, su contenido de verdad, para privilegiar exclusivamente la vivencia. Benedicto XVI recordaba al promulgar el Año de la Fe que existe una unidad profunda entre el acto con el que se cree y los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento. Los alumnos de nuestras escuelas están condicionados por aquellos aires culturales, como nosotros mismos podemos ceder imperceptiblemente a su influjo. No es fácil hacer comprender a los chicos de hoy que la fe no consiste en una fuerte vibración emotiva, que no puede sino ser momentánea, que no se reduce al entusiasmo que pueden experimentar en una jornada, un encuentro, un retiro, que no es solamente sentir que Cristo está cerca de ellos. La fe es adhesión personal a Dios en Cristo, que es la Verdad, el pensamiento y la palabra del Padre, y su mensaje se articula en el cuerpo armonioso y bello de verdades que constituyen nuestro credo, el conocimiento de la fe. ¿En qué medida se intenta transmitir el sentido de la verdad, y ayudar a que los jóvenes la perciban y amen, en los ciclos de enseñanza religiosa escolar y en los encuentros de catequesis, desde el nivel inicial hasta el último curso del secundario? El conocimiento de la fe expuesto en el espacio específico de una pequeña teología escolar se proyecta en el enfoque de las diversas materias, en la formación cultural integral a la que aspira todo serio proyecto de educación católica; así es posible mostrar cómo se armonizan la razón ya la fe en la síntesis sapiencial del cristianismo, que no desdeña –al contrario, acoge y promueve- cuanto hay de verdadero en los saberes humanos. En la inteligencia de la fe y en el sentido de la verdad se apoya el trato íntimo con Dios, el afecto de la caridad y el testimonio de la vida cristiana. Los valores cristianos La escuela transmite valoraciones y actitudes además de conocimientos científicos, procedimientos y métodos; en los últimos años se ha insistido especialmente en la cuestión de los valores. Sabemos que el proyecto educativo de la escuela católica incluye como algo fundamental la formación de los alumnos en los valores evangélicos y la plena identificación con ellos, ya que su finalidad es ayudarlos a plasmar una personalidad cristiana. Esta tarea es en la actualidad particularmente ardua ya que nuestro medio cultural –por lo menos en vastos sectores de la población- ha sido ganado por una especie de neopaganismo. No caben ante esta realidad ni el asombro ni el escándalo; corresponde, en cambio, un discernimiento perspicaz y sereno, lo más objetivo posible. Los valores que hoy día tienden a imponerse no son los valores cristianos; más aún, éstos son muchas veces ridiculizados, hechos objeto de burla o de ironía. Aparecemos en una situación incómoda cuando tenemos que sostener públicamente valores básicos del ámbito de la moral personal o de la ética social. La voz de la Iglesia es con frecuencia ignorada o menospreciada por los magos de la economía y los dueños de la política cuando reitera sus llamados a la justicia, a la solidaridad; o cuando advierte sobre las consecuencias de determinados modelos de organización social. La mayoría de la corporación mediática reacciona con sorna y nos contradice cuando salimos al cruce de proyectos de ley que atentan contra el orden natural o cuando exponemos la verdadera concepción de la familia, del amor y de la sexualidad. En ese contexto debemos ayudar a nuestros educandos a reconocer y asimilar sin complejos la identidad cristiana y el estilo de vida que le es propio; nuestra misión es suscitar en ellos entusiasmo y amor por los valores cristianos, presentándolos en toda su integridad y belleza como camino hacia la verdadera felicidad. Los jóvenes se identifican espontáneamente con algunos de esos valores: la justicia, el respeto a la libertad, la autenticidad; tienden, sin embargo, a concebirlos de manera individualista. Les cuesta, en general, apreciar y hacer suyos otros que no están de moda y que sufren una erosión continua por parte de la propaganda, por ejemplo la castidad, el amor entendido como donación, como generosa entrega de la voluntad, la austeridad de vida, la solidaridad efectiva, sostenida con el propio sacrificio. Todos podemos constatar cómo los alumnos de nuestros colegios se pliegan fácilmente a la mentalidad ambiente y acaban aceptando como lícitos los antivalores promocionados en ella. Son sensibles a un insidioso planteo que presenta la fidelidad a la ley evangélica como un obstáculo a la felicidad, como algo triste, propio de épocas pasadas, como una limitación indebida de la libertad y de las posibilidades humanas de realización. Es preciso reflexionar con los chicos para que puedan desmontar esa falacia con argumentos sólidos. Está en juego en todo esto la imagen auténtica del hombre. Me permito rubricar lo dicho en este tramo de mi exposición refiriendo un caso reciente, del cual me enteré por una nota periodística. Parece que en este enero pasado muchos jóvenes argentinos eligieron para su veraneo una playa de Brasil; eran tantos que coparon la plaza. Entre ellos había un número abultado de exalumnos de varios colegios católicos de renombre. El comentario describía los desarreglos a los que los muchachos y las chicas se entregaban; una de ellas, también exalumna nuestra, lo definió con una palabra malsonante pero muy gráfica que no me atrevo a repetir. Reconozco que no sería justo generalizar este ejemplo. Pero me parece que se trata de un caso paradigmático, que debe hacernos reflexionar; como se dice vulgarmente “poner las barbas en remojo”: o las cosas se han tornado demasiado difíciles o algo no estamos haciendo bien. Este es, en mi opinión, el planteo: ¿formamos cristianos de veras o nos resignamos a criar carne de boliche?

