9.02.13

Serie P. José Rivera .- Meditaciones sobres los Hechos de los Apóstoles

A las 12:56 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Serie P. José Rivera

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Lo que ha quedado escrito en las Sagradas Escrituras ha sido escrito para nuestros corazones. Mejorar con ellas es, sólo, cosa nuestra.

Y, ahora, el artículo de hoy.
Serie P. José Rivera
Presentación

P. Ribera

“Sacerdote diocesano, formador de sacerdotes, como director espiritual en los Seminarios de El Salvador e Hispanoamericano (OCSHA) de Salamanca (1957-1963), de Toledo (1965-1970), de Palencia (1970-1975) y de nuevo en Toledo (1975-1991, muerte). Profesor de Gracia-Virtudes y Teología Espiritual en Palencia y en Toledo.”

Lo aquí traído es, digamos, el inicio de la biografía del P. José Rivera, Siervo de Dios, en cuanto formador, a cuya memoria y recuerdo se empieza a escribir esta serie sobre sus escritos.

Nace don José Rivera en Toledo un 17 de diciembre de 1925. Fue el menor de cuatro hermanos uno de los cuales, Antonio, fue conocido como el “Ángel del Alcázar” al morir con fama de santidad el 20 de noviembre de 1936 en plena Guerra Civil española en aquel enclave acosado por el ejército rojo.

El P. José Rivera Ramírez subió a la Casa del Padre un 25 de marzo de 1991 y sus restos permanecen en la Iglesia de San Bartolomé de Toledo donde recibe a muchos devotos que lo visitan para pedir gracias y favores a través de su intercesión.

El arzobispo de Toledo, Francisco Álvarez Martínez, inició el proceso de canonización el 21 de noviembre de 1998. Terminó la fase diocesana el 21 de octubre de 2000, habiéndose entregado en la Congregación para la Causas de los Santos la Positio sobre su vida, virtudes y fama de santidad.

Pero, mucho antes, a José Rivera le tenía reservada Dios una labor muy importante a realizar en su viña. Tras su ingreso en el Seminario de Comillas (Santander), fue ordenado sacerdote en su ciudad natal un 4 de abril de 1953 y, desde ese momento bien podemos decir que no cejó en cumplir la misión citada arriba y que consistió, por ejemplo, en ser sacerdote formador de sacerdotes (como arriba se ha traído de su Biografía), como maestro de vida espiritual dedicándose a la dirección espiritual de muchas personas sin poner traba por causa de clase, condición o estado. Así, dirigió muchas tandas de ejercicios espirituales y, por ejemplo, junto al P. Iraburu escribió el libro, publicado por la Fundación Gratis Date, titulado “Síntesis de espiritualidad católica”, verdadera obra en la que podemos adentrarnos en todo aquello que un católico ha de conocer y tener en cuenta para su vida de hijo de Dios.

Pero, seguramente, lo que más acredita la fama de santidad del P. José Rivera es ser considerado como “Padre de los pobres” por su especial dedicación a los más desfavorecidos de la sociedad. Así, por ejemplo, el 18 de junio de 1987 escribía acerca de la necesidad de “acelerar el proceso de amor a los pobres” que entendía se derivaba de la lectura de la Encíclica Redemptoris Mater, del beato Juan Pablo II (25.03.1987).

En el camino de su vida por este mundo han quedado, para siempre, escritos referidos, por ejemplo, al “Espíritu Santo”, a la “Caridad”, a la “Semana Santa”, a la “Vida Seglar”, a “Jesucristo”, meditaciones acerca de profetas del Antiguo Testamento como Ezequiel o Jeremías o sobre el Evangelio de San Marcos o los Hechos de los Apóstoles o, por finalizar de una forma aún más gozosa, sus poesías, de las cuales o, por finalizar de una forma aún más gozosa, sus poesías.

A ellos dedicamos las páginas que Dios nos dé a bien escribir haciendo uso de las publicaciones que la Fundación “José Rivera” ha hecho de las obras del que fuera sacerdote toledano.

