5.02.13

Escarnios de la fe en televisión

A las 12:53 PM, por Joan Antoni
Categorías : General

Parece que alguna cadena de televisión caracterizada por un dudoso gusto y una notable animadversión contra la fe católica va a ofrecer una parodia del Sacramento de la Penitencia. No es casual que este producto que podríamos calificar de “excremento intelectual” aparezca a las puertas de la cuaresma cuando la Iglesia, insistiendo en el anuncio evangélico de la conversión, recordará oportunamente la necesidad del recurso habitual a la confesión para llevar una vida cristiana digna de este nombre.
Lamentablemente, muchos niños, por negligencia de sus padres, contemplan estas bazofias televisivas que tanto daño causan a sus jóvenes mentes y corazones. Debería ser una oportunidad para que los padres cristianos hagan a sus hijos una adecuada catequesis sobre este sacramento tan hermoso y por tantos tan olvidado.
Hace pocos días recibí una pregunta para la sección del Consultorio de Cataluña Cristiana. El tema es importante: los niños y la televisión. Aprovecho para ofrecerla ahora con su respuesta a los lectores del blog. Constato que muy a menudo, cuando los padres no asumen con competencia y responsabilidad su misión de educadores - misión que les confía Dios mismo- son otros los que “educan” y la televisión, entre otros, suele ser un medio de gran influencia. Hace unos años la denominé “la cátedra de Satanás” y, desgraciadamente, veo que es esto en tantas de sus modalidades.

NIÑOS Y TELEVISIÓN

¿Puede la televisión influir en el comportamiento moral de los niños? ¿Es prudente que un niño pase horas ante el televisor sin supervisión y criterio de los padres? Lo pregunto porque me sorprendió el caso de una joven madre que deja su hijo ante la tele durante mucho tiempo mientras ella hace las tareas de casa. Yo lo veo muy imprudente…

He tratado este tema en más de una ocasión. Sin duda que puede afectar al comportamiento moral pues la ficción recibida acríticamente deforma la percepción ética en la infancia. Hoy quiero citar como respuesta la opinión de un experto en comunicación. Dice así: “…sed muy prudentes con los niños. Casi hasta los tres años tendríamos que mantener la televisión fuera de su alcance, por lo menos de manera habitual… Para sus cerebros la carga de información suministrada por las imágenes televisivas es excesiva, tanto en calidad como en cantidad, y la tarea de juzgar esas imágenes es aún demasiado complicada… Los chiquillos son incapaces de desenmascarar los engaños, las trampas y las mentiras porque no tienen instalados los programas neuronales que filtran la ficción. Nuestros pequeños requieren mucha atención y mucho cariño. Mucho amor…” (Sebastià Serrano, Del amor, la mentira y la persiasión, Ed. Destino, Barcelona, 2012, página 83). Me pareen consideraciones muy prudentes y bien fundamentadas y válidas para todos. Yo añadiría que valen también en muchos casos para jóvenes adultos. Actualmente, muchos programas de televisión pretenden algo más que entretener. Están al servicio de ideologías que chocan en aspectos fundamentales de una concepción cristiana del hombre, la vida y el mundo. Pretenden adoctrinar, en el peor sentido de la palabra. A veces, comportamientos claramente inmorales, se presentan con la ficción como algo normal, incluso atractivo. Aprender a mirar la televisión no es tarea fácil y debería ser uno de los objetivos importantes en la misión educadora de los padres. Sin darse cuenta, padres y madres de familia pueden tener el enemigo en casa. Una película venenosa, un programa manipulador pueden tirar por los suelos muchos esfuerzos por educar bien a los hijos. Me decía una experta puericultora que es una lástima que los hijos no vengan al mundo con un completo manual de uso bajo el brazo. Esto nos hace ver la necesidad de preparar bien y a tiempo las jóvenes generaciones para asumir el cuidado y educación de los hijos. Sin duda, sería mucho más positivo que todos estos esfuerzos que se hacen para enseñarles a evitar los hijos.

Conclusión: Mucho ojo con lo que ven los niños en televisión. El mal puede llegar a ser irreparable.