El sentido religioso

La cuestión de los valores, y de los valores cristianos, no debe plantearse en la escuela con inspiración y criterios moralistas, actitud que no responde a lo mejor de la tradición católica. El modelo de una educación en valores –como se dice habitualmente– no puede ser un humanismo pelagiano, reciclado según el gusto y los acentos actuales, en el que no cuenta la necesidad de la gracia y su acción eficaz en los corazones para vivir dignamente según el designio de Dios. La meta de nuestra educación no es formar simplemente personas honradas; vamos a formar buenas personas si logramos formar buenos cristianos, que hagan la experiencia del encuentro con Cristo y se deciden a seguirlo. Apunto a un aspecto fundamental del proyecto educativo católico: el cultivo en niños y jóvenes del sentido de Dios y de su misterio. Me detengo brevemente en este propósito que merece gozar de la máxima transversalidad en todo el currículo. La educación del sentido religioso encuentra en la actualidad dos obstáculos principales opuestos entre sí, que operan desde hace varias décadas en la cultura de nuestra sociedad marcada por la urbanización y la globalización. Por un lado, el secularismo impregna la mentalidad de multitudes provocando en ellas el eclipse del sentido de Dios; la actitud secularista se caracteriza por la indiferencia ante la realidad de Dios, por la incapacidad de percibir los signos de la presencia divina en el mundo y en los acontecimientos de nuestra vida. En el fenómeno sociológico y cultural del secularismo confluyen diversas causas, pero su fuente ideológica de inspiración está en un antropocentrismo radical que se ha desarrollado en el curso de la modernidad y que perdura bajo nuevas formas, pero que implica siempre la ambición del hombre de realizarse a espaldas de Cristo, al margen de Dios. Por otro lado, se difunde en muchos ambientes el vago espiritualismo del movimiento New Age, una moda cultural en la que revive la vieja tentación panteísta: Dios sería el todo divino en el cual estamos incluidos nosotros como una chispa de esa totalidad; o bien sería lo profundo de nuestra conciencia, el yo que tenemos aún que descubrir, sea con el yoga y la meditación trascendental, con la dieta naturista, con el control mental o mediante la ayuda de un gurú que nos enseñe a respirar. Muchos chicos traen a nuestras escuelas un condicionamiento más o menos subliminal debido al influjo de esas dos corrientes y que constituye una dificultad, un impedimento para el desarrollo de un sentido religioso auténticamente católico. ¿Sacramentos en el currículo? El desarrollo de una sensibilidad espiritual respecto al misterio de Dios, del Dios Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, acerca de su presencia en la Iglesia y en nosotros por el don de la gracia que nos recrea en la novedad de Cristo, no se produce como fruto exclusivo de la enseñanza religiosa escolar ni de los encuentros catequísticos, por más vital que la catequesis sea. Importa, sin duda, la exposición doctrinal del misterio trinitario y de la historia de la salvación que culmina en Cristo. Pero es imprescindible la experiencia litúrgica, y concretamente el encuentro con Cristo vivo en la Eucaristía. La fuente de la gracia, del sentido de lo sagrado y de la cercanía de Dios es la liturgia sacramental como celebración del misterio