Serie P. José Rivera
Meditaciones sobre los Hechos de los Apóstoles

Meditaciones sobre los Hechos de los Apóstoles

“Se suele denominar a los Hechos de los Apóstoles como ‘Evangelio del Espíritu Santo’. Esto es verdad en parte, porque ciertamente Él es el protagonista principal del libro de los Hechos. Sin embargo, no se habla del Espíritu Santo en sí mismo, sino en cuanto que se derrama en la Iglesia, actúa en ella y la impulsa a dar testimonio de Cristo hasta los confines de la tierra. En este sentido podemos decir que el personaje «protagonista» de los Hechos de los Apóstoles es la Iglesia; aunque –eso sí– constituida por la efusión del Espíritu y alentada e impulsada por Él en cada momento.”

El P. Julio Alonso Ampuero (1) en su libro “Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles”, publicado por Gratis Date, dice lo arriba aquí traído acerca de los Hechos de los Apóstoles que le P. Rivera trata, minuciosamente en su libro de meditaciones acerca de los mismos.

Para llevar a cabo las meditaciones sobre los Hechos de los Apóstoles el P. José Rivera adopta un sistema que consiste en tomar unos temas como eje de las mismas. Así, en cada uno de los capítulos de los que se componen tal Libro de San Lucas toma nota y anota lo que al respecto de Dios, de Jesucristo, del Espíritu Santo, de la predicación o del cristiano dice el evangelista médico.

La figura del Padre

A lo largo de las Meditaciones, el Padre, Dios Todopoderoso, aparece en multitud de ocasiones. Los capítulos de los Hechos en los que el Creador es aludido lo presentan, por ejemplo, indicando (2) que el Espíritu Santo es “promesa del Padre”; se le llama “Señor y le presenta como autor del prodigio de Pentecostés” (3).

También se le presenta como quien “resucita a Cristo” (4) y quien “ha de ser obedecido” (5) y, lo que es más importante, “aún contra el mandado de los hombres” (6).

Pero Dios, quien todo lo creó, “emplea a los ángeles en su servicio y atiende por ellos a sus siervos” (7). De este mismo capítulo dice el P. José Rivera que “Es de notar la plenitud del panorama que nos ofrecen unas pocas líneas: todo se cimenta en la fe en el Dios personal y continuamente activo, solícito de los suyos. Es notorio el volumen de la afirmación personal, la gravedad de la idea de actuación, de iniciativa. Iniciativa que no suprime, sino suscita, un manantial ininterrumpido de actividades: Cristo- Espíritu Santo- los ángeles- los hombres. Por otra parte aparece el encadenamiento jerárquico de la actividad: la acción de los superiores genera la actividad de los inferiores. Punto por punto viceversa de las concepciones hoy vulgarizadas” (8).

Pero, además, “Dios es gloria en continuo ejercicio solícito y protector sobre Israel y sus personajes, que Él mismo elige” (9) porque fue el Creador quien escogió al pueblo judío y, a través del desierto lo condujo para que su Palabra fuera transmitida a tierras lejanas de donde partió Abrahám. Dios, Amor y Misericordia, no cesa de proteger a su pueblo escogido y elegido de entre muchos que entonces idolatraban a muchos otros pequeños dioses y de los que el Creador quiso que fuera uno de ellos el que le rindiera homenaje y amor.

Y a Dios, claro, se dirigen los hombres porque lo reconocen con su Creador. Así, “recibe las oraciones de Cornelio, que ascienden hasta Él como sacrificio y lo mismo las limosnas” (10).Y, a la vez, Dios se comunica con el hombre a través de aquellas personas escogidas por Él y tiene, así, “sentido subjetivo: es la palabra que pronuncia Dios por sus predicadores” (11).

Por otra parte, a lo largo de la historia de la salvación, el Creador ha aparecido como Todopoderoso y eso ha hecho tener de Él una imagen, en efecto, grandiosa. Por eso mismo tenemos como verdad que “Él presta vida a todos y de Él proceden todas las cosas” (12) y tal causa es la razón de que asista “milagrosamente a la actividad apostólica” (13) cuando, por ejemplo, “Dios obra milagros por manos de Pablo” (14). Por eso se le atribuye al Creadortoda la obra de Pablo, tanto por parte de éste, como de sus oyentes que le glorifican por los frutos obtenidos” (15).

