20.12.12

¿Qué pretende (con Playboy) el Padre Solalinde?

A las 8:14 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Iglesia en América

¿Qué pretende Alejandro Solalinde Guerra, presbítero? ¿Qué busca con su última aparición pública? ¿Qué pasa por la cabeza de un sacerdote que cuenta públicamente cómo rompió el voto de castidad y lo hizo con una feligrés, una muchacha de esas que se suelen enamorar del cura de barrio? ¿Qué entiende cuando presentó a la ruptura de una promesa hecha directamente a Dios como un “milagro” capaz de “humanizarlo”? ¿En qué estaba pensando cuando reveló que por ese hecho jamás se confesó? Y, sobre todo, ¿por qué dijo todas esas cosas a Playboy, la publicación para caballeros que hace negocio con el sexo, el erotismo y las mujeres objeto?

Preguntas y más preguntas que surgen del reportaje difundido en el último número de esa revista, en su edición en español. Un texto que, en algunas de sus partes, no cuadra. ¿Por qué Solalinde se pone a hablar de su sexualidad cuando el entrevistador le pregunta de una cosa totalmente distinta, relacionada a los dogmas? ¿Por qué dice haberle dado gracias a Dios tras haberse desfogado con una muchacha que estaba muy enamorada de él pero que, a final de cuentas, despachó como a una cualquiera (después de haberla usado, claro está)? ¿Actuando como actuó, no pensó en que la trataría como objeto sexual y nada más?

Hay cosas que no cuadran en la entrevista de Solalinde (que se puede ver publicada aquí). Más interrogantes que certezas dejan los extractos reportados abajo. ¿Por qué dice ser “humano” tras haber sostenido relaciones? ¿Antes no lo era de verdad? ¿Los célibes (y no sólo los sacerdotes) son menos humanos, entonces? ¿Qué lo lleva a afirmar que “ya es una persona normal” después de esa experiencia íntima? ¿Cómo puede sostener que Jesús “nunca rechazó tener una relación con una mujer desde su ser de hombre”? ¿De dónde sacó que la Iglesia impuso el celibato cuando los hijos de los Papas, los obispos y sacerdotes comenzaron a exigir herencia?

Y, ante todo, ¿qué le lleva a pensar que “no tarda el tiempo en que la iglesia vea el celibato como algo opcional”? ¿Pensará que diciendo estas cosas forzará cambios en la Iglesia? ¿“Inmolarse” en una de esas batallas ideológicas eclesiales tan en boga hoy en día? ¿O prefiere ser sancionado por sembrar la confusión entre los fieles, para quedar como víctima y así, sin el “lastre institucional”, dedicarse a sus intereses? Que conste, son sólo preguntas. Pero igual, hay cosas que no cuadran.

DIOS PUEDE HACER SANTO HASTA A UN ZETA
Por Arturo J. Flores / Playboy México

Padre, muchas de las cosas que dicen me saltan, ¿un sacerdote que dice que la vida no es dogma?

No, la vida surge. Te voy a contar algo maravilloso. Creo mucho en nuestra condición humana, me encanta ser humano y falible, defectuoso, me encanta tener errores, estar limitado, equivocarme. En esos años aprendí algo, yo tenía 32. A ver, yo platico con Dios como platico contigo. Trato todos los asuntos, hasta los de índole sexual, con Dios. No me inhibo de nada. Yo le decía: “ya tengo 4 años de ordenado y nunca he tenido relación con una mujer. No sé lo que es eso. Soy célibe por obligación, porque si no lo era, no me ordenaba, pero… ¿cómo voy a entender a un matrimonio o las mujeres, si no conozco nada de eso?” ¡Y sucedió el milagro, sin buscarlo! Entre las jóvenes con las que yo trabajaba, sucedió… eso. Lo descubrí y fue maravilloso, descubrí una dimensión increíble que me hizo sentir más humano, más hombre. Y lejos de sentir culpa, ¡para nada!, ni me confesé. Le di gracias a Dios y andaba como niño con juguete nuevo, porque descubrí a la mujer como es y me descubrí a mí como hombre. Estuve en la disyuntiva de continuar mi camino o dejar el sacerdocio y casarme. Ella estaba muy enamorada, pero yo solamente la quería. Así que mi vocación fue más fuerte. Decidí estar con la gente, con los pobres y ser sacerdote. Ahora soy célibe. Ahora (risas).

¿No le causa problemas contarme que estuvo con una mujer?

No, porque cuando me ordenaron era célibe. Hice todo lo que me pedían ellos, aunque me reprimiera. Le fui fiel a Dios, pero después pude humanizarme. No puede ser que uno como sacerdote intente orientar a los jóvenes, que hablan tanto de sexo, estando en la inopia. Tampoco estoy diciendo que todos los seminaristas deberían pasar por ahí, como yo, pero a mí me dio resultado. Ya soy una persona normal. Cuando veo a una mujer que me llama la atención, lo comento con Dios y esa experiencia me enseñó a valorar a la mujer, a no verla como un objeto sexual. La admiro muchísimo, la mujer es la expresión más bella del rostro de Dios.

¿No le da miedo que sus superiores se enteren de esto?

Hay que entender que el celibato no es un dogma de fe, sino una medida disciplinaria nada más. El sexo no es malo, ni tampoco casarse o tener una relación con una mujer. Jesús fue célibe, libre, pero fue un ser sexuado. Nunca rechazó tener una relación con una mujer desde su ser de hombre. Él veía todo con mayor naturalidad. En cambio, en cuestión de sexo la iglesia sigue muy cerrada. Jesús escogió de entre sus discípulos a un casado para irse a vivir a su casa. Y para acabarla de amolar, eligió como primer jefe de la iglesia católica, a un casado, a Pedro, y conoció a su esposa. Él nunca dijo que para seguirlo había que ser célibe. Eso empezó a imponerlo la iglesia católica cuando los hijos de los sacerdotes, los papas y los obispos empezaron a exigir derechos de herencia. ¡Les dolió en la administración! Por lo demás, no tarda el tiempo en que la iglesia vea el celibato como algo opcional.