de Cristo; en ella es asumida toda la realidad simbólica de lo humano y se la pone en contacto con la vida de Dios según el misterio teándrico del Verbo hecho hombre. Merced a la pedagogía litúrgica se aprende, en un proceso lento y progresivo de educación, el sentido de lo sagrado y de la gratuidad del don divino, de la vida natural y sobrenatural. ¿Cómo puede entrar esta dimensión de la existencia cristiana en el currículo escolar? Habría que detenerse con mucho más tiempo en este punto crucial. Existe un problema de fondo que trasciende absolutamente los límites de la escuela. Me refiero al defecto ancestral del catolicismo argentino: la inmensa mayoría de los fieles bautizados no va habitualmente a misa; la misa dominical no es para ellos el centro de la vida cristiana. Esa carencia de experiencia litúrgica, de cultura eucarística, determina ciertas maneras de concebir la Iglesia y de relacionarse con ella, la búsqueda de otras expresiones del sentimiento religioso y la piedad, e influye sobre el enfoque con que se encara la vida cotidiana. Si esta percepción es correcta, habrá que admitir asimismo que la inmensa mayoría de los alumnos de nuestras escuelas no va a misa los domingos. ¿Basta que asistan quizá una vez por mes cuando se celebra en el colegio? Se puede pensar que peor que eso es nada, pero ¿cómo se forma en ellos el sentido de la religión, del culto debido a Dios y de la pertenencia a la comunidad de la Iglesia, en la cual y con la cual creen? Apunto otra cuestión básica: en algún momento del ciclo primario los niños suelen hacer su primera comunión, y en otro reciben el sacramento de la confirmación –si no se lo posterga abusivamente hasta bien entrada la adolescencia. Respecto de lo primero: se supone que durante el año en que harán su primera comunión son preparados cuidadosamente por una catequista rigurosamente tal y no por la propia maestra si ella no tiene la formación y la competencia necesaria, aunque sea una excelente persona y se preste a la tarea con buena voluntad. Pero, durante ese año al menos, ¿van los chicos a misa los domingos? ¿Se les presenta la primera comunión como la primera vez en que participarán plenamente del santo sacrificio, del culto de la Iglesia en el que se actualiza la Pascua del Señor? ¿O por ventura la comprensión del acontecimiento se limita a la verdad parcial que expresa el discurso clásico “Jesús viene a mi alma”, sin referencia necesaria al sacrificio de la misa, a la comunidad litúrgica, a la Iglesia que se reúne en un lugar, en la propia parroquia –porque aunque no lo sepan todos tienen una? La recepción de los sacramentos que completan la iniciación bautismal debe ser siempre referida a la unidad de la iniciación cristiana, que culmina en la eucaristía, sacramento asiduo de la Pascua dominical. La meta a señalar a los niños durante la preparación es la práctica sacramental, una vida eucarística. No habría que olvidar la necesaria pedagogía de la reconciliación, el sacramento del perdón, en el que se renueva la gracia lustral del bautismo, ámbito en el cual también es educada con el correr del tiempo la conciencia del cristiano. Ya puede verse, con estos planteos, hasta dónde se extiende para nosotros la amplitud del currículo. Los problemas pedagógicos y pastorales apenas esbozados tendrán que ser afrontados con discreción, creatividad y paciencia.