En los Hechos de los Apóstoles la persona de Pablo juega un papel muy importante porque Dios ha puesto, sobre su cabeza y corazón una misión muy difícil de cumplir. Pero el Creador nunca abandona a sus criaturas y, menos aún, a las que ha escogido muy especialmente como es el caso, precisamente, de quien se llamaba Saulo. Por esoDios socorre a Pablo desde su prisión, para que pueda seguir dando testimonio” (16) y, por ejemplo, “le concede la vida de cuantos acompañan” (17) en su camino hacia Roma.

La figura de Jesucristo

Como es de entender, que Jesucristo aparezca mucho en los Hechos de los Apóstoles, no es nada de extrañar sino, al contrario, de esperar. Por eso, capítulo a capítulo de los Hechos de los Apóstoles y, claro, aquí mismo en las Meditaciones sobre los mismos del P. José Rivera, el Hijo de Dios es Persona crucial para entender los mismos.

Así, ya en el mismo Capítulo I de los Hechos habla, el autor de los mismos, del Emmanuel. Así, “aparece como Maestro con hechos y palabras” (18) y como EHombre acreditado por Dios con milagros y señales… crucificado por ellos, según el plan de Dios” (19).

Por eso, la figura de Cristo representa, para sus discípulos, la verdadera figura del Salvador. En su nombre “somos salvados y no hay otro nombre salvador” (20).

Abunda el P. José Rivera en el hecho de que “Jesucristo, síntesis de contradicciones: siervo y Señor, crucificado y resucitado gloriosamente, sometido a los hombres y salvador de todos. Su poder salvador se esclarece en los signos físicos para brincar luego a lo invisible, y afirmar luego la universalidad: salva a todos del todo: no hay hombre que se salve fuera de El, no hay aspecto de cada hombre que no sea salvado. Y todo esto precisamente por la obediencia al Padre, es Señor porque es siervo, pues si ontológicamente le corresponde el señorío que ejerce, de hecho sólo ha llegado a El por la consumación de una servidumbre” (21).

Por otra parte, la consideración de Jesucristo como Dios mismo hecho hombre es una verdad aceptada por todo creyente. Por eso “sin titubeos pues, podemos contemplar a Cristo como Dios, y como el hombre-centro de la historia, a quien todos los demás están referidos: y notar que todos los demás son Abrahám, José, Moisés y los profetas, y eso en un discurso destinado a los judíos” (22).

Jesucristo “es llamado Señor muchas veces” (23), y se presentaresucitado, viviente y glorioso; la luz que deslumbra a Pablo es el resplandor de su cuerpo” (24) y es, además, “Señor de todos, que da la paz anunciada por el Padre, es decir, que reconcilia a todos con Dios” (25).

En los Hechos de los Apóstoles, y aquí en las Meditaciones, hay un cambio muy importante al respecto del culto que se dirigía hacia Cristo así como antes se dirigía hacia Dios. Y esto significa que “aún nombrando al Padre nuestro culto no contempla a Cristo como mero mediados, sino como Dios, con idéntica jerarquía a Yavé” (26). De aquí quesu gracia es la única que salva a todos, sin discriminaciones” (27).

Jesús, quien fue Enviado por Dios para procurarnos la salvación eterna, “es el objeto de la fe, que salva y aquí ciertamente es llamado Señor. En último término, como en otros muchos pasajes, el objeto de la fe es que Jesús es Señor” (28). Pero es que, además, como hemos dicho tantas veces, es Dios mismo porque, “al menos de modo equivalente, puesto que los atenienses, al escuchar sus predicaciones, concluyen que habla de nuevas divinidades” (29).También asiste a sus enviados como, por ejemplo a San Pablo cuando “le asegura su asistencia, tal como había prometido a los apóstoles: yo estaré con vosotros. Tal auxilio es poderoso: ‘nadie se atreverá a hacerte mal’. Y afirma que tiene allí un pueblo numeroso, lo cual significa trasladar a Cristo la posesión del pueblo de Dios, tan nombrado en el Antiguo Testamento” (30). Así, también, “le libra del pueblo y de los gentiles y le envía a testificar lo visto para que crean en Él y así reciban la remisión de los pecados y la herencia de los santificados” (31)

