31.01.13

Los fieles ¿parte del problema?

A las 10:36 AM, por Jorge
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Cuando comencé el blog uno de los títulos que consideré fue “Desde el otro lado del altar”, pensando que a los fieles les podría resultar interesante conocer la vida día a día de la parroquia pero desde el punto de vista del cura.

Hoy hablaré de las misas, que es el mayor punto de encuentro de fieles y comunidad. Sé que muchos fieles se quejan de ellas: que si el sacerdote no es suficientemente piadoso, si se alarga, si omitió un detalle necesario, si añadió una “morcilla” en sitio adecuado, si hoy se le nota distraído, si no sabe transmitir devoción. Tienen razón, pero me van a reconocer que en ocasiones no nos lo ponen fácil.

Permítanme exagerar un poco, pero les voy a contar cosas que se van percibiendo desde el altar aunque uno quiera estar en lo que está.

Misa de cualquier hora.

En el nombre del Padre… La puerta de la iglesia se abre otra vez, y otra, y otra… No deja de entrar gente de forma continuada durante diez minutos. Pero a veces hasta veinte minutos después de empezar la misa sigue entrando gente. Generalmente con discreción, pero sin despreciar solemnes taconeos.

Lectura de la carta… No dejan de entrar. Uno entiende que algún día te despistes, pero hombre por Dios, ¿un veinte, un treinta, un cuarenta por ciento de fieles llegando tarde? Si no dices nada malo, si dices algo sobre la puntualidad… vaya genio que tiene este cura.

Homilía. Dos personas cuchicheando en un banco. No dices nada, pero te pones de los nervios. De repente politono: Paquito el chocolatero. No está mal, fue poco tiempo. Otro politono: afortunadamente estándar. Leche, pero si están respondiendo a la llamada: “luego te llamo que estoy en misa” (me lo han hecho en plena consagración).

En las ofrendas hace rato que andas de los nervios con dos niños que corren por la iglesia, gritan y se han caído dos veces con el consiguiente griterío y llanto oportuno. Bueno, parece que se han tranquilizado. Sigamos.

Consagración. Momento solemnísimo. Tomad y comed… Y en ese momento el niño lanza un chillido agudo como si le estuviesen haciendo la trepanación en vivo. Mimos, consuelo de mamá y las llaves para que juegue, así que tenemos un niño que llora y encima sacude el banco con las llaves.

¿Sigo?

El caso es que hay gente que cuando digo esto o pongo un mal gesto me dicen: “es que hay que tener paciencia”. Estoy de acuerdo. Pero me tendrán que reconocer que celebrar con dignidad, devoción, unción sacerdotal, transmitiendo la fuerza del misterio y todo lo que quieran, con un 30 % de fieles llegando tarde, taconeos, Paquito el chocolatero, gritos de niños y todo lo que nos sabemos, no resulta sencillo.

No. No es así a diario. Les digo más: que lo que cuento son anécdotas muy aisladas. En la parroquia pudo afirmar que aunque es verdad que hay gente que llega tarde, el silencio se masca, y las respuestas de los fieles en la liturgia son modélicas. En eso tengo una parroquia de lujo.

Yo sólo quería con este post pedirles una cosa: que nos ayuden en lo que puedan a celebrar cada vez mejor. Sólo eso. Y muchas gracias.