Algunas áreas

La filosofía

Como último capítulo de esta intervención me propongo ahora ofrecer unas pocas observaciones sobre dos áreas del currículo que son particularmente significativas en orden a la formación integral de los jóvenes y a la identidad de la escuela católica. En primer término me detengo en la enseñanza de la filosofía, ubicada en el ciclo superior de la escuela secundaria, en el sexto año. En realidad, esta tardía aparición de los planteos filosóficos podría anticiparse, siquiera implícitamente o de un modo propedéutico, desde la prolongación de los interrogantes y de las respuestas que respectivamente se suscitan y se alcanzan en el estudio de varias disciplinas; pienso tanto en las ciencias de la naturaleza cuanto en las ciencias humanas, como también en la reflexión sobre los contenidos de la revelación en los cursos de enseñanza religiosa escolar, ámbito éste en el cual puede iniciarse tempranamente y en bosquejo un diálogo entre la razón y la fe. En la concreción del diseño curricular de esta materia desempeña una función decisiva la noción misma de filosofía. El establecido oficialmente por la Provincia de Buenos Aires –para hablar del que conozco de primera mano– propone una distinción valiosa entre la filosofía y la historia de la disciplina que incluye las respuestas de los filósofos por un lado, y por otro la invitación y la iniciación al filosofar, actividad profundamente humana en la que el docente tiene que involucrar a los alumnos. Lamentablemente, el mencionado diseño adopta una noción estrecha, reductiva, de la filosofía, de la que destaca unilateralmente la función crítica del pensamiento filosófico y desconoce el impulso que lo anima hacia la comprensión de la totalidad de lo real que se nos aparece y que nos incita a encontrar su última razón y significado. Transcribo algunas de aquellas fórmulas que expresan en el diseño oficial la noción de filosofía en su acepción verbal: el filosofar. Se dice, por ejemplo, que es un ejercicio crítico de pensamiento que interpela lo naturalizado, al punto de comprometer la propia subjetividad; y también: práctica reflexiva y crítica… construcción crítica de un proceso de indagación y de investigación, empeño en el que históricamente se ha dado un gesto común que es el de la problematización, del cuestionamiento, de la indagación, forma de conocimiento que pone el acento en la pregunta más que en la respuesta. Digamos nosotros, mejor, que la reflexión filosófica incluye esencialmente la búsqueda, el inquirir cuidadoso y metódico, pero ejercido sobre el ser de lo real y con la aspiración de descubrir su fundamento, para que la inquietud se calme y la inteligencia repose gozosa y fruitivamente en él. Lo que se busca es la sabiduría, entendida –ya lo señalaba Aristóteles– como la totalidad del saber, en la medida de lo posible, pero sin tener la ciencia de cada objeto en particular, lo cual corresponde a las ciencias particulares. El nombre mismo filosofía lo está indicando: es el amor de la sabiduría. Esto es lo que no aparece en el currículo bonaerense, porque la metafísica queda absorbida en una teoría crítica del conocimiento; lo que luego interesa, a juzgar por la descripción que se hace de los módulos, es el arte, la ética, la política y la historia. Otra opción notable es el desconocimiento de la reflexión filosófica de los cristianos; como si entre Aristóteles y Kant nada se hubiera aportado se silencia que existieron Agustín y Tomás de Aquino –por mencionar sólo las cumbres– y que en el siglo XX hubo asimismo pensadores cristianos de fuste, dignísimos de ser tenidos en cuenta. Debe ser una manifestación más del escrúpulo laicista. Alerto sobre esta orientación parcializada porque habrá que hacer un donoso escrutinio de programas y textos. En este área del currículo se plantea de un modo rigurosamente reflexivo la cuestión de la verdad. El deseo universal de saber tiene un objeto que es la verdad, el discernimiento entre lo que es verdadero y lo que es falso, un juicio objetivo sobre la realidad de las cosas. En el orden práctico –porque la ética es una disciplina filosófica– la búsqueda de la verdad se pone en relación con el bien que hay que realizar, y sobre todo se orienta hacia el conocer la verdad del propio fin y consiguientemente el sentido de la existencia. El itinerario así esbozado puede resultar apasionante para los adolescentes, ya que en él se descubren los diversos modelos de vida; interrogarse sobre las propuestas tan seductoras como superficiales que circulan en lo que suele llamarse “cultura joven” será un ejercicio saludable de la inteligencia, con repercusiones afectivas y posibles opciones de auténtica libertad. La verdad llama al amor, a la elección de un camino de vida. En la escuela católica los planteamientos filosóficos ofrecen la oportunidad de que los alumnos descubran y experimenten la dimensión trascendente y religiosa de la razón. Es éste un tema que aparece regularmente en el magisterio de Benedicto XVI, en continuidad con la enseñanza del beato Juan Pablo II: abrir a la razón el camino hacia el misterio, pues existe una relación profunda y armoniosa, comprobada históricamente, entre la revelación cristiana y la filosofía. Entender para creer y creer para entender son términos correlativos. La fe pide ser pensada, reclama una inteligencia de la fe que se logra mediante la ayuda de la razón, y por otra parte la razón, en la culminación de su búsqueda, admite como necesario lo que la fe le presenta (Fides et Ratio, 2) y resulta iluminada y potenciada en su ejercicio por esa información suprarracional. Considero que se podrían esperar resultados sorprendentes y fecundos si el curso de filosofía, en ese último año del secundario, tristemente abreviado de hecho por el viaje y las fiestas de egresados, se convirtiera en un foro del saber que lograra suscitar el vivo interés y la activa participación de los alumnos. Que algo de ese ideal pueda alcanzarse depende del ingenio y el arrojo de los maestros.