En Jesucristo se centra y desarrolla todo el poder de Dios. Por eso “a su nombre son expulsados los demonios y cuando los exorcistas quieren usar su nombre, son acometidos por el demonio, que confiesa a Jesús, con lo cual su nombre es glorificado y los hombres sienten temor ante Él, por lo cual abjuran de sus prácticas mágicas, así crece y se robustece la ‘palabra del Señor” (32).

Jesucristo, Mesías del pueblo elegido por Dios, es el anunciado porMoisés y los profetas” (33). Por tanto, “Señor y objeto de la predicación” (34).

La figura del Espíritu Santo

El Espíritu Santo está presente desde el mismo principio de los Hechos de los Apóstoles. Así, San Lucas hace referencia al mismo, en su carta a Teófilo, en el Capítulo 1, cuando le hace ver que el primer libro que escribió (se refiere al Evangelio según San Lucas) lo dedicó a lo que Jesús había hecho y enseñado después de “haber dado instrucciones por medio del Espíritu Santo”. Por lo tanto, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad también es un protagonista claro de este libro del P. José Rivera.

El Espíritu Santo aparece comoinspirador de Cristo en la elección o instrucción de los apóstoles” (35). También como “Promesa del Padre” (36). Y en el bautismo de los discípulos se une íntimamente con ellos, “pues serán sumergidos en él, como en el agua” (37). Además, el Espíritu Santo “comunica fuerza para ser testigos” (38) e “inspira la Escritura, profetizando lo futuro” (39).

Por otra parte, el Espíritu Santo esDon del Padre y de Cristo” (40) y “es el cumplimiento de la promesa de Jesús. Y su palabra brota audacísima” (41). Por eso es persona divina porquedefraudarle a Él es igual que defraudar a Dios” (42).

Así como en el Bautismo se nos infunde el Espíritu Santo como donación de Dios para iluminar nuestra existencia, corresponde a los apóstoles, mediante la imposición de manos, hacer lo propio con aquellas personas sobre las que se las imponían. De aquí que llene “a los elegidos, por disposición de Jesús y con intervención de hombres” (43). Por eso “interviene diciendo a Pedro lo que tiene que hacer” (44) y ”viene sobre los oyentes que prorrumpen en alabanzas a Dios, pues el Espíritu es un don” (45), dirige la obra apostólica” (46) y “asiste a cada uno” (47).

Pero el Espíritu Santo, como señal de que no sólo se dirige a los fieles en sentido estricto y a modo particular o grupal sino que, también, dirige la vida de la Esposa de Cristo, “ilumina a los jerarcas, con quien impone las prescripciones a la Iglesia” (48).

El Espíritu Santo sirve, también, para diferenciar quien es cristiano de quien lo es porque desciende sobre los bautizados” (49). Por eso mismo no es de poca importancia que, por decirlo así, se tengan que rendir “cuentas” (50) espirituales al Espíritu de Dios pues “la Iglesia es un rebaño confiado a los cuidados del Espíritu en su faena pastoral” (51) por lo que la comunidad que fundara Jesucristo entregando las llaves de la misma a San Pedro se deja guiar, en pasos por el mundo, por Aquel que es Padre y que es Hijo a fuerza de ser Espíritu.

La figura del cristiano

En los Hechos de los Apóstoles, los cristianos son una comunidad que nace y crece, se desarrolla en un tiempo de paganismo y judaísmo y tiene que defenderse, en muchas ocasiones, de las más diversas asechanzas.

¿Quién constituye aquel nuevo pueblo?

