CARTA DEL OBISPO

REFLEXIONES PARA EL ADVIENTO

La esperanza y la crisis económica actual

 

 

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SANTANDER | 20.12.2013


Queridos hermanos en Cristo:

            La esperanza es otra actitud que debemos tener ante la crisis económica actual. El Apóstol San Pablo exhorta a los cristianos de Roma: “Manteneos firmes en la tribulación” (Rom 12, 12). La esperanza cristiana `posee la capacidad de soportar pruebas, de no perder la calma e incluso de conservar la alegría del espíritu. ¿Cómo podremos salir de esta crisis económica que comporta tantos sufrimientos? Con lamentaciones sobre el estado de las cosas y con acusaciones mutuas nada se consigue. Es necesaria la esperanza que no se resiste a la resignación e inclina a la fortaleza para afrontar las dificultades con decisión y ánimo de superarlas. La esperanza no es sinónimo de euforia ni inconsciencia ante la dureza de la situación.

            La esperanza impulsa a gestar incesantemente proyectos y planificaciones de futuro, que los técnicos elaboran. La Iglesia no tiene soluciones técnicas para superar la crisis; pero presta el servicio precioso de alimentar la esperanza para que el hombre no se desaliente, no se hunda y no tire la toalla.

            La esperanza cristiana es fuerte, porque se apoya definitivamente en Jesucristo muerto y resucitado; es una esperanza pascual que arranca de la oscuridad de la cruz y conduce a la gloria de la resurrección. Con esta esperanza podemos esperar a pesar de los signos contrarios. La esperanza en Dios no defrauda. Los cristianos queremos ofrecer esta esperanza trascendente a los demás ciudadanos en la situación presente personal, familiar y social. El que espera en Dios, que ha resucitado a Jesucristo de la muerte, no espera sólo para sí; queremos ofrecer esperanza, y sus impulsos de aguante, de generosidad y de decisión de cara al futuro, como un servicio a los demás.

            El Año de la fe, que hemos clausurado en la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, ha sido una oportunidad para descubrir el sentido de Dios en la realidad humana con su anchura y profundidad: persona, matrimonio y familia, economía, trabajo, ciencia, arte, cultura, política. ¿No puede ser la crisis, que produce tantos sufrimientos, una oportunidad para redescubrir que el hombre es frágil, que dejado a sus fuerzas se tambalea, y que debe volverse a Dios cuando se conmueven los cimientos? ¿Por qué quiere el hombre prescindir de Dios? ¿Por qué no se fía de Dios que es Amor? Las realidades seculares gozan de una legítima autonomía, es decir, tienen su propias normas de funcionamiento, pero no son independientes de Dios, Creador de todo (cfr. Vaticano II, GS 36).

            Ponemos nuestras necesidades de pan y de solidaridad, de fe y esperanza, de concordia en el amor de Dios y de los hermanos, en el corazón maternal de la Virgen María, Nuestra Señora del Adviento, que nos trae al Salvador en la Navidad, fiesta de gozo y salvación.

            Con mi afecto, agradecimiento y bendición,

+ Vicente Jiménez Zamora
Obispo de Santander