Una pedagogía de la palabra

Es frecuente la quejosa crítica acerca de la capacidad de leer y escribir de los adolescentes de hoy; las deficiencias las conocen de cerca y las sufren maestros y profesores. Se comprueba que niños que han completado la escolaridad primaria y muchachos y chicas que concluyeron el ciclo secundario enfrentan obstáculos insalvables a la hora de comprender un texto que se les proponga, adecuado a la capacidad que normalmente debían haber alcanzado en uno u otro nivel. Lo mismo, y aun agravado, puede decirse del ejercicio literario de redacción. También se ha señalado reiteradamente el terrible empobrecimiento del lenguaje de los jóvenes, de sus tropiezos en el habla y de su reducida facultad de expresión verbal. No desciendo a una comparación –que podría resultar injusta y odiosa– entre la escuela estatal y la de gestión privada; al parecer se trata de un mal bastante común, que se registra también más allá de nuestras fronteras. Una investigación reciente de la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Escolar (IEA), da cuenta del retroceso de la capacidad de lectura de los niños italianos en los últimos diez años. Se barajan en este caso diversas hipótesis para interpretar los datos: los problemas de comprensión que enfrentan los nativos digitales, más sensibles a textos muy distintos que los literarios, habituados como están al lenguaje televisivo, al de internet y de los juegos de rol; una igualación hacia abajo de las habilidades, que aflige especialmente a la escuela media; la correlación entre la competencia de los niños y el número de libros que tienen en la casa, es decir la influencia decisiva del medio cultural en que viven. A este propósito se apunta que los lectores italianos son el 45, 3 % mientras que los franceses llegan al 70 y los alemanes al 82. Los escritores señalan la responsabilidad de los adultos, la chatura y el descuido de su lenguaje. No conozco si se ha hecho una medición semejante en la Argentina, si ha entrado en la clasificación Piris de aquella Asociación; de cualquier manera, el abordaje de los desarrollos curriculares del área lingüística tiene que hacerse cargo de dificultades y carencias que no podemos ocultar. Estos problemas merecen una detenida reflexión, que no puede obviarse recurriendo a una solución cuasi mágica por apelación a las nuevas tecnologías y a los lenguajes que ellas facilitan y difunden. En mi intervención en el 48 Curso de Rectores (Córdoba, 2011) hice referencia a las discusiones que sobre este asunto se traban entre expertos de varias disciplinas. Ahora me limito a evocar recursos clásicos que se podrían retomar creativamente en orden a instrumentar y poner en acto una pedagogía de la palabra. Ante todo quiero recordar que el hablar es un arte y que se yergue sobre fundamentos: algunos son comunes a todas las lenguas, otros a cada familia idiomática, y cada lengua tiene los propios. Existe un nexo íntimo entre el lenguaje y el pensamiento, entre la gramática y la lógica. La gramática tiene por objeto las modalidades de articulación lingüística del pensamiento; a través del estudio de la lengua se desarrollan las facultades lógicas, por eso tal estudio es funcional a la adquisición de un pensar riguroso y de una plena madurez intelectual. La retórica, por su parte, es el arte de bien decir, de hablar con galanura, pero también de otorgar al lenguaje la eficacia de persuadir y conmover; sólo se desacredita y resulta despreciable si se emplea para decir vacuidades o para enredar sofísticamente y sin referencia a contenidos verdaderos y oportunos. Recursos clásicos, decía; no sólo porque tienen raíces históricas antiquísimas, sino porque de su eficacia comprobada supo también