Es sencillo entender que fuesen conversos en el sentido de que tenían que dar un primer paso era arrepentirse “de los pecados y creer en Jesús” (52). Crece, pues, la comunidad de creyentes a través de la predicación de que Jesús es el Señor, por el reconocimiento de la iniciativa del Padre, y por la acogida al Espíritu Santo” (53). Además, “el cristiano es quien escucha la predicación: así se convierte en un momento decisivo, y así persevera” (54).

Por otra parte, en el Capítulo IV de los Hechos recoge el P. Rivera que los cristianos son aquellos que “oyen la palabra y creen –o predican la palabra-, enseñando; hacen milagros en nombre de Cristo, hablan con audacia, llenos del Espíritu Santo” (55). Y lo hacen porque lo recibieron en Pentecostés, “pero sucesivamente los progresos de la comunidad van propulsados por nuevas intervenciones del Espíritu; cada menesterosidad humana reclama acción nueva. Y la vida se desarrolla en este contacto pasivo con la divina Persona” (56).

Los apóstoles, llevados por el Espíritu Santo a proclamar la Buena Noticia del Reino de Diosmultiplican las curaciones en máxima intensidad y extensión; viven unidos; crecen” (57).

La comunidad de discípulos en Cristo, además de ir superando las disensiones que se producen en su seno, continua con su labor de atención a los pobres y a las viudas” (58) como personas necesitadas de atención por parte de sus hermanos en la fe. También tiene profundaconciencia trinitaria, adoración de Cristo, audacia, anchura de miras, sin lindes por parte alguna, expansión universal, libre de trabas de lugar o tiempo o raza; y, como consecuencia, persecución, martirio. Porque el mundo ha mudado su interior perfil y de formas diversas y a decir verdad no muy diversas, prosigue persiguiendo al cristiano” (59).

El cristiano, en aquellos primeros tiempos de expansión de la fe en Jesucristo y en Dios Todopoderoso (o al revés) da mucha importancia a la oración y a la limosna. Y lo hacen “como preparación, y luego como ejercicio de la vida cristiana” (60).

Y son perseguidos. Los cristianos, como se ha dicho arriba, no dejan de ser, al parecer, enemigos del mundo porque el mundo quiere terminar con ellos. Por eso “cada vez más, a medida que la comunidad se fortalece es más perseguida, y en relación con esto se extiende más la palabra” (61). A pesar de tal persecución, los cristianos oran “y ayunan en común” (62) además de colaborar con el Espíritu con quien mantienen contacto consciente” (63).

Además, como es lógico esperar, en aquellos primeros tiempos, aún reciente su separación espiritual del judaísmo en cuanto tal pudiera así entenderse, existía la esperada “disputa con los judaizantes, que no aciertan a despegarse de sus visiones ancestrales” (64). A esto oponen su creencia en Jesucristo, “en Dios, afianzándose en la fe, lo cual constituye su progreso” (65). Por eso “son confirmados, como discípulos, por Pablo y se ayuda mutuamente, y se hacen o admiten recomendaciones, respecto de personas” (66) porque el cristiano es el que conoce la Trinidad, el que ha recibido el Espíritu Santo” (67).

En realidad, “el cristianismo es la expansión del judaísmo” (68) pero destacandola importancia de la resurrección universal en él –y por tanto de la fe en tal resurrección para el cristiano-” (69). Y por mérito de tal creencia y confirmación en tal fereciben la remisión de los pecados y la herencia, es claro que esperan la resurrección, en que Cristo ha sido el primero” (70).

En resumidas cuentas, los cristianos y lo que entonces representan para la humanidad pagana o judía son “hermanos que se ofrecen a la hospitalidad y salen al encuentro de los que llegan” (71) y “sufren oposición por todas partes” (72) como tantas veces ha mostrado en este libro el P. José Rivera.