valerse ampliamente la escuela argentina. La lectura en voz alta, sufrido pero benéfico ejercicio de nuestra infancia, que recientemente ha sido otra vez sugerido como un instrumento útil de aprendizaje. La declamación, tanto en el aula cuanto en actos públicos, de poesías o fragmentos de prosa bien elegidos y de autores de todas las épocas. La lectura animada de diálogos, mejor si compuestos por los mismos alumnos bajo la guía del docente. La representación teatral, tan apreciada por la Ratio de la Compañía antes mencionada; puede recrearse como ejercitación escolar que aúne el valor didáctico al contenido ameno, instructivo o espiritual y como apertura de la escuela a su contexto cultural y social. Concluyo esta propuesta acerca de la pedagogía de la palabra con una consideración políticamente incorrecta, al menos aquí en nuestro lejano sur; antepongo esta cautela teniendo en cuenta que en Europa y Estados Unidos se discute e investiga con objetividad sobre el tema, sin prejuicios ideológicos. Me refiero al aporte que puede brindar el estudio del latín al conocimiento y mejor uso de las lenguas romances (y aun de las que no lo son). Es un fenómeno que se puede constatar en varios países: un conjunto de iniciativas académicas y de difusión relanza aquella lengua aparentemente muerta. En un congreso internacional –tras días de debate– sobre La enseñanza del latín y del griego antiguo en Italia y en el mundo se acaba de mostrar la necesidad de superar no sólo aquella contraposición vigente desde hace más de medio siglo entre cultura humanística y cultura científica, que carece de sentido en la era digital. Se afirmaba también que ya es hora de abandonar cierto sentimiento de inferioridad de las humanidades respecto a la ciencia y la técnica. Participaron expertos italianos de renombre mundial, como Dario Antiseri, Giulio Giorello, Luciano Canfora y Ugo Cardinale. Este último ha recordado que el latín, como también el griego, enseñan a hablar de la lengua, y no sólo en la lengua; favorece el rigor, la investigación lingüística y semántica, la coherencia lógica y la capacidad de captar interconexiones. Afirma que el que aprende latín está en mejor posición para resolver problemas con mayor seguridad y desarrollar un pensamiento complejo que se sobrepone al balbuceo fragmentario y a la comunicación interrumpida. En la reciente reforma educativa italiana se redujo algo la carga horaria del latín en los programas escolares, excepto en los del liceo clásico, pero se modernizó profundamente la didáctica: las reglas de la gramática aparecen encarnadas en ejemplos tomados de la crónica diaria o el deporte; se acentúan los aspectos culturales y lexicales; se confronta constantemente el latín con el italiano moderno y las otras lenguas. Estas iniciativas están dando, al parecer, muy buenos frutos y la renovación ha sido acompañada de un éxito editorial. Además el interés por el latín se extiende en Estados Unidos, Alemania, Japón y China; hay transmisiones en latín de la radio finlandesa y los chat en latín se multiplican en la web. Por lo menos a nosotros, a la escuela católica, todo esto tendría que hacernos pensar. Mi exposición se detiene aquí, pero habría que revisar una por una todas las áreas del currículo. Podemos privilegiar algunas y reconocerles una especial urgencia de verificación respecto de la finalidad de la educación católica, por ejemplo la historia, la biología y las ciencias naturales, pero en realidad ninguna de ellas debe ser desconsiderada. Corresponde que lo hagamos con libertad, inteligencia y amor; el fruto de esa tarea será ver reflejado en el currículo el esplendor de la verdad, signo de la solicitud por sus hijos de la Iglesia, Madre y Maestra de todos.

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SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


San Juan Bautista de la Concepción
«Cuando el amor a Dios se desborda»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 14 de febrero de 2013 (Zenit.org) - En estos cuatro siglos que median, justamente este año de 2013, de aquel instante en el que este santo trinitario subió al cielo en 1613, su figura no ha hecho más que agrandarse. Y todo porque la herida de amor divino que traspasó su ser de parte a parte, además de impregnar a cuantos tuvo a su alrededor, sigue desbordándose para alumbrar a tantos modernos cautivos de sí mismos, de afanes diversos que asfixian su caminar, y de la opresión de otros. El efecto de esa mística llaga, ajena al paso del tiempo, se ha multiplicado y mantiene su frescura primigenia como signo palpable de que la única perennidad que en rigor cabe esperar es la que se alcanza con la ofrenda a Dios de la propia vida. Juan Bautista soñó la santidad, hizo de ella coto de sus juegos infantiles, respiró aromas de eternidad a los pies del sagrario unido a Maria, y nutrió su acontecer con esa exclusiva aspiración, venciendo sus flaquezas con la gracia de Cristo.

Nació en Almodóvar del Campo, Ciudad Real, España, el 10 de julio de 1561 en el hogar de unos labradores acomodados. Siendo niño mostró un precoz anhelo hacia la perfección del amor. Tanto es así, que jugaba a ser santo, incluyendo prácticas ascéticas que afectaron seriamente a su salud al punto de que alguna secuela le acompañó hasta su muerte. El testimonio y aliento de sus padres contribuyeron a que calasen en él definitivamente rasgos de piedad característicos de su vida: devoción a la Eucaristía y rezo del Santo Rosario, así como la abnegación y un dilecto amor a los pobres. El conocimiento de hazañas de jóvenes que habían alcanzado la gloria eterna ofreciéndose a Dios sin reservas le animaba en su afán religioso. Santa Teresa de Jesús, al conocerle de paso en uno de sus viajes apostólicos hacia 1574 o 1576, identificó en él al santo que llegaría a ser, comunicando a sus padres el futuro que preveía para el adolescente. Ellos, gozosos ante el vaticinio, no pusieron ningún impedimento para que su hijo siguiera en pos de su vocación. En este camino que emprendía, alimentando su aspiración religiosa, se formó con los carmelitas descalzos de su ciudad natal, y prosiguió estudios en Baeza y Toledo. Su primer intento fue integrarse en la comunidad, pero no pudo ver cumplido ese sueño por designios inexplicables de la divina providencia. Y en 1580 se convirtió en religioso de la orden de trinitarios calzados, donde tomó el hábito y profesó al año siguiente. En el noviciado había coincido con Simón de Rojas, entre otros religiosos que iban a derramar su sangre por Cristo.

El camino hacia la santidad acarreaba renuncias que en un primer momento no se sentía inclinado a realizar. Después, al convertirse en un reformador consumado, repararía en esos escollos que surgieron de su interior. Y en una mirada retrospectiva sobre su vida, apuntaría debilidades como la vanidad y una cierta resistencia a dar respuesta inmediata a lo que entendía que Dios le pedía, además de señalar faltas diversas como la impaciencia y poco tacto, entre otras, surgidas de un temperamento colérico como el suyo, que le jugaba malas pasadas. En suma, advirtió que no había sido riguroso en la exigencia del seguimiento. La santidad se fragua a través de fidelísimos y constantes sacrificios que testifican cada día la autenticidad de una decisión. Y Juan conquistó la suya. Esa es su grandeza y corona. Durante dieciséis años se fue forjando en la caridad, viviendo la regla primitiva de la Orden, sobreponiéndose a su endeble salud. Llevó su gran sabiduría de excelso predicador por Alcalá de Henares y Sevilla. Fue entonces, al salir de esta capital, cuando a través de una revelación que surgía como de una tempestad, vio que debía emprender la reforma trinitaria llevando a la Orden hacia un mayor rigor. Había llegado su hora: «Señor, me haré reformado en Valdepeñas»«Pasó la tempestad y yo quedé recoleto con voto y con obligación y con deseo y voluntad». Con esta convicción llegó a esta localidad en 1596, y de allí partió a Roma dos años más tarde, habiendo abandonado a los pies de Cristo el lastre que le ataba a tantas cosas inútiles; se dijo: «más quiero mi religión y la honra de mi buen Dios que los tesoros del mundo».

La misión no fue nada fácil. Hubo férreas oposiciones de trinitarios calzados, detenciones, agresiones físicas y verbales, traiciones hasta de sus hijos, entre otras, que no le impidieron poner en pie la reforma que se produjo el 20 de agosto de 1599. Dejándose la vida en el empeño de dar a conocer a Cristo y asentar las bases de la misma, Juan no desmayó. Fundó 19 conventos, uno de ellos para monjas de clausura. Siendo el eje central de su vida la Santísima Trinidad, vivió y transmitió la caridad con los cautivos y los necesitados, la humildad, la penitencia y la oración. «¡Señor, ámete yo y sea pobre, tan pobre que solo tenga un breviario!». Purificado y moldeado por Dios, como se acrisola el oro en el fuego, en momentos de oscuridad suplicaba ardientemente: «Tú, Señor, ¿no sabes que deseo hacer sola tu santa voluntad, aunque me cuesten mil vidas? Dame, Señor, luz; sepa yo tu santa voluntad. Nada se me da de cuantos trabajos hay en el mundo; solo querría yo agradarte y no salir un punto de tu querer». Estas hondas experiencias rezuman los numerosos tratados ascéticos, místicos y teológicos que surgieron de su pluma, y en los que se aprecia su amor a la cruz. El tránsito a la vida eterna le sorprendió en Córdoba el 14 de febrero de 1613. Fue canonizado el 25 de mayo de 1975 por Pablo VI. Los trinitarios calzados dejaron de existir como orden en 1897.

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