NOTAS

(1) Quien, por cierto participa en el libro colectivo “José Rivera. Sacerdote, testigo y profeta” publicado por la BAC.
(2) Meditaciones sobre los Hechos de los apóstoles (MHA), p. 3. Capítulo I de los Hechos
(3) MHA, p. 5. Capítulo III de los Hechos.
(4) MHA, p. 26. Capítulo IV de los Hechos.
(5) Ídem nota anterior.
(6) Ídem nota 4.
(7) MHA, p. 32. Capítulo V de los Hechos.
(8) Ídem nota anterior.
(9) MHA, p. 38. Capítulo VII de los Hechos.
(10) MHA, p. 50. Capítulo X de los Hechos
(11) MHA, p. 52. Capítulo XI de los Hechos.
(12) MHA, p. 66. Capítulo XVII de los Hechos.
(13) MHA, p. 74. Capítulo XIX de los Hechos.
(14) Ídem nota anterior.
(15) MHA, p. 81. Capítulo XXI de los Hechos.
(16) MHA, p. 86. Capítulo XXVI de los Hechos.
(17) MHA, p. 97. Capítulo XXVII de los Hechos.
(18) MHA, p. 3. Capítulo I de los Hechos.
(19) MHA, p. 6. Capítulo II de los Hechos.
(20) MHA, p. 27. Capítulo IV de los Hechos.
(21) MHA, pp 27-28. Capítulo IV de los Hechos.
(22) MHA, p. 39. Capítulo VII de los Hechos.
(23) MHA. p. 45. Capítulo IX de los Hechos.
(24) Ídem nota anterior.
(25) MHA, p. 50. Capítulo X de los Hechos.
(26) MHA, p. 58. Capítulo XIII de los Hechos.
(27) MHA, p. 62. Capítulo XV de los Hechos.
(28) MHA, p. 64. Capítulo XVI de los Hechos.
(29) MHA, p. 67. Capítulo XVII de los Hechos.
(30) MHA, p. 70. Capítulo XVIII de los Hechos.
(31) MHA, p. 86. Capítulo XXVI de los Hechos.
(32) MHA, p. 74. Capítulo XIX de los Hechos.
(33) MHA, p. 88. Capítulo XXVIII de los Hechos.
(34) Ídem nota anterior.
(35) MHA. p. 4. Capítulo I de los Hechos.
(36) Ídem nota anterior.
(37) Ídem nota 35.
(38) Ídem nota 35.
(39) Ídem nota 35.
(40) MHA, p. 9. Capítulo II de los Hechos.
(41) MHA, p. 28. Capítulo IV de los Hechos.
(42) MHA, p. 33. Capítulo V de los Hechos.
(43) MHA, p. 48. Capítulo IX de los Hechos.
(44) MHA, p. 51. Capítulo X de los Hechos.
(45) Ídem nota anterior.
(46) MHA, p. 59. Capítulo XIII de los Hechos.
(47) Ídem nota anterior.
(48) MHA, p. 62. Capítulo XV de los Hechos.
(49) MHA, p. 74. Capítulo XIX de los Hechos.
(50) MHA, p. 79. Capítulo XX de los Hechos.
(51) Ídem nota anterior.
(52) MHA, p.10. Capítulo II de los Hechos.
(53) Ídem nota anterior.
(54) Ídem nota 52.
(55) MHA, p. 29. Capítulo IV de los Hechos.
(56) Ídem nota anterior.
(57) MHA, p. 33. Capítulo V de los Hechos.
(58) MHA, p. 37. Capítulo VI de los Hechos.
(59) MHA, p. 41. Capítulo VII de los Hechos.
(60) MHA, p. 51. Capítulo X de los Hechos.
(61) MHA, p. 56. Capítulo XII de los Hechos.
(62) MHA, p. 59. Capítulo XIII de los Hechos.
(63) Ídem nota anterior.
(64) MHA, p. 62. Capítulo XV de los Hechos.
(65) MHA, p. 64. Capítulo XVI de los Hechos.
(66) MHA, p. 70. Capítulo XVII de los Hechos.
(67) MHA, p. 74. Capítulo XIX de los Hechos.
(68) MHA, p. 85. Capítulo XXIV de los Hechos.
(69) Ídem nota anterior.
(70) MHA, p. 86. Capítulo XXV de los Hechos.
(71) MHA, p. 88. Capítulo XXVIII de los Hechos.
(72) Ídem nota anterior.

Eleuterio Fernández Guzmán